«¡Hijo! Ven aquí, tengo una cosa para ti».
¿Quién no ha vivido este momento exacto siendo niño? Quizá estuvieras en la calle, quizás en el cuarto de baño, o en tu cuarto. De repente, uno de tus padres te llama y te avisa de que tiene algo que darte. En ese momento, tu imaginación se desboca. ¿Qué será? Conforme vas a su encuentro, sientes como la excitación va creciendo en ti, llegando a un auténtico clímax si la cosa en cuestión se encuentra dentro de una caja o de una bolsa siendo imposible saber su naturaleza hasta que salga de su envoltorio. ¿Un videojuego? ¿Ropa chula? ¿Un bollo? ¿Un poni? ¿Un rayo láser alienígena mortal que además te permitirá viajar en el tiempo y conocer a los dinosaurios?
Entonces lo abres y encuentras ese par de calzoncillos. Tu progenitora te mira con cara despreocupada y, sólo entonces, como si quisiera terminar de apuntalar tu decepción, te concreta: «anda, llévalo a tu cuarto y guárdalos en los cajones, que estoy ocupada», a la vez que saca un saquito de arroz de la bolsa de al lado. ¿Quién no ha tenido un momento así? ¿Quién no ha tenido un padre que le ha hecho algo similar incluso en vísperas de fechas especiales como un cumpleaños o Navidad? …Seguir leyendo +