En los últimos años, el debate sobre si los videojuegos son una expresión artística o no ha llegado a su máxima expresión, en buena parte debido a que la generación que creció con los videojuegos ha llegado a un punto de madurez suficiente como para analizar la influencia que ha tenido el medio sobre la sociedad. A fin de cuentas, que una forma de expresión plástica sea arte no es algo que tenga una definición axiomática que sea medible y ha sido a través del paso del tiempo cuando la influencia se ha hecho patente y ha definido, en buena parte, nuestra forma de ver el mundo entrados ya de lleno en el siglo XXI.
Sin embargo, quizá porque una parte de la sociedad – cada vez menor – aún sigue sin tomarse en serio este medio, parece que existe una necesidad imperiosa por parte de algunos desarrolladores de demostrar que el videojuego es arte constantemente, olvidando la esencia del medio en sí. Una situación que, en los últimos tiempos se está viendo apoyada por la prensa y por un sector del público que, como quien ve una película de arte y ensayo ucraniana, necesita un nivel de profundidad en cada línea de código que en ocasiones supera las intenciones del propio producto.
Esta reflexión es la que ha asaltado mi mente al jugar Actual Sunlight, el título desarrollado por WZO Games y que, nos intenta mostrar las miserias relacionadas con la depresión y el suicidio en nuestros días. Navegando un poco por Internet, podemos encontrar decenas de críticas muy positivas respecto al título, pero nos encontraremos con que casi todas se centran – y en ocasiones de forma exclusiva – en su componente argumental, lo que nos puede hacer reflexionar sobre si el videojuego era el medio idóneo para contar dicha historia.
Según su creador, William O’Neill, Actual Sunlight es una historia corta interactiva con un alto componente autobiográfico. Evan Winter es un oficinista canadiense treintañero sumido en la mayor de las mediocridades tanto a nivel personal como profesional, lo cual le hace plantear el sentido de su existencia, llegando a conclusiones que lo hacen acercarse peligrosamente al suicidio. Actual Sunlight es la plasmación de los interrogantes que casi todo el mundo en la sociedad actual nos hemos planteado en alguna ocasión y que, en muchas ocasiones, es un tema tabú al relacionarse directamente con tendencias suicidas. En este sentido, no son muchas las reflexiones realizadas en profundidad sobre este aspecto, ni siquiera en otros medios como en el cine, lo que por un lado aumenta el interés sobre este videojuego y, por otro, hace que no haya mucho material para poner bajo una lupa comparativa.
Dichas reflexiones se materializan bajo reflexiones del propio Winter, conversaciones con su psiquiatra e incluso situaciones salidas directamente de lo más oscuro de su imaginación como programas televisivos imaginarios donde el presentador lo pone contínuamente entre la espada y la pared. Como podéis imaginar, no son reflexiones simples y los largos textos son la principal base del videojuego. No estamos hablando de las típicas parrafadas de los JRPG con diálogos interminables, sino que nos referimos a auténticos monólogos que darían para un libro bastante extenso. ¿Cómo se aplica esto al videojuego? Su propio autor lo define como una narración interactiva, de tal manera que moviendo al personaje de Winter e interactuando con los distintos elementos, vendrán a la mente nuevas reflexiones. Si bien esto justifica en parte el componente interactivo, parece más bien una excusa, ya que las reflexiones entre sí son lo suficientemente coherentes para que no sea necesario cortarlas para interactuar. No tiene sentido interactuar con el ebook y luego con el portátil para darnos una reflexión única en su conjunto que se entiende mejor seguida, tan solo por justificar que es un videojuego.
De hecho, bajo ciertos filtros, incluso podría considerarse que no es un videojuego. La interactividad se limita a ir pulsando sobre distintos objetos para generar nuevas reflexiones, pero nuestra capacidad de decisión se limita al orden en el que podemos realizar dichas interactuaciones. En ocasiones, se nos plantean diversas opciones, pero al final, están limitadas a una sola ya que, o bien el personaje no va a querer hacerla, o bien no conducirá a nada teniendo que elegir la otra. Esto se plasma muy bien en el escenario inicial, el apartamento, donde en el ascensor se nos permite llegar a la azotea, donde se encuentra una zona propensa al suicidio de nuestro personaje. Pues en las tres o cuatro ocasiones en las que vamos a utilizar dicho ascensor, cada vez que queramos ir a la azotea o bien intentar suicidarnos, el personaje va a indicar que no puede porque tiene que ir a trabajar, por lo que esa supuesta opción no es real.
De igual manera, en la oficina, podemos tener diálogos con otros compañeros de la oficina pero, de nuevo, solo podemos alterar el orden en el que lo hacemos. De hecho, el personaje que nos servirá de enlace con la siguiente escena, solo estará disponible cuando ya hayamos hablado con el resto – en el orden que sea – por lo que el videojuego se encuentra desarrollado totalmente sobre raíles pero con la falsa apariencia de aventura. De esta manera, la interacción real que tenemos con el videojuego es la misma que tendríamos con un libro al pasar las páginas, por lo que surge la duda de si lo que realmente estamos haciendo es simplemente leer una novela sobre la pantalla.
Pero si nos abstraemos de esta reflexión y asumimos la naturaleza propia del título, sigue sin estar bien resuelto. Resulta bastante sorprendente que un título basado casi íntegramente en texto, lo haya implementado de una manera tan incomoda. Por un lado, el texto son letras blancas sobre fondo negro, lo cual en algunos dispositivos produce un verdadero agotamiento visual. Por otro, el texto va a apareciendo progresivamente con dos problemas principales. El primero es que suena simultáneamente el ruido de teletipo más insoportable que yo recuerde de un videojuego, algo totalmente injustificado porque son reflexiones y no informaciones de la agencia EFE, por lo que es un efecto de sonido innecesario. Y, principalmente, que dicho teletipo se para en cada signo de puntuación ya sea punto, coma o punto y coma, requiriendo de una pulsación de una tecla en cada uno de esos momentos. No tiene sentido que un videojuego basado en texto requiera de pulsaciones de la botonera a la altura de un shoot’em up.
Una verdadera pena esa implementación ya que, como coinciden la mayoría de los analistas, Actual Sunlight tiene un gran valor narrativo. Su estilo directo con dosis de humor negro ataca directamente a lo más profundo de nuestras entrañas haciendo propias la reflexiones del autor. Sin embargo, esta fallida implementación hace que tengamos la perenne sensación de que lo estaríamos disfrutando más sobre las páginas de un libro. Además, el resto del apartado técnico se encuentra en similares niveles, más allá de las muy esporádicas ilustraciones a pantalla completa de gran influencia nipona. El resto del videojuego tiene una perspectiva cenital al estilo RPG pero con un acabado muy desfasado, estando más cercano al acabado amateur que a lo que esperamos de un producto indie hoy en día. Tan solo la banda sonora se escapa de esta quema ya que, sin tener melodías destacables, ayuda a la sensación de angustia continua que los textos provocan.
Tras las dos horas de experiencia de juego, o más bien de lectura, se me quedó una sensación agridulce. Atrapado por la amargura que los textos de Actual Sunlight emanan y que atacaron directamente a mi cerebro para mi propia y deprimente autorreflexión, tuve constantemente la sensación de que hubiese disfrutado más de la misma narrativa en un libro o, incluso, en un corto cinematográfico ya sea de animación o no. El sistema tedioso para avanzar en el texto estuvo a punto de arruinar toda una experiencia narrativa enriquecedora.