Cómo hace tiempo que estoy algo perdida, todo por cuestiones de trabajo, decidí hacerme un tiempito para recordar una de mis aventuras y de paso relatarla para ustedes.
Fantasias hay de todo tipo, y cuando de sexo se trata no hay límites para fantasear, pero hay algunas que son por demás comunes, ya que es como si el mandato social nos obligara a tenerlas. Los tríos, las doble penetraciones, la zoofilia, y muchas otras "perversiones", diría una ex profesora de mis días en la facultad.
Si bien lo que voy a contarles no era una fantasía para mí, sí sentía algo de curiosidad al respecto...
En el 2012 con Martin fuimos a pasar unos días en la costa. Elegimos Mardel porque, si bien mucho no me gusta, nos quedaba de paso para visitar unos amigos.
Alquilamos un duplex en Punta Mogotes, a unas cuadras del mar. Era bastante amplio y cómodo. En una de las habitaciones había un pequeño gym con pesas, un cajón de salto para CrossFit, un banco reclinable para hacer pesas, y otros artefactos. La dueña nos explicó que como éramos solo Martin y yo no había desocupado la habitación, y que ella la usaba para hacer ejercicios ya que como tenía otros departamentos ese casi no lo alquilaba. Como Mardel estaba a full, hizo una excepción con nosotros.
Para mí resultó espectacular, ya que había retomado el gym hacía poco y podía continuar durante las vacaciones.
A la mañana Martin salía a correr por la playa, y como yo no soy amante de running, aprovechaba para ejercitarme en el departamento.
La primer mañana que Martin salió a correr volvió con un regalo, se había hecho un tiempo para buscar una tienda y me compró una bikini color blanca.
Yo soy morocha, como ya les conté anteriormente, y el blanco hace resaltar mi piel, más cunado estoy unos días tomando sol. La tanga desaparecía en mi cola, que es mi fuerte, ya que de tetas mucho no tengo. Así que cuando iba a la playa con esa bikini más de uno se daba vuelta para mirar mi culo. Obvio que esa era la intención de Martin!
Una tarde que volvíamos de la playa, estábamos subiendo la escalera de nuestro departamento cuando notamos que nuestros vecinos no me quitaban la mirada de encima. Y no eran cualquier vecino, eran dos negros "de raza" diría Martin.
Martín rápido de reflejos, cuando llegamos al porche, me tomó de la cintura, me giró dejandome de espaldas a ellos para que pudieran ver mi cola y me comió la boca. Con una mano me apretaba contra él de la cintura y con la otra me apretaba el culo. La tanga de l bikini estaba desaparecida entre mis muslos.
Entramos al departamento seguros de que nuestros vecinos habían disfrutado de ver un poquito lo que les regalamos. Que no fue mucho.
Martin sacó unas cervezas y salimos a sentarnos en las escaleras. Yo seguía con la bikini y una musculosa. Me había recogido el pelo con un a cola bien alta como a Martín le gustaba.
Hablábamos de todo un poco cuando Martin me preguntó si sería cierto que los negros la tienen grande, le respondí que si quería lo averiguaba enseguida, y nos reímos a carcajadas. En un momento Martin cortó la risa en seco, me miró fijo y me dijo que vaya a pedirles fuego a los vecinos. A mí la idea no me agradó, ya que no sabíamos si estaban solos, con parejas, y ni si hablaban castellano, ya que solo nos habían saludado con un gesto de las manos.
Martin se levantó, entró al departamento y salió con un fasito. "Andá, pediles fuego que esto no falla" me dijo riéndose.
Me ayudó a levantar y me anudó la musculosa a la altura del ombligo, para que no me tape el culo y puedan verlo cuando vuelva.
Se volvió a sentar en las escaleras y ahí me esperó, terminando la cerveza.
Con bastante nervios les golpee la puerta. Pareció una eternidad el tiempo que se demoraron en abrir.
Era un negro como de dos metros, flaco, y de pelo bien corto. Su rostro era anguloso y sus ojos enormes y expresivos.
Me dijo "en qué puedo ayudar?" con un claro acento ecuatoriano. Al menos el idioma no era un impedimento. Le pregunté si tenía fuego y le mostré el fasito. Me dijo que pasara mientras caminó hacia la mesa del comedor.
Yo me quedé dura en la puerta, sin animarme a entrar. El morocho tomó el encendedor y volvió a invitarme a pasar mientras me hacía una seña con su mano para que ingresara. Giré la cabeza y miré hacía nuestro departamento. El morocho notó que dudaba por Martin. Yo tímidamente entré dejando la puerta abierta. Me acerqué con el faso en la boca y él se arrimó a mi, encendió mi porrito y me me preguntó cuál era mi nombre.
El dijo llamarse Roberto, y me contó que estaban de vacaciones por Argentina y Chile con su pareja, Alan, que en ese momento se estaba duchando. No pude evitar pensar que nunca sabríamos si los negros la tienen grande y una sonrisa me asomó.
Me invitó a sentarme, fue a la heladera y volvió con dos cervezas. Me dijo que era de mala educación beber solo, y que lo acompañe. Ya me sentía más tranquila, así que me senté, di una pitada y le ofrecí. Aceptó. En eso estaba cuando Alan apareció envuelto en un toallón blanco, hizo un gesto de sorpresa y le pidió a Roberto que le presenté a su "amiguita", fingiendo una escena de celos y remarcando el tono afeminado de voz. Los tres nos reímos. Me saludó con un beso en la mejilla mientras Roberto le contaba que les había ido a pedir fuego.
Yo no pude evitar notar el bulto debajo del toallón.
Alan tomó una cerveza de la heladera y se sentó con nosotros. Pidió el faso y le dió una seca.
Alan era mucho más bajo que su pareja, un metro setenta cómo máximo. Cuerpo atlético con los músculos buen marcados, cuello ancho y la cabeza redonda y rapada.
Hablamos, fumamos y tomamos cervezas, y nos reímos quizá por una hora. Tanto que me olvidé de Martin y del por qué estaba ahí. Me contaron de sus vidas, de sus viajes por el mundo, lo que dejaba en evidencia el poder adquisitivo que tenían.
Me levanté de un salto, les dije que me había olvidado de mi pareja que me esperaba afuera y los tres nos reímos. Los saludé con un beso y cuando me estaba yendo Alan me dijo que si Martin no tenía problemas podíamos salir los cuatros a cenar o si preferíamos nos juntamos en uno de los departamentos.
Cuando volví Martín estaba viendo tv. Giró la cabeza y me miró sorprendido. Enseguida me largué a reír mientras le contaba que nuestros vecinos eran gays
Nos cambiamos y fuimos a una carnicería, compramos carne, leña, pasamos a comprar vino, cervezas, y un postre.
Martin me pidió que invitara a mis nuevos amigos a cenar, para que prueben el "chorizo argentino" dijo mientras se reía.
Salí a invitarlos y me fui a bañar. Cómo prácticamente iba a estar entre chicas me puse un shorts que usaba para hacer ejercicios, que dejaba mis muslos al aire, una remera corta, de esas puperas y los pies descalzos. Me gusta estar cómoda.
Cuando salí de la habitación los encontré a los tres en el patio, frente a la parrilla en pleno debate de como se hace un asado.
Nuestros vecinos y Martin ya se habían conocido sin necesidad de que yo los presente.
Roberto tenía puesta una bermuda y camisa con flores, Alan un short ajustado que remarcaba su enorme miembro y una musculosa blanca. No quedaban dudas de su tamaño con lo ajustado de su shorts!
Cuando me vieron me saludaron con un beso y me dijeron que estaba hermosa, yo me reía porque remarcaban el tono amanerado cuando lo decían.
La cena transcurrió entre risas, anécdotas y elogios al asado. Hasta el momento en que Martin se sinceró y les comentó que cuando los vimos en el porche nos preguntamos si era cierto que los morochos la tenían grande, que por eso yo les había ido a pedir fuego. Pero qué nos habíamos llevado una sorpresa porque eran pareja.
Se hizo un silencio, Alan y Roberto se miraron y comenzaron a reír.
Le dijeron a Martin que si yo no me ofendía ellos estaban dispuestos a sacarme esa duda. Con Martin nos miramos y no había nada que decir. Ya conocíamos nuestras miradas.
Martin se levantó de la mesa y dijo que se iba a duchar, ya que le había tocado hacer el asado y no había alcanzado a bañarse. Pero que si yo tenía todavía curiosidad por averiguar si era mito o no el no se oponía.
Fui a la cocina a abrir otro vino cuando sentí una mano en la cintura, era Alan que me había seguido. Se ofreció a ayudar con el corcho. Me rozó con su miembro mientras se ubicaba a un costado. Yo mandé todo a la mierda, ya estaba jugada, le agarre la verga por sobre el short y se la apreté mientras la acariciaba de arriba hasta bajar a los huevos.
Se le puso dura de una, yo le sobaba la verga y el negro jugaba con mis tetitas por arriba de la remera. Se giró de espaldas a la mesada y me apretó contra el mientras me besaba. Me apretaba la cola con fuerza. En eso estábamos cuando sentí que me apoyaban de atrás, era Roberto. Me tenían sujeta entre los dos. Estiré una mano hacia atrás y tomé la verga de Roberto, que también era grande, pero no como la de Alan.
Los muchachos enganchaban por los dos lados! Qué suerte la mía!!
Roberto comenzó a bajar mi short y mi tanga, me la dejo a mitad de piernas y me pasaba la verga por el culo. Hacía un sándwich con mi culo y su miembro era el relleno.
Alan quiso hacerme bajar a su verga, pero rápidamente le dije que no la chupaba.
Le desprendí el shorts e hice que saliera el monstruo que tenía entre las piernas.
Los arrastré de las vergas hacia la habitación. En eso estábamos, cuando Roberto vió desde el pasillo la habitación con los artefactos de gym.
Me levantó en sus brazos y me metió en esa habitación. Nos desvestimos a tirones.
Roberto me hizo montar el banco reclinable de las pesas cómo si fuera un caballo. Mi cara quedó pegada al espaldar a medio reclinar. Me hizo para la cola y comenzó a lamer el culo y la concha desde atrás. Me volvía lo loca!
En un momento gire a ver y Alan le chupaba el culo a Roberto mientras Roberto me lamía. Qué placer!!!
Alan y Roberto cambiaron de posición. Ahora Alan me pasaba la enorme verga por mi culo lubricado!! Cada tanto apoyaba su glande en mi agujerito y presionaba. Así lo hizo por un rato hasta que mi esfinter fue cediendo y su enorme cabeza comenzó a entrar.
Su verga se sentía como piedra. Latía en mi interior y a mi intestino le costó acostumbrarse, era muy gruesa. El negro la empujaba suave hasta el fondo, hacía una pausa mientras acariciaba mi espalda y la comenzaba a sacar tan despacio como la había metido!!! Me estaba matando de placer!!!
Así me tuvo un buen rato!! Yo delirando y esperando que Martin salga de la ducha para que vea lo puta que podía ser para él, que le gustaba verme así.
De nuevo cambiaron de posición, me levantaban y me cambiaban de posición como a una muñeca, Roberto se sentó en el banco, con su espalda pegada al espaldar, me hizo sentar con su verga en el culo, que no era tan grande como la de Alan. Me sujetaba de las caderas y marcaba con sus manos el ritmo, lo hacía bien despacio y suave, como Alan. Pareciera que ese era el modo en que ellos se cogían.
En un momento sentí que Alan se paró detrás mío y su saliva caliente me recorrió el culo hasta mi agujero que estaba siendo penetrado por Roberto.
Me apoyo su verga y ejerció presión de manera suave. Me querían romper el culo con las dos vergas a la vez!!!
Alcancé a gritar que no, intenté zafarme pero era casi imposible! Los dos morochos estaban trabados contra mi cuerpo.
Por suerte respetaron mi decisión.
Miré hacia el costado y vi que Martin ya estaba con nosotros, y miraba desde una silla con la verga en la mano.
Alan se le acercó y se la quiso chupar. Martin le dijo que solo miraría y Alan no se inmutó, regreso con nosotros.
Yo quería sentir una de esas vergas en la concha, me quemaban las ganas, pero no estaba en mente de mis nuevos amigos partirme la concha.
Me cogieron no sé cuánto tiempo sobre ese banco de gym, hasta que Alan puso sus ojos en el cajón de salto.
Me tomó de la cintura y me hizo arrodillar con la panza sobre el cajón. Juntó mis piernas, las rodillas bien juntas, y me enterró la verga hasta el fondo. Roberto se paró delante mío, me tomó de la barbilla, me abrió la boca violentamente introduciendo sus dedos y detrás de ellos su verga. No me dejó resistirme. Me agarraba de la nuca y la metía todo lo que podía. No podía evitar las arcadas y las babas me corrían por la cara y el cuello. Alan me destrozaba el culo, ya no eran suaves. Todo se tornaba rudo. Cuando parecía que me iba a desmayar por la falta de aire por culpa de esa verga en mi garganta, Roberto la sacó de mi boca. Se paró detrás de Alan que detuvo sus movimientos sin sacarla de mi culo y se la enterró a Alan. Giré mi cabeza y no lo podía creer, éramos un trensito!!!
Alan reanudo sus movimientos, ahora lentos nuevamente y sentí cómo acababa al mismo tiempo que Roberto empezaba a gemir en un orgasmo.
Se vistieron, se despidieron de mi ahí mismo sobre el cajón de CrossFit en qué seguí acostada hasta que Martin volvió de acompañarlos a la puerta. No entendimos por qué el apuro en irse.
Martin volvió y yo seguía sobre el cajón, con la cola bien abierta, con una calentura bárbara y muchas ganas de acabar!
Martin se arrodilló detrás mío, separó mis muslos y me decía lo roto y abierto que me había quedado el culo!
Me cogió así como estaba, por el culo.
Después fuimos a la habitación nuestra y me hizo acabar como perra, me partió la concha y pude sacarme las ganas!!!
Al otro día nuestros vecinos pasaron a despedirse, intercambiamos números de onda nada más y siguieron viaje hacia el sur, según nos dijeron.
Que si los negros la tienen grande? Estos que yo probé la tenían grande, pero no más que Martin.
Detalle no menor, en todo momento usamos forros. Por caliente y apurada una amiga se contagió VIH.
Siempre con protección!!!!
Fantasias hay de todo tipo, y cuando de sexo se trata no hay límites para fantasear, pero hay algunas que son por demás comunes, ya que es como si el mandato social nos obligara a tenerlas. Los tríos, las doble penetraciones, la zoofilia, y muchas otras "perversiones", diría una ex profesora de mis días en la facultad.
Si bien lo que voy a contarles no era una fantasía para mí, sí sentía algo de curiosidad al respecto...
En el 2012 con Martin fuimos a pasar unos días en la costa. Elegimos Mardel porque, si bien mucho no me gusta, nos quedaba de paso para visitar unos amigos.
Alquilamos un duplex en Punta Mogotes, a unas cuadras del mar. Era bastante amplio y cómodo. En una de las habitaciones había un pequeño gym con pesas, un cajón de salto para CrossFit, un banco reclinable para hacer pesas, y otros artefactos. La dueña nos explicó que como éramos solo Martin y yo no había desocupado la habitación, y que ella la usaba para hacer ejercicios ya que como tenía otros departamentos ese casi no lo alquilaba. Como Mardel estaba a full, hizo una excepción con nosotros.
Para mí resultó espectacular, ya que había retomado el gym hacía poco y podía continuar durante las vacaciones.
A la mañana Martin salía a correr por la playa, y como yo no soy amante de running, aprovechaba para ejercitarme en el departamento.
La primer mañana que Martin salió a correr volvió con un regalo, se había hecho un tiempo para buscar una tienda y me compró una bikini color blanca.
Yo soy morocha, como ya les conté anteriormente, y el blanco hace resaltar mi piel, más cunado estoy unos días tomando sol. La tanga desaparecía en mi cola, que es mi fuerte, ya que de tetas mucho no tengo. Así que cuando iba a la playa con esa bikini más de uno se daba vuelta para mirar mi culo. Obvio que esa era la intención de Martin!
Una tarde que volvíamos de la playa, estábamos subiendo la escalera de nuestro departamento cuando notamos que nuestros vecinos no me quitaban la mirada de encima. Y no eran cualquier vecino, eran dos negros "de raza" diría Martin.
Martín rápido de reflejos, cuando llegamos al porche, me tomó de la cintura, me giró dejandome de espaldas a ellos para que pudieran ver mi cola y me comió la boca. Con una mano me apretaba contra él de la cintura y con la otra me apretaba el culo. La tanga de l bikini estaba desaparecida entre mis muslos.
Entramos al departamento seguros de que nuestros vecinos habían disfrutado de ver un poquito lo que les regalamos. Que no fue mucho.
Martin sacó unas cervezas y salimos a sentarnos en las escaleras. Yo seguía con la bikini y una musculosa. Me había recogido el pelo con un a cola bien alta como a Martín le gustaba.
Hablábamos de todo un poco cuando Martin me preguntó si sería cierto que los negros la tienen grande, le respondí que si quería lo averiguaba enseguida, y nos reímos a carcajadas. En un momento Martin cortó la risa en seco, me miró fijo y me dijo que vaya a pedirles fuego a los vecinos. A mí la idea no me agradó, ya que no sabíamos si estaban solos, con parejas, y ni si hablaban castellano, ya que solo nos habían saludado con un gesto de las manos.
Martin se levantó, entró al departamento y salió con un fasito. "Andá, pediles fuego que esto no falla" me dijo riéndose.
Me ayudó a levantar y me anudó la musculosa a la altura del ombligo, para que no me tape el culo y puedan verlo cuando vuelva.
Se volvió a sentar en las escaleras y ahí me esperó, terminando la cerveza.
Con bastante nervios les golpee la puerta. Pareció una eternidad el tiempo que se demoraron en abrir.
Era un negro como de dos metros, flaco, y de pelo bien corto. Su rostro era anguloso y sus ojos enormes y expresivos.
Me dijo "en qué puedo ayudar?" con un claro acento ecuatoriano. Al menos el idioma no era un impedimento. Le pregunté si tenía fuego y le mostré el fasito. Me dijo que pasara mientras caminó hacia la mesa del comedor.
Yo me quedé dura en la puerta, sin animarme a entrar. El morocho tomó el encendedor y volvió a invitarme a pasar mientras me hacía una seña con su mano para que ingresara. Giré la cabeza y miré hacía nuestro departamento. El morocho notó que dudaba por Martin. Yo tímidamente entré dejando la puerta abierta. Me acerqué con el faso en la boca y él se arrimó a mi, encendió mi porrito y me me preguntó cuál era mi nombre.
El dijo llamarse Roberto, y me contó que estaban de vacaciones por Argentina y Chile con su pareja, Alan, que en ese momento se estaba duchando. No pude evitar pensar que nunca sabríamos si los negros la tienen grande y una sonrisa me asomó.
Me invitó a sentarme, fue a la heladera y volvió con dos cervezas. Me dijo que era de mala educación beber solo, y que lo acompañe. Ya me sentía más tranquila, así que me senté, di una pitada y le ofrecí. Aceptó. En eso estaba cuando Alan apareció envuelto en un toallón blanco, hizo un gesto de sorpresa y le pidió a Roberto que le presenté a su "amiguita", fingiendo una escena de celos y remarcando el tono afeminado de voz. Los tres nos reímos. Me saludó con un beso en la mejilla mientras Roberto le contaba que les había ido a pedir fuego.
Yo no pude evitar notar el bulto debajo del toallón.
Alan tomó una cerveza de la heladera y se sentó con nosotros. Pidió el faso y le dió una seca.
Alan era mucho más bajo que su pareja, un metro setenta cómo máximo. Cuerpo atlético con los músculos buen marcados, cuello ancho y la cabeza redonda y rapada.
Hablamos, fumamos y tomamos cervezas, y nos reímos quizá por una hora. Tanto que me olvidé de Martin y del por qué estaba ahí. Me contaron de sus vidas, de sus viajes por el mundo, lo que dejaba en evidencia el poder adquisitivo que tenían.
Me levanté de un salto, les dije que me había olvidado de mi pareja que me esperaba afuera y los tres nos reímos. Los saludé con un beso y cuando me estaba yendo Alan me dijo que si Martin no tenía problemas podíamos salir los cuatros a cenar o si preferíamos nos juntamos en uno de los departamentos.
Cuando volví Martín estaba viendo tv. Giró la cabeza y me miró sorprendido. Enseguida me largué a reír mientras le contaba que nuestros vecinos eran gays
Nos cambiamos y fuimos a una carnicería, compramos carne, leña, pasamos a comprar vino, cervezas, y un postre.
Martin me pidió que invitara a mis nuevos amigos a cenar, para que prueben el "chorizo argentino" dijo mientras se reía.
Salí a invitarlos y me fui a bañar. Cómo prácticamente iba a estar entre chicas me puse un shorts que usaba para hacer ejercicios, que dejaba mis muslos al aire, una remera corta, de esas puperas y los pies descalzos. Me gusta estar cómoda.
Cuando salí de la habitación los encontré a los tres en el patio, frente a la parrilla en pleno debate de como se hace un asado.
Nuestros vecinos y Martin ya se habían conocido sin necesidad de que yo los presente.
Roberto tenía puesta una bermuda y camisa con flores, Alan un short ajustado que remarcaba su enorme miembro y una musculosa blanca. No quedaban dudas de su tamaño con lo ajustado de su shorts!
Cuando me vieron me saludaron con un beso y me dijeron que estaba hermosa, yo me reía porque remarcaban el tono amanerado cuando lo decían.
La cena transcurrió entre risas, anécdotas y elogios al asado. Hasta el momento en que Martin se sinceró y les comentó que cuando los vimos en el porche nos preguntamos si era cierto que los morochos la tenían grande, que por eso yo les había ido a pedir fuego. Pero qué nos habíamos llevado una sorpresa porque eran pareja.
Se hizo un silencio, Alan y Roberto se miraron y comenzaron a reír.
Le dijeron a Martin que si yo no me ofendía ellos estaban dispuestos a sacarme esa duda. Con Martin nos miramos y no había nada que decir. Ya conocíamos nuestras miradas.
Martin se levantó de la mesa y dijo que se iba a duchar, ya que le había tocado hacer el asado y no había alcanzado a bañarse. Pero que si yo tenía todavía curiosidad por averiguar si era mito o no el no se oponía.
Fui a la cocina a abrir otro vino cuando sentí una mano en la cintura, era Alan que me había seguido. Se ofreció a ayudar con el corcho. Me rozó con su miembro mientras se ubicaba a un costado. Yo mandé todo a la mierda, ya estaba jugada, le agarre la verga por sobre el short y se la apreté mientras la acariciaba de arriba hasta bajar a los huevos.
Se le puso dura de una, yo le sobaba la verga y el negro jugaba con mis tetitas por arriba de la remera. Se giró de espaldas a la mesada y me apretó contra el mientras me besaba. Me apretaba la cola con fuerza. En eso estábamos cuando sentí que me apoyaban de atrás, era Roberto. Me tenían sujeta entre los dos. Estiré una mano hacia atrás y tomé la verga de Roberto, que también era grande, pero no como la de Alan.
Los muchachos enganchaban por los dos lados! Qué suerte la mía!!
Roberto comenzó a bajar mi short y mi tanga, me la dejo a mitad de piernas y me pasaba la verga por el culo. Hacía un sándwich con mi culo y su miembro era el relleno.
Alan quiso hacerme bajar a su verga, pero rápidamente le dije que no la chupaba.
Le desprendí el shorts e hice que saliera el monstruo que tenía entre las piernas.
Los arrastré de las vergas hacia la habitación. En eso estábamos, cuando Roberto vió desde el pasillo la habitación con los artefactos de gym.
Me levantó en sus brazos y me metió en esa habitación. Nos desvestimos a tirones.
Roberto me hizo montar el banco reclinable de las pesas cómo si fuera un caballo. Mi cara quedó pegada al espaldar a medio reclinar. Me hizo para la cola y comenzó a lamer el culo y la concha desde atrás. Me volvía lo loca!
En un momento gire a ver y Alan le chupaba el culo a Roberto mientras Roberto me lamía. Qué placer!!!
Alan y Roberto cambiaron de posición. Ahora Alan me pasaba la enorme verga por mi culo lubricado!! Cada tanto apoyaba su glande en mi agujerito y presionaba. Así lo hizo por un rato hasta que mi esfinter fue cediendo y su enorme cabeza comenzó a entrar.
Su verga se sentía como piedra. Latía en mi interior y a mi intestino le costó acostumbrarse, era muy gruesa. El negro la empujaba suave hasta el fondo, hacía una pausa mientras acariciaba mi espalda y la comenzaba a sacar tan despacio como la había metido!!! Me estaba matando de placer!!!
Así me tuvo un buen rato!! Yo delirando y esperando que Martin salga de la ducha para que vea lo puta que podía ser para él, que le gustaba verme así.
De nuevo cambiaron de posición, me levantaban y me cambiaban de posición como a una muñeca, Roberto se sentó en el banco, con su espalda pegada al espaldar, me hizo sentar con su verga en el culo, que no era tan grande como la de Alan. Me sujetaba de las caderas y marcaba con sus manos el ritmo, lo hacía bien despacio y suave, como Alan. Pareciera que ese era el modo en que ellos se cogían.
En un momento sentí que Alan se paró detrás mío y su saliva caliente me recorrió el culo hasta mi agujero que estaba siendo penetrado por Roberto.
Me apoyo su verga y ejerció presión de manera suave. Me querían romper el culo con las dos vergas a la vez!!!
Alcancé a gritar que no, intenté zafarme pero era casi imposible! Los dos morochos estaban trabados contra mi cuerpo.
Por suerte respetaron mi decisión.
Miré hacia el costado y vi que Martin ya estaba con nosotros, y miraba desde una silla con la verga en la mano.
Alan se le acercó y se la quiso chupar. Martin le dijo que solo miraría y Alan no se inmutó, regreso con nosotros.
Yo quería sentir una de esas vergas en la concha, me quemaban las ganas, pero no estaba en mente de mis nuevos amigos partirme la concha.
Me cogieron no sé cuánto tiempo sobre ese banco de gym, hasta que Alan puso sus ojos en el cajón de salto.
Me tomó de la cintura y me hizo arrodillar con la panza sobre el cajón. Juntó mis piernas, las rodillas bien juntas, y me enterró la verga hasta el fondo. Roberto se paró delante mío, me tomó de la barbilla, me abrió la boca violentamente introduciendo sus dedos y detrás de ellos su verga. No me dejó resistirme. Me agarraba de la nuca y la metía todo lo que podía. No podía evitar las arcadas y las babas me corrían por la cara y el cuello. Alan me destrozaba el culo, ya no eran suaves. Todo se tornaba rudo. Cuando parecía que me iba a desmayar por la falta de aire por culpa de esa verga en mi garganta, Roberto la sacó de mi boca. Se paró detrás de Alan que detuvo sus movimientos sin sacarla de mi culo y se la enterró a Alan. Giré mi cabeza y no lo podía creer, éramos un trensito!!!
Alan reanudo sus movimientos, ahora lentos nuevamente y sentí cómo acababa al mismo tiempo que Roberto empezaba a gemir en un orgasmo.
Se vistieron, se despidieron de mi ahí mismo sobre el cajón de CrossFit en qué seguí acostada hasta que Martin volvió de acompañarlos a la puerta. No entendimos por qué el apuro en irse.
Martin volvió y yo seguía sobre el cajón, con la cola bien abierta, con una calentura bárbara y muchas ganas de acabar!
Martin se arrodilló detrás mío, separó mis muslos y me decía lo roto y abierto que me había quedado el culo!
Me cogió así como estaba, por el culo.
Después fuimos a la habitación nuestra y me hizo acabar como perra, me partió la concha y pude sacarme las ganas!!!
Al otro día nuestros vecinos pasaron a despedirse, intercambiamos números de onda nada más y siguieron viaje hacia el sur, según nos dijeron.
Que si los negros la tienen grande? Estos que yo probé la tenían grande, pero no más que Martin.
Detalle no menor, en todo momento usamos forros. Por caliente y apurada una amiga se contagió VIH.
Siempre con protección!!!!
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