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miércoles, 19 de junio de 2013

Cinema Rif (Tánger)

            



Tánger no se entiende sin el Cinema Rif, un antiguo cine de los años 30 rehabilitado, cuyo café-bistrot es el punto de encuentro de jóvenes y artistas. En sus dos salas se proyectan desde clásicos de la historia del cine o la linterna mágica, a cine actual y cine árabe. En sus paredes cuelgan carteles desvaídos de viejas películas de espionaje rodadas en Tánger y fotografías de actores antiguos. Un lugar donde vale la pena recalar. Allí pasé muchas horas durante mi estancia tangerina y le dedico una sección entera en Café Hafa, de la que forma parte este poema:

         CINEMA RIF
        
                  II 
Dejar que el tiempo sea esta evasión
            en la sala de cine,
            esta mezcla de planos y ciudades de agua,
            cuando contamos a desconocidos
            una verdad desconcertante
            después de haber estado frente al mar,
            frente a la duda y  la desidia,
            frente a amantes que observan a través de biombos.

            Esta penumbra del cinematógrafo
            nos restituye lo dejado atrás:
            un estío remoto, la costumbre
            de ascender las colinas de gladiolos salvajes
            donde te revolvía los cabellos.


Aschenbach come fresas,
el tinte le chorrea por las sienes,
            su delirio está hecho de música y efebos.
            Busca el último soplo de embriaguez.
Pasa a cámara lenta la Belleza.





Verónica Aranda
De Café Hafa, Tres Fronteras, Murcia, 2012








viernes, 17 de diciembre de 2010

Cinema Mauritania


     
   Uno de mis pasatiempos preferidos de Tánger es ir a la sesión de las 15.30h del Cinema Mauritania, un viejo cine de los años ’50, que aún se mantiene en pie milagrosamente y dan tres pases diarios de una película india por el módico precio de 12 dhirham (un euro). Los marroquíes son grandes aficionados a Bollywood. De los cafés de Tánger, siempre que no haya fútbol, llegan las voces estridentes de los estudios de cine de Bombay y Madrás. Y en la medina hasta se puede regatear en hindi para comprar unas babuchas, que los mercaderes, a fuerza de ver películas, entrarán al trapo.
   La película suele llegar rallada y con el color algo desvaído. Un tercio de la pantalla la ocupan los subtítulos en árabe y en inglés. Versión original en hindi. Casi tres horas de canciones, tramas llenas de obstáculos, los soliloquios de heroínas indias, la dicotomía entre malos y buenos, moralinas, bellos rostros, asesinatos, saris de colores brillantes y final feliz tranquilizador con bailes apoteósicos. Aunque el verdadero espectáculo está en observar lo que pasa fuera de la pantalla. Parejas que llegan en el segundo tiempo de la película y no precisamente para ver la película, y ocupan las últimas filas de la parte superior, casi exclusiva para el amor furtivo. Hombres solitarios que encienden su cigarrillo con languidez oriental, olor a hachís, ruido de bolsas, escupitajos, cremalleras, butacas ancestrales que se hunden, olor a cacahuetes tostados, soldados que lanzan frases obscenas desde las filas de atrás, techo con goteras a punto de derrumbarse y el acomodador hablando a gritos con una linterna de la época del Protectorado.
Cine dentro y fuera de la pantalla. De India hasta Marruecos un viaje garantizado por el módico precio de un euro.               
                                                                                                            Verónica Aranda

               

viernes, 12 de noviembre de 2010

Casablanca



                       
               Rick’s café (Casablanca)

            Hago mío el dolor de esta ciudad,
            sus edificios art-decó
            y todas sus intrigas y sus mendigos ciegos.
           
No tengo miedo ni ambiciones.
            No espero demasiado del amor
            ni de sus desencuentros.
            Bebo cointreau en la barra, busco a Bogard,
            recuerdo la buhardilla de París.
            Mientras el tiempo pasa
            entre tabaco americano.
            As time goes by, las notas
            del piano de Sam, los fugitivos.
           
Presiento que comienza una gran amistad.
            Quizá algún día muera en Casablanca.

                                                                                              Verónica Aranda