Bueno, y ahora las reflexiones, hoy me ha dado por ahí. Muchas quizás no sepáis cómo empecé en esto del patchwork y cuándo decidí dar clases y, finalmente montar una tienda. Mi madre es modista y yo me he criado entra telas, agujas e hilos. Siempre me ha gustado coser y todo tipo de labores. Cuando me casé, me compré una colcha de patchwork con una lone star en el centro. Me encantaba y siempre he deseado aprender a hacer esas cosas así que cuando me enteré de que el Ayuntamiento había organizado unos cursos, no lo dudé, me apunté enseguida. De eso hace tan solo algo más de tres años. Sé que no parece mucho tiempo y que hay quién pone en duda mi capacitación para impartir clases de patchwork. Esa es la razón por la que os estoy soltando este rollo. Bueno, no sé quién puede o debe decidir eso. La verdad es que al principio (hace dos años) yo solo quería enseñar a mis amigas lo que yo había aprendido hasta entonces para compartir con ellas mi afición y juntarnos a coser alguna tarde. Poco a poco se fue agregando más gente al grupo y me propusieron dar clases en el Centro de Atención a Mayores de Ibi. La experiencia me gustó y las alumnas estaban encantadas y eso es lo que más cuenta para mí. Cada vez tenía más alumnas así que a principios de año busqué un local, lo encontré enseguida y monté la tienda. Bueno, en este párrafo he resumido un poco bastante, pero es que esto me está quedando más largo de lo que yo quería. En definitiva, para mí lo importante es que mis alumnas/clientas/amigas disfruten cuando vienen a mis clases, que en realidad no son clases propiamente dichas. Más bien se trata de un lugar donde vienen a relajarse, a hacer lo que les gusta en buena compañía. Yo solo les echo una mano cuando lo necesitan, pero hago todo lo posible para que salgan de mi tienda contentas y satisfechas con lo que han hecho en ella. En fin, gracias por dejar que me desahogue un poco, prometo no hacerlo muy a menudo. Palabra.
Un beso a todas.