Ya comenté en uno de nuestros ciclos de terrores jugables, que cuando hablamos de terror yo siempre he tenido una predilección: los fantasmas, tal vez por eso la saga de terror de Tecmo, Project Zero, siempre ha sido de mis opciones predilectas en el momento de decidir ponerme en tensión con un mando en las manos. El arraigo de estas criaturas sobrenaturales en la cultura japonesa fue trasladado en un notable juego que a la postre inició una saga que cuenta con uno de los juegos más redondos del género en su segunda entrega.
Por desgracia la cuarta parte de la licencia, adquirida en exclusiva por Nintendo una vez finalizó su tránsito por las consolas de 128 bits, cayó en desgracia como víctima de una maldición. Nuestras Wii se las prometían felices con el lanzamiento de Fatal Frame: Mask of the Lunar Eclipse, pero nunca llegó a Occidente. Al parecer el juego era un nido de bugs que llegaban a impedir completar la partida y Nintendo se negó a distribuirlo fuera del país del sol naciente. Actualmente podemos jugarlo gracias a un parche creado por un grupo de admiradores del juego, que no solo traduce el título al completo, sino que soluciona la mayoría de problemas con los que fue lanzado el título en Japón, pero evidentemente debemos salirnos de los medios legales para poder disfrutarlo. Afortunadamente sí que recibimos un competente remake de la segunda parte de la saga adaptado al wiimote.
Visto el destino que corrió su cuarta parte, casi podemos estar felices de poder disfrutar de la quinta iteración de la saga, que ahora pasaremos a comentar, pero no deja de ser un tanto triste que la última entrega de unos juegos de terror que en su momento fueron referencia para los amantes del género, cuente con una tirada mínima de edición física y solo sea traducido a inglés, francés y alemán. Tan triste como esa absurda polémica que lo acompañó en su lanzamiento, centrada en el también muy absurdo añadido de unos trajes que dejaban a las protagonistas en paños menores. Y es triste porque mientras se hacía énfasis en ello, se obviaba que estamos ante el lanzamiento de el mejor Project Zero desde el Crimson Butterfly.
Como es costumbre en la saga desde su tercera parte, la trama nos pondrá a los mandos de varios personajes, tres en este caso. Esta vez nuestras pesquisas están relacionadas con un monte, a cuyos pies vive nuestra principal protagonista, Yuri, que cuenta con percepción extrasensorial al igual que su compañera de vivienda y mentora Hisoka. Dado los poderes psíquicos de los que hacen gala, Hisoka y Yuri son contratadas asiduamente para encontrar a personas u objetos, y en una de estas búsquedas topan con el misterio de las aguas negras del monte Hikami. A Yuri la acompañarán Ren, un amigo de Hisoka con extraños sueños sobre un ritual que se llevaba a cabo en el mismo monte también relacionado con las aguas negras, y Miu, una joven en busca de su madre.
Si bien ambas tramas tienen en común la maldición del monte, claramente inspirado en el bosque de Aokigahara situado en la ladera del monte Fuji, y las aguas, los lazos que se entretejen entre ellas son muy débiles y casi podrían haber dado lugar a tres juegos independientes en la misma ubicación. De hecho no será extraño el recorrer las mismas localizaciones en dos capítulos seguidos, con dos personajes distintos y dos motivaciones distintas y, además, con los mismos ítems a recoger en los mismos puntos exactos del escenario. En cuanto al desarrollo de las tres tramas es una decisión justificada, pero muestra una mala planificación del diseño del juego, pues el monte tiene una dimensión suficiente para no tener que repetir escenarios de una forma tan continuada, o incluso se podría haber limitado cada trama a una zona específica e independiente del monte, y así se hubiera evitado esa sensación de “encarcelamiento” que nos acompaña durante todos los tramos del juego hasta el capítulo final, pues en ningún momento tenemos libertad de movimiento hasta que llegamos a dicho capítulo, que a su vez también nos obliga repetir caminos de forma continuada.
Si bien esta reexploración de entornos puede resultarnos molesta, al menos en esta quinta parte los personajes corren de verdad. Uno de los mayores defectos achacables a los títulos de Wii es la extrema lentitud de los personajes al moverse, ya fuera andando o corriendo. Esto no ocurre en esta quinta parte, y se agradece sobre todo cuando tienes que pasar por el mismo desfiladero por octava vez, a sabiendas que no es una zona donde aparecen enemigos ni tiene recodos con objetos útiles para nuestro personaje.
Sin embargo, no es ni en la repetición de localizaciones ni la falta de libertad donde Project Zero: Maiden of the Black Water muestra su mayor problema, sino en el control. El título está planteado de inicio para ser jugado en la televisión y permitir el uso del mando como cámara, esto obliga al jugador a estar cambiando de atención contínuamente, y obliga a combinar movimientos del mando junto al stick que acaban resultando incómodos. Al final recomiendo hacer uso de la opción del control clásico, usar la pantalla del mando como mapa en tiempo real y olvidar su uso como cámara de fotos. Además, la cámara libre en tercera persona tiene escaso recorrido, y en más de una ocasión tendremos problemas para situarnos y recoger objetos o interaccionar con los residuos fantasmales, cuya área de impacto puede ser bastante minuciosa en según qué ocasiones.
Sin embargo, si ponemos el control en modo clásico y nos habituamos a las áreas de interacción de los escenarios y espíritus más comprometidos nos veremos sumergidos ante un juego de terror japonés clásico, de los que se llevan echando de menos desde la época de PS2 y XBOX, y que sólo ha visto atisbos de volver en los mediocres Silent Hill encargados por Konami a sendos estudios externos o en los relanzamientos de los Resident Evil exclusivos de Game Cube.
Yo sólo puedo alegrarme de volver a disfrutar como antaño de mi saga favorita de terror, de adentrarme en el siniestro bosque y volver a sufrir esa tensión que aparece cuando de repente, en medio de la exploración, descubres que estás siendo observado.