Debo confesar algo, lo que más me excita de una mujer son sus piernas. Hay hombres que les excita el trasero de una mujer, o los senos. A mí me excitan las piernas bien formadas, bien torneadas y si son blancas mejor. Creo que esa ha sido mi perdición en la vida.
Mi cuñada para aquel entonces tenía unos 40 años, era hija de la anterior pareja del padre de mi esposa, es decir, su hermanastra, aunque se habían criado bastante cerca por lo que esa división entre ellas no existía. Recién se acababa de divorciar. Su ex esposo, era un vago, un chulo, mujeriego, compartía muy poco con nuestra familia, por lo que había mantenido durante 10 años a mi cuñada alejada de la familia, así que eran pocas las veces que había compartido una reunión con mi cuñada. Hasta que se divorcio del chulo. La familia de mi cuñada vive en una ciudad bastante alejada de la nuestra, así que prácticamente, nosotros éramos su única familia que tenía en la ciudad.
La primera reunión a la que asistió en mi casa, era la celebración de las navidades. Normalmente mi familia y la familia de mi esposa, nos reuníamos en mi casa, porque era la más espaciosa y la mas cómoda.
Mi cuñada mide como 1,70 y es más o menos atractiva. Comparada con mi esposa, no es bella pero tampoco es fea. Ella se preocupa por su figura, normalmente pasa tiempo en el gym, así que tiene buen cuerpo. A raíz de su divorcio comenzó a cambiar su forma de vestir por lo que se estaba vistiendo mas provocativa.
Todo comenzó en la navidad del 2014, tal y como dije, teníamos una reunión en nuestra casa. Yo había tenido una semana muy difícil, soy arquitecto y dueño de una constructora, así que tenía varias obras civiles que atender y que por la temporada navideña, se estaban retrasando. Estaba tan cansado que preferí recostarme un poco en uno de los cuartos de la casa. Estaba tan oscuro el cuarto que a pesar de tener la puerta abierta, no se veía nada para adentro, así que no tuve problemas en observar lo que sucedía sin que me vieran. Entonces la vi. Estaba recostada en el cuarto de enfrente viendo televisión, no alcanzaba a verle el rostro pero sí el resto del cuerpo. Traía un vestido blanco, bastante floja por cierto, lo que hacía que al levantar las rodillas, el vestido se le subía casi hasta la cadera. Era la primera vez que la observaba en vestido o falda. Siempre y hasta ese momento, había usado pantalones. Miré sus piernas por primera vez y desde ese momento me parecieron hermosas, blancas, muy suaves, preciosas. Toda ella me pareció hermosa, sus pies, sus piernas, sus brazos, entonces se acomodó de manera que quedó con sus piernas frente a mí y no dejaba de subir y bajar las rodillas. Esas piernas comenzaron a obsesionarme y más cuando en una de esas levantó de más las piernas y me dejó a la vista el triángulo de sus calzoncitos blancos. Fue demasiado. Yo sabía que estaba completamente atrapado por esas piernas, por esas nalgas y por el triángulo blanco de sus calzones. Más tarde le tome una foto con mi móvil para tener un recuerdo de aquellas piernas.
A partir de ese día, la miré de otra forma, buscando siempre ver un poco más allá de la ropa que traía encima. Como estaba recién divorciada, ella deseaba hacerle unos arreglos a su casa, por lo que me pidió ayuda y asesoría. Así que comenzamos a vernos con más frecuencia. Hice el diseño de las modificaciones que deseaba hacer en su casa, le asigne un equipo de trabajo para llevar a cabo las modificaciones y realizábamos las compras de los materiales juntos, puesto que al yo tener una constructora, las ferreterías me daban precios especiales con bastantes descuentos. Así que no fue problema reunirme con ella casi todos los días. Pude mirarle descaradamente las nalgas cuando se colocaba de espaldas frente a mí, para pagar o mirar algún producto. Puede mirarle las preciosas piernas ya que siempre la pasaba buscando en mi camioneta para ir a alguna ferretería y esperaba el momento justo de ella, al abrir las piernas y entrar a la camioneta para voltear y verle sus calzoncitos, unas veces negros, otras veces blancos.
En una ocasión, al dejarla en su casa, ella traía puesto un vestidito negro corto, y al intentar descender de la camioneta, se le atoró en el asiento. No se dio cuenta hasta que sintió el aire frío: tenía el vestido hasta la cintura por la parte de atrás, y traía un hilo dental negro y yo estaba viendo alucinaciones, sus preciosas nalguitas blancas coronadas por un bikini negro era más de lo que podía soportar. Ella se dio cuenta que la miraba y se sonrojó, pero no dijo nada.
En otra reunión familiar estábamos sentados en el jardín y ella estaba frente a mí. Traía una falda ajustada de color azul claro y una blusa negra, la conversación y los chismes estaba tan interesante, que no se percato de su abrir y cerrar de piernas y estaba sentada de tal forma que su sexo quedaba casi totalmente expuesto y sus labios vaginales se contraían en espasmos, cada vez que ella se movía y yo me la imaginaba triturando algo que quizá traía metido en su intimidad. Ella me pidio que le tomara unas fotos para su Facebook.
A partir de ahí pude observarla otras veces, siempre vistiendo micro bikinis o hilos dentales, hasta que en un par de ocasiones se dio cuenta de que yo la estaba observando y se sonrojaba. Eso me hizo comprender que quizá estaba yendo demasiado lejos y volví a dejarla en paz.
De hecho, traté de alejarme lo más posible de ella. Hasta que se llegó la Navidad siguiente y tuvimos que reunirnos de nuevo. Ella vestía igual de sensual que siempre, pero yo trataba de ya no mirarla, traía un traje de esos como de ejecutiva, color gris, la falda corta, muy corta, casi llegando a la parte donde comienza el muslo y tan ajustada que se adivinaba el tejido de su hilo dental. Volví a caer en el hechizo de ese precioso culito y de sus piernas al natural, completamente afeitadas, sin pantimedias.
Pero aun así, mantuve la distancia hasta que ella se acercó y me preguntó que cuánto había costado el vehículo nuevo que le había regalado a mi esposa, me decía que estaba muy bonita y cosas así y de pronto me dice: “Te mereces un beso por lo gran esposo que eres”. Lo dijo delante de mucha gente, así que trate de no darle mayor importancia. Estando ya solos en la cocina, le recordé que me debía el beso que me había ofrecido, y me acerqué para recibirlo, sólo que me quedé frío porque me lo dio en los labios. Nos quedamos mirándonos y ella sonrió y suspiro. Fue algo así como que ‘listo, ya nos dimos un beso en los labios’. Pero al mismo tiempo intente pisar tierra y pensé que se había equivocado, porque se notaba que estaba ebria, pero no deje de mirarla en toda la noche y en algunas ocasiones se percato de que miraba sus piernas, trataba de averiguar de qué color sería la braga que traía bajo ese vestido gris. Ella me dio la respuesta, al abrir un poco las piernas para acomodarse, sin quitarme la vista de encima!. Eran blancas. Lo peor es que en algún momento se acerco y me dijo en voz baja: “El color de mi hilo dental, siempre está acorde con la falda que estoy usando, si mi falda es blanca, mi hilo dental es blanco”. Yo me quede petrificado, porque no sabía si aquello era un reclamo!
Días después, debimos comprar unos materiales para las modificaciones que estábamos ejecutando en su casa. Teníamos previsto ir a varias ferreterías por los precios, pero en el primer sitio donde fuimos, pudimos comprar todo lo que se requería. Ella vestía una falda de mezclilla cortísima, casi a la altura de sus nalgas y una blusa blanca sin mangas y zapatos deportivos. Yo por supuesto que pensaba, que al ella saber que me gustaban sus piernas, debería vestirse menos provocativa, pero hacia exactamente lo contrario, por lo que mis alarmas de seductor se activaron. Como nos desocupamos temprano, le dije para tomarnos un par de cervezas en un sitio cercano.
Entramos al bar y en lugar de sentarnos en una mesa, le pedí sentarnos en la barra, que al tener las sillas altas, me permitía mirar sus piernas, sin ninguna objeción por parte de ella. Estuvimos tomando y platicando creo que por dos horas. Sus piernas estaban orientadas hacia mí, así que de vez en cuando y al calor de la conversación y en medio de las risas, yo colocaba la palma de mi mano en sus muslos o se los acariciaba, estaba aplicando con ella la seducción Kino es sus primeros niveles.
En un momento, me concentre en mirar sus piernas y comencé a acariciar sus pantorrillas y sus muslos. Lo hacía adrede, y era ya hora de definir hasta donde mi cuñada me dejaría llegar. Levante la vista y ella solo me miraba. No decía nada. Yo le dije lo mucho que me gustaban sus piernas. Ella se rio y dijo:
“En serio, yo las veo muy blancas, me hace falta ir a la playa”
Yo agregue: “Me encantan las piernas blancas y las tuyas son preciosas. Me gustan mucho al igual que tú”, y las seguía acariciando.
“Soy tú cuñada y entre tú y yo no va a pasar nada”. Y se disparo un largo discurso de porque entre nosotros nunca pasaría nada. Así que me resigne, ya ella había establecido el limite, pero seguí acariciando sus piernas de cuando en vez. Ya habían pasado como tres horas y le dije para irnos.
Pague la cuenta y en el estacionamiento, le abrí la puerta del vehículo, y volví a mirar sus piernas de manera descarada. Me monte en mi vehículo, la mire y no sé porque, de verdad, no sé porque, quizás por las bebidas, la atraje hacia mí y comenzamos a besarnos allí en el estacionamiento. Nos besamos largamente mientras metía las manos por su espalda, le acariciaba la nuca y mordía sus labios. Ella jadeaba, no sabía qué hacer con sus manos, tomaba las mías, las soltaba, me tomaba el rostro y lo dejaba, respiraba con dificultad y cerraba los ojos abandonándose a las caricias. Le besé todo el rostro, el cuello, acaricié sus pechos y acaricié sus piernas. Abrí su falda y pasé los dedos por la orilla de su pantis, eso casi la enloquece y sus jadeos se hicieron fuertes. Tenía una pantaleta hilo dental blanco, le dije que me encantaban sus hilos dentales, que quería uno de ella como regalo. Se aparto de mi y se lo quito y me lo metió en mi boca. Aquella acción, aun al día de hoy, me sorprendió. Después se monto encima de mí y continuamos besándonos. Ella comenzó a intentar bajar el cierre de mi pantalón y fue entonces que me di cuenta de lo comprometida de la situación. La solté y muy a mi pesar le dije que no, que no podíamos por estar donde estábamos. Ella recuperó la compostura y sin decir nada nos fuimos del estacionamiento de aquel bar. En la ruta hacia su casa, me detuve dos veces más, para poder besarnos. Debo decirlo, aquellos besos están entre los mejores de mi vida y todavía hoy -2021- los sigo recordando como si fuese ayer. La deje en su casa llevando conmigo su hilo dental blanco.
La siguiente ocasión que se presento fue a los pocos días, en una reunión en mi casa para celebrar un cumpleaños. Ella tenía su vehículo en un taller, así que me toco ir a buscarla en su casa. Yo estaba algo nervioso porque desde los besos que nos dimos, no habíamos hablado y temía alguna especie de reclamo por su parte. Pero al llegar a su casa y cuando salió, pude observar que tenia puesto un vestido súper corto, con unos tacones de unos 10 centímetros. Por supuesto en esas milésimas de segundo lo que pensé es que si estuviese molesta, iría en pantalón y no en falda, pero tenía puesto un vestido corto muy sexy. Se monto en la camioneta y me beso en los labios. Arranque y coloque mi mano en uno de sus muslos y comencé a acariciarlo. Ella estaba tranquila, así que mis temores se fueron.
Ya en casa, nos divertimos durante la velada. Yo era el mesonero adrede de la reunión, le di alcohol a todo el mundo, buscando emborrachar a todos. Ella estuvo evitándome durante la velada, hasta que en algún momento, se decidió que ya era hora de terminar. Casi todos estaban ebrios, y me toco llevar a mi cuñada hasta su casa. Nos subimos en la camioneta y arranqué de inmediato. Ella iba callada, tapando con sus manos las preciosas piernas. ¿Sabes qué?, dijo de pronto “Tú siempre me has gustado, siempre, pero nunca dije nada porque primero estas casado con mi hermana y sé que la amas.. Pero sueño con estar contigo. Deseo que me hagas el amor”
Yo le dije que también deseaba estar con ella, que la he soñado desnuda, besando sus bellas piernas y metiendo mi lengua en su vagina. Ya no dijimos nada, y cuando nos dimos cuenta, estábamos en su casa. Y apenas abrimos la puerta ya estaba encima de mí, besándome con fuerza, casi con coraje y sus manos tan torpes trataban de abrirme la camisa. Sin dejar de besarla la fui tranquilizando a medida que le acariciaba la espalda, los brazos, el interior de sus muslos. Le mordía el cuello haciendo que ella comenzara a lanzar gemidos, frotando sus piernas una con otra. Como no tenía la certeza de que esto volvería a pasar, me tomé el tiempo necesario, lentamente le quité la blusa y el sostén. Sus pechos son pequeños, pero hermosos, blancos coronados por una oscura aureola y un pezón rosado. Los mordí, los chupé como si no fuera a terminar nunca, ella se retorcía y trataba de abrirme el pantalón, yo le besaba el pecho, le mordía los hombros y recorría con mi lengua todo su vientre, jugueteando con su ombligo, lo que hacía que ella se retorciera aún más.
Cuando por fin le quité el vestido corto que traía, quise guardarme su imagen para siempre: di unos pasos hacia atrás y la miré en el estado en que se encontraba, los cabellos revueltos, los labios hinchados, sus pezones erectos, sus piernas tratando de cubrirse una a otra y lo blanco de su hilo dental. Ella instintivamente se cubrió el pecho con una mano y su sexo con la otra. “Espera”, le dije, “Es que esto lo he soñado tantas veces que no quisiera perder esta imagen que ahora veo en la vida real, estas preciosa.”. Me dirigí a la cama y me abrazó y yo fui bajando lentamente por su cuerpo, deteniéndome en sus pechos y su vientre, desde el suelo comencé a besar sus pies, la parte baja de sus piernas, sus rodillas y cuando besé la parte de atrás de sus rodillas supe que había llegado su primer orgasmo cuando se estremeció tanto que estuvo a punto de caer.
Baje lentamente su hilo dental y volví a besarle las piernas, dando la vuelta hasta tener sus nalgas a la altura de mi rostro. Las besé como si estuviera poseído, las mordía y las acariciaba con mis manos, hasta que las abrí un poco y vi el orificio oscuro que me esperaba impaciente. Lo besé, nunca había hecho eso antes y supongo que ella tampoco porque de inmediato sintió un escalofrío, lo besé y lo chupé durante muchos minutos, provocando en ella un segundo orgasmo cuando con la lengua comencé a invadir esa intimidad suya. Con una mano comencé a acariciar su sexo y estaba tan mojado que creí que no aguantaría un orgasmo más. Yo por lo pronto trataba de contenerme, de aplacar mis erecciones para no terminar tan rápido, estaba extasiado con el cuerpo de mi cuñada como para acabar tan pronto. La recosté en la cama y le abrí las piernas, ahí estaba lo que me tenía obsesionado, una vulva pequeña, depilada, mostrando unos labios pequeños y rosas, chorreando jugos por todos lados, palpitando a la espera de algo que ambos sabíamos sería inolvidable.
Comencé a acariciar el interior de sus piernas, sin tocarle el sexo y eso la tenía enloquecida. Así estuve unos minutos hasta que toqué con mi lengua sus labios vaginales, lo que le provocó un súbito estremecimiento. Los recorrí con mis dedos arriba y abajo, metí uno de mis dedos en su vulva y ella comenzó a moverse rítmicamente, levantando sus rodillas y poniendo sus pies en mi espalda. Cuando por fin mis labios se acercaron pude percibir el olor más suave que me haya tocado en la vida, un perfume corporal tan excitante que aún hoy me es imposible de olvidar cada que la veo.
Recorrí con mi lengua de arriba abajo los labios vaginales, metiendo de vez en cuando la lengua en su vulva hasta que lanzó un grito fuerte, evidenciando un orgasmo sin que hubiera habido penetración alguna. Su clítoris ya estaba hinchado al igual que sus labios vaginales, así que no fue problema encontrarlo y masajearlo con la lengua, con los dientes, lentamente le daba vuelta a ese botón entre mis labios y cuando lo mordí suavemente le provoqué tal temblor en las piernas que creí que estaba convulsionando.
Ahora yo estaba listo. Me arrodille en medio de sus piernas, para mirarla nuevamente: ahí estaba ese cuerpo blanco que tantas veces había soñado, a mi disposición, con las piernas completamente abiertas y los ojos cerrados, esperando a que la penetrara. Yo tome mi verga y comencé a acariciar su vulva, hasta que la punta estaba completamente mojada. Luego empecé a penetrarla. Lo hice lentamente, provocando en ella gestos de desesperación y gemidos de locura, cuando la tuvo toda adentro, no pasaron más de tres embestidas cuando sus piernas me aprisionaron y sentí un apretón en mi miembro: un nuevo orgasmo le había llegado en cuestión de minutos y me decía: “Que rico amor, que rico”.
Yo seguí empujando, ella levantaba sus caderas, me agarraba las nalgas y subía y bajaba sus caderas y apretándolas contra mí. Después la coloqué boca abajo y la penetré completamente, levantando sus caderas para verle el precioso culito palpitante; no me pude contener y le metí un dedo y eso fue lo que la hizo reaccionar nuevamente.
Entonces me coloqué boca abajo y la monté encima de mí, y pude ver entonces sus pechos moviéndose rítmicamente, los traje hacia mí y los chupé con fuerza, luego besé sus labios y en esa posición, con el miembro completamente dentro, volví a meterle un dedo en su culito, casi hasta el fondo, lo que aceleró sus movimientos hasta que finalmente no pude más y dejé salir todo ese deseo de años que tenía por ella en el interior de su vagina, mientras ella lanzaba un grito aún más fuerte que el anterior y se dejó caer encima de mí, con su intimidad llena de mi semen.
Descansamos y continuamos besándonos apasionadamente y reíamos al mismo tiempo, era la forma de liberar tensiones acumuladas por tantos años de deseo. Ella comenzó a besar mi pecho y así fue descendiendo hasta encontrar mi verga erecta frente a su cara, la tomó con ambas manos, acariciándome los testículos y después con su lengüita absorbió la gotita transparente que emergía y después de darle un beso se dispuso a chupármela, primero fue la cabeza, se la metió a la boca con una delicadeza increíble y poco a poco se fue metiendo toda mi verga a su boca y sacándola despacio, la volvía a meter. No sé cuánto tiempo duró esta acción, yo ya había perdido la noción del tiempo, y cuando ya no aguantaba más, se levanto de la cama, busco en una gaveta de una mesa un lubricante. Se coloco aquel gel en su trasero y luego en mi pene, y con una gracia sin igual se dio media vuelta y me ofreció su lindo trasero. Se pegó a mí y mi verga quedó entre sus nalgas, húmedos como estábamos, sentí el roce de mi verga entre sus piernas, exactamente en la entrada de su vagina. Ella ya se contorsionaba con la excitación y sólo murmullos de goce salían de sus labios. Instintivamente ella separó sus glúteos y miré su culito brillante, húmedo y lubricado, puse mi verga en posición, ella con sus manos lo puso en dirección y empecé a empujar introduciéndose primero la cabeza de mi verga en su culito para después metérsela toda poco a poco, disfrutando de esas sensaciones sin par.
Ella misma empezó a moverse sensual y lentamente permitiendo que mi verga saliera de su culo a menos de la mitad y después metérsela de nuevo, ¡qué delicia! Yo por mi parte no paraba de besarle la nuca y con una mano le acariciaba los senos y con la otra le acariciaba el clítoris, metiéndole uno, dos y hasta tres dedos en la vagina. En ese momento empezó a gritar como poseída y ya no pudiendo más, me vacié dentro de su culito, le llené el culo con mi semen y aunque me dolía, no le saqué mi verga. Nos quedamos pegados por un buen rato hasta que ya no pudimos más y nos dejamos caer sobre la cama.
Descansamos y hablábamos de lo rico que aquello había sido. Luego, lentamente se separó de mí, yo estaba acostado boca arriba, ella se acercó a mí, y me dio un beso en la boca y con su mano empezó a jugar mi verga; al notar que aún permanecía dura se puso encima de mí y montándome, y con sus manos dirigió mi verga hacia su vagina sentándose y se la introdujo toda, y empezó de nuevo el vaivén. Me pidió que le estrujara sus pechos, que se los lamiera, que se los mordiera, estábamos en un punto increíble de excitación, se vino no sé cuántas veces. Exhausta cayó a mi lado me cubrió de besos. Ella parecía insaciable, me decía que tenía años sin tener sexo, por lo que las ganas las tenia comprimidas.
Me quede dormido unos minutos y comencé a sentir sus labios en mi pene y cuando notó que aún estaba dura, me dijo que no podía desperdiciar esa maravilla y poniéndose de cuatro patas me ofreció un increíble espectáculo su ano y su vagina listos y dispuestos a esperar mi verga y sin hacerla esperar empecé primero con su vagina y después con su ano y los fui alternando hasta que ya estaba ella al punto que sentí cómo de nuevo sus líquidos anunciaban que ya tenía otros orgasmos. Cuando le dije que estaba por acabar, se dio la vuelta tomó mi verga entre sus manos y se la metió a la boca y ahí en su boca estallé de nuevo y se tragó todo mi semen, que obviamente ya no era tan abundante pero lo sentí como un alivio.
Volví a caer exhausto y ya mi verga mostraba el cansancio pues ya estaba flácida, atraje a mi cuñada hacia mí y le di un beso y permanecimos abrazados por un tiempo, la verdad no sé cuánto tiempo, pero al ver los reflejos del sol, ya sabíamos que estaba amaneciendo. Sin decir nada me vestí, sin tener puta idea de cómo justificar la ausencia. Me despedí pero antes le di un largo beso, acariciando su cabello y su rostro. Me puso algo en las manos y por fin me retiré. Cuando vi lo que me había dado sonreí. Era su hilo blanco, perfumado con ese olor tan suyo. Llegue a casa, mi esposa seguía dormida, así que no hubo necesidad de ofrecer explicación alguna.
Esto ocurrió en el año 2016 y duro hasta el año 2019, cuando mi cuñada consiguió una nueva pareja. En algún momento espero narrar otros encuentros memorables con mi cuñada, los sentimientos que se fueron desarrollando y mi intento de divorcio para irme a vivir con ella.
Mi cuñada para aquel entonces tenía unos 40 años, era hija de la anterior pareja del padre de mi esposa, es decir, su hermanastra, aunque se habían criado bastante cerca por lo que esa división entre ellas no existía. Recién se acababa de divorciar. Su ex esposo, era un vago, un chulo, mujeriego, compartía muy poco con nuestra familia, por lo que había mantenido durante 10 años a mi cuñada alejada de la familia, así que eran pocas las veces que había compartido una reunión con mi cuñada. Hasta que se divorcio del chulo. La familia de mi cuñada vive en una ciudad bastante alejada de la nuestra, así que prácticamente, nosotros éramos su única familia que tenía en la ciudad.
La primera reunión a la que asistió en mi casa, era la celebración de las navidades. Normalmente mi familia y la familia de mi esposa, nos reuníamos en mi casa, porque era la más espaciosa y la mas cómoda.
Mi cuñada mide como 1,70 y es más o menos atractiva. Comparada con mi esposa, no es bella pero tampoco es fea. Ella se preocupa por su figura, normalmente pasa tiempo en el gym, así que tiene buen cuerpo. A raíz de su divorcio comenzó a cambiar su forma de vestir por lo que se estaba vistiendo mas provocativa.
Todo comenzó en la navidad del 2014, tal y como dije, teníamos una reunión en nuestra casa. Yo había tenido una semana muy difícil, soy arquitecto y dueño de una constructora, así que tenía varias obras civiles que atender y que por la temporada navideña, se estaban retrasando. Estaba tan cansado que preferí recostarme un poco en uno de los cuartos de la casa. Estaba tan oscuro el cuarto que a pesar de tener la puerta abierta, no se veía nada para adentro, así que no tuve problemas en observar lo que sucedía sin que me vieran. Entonces la vi. Estaba recostada en el cuarto de enfrente viendo televisión, no alcanzaba a verle el rostro pero sí el resto del cuerpo. Traía un vestido blanco, bastante floja por cierto, lo que hacía que al levantar las rodillas, el vestido se le subía casi hasta la cadera. Era la primera vez que la observaba en vestido o falda. Siempre y hasta ese momento, había usado pantalones. Miré sus piernas por primera vez y desde ese momento me parecieron hermosas, blancas, muy suaves, preciosas. Toda ella me pareció hermosa, sus pies, sus piernas, sus brazos, entonces se acomodó de manera que quedó con sus piernas frente a mí y no dejaba de subir y bajar las rodillas. Esas piernas comenzaron a obsesionarme y más cuando en una de esas levantó de más las piernas y me dejó a la vista el triángulo de sus calzoncitos blancos. Fue demasiado. Yo sabía que estaba completamente atrapado por esas piernas, por esas nalgas y por el triángulo blanco de sus calzones. Más tarde le tome una foto con mi móvil para tener un recuerdo de aquellas piernas.
A partir de ese día, la miré de otra forma, buscando siempre ver un poco más allá de la ropa que traía encima. Como estaba recién divorciada, ella deseaba hacerle unos arreglos a su casa, por lo que me pidió ayuda y asesoría. Así que comenzamos a vernos con más frecuencia. Hice el diseño de las modificaciones que deseaba hacer en su casa, le asigne un equipo de trabajo para llevar a cabo las modificaciones y realizábamos las compras de los materiales juntos, puesto que al yo tener una constructora, las ferreterías me daban precios especiales con bastantes descuentos. Así que no fue problema reunirme con ella casi todos los días. Pude mirarle descaradamente las nalgas cuando se colocaba de espaldas frente a mí, para pagar o mirar algún producto. Puede mirarle las preciosas piernas ya que siempre la pasaba buscando en mi camioneta para ir a alguna ferretería y esperaba el momento justo de ella, al abrir las piernas y entrar a la camioneta para voltear y verle sus calzoncitos, unas veces negros, otras veces blancos.
En una ocasión, al dejarla en su casa, ella traía puesto un vestidito negro corto, y al intentar descender de la camioneta, se le atoró en el asiento. No se dio cuenta hasta que sintió el aire frío: tenía el vestido hasta la cintura por la parte de atrás, y traía un hilo dental negro y yo estaba viendo alucinaciones, sus preciosas nalguitas blancas coronadas por un bikini negro era más de lo que podía soportar. Ella se dio cuenta que la miraba y se sonrojó, pero no dijo nada.
En otra reunión familiar estábamos sentados en el jardín y ella estaba frente a mí. Traía una falda ajustada de color azul claro y una blusa negra, la conversación y los chismes estaba tan interesante, que no se percato de su abrir y cerrar de piernas y estaba sentada de tal forma que su sexo quedaba casi totalmente expuesto y sus labios vaginales se contraían en espasmos, cada vez que ella se movía y yo me la imaginaba triturando algo que quizá traía metido en su intimidad. Ella me pidio que le tomara unas fotos para su Facebook.
A partir de ahí pude observarla otras veces, siempre vistiendo micro bikinis o hilos dentales, hasta que en un par de ocasiones se dio cuenta de que yo la estaba observando y se sonrojaba. Eso me hizo comprender que quizá estaba yendo demasiado lejos y volví a dejarla en paz.
De hecho, traté de alejarme lo más posible de ella. Hasta que se llegó la Navidad siguiente y tuvimos que reunirnos de nuevo. Ella vestía igual de sensual que siempre, pero yo trataba de ya no mirarla, traía un traje de esos como de ejecutiva, color gris, la falda corta, muy corta, casi llegando a la parte donde comienza el muslo y tan ajustada que se adivinaba el tejido de su hilo dental. Volví a caer en el hechizo de ese precioso culito y de sus piernas al natural, completamente afeitadas, sin pantimedias.
Pero aun así, mantuve la distancia hasta que ella se acercó y me preguntó que cuánto había costado el vehículo nuevo que le había regalado a mi esposa, me decía que estaba muy bonita y cosas así y de pronto me dice: “Te mereces un beso por lo gran esposo que eres”. Lo dijo delante de mucha gente, así que trate de no darle mayor importancia. Estando ya solos en la cocina, le recordé que me debía el beso que me había ofrecido, y me acerqué para recibirlo, sólo que me quedé frío porque me lo dio en los labios. Nos quedamos mirándonos y ella sonrió y suspiro. Fue algo así como que ‘listo, ya nos dimos un beso en los labios’. Pero al mismo tiempo intente pisar tierra y pensé que se había equivocado, porque se notaba que estaba ebria, pero no deje de mirarla en toda la noche y en algunas ocasiones se percato de que miraba sus piernas, trataba de averiguar de qué color sería la braga que traía bajo ese vestido gris. Ella me dio la respuesta, al abrir un poco las piernas para acomodarse, sin quitarme la vista de encima!. Eran blancas. Lo peor es que en algún momento se acerco y me dijo en voz baja: “El color de mi hilo dental, siempre está acorde con la falda que estoy usando, si mi falda es blanca, mi hilo dental es blanco”. Yo me quede petrificado, porque no sabía si aquello era un reclamo!
Días después, debimos comprar unos materiales para las modificaciones que estábamos ejecutando en su casa. Teníamos previsto ir a varias ferreterías por los precios, pero en el primer sitio donde fuimos, pudimos comprar todo lo que se requería. Ella vestía una falda de mezclilla cortísima, casi a la altura de sus nalgas y una blusa blanca sin mangas y zapatos deportivos. Yo por supuesto que pensaba, que al ella saber que me gustaban sus piernas, debería vestirse menos provocativa, pero hacia exactamente lo contrario, por lo que mis alarmas de seductor se activaron. Como nos desocupamos temprano, le dije para tomarnos un par de cervezas en un sitio cercano.
Entramos al bar y en lugar de sentarnos en una mesa, le pedí sentarnos en la barra, que al tener las sillas altas, me permitía mirar sus piernas, sin ninguna objeción por parte de ella. Estuvimos tomando y platicando creo que por dos horas. Sus piernas estaban orientadas hacia mí, así que de vez en cuando y al calor de la conversación y en medio de las risas, yo colocaba la palma de mi mano en sus muslos o se los acariciaba, estaba aplicando con ella la seducción Kino es sus primeros niveles.
En un momento, me concentre en mirar sus piernas y comencé a acariciar sus pantorrillas y sus muslos. Lo hacía adrede, y era ya hora de definir hasta donde mi cuñada me dejaría llegar. Levante la vista y ella solo me miraba. No decía nada. Yo le dije lo mucho que me gustaban sus piernas. Ella se rio y dijo:
“En serio, yo las veo muy blancas, me hace falta ir a la playa”
Yo agregue: “Me encantan las piernas blancas y las tuyas son preciosas. Me gustan mucho al igual que tú”, y las seguía acariciando.
“Soy tú cuñada y entre tú y yo no va a pasar nada”. Y se disparo un largo discurso de porque entre nosotros nunca pasaría nada. Así que me resigne, ya ella había establecido el limite, pero seguí acariciando sus piernas de cuando en vez. Ya habían pasado como tres horas y le dije para irnos.
Pague la cuenta y en el estacionamiento, le abrí la puerta del vehículo, y volví a mirar sus piernas de manera descarada. Me monte en mi vehículo, la mire y no sé porque, de verdad, no sé porque, quizás por las bebidas, la atraje hacia mí y comenzamos a besarnos allí en el estacionamiento. Nos besamos largamente mientras metía las manos por su espalda, le acariciaba la nuca y mordía sus labios. Ella jadeaba, no sabía qué hacer con sus manos, tomaba las mías, las soltaba, me tomaba el rostro y lo dejaba, respiraba con dificultad y cerraba los ojos abandonándose a las caricias. Le besé todo el rostro, el cuello, acaricié sus pechos y acaricié sus piernas. Abrí su falda y pasé los dedos por la orilla de su pantis, eso casi la enloquece y sus jadeos se hicieron fuertes. Tenía una pantaleta hilo dental blanco, le dije que me encantaban sus hilos dentales, que quería uno de ella como regalo. Se aparto de mi y se lo quito y me lo metió en mi boca. Aquella acción, aun al día de hoy, me sorprendió. Después se monto encima de mí y continuamos besándonos. Ella comenzó a intentar bajar el cierre de mi pantalón y fue entonces que me di cuenta de lo comprometida de la situación. La solté y muy a mi pesar le dije que no, que no podíamos por estar donde estábamos. Ella recuperó la compostura y sin decir nada nos fuimos del estacionamiento de aquel bar. En la ruta hacia su casa, me detuve dos veces más, para poder besarnos. Debo decirlo, aquellos besos están entre los mejores de mi vida y todavía hoy -2021- los sigo recordando como si fuese ayer. La deje en su casa llevando conmigo su hilo dental blanco.
La siguiente ocasión que se presento fue a los pocos días, en una reunión en mi casa para celebrar un cumpleaños. Ella tenía su vehículo en un taller, así que me toco ir a buscarla en su casa. Yo estaba algo nervioso porque desde los besos que nos dimos, no habíamos hablado y temía alguna especie de reclamo por su parte. Pero al llegar a su casa y cuando salió, pude observar que tenia puesto un vestido súper corto, con unos tacones de unos 10 centímetros. Por supuesto en esas milésimas de segundo lo que pensé es que si estuviese molesta, iría en pantalón y no en falda, pero tenía puesto un vestido corto muy sexy. Se monto en la camioneta y me beso en los labios. Arranque y coloque mi mano en uno de sus muslos y comencé a acariciarlo. Ella estaba tranquila, así que mis temores se fueron.
Ya en casa, nos divertimos durante la velada. Yo era el mesonero adrede de la reunión, le di alcohol a todo el mundo, buscando emborrachar a todos. Ella estuvo evitándome durante la velada, hasta que en algún momento, se decidió que ya era hora de terminar. Casi todos estaban ebrios, y me toco llevar a mi cuñada hasta su casa. Nos subimos en la camioneta y arranqué de inmediato. Ella iba callada, tapando con sus manos las preciosas piernas. ¿Sabes qué?, dijo de pronto “Tú siempre me has gustado, siempre, pero nunca dije nada porque primero estas casado con mi hermana y sé que la amas.. Pero sueño con estar contigo. Deseo que me hagas el amor”
Yo le dije que también deseaba estar con ella, que la he soñado desnuda, besando sus bellas piernas y metiendo mi lengua en su vagina. Ya no dijimos nada, y cuando nos dimos cuenta, estábamos en su casa. Y apenas abrimos la puerta ya estaba encima de mí, besándome con fuerza, casi con coraje y sus manos tan torpes trataban de abrirme la camisa. Sin dejar de besarla la fui tranquilizando a medida que le acariciaba la espalda, los brazos, el interior de sus muslos. Le mordía el cuello haciendo que ella comenzara a lanzar gemidos, frotando sus piernas una con otra. Como no tenía la certeza de que esto volvería a pasar, me tomé el tiempo necesario, lentamente le quité la blusa y el sostén. Sus pechos son pequeños, pero hermosos, blancos coronados por una oscura aureola y un pezón rosado. Los mordí, los chupé como si no fuera a terminar nunca, ella se retorcía y trataba de abrirme el pantalón, yo le besaba el pecho, le mordía los hombros y recorría con mi lengua todo su vientre, jugueteando con su ombligo, lo que hacía que ella se retorciera aún más.
Cuando por fin le quité el vestido corto que traía, quise guardarme su imagen para siempre: di unos pasos hacia atrás y la miré en el estado en que se encontraba, los cabellos revueltos, los labios hinchados, sus pezones erectos, sus piernas tratando de cubrirse una a otra y lo blanco de su hilo dental. Ella instintivamente se cubrió el pecho con una mano y su sexo con la otra. “Espera”, le dije, “Es que esto lo he soñado tantas veces que no quisiera perder esta imagen que ahora veo en la vida real, estas preciosa.”. Me dirigí a la cama y me abrazó y yo fui bajando lentamente por su cuerpo, deteniéndome en sus pechos y su vientre, desde el suelo comencé a besar sus pies, la parte baja de sus piernas, sus rodillas y cuando besé la parte de atrás de sus rodillas supe que había llegado su primer orgasmo cuando se estremeció tanto que estuvo a punto de caer.
Baje lentamente su hilo dental y volví a besarle las piernas, dando la vuelta hasta tener sus nalgas a la altura de mi rostro. Las besé como si estuviera poseído, las mordía y las acariciaba con mis manos, hasta que las abrí un poco y vi el orificio oscuro que me esperaba impaciente. Lo besé, nunca había hecho eso antes y supongo que ella tampoco porque de inmediato sintió un escalofrío, lo besé y lo chupé durante muchos minutos, provocando en ella un segundo orgasmo cuando con la lengua comencé a invadir esa intimidad suya. Con una mano comencé a acariciar su sexo y estaba tan mojado que creí que no aguantaría un orgasmo más. Yo por lo pronto trataba de contenerme, de aplacar mis erecciones para no terminar tan rápido, estaba extasiado con el cuerpo de mi cuñada como para acabar tan pronto. La recosté en la cama y le abrí las piernas, ahí estaba lo que me tenía obsesionado, una vulva pequeña, depilada, mostrando unos labios pequeños y rosas, chorreando jugos por todos lados, palpitando a la espera de algo que ambos sabíamos sería inolvidable.
Comencé a acariciar el interior de sus piernas, sin tocarle el sexo y eso la tenía enloquecida. Así estuve unos minutos hasta que toqué con mi lengua sus labios vaginales, lo que le provocó un súbito estremecimiento. Los recorrí con mis dedos arriba y abajo, metí uno de mis dedos en su vulva y ella comenzó a moverse rítmicamente, levantando sus rodillas y poniendo sus pies en mi espalda. Cuando por fin mis labios se acercaron pude percibir el olor más suave que me haya tocado en la vida, un perfume corporal tan excitante que aún hoy me es imposible de olvidar cada que la veo.
Recorrí con mi lengua de arriba abajo los labios vaginales, metiendo de vez en cuando la lengua en su vulva hasta que lanzó un grito fuerte, evidenciando un orgasmo sin que hubiera habido penetración alguna. Su clítoris ya estaba hinchado al igual que sus labios vaginales, así que no fue problema encontrarlo y masajearlo con la lengua, con los dientes, lentamente le daba vuelta a ese botón entre mis labios y cuando lo mordí suavemente le provoqué tal temblor en las piernas que creí que estaba convulsionando.
Ahora yo estaba listo. Me arrodille en medio de sus piernas, para mirarla nuevamente: ahí estaba ese cuerpo blanco que tantas veces había soñado, a mi disposición, con las piernas completamente abiertas y los ojos cerrados, esperando a que la penetrara. Yo tome mi verga y comencé a acariciar su vulva, hasta que la punta estaba completamente mojada. Luego empecé a penetrarla. Lo hice lentamente, provocando en ella gestos de desesperación y gemidos de locura, cuando la tuvo toda adentro, no pasaron más de tres embestidas cuando sus piernas me aprisionaron y sentí un apretón en mi miembro: un nuevo orgasmo le había llegado en cuestión de minutos y me decía: “Que rico amor, que rico”.
Yo seguí empujando, ella levantaba sus caderas, me agarraba las nalgas y subía y bajaba sus caderas y apretándolas contra mí. Después la coloqué boca abajo y la penetré completamente, levantando sus caderas para verle el precioso culito palpitante; no me pude contener y le metí un dedo y eso fue lo que la hizo reaccionar nuevamente.
Entonces me coloqué boca abajo y la monté encima de mí, y pude ver entonces sus pechos moviéndose rítmicamente, los traje hacia mí y los chupé con fuerza, luego besé sus labios y en esa posición, con el miembro completamente dentro, volví a meterle un dedo en su culito, casi hasta el fondo, lo que aceleró sus movimientos hasta que finalmente no pude más y dejé salir todo ese deseo de años que tenía por ella en el interior de su vagina, mientras ella lanzaba un grito aún más fuerte que el anterior y se dejó caer encima de mí, con su intimidad llena de mi semen.
Descansamos y continuamos besándonos apasionadamente y reíamos al mismo tiempo, era la forma de liberar tensiones acumuladas por tantos años de deseo. Ella comenzó a besar mi pecho y así fue descendiendo hasta encontrar mi verga erecta frente a su cara, la tomó con ambas manos, acariciándome los testículos y después con su lengüita absorbió la gotita transparente que emergía y después de darle un beso se dispuso a chupármela, primero fue la cabeza, se la metió a la boca con una delicadeza increíble y poco a poco se fue metiendo toda mi verga a su boca y sacándola despacio, la volvía a meter. No sé cuánto tiempo duró esta acción, yo ya había perdido la noción del tiempo, y cuando ya no aguantaba más, se levanto de la cama, busco en una gaveta de una mesa un lubricante. Se coloco aquel gel en su trasero y luego en mi pene, y con una gracia sin igual se dio media vuelta y me ofreció su lindo trasero. Se pegó a mí y mi verga quedó entre sus nalgas, húmedos como estábamos, sentí el roce de mi verga entre sus piernas, exactamente en la entrada de su vagina. Ella ya se contorsionaba con la excitación y sólo murmullos de goce salían de sus labios. Instintivamente ella separó sus glúteos y miré su culito brillante, húmedo y lubricado, puse mi verga en posición, ella con sus manos lo puso en dirección y empecé a empujar introduciéndose primero la cabeza de mi verga en su culito para después metérsela toda poco a poco, disfrutando de esas sensaciones sin par.
Ella misma empezó a moverse sensual y lentamente permitiendo que mi verga saliera de su culo a menos de la mitad y después metérsela de nuevo, ¡qué delicia! Yo por mi parte no paraba de besarle la nuca y con una mano le acariciaba los senos y con la otra le acariciaba el clítoris, metiéndole uno, dos y hasta tres dedos en la vagina. En ese momento empezó a gritar como poseída y ya no pudiendo más, me vacié dentro de su culito, le llené el culo con mi semen y aunque me dolía, no le saqué mi verga. Nos quedamos pegados por un buen rato hasta que ya no pudimos más y nos dejamos caer sobre la cama.
Descansamos y hablábamos de lo rico que aquello había sido. Luego, lentamente se separó de mí, yo estaba acostado boca arriba, ella se acercó a mí, y me dio un beso en la boca y con su mano empezó a jugar mi verga; al notar que aún permanecía dura se puso encima de mí y montándome, y con sus manos dirigió mi verga hacia su vagina sentándose y se la introdujo toda, y empezó de nuevo el vaivén. Me pidió que le estrujara sus pechos, que se los lamiera, que se los mordiera, estábamos en un punto increíble de excitación, se vino no sé cuántas veces. Exhausta cayó a mi lado me cubrió de besos. Ella parecía insaciable, me decía que tenía años sin tener sexo, por lo que las ganas las tenia comprimidas.
Me quede dormido unos minutos y comencé a sentir sus labios en mi pene y cuando notó que aún estaba dura, me dijo que no podía desperdiciar esa maravilla y poniéndose de cuatro patas me ofreció un increíble espectáculo su ano y su vagina listos y dispuestos a esperar mi verga y sin hacerla esperar empecé primero con su vagina y después con su ano y los fui alternando hasta que ya estaba ella al punto que sentí cómo de nuevo sus líquidos anunciaban que ya tenía otros orgasmos. Cuando le dije que estaba por acabar, se dio la vuelta tomó mi verga entre sus manos y se la metió a la boca y ahí en su boca estallé de nuevo y se tragó todo mi semen, que obviamente ya no era tan abundante pero lo sentí como un alivio.
Volví a caer exhausto y ya mi verga mostraba el cansancio pues ya estaba flácida, atraje a mi cuñada hacia mí y le di un beso y permanecimos abrazados por un tiempo, la verdad no sé cuánto tiempo, pero al ver los reflejos del sol, ya sabíamos que estaba amaneciendo. Sin decir nada me vestí, sin tener puta idea de cómo justificar la ausencia. Me despedí pero antes le di un largo beso, acariciando su cabello y su rostro. Me puso algo en las manos y por fin me retiré. Cuando vi lo que me había dado sonreí. Era su hilo blanco, perfumado con ese olor tan suyo. Llegue a casa, mi esposa seguía dormida, así que no hubo necesidad de ofrecer explicación alguna.
Esto ocurrió en el año 2016 y duro hasta el año 2019, cuando mi cuñada consiguió una nueva pareja. En algún momento espero narrar otros encuentros memorables con mi cuñada, los sentimientos que se fueron desarrollando y mi intento de divorcio para irme a vivir con ella.
3 comentarios - Cogiendo con mi cuñada Zayr