Algunos amigos nos habían olvidado, sin embargo nosotros teníamos enemigos que no podíamos ignorar. Algunas sectas fueron cayendo y a las que quedan todavía les resta enfrentarnos.
Pero entre ellos, existen otras historias. Intimidades que nos llegan de a centenas para que sean compartidas.
Esta es una de ellas.
Y con ella decidimos volver.[/b]
Juegos para bocas calladas - 1
La vida de mi marido no fue la misma desde aquel día en que le confesé mis fantasías. Le gustaron, no puedo decir que no. Pero también lo llenaron de miedos. Esa sensación de no animarse bajo el pretexto de que “esas son situaciones para leer, o inventar. Pero nunca me pasarían a mi. Nunca tendría el valor de llevarlas a cabo”. Hasta que me contacte con ustedes.
Es por eso que les quiero contar como un conjunto de simplezas lograron una explosión en nuestra vida sexual y como les gustan los detalles, intentaré no pasar por alto ninguno de ellos.
- No me siento deseada. – le dije al final de una discusión. Nuestra vida sexual había cambiado tanto que lo único exitante que compartíamos juntos, eran solo recuerdos.
- Yo te deseo. – respondió.
No me alcanzaba. No quería palabras. Y entonces decidí que lo mejor era contactarlos.
- No me entendes, pelotudo. No me entendes. Necesito verte destruido de tanto desearme. A tal punto de que te enojes, si no me tenes.
Pero seguía sin comprenderme. Y en un ejemplo revelé mi fantasía.
- Quiero que te desesperes por verme comiendo a otra boca. Que sepas que me perdes. Que perderme para siempre es más fácil de lo que te imaginas. Quiero que sepas que me puedo arrodillar para otro hombre y ser mas puta con él que lo que soy con vos.
Fueron esas palabras exactas las que provocaron en mi marido el primer pinchazo en su corazón. O en su ego como me enseñaron después. Yo continué. No era momento de mostrar piedad.
- ¿Te pensas que no me calienta chuparle la pija a un desconocido? ¿Qué tu pito es el único morbo que tengo? Le pediría por favor que me acabe en la garganta, que me guarde el semen día tras días, noche tras noche mientras le muestro las partes de mi cuerpo que quiera en mensajitos de telegram. Que me mee encima, que le haría buches antes de tragarme todo lo que me de su pija. Le rogaría que me deje ser la más putita de sus amantes, con tal de verte desmayandote de las ganas de que eso no ocurra.
Mi esposo atinó a quejarse. Ya sabía lo que iba a decir. Eran amenazas de terminar la relación. Discursos interminables sobre la fidelidad, sobre la confianza, sobre cómo la había destrozado en 3 minutos. Enfermedades de ese estilo que no pensaba fumarme. En cambio yo saque una hoja con una lista de cosas que nunca habíamos hecho. Y se las leí.
- Nunca me tocaste la concha en publico.
Y creo que recién ahí se exitó.
- Nunca me agarraste de sorpresa en la cocina y tuve que dejar de cocinar para sacarme tus manos de encima. Nunca me apoyaste la pija siquiera mientras cocinaba en bombacha.
La mirada le había cambiado. El enfado continuaba. Lo conocía bien. Pero me sentí aliviada de que había comenzado a entender mi punto.
- No se pide permiso para meterle el dedo en el culo a tu esposa mientras duerme, ¿sabes? – continué. – Ni para chuparle la concha mientras se bañaba. Nunca lo hiciste.
- Yo te amo. – respondió. Aunque nunca le había preguntado eso.
Al notar que sus palabras me habían desencajado un poco, atinó a besarme. Pero lo frené. Utilicé la ocasión para hablarles de ustedes. Le conté de sus historias, que Usuario Psyexa se encargaba de este tipo de situaciones y le propuse de que se metiese de lleno en esta aventura.
- Yo también te amo. – le respondía cuando aceptó.
Esa noche fue la primera vez que se arrodilló ante mí.
Esa noche también fue la primera vez que se quedo dentro mio un buen rato luego de eyacular. Abrazandome.
Pero lo mejor estaba por llegar.
Días más tarde recibimos su primera indicación. Y lo cambió todo.
Recuerdo el nerviosismo y el miedo cuando abrimos el mail. Pensabamos que nos iban a mandar a un boliche swinger, no solo para que mi marido me vea más trola que nunca, sino que yo lo vea más pajero de lo que jamás fue. Y con otras personas. Pero no. Hicieron lo mismo tan sutilmente que al leerlo, nos aliviamos juntos, a tal punto que terminamos cojiendo de parados a un costado del sillón donde reposaba la notebook con el mail abierto.
“Aprovechen el balcon. Hombre: excite a su mujer hasta el punto de que su ropa interior quede lo más sucia de flujo posible. Repitalo tres veces, con tres prendas diferentes. Luego en la noche dejen una en la calle y esperen mirando desde su departamento a que algún hombre las recoja. Si nadie pasa en unas horas, recuperelas para repetir el procedimiento durante las noches que sea necesario. Así se hará con las tres prendas íntimas.
De ser posible no tengan relaciones sexuales hasta terminar esta etapa” (Ups)
Mi primera bombacha las recogió un cartonero que no la guardó en su carrito sino que fue a su bolsillo directamente después de olfatearlas. La segunda se las llevó un señor que paseaba a su perro a las 4 de la mañana. Misma técnica: primero a su nariz, después al bolsillo. La tercera bombachita las agarró una pendeja media borracha. Iba acompañada de otras pendejas y parecía que volvían de alguna fiesta. La piba la ficho y cuando sus amigas se adelantaron volvió y la manoteo de golpe, después de simular atarse los cordones. Ella la guardo primero en su puño y recién en la esquina vimos como la escondió debajo de su pantalón.
Con mi marido cojimos alrededor de 6 veces más entre la ilusión que nos agarraba mientras esperábamos a una persona nueva que se llevase mis flujos de regalo y la imaginación que se nos prendía cuando nos preguntábamos que estarían haciendo con ellos.
Y se ganaron nuestro respeto al entender que una fantasía sexual a veces comienza con una sensación disgustante. Aquel primer paso nos abrió las puertas a nosotros mismos.
Yo no necesitaba otra pija en la boca, ni otras manos bajo mi pollera.
Tal como les dije, quería sentirme deseada. Y él también.
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