Pasaron unos diez días desde nuestra gran pelea causada por lo que hice con Soledad. Si bien la bronca explosiva se le pasó a Mariana, el trato conmigo se mantuvo frío y distante. Apenas nos dirigíamos la palabra y cenábamos en silencio. Después de unos tres días desde la pelea me permitió volver a dormir en mi cama con ella, pero de sexo ni hablar.
Una noche le dije de ir a comer afuera, hacer que pase un buen rato como muestra de lo arrepentido que estaba de todo. La lleve a un restaurant caro que a ella le gustaba mucho, por Puerto Madero. Vi que la pasó bien, pero el trato conmigo mucho no cambió y durante esa noche y otras noches en las que intenté sacar el tema para charlarlo y que me perdone si bien no se volvió a enojar, no quiso hablar del tema. Tan sólo me dijo que lo que pasó ya estaba hecho y que prefería mirar hacia adelante.
Al ver que habían pasado tantos días y el trato no cambiaba, me empezaron a asaltar las dudas.
Andaría con otro? Pretendientes estaba seguro que no le faltarían. Mariana era una mina que si quería chasqueaba los dedos y tenía dos o tres a su disposición, los que ella quisiera. Pensé que seguro sería alguno de los ejecutivos de su estudio, de esos abogados jovencitos y facheros que seguramente debía tener pululando a su alrededor todo el tiempo a la espera del momento para morder. Ya en varias de las cenas de fin de año de su estudio a las que yo había ido los había visto, mirándola discretamente.
Estaba seguro que si me iba a cornear con otro que seguramente iba a pasar por ahí. O quizás con alguno de sus jefes, algo asi. Pero al mismo tiempo que estaba seguro de eso, realmente no estaba seguro de nada. Su rutina no había cambiado en lo mas mínimo. No hubo cambios de horario, ni nuevas actividades salidas de la nada. No la vi salir de casa en ningún momento por algo fuera de lo normal. Era como si no hubiese pasado nada y la vida seguía. Pero a mi, sin embargo, la duda me empezó a carcomer y obsesionar.
Ya que no estaba teniendo mas sexo con ella, por el momento, comencé a masturbarme mas seguido para lograr algún tipo de satisfacción y mal que me pese, las imágenes y las ideas que me venían naturalmente a la cabeza eran de Mariana con algún otro hombre, cosa que hasta el momento nunca había pensado ni por asomo. De un momento al otro me di cuenta que en mis masturbaciones, en algún momento pasó, en lo único que pensaba era en ella con otro tipo. Como les dije, alguno de los jovencitos abogados de su estudio o alguno de sus jefes. Siempre la fantasía era asi. Al principio me sentía mal luego de acabar pensando en esas imágenes, pero pronto ese sentimiento de disgusto se evaporó y sólo quedó el dulce placer de imaginarme a mi amada esposa satisfaciendo a otros hombres y ella siendo satisfecha por ellos. En mi mente a veces yo estaba ahí presente viéndolo, y otras veces era un testigo invisible, imaginándome lo que Mariana haría a escondidas y presente solamente quizás como una cámara que develaba su secreto.
Pero como les dije, nada había cambiado y lo único que tenía eran sospechas infundadas. Quizás estaba siendo demasiado injusto con Mariana, al menos en mi cabeza. Ella nunca me pareció una mujer impulsiva. Todo lo contrario. Y que una mujer como Mariana decida de un momento a otro ser infiel, nada mas para joderme y hacerme sentir lo que ella sintió me parecía algo bastante bajo y fuera de su carácter. Estoy seguro que en su bronca ella lo pensó. Por algo me había dicho lo que me dijo. Pero sus acciones (o la falta de ellas) me demostraban lo contrario todos los días.
Hasta que un dia finalmente se me despejaron todas las dudas.
Me acuerdo que fue un Martes. Yo venía de un par de días sintiéndome cada vez peor, los principios de una gripe bastante fuerte que por mas medicamentos que tomaba no me mejoraba. Ese Martes fui a la empresa a la mañana, pero para eso del mediodía ya me sentía muy mal. Desganado, congestionado y me dolía todo el cuerpo, asi que me excusé y le dije a mi secretaria que me volvía a casa y que trate de no pasarme ningún llamado hasta el dia siguiente. Necesitaba descansar y sabía que Mariana iba a volver a casa a eso de las 18, lo cual me daba tiempo para dormir tranquilo una buena siesta recuperadora en mi cama, a ver si me mejoraba. Llegué a las 14 a casa y me acosté. El silencio de la tarde me ayudó y me dormí casi inmediatamente gracias a mi cansancio.
Me desperté porque escuché algo. La puerta del departamento, llaves, y la puerta que se cerraba. Mariana había llegado. Miré la hora que marcaba el reloj de la mesita y eran casi las 18. Cuando me iba a incorporar para levantarme e ir a verla me frené porque escuché voces, a través de la puerta cerrada de nuestra habitación. La voz inconfundible de Mariana, por supuesto, pero también una voz masculina. El corazón casi que se me para y se me vino a la cabeza un torrente de imágenes que no pude suprimir. Estaría pasando lo que me había imaginado todo éste tiempo? Finalmente estaba pasando? No podía distinguir de que hablaban, la puerta bloqueaba mucho del detalle de la conversación, pero hablaban. Mariana no se habría traído a algún abogadito de su estudio, no? Ella sabía bien que mi horario normal de llegar a casa eran las 19, no se arriesgaría a ser descubierta tan torpemente, no?
Muy lentamente me incorporé haciendo un esfuerzo para que nada de la cama cruja o haga ruido y me calcé unas medias. Por suerte el piso de nuestro departamento era de cemento pulido, por lo cual no había forma que nada haga ruido bajo mi peso pero igualmente fui arrastrando los pies, lenta y deliberadamente hasta la puerta de la habitación. La abrí con una lentitud pasmosa para que no haga nada de ruido. Ya no escuchaba la conversación, la voz masculina se habría ido? Sigilosamente me deslicé por el pasillo a la velocidad casi de un caracol, mientras el corazón me latía dentro del pecho a mil. Me acerqué a la abertura que daba al living y muy lentamente estiré para sacar un solo ojo mas allá del borde y ver que estaría pasando en el living. Lo que vi casi me mata.
La voz masculina que había escuchado era la de Don Julio, uno de los dos porteros de nuestro edificio. Un canoso sesentón de piel oscura, era de San Luis. Estaba sentado en nuestro sillón, medio abierto de piernas y entre esas piernas estaba Mariana, en cuclillas frente a el, lentamente chupándole la verga. No me vieron, por supuesto. Don Julio estaba con los ojos cerrados disfrutando y Mariana también con sus ojos cerrados, lamiendo contenta y llevándose la verga amarronada del portero dentro y fuera de la boca amorosa que tenía. Ella parecía estar disfrutándolo también, una de sus manos sostenía la pija de Don Julio y su otra mano había desaparecido entre sus piernas, seguramente frotándose mientras mamaba dulce y lentamente al viejo portero.
No me veían, por supuesto. Aunque tuviesen los ojos abiertos yo estaba observándolos de un ángulo que les era difícil verme salvo que yo hiciera algún ruido que los alerte y miren hacia el costado donde yo estaba. Los dos estaban vestidos – Don Julio con su remera y jean y Mariana con su elegante camisa, camperita negra, pollera y tacos con los que solía ir al trabajo. Ella gemía suavemente, disfrutando la verga marrón de Don Julio y éste lo único que hacía era acariciarle la cabeza, disfrutando también con algún que otro gemido de su parte. Se había desabotonado la bragueta de su pantalón y solo había sacado su pija, no sus testículos, permaneciendo totalmente vestido en el resto. No era una verga muy grande, pero tenía un buen tamaño y se la veía bastante tiesa gracias a las atenciones de Mariana.
Ella estaba disfrutando como yo sabía que disfrutaba. Sabía muy bien por conocerla tanto cuando ella disfrutaba en serio y ahora lo estaba haciendo, meciendo suavemente su cabeza y tomando la pija del viejo dulcemente en su boca, que debería estar tan caliente y tan húmeda. Sus labios rojos suave y pintaditos aprisionando la verga de Don Julio tan dulcemente, mientras noté como su lengua hacía formas dentro de su boca, empujándole las mejillas desde adentro, lamiendo y probando la pija del viejo dentro de su boca.
Don Julio se incorporó un poco, se sentó y llevó sus manos abajo para comenzar a acariciar y a estrujarle los pechos a Mariana por encima de su camisa, quien respondió con un largo gemido de boca ocupada, reanudando su mamada con un poco mas de intensidad. El viejo sonreía, la estaba pasando bárbaro con mi mujer chupándole tan cariñosamente la verga mientras en sus manos sentía esos pechos amplios y hermosos. Siguió asi unos segundos hasta que intentó deslizar sus manos bajo la camisa de ella. Sin sacarse la pija de la boca Mariana lo ayudó, desabrochándose dos botones de la camisa para darle mejor acceso al portero, mientras yo veía como sus manos oscuras le estrujaban y disfrutaban esas tetas increíbles a mi mujer, quien ya gemía mas fuerte gracias a las atenciones del viejo.
Don Julio no duró mucho mas. En un momento llevó una de sus manazas para retenerle la cabeza a Mariana, dejó la otra estrujándole una de sus amplias tetas y comenzó a gruñir suave. Mariana dejó de cabecear y se limitó a mantener la cabeza de la pija del viejo en su boca, mientras veía como su garganta se movía suavemente, tragándose todo lo que el portero le daba entre gemidos de placer. Mariana parecía tragar largo y profundo, señal que Don Julio era de eyacular bastante cantidad.
Durante toda ésta escena mi propia pija se había puesto dura como nunca. Como hacía años que no me pasaba, como en mis mejores épocas de joven. La imagen de mi esposa no sólo mamando otra verga, sino que sin dudarlo tragándose tanta cantidad de leche calentita de otro hombre casi me hizo temblar las piernas de placer. Se me cruzaron unas ganas increíbles de sacarla y pajearme ahí mismo viendo eso, pero me pude aguantar y seguir viendo un poco mas.
Al terminar se incorporaron los dos y yo de puro miedo me escondí un poco mas por las dudas, pero seguí viendo. Don Julio se acomodó la pija nuevamente dentro de su pantalón y lo volvió a abrochar, mientras que Mariana se secó un poco los labios y se abrochó también su camisa. Se quedaron parados los dos ahí, pegados uno al otro recuperándose un poco, cuando Don Julio le puso sus manos en la cintura. Yo en ese momento ya me escondí definitivamente, ya no estaban distraídos y podrían llegar a verme, pero me quedé escuchando.
“Me vas a malacostumbrar…”, sonó la voz gruesa del portero. A malacostumbrar, pensé? Ya lo habían hecho antes? Cuantas veces?
Escuché a Mariana reírse finito, “Que, no te gustó?”
“Claro que me gustó. Y a vos también, veo.”
“Obvio”, contestó Mariana, “Mucho.”
“A mi también, pero te imaginarás lo que quiero…”, dijo Don Julio y de repente escuché a Mariana largar un pequeño gritito y una risita. Le habrá tocado entre las piernas? O palmeado el culo? No sabía, no pude ver y pudo haber sido cualquier cosa.
“Si, ya se Julio”, contestó Mariana, “Yo también lo vengo pensando.”
“Entonces? Cuando querés?”
“No vas a tener problemas con tu mujer?”, preguntó Mariana.
“Y si se entera si, pero no se va a enterar.”, contestó Don Julio, “Y vos con tu marido?”
Mariana le contestó lo mismo y se rió, “Si se entera si, pero no se va a enterar… Dejame ver cómo puedo arreglar y te aviso, si?”
“No tiene que ser aca, podemos ir a un hotel, a cualquier lado”, dijo Don Julio.
“Si, ya se, pero estaba pensando aca en casa. Bueno, vos dejame ver y te aviso, dale.”
“Pero seguro querés?”, preguntó Don Julio, “Digo porque hace tanto tiempo que vivís aca y de repente ésto asi… medio sorpresivo. Ojo, no me quejo… una mujer como vos? Sos una diosa. Claro que voy a querer mas.”
“Ay, gracias, que dulce…”, contestó Mariana, “Que tenías pensado vos?”
De repente dejé de escucharlos, no sabía por que. Tomé coraje, me arriesgué y eché un vistazo rapidísimo de nuevo sobre el borde de la pared. Llegue a ver que el viejo tenía las dos manos amasándole el culo perfecto a Mariana por sobre la pollera mientras le hablaba al oído. Volví rápido a mi posición a escondidas y seguí escuchando. Finalmente fue Mariana que habló, luego de lo que el viejo le haya dicho en secreto.
“Ayyy… llenita?”, se rió
“Bien llenita. Muy llenita.”, contestó Don Julio y se rió también.
Mariana suspiró, “Dios, que tentación… bueno dale, dejame arreglar”
Noté que ya la charla estaba llegando a su fin y los oí caminar hasta la puerta, por lo que sin hacer ruido y lo mas rápido que podía volví a nuestra habitación, cerré la puerta despacito y me metí de nuevo en la cama, haciéndome el dormido pero tratando de escuchar todo. Sólo escuche la puerta del departamento y ruidos en la cocina. Luego de un rato Mariana abrió la puerta de la habitación despacito y decidí aparentar como que me despertaba.
“Ah, hola… no sabía que estabas aca”, me dijo cuando me vió incorporarme un poco en la cama, “Que pasó?”, me dijo. Si se había sorprendido por encontrarme ahi, realmente no se notó para nada.
“Nada, me sentía para el orto y me vine a casa al mediodía.. que hora es?”, pregunté tratando que no se note el pedazo de erección que tenía por debajo de las sábanas.
“Seis y media, se ve que dormiste. Seguís mal?”, me preguntó y se empezó a desvestir. Yo asentí con la cabeza y me sonrió, se acercó y se sentó en la cama. Me dio un beso en la frente y después un largo chupón, con esa boca que hacía unos minutos se había tragado la leche del portero del edificio. Lo estaba haciendo a propósito? Quería que sienta el gusto o quería humillarme? O las dos cosas? No me pude permitir el lujo de mostrarme asqueado, pese al gusto raro que le sentí en la boca, mezclado con el suyo que conocía desde siempre. Lo cierto es que mi pija tuvo una pulsación sola que casi me hace acabar mientras Mariana me besaba. El sólo pensar que mi lengua se estaba enredando con la de Mariana que solo hacía unos minutos estuvo a su vez saboreándole la pija y la leche al viejo Don Julio me estaba haciendo casi marear del morbo.
“Uf, si estás con fiebre. Bueno dormite, después tomate un te o algo. Yo me voy a bañar.”
“Ok amor…” le dije y me recosté.
Esperé a escucharla abrir la ducha y el agua correr y me empecé a masturbar en la cama. No lo pude evitar. Mi mente por fin tenía las imágenes que tanto se había imaginado. No podía dejar de ver y repetir en mi cabeza lo que había visto, a Mariana chupándosela al viejo tan dulcemente y disfrutando tanto, haciéndolo disfrutar a el y finalmente tragándose toda su leche caliente. Y la sospecha que seguramente ya lo habrían hecho en algún otro momento me ponía aun mas excitado. Ni hablar de lo que pensaban hacer. Mientras me masturbaba furiosamente pensando en el viejo cogiéndose a mi mujer, haciéndola gozar, también pensaba que tenía que verlo. Tenía que encontrar alguna forma de poder verlo cuando suceda. No quería otra cosa, solamente quería ver como ese macho medio bruto se cogía a mi hermosa y refinada mujer, quería estar ahí para verlo, ahí para escuchar sus gemidos de placer y los de el también, necesitaba estar ahí para verla disfrutar y gozar, entregada a el y disfrutando como nunca lo hizo conmigo. Me imaginé la pija renegrida de Don Julio entrándole a Mariana, entre sus gemidos, la cabeza de su poronga separándole los labios vaginales y llegándole hasta el fondo de su concha divina para descargarle toda la leche bien adentro, dejándola bien llena y bien preñada…
Estaba llegando al borde ya con mi masturbación, me sentía a punto de acabar cuando, bajito, bien por debajo del ruido de la ducha que se podía oir desde mi habitación también empecé a escuchar los gemidos conocidos de Mariana seguramente masturbándose también bajo la ducha. Ella también necesitaba acabar después de lo que hizo, parecía. Y no la podía culpar.
Finalmente yo estallé de placer y me salpiqué una cantidad enorme de mi propia leche sobre mi panza. Mientras me recuperaba empecé a pensar alguna forma de poder verlo. Si iba a pasar, tenía que verlo. No había otra opción.
Una noche le dije de ir a comer afuera, hacer que pase un buen rato como muestra de lo arrepentido que estaba de todo. La lleve a un restaurant caro que a ella le gustaba mucho, por Puerto Madero. Vi que la pasó bien, pero el trato conmigo mucho no cambió y durante esa noche y otras noches en las que intenté sacar el tema para charlarlo y que me perdone si bien no se volvió a enojar, no quiso hablar del tema. Tan sólo me dijo que lo que pasó ya estaba hecho y que prefería mirar hacia adelante.
Al ver que habían pasado tantos días y el trato no cambiaba, me empezaron a asaltar las dudas.
Andaría con otro? Pretendientes estaba seguro que no le faltarían. Mariana era una mina que si quería chasqueaba los dedos y tenía dos o tres a su disposición, los que ella quisiera. Pensé que seguro sería alguno de los ejecutivos de su estudio, de esos abogados jovencitos y facheros que seguramente debía tener pululando a su alrededor todo el tiempo a la espera del momento para morder. Ya en varias de las cenas de fin de año de su estudio a las que yo había ido los había visto, mirándola discretamente.
Estaba seguro que si me iba a cornear con otro que seguramente iba a pasar por ahí. O quizás con alguno de sus jefes, algo asi. Pero al mismo tiempo que estaba seguro de eso, realmente no estaba seguro de nada. Su rutina no había cambiado en lo mas mínimo. No hubo cambios de horario, ni nuevas actividades salidas de la nada. No la vi salir de casa en ningún momento por algo fuera de lo normal. Era como si no hubiese pasado nada y la vida seguía. Pero a mi, sin embargo, la duda me empezó a carcomer y obsesionar.
Ya que no estaba teniendo mas sexo con ella, por el momento, comencé a masturbarme mas seguido para lograr algún tipo de satisfacción y mal que me pese, las imágenes y las ideas que me venían naturalmente a la cabeza eran de Mariana con algún otro hombre, cosa que hasta el momento nunca había pensado ni por asomo. De un momento al otro me di cuenta que en mis masturbaciones, en algún momento pasó, en lo único que pensaba era en ella con otro tipo. Como les dije, alguno de los jovencitos abogados de su estudio o alguno de sus jefes. Siempre la fantasía era asi. Al principio me sentía mal luego de acabar pensando en esas imágenes, pero pronto ese sentimiento de disgusto se evaporó y sólo quedó el dulce placer de imaginarme a mi amada esposa satisfaciendo a otros hombres y ella siendo satisfecha por ellos. En mi mente a veces yo estaba ahí presente viéndolo, y otras veces era un testigo invisible, imaginándome lo que Mariana haría a escondidas y presente solamente quizás como una cámara que develaba su secreto.
Pero como les dije, nada había cambiado y lo único que tenía eran sospechas infundadas. Quizás estaba siendo demasiado injusto con Mariana, al menos en mi cabeza. Ella nunca me pareció una mujer impulsiva. Todo lo contrario. Y que una mujer como Mariana decida de un momento a otro ser infiel, nada mas para joderme y hacerme sentir lo que ella sintió me parecía algo bastante bajo y fuera de su carácter. Estoy seguro que en su bronca ella lo pensó. Por algo me había dicho lo que me dijo. Pero sus acciones (o la falta de ellas) me demostraban lo contrario todos los días.
Hasta que un dia finalmente se me despejaron todas las dudas.
Me acuerdo que fue un Martes. Yo venía de un par de días sintiéndome cada vez peor, los principios de una gripe bastante fuerte que por mas medicamentos que tomaba no me mejoraba. Ese Martes fui a la empresa a la mañana, pero para eso del mediodía ya me sentía muy mal. Desganado, congestionado y me dolía todo el cuerpo, asi que me excusé y le dije a mi secretaria que me volvía a casa y que trate de no pasarme ningún llamado hasta el dia siguiente. Necesitaba descansar y sabía que Mariana iba a volver a casa a eso de las 18, lo cual me daba tiempo para dormir tranquilo una buena siesta recuperadora en mi cama, a ver si me mejoraba. Llegué a las 14 a casa y me acosté. El silencio de la tarde me ayudó y me dormí casi inmediatamente gracias a mi cansancio.
Me desperté porque escuché algo. La puerta del departamento, llaves, y la puerta que se cerraba. Mariana había llegado. Miré la hora que marcaba el reloj de la mesita y eran casi las 18. Cuando me iba a incorporar para levantarme e ir a verla me frené porque escuché voces, a través de la puerta cerrada de nuestra habitación. La voz inconfundible de Mariana, por supuesto, pero también una voz masculina. El corazón casi que se me para y se me vino a la cabeza un torrente de imágenes que no pude suprimir. Estaría pasando lo que me había imaginado todo éste tiempo? Finalmente estaba pasando? No podía distinguir de que hablaban, la puerta bloqueaba mucho del detalle de la conversación, pero hablaban. Mariana no se habría traído a algún abogadito de su estudio, no? Ella sabía bien que mi horario normal de llegar a casa eran las 19, no se arriesgaría a ser descubierta tan torpemente, no?
Muy lentamente me incorporé haciendo un esfuerzo para que nada de la cama cruja o haga ruido y me calcé unas medias. Por suerte el piso de nuestro departamento era de cemento pulido, por lo cual no había forma que nada haga ruido bajo mi peso pero igualmente fui arrastrando los pies, lenta y deliberadamente hasta la puerta de la habitación. La abrí con una lentitud pasmosa para que no haga nada de ruido. Ya no escuchaba la conversación, la voz masculina se habría ido? Sigilosamente me deslicé por el pasillo a la velocidad casi de un caracol, mientras el corazón me latía dentro del pecho a mil. Me acerqué a la abertura que daba al living y muy lentamente estiré para sacar un solo ojo mas allá del borde y ver que estaría pasando en el living. Lo que vi casi me mata.
La voz masculina que había escuchado era la de Don Julio, uno de los dos porteros de nuestro edificio. Un canoso sesentón de piel oscura, era de San Luis. Estaba sentado en nuestro sillón, medio abierto de piernas y entre esas piernas estaba Mariana, en cuclillas frente a el, lentamente chupándole la verga. No me vieron, por supuesto. Don Julio estaba con los ojos cerrados disfrutando y Mariana también con sus ojos cerrados, lamiendo contenta y llevándose la verga amarronada del portero dentro y fuera de la boca amorosa que tenía. Ella parecía estar disfrutándolo también, una de sus manos sostenía la pija de Don Julio y su otra mano había desaparecido entre sus piernas, seguramente frotándose mientras mamaba dulce y lentamente al viejo portero.
No me veían, por supuesto. Aunque tuviesen los ojos abiertos yo estaba observándolos de un ángulo que les era difícil verme salvo que yo hiciera algún ruido que los alerte y miren hacia el costado donde yo estaba. Los dos estaban vestidos – Don Julio con su remera y jean y Mariana con su elegante camisa, camperita negra, pollera y tacos con los que solía ir al trabajo. Ella gemía suavemente, disfrutando la verga marrón de Don Julio y éste lo único que hacía era acariciarle la cabeza, disfrutando también con algún que otro gemido de su parte. Se había desabotonado la bragueta de su pantalón y solo había sacado su pija, no sus testículos, permaneciendo totalmente vestido en el resto. No era una verga muy grande, pero tenía un buen tamaño y se la veía bastante tiesa gracias a las atenciones de Mariana.
Ella estaba disfrutando como yo sabía que disfrutaba. Sabía muy bien por conocerla tanto cuando ella disfrutaba en serio y ahora lo estaba haciendo, meciendo suavemente su cabeza y tomando la pija del viejo dulcemente en su boca, que debería estar tan caliente y tan húmeda. Sus labios rojos suave y pintaditos aprisionando la verga de Don Julio tan dulcemente, mientras noté como su lengua hacía formas dentro de su boca, empujándole las mejillas desde adentro, lamiendo y probando la pija del viejo dentro de su boca.
Don Julio se incorporó un poco, se sentó y llevó sus manos abajo para comenzar a acariciar y a estrujarle los pechos a Mariana por encima de su camisa, quien respondió con un largo gemido de boca ocupada, reanudando su mamada con un poco mas de intensidad. El viejo sonreía, la estaba pasando bárbaro con mi mujer chupándole tan cariñosamente la verga mientras en sus manos sentía esos pechos amplios y hermosos. Siguió asi unos segundos hasta que intentó deslizar sus manos bajo la camisa de ella. Sin sacarse la pija de la boca Mariana lo ayudó, desabrochándose dos botones de la camisa para darle mejor acceso al portero, mientras yo veía como sus manos oscuras le estrujaban y disfrutaban esas tetas increíbles a mi mujer, quien ya gemía mas fuerte gracias a las atenciones del viejo.
Don Julio no duró mucho mas. En un momento llevó una de sus manazas para retenerle la cabeza a Mariana, dejó la otra estrujándole una de sus amplias tetas y comenzó a gruñir suave. Mariana dejó de cabecear y se limitó a mantener la cabeza de la pija del viejo en su boca, mientras veía como su garganta se movía suavemente, tragándose todo lo que el portero le daba entre gemidos de placer. Mariana parecía tragar largo y profundo, señal que Don Julio era de eyacular bastante cantidad.
Durante toda ésta escena mi propia pija se había puesto dura como nunca. Como hacía años que no me pasaba, como en mis mejores épocas de joven. La imagen de mi esposa no sólo mamando otra verga, sino que sin dudarlo tragándose tanta cantidad de leche calentita de otro hombre casi me hizo temblar las piernas de placer. Se me cruzaron unas ganas increíbles de sacarla y pajearme ahí mismo viendo eso, pero me pude aguantar y seguir viendo un poco mas.
Al terminar se incorporaron los dos y yo de puro miedo me escondí un poco mas por las dudas, pero seguí viendo. Don Julio se acomodó la pija nuevamente dentro de su pantalón y lo volvió a abrochar, mientras que Mariana se secó un poco los labios y se abrochó también su camisa. Se quedaron parados los dos ahí, pegados uno al otro recuperándose un poco, cuando Don Julio le puso sus manos en la cintura. Yo en ese momento ya me escondí definitivamente, ya no estaban distraídos y podrían llegar a verme, pero me quedé escuchando.
“Me vas a malacostumbrar…”, sonó la voz gruesa del portero. A malacostumbrar, pensé? Ya lo habían hecho antes? Cuantas veces?
Escuché a Mariana reírse finito, “Que, no te gustó?”
“Claro que me gustó. Y a vos también, veo.”
“Obvio”, contestó Mariana, “Mucho.”
“A mi también, pero te imaginarás lo que quiero…”, dijo Don Julio y de repente escuché a Mariana largar un pequeño gritito y una risita. Le habrá tocado entre las piernas? O palmeado el culo? No sabía, no pude ver y pudo haber sido cualquier cosa.
“Si, ya se Julio”, contestó Mariana, “Yo también lo vengo pensando.”
“Entonces? Cuando querés?”
“No vas a tener problemas con tu mujer?”, preguntó Mariana.
“Y si se entera si, pero no se va a enterar.”, contestó Don Julio, “Y vos con tu marido?”
Mariana le contestó lo mismo y se rió, “Si se entera si, pero no se va a enterar… Dejame ver cómo puedo arreglar y te aviso, si?”
“No tiene que ser aca, podemos ir a un hotel, a cualquier lado”, dijo Don Julio.
“Si, ya se, pero estaba pensando aca en casa. Bueno, vos dejame ver y te aviso, dale.”
“Pero seguro querés?”, preguntó Don Julio, “Digo porque hace tanto tiempo que vivís aca y de repente ésto asi… medio sorpresivo. Ojo, no me quejo… una mujer como vos? Sos una diosa. Claro que voy a querer mas.”
“Ay, gracias, que dulce…”, contestó Mariana, “Que tenías pensado vos?”
De repente dejé de escucharlos, no sabía por que. Tomé coraje, me arriesgué y eché un vistazo rapidísimo de nuevo sobre el borde de la pared. Llegue a ver que el viejo tenía las dos manos amasándole el culo perfecto a Mariana por sobre la pollera mientras le hablaba al oído. Volví rápido a mi posición a escondidas y seguí escuchando. Finalmente fue Mariana que habló, luego de lo que el viejo le haya dicho en secreto.
“Ayyy… llenita?”, se rió
“Bien llenita. Muy llenita.”, contestó Don Julio y se rió también.
Mariana suspiró, “Dios, que tentación… bueno dale, dejame arreglar”
Noté que ya la charla estaba llegando a su fin y los oí caminar hasta la puerta, por lo que sin hacer ruido y lo mas rápido que podía volví a nuestra habitación, cerré la puerta despacito y me metí de nuevo en la cama, haciéndome el dormido pero tratando de escuchar todo. Sólo escuche la puerta del departamento y ruidos en la cocina. Luego de un rato Mariana abrió la puerta de la habitación despacito y decidí aparentar como que me despertaba.
“Ah, hola… no sabía que estabas aca”, me dijo cuando me vió incorporarme un poco en la cama, “Que pasó?”, me dijo. Si se había sorprendido por encontrarme ahi, realmente no se notó para nada.
“Nada, me sentía para el orto y me vine a casa al mediodía.. que hora es?”, pregunté tratando que no se note el pedazo de erección que tenía por debajo de las sábanas.
“Seis y media, se ve que dormiste. Seguís mal?”, me preguntó y se empezó a desvestir. Yo asentí con la cabeza y me sonrió, se acercó y se sentó en la cama. Me dio un beso en la frente y después un largo chupón, con esa boca que hacía unos minutos se había tragado la leche del portero del edificio. Lo estaba haciendo a propósito? Quería que sienta el gusto o quería humillarme? O las dos cosas? No me pude permitir el lujo de mostrarme asqueado, pese al gusto raro que le sentí en la boca, mezclado con el suyo que conocía desde siempre. Lo cierto es que mi pija tuvo una pulsación sola que casi me hace acabar mientras Mariana me besaba. El sólo pensar que mi lengua se estaba enredando con la de Mariana que solo hacía unos minutos estuvo a su vez saboreándole la pija y la leche al viejo Don Julio me estaba haciendo casi marear del morbo.
“Uf, si estás con fiebre. Bueno dormite, después tomate un te o algo. Yo me voy a bañar.”
“Ok amor…” le dije y me recosté.
Esperé a escucharla abrir la ducha y el agua correr y me empecé a masturbar en la cama. No lo pude evitar. Mi mente por fin tenía las imágenes que tanto se había imaginado. No podía dejar de ver y repetir en mi cabeza lo que había visto, a Mariana chupándosela al viejo tan dulcemente y disfrutando tanto, haciéndolo disfrutar a el y finalmente tragándose toda su leche caliente. Y la sospecha que seguramente ya lo habrían hecho en algún otro momento me ponía aun mas excitado. Ni hablar de lo que pensaban hacer. Mientras me masturbaba furiosamente pensando en el viejo cogiéndose a mi mujer, haciéndola gozar, también pensaba que tenía que verlo. Tenía que encontrar alguna forma de poder verlo cuando suceda. No quería otra cosa, solamente quería ver como ese macho medio bruto se cogía a mi hermosa y refinada mujer, quería estar ahí para verlo, ahí para escuchar sus gemidos de placer y los de el también, necesitaba estar ahí para verla disfrutar y gozar, entregada a el y disfrutando como nunca lo hizo conmigo. Me imaginé la pija renegrida de Don Julio entrándole a Mariana, entre sus gemidos, la cabeza de su poronga separándole los labios vaginales y llegándole hasta el fondo de su concha divina para descargarle toda la leche bien adentro, dejándola bien llena y bien preñada…
Estaba llegando al borde ya con mi masturbación, me sentía a punto de acabar cuando, bajito, bien por debajo del ruido de la ducha que se podía oir desde mi habitación también empecé a escuchar los gemidos conocidos de Mariana seguramente masturbándose también bajo la ducha. Ella también necesitaba acabar después de lo que hizo, parecía. Y no la podía culpar.
Finalmente yo estallé de placer y me salpiqué una cantidad enorme de mi propia leche sobre mi panza. Mientras me recuperaba empecé a pensar alguna forma de poder verlo. Si iba a pasar, tenía que verlo. No había otra opción.
2 comentarios - Mi esposa, la puta del edificio - Parte 2