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PDB 22 Quiero probar tu sushi (V, parte I de II)


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Compendio III


En casa, se nos estaba dando una situación particular.

Luego de cenar y en la privacidad de nuestra habitación, Marisol y yo nos involucramos en una tranquila discusión. Para ninguno de nosotros era desconocido que la situación del sushi se nos estaba saliendo de las manos.

PDB 22 Quiero probar tu sushi (V, parte I de II)


No se trataba de que yo perdiese gran parte de la tarde del sábado repasando con Cheryl “una y otra vez” sus lecciones sobre cómo preparar un buen sushi (De hecho, ese es el aspecto que más disfrutamos del acuerdo en el dormitorio…).

Tanto mi esposa como yo nos hemos dado cuenta de que, irónicamente, el consumo excesivo de sushi de las pequeñas les está ocasionando estragos. Por una parte, Marisol piensa que las niñas han ganado peso, mientras que yo me he fijado que están teniendo problemas digestivos.

A causa de esto, nos pusimos de acuerdo para realizar una intervención con las niñas, al darnos cuenta de que esta desmedida costumbre de comer sushi las está perjudicando, a pesar de lo mucho que lo disfrutan.

Por este motivo, tuvimos que sentarnos con ellas y llegar a un acuerdo. De ahora en adelante, solo traería un rollo de sushi para cada una, permitiéndole a las niñas un amplio tiempo de deliberación para la semana siguiente.

Aunque aceptaron de mala gana, la promesa del preciado rollo de salmón, la última variante por probar les proveyó una chispa de ilusión ante las nuevas restricciones.

Aun así, la misma Cheryl estaba confundida sobre por qué le seguía enseñando a preparar más recetas.

tetona


Thursday, 4:52 PM |GMT: 6:52 AM

Marco (M): Hola, Cheryl. ¿Cómo estás?

Cheryl (C): Hola, Marco. Bastante bien. Ansiosa de hablar y estar contigo. ¿Cómo estás tú?

M: Bien. Disfrutando los últimos días de descanso. Te escribía para hablar sobre nuestra reunión del sábado. Mis hijas quieren que te enseñe a preparar sushi de salmón.

C: Mmh… No lo tomes a mal, Marco. Pero ¿Por qué quieres seguir enseñándome más recetas?

M: Es que a mis hijas les interesa que mejores tu preparación. ¿Por qué? ¿No quieres seguir con las lecciones?

C: ¡No! ¡No! No es nada de eso. En realidad, paso toda la semana ansiosa porque llegue el sábado y vengas a visitarme, porque me encanta probar tu sushi. Pienso constantemente en tu sabor, en el grosor de tus rollos… y por eso me preguntaba, hasta cuándo me quieres enseñar.

Ya podrán imaginar cómo me sentía al leer esas palabras…

M: A decir verdad, esta es la última variante que me queda por enseñarte y creo que es importante que la aprendas.

C: Pero ¿Por qué? Me he dado cuenta de que lo que hace más rico a tu sushi es tu deliciosa salsa de soya casera. Es exquisita. Cada vez que la trago, siento en mi paladar un calor intenso que envuelve todo mi cuerpo, al punto que me dan ganas de probarla una y otra vez. Y en realidad, me encuentro extremadamente ansiosa por prepararla. Porque como tú me sugeriste, compré los ingredientes para poder saborearla yo misma, directamente, y me muero de sed por probarla junto con tus maravillosos rollos…

En pocas palabras, me confirmaba que estaba caliente, que le gustaba mi semen y que había ido al médico para conseguir anticonceptivos…

Aunque la sentía dura como un cincel, tenía que darle el argumento literal.

M: Mira, entiendo que te guste mucho mi sushi. Y, a decir verdad, también me encanta mucho probar el tuyo, en especial, ahora que sé lo mucho que te gusta mi salsa de soya casera, por lo que te daré bastante para que la prepares, la pruebes por ti misma y disfrutes del sabor. Sin embargo, no debes olvidar que el motivo principal por el que empecé a enseñarte fue porque mis hijas me pidieron que les preparase unos rollos. Y si bien, ya no eres una novata preparando sushi, ciertos ingredientes tienen propiedades únicas y preparaciones diferentes que mejoran considerablemente la sensación al paladar,por lo que mi idea es someterte a nuevas experiencias que te ayuden a aumentar el sabor de tus preparaciones. Quiero enseñarte a trabajar con cada una de ellas y llevar tus habilidades hasta el siguiente nivel, ¿Entiendes?

C: Sí, Marco. Claro que lo entiendo. Y estoy muy excitada por aprender más cosas contigo. Agradezco mucho que me dediques tanto tiempo a enseñarme cosas tan placenteras. Y pondré todo de mi parte para seguir tus instrucciones como más lo desees. ¡Espero ansiosa porque llegue el sábado!¡Te estaré esperando! ¡Nos vemos a las 2!

Afortunadamente, Marisol estaba desocupada. Bastó un par de gestos para llamar su atención y llevarla al dormitorio…

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Esa tarde de sábado, se podía notar físicamente el enorme cambio en la personalidad de Emma. Me esperaba con una falda delgada de algodón rosada hasta las rodillas, bastante llamativa y con un estampado simpático; una blusa naranja entallada, aunque con un tentador escote; zapatos de tacón bajo, que ensalzaban su retaguardia y un par de aretes.

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Incluso, llegué a notar algo de labial y rubor en sus mejillas, por lo que no solo buscaba verse bonita para mí, pero colorida y atractiva para el resto.

Nos besamos con pasión al saludarnos, pero ella, mucho más osada,tomó mi mano y la apoyó sobre su falda, obligándome a apretarle la nalga.

·        ¿Te molesta que te salude así?– preguntó, al soltar mis labios y mi lengua.

Soltó un suspiro molesto al ver la heladera donde traía las tiras de salmón. Era claro que las lecciones de sushi habían mutado hacia sesiones intensas de sexo.

E imitando la semana anterior, subió la escalera meneando su trasero enérgicamente. Sin embargo, al avanzar a un paso más rápido y al llevarme 2 peldaños de ventaja, no podía distinguir el color de su ropa interior, al punto que no me di cuenta de que hizo lo mismo de la semana anterior al llegar a su último peldaño: se detuvo de improviso y levanto su falda.

Como lo esperaba, no llevaba ropa interior y choqué directamente con su trasero virgen.

·        ¡Fíjate dónde caminas! –comentó ella, en un tono de broma inocente.

(Watch your step!)

Sin embargo, yo no desperdicié la oportunidad de lamer el agujero de su virgen trasero, afirmándolo con ambas manos.

Sus piernas instantáneamente flaquearon y soltó un suspiro y tono de voz seductor al sentir mi tibia lengua degustando su agujero posterior.

·         Aggh… ¿Qué… me estás haciendo?

Aun así, tenía que contenerme. Después de todo, le había dado mi palabra a Isabella que sería ella la primera en disfrutarme por detrás.

La besé, al notarla intrigada por mi acción.

-         ¡No es nada! ¡Son lecciones de sushi que te daré más adelante! – le respondí en tono bromista.

El rostro de Cheryl era un poema, porque parecía creer que no había más lecciones por aprender.

Llegamos al departamento y manifestó su molestia al verme montar la arrocera, la heladera con el salmón y la bolsa con el nori.

·        ¿Por qué seguimos haciendo esto?– preguntó, al verme montar la tabla de cortar y empezar a sacar las tiras de salmón una a una. – He comido tanto sushi el último tiempo… pero no he comido suficiente de esto.

Me asombraba el nivel de seguridad de Cheryl con el que, sin ningún recato, me agarraba los testículos con plena confianza y masajeaba mi falo.

Incluso, su mirada se tornaba un poco libidinosa al saber que me agradaba su tacto.

·        ¡No sé cómo te puedes contener así! – me susurró sensualmente en la oreja, envolviendo mi brazo entre sus montañas de carne. – Con solo verte, me empiezo a mojar y solamente, pienso tenerte dentro de mí. ¡Te ves tan sexy!

Satisfecha de verme estupefacto y que aquello que acariciaba en sus tibias manos tomaba una mayor consistencia, tuve que responderle.

-         ¡Es cierto, Cheryl! A mí también me encantaría tomarte apenas llego para acá… pero me he dado cuenta de que es mucho más difícil parar de hacer algo que disfrutas, a empezar a hacer algo que te desagrada menos y dejar el placer para el final. ¡Créeme que tú y yo hoy lo vamos a disfrutar por horas! Pero si quieres ayudarme, prepara el nori con el arroz, mientras yo me voy encargando de las tiras de salmón.

Con bastante brío, fue interesante ver cómo había pulido sus habilidades, dado que para la preparación de la envoltura del sushi era ya la de una experta, distribuyendo el arroz uniformemente a través del nori.

No obstante, le llamaba la atención mi lentitud al preparar el salmón, dado que antes de soltar las tiras, masajeaba cada una de las tiras con un toque gentil, con mis expertos dedos trabajando con cariño y precisión.

·        ¿Me podrías decir qué es lo que haces? – consultó con una impaciencia palpable en su sonrisa.

Tuve que parar, pensando en cómo responder la pregunta. Sin embargo, tuve que ser sincero.

-         Honestamente, Cheryl, no estoy completamente seguro. – reconocí con una sonrisa nerviosa. – Pero cuando visitamos Japón en nuestra luna de miel, me di cuenta de que el maestro de sushi hacía lo mismo. Cuando le pregunté al respecto, respondió que tampoco sabía bien, pero que era una tradición pasada por sus ancestros.

Cheryl, intrigada y divertida por mi vaga respuesta, se acercó a ver tentada por su curiosidad.

·        ¿Y hace la diferencia?

-         De acuerdo con el maestro de sushi, así es. – respondí satisfecho, al ver que mi explicación no le había parecido completamente ridícula. – Al parecer, mejora el sabor del salmón, a medida que libera sus jugos naturales y ablanda la carne. Incluso me contó de que, a pesar de sus años de práctica, todavía le tomaba varios minutos para masajear adecuadamente cada tira y que, según sus clientes, ellos encontraban que sus rollos de salmón tenían un sabor particular. Por otro lado, me he dado cuenta de que Marisol y las gemelas disfrutan más cuando masajeo el salmón a conciencia, que hacerlos de forma impetuosa. Por eso, quería enseñarte esta preparación para el final.

·        ¿Por qué? – Preguntó, con los ojos brillando en curiosidad, al seguir el movimiento incesante de mis dedos.

-         Porque las cosas más deliciosas toman tiempo en prepararse, y la espera y ansiedad hacen que valga la pena.

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Cuando se lo explicaba a Marisol, le decía que por eso no creía que los años donde éramos “solamente amigos” fueran una pérdida, porque ahora, no podemos tener suficiente el uno del otro.

+       Sí… pero a mí, me hiciste casi morirme de hambre por probar tus juguitos sin condón. – me respondió en uno de sus coquetos pucheros.

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Como fuese, no pasó mucho para que la mente de Cheryl reconociera algo en mis toques.

-         ¿Qué? – le pregunté, al notar su repentina sonrisa.

·        No. Es solo que recordaba lo hábil que eras conmigo aquí abajo. – señaló, levantándose la falda y mostrándome su entrepierna, señalando su clítoris hinchado. – y me preguntaba si esto tiene que ver con aquello.

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Para mí, eso fue la señal que había tenido suficiente con la preparación de sushi. Tenía suficiente para armar unos 3 rollos, más o menos, pero la calentura podía más en ambos.

La besé, apoyándola en la pared y levantándole la falda. Cheryl suspiraba a medida que le agarraba uno de sus pechos por encima de su blusa y con mi otra mano, metía mis dedos ansiosos en su suculento sexo.

·        ¡Agh! ¡Sí! ¡Agh! ¡Sí! ¡Mételos más adentro! – suspiraba la seductora docente.

Pero en esos momentos, yo ya estaba completamente hinchado en los pantalones y aunque metía mis dedos y los sacaba con gran pericia y agilidad de su refrescante interior, mi bastón de carne se tornaba molesto al querer entrar en acción.

Al notar los torpes movimientos de mi herramienta presa bajo la tela y a pesar de que mis dedos ya le otorgaban placer, sus manos se movieron desesperadas por liberarme.

·        ¡Déjame probarla un poco! ¡No la he comido en una semana!

Y vaya que sí se notaba. Su boca estaba cálida y su lengua recorría de cabeza a base en una tira maravillosa.

Cheryl la tomaba entre sus manos, la agitaba en sus regordetes labios y le daba profundas lamidas a la cabeza, tal cual una actriz porno.

·        ¿Te gusta que te haga esto? ¿Te gusta que te haga feliz? – preguntaba ella sin dejarme responder, a punto de hacerme una garganta profunda.

No me cabían dudas que le gustaba el sabor de mi carne. Se atragantaba, la lamía y la chupaba de manera incesante. De haberla dejado seguir, me habría hecho acabar sin problemas.

Pero quería metérsela. Ya no había excusas para usar condones. Ella me deseaba y yo, a ella.

·        ¡Es muy grande! – comentó ella,en una mezcla entre excitación y temor.

-         Bueno… sí. Pero ya la has sentido adentro.

·        Sí… pero ahora, me vas a acabar adentro. – señaló con mayor excitación.

Y me di cuenta de que Cheryl quería probarme de una manera especial. Nos arrimamos en el sofá, con ella, su majestuoso cuerpo, sus enormes pechos y su chorreante entrepierna, mirando cómo yo me acostaba para sentir la ardiente conexión entre nosotros.

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Fue soltando su cuerpo de a poco, como si disfrutase cómo iba estirando su cuerpo. La cabeza prácticamente entraba sin dificultades. La había usado y ensanchado tanto que, a lo sumo, le ocasionaba un leve quejido.

De a poco, fui avanzando en ella. Estaba ardiente y era toda una experiencia distinta que hacerlo con preservativo, por esa sabrosa mezcolanza entre ardor y humedad en su templo de placer.

Alcanzó a meterse 4/5 y se sintió llena. Estábamos casi a presión uno del otro. Se empezó a menear lento, como si se asegurase que no estaba soñando.

De a poco, sus movimientos de cadera empezaron a subir de velocidad, como si antes se tuviera que asegurar que todos sus tejidos pudiesen sentirme en su interior.

Repentinamente, meneó la cadera de forma tal, que mi grosor comprimió su clítoris desde dentro y soltó un suspiro.

Y empezó a galoparme de manera formal. Sus enormes carnosidades mamarias se veían imponentes y con sus sacudidas, vibraban de una forma escandalosa.

Soltó otro suspiro al sentirme sujetárselas. Pensaba en esos momentos que, con solo unas pocas semanas, tenía a esta voluptuosa mujer de 28 años, dichosa de poder cabalgarme sin usar condón.

Y, aun así, quedaba por probar su trasero que, por lo visto, estaba gustosa por entregármelo.

 Su voz sensual empezó a quejarse. Confieso que en ningún momento me he considerado bueno para la cama. Pero solo ver a esa maravillosa mujer moverse y gemir de esa manera, me hacía considerar que al menos, tenía yo algo bueno.

Pero al parecer, menearse así para ella no era suficiente. Se volvió hacia mí, buscando mis labios, mientras que su cintura quedaba libre para que ella se moviera a un ritmo avasallador.

Podía darme cuenta de que le empezaba a gustar todo de mí: mis ojos, mis labios, mi cintura, mis brazos…

No le importaba que estuviese casado. Ni mucho menos, que mi hijo fuese uno de sus alumnos.

Para ella, yo era el motivo de sus masturbaciones. La razón porque la semana se hacía tan larga y la tarde del sábado, extremadamente corta. El motivo por el que se vistiera más escotada y porque sus faldas fueran más cortas, ligeras y sugerentes.

Sus pechos colgaban fuertemente sobre mi torso, sudando copiosamente. Sus ojos, entrecerrados, disfrutaban cómo destilaban con generosidad sus jugos desde su entrepierna, soltando ocasionales gemidos cuando el placer se volvía simplemente intolerable.

En mi mente, tratando de seguirle el paso, me la imaginaba a ella 10 años atrás: 18 años, un poco más joven que mi ruiseñor. ¿Habrá sido igual de voluptuosa? ¿Algún profesor la habrá mirado con malos ojos?

·        ¡Ah, sí! ¡Ah, sí! ¡Qué grande!¡Me quemas! ¡Te amo! -confesó en un momento donde el placer la superaba.

Pero a mí me faltaba llegar. Sabía que yo la estaba calcinando. Que su cuerpo y sus enormes tetas me volvían loco, pero no me iba a echar para atrás.

Tenía que montarla yo. La tenía a mi merced. Su boca, al sentir que mi avance era superior a su mayor esfuerzo, buscó la mía con desesperación. Sus quejidos se agolpaban en mis labios, mientras que su lengua, confundida, no sabía si acariciar la mía o dejar escapar su placer.

·        ¡Ah, así! ¡Así! ¡Más adentro!¡Más adentro! ¡Oh, dios! ¡Oh, dios! ¡Ahh! ¡Ahh! ¡Me vas a matar!

Su vientre había descendido de nuevo y estaba presionando su punto más profundo. Sus pechos bailoteaban frenéticamente. El morbo, la calentura, el riesgo de embarazarla me tenían desquiciado y por lo mismo, me aguantaba hasta las últimas consecuencias.

Sabía, en mi arrogancia, que no habría vuelta atrás para ella. Que, de ahora en adelante, si encontraba a alguien más, pensaría en mí para siempre…o bien, hasta que conociera a alguien que la tuviese más grande y que pudiese aguantar más que yo.

Que podría acudir a ella cuando me diese la gana y podría cogérmela de la mejor manera que se me ocurriera. Era ya mi puta. Mi esclava. Mi sierva del placer.

Incluso, podría empezar a negociar con ella para cogérmela en la escuela. Porque ese fue mi mayor morbo el primer día que la conocí: de poder follarla todos los días, después de buscar a Bastián.

Tenerla de viciosa. Adicta.

Que al igual que Emma, cada vez que estuviera a solas conmigo, me sonriera nerviosa. Excitada.
Deseosa porque me desfogara con ella.

Su cuerpo me recibía hasta la base, lo cual le hacía disfrutarlo mucho. Mientras remachaba incesantemente lo más profundo de su ser, me preguntaba qué había cambiado en mí los últimos años.

Sabía que cuando Marisol se enamoró de mí, apenas levantaba las miradas de las chicas. Pero ahora, resultaba que no solamente Cheryl me deseaba, sino que también Emma, Aisha y más que todas, Isabella.

+       ¡Es que tú siempre has sido lindo! Solo que nunca te has dado cuenta. – respondía mi tierno ruiseñor cuando le pregunté.

Pero para esa altura, me costaba continuar. El interior de Cheryl hacía una especie de excitante embudo sobre mi glande, que cada vez, me apretaba más y más. Por otra parte, se veía extremadamente sexy: sus ojos intensamente cerrados, sus pechos bailoteando a ritmo uniforme, sus quejidos mezclados entre dolor y placer…

Por lo que ya, llegando a mi limite, embestí con todo y profundamente, haciéndole que gimiera deliciosamente, como si aguantara la respiración.

·        Agghh… ¡Aha! ¡Aha!... Agghh…¡Ahh! ¡Ahh!... Ngh… ¡Haa! ¡Haa!

Cada detonación, parecía envolverla en alivio. Su cuerpo se tornó manso. Bello. Delicado.

Hermosa mujer


Si bien, minutos antes, pensaba en ella como una puta, al verla así de sumisa, tierna y maravillosa, no podía contener mis labios por volver a besarla.

-         ¿Lo disfrutaste? – le susurré al oído, sintiendo cómo el vapor de su cuello y su pelo impregnaban el ambiente.

·        ¡Sí! ¡Es lo mejor que me he sentido en mi vida!

Y nos empezamos a besar, explorando nuestros cuerpos mientras disfrutábamos de nuestro éxtasis.
En particular, a ella parecía gustarle mi trasero, o bien, tenerme dentro de ella, puesto que estuvo fieramente prendida de mis nalgas sin soltarme.

Sin embargo, yo palpaba esos cálidos y enormes melones, arrebatándole algunos gemidos. Todavía no le había sacado orgasmos a través de sus pechos. Sus nalgas, por otra parte, generosas y redondas, se sentían tersas y elásticas. Vale decir que, aunque Cheryl no hacía ejercicio ni se preocupaba por su figura, su trasero se sentía maleable y exquisito, al punto de que, con un poco de presión, se hundían como si fuesen malvaviscos.

Pero era su cintura su fuente de aflicción. De la misma manera que pasaba con mi suegra, al agarrarle los rollitos, todo encanto desaparecía en ella: volvía Cheryl en sí y me tomaba las manos, tratando de sacarme de aquello que ella misma reprochaba de su cuerpo, sin darse cuenta de que, al tenerla tan vulnerable, era algo simplemente maravilloso.

·        Por favor, no toques ahí. –demandó con seriedad.

-         ¿Por qué? – pregunté en un tono bromista y desafiante.

·        Porque no me gusta que la gente se fije en eso. Por eso. – respondió con un tono de molestia y rencor.

Tomé su rostro y la besé nuevamente.

-         Sabes que te amo, ¿Cierto? Que encuentro todo sexy de ti…

Giró sus ojos y sus mejillas se encendieron. Pero quizás, su mejor confirmación llegó desde mi entrepierna.

Ya había recuperado consistencia y se disponía a entrar al segundo asalto.

sexo sin condon


Sus gemidos se tornaban agónicos, al notar que aquello que antes había tardado tanto tiempo en llegar en su más tierno lugar, ahora presionaba directamente sobre ella.

Sus piernas, al igual que Marisol, Emma y tantas otras, me envolvían tiernamente entre los muslos. No quería soltarme.

Pero extrañamente, empezó a rehuir mis besos en la boca. No que realmente me importase, porque me dejaba campo abierto para probar sus pechos.

Los succionaba con calma y pasividad, encargándome de chupar la tetilla por completo. La maestra de mi hijo suspiraba silenciosamente, al sentir cómo poco a poco, me iba apoderando de su teta, succionando de manera constante y perdiéndome en el blanco de su masivo pecho.

Soltó otro suspiro al sentir que hice lo mismo con la otra teta, mientras seguía meneando mi cadera en lo más profundo de ella, que poco a poco, empezaba a reaccionar y a apretarme, para estrujar otra ración de semen en lo más profundo de su ser.

El tenue sabor salado de su piel me hacía creer que esta segunda teta era una especie de bastión olvidado de una antigua civilización, perdida en medio del desierto.

Sin embargo, el calor proveniente de este y la blandeza de su cálida y nívea piel me hacía entender que no todo estaba perdido, porque claramente había vida.

Una vez más, su boca soltaba esos gemidos que parecían aferrarse a la vida.

·        ¡Aggh! ¡Aghhh! ¡Ahhh!

Pero a pesar de que iban acompasados con mi movimiento de cadera, sabía que eran más por mis atenciones hacia sus pechos.

Podía sentir cómo ella empezaba a fluir nuevamente, producto de mis acciones.

Y como si se tratase de un cuadro renacentista, donde la visita de un cometa es adornado con un rostro sonriente del astro, busqué sus labios sedientos.

Mis manos se prendían de la calidez de sus pechos, estrujándolos y tirándolos del pezón, mientras que su lengua maravillosa se movía en frenesí.

Sus piernas envolvían mi muslo, pero más que forzándome a penetrarla más fuerte, me abrazaban, como si fueran una bufanda.

·        ¡Así! ¡Ahh! ¡Así! ¡Mmh! ¡Sigue así! ¡Agh! ¡Por favor! – suplicaba, ansiosa por sentir placer.

Y una vez más, estaba presionando su punto más profundo y sensible, haciendo que una vez más, ese cometa abandonara alocado mis labios.

Me perdía en el intersticio de sus pechos. Cálidos, brillante y sudorosos. Sus pechos carnosos y tentadores se sacudían en su máxima expresión. No tenía más opción que probarlos.

Más apretaba su cuerpo al hacerlo. Sus gemidos otra vez volvían a hacerse intensos, alcanzando el tono entremezclado de súplica, queja y placer.

·        ¡Oh, sí! ¡Oh, sí! ¡Oh, Dios!¡Estás ahí! ¡Otra vez! ¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Más fuerte! ¡Más fuerte! ¡Ahh! ¿Qué me haces? ¡Mmh! ¿Qué me haces? ¡Ahhgh! ¡Ahhgh! ¡No pares! ¡No pares! ¡Oh, Dios!¡Oh, Dios! ¡Sí! ¡Sí! ¡Ahí! ¡Aghh! ¡Ahí! ¡Ahí! ¡Aghhh! ¡Tan adentro! ¡Tan adentro! ¡Ahh! ¡Ahhhh! ¡Dame más! ¡Quiero más! ¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! ¡Vente conmigo! ¡Lléname adentro! ¡Agghh! ¡Aghhh! ¡Un poco más! ¡Vamos! ¡Sigue así!¡Agghh! ¡Agghh! ¡No aguanto más! ¡Por favor, vente! ¡Vente! ¡Adentro! ¡Sí! ¡Más adentro! ¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! ¡Agghhh! ¡Aggghhhh! ¡Ahhhh! ¡Sí! ¡No la saques!¡No la saques! ¡Lléname! ¡Lléname! ¡Es tanta leche! ¡Aghh! ¡Me quemas por dentro! ¡Sí! ¡Sí! ¡Ahí! ¡Aghhhh!

A medida que mis espasmos morían dentro de ella y me perdía nuevamente en el remanso de sus pechos, Cheryl estaba completamente sudada y agitada. Podía sentir cómo mi semen la desbordaba, hinchando el intersticio entre mi pene y su vagina. Incluso, podía sentir cómo sus conductos vaginales me engullían, como si no tuviesen intención de soltar gota de su colapsada matriz.

Una vez más tranquilos y recuperando nuestro aliento, ella abrió sus ojos y me miró sonriente y diáfana.


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1 comentarios - PDB 22 Quiero probar tu sushi (V, parte I de II)

eltrozo896
Ufff !!!
La vas a dejar preñada a la profe