Para los que leyeron mis relatos anteriores, saben cómo soy físicamente, así que no me voy a detener en eso. Para quienes no, los invito a leer mi primer relato, donde lo hago, sé que no se van a arrepentir de leerlo.
Esta vez, les voy a contar un poco más de mí. Por ahí, por mi forma de expresarme, parece que siempre fui promiscua, pero no. Mi primer encuentro íntimo, fue a los 17 años, casi a punto de cumplir los 18. Y es justamente esto lo que quiero contarles.
Hasta esa edad, solo había besado apenas a dos chicos. Mi primer beso a los 14, y el segundo chape a los 15. Siempre fui muy introvertida y más aún tímida. Y esta historia es el siguiente.
Martín era un chico de 21 años en ese momento, amigo del novio (de por aquel entonces) de mi mejor amiga. Flaco, no tan alto, pero su delgadez hacía que pareciera enorme. Su pelo era castaño y liso. Tenía una onda rockera.
Las pocas veces que lo ví, siempre usaba chupines rotos, negros o de jean. Zapatillas de lona y una remera estampada con algo de moda. Era un chico apuesto. De rasgos que rozaban lo femenino por su delicadeza. Una piel suave y tersa.
Lo importante de todo esto, es que teníamos una fiesta a laque íbamos a ir con mi amiga, su novio y Martín. Ya habíamos comprado cosas para hacer una previa en casa de mi amiga, aprovechando que sus padres no estaban. La idea era juntarnos cerca de las 9 de la noche para empezar a tomar y tipo 1 a.m. partir a la joda.
Estuve puntual a la hora indicada en lo de mi amiga, y media hora más tarde llegaron los muchachos. El novio de mi amiga, estaba totalmente producido, mientras Martín tenía la facha de cualquier otra ocasión.
Poco después del arribo de ellos, nos abrimos unas cervezas, apenas con música bajita para no molestar a los vecinos, que, dicho sea de paso, no sabían de la ausencia de los padres de mi amiga, ni estos últimos sabían de nuestra reunión, así que tampoco queríamos levantar la perdiz. Hasta que la música puesta en el celular del novio de mi amiga se paró de golpe: había llegado un SMS.
“suspendieron la joda, cayó la gorra en la quinta y está todo suspendido. En la semana nos devuelven la plata de la entrada”, se podía leer. Nosotros teníamos mucha bronca, habíamos gastado un montón de plata de aquel entonces, pura y exclusivamente en la entrada con barra libre. Y para mal de males, nos habíamos gastado el resto de plata que teníamos en las bebidas dela previa. De todos modos, mi amiga tuvo una idea.
-Dejemos de tomar ahora que tenemos y guardémoslo para la semana que viene. Total, algo va a salir- dijo expeditiva- podemos quedarnos acá y mirar alguna peli. Tengo muchas en DVD y algunas no mire.
Todos la miramos y aprobamos su ingenio. Era un bajón, pero al menos tuvo ese plan B, y nos ahorramos las cosas para otra ocasión. Acto seguido, se dispuso a traer una caja de zapatos, que desbordaba de sobres con DVD’s, algunos de ellos con muchas películas y posteriormente nos quedamos con una.
Sinceramente, la película era pésima y no vale ni siquiera la pena mencionar el argumento. Encima, la única que le prestaba real atención, era yo. Martín estaba tirado en un sillón individual, yo en otro, y mi amiga y su novio, se habían puesto cariñosos en el sillón de dos cuerpos que estaba entre medio de los nuestros.
A media película, se levantaron tomados de la mano, y como si no existiéramos, se fueron a la habitación de los padres de mi amiga. “Ármense la cama marinera de mi pieza o duerman juntos, hagan lo que quieran” Esbozó antes de cerrar la puerta. Nosotros nos miramos sin saber que decir, nonos conocíamos tanto, era una situación realmente incómoda.
Miramos un rato más el metraje y Martín me sugirió que armemos las camas como habían dicho, pero yo quería seguir mirando la TV, aunque fuera malísimo el contenido. Así que se fue a la pieza y yo me pasé al sillón grande. Al rato llegó y se me sentó al lado.
-Ya armé todo- dijo con tono de satisfacción.
-bien, bien- contesté sin dar mucha bola, concentrada en la tele.
-te arme la cama de arriba para vos, y la que se saca de abajo para mí, hay tele en la pieza, si querés llevamos el DVD para allá-exclamó.
Accedí a su petición y terminé de ver ese fiasco en la pieza. Acostados, cada uno en su cama, nos pusimos a charlar de cosas banales, hasta que la charla se puso muy profunda. Solos sin sueño y sin nada para hacer más que ver películas viejas o la programación de trasnoche del cable, no había muchas más opciones.
Para cuando quise acordar, estaba sentada en posición de indiecito en su cama, charlando abiertamente de todo lo que se me podía ocurrir, como si fuera mi amigo de años. Y tal vez fue esa situación, que nos motivó a acercarnos cada vez más hasta fundirnos en un profundo beso.
Sinceramente era raro, porque si bien era un chico atractivo, no me esperaba darle un beso alguna vez, no era de mi tipo. Y nunca se me había cruzado por la cabeza.
Entre beso que iba y beso que volvía, y el movimiento frenético de nuestras lenguas, ya estábamos acostados a la par, mientras nos acariciábamos el pelo y la cara.
Yo estaba muy concentrada, sentía que besaba mal por mi inexperiencia y quería dejar una buena impresión, pero todo cambió de rumbo, cuando él me agarró la mano y la llevo directo a su entrepierna. Me sobresalté.
- ¿Qué haces? - le dije con tono extrañado y cortando todo el clima.
-Para, no es para tanto. Ni que nunca hubieras hecho nada, pensé que daba para algo más, perdón- respondió con un tono que tenía mezcla de ironía y vergüenza.
Yo no dije nada. Me quedé muda e inmóvil. Moría de curiosidad, pero a la vez de culpa. Era obvio había crecido con una familia ultra católica y todo esto era tabú para mí.
El silencio incomodaba ya, hasta que me animé y le dije: “no, nunca hice nada, con nadie, perdón”.
Martín abrió los ojos como el 2 de oro de la baraja española. No respondía. No se movía. Había quedado perplejo.
-Con razón. Mala mía. No quise incomodarte- expresó.
Por mi cabeza giraba todo un universo de pensamientos, pero aun así me abalancé sobre él para volver a besarlo como loca, y le susurré al oído: “enseñame algo”.
Él estaba de costado en la cama y se giró boca arriba.
-Dejate llevar- suspiró con un tono sensual.
Yo seguía a su lado, y mientras lo besaba bajaba lentamente mi mano por su pecho, hasta llegar al botón de su jean. El chico procedió a desprenderlo y bajar el cierre.
Mi mano siguió bajando, hasta toparme con su bóxer y, por ende, con su pene, que estaba duro. Que sensación más rara fue en ese momento. Nunca había tocado, poco era lo que había visto por imágenes o videos de celular pixelados, entonces era algo totalmente nuevo para mí… y me gustaba.
-Sacalo de ahí- exclamó con voz ya pervertida.
No lo dudé. Metí la mano por abajo del elástico de su ropa interior y en ese segundo, pude sentir todo, su vello público, la dureza de su pene y llegué a tocar sus testículos. Fue un instante, pero que duró una eternidad. Como si fuera una experta en la materia, arqueé mi mano y pude dejar al descubierto todo lo que había rozado antes.
Era algo raro. Ahora que lo pienso, no era una verga gigante, ni mucho menos, pero era la primera que veía en primera persona, la primera real.
Mediría unos 13 centímetros, tenía una curvatura pronunciada hacia la izquierda, el tronco se veía fino, y el glande, que era del mismo espesor que el resto de sus genitales, estaba descubierto totalmente. Y esto, rodeado de una recortada cantidad de pelos. En ese momento, me parecía raro. Imaginaba otra cosa totalmente distinta.
-Podes tocarlo- invitó.
Yo no sabía ni cómo hacerlo. Simplemente lo rodeé con mi mano izquierda y empecé a sacudirlo con fuerza. Le hice daño.
-Para, tranqui. Más suave. Así- dijo con voz tranquila y cariñosa, mientras abrazaba mi mano con la suya.
En sí, se estaba pajeando él mismo, pero con mi mano.
-Seguí así, pero vos sola- ordenó.
Y así seguí un rato largo. No podía parar de ver el espectáculo que yo misma había provocado.
-No pares, no pares. – decía ya con tono excitado.
Era increíble. No solo que había hecho mi primera paja y había visto mi primera pija en vivo y en directo, sino que, además estaba presenciando mi primera eyaculación. Era genial ver los espasmos de esa verga que se hinchaba y escupía ese líquido blanquecino, que por cierto chorreaba por mi mano, mi antebrazo y mis dedos.
Me limpié como pude, medio con la remera y medio con las sabanas de mi amiga. y volvimos a besarnos profundamente. Pasamos así toda la noche, no vale la pena contar más detalles en esta ocasión, porque Martín no me tocó a mí, pero yo seguí pajeandolo a él, mientras nos besábamos. Fue increíble.
Más temprano que tarde, les voy a traer otro relato corto. Ysi se preguntan qué pasó con Martín, lo sigo viendo a veces, como amigos, con este secreto y otros más, que tendrán lugar en otra ocasión.
Esta vez, les voy a contar un poco más de mí. Por ahí, por mi forma de expresarme, parece que siempre fui promiscua, pero no. Mi primer encuentro íntimo, fue a los 17 años, casi a punto de cumplir los 18. Y es justamente esto lo que quiero contarles.
Hasta esa edad, solo había besado apenas a dos chicos. Mi primer beso a los 14, y el segundo chape a los 15. Siempre fui muy introvertida y más aún tímida. Y esta historia es el siguiente.
Martín era un chico de 21 años en ese momento, amigo del novio (de por aquel entonces) de mi mejor amiga. Flaco, no tan alto, pero su delgadez hacía que pareciera enorme. Su pelo era castaño y liso. Tenía una onda rockera.
Las pocas veces que lo ví, siempre usaba chupines rotos, negros o de jean. Zapatillas de lona y una remera estampada con algo de moda. Era un chico apuesto. De rasgos que rozaban lo femenino por su delicadeza. Una piel suave y tersa.
Lo importante de todo esto, es que teníamos una fiesta a laque íbamos a ir con mi amiga, su novio y Martín. Ya habíamos comprado cosas para hacer una previa en casa de mi amiga, aprovechando que sus padres no estaban. La idea era juntarnos cerca de las 9 de la noche para empezar a tomar y tipo 1 a.m. partir a la joda.
Estuve puntual a la hora indicada en lo de mi amiga, y media hora más tarde llegaron los muchachos. El novio de mi amiga, estaba totalmente producido, mientras Martín tenía la facha de cualquier otra ocasión.
Poco después del arribo de ellos, nos abrimos unas cervezas, apenas con música bajita para no molestar a los vecinos, que, dicho sea de paso, no sabían de la ausencia de los padres de mi amiga, ni estos últimos sabían de nuestra reunión, así que tampoco queríamos levantar la perdiz. Hasta que la música puesta en el celular del novio de mi amiga se paró de golpe: había llegado un SMS.
“suspendieron la joda, cayó la gorra en la quinta y está todo suspendido. En la semana nos devuelven la plata de la entrada”, se podía leer. Nosotros teníamos mucha bronca, habíamos gastado un montón de plata de aquel entonces, pura y exclusivamente en la entrada con barra libre. Y para mal de males, nos habíamos gastado el resto de plata que teníamos en las bebidas dela previa. De todos modos, mi amiga tuvo una idea.
-Dejemos de tomar ahora que tenemos y guardémoslo para la semana que viene. Total, algo va a salir- dijo expeditiva- podemos quedarnos acá y mirar alguna peli. Tengo muchas en DVD y algunas no mire.
Todos la miramos y aprobamos su ingenio. Era un bajón, pero al menos tuvo ese plan B, y nos ahorramos las cosas para otra ocasión. Acto seguido, se dispuso a traer una caja de zapatos, que desbordaba de sobres con DVD’s, algunos de ellos con muchas películas y posteriormente nos quedamos con una.
Sinceramente, la película era pésima y no vale ni siquiera la pena mencionar el argumento. Encima, la única que le prestaba real atención, era yo. Martín estaba tirado en un sillón individual, yo en otro, y mi amiga y su novio, se habían puesto cariñosos en el sillón de dos cuerpos que estaba entre medio de los nuestros.
A media película, se levantaron tomados de la mano, y como si no existiéramos, se fueron a la habitación de los padres de mi amiga. “Ármense la cama marinera de mi pieza o duerman juntos, hagan lo que quieran” Esbozó antes de cerrar la puerta. Nosotros nos miramos sin saber que decir, nonos conocíamos tanto, era una situación realmente incómoda.
Miramos un rato más el metraje y Martín me sugirió que armemos las camas como habían dicho, pero yo quería seguir mirando la TV, aunque fuera malísimo el contenido. Así que se fue a la pieza y yo me pasé al sillón grande. Al rato llegó y se me sentó al lado.
-Ya armé todo- dijo con tono de satisfacción.
-bien, bien- contesté sin dar mucha bola, concentrada en la tele.
-te arme la cama de arriba para vos, y la que se saca de abajo para mí, hay tele en la pieza, si querés llevamos el DVD para allá-exclamó.
Accedí a su petición y terminé de ver ese fiasco en la pieza. Acostados, cada uno en su cama, nos pusimos a charlar de cosas banales, hasta que la charla se puso muy profunda. Solos sin sueño y sin nada para hacer más que ver películas viejas o la programación de trasnoche del cable, no había muchas más opciones.
Para cuando quise acordar, estaba sentada en posición de indiecito en su cama, charlando abiertamente de todo lo que se me podía ocurrir, como si fuera mi amigo de años. Y tal vez fue esa situación, que nos motivó a acercarnos cada vez más hasta fundirnos en un profundo beso.
Sinceramente era raro, porque si bien era un chico atractivo, no me esperaba darle un beso alguna vez, no era de mi tipo. Y nunca se me había cruzado por la cabeza.
Entre beso que iba y beso que volvía, y el movimiento frenético de nuestras lenguas, ya estábamos acostados a la par, mientras nos acariciábamos el pelo y la cara.
Yo estaba muy concentrada, sentía que besaba mal por mi inexperiencia y quería dejar una buena impresión, pero todo cambió de rumbo, cuando él me agarró la mano y la llevo directo a su entrepierna. Me sobresalté.
- ¿Qué haces? - le dije con tono extrañado y cortando todo el clima.
-Para, no es para tanto. Ni que nunca hubieras hecho nada, pensé que daba para algo más, perdón- respondió con un tono que tenía mezcla de ironía y vergüenza.
Yo no dije nada. Me quedé muda e inmóvil. Moría de curiosidad, pero a la vez de culpa. Era obvio había crecido con una familia ultra católica y todo esto era tabú para mí.
El silencio incomodaba ya, hasta que me animé y le dije: “no, nunca hice nada, con nadie, perdón”.
Martín abrió los ojos como el 2 de oro de la baraja española. No respondía. No se movía. Había quedado perplejo.
-Con razón. Mala mía. No quise incomodarte- expresó.
Por mi cabeza giraba todo un universo de pensamientos, pero aun así me abalancé sobre él para volver a besarlo como loca, y le susurré al oído: “enseñame algo”.
Él estaba de costado en la cama y se giró boca arriba.
-Dejate llevar- suspiró con un tono sensual.
Yo seguía a su lado, y mientras lo besaba bajaba lentamente mi mano por su pecho, hasta llegar al botón de su jean. El chico procedió a desprenderlo y bajar el cierre.
Mi mano siguió bajando, hasta toparme con su bóxer y, por ende, con su pene, que estaba duro. Que sensación más rara fue en ese momento. Nunca había tocado, poco era lo que había visto por imágenes o videos de celular pixelados, entonces era algo totalmente nuevo para mí… y me gustaba.
-Sacalo de ahí- exclamó con voz ya pervertida.
No lo dudé. Metí la mano por abajo del elástico de su ropa interior y en ese segundo, pude sentir todo, su vello público, la dureza de su pene y llegué a tocar sus testículos. Fue un instante, pero que duró una eternidad. Como si fuera una experta en la materia, arqueé mi mano y pude dejar al descubierto todo lo que había rozado antes.
Era algo raro. Ahora que lo pienso, no era una verga gigante, ni mucho menos, pero era la primera que veía en primera persona, la primera real.
Mediría unos 13 centímetros, tenía una curvatura pronunciada hacia la izquierda, el tronco se veía fino, y el glande, que era del mismo espesor que el resto de sus genitales, estaba descubierto totalmente. Y esto, rodeado de una recortada cantidad de pelos. En ese momento, me parecía raro. Imaginaba otra cosa totalmente distinta.
-Podes tocarlo- invitó.
Yo no sabía ni cómo hacerlo. Simplemente lo rodeé con mi mano izquierda y empecé a sacudirlo con fuerza. Le hice daño.
-Para, tranqui. Más suave. Así- dijo con voz tranquila y cariñosa, mientras abrazaba mi mano con la suya.
En sí, se estaba pajeando él mismo, pero con mi mano.
-Seguí así, pero vos sola- ordenó.
Y así seguí un rato largo. No podía parar de ver el espectáculo que yo misma había provocado.
-No pares, no pares. – decía ya con tono excitado.
Era increíble. No solo que había hecho mi primera paja y había visto mi primera pija en vivo y en directo, sino que, además estaba presenciando mi primera eyaculación. Era genial ver los espasmos de esa verga que se hinchaba y escupía ese líquido blanquecino, que por cierto chorreaba por mi mano, mi antebrazo y mis dedos.
Me limpié como pude, medio con la remera y medio con las sabanas de mi amiga. y volvimos a besarnos profundamente. Pasamos así toda la noche, no vale la pena contar más detalles en esta ocasión, porque Martín no me tocó a mí, pero yo seguí pajeandolo a él, mientras nos besábamos. Fue increíble.
Más temprano que tarde, les voy a traer otro relato corto. Ysi se preguntan qué pasó con Martín, lo sigo viendo a veces, como amigos, con este secreto y otros más, que tendrán lugar en otra ocasión.
3 comentarios - Relato corto N°1 – Mi primer pito
Muchas gracias