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19.9.13

Realidad suspendida

Hay días en que no sabes qué has desayunado pero de pronto las cosas dejan de tener que ser verdad.

Lo llamo "el Día sin Principios" y me lo paso aprovechando mis escasos conocimientos estadísticos para volverme MUY creativa y rellenar informes que me den la razón en todo. Al fin y al cabo, ¿no trabajamos en un sector que se basa en mentir?

Me descubro a mí misma cambiando unas series de datos por otras, eliminando diapositivas y cambiando unos párrafos por otros y me doy cuenta de que una vez que los maquillas lo suficiente, el Power Point y el Excel sostienen cualquier cosa, lo cual es probablemente el motivo de que el resto de los días de mi existencia les odie.

Hoy no.

Hoy me siento con la Sobrina Fantabulosa a fumar el último cigarro antes de irme de La Gruta (que me está sorbiendo las tardes) y le propongo respuestas que son El Mal, y nos morimos de la risa.

Y me voy a dormir y a limpiar y a querer a Vespa, porque Vespa sí que no tiene la culpa de que yo no tenga principios, y me voy a mi nuevo curso de teatro que ya no mola tanto porque me falta todo el mundo. Que solo seamos cuatro tampoco ayuda.

Pero entonces pasa algo curioso, y es que me dicen que improvise, "¿te acuerdas de ese día, sí, mujer, el del OVNI?", y en lugar de tener un ataque de pánico y huir me metamorfoseo en monologuista, y sin saber cómo me he convertido en la graciosilla del grupo, y me doy cuenta de todo lo que he aprendido, y echo de menos al Profesor Caótico además de echar de menos a quienes no me dejan adoptar roles que no me van nada, y al mismo tiempo pienso que lo mejor que tienen los principios es que puedes inventártelo todo.

Día de Principios sin Principios.

El problema de los Días sin Principios es que no sabes si se te van a ir de las manos (miren lo que pasó con el Día Internacional de Hablar como un Pirata, y, por cierto, arrrrr!). Así que hay gente que se suma y en lugar de aceptar tus propuestas razonables para postponer las cosas acaba inventando excusas relativamente poco creíbles y pidiendo prórrogas que una hora y tres cuartos después no se sabe si van a tener fin, y el Día sin Principios acaba como un prolegómeno a otro Día de la Ira.

Aunque Vespa y yo acabemos enganchándonos a House of Cards y haciéndonos mimos, que es una forma fantabulosa de llenar de mimos un Día sin Principios, porque una cosa es no pensar y otra muy distinta no sentir.

6.8.13

(Your) Life is a lie



Estos chicos sacan videoclip, la Chica Con La Que Pude Coincidir pregunta si será cierto, y yo no puedo evitar pensar en la cantidad de personas que utilizan aquello de tuvidaesunamentira como arma.

La vida de todos es una mentira, señores. La ilusión biográfica, lo llama Bourdieu. Que viene a ser, resumiendo, que nos engañamos para que todo tenga sentido. Steve Jobs habla de esos momentos mágicos en los que se unen los puntos como si existieran, pero no existen. Nos los inventamos, básicamente. Miramos hacia atrás, y nos apoyamos en esa memoria selectiva que todos tenemos (salvo Mi Media Infancia, que tiene una memoria absoluta con la que la mayoría de nosotros no podríamos vivir) para olvidarnos de todo lo que no nos cuadra.

Nos miramos al espejo y afirmamos alto y claro "Yo soy así", y es mentira. Somos seres cambiantes, incoherentes y ridículos. Nada más lejos de la idea de lo esencial.

En estos tiempos del vivirparacontarlo, lo de la ilusión biográfica va a más. Me resulta tremendamente desconcertante que me digan "te sigo por Facebook, así que ya sé cómo te va". ¿Cómo vas a saber cómo le va a alguien por una serie de mensajes puntuales, impulsivos, e incoherentes? Pero, en realidad, hace lo mismo que harías tú si respondieras a la pregunta: le da sentido a todos esos momentos sueltos y hace un balance que permite saber si te va bien o mal, qué quieres cambiar en tu vida, o cuál de las novedades que te han pasado es más importante.

Nos mentimos, mentimos a los demás, los demás nos mienten a nosotros.

Pero y qué. Lo que verdaderamente importa es que funcionan. Que las contamos fenomenal. Que las creemos, las disfrutamos y las vivimos, como los sueños o la buena ficción. Que nos identificamos con ese yo esencial que anteayer no existía, y es suficiente.

Cuando uno es un buen narrador, puede construirse una vida tan maravillosa que la sonrisa no se le cae de la cara, que siente cosquillas en el estómago al levantarse por la expectación ante las cosas nuevas, que canturrea cuando anda por la calle, que quiere más a los demás y se hace querer más.

Que sea real o no es totalmente lo de menos.