Es curioso cómo la percepción de un momento puede cambiar según el papel que juguemos en él. Soy consciente de que es inevitable realizar juicios sobre todo aquello que vemos u oímos, sobre lo que procesamos, y aunque a veces ocurra de manera inconsciente y neguemos haber creado cualquier valoración lo cierto es que está ahí, en el fondo de nuestra memoria, esperando a hurtadillas para salir en una conversación. Y es muy fácil equivocarse.
Desde hace tiempo observo con especial interés las actualizaciones provenientes del estudio independiente D-Pad, a veces en publicaciones ajenas o foros, últimamente desde su propia web, siempre esperando encontrarme con algo acerca de su ópera prima Owlboy. Su futuro primer videojuego es un título de plataformas con ligeros toques de rol y un protagonista muy peculiar, un niño búho. Mucho se ha hablado sobre esta empresa y poco han avanzado tras la lejana demo publicada en el año 2011. Para mi sorpresa, tarde y en pleno auge de mis quehaceres habituales me encontré con una actualización en su página oficial hablando del lanzamiento de una nueva obra, Savant: Ascent, un shoot ‘em up bidimensional de aspecto pixelado y ritmo muy rápido para PC, iOS y Android. En aquel momento no tenía tiempo para aprovecharlo, y tampoco llegué a su estreno, así que lo dejé en mi inmensa pila de placeres futuros. Y sin querer lo juzgué, le añadí una etiqueta en mi memoria y me equivoqué al hacerlo.
Hace relativamente poco, decidí revisar aquello que tenía pendiente y el arcade de D-Pad pareció un firme candidato para un rato de pruebas. Hasta ese momento creía que era demasiado corto y difícil: iluso de mí, había permanecido virgen sin leer ninguna crítica o comentario. Mientras se instalaba en mi máquina, me provoqué a mí mismo viendo algunos vídeos y enseñándoselos a mis conocidos. La mayoría de comentarios coincidieron en que no tenía mala pinta, pero era otro juego más con grandes píxeles, retro. Varias personas dijeron que la música parecía animada pero que se haría repetitiva y pesada muy rápido. Y al menos uno creyó que la mecánica era tan simple que no lograría captar mi atención mucho tiempo. Mi maldito subconsciente, al acecho, dejó libre la carga de profundidad que había guardado cuando vi por primera vez el anuncio. Por algún motivo, aunque negara varios de los puntos en contra empecé a creérmelos.
Nuestro querido Kevin Cerdá, diseñador en Beautifun Games y redactor ninja, suele decir cuando se le pregunta sobre su profesión que a menudo el diseño de un videojuego es tan sencillo y tan difícil como cocinar un buen plato y que tiene más importancia el cómo se combinan los ingredientes que la selección de los mismos. Finalmente comencé el juego, y a lo largo de las cuatro horas siguientes entendí dos cosas sobre Savant: Ascent. Que todos mis conocidos estaban en lo cierto, y que todos nos habíamos equivocado.
Savant: Ascent, el primer videojuego lanzado por D-Pad Studio, nos pone a los mandos de un avatar muy similar a la caricatura del músico Aleksander Vinter, apodado actualmente Savant, autor también de la banda sonora. Nuestra misión será la de adentrarnos en nuestro propio castillo para recuperarlo tras un experimento fallido con un orbe mágico que nos ha expulsado y ha dado vida a todo tipo de objetos, convirtiéndolos en enemigos. Nuestro héroe, o villano, poco importa, debe sobrevivir a tres fases distintas sin excesivas diferencias. La planta baja, un ascenso interminable sobre el techo de dos ascensores y un combate final contra el orbe maldito. En ellas encontramos dos plataformas sobre las que deslizarnos mientras abatimos a nuestros enemigos preocupándonos únicamente de apuntar y no ser dañados.
Mis conocidos no se equivocaron, evidentemente es otro juego con píxeles grandes, en dos dimensiones y de corte visual retro con muchos toques del Castlevania clásico, pero su animación se encuentra exquisitamente rematada a base de detalles y la fluidez con la que se mueve el protagonista parece propia de géneros más elaborados. Es innegable que peca de escasez de elementos en el escenario, aunque debido a la velocidad de los ataques difícilmente podríamos progresar en el castillo si nos distrajésemos con el fondo. Ni tan siquiera dispone de un gran elenco de enemigos bien animados pero, nuevamente, a los objetos que han cobrado vida para atacarnos y se dedican a pulular volando por el escenario con distintas rutinas se les puede aplicar el mismo principio que al fondo del escenario. La mecánica no nos deja tiempo para la contemplación.
A estas alturas cualquiera podría pensar que sí es un juego muy difícil y en cierto modo estaría en lo cierto. De hecho, Savant: Ascent no solo parece difícil, sino que da la impresión de que nos esté obligando a comenzar con una mano atada a la espalda y los ojos vendados independientemente del control que usemos, sea mando, teclado y ratón o pantalla táctil. Las primeras partidas resultan especialmente duras y la parca nunca anda lejos. Nuestro avatar dispone de una serie de habilidades y mejoras que pueden conseguirse tras la recolección por el escenario de varios trozos de disco. Al lograr completar un disco obtendremos la habilidad que representa. Cada una de las armas de las que dispondremos harán mucho más fácil el avance a lo largo de los tres niveles, lo que significa que la curva de dificultad se aplica al conjunto de las partidas que juguemos y no a una sola. La idea de repetir el mismo esquema una y otra vez para avanzar un pequeño paso sería un infierno si no fuera por su escasa duración. El camino hacía lo alto de la torre donde nos aguarda el orbe apenas roza los quince minutos. Cada paso es tan pequeño y tan imperceptible que da la sensación de que, pese a que no existen continuaciones o varias vidas, estamos jugando siempre la misma partida. La fantástica música electrónica creada por Vinter puede parecer repetitiva e incluso molesta para un oído poco habituado a este tipo de melodías: establece un ritmo demasiado rápido y lo hace forzando los graves. Pero la velocidad y la dificultad evitan, otra vez, que tengamos demasiado tiempo para distraernos con las variaciones del entorno, y el agotador ritmo que establece es el mismo que el juego nos exige para sobrevivir.
Mis conocidos también acertaron al decir que la mecánica es muy sencilla, pero todos erramos de nuevo al pensar que por ello sería una experiencia menos perdurable. Su terrible simplicidad es lo que permite que una habilidad nueva lo cambie todo, y es lo que consigue que deseemos seguir jugando después de completar el modo principal, cuando aparecen los modos «Time Attack» y «Endless» o la posibilidad de jugar con un personaje nuevo.
Savant: Ascent es, en definitiva, una receta peligrosa. Se compone de muchos ingredientes picantes, de gusto fuerte, y son tan evidentes que nadie podría negar cuales son. La mezcla equivocada en las medidas podría estropear la experiencia, y sin embargo D-Pad Studio parece haber logrado el equilibrio entre sus características. Al final, no pude estar más acertado ni más equivocado a la vez.
Lo malo es que la gente (como yo) pensará… bueno a Raúl le gusta pero yo creo que a mi no me va a gustar XD
Fantástico, aunque seguramente estén en lo cierto sobre algunos aspectos y se equivoquen al no probarlo xD