42 años. Gracias a todos los que me saludaron, aunque hubiera preferido olvidarme que estoy un poco más cerca del medio siglo... Jajaja...
Empecé a recibir saludos desde temprano. Uno de los primeros, el de Juan Carlos, el colectivero, que siempre está atento a cualquier celebración, ya sea cumpleaños, Navidad, Año Nuevo, Día de la Amistad, Día de la Mujer, incluso me saluda cuando se cumple el aniversario de la primera vez que cogimos.
Obviamente quedamos en vernos... para coger. Así que pospuse para el día siguiente algunos temas que tenía agendados para esa tarde.
Cerca del mediodía me llega un imponente ramo de flores, sin tarjeta, para no levantar sospechas, pero ya sabía que era una cortesía del Tano, que me había llamado por la mañana, para saludarme.
Me dedicó un par de palabras, alguna frase sensible, y cuando estaba por despedirse, deseándome que termine bien mi día, se me ocurrió decirle:
-¿Vamos a un telo, Tano?-
Sí, se lo propuse sabiendo que ya me había comprometido de antemano con Juan Carlos.
Obvio que no iba a aplazar a ninguno de los dos, así que lo cité en el mismo bar en el que suelo encontrarme con el colectivero cuando vamos al albergue transitorio de la calle Solís.
Luego de mi refrigerio, agarro mi bolso, mi abrigo, y me despido de mis compañeras. Todas me desean lo mejor. Ya quedamos en ir a tomar unos tragos el viernes, luego de cerrar, para festejarlo. Aquel era un día para pasarlo con mi familia, claro, luego de estar con mis amantes.
Llego al bar que está en la esquina de Entre Ríos, quince o veinte minutos más tarde de lo pactado. Al entrar al primero que localizo es a Juan Carlos, que está tomando una cerveza en una mesa junto a la ventana. El Tano está más atrás, con un café.
Ambos están atentos a la puerta, así que me ven llegar. Les sonrío a ambos y me acerco primero al colectivero, que es el que está más cerca.
Se levanta y me saluda con un beso, entregándome una rosa. Le agradezco el gesto y le pido que me acompañe. Agarra su cerveza y me sigue hasta la mesa del Tano, que se muestra sorprendido.
Lo saludo también con un beso, y los presento.
-Tano, Juan Carlos... Juan Carlos, el Tano...-
Se estrechan las manos y se miran desafiantes, como dos depredadores defendiendo su territorio.
Pedimos dos cervezas más y nos sentamos.
-¿Sos colectivero?- le pregunta el Tano a Juan Carlos, reconociéndolo por la camisa de la empresa para la cuál trabajo.
-Línea 50...- responde Juan Carlos.
-El Tano es tachero, espero que no haya rencores- les digo a ambos.
-¿Porqué? ¿Se va a quedar mucho?- replica el Tano.
-Yo sí, vos no sé...- retruca Juan Carlos, y me guiña un ojo.
Él ya sabía por dónde venía la mano, ya que había estado en un festejo similar, unos años atrás, también en mi cumpleaños, aunque esa vez habían sido cinco tipos los que me cogieron. En ésta ocasión sería mucho más tranqui, apenas dos...
-De eso quería hablarles...- intervengo, poniendo mis manos en los brazos de ambos, para que se calmen.
Me miran atentos, esperando quizás algún desaire o rechazo, pero lo que les digo es:
-Quiero coger con los dos...-
La explicación que les doy es simple, los dos me llamaron el día de mi cumpleaños, me hicieron lindos regalos, y cuando debía decidir con quién estar para festejarlo como se debe, no pude desechar a ninguno.
-Si alguno no está de acuerdo, que hable ahora o calle para siempre...- enfatizo terminante.
Se miran entre ellos, evaluándose el uno al otro, y se apuran en responder, casi al unísono, que no tienen ningún problema en compartirme.
Tomo un trago de mi cerveza, me levanto y les digo:
-Vamos entonces...-
No sé quién paga la cuenta, pero salimos del bar y vamos al telo, caminando por avenida Independencia, hablando de cualquier nimiedad, yo en el medio, bien resguardada por mis dos machos alfa.
En el albergue transitorio no nos ponen ningún reparo para entrar los tres a una misma habitación.
-Supongo que me van a cantar el feliz cumpleaños...- le digo tras cerrar la puerta, dejando el bolso y el abrigo en uno de los asientos.
"Qué los cumplas feliz, que los cumplas feliz, que los cumplas Mariela, que los cumplas feliz...", me cantan a dúo, haciendo el ritmo con las palmas de las manos.
Cuando terminan de aplaudir, les agradezco la canción, los regalos que me hicieron, las palabras tan lindas que me dedicaron, y acercándome beso primero a uno y luego al otro, un beso en la boca más que merecido para ambos.
-Ahora me toca soplar las velitas...- les digo, insinuante.
Rápidamente se desabrochan los pantalones, pelando cada cuál su pija.
-Bueno, los velones...- me corrijo al contemplar sus respectivos tamaños.
Se ve que la idea del trío los estaba excitando, porque los veía mucho más robustos de lo que los recordaba.
Mientras ellos se la sacuden, para entonarse, me saco la ropa... toda... quedando completamente desnuda ante sus ojos lascivos y voraces.
Doy una vueltita, como para que no se pierdan detalles de mis curvas, y agarrando los almohadones de uno de los sillones, los tiro en el suelo. Me pongo de rodillas encima de ellos, y les hago así con las manos, que vengan.
Se acerca uno por cada lado, flanqueándome con sus cuerpos encendidos y excitados. Delante de mi cara, y con sentir tan solo la calidez de mi aliento, las pijas se inflan hasta llegar a ostentar un tamaño brutal. Ninguno debe acomplejarse frente al otro, porqué los dos tienen unos buenos pijazos, de esos que, bien clavados, te dejan alucinando por unos cuantos días. Yo sé muy bien lo que les digo. Por algo me sigo reencontrando con el colectivero una y otra vez, aunque pasen los años...
Se las agarro y manoseo a placer, sintiendo en mis dedos esa tensión, esa fuerza, la energía vital ante la cuál me agrada sucumbir.
Primero les paso la lengua por los huevos, subo por el tronco, y llegando a la cima, les beso el glande a cada uno. Enrojecido y ya goteando el de Juan Carlos, mucho más amoratado el del Tano.
Chupeteo a uno y otro con fruición y avidez, comiéndome sendos volúmenes hasta ahogarme, hasta que se me llenen los ojos de lágrimas. Aún así no las suelto, se las sigo chupando, yendo de uno a otro con igual entusiasmo.
Se las escupo, empapándolas en saliva, para que fluyan mejor por mi garganta.
Mientras yo saboreo tan potentes manjares, ellos me aprietan y amasan las tetas, me retuercen los pezones, haciéndome sentir el rigor de su excitación.
Cuando vamos a la cama, me manosean por todos lados, hasta me meten los dedos por el culo.
Me tiro yo primero, soltando un gritito jubiloso, y luego ellos encima mío, tocándome, besándome, aprisionándome entre sus fibrosos y enardecidos cuerpos.
Fuego y pasión, eso es lo que siento, lujuria a la enésima potencia.
El Tano es el primero en cogerme, primero me chupa la concha, dejándomela toda ensalivada, para después treparse sobre mi cuerpo y metérmela sin mayores dilaciones.
De forma implícita, habíamos decidido hacerlo sin protección, ya que ése era otro gusto que pensaba darme, acabar con los dos. Así que mientras el Tano empieza a bombearme, el colectivero me pasea los huevos por toda la cara.
Yo abro la boca y saco toda la lengua, para saborearlos de pasada, sintiéndolos cada vez más calientes e hinchados.
Entre los dos se van turnando para fifarme, cambiando una y otra vez de lugar. Sale uno y yo que me quedo con las piernas levantadas y abiertas, esperando que entre el otro para seguir con el machaque.
No le dan ninguna tregua a mis labios, ni a los de abajo ni a los de arriba, ya que mientras uno me coge, se la estoy chupando al otro.
Las pijas de ambos están en su mejor momento, tan duras que la del Tano se tuerce para arriba y la del colectivero hacia un costado.
-Vamos a necesitar una entrada más...- les digo en uno de los tantos intercambios, y poniéndome en cuatro, me abro yo misma el agujero del culo.
Me lubrican entre ambos con saliva y gel, y me empiezan a culear, de nuevo por turnos, dejándome un colador por ojete.
Ya con el segundo acceso bien definido, me subo encima de Juan Carlos, y le hago una montada épica, revoleando las gomas de un lado a otro.
Impaciente por participar también, el Tano arremete por detrás, raspándose prácticamente con el colectivero, al entrar y salir cada cuál por su lado.
La sensación de tener a dos hombres adentro, al mismo tiempo, es sencillamente incomparable, al principio puede resultar un poquito incómodo, quizás hasta doloroso, pero cuando ambos logran acoplarse y fluir al mismo ritmo... ¡¡¡My God...!!! No hay nada que se le parezca.
Mis dos machos encuentran enseguida la cadencia perfecta, tanto que parece que una misma pija, inmensa, me entra por el culo y me sale por la concha.
Dije que no hay nada mejor que te cojan dos tipos al mismo tiempo, me corrijo, lo supera apenas que los dos te acaben adentro, que te llenen de leche los dos agujeros a la vez.
Me gusta el semen, lo disfruto, me gusta tragarlo, sentirlo en mi piel, y aún más en mi interior, como en ese momento, que, como si se hubieran puesto de acuerdo, el tachero y el colectivero, unificando sus respectivos gremios, me explotan adentro...
Ninguno se mueve, se quedan haciéndome sanguchito, bombeándome hasta la última gota, jadeando exaltados los tres.
Luego de un rato nos despegamos, y mientras yo me quedo tirada en la cama, disfrutando las sensaciones del doble polvo, ellos aprovechan el momento para ir a mear. Cuando voy yo, en vez de pis, lo que orino es puro semen.
PLOP PLOP PLOP... Suenan los grumos de leche cayendo pesadamente en el agua del inodoro.
Vuelvo, me subo a la cama, y me acerco gateando a ellos, los beso a ambos con la lengua, para seguir luego con sus pijas, que ya están reclamando la debida atención.
Echada entre ambos, con la cola levantada, se las chupo así como están, mojadas todavía por los fluidos sexuales, comiéndolas hasta sentir que me raspan la garganta.
Les chupo hasta el semen que les quedó pegoteado en los pendejos...
Cuando la pija del colectivero está como me gusta, dura y tensa, bien afilada, me le siento encima, de espalda y me la meto por el culo.
Sus expresiones de placer al sentir como se desliza dentro de mí orificio más estrecho es todo lo que está bien en éste mundo. De cuclillas empiezo a subir y bajar, sintiendo como me golpea los intestinos al clavarse bien al fondo.
-Che, no me dejen afuera...- reclama el Tano, que se mantiene a un costado, sobándosela enérgicamente.
Lo miro, le sonrío, y abriéndome de piernas, me recuesto sobre Juan Carlos, mi espalda contra su pecho, y lo invito a unírsenos.
Con la pija en llamas, se me echa encima y me penetra por adelante, provocando en mi interior un excitante chisporroteo al rozarse, casi, con la de su secuaz de cogida.
De nuevo vuelvo a tenerlos a los dos adentro, fluyendo por cada agujero, íntegros, inmensos en su exacerbada virilidad.
PLAP... PLAP... PLAP... PLAP...PLAP... me golpean por uno y otro lado, sin piedad ni consideración alguna, como si de verdad quisieran romperme y encontrarse adentro para batirse a duelo.
Me llenan de verga, de placer, de lujuria...
El colectivero es el primero en acabar, siento el calor húmedo del semen desbordándome el esfínter... El tachero sigue un poco más, hasta que también me acaba adentro, tan o más abundante que la primera vez.
-¡¡¡Ahhhhhhh... Ahhhhhhhh... Ahhhhhhhhhh...!!!- mi goce no puede ser más perfecto.
Me doy una ducha y me maquillo, ya que estoy hecha un desastre, toda empapada en leche y con el maquillaje corrido a causa del sudor y las lágrimas que me hacían saltar cuando me mandaban sus pijas hasta lo más profundo de la garganta.
-¡Gracias chicos, fue el mejor cumpleaños que haya tenido!- les digo al salir del baño, ya vestida y arreglada.
Beso largamente a cada uno, y salimos los tres juntos del telo.
Cuando llego a mi casa son casi las siete de la noche, abro la puerta, prendo la luz y... ¡¡¡SURPRISE!!!
Mi marido me había preparado una fiesta sorpresa, allí estaban mis hijos, por supuesto, mis padres, mi suegra, mis hermanos, amigos, familiares... Ni siquiera lo había sospechado, y yo que venía de coger con dos tipos... Dos tipos que me habían inyectado tanta leche que todavía podía sentirla fluyendo en mi interior, como si la esencia vital de ambos hubiera pasado a formar parte de la mía...
Le agradezco a mi marido por la sorpresa y le doy un beso, con la misma boca que hace tan solo un rato antes estuvo chupando terribles pijazos.
Y esa fue mi fiestita sorpresa, me imagino que ya sabrán cuál disfruté más...
Les dejo unas fotitos brindando por mis flamantes 42...
Empecé a recibir saludos desde temprano. Uno de los primeros, el de Juan Carlos, el colectivero, que siempre está atento a cualquier celebración, ya sea cumpleaños, Navidad, Año Nuevo, Día de la Amistad, Día de la Mujer, incluso me saluda cuando se cumple el aniversario de la primera vez que cogimos.
Obviamente quedamos en vernos... para coger. Así que pospuse para el día siguiente algunos temas que tenía agendados para esa tarde.
Cerca del mediodía me llega un imponente ramo de flores, sin tarjeta, para no levantar sospechas, pero ya sabía que era una cortesía del Tano, que me había llamado por la mañana, para saludarme.
Me dedicó un par de palabras, alguna frase sensible, y cuando estaba por despedirse, deseándome que termine bien mi día, se me ocurrió decirle:
-¿Vamos a un telo, Tano?-
Sí, se lo propuse sabiendo que ya me había comprometido de antemano con Juan Carlos.
Obvio que no iba a aplazar a ninguno de los dos, así que lo cité en el mismo bar en el que suelo encontrarme con el colectivero cuando vamos al albergue transitorio de la calle Solís.
Luego de mi refrigerio, agarro mi bolso, mi abrigo, y me despido de mis compañeras. Todas me desean lo mejor. Ya quedamos en ir a tomar unos tragos el viernes, luego de cerrar, para festejarlo. Aquel era un día para pasarlo con mi familia, claro, luego de estar con mis amantes.
Llego al bar que está en la esquina de Entre Ríos, quince o veinte minutos más tarde de lo pactado. Al entrar al primero que localizo es a Juan Carlos, que está tomando una cerveza en una mesa junto a la ventana. El Tano está más atrás, con un café.
Ambos están atentos a la puerta, así que me ven llegar. Les sonrío a ambos y me acerco primero al colectivero, que es el que está más cerca.
Se levanta y me saluda con un beso, entregándome una rosa. Le agradezco el gesto y le pido que me acompañe. Agarra su cerveza y me sigue hasta la mesa del Tano, que se muestra sorprendido.
Lo saludo también con un beso, y los presento.
-Tano, Juan Carlos... Juan Carlos, el Tano...-
Se estrechan las manos y se miran desafiantes, como dos depredadores defendiendo su territorio.
Pedimos dos cervezas más y nos sentamos.
-¿Sos colectivero?- le pregunta el Tano a Juan Carlos, reconociéndolo por la camisa de la empresa para la cuál trabajo.
-Línea 50...- responde Juan Carlos.
-El Tano es tachero, espero que no haya rencores- les digo a ambos.
-¿Porqué? ¿Se va a quedar mucho?- replica el Tano.
-Yo sí, vos no sé...- retruca Juan Carlos, y me guiña un ojo.
Él ya sabía por dónde venía la mano, ya que había estado en un festejo similar, unos años atrás, también en mi cumpleaños, aunque esa vez habían sido cinco tipos los que me cogieron. En ésta ocasión sería mucho más tranqui, apenas dos...
-De eso quería hablarles...- intervengo, poniendo mis manos en los brazos de ambos, para que se calmen.
Me miran atentos, esperando quizás algún desaire o rechazo, pero lo que les digo es:
-Quiero coger con los dos...-
La explicación que les doy es simple, los dos me llamaron el día de mi cumpleaños, me hicieron lindos regalos, y cuando debía decidir con quién estar para festejarlo como se debe, no pude desechar a ninguno.
-Si alguno no está de acuerdo, que hable ahora o calle para siempre...- enfatizo terminante.
Se miran entre ellos, evaluándose el uno al otro, y se apuran en responder, casi al unísono, que no tienen ningún problema en compartirme.
Tomo un trago de mi cerveza, me levanto y les digo:
-Vamos entonces...-
No sé quién paga la cuenta, pero salimos del bar y vamos al telo, caminando por avenida Independencia, hablando de cualquier nimiedad, yo en el medio, bien resguardada por mis dos machos alfa.
En el albergue transitorio no nos ponen ningún reparo para entrar los tres a una misma habitación.
-Supongo que me van a cantar el feliz cumpleaños...- le digo tras cerrar la puerta, dejando el bolso y el abrigo en uno de los asientos.
"Qué los cumplas feliz, que los cumplas feliz, que los cumplas Mariela, que los cumplas feliz...", me cantan a dúo, haciendo el ritmo con las palmas de las manos.
Cuando terminan de aplaudir, les agradezco la canción, los regalos que me hicieron, las palabras tan lindas que me dedicaron, y acercándome beso primero a uno y luego al otro, un beso en la boca más que merecido para ambos.
-Ahora me toca soplar las velitas...- les digo, insinuante.
Rápidamente se desabrochan los pantalones, pelando cada cuál su pija.
-Bueno, los velones...- me corrijo al contemplar sus respectivos tamaños.
Se ve que la idea del trío los estaba excitando, porque los veía mucho más robustos de lo que los recordaba.
Mientras ellos se la sacuden, para entonarse, me saco la ropa... toda... quedando completamente desnuda ante sus ojos lascivos y voraces.
Doy una vueltita, como para que no se pierdan detalles de mis curvas, y agarrando los almohadones de uno de los sillones, los tiro en el suelo. Me pongo de rodillas encima de ellos, y les hago así con las manos, que vengan.
Se acerca uno por cada lado, flanqueándome con sus cuerpos encendidos y excitados. Delante de mi cara, y con sentir tan solo la calidez de mi aliento, las pijas se inflan hasta llegar a ostentar un tamaño brutal. Ninguno debe acomplejarse frente al otro, porqué los dos tienen unos buenos pijazos, de esos que, bien clavados, te dejan alucinando por unos cuantos días. Yo sé muy bien lo que les digo. Por algo me sigo reencontrando con el colectivero una y otra vez, aunque pasen los años...
Se las agarro y manoseo a placer, sintiendo en mis dedos esa tensión, esa fuerza, la energía vital ante la cuál me agrada sucumbir.
Primero les paso la lengua por los huevos, subo por el tronco, y llegando a la cima, les beso el glande a cada uno. Enrojecido y ya goteando el de Juan Carlos, mucho más amoratado el del Tano.
Chupeteo a uno y otro con fruición y avidez, comiéndome sendos volúmenes hasta ahogarme, hasta que se me llenen los ojos de lágrimas. Aún así no las suelto, se las sigo chupando, yendo de uno a otro con igual entusiasmo.
Se las escupo, empapándolas en saliva, para que fluyan mejor por mi garganta.
Mientras yo saboreo tan potentes manjares, ellos me aprietan y amasan las tetas, me retuercen los pezones, haciéndome sentir el rigor de su excitación.
Cuando vamos a la cama, me manosean por todos lados, hasta me meten los dedos por el culo.
Me tiro yo primero, soltando un gritito jubiloso, y luego ellos encima mío, tocándome, besándome, aprisionándome entre sus fibrosos y enardecidos cuerpos.
Fuego y pasión, eso es lo que siento, lujuria a la enésima potencia.
El Tano es el primero en cogerme, primero me chupa la concha, dejándomela toda ensalivada, para después treparse sobre mi cuerpo y metérmela sin mayores dilaciones.
De forma implícita, habíamos decidido hacerlo sin protección, ya que ése era otro gusto que pensaba darme, acabar con los dos. Así que mientras el Tano empieza a bombearme, el colectivero me pasea los huevos por toda la cara.
Yo abro la boca y saco toda la lengua, para saborearlos de pasada, sintiéndolos cada vez más calientes e hinchados.
Entre los dos se van turnando para fifarme, cambiando una y otra vez de lugar. Sale uno y yo que me quedo con las piernas levantadas y abiertas, esperando que entre el otro para seguir con el machaque.
No le dan ninguna tregua a mis labios, ni a los de abajo ni a los de arriba, ya que mientras uno me coge, se la estoy chupando al otro.
Las pijas de ambos están en su mejor momento, tan duras que la del Tano se tuerce para arriba y la del colectivero hacia un costado.
-Vamos a necesitar una entrada más...- les digo en uno de los tantos intercambios, y poniéndome en cuatro, me abro yo misma el agujero del culo.
Me lubrican entre ambos con saliva y gel, y me empiezan a culear, de nuevo por turnos, dejándome un colador por ojete.
Ya con el segundo acceso bien definido, me subo encima de Juan Carlos, y le hago una montada épica, revoleando las gomas de un lado a otro.
Impaciente por participar también, el Tano arremete por detrás, raspándose prácticamente con el colectivero, al entrar y salir cada cuál por su lado.
La sensación de tener a dos hombres adentro, al mismo tiempo, es sencillamente incomparable, al principio puede resultar un poquito incómodo, quizás hasta doloroso, pero cuando ambos logran acoplarse y fluir al mismo ritmo... ¡¡¡My God...!!! No hay nada que se le parezca.
Mis dos machos encuentran enseguida la cadencia perfecta, tanto que parece que una misma pija, inmensa, me entra por el culo y me sale por la concha.
Dije que no hay nada mejor que te cojan dos tipos al mismo tiempo, me corrijo, lo supera apenas que los dos te acaben adentro, que te llenen de leche los dos agujeros a la vez.
Me gusta el semen, lo disfruto, me gusta tragarlo, sentirlo en mi piel, y aún más en mi interior, como en ese momento, que, como si se hubieran puesto de acuerdo, el tachero y el colectivero, unificando sus respectivos gremios, me explotan adentro...
Ninguno se mueve, se quedan haciéndome sanguchito, bombeándome hasta la última gota, jadeando exaltados los tres.
Luego de un rato nos despegamos, y mientras yo me quedo tirada en la cama, disfrutando las sensaciones del doble polvo, ellos aprovechan el momento para ir a mear. Cuando voy yo, en vez de pis, lo que orino es puro semen.
PLOP PLOP PLOP... Suenan los grumos de leche cayendo pesadamente en el agua del inodoro.
Vuelvo, me subo a la cama, y me acerco gateando a ellos, los beso a ambos con la lengua, para seguir luego con sus pijas, que ya están reclamando la debida atención.
Echada entre ambos, con la cola levantada, se las chupo así como están, mojadas todavía por los fluidos sexuales, comiéndolas hasta sentir que me raspan la garganta.
Les chupo hasta el semen que les quedó pegoteado en los pendejos...
Cuando la pija del colectivero está como me gusta, dura y tensa, bien afilada, me le siento encima, de espalda y me la meto por el culo.
Sus expresiones de placer al sentir como se desliza dentro de mí orificio más estrecho es todo lo que está bien en éste mundo. De cuclillas empiezo a subir y bajar, sintiendo como me golpea los intestinos al clavarse bien al fondo.
-Che, no me dejen afuera...- reclama el Tano, que se mantiene a un costado, sobándosela enérgicamente.
Lo miro, le sonrío, y abriéndome de piernas, me recuesto sobre Juan Carlos, mi espalda contra su pecho, y lo invito a unírsenos.
Con la pija en llamas, se me echa encima y me penetra por adelante, provocando en mi interior un excitante chisporroteo al rozarse, casi, con la de su secuaz de cogida.
De nuevo vuelvo a tenerlos a los dos adentro, fluyendo por cada agujero, íntegros, inmensos en su exacerbada virilidad.
PLAP... PLAP... PLAP... PLAP...PLAP... me golpean por uno y otro lado, sin piedad ni consideración alguna, como si de verdad quisieran romperme y encontrarse adentro para batirse a duelo.
Me llenan de verga, de placer, de lujuria...
El colectivero es el primero en acabar, siento el calor húmedo del semen desbordándome el esfínter... El tachero sigue un poco más, hasta que también me acaba adentro, tan o más abundante que la primera vez.
-¡¡¡Ahhhhhhh... Ahhhhhhhh... Ahhhhhhhhhh...!!!- mi goce no puede ser más perfecto.
Me doy una ducha y me maquillo, ya que estoy hecha un desastre, toda empapada en leche y con el maquillaje corrido a causa del sudor y las lágrimas que me hacían saltar cuando me mandaban sus pijas hasta lo más profundo de la garganta.
-¡Gracias chicos, fue el mejor cumpleaños que haya tenido!- les digo al salir del baño, ya vestida y arreglada.
Beso largamente a cada uno, y salimos los tres juntos del telo.
Cuando llego a mi casa son casi las siete de la noche, abro la puerta, prendo la luz y... ¡¡¡SURPRISE!!!
Mi marido me había preparado una fiesta sorpresa, allí estaban mis hijos, por supuesto, mis padres, mi suegra, mis hermanos, amigos, familiares... Ni siquiera lo había sospechado, y yo que venía de coger con dos tipos... Dos tipos que me habían inyectado tanta leche que todavía podía sentirla fluyendo en mi interior, como si la esencia vital de ambos hubiera pasado a formar parte de la mía...
Le agradezco a mi marido por la sorpresa y le doy un beso, con la misma boca que hace tan solo un rato antes estuvo chupando terribles pijazos.
Y esa fue mi fiestita sorpresa, me imagino que ya sabrán cuál disfruté más...
Les dejo unas fotitos brindando por mis flamantes 42...
26 comentarios - Mi fiestita sorpresa...
Feliz cumple 🎂🎉
que linda fiestita..
que lindas fotos.
Que sigan los relatos. Van 10 pts
Se viene el tercero para que cuide tu marido?
Feliz cumple Marita
Feliz cumpleaños