Cuando yo era muy chaval y los videojuegos aún no habían invadido mi casa ni mi vida, mi padre me advertía de los peligros de los recreativos. Lugares oscuros y terribles donde la gente se dejaba el dinero mientras otros les intentaban robar, otros se drogaban o, en ocasiones, ocurría todo a la vez. Y tengo que decir que una vez me metí sin querer en uno de ellos en un pequeño pueblo de Alicante (durante la época de Pacman, Missile Command y otros clásicos) y os aseguro que su definición no difería en exceso con la realidad.
Hay que decir que mi padre estaba influenciado por la situación familiar. Recuerdo que cuando tenía siete años o menos, mi abuela se dejaba la pensión en tragaperras —máquinas de gambling, que dicen ahora—. Los dos negocios estaban muy relacionados, así que es normal que mi padre les tuviera manía. …Seguir leyendo +