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jueves, 3 de abril de 2014

Acerca de "Fármaco"



"el martillo, el cincel y la cizalla están aquí..."




El Estado y sus metáforas clínicas. Adolf Hitler como “cirujano de Alemania”, Jorge Videla hablando de la subversión como tumor que era preciso “operar sin anestesia” y “hasta el hueso”. O Fidel Castro en 1985: "La deuda es un cáncer, entiéndase que es un cáncer que se multiplica, que liquida el organismo, acaba con el organismo; es un cáncer que requiere una operación quirúrgica. Toda solución que no sea quirúrgica, les aseguro, no resuelve el problema". Menos llamativas acaso, por habernos acostumbrado a ellas, las metáforas clínicas de la Economía: oímos continuamente hablar de ‘activos tóxicos’, del ‘contagio’ de la crisis, su ‘diagnóstico’ y sus ‘síntomas’, de ‘países intervenidos’, de ‘inyecciones de liquidez’, de ‘medidas preventivas’ para el ‘saneamiento’… 


Todas ellas conformando un mismo metarrelato: las acciones del estadista o tecnócrata representadas como intervenciones quirúrgicas, con la asepsia del quirófano y el ascetismo de la ciencia; el temor a la enfermedad y la muerte extendido a todo el cuerpo social; el sufrimiento como mal necesario (pre y postoperatorio); la objetividad fría e inevitable del diagnóstico; la extirpación de los elementos necrosados o infectos; el investimiento con la pureza moral del cirujano y su poder demiúrgico, taumatúrgico. Traumatúrgico.



***


Fármaco (un tríptico) es un texto escrito con rabia como intento de respuesta -visceral e intelectual- a este tumor de lenguaje, a esta proliferación del miedo, entre finales de agosto y mediados de noviembre de 2013. También como un nuevo ajuste de cuentas con otras cuestiones que me han obsesionado desde hace muchos años. Es grito y tesis doctoral al mismo tiempo, resultado de un trabajo de investigación y recreación diarios durante el periodo mencionado. El sentimiento de urgencia -irracional, supongo, en gran medida- que lo provocó hizo que, por primera vez, concibiera el poema como algo que debía ser publicado de inmediato, pues no pertenece sino a este ahora y este aquí. Podéis leerlo en el número de febrero de la revista digital Kokoro.






domingo, 9 de marzo de 2014

Dos poemas de Leopoldo María Panero





(Joel-Peter Witkin, The Kiss)






EVE


Porque hiciste mi gesto eterno supe
que eras la muerte: porque ella sólo podía
amarme si no había
                             hombres para mí, vivos:
sólo ella
             podía amarme: y supe también que tú eras
la muerte, y que me amabas.
El rostro de la Humanidad era
para mí el de nadie: como para ella,
como para ti: eres negra y no quieres
nada de lo que vive y no sabe
hasta morir que te desea.
                                      Y vi a través de ti, cómo surgían
y surgen cabezas de la tierra helada:
cabezas, yelmos, corazas, espadas
es el fruto que cosecha la tierra en este año
que tanto recuerda al Último, al siguiente,
y me amaste porque yo lo veía, porque
veía crecer ya en el huerto el fruto
monstruoso que incorporaba en sí
todo dolor e injusticia y desastre
y me dijiste: «He aquí mi primer hijo
yo que nada sabía del ridículo gesto
de nacer!». Y agregaste:
«Este reirá de todo,
y lo encenagará todo con
el veneno de su risa mortal:
                                         cuando no haya nadie
que recuerde cómo se reía, este reirá».
Y te reíste de mí, como mi madre
al ver que yo había nacido de ella.
                                                    Tan inmenso
era el frío en las ciudades
que algunos sabían que no era locura
ni es, creer que caerán —sobre mí
o seré yo el que caiga al morir sobre tu cuerpo.
                                                          Pero en el frío crecían
seguían creciendo —la peor de las alfombras
de césped— los huesos y la carne de los soldados
que crecían sobre la tierra helada. Y me dijiste:
«ellos no tendrán miedo, porque están
muertos, lo mismo que tú que me amas,
                                                             a mí que soy negra
como la vida e hice una piedra de tu gesto»
Y los muertos brotaban sobre la tierra húmeda
—cabezas, yelmos, corazas y espadas
porque la Muerte se había hecho vida.
                                                           Y pregunté
—te pregunté entonces—: «Será mi alma
buen alimento para perros?» Y contestaste: «no esperes
que ella sirva para otra cosa: fue creada
y pensada lo mismo que tu cuerpo y huesos para
nutrición de los perros finales —lo mismo
que tu palabra». «Y ¿nada he de esperar?» «Nada».
Y vi como espadas y corazas y yelmos
surgían sobre el campo más yermo.
Y me olvidé.











(David Nebreda)






MANCHA AZUL SOBRE EL PAPEL


Para encontrarse otra vez como perdido
- Hegel


Leí mucho y no recuerdo nada. Y en la
habitación del fondo mi madre
se pudre, es un pez. El
palacio de la locura está
lleno de animales
                           verdes con
motas anaranjadas como ácidos y
cubiertos de polvo: entra,
ven.
        No me acuerdo de ti, Pere
decía, creo, lo contrario, Pound
sin talento, a Paz le
gustó mucho: moscas
vuelan alrededor del árbol. Oh, yo
también devoro moscas, a veces me atraganto, tantas
hay, crudas, sí, que no resisten
la cocción (Capítulo III de
L´Alchimie rétablie de Canseliet, «So-
llicitations trompeuses et..............»),
los senos del niño. Enormes y caídos. Qui
scribit bis legit.
                        Y en los ojos una escalera empieza.
Y vuelvo, vuelvo como un sueño,
como los sueños vuelven, sin entrar,
vuelve a soñarme, allí. Mientras duermen,
duermen, duermen, en la Morgue
"avec les yeux grand ouverts" —vuelve
y la casa desierta, o hay extrañas
gentes que no conozco, cerebros ilegibles. Largo
el viaje por mar. Y en la habitación condenada se
encontró, muertos,
los extraños que vivían allí,
en la casa del confín (Hogdson)
                                                 sin hablar, un niño
enteramente recubierto de escamas —al tocarlo
sentimos una humedad, afilada y
fría como un cuchillo: sin conocernos. Había
también la soga colgada de una moldura
con la forma, en su extremo,
de una cabeza.
Suicidarse y seguir viviendo,
esta frase pertenece a alguien, a
Nijinski, quizá,
no estoy seguro —Largo
el viaje por mar. En una isla había
una caverna y dentro un
enano que no quiso decirnos su nombre.
Una rana le colgaba de la boca, casi lo olvido.
                                                                       Y mi madre
acariciaba al niño de escamas, y de
vez en cuando retraía
la mano y la ponía
cerca de sus ojos, para mirar la humedad, las
gotas de agua fría deslizándose
sobre la piel. (Estaba
ciega como yo.) El
palacio de la locura está
lleno de agua y peces ciegos que tropiezan
en las profundidades, que relumbran. Ven, así
estás a salvo (golpeado, año tras año
por un látigo de luz, hasta la muerte), mucho menos
atroz estás a salvo: los peces
no hablan, lo mismo que los niños, no
se encadenan a una charla en la
que nadie responde ni te
responderá nunca, y que cesa
nada más formularse la pregunta —Do
I dare demasiado me atreví: sale agua
de mis ojos, y los ojos cosidos y la
boca ve y ando con los oídos. Escú-
chame tú, que pasas al lado, que me rozas
por la calle, ange à moitié mort. Que me rezas.
Cesa todo cuando se pregunta, dejan
de hablar. Se van. Guardó la
mano muerta de su hija en un vaso
con agua.
                Una mosca
come en mi mano. Una lluvia de sangre
cayendo en el cerebro de Charles. Hacía
frío Fort, la noche en que murió hacía
frío, sí, lo recuerdo, llovía. Pere
Gimferrer  —contrapunto
como en el canto VII de Pound  —no mera
sucesión de pinceladas, narración
ciega, sino la vida
y la mente toda puestas en juego,
y perdidas— aquí. Pere
Gimferrer y Carnero se casaron
en octubre, y su hija
de enorme falo goteando,
colgando, muerta.
Balanceándose como un péndulo,
mortal, goteando, en lo oscuro.
Hay un falo en mi boca, dos, y otro
erecto en mi ano, otro
lo arrastran mis pies.
                                Otro
cuelga de mi cabeza y araña
al pasar las paredes y deja
un rastro, y un sonido. Pero
al morir Charles Fort dijo:
Mi hijo está desnudo, allí,
en el suelo, la llave. Y esos no son
de mi Pueblo. Oculto
donde todos me ven, sello
de la carta robada, soy una princesa.
                                                         Ven a donde huyo.
Jamás me pudieron encontrar. Dije: estaré
siempre en el bosque, perdido,
en el bosque donde nací. Llueve,
llueve sobre el sexo de una mujer. Y bajo
el sol, rodeado de muchos, tengo frío. Y dije:
                                                                      «Ese que va allí,
ese que corre, que
                              al volverme hace una mueca,
                                                                           soy yo.
                                                                      Ácido disuelto
                                                                                en agua
caída sobre el papel.»






(De Narciso en el acorde último de las flautas, 1979)




ADDENDA: GLOSA A UN EPITAFIO




(De izquierda a derecha: Leopoldo María Panero, Sebensuí A. Sánchez, Rubén Martín y Begoña Callejón, Granada, 2010)


Conocí a Leopoldo María Panero durante una desquiciada semana del año 2010 en la cual permaneció en Granada. La única vez que el poeta visitó esta ciudad: nunca antes había sido invitado a engrosar la caudalosa lista de recitales, premios, conferencias y presentaciones de libros que se celebran anualmente en ella. Por supuesto, nada que tuvo que ver la Universidad ni otros cauces de la cultura oficial, sino con la obsesión de dos personas: Tomás García, editor de la modestísima editorial Alea Blanca, y Alfredo Rasines, quien peregrinó a las Islas Canarias y se instaló allí durante meses viviendo al parecer en una situación de casi indigencia hasta lograr gestionar su visita. De Rasines me diría Panero: está demasiado loco, me da miedo; esto permite hacerse una idea del talante de aquel proyecto del que había escuchado hablar, y por el que personalmente no hubiera apostado un céntimo, pero que terminó haciéndose realidad gracias también al poeta canario Sebensuí A. Sánchez, quien estaba encargado de acompañar al escritor y velar por su salud. Meses antes, recibí la llamada de Tomás García, confirmando que Panero venía a la ciudad y que Alea Blanca iba a organizar un recital y un pequeño volumen con inéditos; me instó a colaborar en todo ello, junto a Begoña Callejón, de quien solo conocía Las putas comen sushi, un pequeño poemario de feroz filiación paneriana. La propuesta me sorprendió bastante, ya que por entonces no podía estar más alejado del ambiente poético local y, salvo mi traducción de Emily Dickinson y algunos poemas publicados en plaquettes con motivo de un par de recitales, apenas tenía nada nuevo que mostrar desde hacía años, ni intención de hacerlo en breve.

Nos había elegido a Begoña y a mí porque deducía nuestra admiración por el autor de Last river together; una devoción no basada en su leyenda maldita ('que no usen mi torpe biografía para juzgarme', llevaba pidiendo desde hacía mucho) sino en sus demoledores e inclasificables libros de los años 70 y 80. No la locura, sino el discurso de la locura. Poemas como estos: brutales, monstruosos, en los que se jugaba a vida o muerte con la literatura concebida como demencia colectiva, atravesados de referencias a Pound, Lacan, la cosmología gnóstica o el Apocalipsis. Al parecer no éramos tantos los que en Granada un lugar donde la apacible sombra de la llamada "poesía de la experiencia", con su halo de desprecio a toda indagación en el lenguaje que no oliera a Jaime Gil de Biedma y sus epígonos, gravitaba aún pudiéramos decirnos influidos por él. Panero ejercía fascinación, pero probablemente muchos de los que asistieron a aquel multitudinario recital en el Jardín Botánico sabían de él -en el mejor de los casos- poco más que lo mostrado en la película de Jaime Chávarri. Con todo, fuimos unos privilegiados y no me sorprendió que hubiera quienes nos miraran con desconfianza, pese a que algunos que lo hicieron no serían capaces de mencionar siquiera dos libros suyos. (No me cabe duda de que Panero es uno de los poetas más leídos de España, pese a no haber recibido nunca un premio literario; pero se dice que en España la poesía se lee poco y mal.)

¡Rubén Martín...! ¡Poeta loco! fueron las primeras palabras que me dirigió, tras darme la mano sonriendo y antes de estallar en una rugosa carcajada, una risa inimaginablemente extraña que sería una de las constantes vitales de aquella semana. La noche en que me presentaron a Leopoldo María Panero acabaría siendo una de las más relevantes de mi vida reciente, pues también conocí a Begoña Callejón, quien sería después para mí la hermana que nunca tuve y me ayudó como nadie a sobrevivir a una de las etapas más caóticas de mi existencia. No tengo claro por qué cuento esto. Tal vez no puedo disociar esa risa desquiciada de la mirada luminosa y la sonrisa delirante de Begoña, con el fondo de mi propio estado mental derruido que sin embargo se dejaba contagiar por todo ello. El librito que íbamos a sacar para celebrar ese encuentro se titularía, irónicamente, Locos de altar. Para Panero no era más que una excusa para salir del manicomio, y en ningún momento trató de disimularlo; para nosotros, una excusa para conocer a Panero. Todos contentos y nosotros, concretamente, eufóricos. 


(Begoña Callejón y Leopoldo María Panero, 2010)

En ese primer encuentro en un bar del centro de Granada, en el cual Panero bebía coca-colas a tal velocidad que los camareros pasaron de la confusión a la desesperación, al no dar abasto con el registro de tapas que correspondían a las consumiciones, apenas hablé con él; la impresión de estar delante del autor de poemas que me han fascinado durante años era demasiado entumecedora, y me refugié en ir trazando lazos con Begoña y Sebensuí. Tras ser pagada la cuenta, el poeta nos acompañó al cuartel general de Alea Blanca, que recuerdo como un almacén repleto de ordenadores obsoletos y libros antiguos de toda índole; allí fuimos comprobando cómo la conversación con Leopoldo María Panero era muy semejante a sus poemas: a veces hilarante, a veces mortalmente seria, siempre enferma de la más poderosa literatura. En un solo parlamento cruzaba de forma vertiginosa frases en sus idiomas originales de Dante, Corbière, Blake, Virgilio o Pound. Reconocí una cita de este último ("the frogs singing against the fauns") y él respondió, muy serio: vaya, por fin un hombre con el que se puede hablar, para después soltar una de sus explosivas carcajadas. A partir de ese momento acercarme a él fue mucho más sencillo, aunque la tensión jamás se perdía. Panero era imprevisible y quizá por ello resultaba tan agotador seguir su torrente verbal y vital, seguirle hacia lugares desconocidos y de pronto delirantes. Reía y bromeaba, y de pronto su mirada se ensombrecía terriblemente, afirmando con crudeza: no soy un niño gilipollas. Recitó unos versos en inglés que no pude identificar y señaló: John Donne es mi poeta favorito. Aproveché para mencionarle su poema 'Ann Donne: undone'; me miró fijamente y corrigió mi pronunciación de la palabra undone con una fría rotundidad que me puso literalmente la carne de gallina, para después hablarnos de la dedicatoria de ese poema y otros a Ana María Moix. Era imposible rehuir la sensación de que, debido a la tortura yatrogénica de la que había sido víctima, Panero vivía en gran medida atrapado en el pasado, no sabría decir si por voluntad propia. A lo largo de esa semana, el hueco sintáctico de John Donne lo cubrirían muchos otros: T. S. Eliot es mi poeta favorito; Mallarmé es mi poeta favorito; Villamediana es mi poeta favorito; Ezra Pound es mi poeta favorito, en sentencias que parecían obedecer a las fluctuaciones de su estado de ánimo. 





Dictó a Tomás García un puñado de poemas inéditos, con una mezcla de desinterés y desdén hacia ellos; en cambio, cuando le mencionábamos alguno de sus poemas de Teoría o Narciso en el acorde último de las flautas comenzaba a recitarlos de memoria, con verdadero orgullo, con tremenda gravedad. Panero nunca ha ocultado que escribe por dinero desde hace muchos años. Ese fue el titular de la entrevista que le hicieron esos días en un periódico local, donde respondió a las ingenuas preguntas del periodista con su habitual talante corrosivo: Detesto el 'Romancero Gitano' de Lorca, me parece un libro repugnante. Ese tipo de herejías que la Poesía Española nunca le ha perdonado, menos aún que su talento o su escandalosa vida, como cuando dijo que Antonio Machado es un poeta para el bachillerato o No me gusta el Quijote, es una novela río asquerosa. El placer de blasfemar, de decir como los niños lo que muchos adultos respetables opinan y callan, es un privilegio exquisito del loco y un atentado contra quienes viven de la sacralización de la literatura. Contra la cultura española en general, y sus altares. Qué feo es Javier Bardem. Yo creo que podría matarlo telepáticamente. Conozco a un loco de mi manicomio que provocó con telepatía un accidente de trenesOtro privilegio: la fabulación, el cruce laberíntico donde la ficción trasmuta quién sabe qué realidades. ¿Sabes, Rubén? La CIA nos encerró en un manicomio a todos los de la antología de Castellet. Si no llega a ser por los poderes de Gimferrer, no hubiéramos podido escapar, me diría en otro momento. Qué listo es Gimferrer, era el más inteligente de todos...



                                                                                      (Leopoldo María Panero y R.M., 2010)


Como no podía ser de otra forma, el recital que organizamos en el Jardín Botánico fue un completo desastre. Begoña Callejón y yo intentamos recitar unos cuantos poemas para caldear el ambiente, pero Leopoldo, sentado cerca del micro, no dejaba de hacernos reír con bromas de mal gusto, obscenidades y frases inconexas. Después fue su turno y continuó haciendo lo mismo; se negó a leer los poemas de Locos de altar "este libro es una mierda, no quiero leer poemas de él", y comenzó a divagar sobre la CIA y sobre que España es un país insoportable, que si hubiera nacido en Francia las cosas serían distintas para él. El público por lo general estaba contento de la oportunidad de oírle, aunque un paleto con pinta de no haber abierto un libro en su vida ni ayudado de fórceps se sintió estafado y rebuznó improperios en voz alta, ante la risueña indiferencia del poeta. Todo ello en la ciudad donde se expele el premio de poesía más ambicioso del país, con una pantagruélica dotación de decenas de miles de euros, discursos de concejales de 'cultura' y copiosas cenas a costa de dinero público. Pensado así, su performance era un involuntario y refrescante corte de mangas.   

Después hubo una especie de celebración, en un café-bar cercano a la calle Pedro Antonio de Alarcón, al que por desgracia Begoña no pudo asistir. Se instaló un micro e improvisó un escenario, donde varios espontáneos recitamos poemas suyos. Leí 'La canción del crupier del Mississippi' y Leopoldo, que estaba sentado cerca, murmuraba o declamaba entre dientes algunos de sus versos: "Escribir en España no es llorar, es beber, / es beber la rabia del que no se resigna / a morir en las esquinas, es beber y mal / decir, blasfemar contra España / contra este país sin dioses pero con / estatuas de dioses...". A pesar del alcohol o gracias a él, pocas veces me he sentido tan electrificado por lo que recitaba como aquella vez: "... caerse húmedo babeante y tonto y / derrumbarse como un árbol ante los farolillos / de esta verbena cultural". De las muchas anécdotas memorables, quizá me quedo con una protagonizada por la poeta Natalia Manzano, que tímidamente se acercó a la mesa en que estábamos para decirme algo que no recuerdo. ¿Tú me has leído?, le preguntó Panero de pronto. «Sí», respondió ella. Entonces siéntate aquí. Hubo después más días con Leopoldo María Panero, más momentos de extrañeza, deslumbramiento y desconciertos, pero al fin y al cabo todo se reduce a eso, a ese gesto cordial y al mismo tiempo orgullosamente exclusivo, sectario casi. Estábamos allí sentados con Panero porque lo habíamos leído. No por el malditismo ni la leyenda ni el morbo que algunos pretenden cifrar como su única razón de ser, y que no son nada. "Vivo en la fantasía paranoica del fin del mundo y no solo no pretendo salir, sino que pretendo que los demás entren en ella", nos dijo también, citando de memoria palabras suyas de hacía décadas. Ahora el fin del mundo personal de Leopoldo ha llegado, después de sobrevivir a sus padres, sus hermanos, a Ana María Moix tan solo unas semanas. Inevitable pensar en aquello de la 'muerte propia' rilkeana, al fin con un gesto de paz y serenidad según cuenta su doctor. Inevitable sentirse triste, aunque Leopoldo se jactara de llevar muchos años ya muerto. Inevitable sentirse parte de unos pocos escogidos. Hora por fin de leer al poeta y olvidar al loco, el muerto viviente, el outsider. De leer el poema.






domingo, 5 de agosto de 2012

un estudio sobre lo incomunicable: "Dans ma peau"





Dans ma peau (Marina de Van, 2002) es una de las películas más turbadoras y complejas que he tenido oportunidad de ver en estos últimos años. Es preciso advertir que, pese a tratarse de una experiencia cinematográfica en ocasiones extrema, en la que la directora es también protagonista y guionista -lo cual no es anecdótico y acerca la obra al terreno de la performance, dado el carácter literalmente visceral de algunas de sus secuencias-, se le ha atribuido un vínculo al "nuevo terror francés" que no le hace justicia: la comparación entre esta cinta y productos como Martyrs es bastante superficial. Se trataría en todo caso de un terror distinto, resultado de la exploración de lo inexpresable, lo crudo, lo radicalmente otro que se oculta en lo más íntimo e intransferible.

El argumento es sencillo y resumible en pocas líneas, aunque sus implicaciones y resonancias se prolonguen mucho más allá. Creo que será inevitable desvelar algunos puntos claves de la trama, así que recomiendo a quienes no la hayan hecho que la vean antes de proseguir la lectura si son especialmente sensibles a los spoilers, o -para los menos crédulos- que paren de leer justo en el momento en que su interés por la película se haya encendido lo suficiente como para sumergirse en la incómoda contundencia de sus noventa minutos.

Podría resumirse así: la protagonista es una joven entregada a su trabajo para una agencia de relaciones públicas, donde prepara informes con una dedicación casi artística. Nada parece indicarnos que sea infeliz, aunque pudiera haber algo irritante en su obstinación laboral. También parece disfrutar de una relación de pareja cómoda y sin conflictos. Hasta el momento en que se hiere accidentalmente la pierna, tras sentir el impulso de estar sola en una fiesta donde en un principio parece dispuesta a "hacer méritos" sociales para ascender en la empresa. A partir de esa herida desarrolla una relación cada vez más extraña y obsesiva con su cuerpo. Siente el impulso adictivo de hundirse en él, de experimentar con los límites del dolor y de la piel. Lo siente como algo ajeno y deseable, y ese deseo la obliga a poner en riesgo los que hasta ahora eran los pilares de su existencia social, e incluso su propia vida física.



Como puede apreciarse, este punto de partida no parece lejano a ciertos relatos fílmicos acerca de sexualidades alternativas, así como de lo que podría llamarse el "cine de la adicción". Es inevitable la analogía con ciertas obras de David Cronenberg, con las que Dans ma peau comparte incluso algunos rasgos estilísticos: una aparente austeridad formal, un tempo mesurado que se beneficia de un ajustadísimo metraje, y la opción del desenlace abierto y ambiguo. Sin embargo, mientras que en Cronenberg resulta fundamental la noción de contagio, la trasmisión vírica de una "patología" de unos individuos a otros que solo se comunican a través de ella, en la obra que nos ocupa la obsesión es autárquica y autista, empieza y acaba en el cuerpo de la protagonista, "en su piel". Se relaciona tan solo con ella misma: tras un frustrado intento de comunicar su descubrimiento -se automutila a escondidas en la oficina, y trata de contárselo a una compañera con una excitación casi adolescente, como quien confiesa algo sexual-, se da cuenta de que no puede compartir su obsesión, de que choca frontalmente con el asco, el miedo, la repulsión de quienes la rodean. A partir de ahí comienza a indagar más aún, preparando coartadas que expliquen sus heridas autoinfligidas o citas furtivas con su propio cuerpo: resulta inquietante ver cómo organiza sus encuentros consigo misma en habitaciones de hotel, con la meticulosa devoción de quien queda con su amante, y se entrega a su pasión con una animalidad cada vez mayor y más peligrosa.

Precisamente este sendero en apariencia masoquista ha permitido que también se compare este personaje con La pianista de Michael Haneke, sin demasiado acierto, aunque la analogía permite apreciar la muy superior categoría artística de la película de Marina de Van. Mientras que el director austríaco nos bombardea con un entorno represivo para explicar la perversión sexual del personaje interpretado por Isabelle Huppert (una madre devoradora, un ambiente cultural elitista e hipócrita, etc), nuestra autora traza las coordenadas de la "normalidad" con una sutileza casi quirúrgica. No hay ninguna coartada psicologista que justifique o explique la violenta forma en que Esther, la protagonista, se canibaliza a sí misma. Su trabajo la absorbe, pero no hasta el punto de verse asfixiada: parece satisfecha con él, percibe sus avances como logros personales y tiene la oportunidad de medrar. Se enfrenta al resentimiento de una compañera, que la considera una arribista, pero no se trata de un conflicto que parezca desestabilizarla emocionalmente. Su pareja es un hombre algo pueril, celoso y brusco, pero no hasta el punto de ser repulsivo: no resulta difícil imaginar que actuaríamos como él de estar en su situación. Ella parece quererlo y estar cómoda a su lado, pese a que es incapaz de compartir con él su autodescubrimiento. Incluso tiene relaciones sexuales con él después del accidente, situación que De Van resuelve con una pudorosa y clásica elipsis que denota la escasa relevancia que tiene para ella ese acontecimiento.



Pero el contraste entre esa vida convencional de clase media, esa normalidad tan perfectamente delimitada, y los encuentros de la mujer con su propio cuerpo, apasionados, brutales, sanguinarios, concentra en sí una fuerza estética que sobrecoge. La fricción entre ambos mundos se hace insostenible y pone en peligro su estatus laboral y personal. Ante las preguntas de su novio de por qué siente el impulso de automutilarse, ella responde "siempre buscas significados", frase profundamente sintomática del carácter presimbólico, irreductible al lenguaje, de su goce. Hay algo de ritualidad obsesiva en la manera en que la protagonista indaga en la experiencia de su cuerpo, como si solo pudiera llegarse a esa zona mediante un concienzudo acto de despojamiento, de oblicuidad, de rechazo, manifiesto en las posturas de sus miembros, el contacto con sus diferentes zonas corporales, el valor que cobran los objetos como herramientas o interruptores del flujo de la libido. Como espectadores asistimos con pasmo al agigantamiento del personaje en las secuencias en que se entrega a su obsesión: la oficinista, con sus intrascendentes logros y miserias, superficial y carente de interés, se convierte en un ser fascinante. Resulta casi imposible traducir a palabras, a conceptos, la experiencia física que Marina de Van pone ante la cámara con una implacable e insólita interpretación. Hay mucho de sexualidad narcisista, sin duda, en la forma en que se hiere, rasga su ropa, se embadurna en su sangre, muerde o sorbe sus heridas, acentuada por el carácter furtivo del que hemos hablado. También de abyección, en el sentido que dio Julia Kristeva a este término: acercamiento al animal, en movimiento opuesto a la cultura que nos aleja de él ("una alquimia que transforma la pulsión de muerte a arranque de vida, de nueva significancia”, escribe en Poderes de la perversión). Pero su gestualidad, la expresividad de su rostro, nos trasmite algo mucho más complejo y multiforme. Su cara se transforma y pasa bruscamente del goce al asco, del dolor a la satisfacción, del terror a la serenidad, del éxtasis a la nostalgia. Lo que era uno, un solo cuerpo, un solo rostro, pasa a ser múltiple. En una de las escenas más extremas, quizá la única que raya el límite del horror, Marina de Van recurre de manera perturbadora al split screen, con la pantalla dividida en dos planos móviles que nos sugieren esa irreparable escisión. Podemos sentir identificación con ella -¿quién no ha disfrutado alguna vez apretándose un hematoma,o moviendo un diente a punto de caer?- pero no compartir su vivencia de la otredad de su cuerpo, vivencia radicalmente inexpresable que llega a anular el instinto de supervivencia, tanto físico como social.



Esta irreductibilidad a explicaciones psicoanalíticas, de la que Dans ma peau obtiene su desconcertante tensión cinematográfica, hace pensar inevitablemente en lo que Deleuze y Guattari llamaron el cuerpo sin órganos, el territorio de la experimentación, calculado milimétricamente para desobedecer y desarticular las configuraciones del cuerpo como producción capitalista -el organismo-, dejando fluir libremente el deseo. "¿Cómo liberarnos -se preguntaban en Mil mesetas- de los puntos de subjetivación que nos fijan, que nos clavan a la realidad dominante? (...) Deshacer el organismo nunca ha sido matarse, sino abrir el cuerpo a conexiones que suponen un agenciamiento, circuitos, conjunciones, niveles y umbrales, pasos y distribuciones de intensidad, territorios y desterritorializaciones medidas a la manera de un agrimensor". La protagonista parece configurar así un territorio (su cuerpo, la habitación del hotel) por donde el deseo fluya ajeno a toda referencia exterior, un deseo que no remita a una recompensa última -el placer, el orgasmo- ni obedezca a umbrales y normas externos. Ahora bien, los autores de El Anti-Edipo también advirtieron de los peligros de desorganizar el cuerpo para liberar sus intensidades: uno corre el riesgo de desintegrarse, de autodestruirse, convertirse en un "cuerpo de nada" sin más salida que la muerte. He mencionado antes la palabra "nostalgia" entre el vasto caleidoscopio de emociones que el rostro de De Van expresa en sus ritos de canibalización. En el tramo final de la película, la nostalgia parece adueñarse del personaje. No es tanto que tome conciencia del peligro al que se somete -terrible plano en que acerca la hoja de un cuchillo a su ojo, entre la ferocidad, el desafío y la ebriedad del riesgo- como que descubre dolorosamente la finitud de su carne, su temporalidad, en el maremágnum de su vivencia. Fotografía sus heridas, guarda fetiches de sus mutilaciones, intenta que trozos de su piel sobrevivan fuera de su cuerpo. ¿Una demostración de amor hacia él, una nueva configuración de este, o una nostalgia de la unidad perdida del organismo, un miedo repentino a la fragmentación del yo? De nuevo la película se mantiene en una calculada ambigüedad.

Cada espectador sacará sus propias conclusiones de este ejercicio de extraña y cruda precisión cinematográfica. Difícil sacar de la memoria el soberbio e inquietante plano final, cuyo contenido no voy a desvelar, pero que con una sutil evocación de Persona de Ingmar Bergman nos advierte de la fragilidad de los conceptos con que acotamos el yo, el cuerpo, el deseo. De que hay una parte de nosotros, cruda y primitiva, que siempre se resistirá al asedio de las convenciones simbólicas. De que ni podemos compartirla ni debemos perderla.


 







jueves, 15 de marzo de 2012

(homenaje a) Unica Zürn



Ella no logra decir ‘yo’, tampoco unir las cuatro líneas de un cuadrado como el médico le ordena. Ni abandonar la dicha de trazar una mujer cuya boca sonríe entre sus mismas piernas; está el problema de los dientes, encajarlos dentro de su cabeza o de su sexo. Así que los dibuja fuera. Se toca un poco las encías. Piensa: mis pensamientos son apócrifos. La frase se retuerce, engendra impresionante cosmos, siamés inconformista y ósmosis pasmosa. ‘Firme aquí’, le dicen. Se ve a sí misma escribir: mi nombre es látigo, y sus palabras ríen, deshacen y componen un tejido inagotable, hacen el amor consigo mismas: libero magnetismo – ágilmente sombrío – bimetalismo negro – gelatinoso mimbre – símbolo emigrante. Transforma su locura imaginaria en irracional amiga, o mala irrigación. ¿Y si el papel en blanco es ella misma, la blancura transparente de su torso que deja ver arterias, capilares, finísimas ramificaciones como un bosque de lenguaje que se agita al respirar? El médico murmura: esta mujer es peligrosa, está radicalmente viva.





(imágenes: Unica Zürn)

(texto: R.M.)



martes, 10 de mayo de 2011

"guantánamo", de jorie graham







Luna menguante. Se alza ahora. Un crujido, se marcha. Profunda

                                                     sobre exhaustos continentes. Me asombro dice mi

                                                     plenitud. Nadie nadie dice la habitación en la que

                                                     yazgo muy quieta en la

oscuridad observando. Tu corazón dice la luna, se mengua y se alza más. Dónde está. Tu

                                                     cautela, tus ojos tu dedo índice en

                                                     gatillo tu espina dorsal tu raciocinio—preferible

                                                     rechazar el contacto,

mantener la distancia, que mane de ti la sangre y las estrellas blancas te corroan, y el espino

                                                     que es tan blanco allí en el prado,

y la arena como sábana por las extensas playas, soldados que se aprestan, la rápida

                                                     mirada al cielo cuando las palabras clave, de plegaria, antes

                                                     de la captura, son pro-

feridas, escalofrío que no contiene odio pero no es amor, es neutral, sí, ex-

                                                     angüe, por ejemplo un brote cerca de donde

                                                     una mano descierra un

                                                     cerrojo de seguridad te llama

a voces, es un ejemplo del nadie-allí, y el sonido del agua se oscurece, y el viento

                                                     agita las hierbas, y sin

                                                     un grito fluye el frío como ojos de un perro

guardián, el guardián que fija su atención en la diferencia—solo la diferencia—y actos

                                                     cometiéndose en tu nombre, tus presos que llegan

                                                     a tu centro de detención, allí, en tus

ojos, la prisión, en la profundidad de tu pupila, el ablandamiento, tú entregando toda tu aten-

                                                     ción, tus ojos, tu celda, tu cautela, tu control,

después de todo es tuyo, sí, lo que has atrapado, aférralo, aferra

                                                     esto, aquí no hay ley, no estás expuesto a

enjuiciamiento, mira todo lo que quieras, se retorcerá para ti, ahí, en esta luz que se alza, 

                                                    protegido de las consecuencias, haciendo de ti un

                                                    fantasma, sin un grito, sin un grito la

tarde se convierte en noche, las palabras parecían serlo todo y así

                                                    el equipo jurídico los declarará exentos,

exenciones para el drenaje de los lagos, para el asesinato de los mares, los esclavos en sus

                                                    aguas, no son de nuestra especie, exención que se llama

adelante, mezcla la sangre, toma de la carne, haz caja, prende fuego, postula el ecuador, oculta

                                                    el origen, di que estáis todos perdonados, di que son sólo

técnicas coercitivas de interrogación y contrarresistencia, como en dame tu

                                                    nombre, dámelo, te lo arrancaré, te lo re-

clasificaré, te ocultaré de ti, así mismo, solo un rato, no dolerá

                                                    mucho, piensa en un jardín, aparta tu mente de las

cosas, piensa mar, viento, trueno, raíz, piensa árbol que te mantendrá

                                                   erguido, imagina que te mantiene

erguido, elige ser quien eres, deprisa, elígelo, eso ayudará. La luna es más fría

                                                   de lo que piensas. Está llena de nada como

esta nuestra quietud. Intentamos que no se fijen en nosotros. Estamos en la quietud como si 

                                                   fuera una vida otra en que infiltrarse. En nuestra piel

deslumbramos de inexistencia. Es un truco por supuesto pero a veces funciona. Si no lo

                                                   hace nos encontrarán, nos harán

gritar y arrastrarnos. Ansiaremos el perdón. No importa para qué, aquí no hay

                                                   hechos. Luna, ¿quién escribirá

el último poema? Tu velo echa a volar, su inutilidad hace sentir que aún

                                                   hay tiempo, ahora es cosa de dos,

me estás pidiendo que me pierda a mí misma.

                                                   En este desbordamiento de mi ojo,

lo hago.



(traducción: Rubén Martín)





GUANTANAMO


Waning moon. Rising now. Creak, it goes. Deep

                                                    over the exhausted continents. I wonder says my

                                                    fullness. Nobody nobody says the room in which I

                                                    lie very still in the

darkness watching. Your heart says the moon, waning & rising further.Where is it. Your

                                                   keep, your eyes your trigger

                                                   finger your spine your reasoning—also better to

                                                   refuse touch,

keep distance, let the blood run out of you and the white stars gnaw you, & the thorn

                                                   which is so white outside in the field,

& the sand which is sheetening on the long beach, the soldiers readying, the upglance

                                                   swift when the key words, of prayer, before

                                                   capture, are

uttered, a shiver which has no hate but is not love, is neutral, yes, un-

                                                   blooded, as where for instance a bud near where

                                                   a hand is unlocking a

                                                   security-catch calls

out, & it is an instance of the nobody-there, & the sound of water darkens, & the wind

                                                   moves the grasses, & without

                                                   a cry the cold flows like a watchdog’s

eyes, the watchdog keeping his eye out for difference—only difference—& acts being

                                                   committed in your name, and your captives arriving

                                                   at your detention center, there, in your

eyes, the lockup, deep in your pupil, the softening-up, you paying all your attention

                                                   out, your eyes, your cell, your keep, your hold,

after all it is yours, yes, what you have taken in, grasp it, grasp

                                                   this, there is no law, you are not open to

prosecution, look all you’d like, it will squirm for you, there, in this rising light, protected

                                                   from consequence, making you a

                                                   ghost, without a cry, without a cry the

evening turning to night, words it seemed were everything and then

                                                   the legal team will declare them exempt,

exemptions for the lakewater drying, for the murder of the seas, for the slaves in their

                                                  waters, not of our species, exemption named

go forth, mix blood, fill your register, take of flesh, set fire, posit equator, conceal

                                                  origin, say you are all forgiven, say these are only

counter-resistant coercive interrogation techniques, as in give me your

                                                  name, give it, I will take it, I will reclassify

it, I will withhold you from you, just like that, for a little while, it won’t hurt

                                                  much, think of a garden, take your mind off

things, think sea, wind, thunder, root, think tree that will hold you

                                                  up, imagine it holding you

up, choose to be who you are, quick choose it, that will help. The moon is colder

                                                 than you think. It is full of nothing like

this stillness of ours. We are trying not to be noticed. We are in stillness as f it were an

                                                 other life we could slip into. In our skins

we dazzle with nonexistence. It is a trick of course but sometimes it works.If it

                                                 doesn’t we will be found, we will be made to

scream and crawl. We will long to be forgiven. It doesn’t matter for what, there are no

                                                 facts. Moon, who will write

the final poem? Your veil is flying, its uselessness makes us feel there is

                                                still time, it is about two now,

you are asking me to lose myself.

                                                In this overflowing of my eye,

I do.


                                                                                                                                      (del libro Sea Change -2008-)

jueves, 10 de junio de 2010

cuestionario stalker


(Fabián Marcaccio, Re-sketching democracy -fragmento-)

.

Mientras recopilo fuerzas y tiempo para hacer algo parecido a una crónica de mi (nuestra) experiencia poético-vital con Leopoldo María Panero quiero compartir algo que mi amigo Stalker genialmente nos ha facilitado. En sus palabras: "una vuelta de tuerca sobre el cuestionario Proust; es el cuestionario Stalker, que pretende ir un poco más allá (o un poco más acá, según se mire) y ahondar en ese extraña vibración que somos", "un juguete, una plegaria y una herramienta de autoconocimiento". Os invito a hacerlo. Es producto del instante y no he corregido nada salvo un anacoluto.

He aquí su entrada en el blog, donde sería preferible que contestárais haciendo este cuestionario, los que os atreváis; los que no, espero que al menos os sea curioso leer mis respuestas: para mí ha sido un pequeño método de autoconocimiento y de autosorpresa, además de un cuestionable acto de valentía.

(Nota: he intentado poner en cursiva las preguntas para hacer la entrada más fácil de leer; y he acabado hasta las narices. Mi tirón de orejas o de aletas nasales para blogger.)

***

-¿Cuál es tu primer recuerdo?

Sinceramente no soy capaz de discernir un recuerdo de ese tipo. A veces sabores y olores me llevan a una infancia profunda de la que no recuerdo nada concreto. 

-¿Qué sería lo último que te gustaría recordar antes del último aliento? 

Algún abrazo sincero, sentido y mutuo. 

-¿Qué te llevarías a una isla desierta? 

Una memoria perfecta y muchas experiencias que revivir.

-Define intimidad: 

Ese lugar al que las palabras y los gestos acceden solo de vez en cuando, y solo se puede compartir con seres muy especiales, con los que topas por casualidad.

-Tu cocina favorita: 

Cualquiera menos la mía, que ahora mismo está vacía y polvorienta. 

-Tu plato favorito: 

Sardinas. Yummm!!

-Tu postre favorito: 

Tarta al whisky.

-La película a la que te irías a vivir: 

Se me ocurre "Alicia en las ciudades" de Wenders, desplazamiento y mirada interminables. 

-Una película que últimamente te haya roto el eje: 

Un capítulo de The Shield titulado "Kavanaugh", quinta temporada, en el que Forest Whitaker -intachable agente de asuntos internos- descubre su fragilidad personal. Por motivos de estricta identificación me quedé hecho mierda. 

-El cuadro al que te irías a vivir: 

"Perfil azul" de Redon. El mural "Re-sketching democracy" de Marcaccio.



-La canción a la que te irías a morir: 

"The host of Seraphim" de Dead Can Dance.



-Una virtud que te gustaría poseer: 

Saber hacer música: cantar bien, o tocar el bajo, o la guitarra eléctrica. 

-Pídele tres deseos al genio (cuidado con lo que pides): 

Primero, sodomizarlo para que no vaya por la vida regalando deseos a desconocidos. Segundo, que todos los deseos de todas las personas se cumplan sin que interfieran entre sí. Tercero, si el genio no se ha suicidado ni el mundo ha saltado por los aires, darle unas vacaciones. 

-Un rincón del mundo al que te retirarías: 

Tailandia o cualquier lugar imposible de asumir, donde fuera siempre extraño.

-Un animal en que te gustaría convertirte-reencarnarte: 

Cualquier felino.

-Un animal que te inspire temor: 


Las cucarachas, así, en plural. 

-Imagina que sólo te quedan 24 horas de vida. ¿Qué harías? 

Algo muy prosaico y vulgar: follar, despedirme de cuatro o cinco personas especiales, después hincharme de beber y reir con los amigos hasta que se me olvidara el plazo mortal.

-¿Qué es para ti la “noche oscura del alma”? 

Perder la memoria. Acercarse a la idea de nada.

-¿Primero el huevo o la gallina? 

El huevo, es más concéntrico. 

-¿Fumas? ¿Bebes? ¿Algún tipo de droga? 

Fumo para frotar el tiempo, tabaco y muy ocasionalmente cannabis. He probado multitud de drogas legales y LSD; prefiero no repetir. El Lorazepam no está mal, muy de vez en cuando. El alcohol me parece una maravillosa herramienta social, en su justa medida acerca a las personas. Los estados de aturdimiento inducidos son una cura de humildad frente a la confianza desmedida en el ego y en la propia razón. 

- Define “compartir”: 

Dar un gramo de oscuridad y recibir uno de luz, o viceversa.

-¿A qué lugar del mundo deseas viajar por encima de todas las cosas (y aún no lo has hecho)? 


Ningún lugar del mundo merece ser deseado por encima de todas las cosas, creo hasta ahora.

-Tu idioma favorito (o elige uno que te guste especialmente): 


El español, con todos sus acentos, por ser el único idioma que habito de verdad. El español con acento alemán me gusta especialmente. 

-¿Se te ocurre alguna estrategia para contrarrestar los efectos nocivos del sistema o las “maquinarias del mundo”? 


Toda forma de arte que produzca aturdimiento, extrañeza, que agite el pensamiento activo.


-Una palabra que te produzca una feliz extrañeza: 

"Intensidad".

-Lo que le dirías a Dios, si existiese y llegaras hasta él, ella, ello:

No le diría nada: simplemente le miraría a los ojos.

-El cumplido que más te ha gustado de todos cuantos te han sido dirigidos: 

Una persona me dijo que le recordaba a la voz de Leonard Cohen. 
Otra, "...es la persona más especial que he conocido, y es muy difícil que encuentre a alguien como él".
Otra, que "como siempre, haces lo imposible inevitable" (acerca de lo que escribo).

-¿Qué superpoder te gustaría poseer? 

Desaparecer, y aparecer solo en momentos de comunicación e intensidad profundas.

-Algún momento en que una película, chiste o situación hizo reír a los demás y a ti no te hizo ninguna gracia:

No recuerdo ninguno, mi humor es muy versátil, incluso en la crueldad.

-Algún momento en que una película, chiste o situación te hizo reír y a los demás no les hizo ninguna gracia: 

Viéndome forzado a ver "Mar adentro", en la sala de cine empezaron a oirse sonidos de llanto en una escena muy cursi en que Bardem volaba por los aires con música de Wagner. No pude parar de reir como un desalmado...

-Una habilidad manual que te gustaría poseer: 

Cocinar, pintar. Apreciar de otro modo el olor de la pintura y la comida.

-¿Ciudadano de tu pueblo, tu ciudad o tu región o ciudadano del mundo? 


No soy ciudadano del mundo porque no conozco apenas nada de él, ese apelativo se lo dejo a Manu Chao. Mi ciudad y menos aún mi región significan muy poco para mí. Siendo honesto me consideraría ciudadano de Occidente, aceptando lo que supone.

-¿A qué herejía o heterodoxia te adherirías con gusto? 


A los Corrupcionistas, peligrosa secta que me acabo de inventar. Su credo consiste en corromper no grandes conceptos -la Patria, Dios, el Alma- sino conceptos íntimos y pequeños: el amor, la pareja, el orgasmo, la amistad, los recuerdos.

-Haz un conjuro, ahora:

"Haz de manera que yo pueda hablarte".

-¿Crees que hay vida en otros planetas? ¿Cómo te la imaginas? 

Me imagino que si. La imagino inconcebible e incompatible con la nuestra, como los seres de Lovecraft. 

-¿Al amar pones el cuerpo, la mente, el alma o la raíz de lo que eres? 


Pongo lo que creo que soy, y lo que voy descubriendo que soy mientras amo. 

-¿Crees que hay vida en este planeta? 

Solo en algunos lugares y en algunos momentos. 

-Algo de lo que te arrepientes profundamente: 

De todas las veces que he hecho daño a quien quería, por inconsciencia o por incompatibilidad. 

-¿Qué te parece el niño que fuiste?


Un ser solitario, resentido, indefenso y triste. Las únicas cosas buenas de mi niñez -la imaginación, la capacidad de estar solo, la abstracción- las conservo, así que no tengo la más mínima añoranza de ese periodo, posiblemente el peor de mi vida. 

-Un rasgo físico propio que te disguste: 

He tenido siempre una relación conflictiva con mi pelo y mis orejas, aunque últimamente hemos llegado a una tregua.

-Un rasgo físico propio que te guste:

Mi mirada y mi voz, cuando miro y hablo de verdad, conscientemente. 

-¿Qué opción prefieres para después de la muerte: reencarnarte, someterte a la posibilidad del paraíso, infierno, purgatorio, irte al limbo, dejar de existir? 

Reencarnarme en una especie de Rilke intergaláctico, sublime, perezoso y follarín, no estaría mal.

(Rosa, oh contradicción pura, placer de no ser sueño de nadie

bajo tantos párpados.)


-¿Qué es para ti el limbo?


Me lo imagino como una pequeña roca flotando en el espacio, en la que te sientas y meditas. Otra buena opción para después de la vida. 

-¿Qué regalo te gustaría recibir?


Un abrazo verdadero y sentido, por sorpresa, sin motivo aparente. 

-¿Cuál es el regalo más hermoso que has recibido nunca?

Estar conmigo cuando lo he necesitado, cuando no era fácil estar conmigo.

-¿Cuál podría ser tu nombre secreto, el que verdaderamente te define? 

Rubén. Lo que da verdad y secreto no es el nombre, sino quién, cómo y cuándo lo pronuncian.

-En tu opinión, ¿cuáles son los mayores males del mundo? 


El miedo a sentir al otro, a conocerlo; la imbecilidad; la música de Melendi; el egocentrismo; la falta de curiosidad.

-Un “sentimiento negativo” que nunca hayas tenido (o creas no haber tenido): 

La incapacidad de comprender las motivaciones ajenas, por más repulsivas que me puedan parecer.

-Un sentimiento positivo, o felicidad, que nunca hayas tenido (o creas no haber tenido): 

La seguridad.

-El “sentimiento negativo” que se da con más frecuencia en ti: 


La rabia contenida.

-El “sentimiento positivo” que te recorre con más frecuencia: 

La curiosidad.

-¿Qué es lo que más temes? 

Que mis amigos mueran antes de tiempo.

-¿Qué temías de niño/a?

Recuerdo un sueño recurrente, o algo así, en el que a medida que respiraba, en la oscuridad del dormitorio, una especie de diminuto globo iba creciendo. Era un globo de masa hiperconcentrada, que podría invadir todo si seguía creciendo. Sólo recordarlo me asusta.

-¿Qué opinión te merece el dinero? 

"Su ausencia es aflicción / su posesión, herida" (Emily Dickinson)

-Algo que te parezca especialmente ridículo: 

La manera en que algunas personas evitan lo que desean para ser más "interesantes".

-¿Qué estás leyendo en estos momentos? 


"Chicas muertas" de Richard Calder; "Deslumbramientos" de Martine Broda; "Cenicienta en sangre" de Begoña Callejón.

-Un libro que no pudiste acabar: 


"El señor de los anillos", tomo uno -y los siguientes tampoco, claro. Cualquiera del grupo poético de los 50 que no sea de Valente o el primero de Claudio Rodríguez.

-Pon el título a un libro que te gustaría escribir: 

"Mimosa hostilis". Prometí escribirlo hace una semana, a unos amigos. 

-Una religión que te desagrade o moleste: 


El islam y el cristianismo como formas políticas, no privadas.

-Una religión (o camino espiritual) que te resulte atractiva: 

El politeismo griego, su apertura, su humor, su carencia de dogmas. Dionisos.



-¿Cómo te imaginas de mayor, digamos a los 85 años?

Preferiría no estar vivo a esa edad, pues supondría haber sobrevivido a demasiados amigos. Una retirada a tiempo es una victoria. O algo así.

-¿Hay algo que censures especialmente en tus contemporáneos? 

La adoración de la mediocridad.

- Algo disparatado o simpático que hayan dicho a propósito de ti o te hayan dicho a ti (a propósito de ti): 

"Eres un niño bueno perverso".

-Algunas cosas que tus maestros y profesores dijeron de ti (alguna buena y alguna mala):

"Eres un amargado y te vas a suicidar cuando seas mayor" (clase de Lengua, en 7º de EGB).

"Rubén llegará a ser un gran filólogo, el mejor de su generación" (ejem...)

-¿Qué profesión te gustaría ejercer? 

- Sexador de pollos. Testador de termómetros anales... ¡yo qué sé! cualquier profesión es un cáncer. 

- ¿Cuál es tu medio de transporte favorito? 


El metro me gusta por su subterraneidad. Si conduzco yo y conozco la ruta, el coche, con mi buena música. 

-Nombra tu demonio interior:

La muerte de seres cercanos. 

-Nombra tu “ángel” interior:

La cordialidad. 

-¿Qué crees que es el universo?


El globo de masa insoportable que he mencionado en mis pesadillas infantiles. 

-Imagina a un antepasado tuyo hace 2000 años. Di algo de él/ella:


Una especie de cortesano encantadoramente inútil.

-Tu período histórico favorito:

La guerra fría tiene un morbazo, si supiera me vestiría de agente de la Stasi para sembrar el miedo entre los contrarrevolucionarios. 

-Una serie de televisión que te haya enganchado: 

House, Twin Peaks, A dos metros bajo tierra, la primera temporada de Heroes... soy fácilmente enganchable. 

-Un personaje de dibujos animados que te resultara especialmente querido:


Ryoga, de Ranma 1/2: ese personaje que carecía de sentido de la orientación y se transformaba en cerdito si le caía agua. 



-Si tuvieras la posibilidad de viajar en el tiempo y encontrarte a solas con Adolf Hitler niño, ¿qué harías?


Como nadie lo ha dicho, lo digo yo: le mataría. 

-Alguna idea “práctica” para mejorar el mundo:

Poner música de peli porno setentera a las retransmisiones del Congreso de Ministros.

-¿Cómo te defines en lo político?


Polpotista moderado: exterminar a un tercio de la población, pero de buen rollo. 

-Si tuvieras que elegir entre salvar al hombre y exterminar a los animales o salvar a los animales sacrificando al hombre, ¿por qué opción te decantarías?

En contraste con la respuesta anterior, no me avergüenza decir que salvaría al hombre (si por hombre entendemos a muchos hombres y mujeres). Eso sí, las mujeres primero y los miembros de la SGAE los últimos por detrás de las babosas y las hienas.

-Una razón o circunstancia por la que darías tu vida sin dudarlo:

Salvar la vida a alguien que amo. 

-¿Qué opinión te merece el país en que vivimos?


Es un país donde se alaba la mediocridad, se la necesita y se la ama. La brillantez es mirada con lupa y puesta en cuestión sin piedad. Solo he vivido en este país así que no sé si los demás son así.

-¿Avanzas o retrocedes, creces o menguas?

Intento crecer permaneciendo; se avanza por mí.

-Escribe tu epitafio: 

"Amó y conoció a los de su especie".

-¿Qué misterio contemplarías indefinidamente?

Un cuadro de Rothko, su sonido. 



-Un filósofo o pensador con el que te irías a pasear:

Spinoza. 

-Un filósofo o pensador con el que te irías de fiesta:

Deleuze.

-Un filósofo o pensador con el que jugarías al escondite:

Freud. 

-¿Para qué poetas en tiempos de miseria?

Para sustituir esa pergunta por otras aún más urgentes. 

-Canoniza a alguien, ahora mismo.

A nadie. Las personas que se me ocurren me odiarían si las canonizara. 

-¿Qué canción te gustaría ser? 

"Behind the wheel" de Depeche Mode. No la versión single sino la del Music for the Masses. 



-Como éste es el cuestionario Stalker, di alguna palabra o adjetivo que te parezca que define o nombra a un Stalker.


Búsqueda.

-¿Qué es el tiempo?

Algo que debe ignorarse para ser soportado. 

-¿Te gustaría ser eterno? 

Ya lo soy, en tanto que no puedo concebirme sin existir. 

-¿Qué harías si vivieras mil años? 

Amar a muchas personas. Buscar el asombro aunque lo haya visto todo.

-¿Qué opinión te merece la esquizofrenia y otras enfermedades mentales? ¿Cómo te colocas ante ellas? 

En parte realidad, en parte (mucho menor) creación o consecuencia de la psiquiatría. Pese a esto, creo que realmente se puede paliar el sufrimiento y salvar incluso vidas con una simple medicación. No tengo una óptica romántica acerca de la locura, por más atractiva que pueda parecerme.


-Cuenta un sueño en tres líneas (o cuatro, o…):

Soy una mujer rubia y toco el violín; siento que tengo pechos; es la primera vez que escucho música dentro de un sueño.

-Cuenta una pesadilla en tres líneas (o cuatro, o…):

La tuve de pequeño: el sol ha explotado y la Tierra se ha sumido en una noche perpetua. Solo se puede vivir bajo tierra. En la radio van diciendo el número de supervivientes que hay en cada país: en Rusia había cinco.

-¿Dónde buscarías consuelo: en un bosque, en un templo, en un regazo, etc.? 

En una mirada.

-Una oración por los hombres (puede no ser religiosa en sentido estricto): 

Aprended a destruiros y a ser desde el principio, con nuevos ojos.

-Una oración por los animales:

Seguid siendo como hasta ahora.

-Una frase célebre que te resulte falsa o hueca:

"La familia es lo que al final nunca te falla".

-Una frase leída recientemente que te haya hecho pensar: 

No leída, sino escuchada: I'll never know just how the blind can lead the way ("nunca comprenderé cómo pueden ser los ciegos quienes van por delante en el camino"), de la canción "Shades of God" de Paradise Lost. Perfecta para nuestros dirigentes, oposición incluida, por supuesto.

-Imagina que, contra todo pronóstico, existe el infierno y que éste adopta una forma distinta para cada ser. ¿Cuál es el infierno al que más temerías llegar? 


Un instituto de barrio marginal con jornada laboral de 12 horas diarias y padres aún peor que los alumnos.

-¿Tienes un animal en casa? ¿Cuál es tu juego favorito con él? 

Por desgracia no tengo. Si tuviera un gato jugaría a dejar que durmiera sobre mi pecho.

-¿Qué haces cuando no encuentras tu propio centro?
 

Rondar por sus bordes, en círculo.

-Una enseñanza de tu abuelo/a: 

Guardar las llaves en una bolsa de pipas Churruca totalmente desteñida hasta lo transparente -nunca entenderé por qué las guardaba ahí, me quedo con ese misterio.

-¿Qué opinión te merece esta encuesta? 

Indagación, generosidad.

-Añade una pregunta y respóndela tú mismo/a: 

¿Quién eres? Quien puedo.