Capítulo 27.
El Mundial.
A pesar de que las estadísticas favorecían a Argentina, Silvana vivió el inicio del partido con los nervios a flor de piel. Es un mundial y cualquier cosa puede pasar.
La scaloneta comenzó jugando bien y esto parecía ser un partido fácil. Cuando el árbitro marcó un penal a favor de Argentina, Silvana saltó del sillón, con un pateador tan efectivo como Lionel Messi, era un gol casi asegurado. Al diez le bastó con un toque suave, el arquero de Arabia Saudita se tiró para el lado equivocado y la pelota entró con sutileza junto a él. Silvana y Malik volvieron a saltar, con los brazos en alto y se abrazaron por el gol. Renzo se quedó sentado, pálido y con la cabeza gacha. Se preguntó si su novia cumpliría con su parte del trato. Había prometido chuparle la verga a Malik un rato por cada gol de la selección argentina.
—Esta vez me voy a apiadar de vos —dijo Silvana—. Si Malik está de acuerdo, por supuesto… ya que la recompensa es para él.
—Por esta vez lo dejamos pasar. Por este partido te perdono la apuesta.
—Hey, pero si gana Arabia Saudita, yo quiero mi dinero.
—Si ganan, te doy el doble de lo prometido —dijo el senegalés, con una gran sonrisa—. Mil dólares.
—Wow, eso es un montón —dijo Renzo, secándose el sudor de las manos con su short.
—No te hagas muchas ilusiones, amor. Es difícil que los árabes den vuelta este partido.
Durante el resto de la jornada Silvana saltó para festejar tres goles que fueron anulados por off-side. No lo podía creer. Incluso uno se eliminó solo porque un jugador tenía un brazo por delante de la línea.
—¡Un brazo! —exclamó Malik, indignado—. ¡Lo anularon por un brazo! ¡Si ni siquiera puede jugar la pelota con el brazo! Dios mío, con este reglamento tan absurdo están matando el fútbol.
Lo peor de todo llegó en el segundo tiempo. Arabia Saudita empató el partido y Malik tuvo que pagarle cien dólares a Renzo. Y poco antes del final… la fatalidad. Un segundo gol de los árabes condenó a la Scaloneta a la derrota.
Cuando terminó el partido Renzo celebró a los saltos, había ganado mil doscientos dólares en un solo día, sin hacer nada. Su corazón estaba tan acelerado que casi se le sale por la boca, y por suerte no tuvo que ver a su novia con la verga de otro hombre en la boca.
—¿Vieron? Yo tenía razón —dijo, con los ojos brillosos de felicidad—. Esta selección no es tan buena. Si pierden el próximo partido contra México podrían quedar eliminados… y chau. Yo ganaría ¿cuánto? Quinientos por el partido, más cinco mil por eliminación en primera ronda, más quinientos por el partido… más los mil doscientos que ya gané. ¡Uff! Seis mil setecientos dólares. ¿De verdad podrías pagar eso, Malik?
—Sí, lo pagaría con mucho dolor; pero puedo pagarlo.
—¿Ya ves, amor? No soy tan tonto como vos creías. Hice bien en apostar en contra de Argentina.
Silvana no respondió, se quedó de brazos cruzados mirando la pantalla con el ceño fruncido. Se arrepentía de haber dejado pasar la oportunidad de chupársela a Malik, solo para ver un rato sufrir a Renzo. Pero ya era tarde. Ahora solo quedaba esperar hasta el próximo partido.
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No podía ser. La selección argentina perdiendo su primer encuentro… y contra un rival mucho más débil. Silvana pasó los siguientes días con los nervios a flor de piel. Nunca le interesó mucho el fútbol, pero algo especial le pasaba en los mundiales. Los sufría como si su vida dependiera de ello. Aún le dolía el pecho al recordar la eliminación de Argentina en 2018 ante Francia. «Aquella vez al menos nos eliminó la selección que salió campeona, en fase eliminatoria», pensó. Pero en esta ocasión corrían el riesgo de quedar afuera en primera ronda… ¡y contra México!
El día del partido Silvana notó a Renzo cabizbajo, parecía preocupado.
—Si estás así por cómo estoy vestida, te aviso que no me voy a cambiar de ropa. Pienso mirar todo el mundial así.
Otra vez Silvana había optado por llevar la camiseta de Argentina anudada por encima del ombligo y debajo una diminuta tanga que formaba una V desde su concha hasta su cadera. Era tan pequeña que se le veía todo el pubis depilado y se le marcaban los labios vaginales.
—Eh, no… no es por eso. No me fascina que te vistas así, pero… bueno, es Malik. Ya te vio desnuda varias veces.
—Sí, hasta me metió la pija —le dio este golpe porque aún estaba molesta con él por apostar contra Argentina.
—Sí, lo sé…
—¿Entonces, por qué tan preocupado?
—Por las estadísticas. ¿Sabés cuántas veces le ganó México a Argentina en toda la historia?
—Ni idea.
—Solamente cuatro. Argentina ganó quince veces. ¡Quince! Para colmo, la mayoría de las victorias de México fueron hace más de cincuenta años… y eran partidos amistosos. Una sola vez México le ganó a Argentina en una competencia oficial: en la Copa América de 2004. En mundiales se enfrentaron tres veces. Todas las ganó Argentina. En los mundiales de 2006 y 2010 Argentina eliminó a México. —Silvana recordaba eso, festejó mucho esas victorias—. Las estadísticas están en mi contra.
—También lo estaban con Arabia Saudita, y ya viste qué pasó. Además, no te preocupes, si gana Argentina no vas a perder plata.
—Eso es lo que me preocupa. Preferiría perder plata.
Silvana sintió un poco de pena por él. Aún así, no tenían tiempo para lamentarse.
—Vamos a lo de Malik, el partido está por comenzar.
El senegalés los recibió con un cálido abrazo y se sentaron en el sillón frente a la tele justo cuando el árbitro dio el pitido inicial.
Silvana miró la pantalla con el corazón en un puño durante todo el primer tiempo, tomando cerveza. En lo que duró el entretiempo se tomó tres vasos sin ninguna pausa entre ellos. Caminó de un lado a otro y a pesar de que Malik apenas la miraba, Renzo sufría al ver a su novia luciendo el culo entangado frente al vecino. Nunca se acostumbraría a eso, sin importar lo que hubiera pasado entre Silvana y Malik.
Para el segundo tiempo Silvana ya estaba algo ebria y sus nervios la llevaban a insultar el televisor cada vez que Argentina fallaba en una jugada o cuando México generaba una situación de peligro.
Se estaba llenando el vaso de cerveza bien fría cuando, de pronto, el locutor estalló en un grito de gol. Pasó tan rápido que ni siquiera entendió qué había pasado. Al ver a Messi celebrando en la pantalla ella dio un salto. Toda la cerveza le cayó sobre la camiseta, dejándole los pezones bien marcados y pegados a la tela.
—¡Gol! ¡Gol! ¡Gol! —Gritó a los saltos.
Se abrazó con Malik que parecía tan emocionado como ella.
—Sabía que Messi aparecería en un momento difícil —dijo el senegalés.
—Y yo sabía que hoy iba a comerme la pija más grande del mundo.
Malik soltó una risita. Renzo se puso pálido. Su deuda había sido perdonada la vez anterior, pero ahora… Silvana estaba tan eufórica que se puso de rodillas frente al negro y le bajó el short de un tirón.
—Uy, dios… ¡mirá lo que es esto! Cada vez que la veo me sorprendo.
Se la pasó por la cara y se dio unos golpecitos con el miembro aún flácido, luego se lo metió en la boca hasta donde pudo. Miró a su novio y soltó la pija un segundo para decirle:
—No me mires así, Renzo. Vos sabías muy bien lo que iba a pasar si Argentina metía un gol. Ya te perdonamos la deuda una vez, hacerlo otra vez sería injusto para Malik. Él te pagó lo que correspondía.
Era cierto. Trágicamente cierto. Por más que le doliera, Renzo no podía quejarse. Tuvo que mirar cómo su novia hacía un gran esfuerzo por tragarse esa descomunal verga. Cuando se puso bien dura Malik se sentó en el sillón y Silvana empezó a petearlo.
Renzo intentó mantener la mirada fija en el partido, pero no podía evitar mirar de reojo a su novia tragando la verga de otro hombre. Para colmo ella lo hacía con gran entusiasmo, estaba feliz de que la selección estuviera ganando.
La situación empeoró para Renzo cuando Enzo Fernández marcó el segundo gol para la scaloneta. Un golazo que Silvana ni siquiera vio por estar de espalda a la pantalla. Malik se emocionó tanto que al intentar ponerse de pie, metió la pija hasta el fondo de la garganta de Silvana. Ella la soltó tosiendo y riéndose, él se apresuró a pedirle disculpas pero ella aseguró que le pareció excitante.
—Me gusta que me metan la verga hasta el fondo… por todos los agujeros. Y se ve que tendré que seguir chupando, ojalá la selección meta más goles.
Volvió a petear y Renzo se quería morir, ya estaba claro que Argentina ganaría este partido. Las condiciones de apuesta eran claras. Si él perdía, Silvana debía coger con Malik. ¡Coger! El negro podría pasarse un rato genial metiéndole la pija a su novia en toda la concha. Y sí, él sabía que esa verga ya había entrado en la concha de Silvana, pero eso hacía la situación aún más difícil. Ella ya conocía el poder sexual de Malik. Al menos en parte…
Pasaron los minutos y Silvana siguió de rodillas con su cabeza subiendo y bajando. Le costaba mucho tragar la verga, aún así hacía su mejor esfuerzo.
Silvana escuchó al relator anunciando el final del partido y el triunfo de la Scaloneta, que le devolvía la esperanza a todos los argentinos.
—Uy, me parece que me van a rellenar la concha de morcilla —dijo Silvana, quitándose la camiseta.
Sus tetas aparecieron en todo su esplendor, tenía los pezones duros por la emoción. Estuvo a punto de quitarse la tanga cuando Renzo sacó un puñado de billetes de su bolsillo.
—Acá tenés —le dijo a Malik, con mano temblorosa—. Quinientos dólares, por ganar la apuesta.
El senegalés vio auténtico pánico en la cara de Renzo. El acuerdo no incluía un pago monetario. El pobre estaba sufriendo mucho, la cara le transpiraba y sus ojos eran la viva imagen de la súplica. Malik se apiadó de él
—Está bien, lo acepto.
—Pero Renzo, vos no te podés permitir ese pago.
—Ahora sí, no te olvides que en el primer partido gané más de mil dólares. Incluso me puedo dar el lujo de perder uno más… jé. Lo tengo todo pensado.
Silvana sintió lástima por su novio. Ese “jé” fue lo más patético que escuchó en su vida, lo dijo con la cabeza gacha y los ojos llenos de preocupación. Probablemente ya se había arrepentido de apostar contra la selección argentina.
Unos días después llegó el último partido de la fase de grupos, contra Polonia. Otra vez Argentina ganó con un cómodo 2 a 0. El equipo de Lewandowski no pudo hacer nada contra la Scaloneta. Silvana celebró los goles en tanga y usó sus grandes tetas para hacerle una buena turca a Malik. Le chupó la pija con tanta intensidad que el senegalés la bañó en semen. A Renzo casi le explota el pecho de angustia al ver cómo la cara de su novia quedaba cubierta por litros de semen. A ella le encantó esto, llegó a tragar una buena cantidad de leche. Antes que pasaran al acto carnal, Renzo sacó quinientos dólares de su bolsillo y con todo el dolor del mundo se lo alcanzó a Malik. Acá se terminaban sus esperanzas de ganar una fortuna por la eliminación de Argentina en primera ronda.
—No, amor… guardá eso —dijo Silvana—. No quiero que pierdas más plata. Además… es injusto para Malik. Este no era el acuerdo.
—Pero…
—Nada de peros. Voy a hacer lo que tenga que hacer… y quiero que recuerdes que lo hago por vos.
—No, Silvana… esperá… yo…
Sus súplicas no fueron escuchadas. Silvana se quitó la tanga y antes de que Renzo pudiera impedirlo, la verga de Malik ya estaba encajada entre sus piernas. Los labios vaginales se le abrieron como una flor para darle lugar a semejante pija. Malik parecía tranquilo y sonreía con alegría. Tomó a Silvana de la cintura y la ayudó a bajar de a poco.
—Uff… dios… no sé si me va a entrar toda, voy avisando; pero me voy a esforzar.
El glande se hundió, desapareciendo dentro de esa concha que ya estaba muy húmeda. Silvana soltó un agudo gemido de placer.
Para Renzo ver esto fue una auténtica tortura. Ver a su novia penetrada por otro hombre ya lo consideraba un martirio, en especial si lo hacía Osvaldo. No importaba qué tan inocente fuera el portero, a Renzo le dolía tener que aceptar que no podía competir con él. Y si lo del portero le parecía inalcanzable, Malik directamente juega en otra liga. Ahí no tiene nada que hacer.
—Mmm… está entrando mejor de lo que me imaginaba. Lo bueno es que ya me quité el miedo a las pijas grandes. Ya no me pongo nerviosa.
—¿Viste? Es como yo te dije —Malik la ayudó a subir un poco, luego ella sola bajó otra vez—. Es cuestión de ir despacio y mantener la calma.
—Y disfrutarlo —agregó Silvana—. Uf… hasta se siente rico.
El movimiento era lento, pero constante. Así fueron pasando los minutos, mientras en la televisión no paraban de hablar de la clasificación a octavos de final, Silvana y Malik parecían estar en su propio mundo. Renzo caminó para todos lados, intentando concentrarse en otra cosa. Le resultó imposible. Incluso estando detrás de Silvana podía ver cómo esa concha era invadida por una inmensa verga negra.
Después de largos minutos Silvana se apiadó de él. Además, la verga de Malik ya se estaba sintiendo… rara. Quizás demasiado agradable. Decidió cortar la cogida poniéndose de rodillas y volviendo a chupar. Esta vez chupó con más intensidad que nunca y logró hacer acabar al senegalés. Terminó cubierta en semen como en el partido contra México. Chupó un rato más y tragó bastante leche. Luego se puso de pie y le dijo a Renzo que ya era hora de volver a casa. Él respiró aliviado.
Malik no podía estar más feliz, pasó un momento fantástico con Silvana. Como si esto fuera poco, Senegal también había ganado dos de sus tres partidos de fase de grupos y había clasificado a siguiente ronda venciendo a Ecuador por 2 a 0.
Silvana salió del departamento con las tetas y la cara aún cubiertas de semen, Renzo corrió tras ella.
—Amor, alguien te puede ver…
—¿Y qué problema hay? Con Sonia y Dalina ya tengo confianza y no tengo que darle explicaciones a Silvio.
En ese momento se abrió la puerta del ascensor y el portero entró en escena.
—¡Hey, Osvaldo! —Lo saludó Silvana, eufórica—. ¿Viste el partido?
—Por supuesto. Me alegra que hayamos clasificado a la siguiente ronda. ¿Estás cubierta de… semen?
—Ah, ¿esto? —Señaló sus tetas—. Es por culpa de Renzo. Perdió una apuesta con Malik y tuve que pagar yo, ya te imaginarás cómo. Ahora me voy a dar una ducha.
—De eso quería hablarte, Silvana —dijo el portero—. Tuve un inconveniente en mi departamento. Un caño roto que me obligó a cerrar la llave de paso. ¿Sería una molestia si uso tu ducha?
—Claro que no, Osvaldo. Con todo lo que vos me ayudaste… faltaba más. Podés usar mi ducha todas las veces que quieras. Mi casa es tu casa.
Lo tomó de la mano mientras Renzo dudaba si eso del caño roto era cierto. Osvaldo no parecía ser un mentiroso; pero aún así le parecía demasiado conveniente. Quería hablar con su novia para recordarle que estos excesos de confianza del portero no le gustaban nada, pero ella no le dio tiempo. Entraron los dos al departamento y cuando Renzo se les unió vio que Osvaldo ya se estaba desnudando. Silvana fue hasta el baño y abrió la ducha.
—¡Vení, Osvaldo! El agua está bien fresquita. Ideal para quitarse este calor insoportable.
—Pero amor… ¿por qué se tiene que bañar ahora mismo? ¿No puede esperar a que vos termines?
Renzo había llegado hasta la puerta del baño y tuvo que hacerse a un lado cuando Osvaldo pasó como si él no estuviera ahí.
—Ay, no digas boludeces, Renzo. ¿Por qué tendría que esperar? Con todas las veces que nos duchamos juntos…
—Ya sé, pero…
Sabía que no serviría de nada protestar. Su novia estaba decidida. Ella se lavó todo el semen que le dejó Malik en el cuerpo y Osvaldo, sin pedirle permiso, comenzó a enjabonarla. Pasó sus grandes manos por las tetas de Silvana y pegó mucho su miembro a las nalgas de la chica.
No pasó mucho tiempo hasta que Osvaldo la tuvo bien dura. Como si fuera la cosa más común del mundo, Silvana le comentó:
—Hoy, por culpa de la apuesta que perdió mi novio, Malik me metió la verga. No toda, pero sí una buena parte. Me quedó la concha muy dilatada. Me da la sensación de que no se va a cerrar nunca más.
—Algún día se cerrará.
—Lo sé, Osvaldo. Es solo una forma de decir. Pero que me la dejó bien abierta, eso no lo puede negar nadie.
—A ver…
Y el tipo, con toda la confianza del mundo, apuntó su miembro y se lo metió completo dentro de la concha.
—¿Ves lo fácil que entró? La siento, sí… porque la tenés grande; pero mi novio se puede ir olvidando de tener sexo conmigo por un par de días. La de él me va a quedar bailando dentro de la concha.
—Es cierto, quedó muy dilatada. Puedo moverla con total facilidad sin sentir ninguna resistencia.
Osvaldo comenzó a menearse detrás de ella, literalmente ya se la estaba cogiendo. De pronto la verga se salió y avanzó entre los labios vaginales de Silvana.
—Uy, eso no te pasó nunca. ¿Le erraste al agujero?
—Es por lo dilatada que estás —aseguró Osvaldo—. Se resbala y se sale.
Tuvo que intentarlo dos o tres veces hasta que logró meterla sin que se saliera.
Renzo miraba todo desde la puerta sin saber qué hacer. Lo único que se le ocurrió fue decir:
—Lo estás haciendo a propósito.
Silvana lo fulminó con la mirada.
—¿De qué hablás?
—Esto… con Osvaldo. Lo hacés para joderme a mí. Seguís enojada porque aposté en contra de Argentina.
—Estoy enojada, pero esto no tiene nada que ver con eso. Solo le estaba comentando a Osvaldo lo que pasó con Malik.
—¿Ah sí? ¿Y por qué dejás que te la meta?
—La metió para ver cómo me había quedado la concha. ¿Qué problema hay? Con todas las veces que me metió la verga… uf… que lo haga una vez más no me molesta.
Eso era lo que más le irritaba a Renzo de su novia. Para ella la acumulación de antecedentes minimizaba todo. Si el portero le clavó la pija mil veces, que lo haga mil y una vez era algo insignificante. Pero para la perspectiva de Renzo, cada vez que eso ocurría se sentía peor que antes. Sufría todavía más… porque iba viendo cómo su novia se volvía cada vez más adicta a la pija del portero.
—Además… —continuó Silvana—. Estoy contenta y muy excitada. Al menos Osvaldo me está ayudando a satisfacerme. En cambio vos… ni siquiera me tocás.
—Dijiste que yo no podría…
—Quizás con la verga se te complique después de que Malik me la metió; pero podrías hacer otra cosa. Siempre me gustó cómo la chupás… para el sexo oral sos muy bueno, solo que rara vez me lo hacés. —Esto ayudó a Renzo a recobrar un poco de su dañada autoestima—. Dale, sacate la ropa y vení… si no querés que Osvaldo haga todo el trabajo, podrías hacer algo vos.
A Renzo le daba mucha vergüenza desnudarse frente a otros hombres, en especial si estaban mejor dotados que él. Pero ya había pasado por una pelea con Silvana por quedarse jugando con la compu. Esta vez no tenía excusas. Sentía que si no hacía algo, la perdería para siempre. Tragándose sus inhibiciones, se quitó toda la ropa y se metió en la ducha justo delante de Silvana. La besó en la boca. Fue raro besarla mientras otro se la cogía… porque sí, Osvaldo le estaba dando tremenda cogida. Ella incluso gemía y movía la cadera.
Silvana posó sus manos sobre los hombros de Renzo y lo forzó a arrodillarse. Al pobre chico casi le da un infarto al ver desde tan cerca cómo la gruesa y venosa verga de Osvaldo entraba y salía de la concha de su novia.
—Dale, chupá…
—¿Ahora?
—No, mañana… ¡Claro que ahora! Si lográs calentarme lo suficiente, le pido a Osvaldo que se retire. De lo contrario, le digo que siga… porque yo estoy re caliente y quiero acabar.
Renzo no sabía cómo encarar la situación. ¿Cómo se suponía que iba a practicarle sexo oral a su novia si ella tenía una verga metida en la concha? Con sumo cuidado se acercó y pasó la punta de la lengua por el clítoris, intentando mantener toda la distancia posible con el miembro de Osvaldo. A él siempre le desagradó el concepto de trío y ahora tenía la sofocante sensación de que estaba participando en uno… y que él no era el plato principal.
Lamió lo mejor que pudo, evitando los labios, hasta que pasó lo que tanto había temido. Ocurrió tan rápido que ni siquiera pudo reaccionar. La verga de Osvaldo patinó fuera de la concha y fue a meterse directamente dentro de la boca de Renzo. Él se quedó anonadado con el miembro adentro y Silvana comenzó a reírse.
—Ay, amor… qué linda te queda la verga en la boca. —Cuando él intentó apartarse, Silvana le sujetó la cabeza—. ¿Ves qué rica la tiene Osvaldo? ¿Ahora entendés por qué me gusta tanto?
Involuntariamente, Renzo le estaba dando una mamada al portero. Podía sentir el glande deslizándose por su lengua hasta el fondo de la garganta. Logró zafarse y miró indignado a su novia.
—¡Ey! ¿Te volviste loca? ¿Por qué hiciste eso?
—Para que te quites un poco los prejuicios sobre el sexo. Ya estoy cansada de que seas tan acomplejado. ¿Sabés por qué no me podés satisfacer? Porque nada te gusta. Ni siquiera querés darme por el culo. Hasta te propuse hacer tríos con Paulina… ¡y no querés! Ningún tipo heterosexual rechazaría a dos mujeres tan hermosas como nosotras. Entonces pensé… ¿será que no le gustan tanto las mujeres? Capaz que Renzo quiere probar pija…
Él abrió la boca para protestar y Silvana, con un ágil movimiento de sus piernas, se las ingenió para que la verga de Osvaldo se le metiera en la boca una vez más. El portero guardó silencio, demostrando que a él le daba lo mismo en qué agujero terminara su verga. A quien no le daba lo mismo era a Renzo. En esta ocasión Silvana lo retuvo durante un rato más largo. Ella movió la cadera, como si estuviera cogiendo la boca de su novio, aunque en realidad lo que hacía era marcarle el ritmo a Osvaldo. Renzo, a pesar de estar súper enojado, se sorprendió al sentir cómo la verga entraba en su boca. Había visto a Silvana hacerlo muchas veces, en especial en esos videos porno que a veces miraba hasta altas horas de la noche, y creía que era algo sumamente difícil de hacer. Pero se le estaba dando casi de forma natural.
Cuando la verga salió de su boca dijo:
—¡No vuelvas a hacer eso! A mí no me gustan las vergas.
—No te gustan las vergas. No te gustan las conchas. Tu problema, Renzo… es que no te gusta el sexo. Y a mí me vuelve loca. ¿Cómo querés que tengamos una relación sana?
—Yo quiero complacerte, pero no así… Osvaldo debería…
—No te metas con Osvaldo. No es culpa de él. No lo hizo a propósito. La verga se sale porque Malik me dejó muy dilatada. Ahora seguí chupando.
Esta vez Silvana metió la verga dentro de su concha y entonces así sí, Renzo se mandó a lamerle el clítoris otra vez.
—Chupá con más ganas —pidió ella—. Como si realmente yo te gustara.
—Pero si me gustás mucho.
—No se nota.
Renzo se sintió muy mal. ¿Y si su novia tenía razón? ¿Y si el problema era él? No quería perderla y sabía que si no era capaz de complacerla sexualmente ella se buscaría a otro. Al portero o quizás… ¡No, ni hablar! Malik no se quedaría con ella. Por nada del mundo.
Dejando sus prejuicios de lado, empezó a lamer la concha todo lo que pudo, aunque su lengua tuviera que pasar en varias ocasiones por la verga del portero. Al fin y al cabo (como diría Silvana) ya había estado dentro de su boca ¿no? ¿Qué problema habría si le pasaba un poco la lengua?
Silvana comenzó a menearse a un ritmo acelerado. Estaba gozando de verdad. Las penetraciones de Osvaldo eran firmes y decididas, constantes. No paraba ni un segundo. El agua cayéndole sobre la cara y las tetas aportaba un elemento casi mágico al acto sexual.
La verga se salió otra vez y, sin pensarlo dos veces, ella agarró la cabeza de Renzo para que él la chupara un poco. No entendía por qué esto le calentaba tanto, pero así era. Le resultaba fascinante ver a ese chico tan apuesto con una verga gruesa y venosa bien metida dentro de la boca. El corazón se le aceleró tanto que creyó que le iba a explotar.
—Eso… chupá… chupá…
Renzo solo podía quedarse quieto. Quienes marcaban todos los movimientos eran Osvaldo y Silvana. Ella notó que su novio estaba teniendo una potente erección. Hacía rato que no le veía la verga tan dura.
Se apiadó de él una vez más y permitió que Osvaldo volviera a penetrarla por la concha. Después de pasar unos segundos con Renzo lamiéndola, ella entendió que podía probar algo más.
Salió de la ducha y comenzó a secarse con una toalla. Le hizo señas a sus dos machos con el dedo y les pidió que la acompañaran hasta la pieza. El portero fue el primero en seguirla, Renzo no sabía qué ocurriría ahora, pero no quería quedarse fuera. La incertidumbre es mucho peor. Cerró la ducha y salió, también secándose con una toalla.
Cuando llegó al cuarto vio a Silvana de rodillas en la cama, dándole la espalda. Ella giró la cabeza y le señaló el colchón. Él se acercó sin dudarlo y se acostó mirando al techo, con la verga completamente dura.
—Ahora sí que la voy a pasar en grande —aseguró Silvana.
Se montó sobre su novio. La verga entró con extrema facilidad. No era ni por asomo tan interesante como la Osvaldo; pero era mejor que meterse los dedos. Algo es algo. Renzo se entusiasmó. Parecía que, por fin, su novia lo estaba prefiriendo a él por encima del portero. Pero se equivocaba.
—Osvaldo… en ese cajoncito hay lubricante. Ya sabés lo que tenés que hacer.
—Sí señorita.
Renzo ni siquiera tuvo que preguntar de qué se trataba. Lo entendió perfectamente:
—No, pará amor… no estoy listo para algo así.
—Ay, no… tarado. No es para vos. Es para mí. Quiero que Osvaldo me de por el orto. Sabés lo mucho que me gustan las doble penetraciones.
Por patético que pareciera, Renzo se sintió aliviado de que el lubricante no fuera para él. Si debía compartir la cama con el portero, prefería que la penetrada fuera su novia. Osvaldo le llenó el culo de lubricante a Silvana y acto seguido se lo llenó de pija.
—Ay, sí… ¡qué delicia! Dios… qué rico.
La penetración fue rápida, Osvaldo era todo un experto dilatando culos y ella ya tenía bastante práctica. Podía tolerar duras embestidas. Empezó a moverse como loca, provocando que ambas vergas entraran y salieran de sus orificios a la vez. Renzo no estaba teniendo el mejor sexo de su vida; pero al menos estaba allí.
—¿Te gusta, amor? —Le preguntó a su novia.
—Sí, me encanta. Es hermoso…
—¿Y cuál te gusta más?
—La pija de Osvaldo, obvio. Perdón amor, dijimos que íbamos a ser sinceros. No te puedo mentir. La verga de Osvaldo me calienta mucho más, por eso le pedí que me diera por el culo, que por donde más me gusta. Uf… sí, Osvaldo… seguí así… me encanta. Dios, este tipo me va a matar. Qué bueno saber que puedo contar con él cada vez que esté caliente…
¿Cada vez?
Todo el mundo de Renzo dio vueltas.
¿Cada vez?
¿Esto se volvería rutina?
No quería ni pensarlo.
Silvana se estaba controlando cada vez menos en presencia del portero, eso podía notarlo. Se estaba volviendo adicta a su verga. Reaccionaba como una persona adicta a la droga en presencia de ella. Podía notarlo en sus ojos desencajados. Ojos de viciosa. Cuando cogía con él, ella no gemía tanto… ni se movía de esa manera. En cambio ahora, está completamente desbocada.
Renzo tuvo un súbito ataque de pánico que, por suerte, su novia no notó. Ella estaba demasiado concentrada en disfrutar del sexo anal con el portero. Lo que a él le preocupaba era pensar en que aún quedaba mucho mundial por delante. Y si debía pagar las apuestas entregando a su novia… ¿qué pasaría si Argentina llegaba hasta la final?
Dios, no quería ni pensarlo.
—Estoy tan contenta. Vale la pena celebrar así en cada partido. Estoy segura de que esta selección puede ganar el mundial.
Renzo acabó, llenando de semen la concha de su novia.
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