Esta historia es la secuela pornográfica del juego de disparos y supervivencia Left 4 Dead. Tanto jugarlo, tanto ver a la sexy Zoey correteando de acá para allá matando zombies me hizo desear porque la fémina tuviera un descansito de tanta matanza. Digo ¿Qué otras cosas pueden hacer dos hombres y una mujer para pasar el rato? Debe de llegar un momento en el que el cuerpo les pide sexo y esta historia trata sobre eso.
Si no saben de qué va el juego es simple, su historia me atrevo a decir que es de las más simples: virus de origen desconocido azota la humanidad, apocalipsis zombie, cuatro sobrevivientes inmunes al virus se conocen, se abren paso por la horda en busca del ejército viajando de punto de extracción a punto de extracción, sobreviven a cada contienda hasta que uno muere sacrificándose para que el trío restante llegue a los Cayos de Florida a salvo en un bote de vela. Fin. Allí comienza esta historia.
Como suelo decir, es un relato muy inmersivo, el sexo llega, pero tarda en llegar, si son impacientes, o ya tienen el arma en la mano vayan a la parte “Trabajo en equipo”, es desde allí que el verdadero tiroteo comienza, aunque déjenme decirles, que disfrute tanto de escribir el contexto como el sexo. Si me llevó tanto tiempo terminarla es por la diversión que me dio escribirla y les recomendaría leer todo el fanfic.
Protagonistas:
Zoey
Con 20 años recién cumplidos, antes de la pandemia era una estudiante de Aldrich en Filadelfia, ganadora de una beca para estudiar cine que, sus padres temían que desaprovechara. De cabello café y ojos verdes, tras una discusión familiar tuvo que foguearse de inmediato viendo a sus padres convertidos en zombies por un invasor desconocido. De su padre policía, Wade, abatido por ella misma, tomó su primera arma para abrirse paso por la horda hasta dar con sus amigos.
Francis
Entrado en los 30, al margen de la ley y todo un camorrero, sus tatuajes atestiguan su membresía en la pandilla “legión del infierno” sin saber que la vida pondría a prueba su rudeza. Conoció la infección cuando su pareja, Sandra, a la que besaba en un callejón, le vomito encima. Sin saber lo que se venía, vio a sus compañeros caer uno a uno hasta conocer a Bill, del que tuvo que aprender tácticas de guerra y a trabajar en equipo para sobrevivir, dejando atrás una vida de delitos menores que le auguraba una estadía prolongada en prisión.
Louis
Con 27 años vivía las mieles del éxito trabajando en "Franklin Brothers" como analista de sistemas. Gozaba de tiempo libre para jugar a la Xbox, practicar tiro y ser un fiki de pura cepa hasta que en el baño del trabajo tuvo su primer encuentro cercano de tipo infectado. Tuvo que abrirse paso con uno extintor hasta que descubrió que el mundo que dejó atrás ya no volvería. Ahora esta viviendo en uno de esos juegos de disparos que tanto disfrutaba, el peligro se volvió real y apuntar es cuestión de vida y muerte.
Introducción. La historia hasta este punto
Las ironías del destino quisieron que el más preparado para la guerra, el ex combatiente de Vietnam, William “Bill” Overbeck haya caído en las garras de los infectados de la gripe verde mientras que Zoey, Louis y Francis, aquellos cuyo virus y sus mutaciones los tomó por sorpresa, le sobrevivieran.
Bill, que parecía vivir aguardando por una nueva guerra, los adoptó como la familia que tuvo (o que nunca tuvo) ni bien la infección se propagó por toda Pensilvania y luego por el mundo, aleccionándolos en el arte de la guerra para formar auténticos supervivientes.
Gracias a su sacrificio en la ciudad portuaria de Rayford, donde el cuarteto tuvo su última batalla para bajar un puente levadizo, los tres habían podido sobrevivir y llegar a un bote de vela como soñaron, con el cual podían hacer de los mares suyos, libres de la guerra entre la vida y la muerte que acontecía en tierra.
A salvo en Los Cayos, el archipiélago más austral de Florida, cuyos accesos habían sido destruidos por el ejército se encontraban salvo de la infección, el trío decidió aislarse no solo para resguardarse ellos, sino al mundo, ya que descubrieron durante su corta y accidentada estadía con el ejército tras ser rescatados en el punto de evacuación Echo, que eran tanto inmunes de la gripe verde como portadores, por lo que estuvieron esparciendo el virus por cada lugar que visitaban, como el hospital Mercy, el pueblo de Riverside, el aeropuerto de Newburg, la presa de Kinzua e incluso los bosques del Parque Nacional Allegheny. Ellos habían ayudado sin proponérselo a incrementar las filas de la muerte con cada paso que daban.
No encontraron el lugar vacío. Como cada rincón del planeta, la gripe verde parecía haber arribado con su mortal azote y por primera vez sin Bill, el trío demostró su valía limpiando una de sus islas, asegurándose de que los únicos caminantes fueran ellos. Por último, volaron los puentes restantes con explosivos e hicieron del islote el sitio perfecto para el reposo final. De todas formas, casi todos los supervivientes del lugar había intentado volar a otros países ni bien se esparció la pandemia o habían perecido por los bombardeos antes de que ellos llegaran.
El problema de la isla era que los suministros eran limitados, aunque se habían vuelto ávidos pescadores y contaban con algunas huertas precarias, necesitaban regresar a la ciudad en busca de toda clase de elementos, desde combustible para los generadores, baterías, hasta municiones, ropa y medicamentos. Ahora estaban finalizando los preparativos de un segundo viaje a alguna de las islas cercanas a Florida.
Zoey había bautizado al bote de vela como “Abuelo Bill” y estaba terminado de pintar su nombre en la proa. Ese bote había sido idea del viejo, y como toda idea que tuvo, al final siempre resultaba que estaba en los cierto.
- Nos haces tanta falta… - Murmuró la joven de cabellos café oscuro y ojos azul cielo, contemplando el nombre recién pintado. A su lado, un hombre alto, calvo y de contextura musculosa cargaba un enrome bolso con armas.
- Estaremos bien. El espíritu del viejo nos ayudará. – Sentenció subiendo el bolso con armas y bombas caseras. Se trataba de Francis, un rebelde sin causa que, tras haber cometido crímenes menores antes de la pandemia, parecía haber tomado el rol de protector que el viejo dejó vacante.
- Esta vez estamos preparados. – Agregó Zoey. – No somos inexpertos como aquella vez, esos hijos de puta no nos tomarán por sorpresa.
- ¡Eso es! ¡Patearemos culos de vampiros una vez más! – Exclamó Francis cerrando un puño enguantado con fuerza.
- Sigh… ¡Zombis, Francis, zombies! – Expresó un joven delgado y musculoso de color que traía una caja de madera con frascos con moco de boomer y un M16 colgando del hombro.
- ¡Da igual, joder! Vampiros, zombis, lo que sea. – Le dio igual como de costumbre, escupiendo a un lado. - ¿Ordeñaste la vaca, Louis? Espero que no te haya dado un manotazo como la última vez.
- Ordéñame esta, Francis. Y es la última vez que lo hago.
- ¿Dónde quedó el positivismo y los buenos modales he? - Louis le hizo un fuck you con desgano. - Uuuh que miedo, tiemblo como una nenita.
La Vaca en realidad era el nombre que le dieron al último muerto viviente en Los Cayos, un boomer encadenado y encerrado en el sótano de un depósito. Con mucho esfuerzo le habían puesto una bolsa de arpillera en la cabeza y pudieron someterlo con una cadena para ponerlo en cautiverio. Aunque al principio se turnaban para recolectar bilis de sus yagas, últimamente se habían abusado de la generosidad de Louis y antes de cada viaje le habían delegado la tarea de recolectar el moco.
Francis se encargaba de preparar el armamento y del cuidado de las armas. Para Zoey un rifle de caza M14 y dos mata zombies clásicas: SIG-sauer P220 y una Glock 17. Él siempre optó por la escopeta Banelli M4 Super 90 y un hacha de bombero para salir a decapitar infectados. Louis usaba una barreta como su héroe Gordon Freeman y había heredado el M16 de Bill. Este rifle fue cordialmente alcanzado por un sobreviviente en traje blanco que, junto a otros tres sobrevivientes, fueron ayudados a combatir una horda cuando bajaban el puente de Rayford. Había sido la última vez que vieron otras personas.
Tampoco eran los mismos improvisados de antes. No solo conocían sus armas como las palmas de sus manos, sabían armar molotovs, pipetas y frascos con bilis, también estaban uniformados para la ocasión con todo lo que habían podido encontrar, desde protectores de hockey, rodilleras, guantes militares hasta botas con punta de acero.
Zoey vestía pantalones camuflados y un chaleco militar inspirada en su ídola de ficción Sarah Connor. Louis usaba un chaleco anti balas bajo una campera camuflada y Francis, despojó a un zombi de su armadura anti disturbios atrapado en un frigorífico y le quedaba muy bien, aunque le arrancó el parche que decía “Police” para poner una placa de Harley Davidson.
- ¿Listos? – Preguntó Louis abordando el velero. - ¿Zoey? ¿Estás bien?
- Si, vamos. Solo pensaba en el viejo, él no hubiera querido que dejáramos la seguridad de la isla.
- Lo sé, pero necesitamos combustible para los generadores, medicinas, munición, comida y abundante jabón para Francis. – Bromeó Louis haciéndola reír.
- Tampoco hueles a rosas, amigo, así que cierra ese culo negro.
- Muy bien, partamos. – Aceptó la joven tomando su rifle de caza y corriendo su cerrojo. – Por Bill, limpiemos el camino de esos hijos de puta.
El último Sexshop
El trío arribo un día después a las costas de una isla sin explorar al norte, uno de los cayos más poblados del archipiélago. La mayoría de ellos, estaban totalmente deshabitados y eran parte de una de las tantas reservas ecológicas.
Antes de bajar, Louis revisó su mapa y planificaron una ruta a seguir hacia el centro y luego de vuelta al velero. Solían hacer dos o tres viajes dejando los suministros en el velero antes de pegar el viaje de vuelta. A veces, pasaban la noche en el velero o en un refugio, tratando de evitar la noche.
También contaban con un mortero para lanzar granadas de bilis en puntos estratégicos para descongestionar el camino de infectados, como ya se dijo, no eran unos improvisados, de hecho, con Francis y Louis abriéndose paso con sus armas contundentes y Zoey cubriéndolos con sus pistolas era suficiente para dejar un regadero de sangre y cuerpos por las calles de una otrora ciudad turística. La joven era la encargada de recolectar todo lo que encontraba útil y colocarlo en los bolsos.
Se detuvieron unos momentos en un destrozado quiosco donde quedaban algunos encendedores, cajas de cerillas, y artículos de librería útiles para la recreación. Lamentablemente para todos, los dulces y la comida deliciosa del mundo habían caducado en masa.
- ¡Mataría a un tank con mis manos por una lata de cerveza! – Refunfuño Francis.
- La cerveza fue lo primero que desapareció, aún puedes encontrar papel higiénico, gasolina o comida enlatada, pero cerveza, no, nada, ni una gota. – Dijo Louis que había explorado la casa de los que atendían el kiosco, encontrando suministros extra.
- ¡Odio el apocalipsis zombi!
- Chocolate por la noticia, Francis. - Refunfuñó Zoey.
Siguieron por una farmacia, donde había algunos botiquines de primeros auxilios de los que el gobierno repartió en los refugios cuando la pandemia estalló, también píldoras analgésicas e inyecciones de adrenalina, tan útiles en los apuros, que, aunque no era tan frecuentes, nunca sabía cando podían vivir una crisis. Por ultimo un supermercado donde quedaba comida enlatada dejo sus bolsos rebosantes de suministros y los obligo a volver y dejarlos en el navío.
- Ahora busquemos en las casas mientras podamos y en la gasolinera a seis calles. ¿Listos? – Propuso Louis encabezando la segunda expedición antes de que un ennegrecido cielo empezar a descargar su ira.
Como habían aprendido con el correr del tiempo, los negocios devastados y las tiendas solo tenían una pequeña fracción de los suministros, la mayoría habían sido comprados o saqueados cuando el desastre de la gripe se esparció por doquier, por ende, en las alacenas en las casas era donde se encontraban los verdaderos tesoros.
- Solo imaginen, una casa con un generador funcionando, un freezer en funcionamiento, y al abrirlo, a tope de cervezas.
- Francis, el apocalipsis zombi y la resaca no son compatibles, vamos, antes de que llueva.
- ¿Crees que podremos volver sin problemas? No quiero que me sorprenda ninguna tormenta, menos en el mar. Recuerden que no sin noticieros que nos alerten de huracanes en algún momento pueden sorprendernos. – Dijo Zoey, observando con desconfianza como las pequeñas nubes grises e inofensivas que tapizaban el cielo cuando llegaron, parecían haberse unido para formar un manto gris homogéneo.
Mientras caminaban, el trío aventuró con que les gustaría encontrar. Zoey sin dudarlo eligió una ballesta y Louis una habitación con una Súper Nintendo, consola con la que creció (volver a jugar Counter Strike con sus nuevos amigos era imposible dado al colapso de la civilización) … Francis no cambió de idea y creyó necesario recordarles su máximo anhelo.
- ¡Ya lo dije! Cerveza, whisky, vodka, y hielo, mucho hielo. Sin hielo cualquier bebida sabe a mierda.
- Vaya sorpresa, nunca diste pistas de ser un bebedor. – Dijo Zoey con sarcasmo. - ¡Siento que mi cabeza estalló como la de un zombi!
- Cierra el pico, Zoey. Unas cajas de habanos también estarían bien.
Mientras avanzaban con relajo por las calles, sobre ellos se formaban colmillos nebulosos que se cerraban ocultando el cielo. Como las tormentas de florida, esta había crecido silenciosa sobre sus cabezas a una velocidad inusitada, como si esperara el momento justo para abatirlos con rayos y chubascos.
- Chicos, se los dije, se cae el cielo, tendremos suerte si solo es lluvia, sería una mierda que tras pasar por hordas y hordas de infectados el viento terminara decapitándome con una señal de tráfico como en Destino Final.
- ¡Temerle al viento es de maricas, tenemos problemas más serios! ¡Vampiros a las doce!
Francis apunto su escopeta a un grupo de zombis y les disparó, iniciando una pequeña escaramuza en un barrio privado con residencias casi ocultas por la vegetación. El trío comenzó el tiroteo esperando no alertar a ningún mutante que pueda ponerlos en aprietos. Zoey, usando una de sus pistolas con silenciador (estos eran más difíciles de encontrar de lo que pensaron) abatió a varios con precisos tiros en la cien, sin embargo, no paraban de llegar corriendo de todas partes.
Louis cubrió a Francis de un infectado que casi lo alcanza clavándole el borde curvo de su barreta entre el hombro y el cuello, arrastrando al infectado por el suelo. Cuando la barreta se zafó quebrando la clavícula del zombie, volvió a golpearlo repetidamente hasta rematarlo. Unas manos lo alcanzaron del cuello y del susto por poco termina golpeando a Zoey.
- ¡Vámonos, están saliendo de las casas! – En efecto, tras dar un breve vistazo, vio a casi una docena de zombies que en vida habían sido gente rica y turistas corriendo hacia ellos. También se oían a otros golpeando las puertas y ventanas con frenesí, destrozando las puertas de madera con sus infectas manos desnudas.
El trio corrió por varias calles mientras recargaban sus armas y terminaron en una calle céntrica, fuera de la ruta planeada. Los habían dejado atrás cuando Louis arrojó una bomba casera que los trajo con su pitido de alarma hasta volverlos una lluvia roja de sangre y vísceras. Los zombis remanentes fueron abatidos entre los 3.
- ¡Mierda! ¡Correr con esta basura es complicado! – Se sofocó Francis descansado contra la pared en un callejón tras derribar un zombi solitario de un culatazo y pisándole la cabeza. – Ahora entiendo porque todos los capullos que llevaban esta coraza murieron de todos modos, es basura.
- Te dije que te moverías más lento. – Rio Louis. – Además parece que quieres compensar algo con esa escopeta grande y ese uniforme vistoso, solo te falta conducir un hummer.
- ¡Odio los hummer, no me relaciones con esos autos de maricas! – Refunfuñó haciendo reír al negro. - Busquemos gasolina y regresemos de una puta vez.
Sin embargo, el cielo empezaba a tronar.
- Chicos, busquemos un sitio seguro, el cielo se nos va a caer encima… podemos buscar la gasolina después.
- Estamos a solo dos calles, vamos, un último esfuerzo, luego regresaremos.
- Que quede sentado que no me gusta tu plan, Louis. - Desconfió la joven.
El trío camino por el centro en modo sigilo, alerta como felinos deambulando las calles, tratando de no enfrascare en batallas innecesarias que siempre terminaban atrayendo zombies. El grupo se sintió afortunado al encontrar la gasolinera y poder rescatar dos bidones de gasolina, tan necesaria para sus quehaceres diarios. Lamentablemente para Francis, no quedaba cerveza, licor ni nada parecido, aunque Louis estaba contento por encontrar un par de latas de durazno enlatado.
- Duraznos enlatados, viaje justificado ¡Jajá, había olvidado cuanto me encantan! – Menciono.
- Cierra el pico, atraerás zombies con tus chilliditos de nenita. – Lo censuró Francis.
Decidieron llevar las provisiones de vuelta y pasar la inminente tormenta en el bote amarrado a la costa, sin embargo, Zoey encontró un negocio único de los que nunca había visto cuando la infección comenzó y ni siquiera había visto muchas veces antes. A diferencia del resto, parecía impoluto, inafectado por el desastre mundial que tenía a la humanidad en jaque.
Louis y Francis notaron que la chica quedo petrificada frente a una vidriera en el centro y retrocedieron a ver, ellos no habían notado que esa vidriera impecable, sin rasgaduras pertenecía a un sexshop y al igual que Zoey, comprendieron que con el fin del mundo habían perdido más de lo que pensaban. Habían dejado muy atrás algo que ni siquiera sabían que ya no tenían.
Desde que cruzaron sus vidas con los infectados y conocieron a los sobrevivientes que se volverían sus familias, los únicos pilares en los que sostenerse en ese tambaleante mundo, habían olvidado o abandonado de manera instintiva todo atisbo de sexualidad, como si el impulso de supervivencia hubiera consumido energías en ellos destinadas a ese lado tan humano como la vida misma. Ver esa vidriera fue como desenterrar una parte de ellos sepultada y cerrada bajo siete llaves, fue percatarse de la magnitud total del apocalipsis zombie, donde apenas dormían, donde apenas se despreocupaban y donde el placer sexual había sido negado de tal manera, que lo habían olvidado.
Ante ellos estaba una vidriera de un local bautizado como “Tropical Storm”, donde unos maniquíes vestían lencería erótica y en exposición a sus pies había disfraces empaquetados de enfermera, policía y colegiala, así como algunos penes de goma y juguetes característico de alcoba, desde esposas de peluche hasta plumeros. En un panel a la derecha había látigos, lencería de cuero y máscaras gimp, colgadas en el extremo opuesto réplicas de órganos sexuales de actrices porno y máscaras de gala con plumas y brillos diamantinos.
Había un motivo por el cual la vidriera estaba impecable, nadie había tenido tiempo de tener sexo, coger, hacer el amor ni ningunas de esas interacciones tan humanas como comer y dormir. Desde que la gripe verde se esparció como todas las plagas bíblicas combinadas la humanidad aunó esfuerzos en busca de sobrevivir sin mirar lo que dejaban atrás, acallando las voces de sus animales internos.
Zoey observó su reflejo en el cristal, con ambos hombres a su lado, observando con atención las delicias privadas detrás de la vidriera. Tantas veces estuvo al borde de la muerte (quizás hasta en ese preciso momento lo estaba, sin saberlo) que no se percató de cuantas experiencias le quedaban por vivir, tantas que las ideas en su cabeza la abordaron todas al mismo tiempo formando una maraña de ruido blanco.
- Hey, Louis. – Rompió el silencio Francis. - ¿Recuerdas la negra del otro grupo de sobrevivientes? ¿La de la AK47 que se quedó junto al generador llenándolo de gasolina?
- Si la recuerdo, y sé lo que estás pensando: que como es de color de seguro eso nos hace tal para cual de inmediato y tuvimos que haber terminado juntos. Me recuerdas a Cartman de South Park cuando llega una estudiante de color y…
- Ese culo la hace tal para cual para cualquiera, incluso para mí. - Lo interrumpió. - ¡Demonios, había olvidado lo buena que estaba, tendría que haberle dicho algo, maldición! Parecía la más agradable del grupo.
- Ah sí, nada como un piropo entre el sonido de los disparos y los rugidos de docenas de zombies, hubiera caído rendida a tus pies. – Contesto afilado como de costumbre Louis, que ya conocía muy bien como contestarle a su amigo. – No pierdas la esperanza, quizás quede alguna sobreviviente en algún lugar justo a tu medida.
- ¿Crees que el otro negro se la esté tirando o es de las que les gusta la carne blanca y se quedó con el mecánico o el estirado del traje? ¿O estará de fiesta con los tres?
- ¡Francis! – lo reprimió Zoey desbordada. No había escuchado tantos comentarios depravados desde sus días de universitaria. – Hay hojas y lapiceras en el bote, puedes escribirle una carta de amor o una novela porno cuando regresemos.
Decididamente, se la veía ofuscada por el curioso despertar sexual de sus compañeros.
- ¡Lo siento! ¡No sabía que podía estar tanto tiempo sin tirarme a alguien y ahora de repente quiero un trasero! ¡Voy a romper mí peor marca sin sexo y no creí que fuera humanamente posible!
- ¿De cuánto fue esa marca? – Preguntó Louis.
- Del año 0 a los doce. – La confesión, tan sincera como desagradable, causo carcajadas en Louis y arcadas en Zoey. - ¡¿A que vienen tantas risas?! Esa mujer fue el mejor regalo que me hizo mi padre antes de dejarme, estaba bastante limpia por lo que pago.
- ¿Es de esas historias que no dejan de empeorar vedad? Tengo miedo de hacer cualquier pregunta, pero no quiero quedar intrigado.
- Por favor, Louis, no hagas preguntas. No quiero la imagen mental de un niño que parece el golem de La Historia sin Fin con una prostituta de puerto.
- No era de puerto, era de montaña. Las putas de montaña son las mejores, mi padre siempre decía que…
- ¡Nunca creí que querría que nos encontrara un tank o algo así! – Se exasperó Zoey cubriéndose los oídos, viendo en el reflejo del cristal como el dúo testosterona tenía una conversación de las que se tienen cuando se piensa con la polla. Para cuando se descubrió las orejas seguían…
- Una vez estuve con una parecida a esa negra, creo que se llamaba Tori o algún nombre de esos que usan, fáciles como ellas, la cuestión es que la había plantado un cliente y…
Unas gruesas gotas comenzaron a golpear sus cuerpos y el cristal del sexshop frente a ellos. La ex universitaria agradeció que interrumpiera esa conversación sobre prostitución, deseos sexuales a flor de piel, y la mujer de color que acompañaba al otro grupo… por algún motivo, no haber estado mencionada ni en lo más mínimo en los comentarios de sus amigos le dio una curiosa sensación de fastidio.
Recordaba sus reuniones de estudio con sus amigos, que mutaban a noches de películas más rápido que un infectado de la gripe verde. Aunque no se consideraba un 10 en cuanto a físico hasta sus amigos bromeaban con ella haciendo referencias a su trasero, su actitud resuelta… algo. Al parecer Louis y Francis la veían como un rifle de asalto con patas que cada tanto tiraba referencias de películas y nada más.
- Chicos, no quiero asustarlos, empieza a llover y estamos en Florida. – Se asustó Zoey, alzando el rostro para que la lluvia la mojara.
- Un poco de lluvia nunca daño a nadie ¿O no Francis? ¿No te reproducirás como los gremlins no? ¿Recuerdas Gremlins Zoey? Esa sí la vi.
- ¿Gren qué? – Preguntó Francis.
Lamentablemente, la lluvia paso de ser una refrescante caricia primaveral a un diluvio, acallando sus bromas en un santiamén.
- ¿Recuerdan lo que dijo Bill cuando vimos al tanque por primera vez? ¿Algo así como correr o luchar? Yo pregunto si volvemos al vote o nos refugiamos.
- Estamos lejos del refugio más cercano ¡Demonios! Tanto hablar de ese culo negro nos hizo perder el tiempo. – Se fastidio Francis.
Zoey ni se lo pensó.
- Nunca entré en un sexshop y este bien que puede ser el último. Prepárense, puede tener alarma.
La joven arrancó un madero clavado en la puerta y rompió el cristal de un culatazo, metiendo su brazo para abrir la puerta. Por suerte, como casi todas las alarmas, ya habían caducado su existencia, si es que alguna vez tuvo una.
- ¿Esperan invitación? Si nadie entro antes el lugar está intacto. Entrando.
Los varones se miraron sorprendidos por el arrojo de la castaña y la siguieron, encendieron sus linternas y atrancaron la puerta con un madero para adentrarse a un tipo de tienda a la que nunca habían entrado.
Dos tormentas
El local había cerrado bastante antes de que lo peor de la pandemia azotara Estados Unidos. La rectangular y angosta tienda se veía desabastecida, con pocos y polvorientos productos en exhibición y varios guardados dentro de cajas bajo una escalera de caracol al final del mismo.
La poca mercadería que quedo en los estantes o colgada tras el mostrador no era nada que no esperarían encontrar. Solo unos maniquíes contra el fondo vestidos de pies a cabeza con trajes de dominatrix de cuero y uno con un traje peludo con orejas y cola valían la pena. También había unos conjuntos de encaje eróticos que Zoey observó con melancolía. Estaba ante una sensualidad que nunca pudo lucir sobre su cuerpo, eran la promesa de noches fogosas que nunca tuvo, aunque tampoco había conocido a alguien con quién lucir algo semejante… quizás era tarde para una noche así… quizás no.
- Que tugurio. – Se quejó Francis. - ¿Qué demonios es esto? ¿La gente la metía en estos hormigueros de plástico? – Se extrañó quitándole el polvo con la mano a un onahole con dibujos animados en la portada.
- Al menos no hay paredes destrozadas, cadáveres regados por doquier, olores desagradables, demonios, creo que nunca me voy a sacar esos olores de la cabeza. – Admitió Louis.
- Estuvimos hacinados días y días en sitios peores. – Concilió la mujer. – Veamos que hay en el fondo. Me siento como una niña en una juguetería.
La exuberante vidriera había dado la ilusión de que se encontrarían con un sexshop intacto, ajeno al apocalipsis zombi que aconteció tras el cristal, no obstante, no era así. Su propietario, además de cerrar el negocio y guardar sus productos con antelación, había dejado una nota sobre una mesa por si algún familiar o amigo la buscaba allí.
“Hola. Si estás leyendo esto, significa que no estoy en casa y algo me dice, que no voy a necesitar la comida de la despensa ni el arma de la caja fuerte (cuidado, siempre estuvo cargado).
Si eres Nancy, Robert o Víctor sabrás dónde encontrar la combinación, es dónde Peter se tomó la fotografía de Halloween vestido de zombie. Irónico ¿no?
En estos momentos me dirijo a Jacksonville a ver a mi Peter, Jason se lo llevó el fin de semana y no me lo ha regresado alegando que en su piso nueve en Hyde Grove se está más seguro y que yo debería ir con ellos. Decidí probar suerte y viajar para allá… espero que no sea tarde, a pesar de ser un viaje a la otra punta de Florida, siento que voy a tener que cruzar el infierno para ver a mi hijo de nuevo.”
- Mierda, no creo que lo hayan logrado. Florida se convirtió en un cementerio… ¡Maldición! – Se lamentó Francis, que, tras leer la nota en el último lugar, demostró tener un corazón tras esa capa de blindaje y licor.
El trío se sacó de encima los pertrechos, en efecto, la tormenta no parecía que estuviera cerca de amainar. Al menos ese sonido incesante les daba la sensación de seguridad.
Estaban en una casa pequeña, tapiada, bastante revuelta, abandonada a las prisas, buscando todo lo que podía ser útil. Para su fortuna, encontraron varias baterías, cuchillos en buen estado y comida enlatada. Podían además de esperar a que pasara la tormenta, relajarse y comer en paz, iluminados por la luz de las linternas, posicionadas de manera estratégica en una pequeña cocina.
Ya había comprobado que eran los únicos “vivos” en la casa, estaban de suerte, la única entrada eran la que ellos habían usado y la escalera de caracol era fácil de tapiar. Podían pasar el chaparrón de forma segura.
Había sido el repetido escenario de un atrincheramiento, con ventanas y entradas tapidas mientras la pobre mujer se debatía sobre si abandonar su casa o ir a ver su hijo. Lamentablemente en un arrebato de desesperación abandonó su refugio para iniciar un viaje que, de seguro, termino trunco.
Curiosamente, Zoey escudriñaba por todas partes sin prestare atención a sus camaradas. Aún seguía algo molesta por no haber sido ni considerada por sus amigos, hombres, además, en sus comentarios picantes. Comenzabas a darse cuenta de que había sido la única mujer por semanas en el cuarteto y no se habían abalanzado como sabuesos sobre ella, siempre la habían hecho sentir cómoda y no la veían como una opción en lo que a desahogo sexual se trataba… era desesperante, nunca se había sentido tan poco atractiva, tan poco deseada.
Aunque en el contexto de los primeros días era de agradecer que se enfocaran solo en sobrevivir (habrían sido idiotas si no pensaban con la cabeza correcta) ahora que tenía respiros más prolongados y vivían menos tensionados el tratamiento que le daban no había cambiado.
Zoey frente a sus compañeros, que ya estaban calentando unas latas de frijoles y arvejas en la cocina, los puso a prueba y se sacó de encima las fundas con las pistolas, las rodilleras y el chaleco militarizado que solía usar, revelando una musculosa blanca pegada a su cuerpo. Ambos notaron que bajo la prenda no utilizaba corpiño, y por culpa de la lluvia y el calor de su cuerpo, los hombres no pudieron evitar mirarla como nunca la habían mirado antes. Quedaron boquiabiertos cuando esta se secó la lluvia de su frente con la remera, enseñando un vientre chato firme y curvilíneo.
“Debe ser la primera vez que me miran así, bien, vamos mejorando” – Pensó sintiéndose escudriñada mientras seguía viendo fotos familiares, inclinándose para alcanzar un retrato y limpiarlo con su remera. “Ya tuvieron una pequeña muestra de mis tetas, de seguro ahora descubren que tengo buen trasero…” Zoey se dio vuelta, dándoles la espalda al dúo, sintiendo sus miradas sobre su cuerpo cual miras láser.
- ¿Qué me ven? – Los desafió sin mostrar pudor alguno. – Por lo que dijeron no es la primera vez que ven a una chica ponerse cómoda.
- Sigue, sigue, me siento un juez en un concurso de remeras mojadas, demonios, por mí el primer lugar te lo ganaste.
- Gracias, aunque como soy la única… no es un gran cumplido.
- Se me ocurren otros cumplidos. Mucho peores. – Sentenció poniendo nervioso a Louis, que se sentía en el medio de una cita doble, sin su cita.
- ¿La lluvia dispersaba nuestro olor verdad? – Se preocupó Louis, que había quedado con una cuchara de almíbar en el aire. – Calculo que al menos ocultará nuestras voces.
- Apenas te oigo, dudo que te oigan ellos. – Pensó Francis. – Relájate, ponte cómodo, podemos armar un gran escándalo que nadie nos va a oír. – Sentándose en un mullido sofá de señora mayor que por su peso, inundo la sala de una nube de polvo.
El siguiente tópico de conversación mientras terminaban algunas latas de comida calentada, fue la dueña de casa, que por las fotografías parecía que estaba rondando los cuarenta y tenía un hijo adolescente graduado de San José Elementary School, según evidenciaban varias fotos. Luego siguieron hablando del revólver, supuestamente oculto dónde solo unos pocos allegados sabían.
- Fuimos afortunados. – Rompió el silencio Zoey. – Hace tiempo que no nos refugiamos en un lugar así de limpio, ni los primeros refugios que visitamos estaban tan sanos.
- Es verdad, aunque me siento algo mal por invadir su casa, tomar su comida, y si la lluvia sigue, buscar a esa caja fuerte de la que habló en la carta. – Admitió Louis mientras comía los duraznos en almíbar. - Las armas nunca sobran.
- Por fin estoy de acuerdo con algo. Las armas nunca sobran, y las mujeres tampoco. – Dictamino Francis dedicándole una mirada nada disimulada a Zoey.
La castaña le sonrió poniendo nervioso a Louis.
Francis era un hombre bastante más grande que ella, alto, musculoso, de rostro pétreo y facciones severas, jamás hubiera sido su primera opción, ni la segunda, ni la tercera… no obstante, si se había dado cuenta de sus intenciones tras desvestirse y mostrar su cuerpo y pensaba como ella en satisfacer sus instintos, se iba a dar tal revolcón con él que se le borrarían los tatuajes.
Louis, aunque tímido, parecía querer mantener la compostura, no obstante, la mirada se le escapaba a la remera trasparentada de la joven de vez en cuando. Si Francis había captado el mensaje y Louis no, ella misma lo iba a hacer entender, no iba a perder la oportunidad de comprobar si Louis le hacía honor a la fama de sus hermanos de color portando una enorme polla negra.
- ¿Paso algo, Louis? Te noto distraído ¿Acaso los zombies te siguen asustando? – Lo puso a prueba luciendo aún su ajustada musculosa blanca, de la cual, una tira comenzaba a deslizarse por su hombro.
- No me asustan de hace tiempo, es solo que estamos en una simple casa y uno nunca sabe dónde puede haber un tank y…- Ante de que Francis se burlara dijo: - No pasa nada en realidad, me agarró algo de sueño. Por cierto, me pido la cama grande.
- Hay una cama matrimonial que pueden compartir y una cama individual que debía ser de Peter, me pido esa. – Dictamino la chica juntando las latas sucias y tirándolas en un cesto (una vieja costumbre de cuando aún existía un servicio de recolección de residuos) aunque le sirvió para agacharse lo más que pudo, crispando la espalda para sacar a relucir las curvas de su trasero.
Francis le dedico una mirada que casi desarrolla rayos x. Louis la miro a ella, luego a él, y se percató de que algo extraño pasaba.
- Pónganse cómodos, yo hago la primera vigilancia, no tengo una pizca de sueño. – Propuso Zoey. – Si mi cama tiene ratas muertas como la última vez, van a tener que hacerme un espacio en el medio.
- Donde duermen dos siempre duermen tres, como papa siempre lo decía… lástima que mama cuando lo descubrió no estuvo tan de acuerdo. – Menciono Francis.
Como había pasado antes, no era raro que a los hombres les tocara compartir una cama. Después de todas las dificultades pasadas y de la precariedad con la que vivieron por tanto tiempo no se iban a poner quisquillosos por eso… aunque no por eso dejaban de bromear al respecto.
- ¿No tienes sueño? Con el banquete, la lluvia y el día que tuvimos siento que podría invernar.
- No creo que duermas. – Susurró Francis a la pasada, aunque viniendo de él, que tenía voz ronca por los vicios más pareció un gruñido.
- ¿Cómo dices?
- Que nada de arrumaco, no quiero despertarme y ver que te me estas enrollado como una lengua de smoker puajjj.
- No dijiste eso… y, por cierto, no me enrollo a nadie, y si lo hago dormido, cuando no tengo control de mis acciones vale aclarar, por lo menos no sollozó como witch ¡No creas que no te escuchamos!
- ¡Patrañas! ¡No recuerdo cuando llore por última vez!
- ¡No lo recuerdas porque estabas dormido! ¡Punto para mí!
- ¡Ya basta! – Intervino la chica sonriente tras presenciar el intercambio de “cumplidos”. - Atraerán una horda con el escándalo. – Váyanse de una vez, yo buscare raciones, cualquier cosa que nos sea útil y dormiré después.
“Tontos… ni se imaginan la idea que tengo en mente por útil es muy distinta a las que tenemos. Más vale que me sigan la corriente o yo misma llamo a la horda… no aguanto más esto.” Pensó viéndolos perderse por un pasillo que daba a las habitaciones.
Cuando se aseguró de que estaban dormidos, o al menos no podían oírla con ese batiburrillo de fondo, bajó al sexshop y tomo algo que le serviría para su cometido. Esos dos tontos no tenían ni idea de lo que se les echaría encima.
Trabajo en equipo
No habían pasado ni treinta minutos cuando Zoey ingreso en la habitación donde Francis y Louis dormían, o al menos, intentaban dormir portando una lámpara de aceite que encontró en una alacena.
Estaban dándose la espalda, con una vela en una mesa de luz que mostraba que la dueña de casa, poseía una cama fantástica, con un respaldar amplio y acolchado con dos grandes ornamentos cilíndricos de madera a cada lado, ideales para poner a prueba las esposas que tenía a la venta. Era la típica habitación libertina con pocos muebles, paredes lisas y en sus años dorados debió de gozar de una iluminación sugestiva.
- ¡Tank, viene un tank! – Gritó Zoey, despertándolos de un salto.
Francis la miró, se giró para caer de bruces en el suelo, tomar su arma y volver a mirarla, pensando que su mente sucia le había jugado una mala pasada.
- ¿Piensas matarlo o acostarte con el tank? ¿Qué diablos está pasando? – Se extrañó Louis mirando a la chica de arriba abajo, también a punto de tomar su rifle de asalto.
- No se va a acostar con el tank amigo, se va a acostar con nosotros. – Dijo algo encandilado por la luz de la lámpara de aceite que la chica dejaba en una cómoda.
Zoey se había puesto un conjunto de lencería erótica roja que había visto en la tienda, sus pechos, cubiertos por un corpiño (si podía decirse que estaban cubiertos) enseñaban la forma y tamaño de sus pezones debido a que tenían orificios para que estos salieran. Su vientre musculoso y chato estaba cruzado por una pieza de encaje de la que salían tiradores, unido a unas medias rojas que multiplicaban su sensualidad.
- Es lo más inteligente que jamás dijiste. – Zoey se dio vuelta para mostrar que, así como venía bien empaquetada por delante, también por detrás, enseñando un minúsculo hilo rojo que se perdía entre su pomposo trasero para volver a salir debajo, haciendo lo imposible para cubrir sus gajos de carne con un triángulo de tela.
- Vamos, que esperan, fue una falta de respeto que me ignoraran tanto tiempo y se fijaran en esa otra sobreviviente y a mí no me dedicaran ni un comentario.
En algún momento tras los sucesos en el puente, tras encontrar comida y descanso en proporciones saludables, el cuerpo de Zoey, antes de una estudiante universitaria esmirriada, había florecido frente a sus ojos sin que lo notaran. Estaban ante toda una mujer que llenaba ese conjunto rojo a la perfección como si se entregara a sí misma en el envoltorio más sensual posible.
El primero en reclamar el obsequio de su cuerpo fue Francis, que, sacándose la remera, fue hacia Zoey y tras una mirada de cerca a la luz de la vela, quizás preguntándose si soñaba, se dejó besar por la chica, que, en puntas de pie, llegó a sus labios, besándolos con lujuria in crecendo. Por primera vez en mucho tiempo, Zoey y Francis besaban a otra persona, y para sorpresa de ambos, que se separaron y se miraron con lujuria, se besaban entre ellos.
Francis la tomó de atrás de la nuca y le estampó un segundo beso profundo y prolongado, un beso de desahogo mutuo y lujuria contenida, con mucha lengua, tan húmedo y embriagante como un trago de licor y ruidoso como el mismo chaparrón tras las paredes.
- Vamos Louis, sácate la ropa y no te hagas rogar, que no te voy a dejar mirando.
Revelando un físico delgado y muy musculoso, Louis se aproximó a la chica con decisión, decisión que desapareció cuando la tuvo frente a él, exuberante como una viajera del tiempo anacrónica proveniente de un sitio porno. Se veía muy hermosa y casi no comprendía que Zoey, su amiga de aventuras por tanto tiempo, la confiable francotiradora mata zombis y experta en cine, le estaba comiendo la boca introduciendo su lengua dentro de él tan lejos como podía.
- No sé en qué momento te volviste así de fuerte. – Expreso el motoquero tocando su cuerpo, empezando por su vientre hasta subir y palpar sus frutos de mujer.
La chica se despegó de Louis para volver a obsequiarle un beso de lengua a Francis, solo que ahora sus compañeros de supervivencia la manoseaban entera. Francis palpaba sus senos endureciendo sus pezones con cada roce y Louis hacía lo propio con la teta de su lado y su vientre, aun saboreando el exquisito beso de su amiga.
- Esa otra sobreviviente estaba muy buena y tenía un buen culo, pero no se las puso de piedra como yo. – Susurró Zoey, palpándoles las pollas por fuera, sintiendo su ropa sensual y sus besos francés habían funcionado como un encantamiento.
- Bueno, estábamos ocupados en otra cosa, dispararles a los zombies, cuidarles el trasero, ya sabes.
- ¡No lo arruines con tu parloteo! – Lo prepoteó Francis con una teta de Zoey en la mano.
- Tampoco lo arruines con tus peleas, los quiero trabajando en equipo, como hicimos siempre, los quiero eficientes y caballerescos. – Propuso Zoey, haciendo de conciliadora.
- A la orden… – Acotó Louis, volviendo a besarla contra la pared mientras Francis, ni lerdo ni perezosos, comenzaba a palparle la vulva por fuera, sintiendo su húmeda carnosidad y la tela pegoteada con sus jugos de mujer.
Francis fue el primero en llevarse la teta de su amiga de tiroteos a la boca, pasándole la lengua por el pezón, golpeteándolo como si la punta de su lengua fuera un puño y su mamila un pequeño saco de boxeo, haciéndola bailar de un lado a otro. Aunque no era necesario desvestirla debido a que el corpiño dejaba salir el pezón, descubrió la teta para darle besucones groseros y profundos, como si quisiera llevarse toda la mama a la boca.
- Joder, joder, que bien se siente que me comas la teta, joder ¿Por qué mierdas no follamos antes?
El placer se duplicó cuando Louis imitó a su amigo, descubrió el pecho de su amiga y succionó de él con un sonido de sopapa muy lascivo. La joven aferró las cabezas de ambos presionándola contra su pecho mientras arqueaba el cuello de un lado a otro del placer.
Zoey mientras pasaba de unos labios a otros, redescubriendo el lado candente de sus amigos (y el lado cariñoso de Francis que no dejaba de rozarle la vagina con los dedos. ¡Quién lo diría!) comenzaba a sentirse rozada por dos pollas duras que clamaban por atención. Tanto ajetreo, tanta matanza y supervivencia que de seguro venía con los huevos duros como dos granadas de tanto acumular.
- No pensé que durmieran con las armas en los pantalones chicos. – Dijo saliendo del arrinconamiento contra la pared para pasar a la cama, donde se subió e indicándoles que se acercaran, comenzó a bajarles los pantalones.
No tardo en llevarse una sorpresa grande como las pollas que emergieron de debajo de esos pantalones. Quizás había sido desafortunada en varias cosas, más de todos los posibles sobrevivientes, de todos los inmunes, de todos los que eran varones, heterosexuales y que se pudo cruzar en ese loco mundo post apocalíptico, le habían quedado dos muy bien dotados.
La de Francis, quizás por ser un hombre de gran tamaño, era proporcional a su cuerpo, debía de medir 19 y no estaba en todo su poder, además, era sin dudas gruesa y venosa, lo notó aún con la iluminación deficiente.
Louis por su parte le hacía honor a la fama de su estirpe. El oficinista que trabajaba de analista de sistemas bien podía ganarse la vida de actor porno en otra realidad. Era más larga que la de Francis, más curva, aunque no tan gruesa. Su tronco y su hongo eran del delicioso color de chocolate.
Lo que no era muy delicioso, era la información que le llegaba de su otro sentido, el olfato. La chica sufrió un golpe de realidad al sentir el tufillo narcótico de dos grandes pollas amenazantes a escasos centímetros de su cara. Era inevitable que eso pasara, lo entendía, igual la saco del momento por unos segundos.
- ¿Qué esperabas? – Dijo Francis al ver como arrugaba la nariz. - Sabes que no encontramos un jacuzzi en nuestro viaje y los perfumes atraen a los zombis.
Ese último punto era dolorosamente cierto, lo habían comprobado cuando se paseaban con perfumes y lociones que encontraron en una tienda y no pararon de venirles zombies que los detectaban de a docenas de metros de distancia.
- Estoy de acuerdo con Francis, ya llegaste a este punto y no hay vuelta atrás, aunque seamos tóxicos como el reactor abierto de Chernobyl.
- Tranquilos, me gusta verlos motivados trabajando en equipo. – Los tranquilizo tomando sus troncos para comenzar a masturbarlos con suavidad mientras los miraba a los ojos con la mejor cara de cachonda que pudo. – Me puse este conjunto, nos dimos unos besos y por fin les veo las pingas al aire, sería una mala compañera si abandono esto dejándolos todos palotes.
- La peor. – Se mostró de acuerdo Francis. – Vamos, llévatelas a la boca, no nos hagas esperar.
Tras intercambiar miradas con ambos mientras los pajeaba, viendo como fruncían el ceño para no venirse de antemano, fue acercándose cada vez más y tras acostumbrarse al olor a letrina que desprendían, se llevó a la boca la polla negra de Louis, pasándole la lengua desde el nacimiento del rabo hasta el final del glande, lengüeteando el orificio mientras conectaba miradas con él.
Tras esa primera probada del miembro de Louis, siguió el de Francis, al que besó en el extremo y luego, envolviéndolo con sus labios, lo fue dejando introducirse en su boca hasta que sintió tope, poniendo a prueba su garganta. En efecto, se había tragado una buena porción, no obstante, su longitud y grosor no hacían fácil tragar semejante manubrio.
Los hombres empezaron a jadear, cada vez menos concentrados en contener sus oleadas de semen mientras la joven disfrutaba de degustarles los miembros. Les pasaba la lengua, los besaba, cada tanto los tragaba, tenía cuidado de no masturbarlos mucho porque temblaban de lo cargados que venían.
Zoey se acostumbró muy rápido a esa oleada de sensaciones. No solo tenía a sus amigos agarrados de la polla, sino concentrados en no correrse tras siglos de acumular semiente. Temiendo de que le explotasen las bombas en la cara, decidió arriesgarse y envolver ambos glandes con la boca, pasándoles la lengua como si fueran dos bochas de helado, lubricándolos con saliva y dejándolos apetecibles.
Mientras ella se divertía con sus dos juguetes, ambos hombres le recogían el cabello para que no interfiriera en el fellatio y también le manoseaban las tetas. Francis la tomó de la cola de caballo y la hizo cabecear un buen momento mientras Louis, apretujaba su trasero sintiendo su firmeza. Louis quiso experimentar esa mamada profunda y tomando a su amiga con cierta rudeza, también la hizo tragarse de manera rápida y profunda su enrome polla.
Zoey lo resistió muy bien, dejando que exprimieran sus glándulas salivales como dos gajos de limón, enjaguando ambas pollas con su reluciente saliva mientras salpicaba en todas direcciones.
- Ahhh, fiuuu, nunca pensé que me comería semejantes pollotas, tienen buenos pedazos, no lo voy a negar. – Dijo con baba goteándole del mentón, agitada de tanto cabecear.
- Jojo, Zoey no te reconozco, tenías esta faceta tuya bien guardada. – Reconoció Louis, sin creerse del todo aún que su amiga estuviera allí, arrodillada en la cama, inclinándose para juguetear con sus penes.
- Jodidos zombies, no me dejaron que me conozcan en serio. – Confesó mientras los juntaba y les pasaba la lengua de uno a otro, como si fueran un mismo pene. – No es que sea una puta, nunca lo fui, pero tras tanto sufrir, correr y luchar pedía a gritos una noche así. – Y les dio un sonoro chupón a ambos glandes apretujados entre sí.
- Y te la vamos a dar, acuéstate, es nuestro turno. – Intervino Francis tomando la iniciativa.
Zoey fue acostada en la cama y abrió sus piernas para enseñar su sexo mientras veía a sus torneados amigos acercarse como felinos a punto de lanzarse sobre su presa, Francis la besó y fue descendiendo hacia su entrepierna, aspirando su afrodisíaco aroma vaginal por encima de su prenda. Louis, le presentó la polla en la boca y mientras Francis se adentraba en su entrepierna, puso su boca a trabajar dándole placer al negro, masturbándolo dejando que frotara su tronco contra sus labios.
- Fuerte como un vino añejo, como un marisco ahumado, como una metalera a la salida de un recital de Motorhead, me encanta. – Susurró Francis tras aspirar el perfume personal de Zoey, corriendo la tanga para ver su sexo desnudo.
- Demasiado prolija para ser de sobreviviente.
- No es difícil encontrar gillettes, no había excusa para una rasurada. – Menciono antes de separarle los pequeños y suaves labios con los dedos y abordarla de forma obscena con sus labios, pasándole la lengua desde el orificio rosado hasta el clítoris.
Francis le dio un beso profundo y amplio, envolviendo la vagina de Zoey al completo, sintiendo su suave y lubricada piel contra su rostro, empapándose en sus aceites de mujer y su narcótica fragancia.
- ¡Aahh, ahh, eso es, mete tu lengua, revuélveme toda ooooh, si…! ¡Dios, se siente tan bien ahahahaaa! – Gimió fuera de control observando a su motoquero cascarrabias perdido entre sus piernas en “V”, con sus musculosos y tatuados brazos sosteniendo sus piernas y concentrado en saborearle la vulva en cada resquicio, en cada pequeño pliegue y en sus más profundas y rosadas carnes.
- Voy a tener que aplicarte un silenciador, o a pesar de la lluvia nos van a encontrar. – Louis, que no estaba pintado en la escena, tomo el rostro de su amiga y la obligo a tragar con desenfreno. Zoey se dejó llevar por el lado salvaje del negro que penetraba su boca hasta llegar a su garganta, desacostumbrada a esos tratos.
- Cof, cof, cof, me ahogas Louis ¡¿Dónde quedo el feliz y amable optimista empedernido?! – Alcanzó a quejase mientras la tomaba de los pelos y volvía al ruedo de coger su boca. Era sorprendente como había cambiado su personalidad en tan solo unos minutos.
- ¡No aguanto más, lo siento uuuugh mierda, joder, mierda!
Louis no pudo resistirlo y dejó salir una cantidad insólita de semen en la boca de Zoey, que tras sentir a Francis succionar su pequeño clítoris, alcanzo un orgasmo al mismo tiempo que la viscosa y tibia semiente de Louis le llenaba la boca, le colmaba la garganta, le golpeaba la cara interior de la mejilla y la lengua con sus disparos de leche.
Zoey enfundo el pene negro en su boca empujando toda la lefa hasta el fondo de su boca, tragándola contra todo pronóstico mientras Francis seguía lamiendo su vagina rebalsada de sus jugos. LA excitación la llevó a ingerir hasta la última gota de esa sustancia viscosa y añeja proveniente de los huevos de Louis, a pesar del desagradable sabor, olor y textura, ingerirla al entero le calentó el cuerpo de forma inusitada.
Y quería tragar más…
- Siempre tuve la fantasía de que un negro me llenara la boca de leche. – Se confesó jadeando, con semen de Louis en la comisura de sus labios. – No creí que pudiera tragarlo, pero la fantasía no iba a ser perfecta si no lo hacía.
- Amen, ahora es mi turno, abre bien la boca, llevo acumulados litros y son todos tuyos.
- Vamos Francis, dame tu leche, lléname la boca de semen…
Francis se posicionó sobre ella, con sus rodillas a la altura de los hombros de la chica, hundidas en el colchón. Apuntando a su boca mientras se masturbaba frenéticamente y empezaba a soltar las primeras gotas, un pequeño anticipo del caudal que se venía.
- Hummm ahí sale, oooof, uuuunhg.
Cada disparo fue con precisión milimétrica, ingresando a la boca de Zoey, tapizando su lengua y garganta hasta que se fue llenando con cada chorro, quedando casi a rebalsar del líquido de la vida, aunque de líquido tenía poco y nada. La llevaba tanto tiempo acumulada batiéndose que le salió espesa como queso derretido, color crema y olorosa como los mil demonios, aun así, el nivel de cachondez que tenía Zoey no le impidió ingerirla trago a trago hasta relamerse la boca, quedando reluciente.
- Siento que el sabor y el olor no me los sacaré jamás de la boca.
- Joder, que puta. Ni te reconozco. – Soltó Louis, que admirando a su amiga desde arriba.
- Ya basta Louis, acostúmbrate que no hemos terminado.
Zoey le indicó a Francis que se moviera (aún estaba con la manguera goteando sobre ella, sobre su pecho) y se posiciono en cuatro patas apuntando con su sexo a Louis, que ni lento ni perezoso, comenzó a frotar su herramienta contra la ranura aceitada de la joven.
- ¿No había unos condones abajo? Aunque acabo de descargar aún siento que al más mínimo roce me voy a correr.
- Tranquilo, puedes venirte donde te dé la gana, estoy en el día indicado, si es que me entiendes.
- ¿Es luna llena o esos momentos en los que se embarazan? – Preguntó Francis.
- Joder, que bruto, vamos no me hagan reír que se me va la putez, denme duro, no me importa si lo hace uno u otro, vayan turnándose.
En efecto, si Zoey quería trabajo en equipo, trabajo en equipo le dieron. Teniéndola en cuatro patas, como dos buenos caballeros, unieron fuerzas para darle caña a su estrecha pero lubricada vulva sin descanso, relevándose en intervalos de aproximadamente 10 minutos. Cada uno era muy respetuoso con el turno del otro y se entretenía con la boca de la chica o bien abriéndole las nalgas para verle el segundo agujero.
El sonido de los muslos de Louis y Francis chocando las nalgas de la chica, rivalizaron con el tamborileo de la lluvia: “Tap, tap, tap, ta, tap, tap…” y aunque Zoey no era una chica pulposa, se generaban ondas con cada impacto.
Cada vez hacían los relevos más rápido, para no hacer esperar a la chica, también, lo hacían cada vez más duro. Mientras que a Louis le gustaba tomar a Zoey de la cola de caballo para arquear su cuello (“¡Joder Louis, me vas a arrancar los pelos!”), a Francis le gustaba abrirle el culo para introducir su índice en el ano de la chica, que, contra todo pronóstico, disfrutaba de tener un dedo danzándole en el culo (Oh si, mueve ese dedo grueso, mételo bien dentro de mi culo, sí, sí… oh).
- Me encanta tu culo, Zoey, siempre que podía te lo veía cuando trepabas, corrías, o… bueno, siempre que podía.
- Gracias, Francis, aunque no te quejes por el estado de tu dedo. No me hago responsable por como quede. – Dijo disfrutando tanto del motoquero tirándole todo el andamiaje encima como de ese dedo intrépido escabulléndose en su culo.
- Eso ni se menciona, amiga, voy a disfrutar de tu culo aunque me quede como…
- Luego soy yo el que hace comentarios inapropiados. – Interrumpió Louis antes de que dijera una barbaridad.
El dúo masculino se desquito con la chica casi hasta llegar al calambre, los músculos del sexo, inactivos por tanto tiempo, trabajaron horas extras para satisfacer esos necesitados cuerpos y permitir una noche sin interrupciones.
Por su parte, Zoey sentía que el agujero se lo habían dilatado hasta el punto de no retorno, después de semejante ronda de fornicación su sexo no sería el mismo. “Adiós a mi pequeña vagina perfecta de quinceañera, igual la mantuve impecable por más tiempo del debido.” pensó mordiéndose el labio mientras Francis le dejaba el lugar a Louis y sentía el falo color chocolate golpetearle el útero de nuevo.
Tras cuatro turnos en el que Zoey no había parado de gemir como una puta, Louis no aguantó más y se vino en el interior, rebosándola de esperma, esperma que no pudo salir porque un 2do pene ingresaba a los pocos segundos, sin dejar lugar a un respiro, para empujar el semen al fondo y rellenar ese útero lascivo con una segunda carga de leche de hombre, manteniendo durante el orgasmo su sexo al entero dentro de la chica, sintiendo un ardor incomparable en sus paredes vaginales, debido a una fricción continua y que en ella, no tenía precedentes.
Decir que la llenaron de semen era poco, la dejaron a rebalsar, en posición de perrito, con sus dos agujeros apunando al techo y su ranura rosada, brillante y dejando caer un espeso chorro blanco de semen. Agitados, ambos varones vieron su obra como dos artistas ante un trabajo impecable. No podía creer que estaban ante la vagina abusada y el ano expuesto de Zoey, la misma Zoey que encontraron aquel lejano día y descubrieron que era un talento para apuntar… ahora le descubrían otros talentos más íntimos, y pensaban ponerlos a prueba siempre que pudieran.
- Chicos, que no se haga costumbre, que no quiero tener que andar en silla de ruedas. – Dijo por fin en un susurro apenas audible debido a la lluvia, acostada mirando el techo mientras sus compañeros de supervivencia y ahora de alcoba, se vestían. Se tocó su vagina con disimulo, y donde antes tenía un orificio, ahora había una cueva tapizada de una sustancia tibia y pegajosa.
- Joder… fue… fantástico. Creí que era tarde para tener el mejor polvo de mi vida y tendría que conformarme con los que tuve. – Confesó Francis. – Eso hubiera sido una mierda, tuve polvos espantosos.
- Y trabajamos en equipo como querías, Zoey, creo que nos combinamos tan bien como cuando disparamos. En esa última ronda a los 3 segundos ya me habías relevado.
- Chicos, que no se les suba a la cabeza, retomemos las actividades y tratemos de pegar un ojo, no quiero que por culpa de distraernos nos sorprenda un puto zombie.
Francis, como aquella vez que casi se muere por culpa del tank intentando llegar a la azotea de un edificio, le tendió una mano firme para que se incorporara.
Louis le puso su campera encima y le acerco un vaso con agua.
- Voy a hacer la guardia, descansen. – Decidió el negro ya vestido y tomando su rifle. – Y dije descansen, ni se les ocurra empezar un 2do round sin mí.
- No le haría eso a mí camarada. - Aceptó Francis. – Si Zoey quiere caña va a tener que ser con los dos, ni uno más ni uno menos.
La chica rio con estruendo mientras se cambiaba y los hombres no entendieron bien porqué. No había sido el comentario de Francis más hilarante y no ameritaba la carcajada.
- Lo siento, chicos, es que pensaba en Bill… creo que estaría decepcionado de como tergiversamos su idea de mantenerse juntos y de que nosotros somos la única familia.
- Lo que quiso decir es que nos quería juntos, cuidándonos las espaldas ¿En parte lo hicimos, ¿no? – Agregó Louis terminando de equiparse.
- El viejito verde se hubiera unido con gusto, aunque no nos llevamos muy bien me contó algunas de sus andanzas en Saigón. Viejo bastardo. – Rememoró Francis levantando la mano como si hiciera un brindis invisible.
- Por Bill, ahora sí somos una familia… un tanto disfuncional, pero familia al fin. – Lo acompañó Zoey también levantando la mano como si sostuviera un vaso invisible. Louis sonrió y dejó la habitación para patrullar la casa, de ventana a ventana, puerta a puerta, cuidando de que sus amigos, su familia, y ahora algo más, pudiera dormir sin sobresaltos toda la noche.
Fin… ¿Fin?
Ustedes decidirán si tiene un fin o no. Ya contextualicé bastante, de haber una secuela lo decidirán ustedes (comenten y puntúen así me doy cuenta de si les gustó o no), desde ya prometo que va a ser centrada en el trío teniendo aventuras sexuales, y capaz, hasta pueden conocer nuevos o viejos sobrevivientes.
Manejo dos ideas, que se reencuentren con los sobrevivientes de Left4Dead 2 o los de la película Zombie Land, esta última tiene tantas cosas en común con el universo del videojuego que unirlas sería facilísimo. Ustedes lo dirán ;)
3 comentarios - Left 4 Dead XXX
Por mi parte querría una segunda parte ya sea con Francis, Louis y Zoey o capaz con los protagonistas del L4D2
Te van 10 y espero paciente a lo que escribas la próxima