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Fantasía de ella, fantasía de los dos

(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)

Hace un tiempo empecé a salir con una chica. Preciosa, todo sea dicho. Pelo castaño y largo, delgada, con unos pechos no demasiado grandes pero que me encantaron la primera noche que me dejó sobarlos, de apariencia muy juvenil. Tanto que al conocernos tuve que pedirle el DNI para verificar que no se estaban pasando delitos por mi cabeza. Nina se llama.

Nina y yo empezamos muy bien nuestras relaciones. Una noche, de esas en la que estábamos en el post-coito, con ella tumbada sobre mi, empezamos a hablar de experiencias pasadas. Y entonces me confesó algo muy curioso.

“¿Recuerdas a mi amiga Verónica?”, me preguntó mientras me acariciaba el pecho. Yo asentí. “Una noche, ella y yo, habíamos bebido un poco.”

“¿Os acostásteis?”, pregunté asombrado.

“¡No! No llegamos a tanto. Fueron unos besos nada más, pero yo no estaba lista. Fue un poco incómodo, de hecho”.

“Vaya. Bueno, me alegra saber que aún así estáis bien”.

“Si, ella es muy buena amiga. Pero…”

“¿Pero?”

“Ay, tengo que decírtelo, pero no quiero que pienses mal de mi. Mira, yo… tengo curiosidad por saber qué hubiera pasado si no me hubiera dado corte, ¿vale?”, me dijo, y enterró la cabeza en mi cuerpo, muerta de la vergüenza.

Pero ya le dije que no iba a escandalizarme por ello. Sin embargo, quiso cambiar de tema y me preguntó a mi por mis devenires sexuales.

Y un día se me ocurrió probar una cosa. Algo que nunca antes se me hubiera pasado por la cabeza. Saqué el móvil y marqué un número.

“Hola, Vero”, dije al llamarla por teléfono.

“Hola. ¿Qué tal?”

“Bien. ¿Tienes un rato? Estoy debajo de tu casa”, le dije.

A los cinco minutos apareció Vero, con su melena pelirroja al viento y su camiseta ceñida. Se sentó en la mesa conmigo y pedimos un par de cañas. Puse ver sus preciosos ojos verdes por un momento antes de volver a centrarme en la conversación.

“Tengo una propuesta que hacerte… y es un poco delicada”.

“... ¿Tú eres consciente de que Nina es mi amiga?”, me preguntó. Obviamente se había pensado que le iba a proponer echar un polvo.

“Exacto, por eso mismo. ¡No pienses cosas raras!”, dije al ver cómo le cambiaba su expresión. “No quiero que hagas nada. Conmigo”.

“¿Cómo que nada contigo?”

“Sí. Bueno, el cumpleaños de Nina es la semana que viene, y la verdad, no se me ocurre muy bien qué regalarle. Y hace poco me habló de vuestro desliz…”

“Ay, dios…”, Vero estaba muerta de vergüenza. “Mira, aquello fue bonit-UN ERROR”, se apresuró en corregirse, perro demasiado tarde. Sonreí, amistoso, hacia ella.

“Escucha. Si tú también crees que tenéis esa deuda pendiente no seré yo el que os impida cumplirla, ¿vale? Ni os voy a juzgar ni nada. Quiero que sea libre de cumplirlo si es lo que quiere”.

“¿Y tú qué es lo que quieres? ¿Mirar?”, me preguntó con desconfianza.

“A pesar de lo tentador que suena, no. Eso no va de mi, sino de ella. Así que… ¿quieres acostarte con ella?”

Llegó el sábado del cumpleaños de Nina y por la mañana, después de amanecer a su lado, le di su regalo: un pijama veraniego que sabía que le gustaba mucho y tenía intención de comprarse. Se lo puso para mi (debo reconocer que le quedaba tremendamente bien) y fuimos a desayunar. Y justo después…

¡Ding-dong! Llamaron a la puerta. Nina fue a abrir y se sorprendió al ver allí a Vero. La chica no se había vestido precisamente de un modo discreto. Camiseta ceñida, juraría que sin sujetador debajo, y un pantalón tejano que no cubría ni las rodillas. Era la hora de revelarle mi plan a Nina. Por cierto, malpensados, ¿en serio os pensábais que iba a engañarla con otra persona? 😁

“No te esperaba hoy”, dijo Nina, sorprendida. “¿Ha pasado algo?”

Me di cuenta en seguida de que Vero sonreía tímida. Tenía ganas de lo que pudiera pasar o no. Nina estaba confusa, y vi que era el momento de intervenir.

“Cariño, creo que Vero y tu tenéis algo pendiente. Así que he pensado que hoy sería un buen día para ello”

“... Tú estás mal de la cabeza”, me dijo Nina. Pero seguramente no se había dado cuenta de que se había puesto colorada. Yo sonreí ante su reacción. “Estás de broma, ¿no?”

“En absoluto. Se lo propuse a Vero, y aceptó encantada”, respondí. Y Vero se tapó la cara con las manos. “Así que es tu decisión si vais a hacerlo o no”.

“Pero tú…”

“Te lo estoy poniendo en bandeja. No me estarás engañando porque soy yo quien te ha dicho que lo hagas”.

Nina me miró a los ojos y me dio un suave beso. Luego me susurró un “gracias” al oído y se quedó mirándose con Vero. Obviamente no sabían qué hacer, y yo estaba de más.

“Voy a irme. Pasadlo bien, chicas”, dije con la mejor de mis intenciones, pero Nina me retuvo. No quería que me fuese por ellas. Así que opté por quedarme escuchando música, con los auriculares, y de esa forma permanecer al margen de todo.

Paso a narrar lo que Nina me contó que había pasado cuando cerraron la puerta del dormitorio.

Se miraron tímidas. Inspiraron profundamente. Y se dieron un corto beso al principio. Otro. Otro. Empezaron a ser más seguidos. Por fin sus labios se juntaron durante un largo tiempo. Empezaban a desinhibirse. V
ero fue un poco más valiente y puso las manos en las caderas de Nina. Estaban tranquilas. Les gustaba mucho. Se sonrieron. Estaba pasando.

Empezaron a quitarse la ropa mutuamente. Nina le quitó la camiseta a Vero. Se sorprendió al ver que Vero no tenía sujetador. Ella le sacó la lengua, rebelde, y luego la “atacó”, quitándole la camiseta con cierta prisa. Nina sí llevaba ropa interior, pero se lo desabrochó dejando que Vero le viera las tetas. Esta no puso resistirse a la tentación de probarlas con sus labios por primera vez. Le gustó el sabor que tenían sus pezones. Los tenía duritos. Nina se dejó hacer por su querida amiga.

“Tócamelas, Nina”, le ofreció Vero. “Podemos hacerlo… quiero hacerlo”

Y Nina obedeció, poniendo sus manos sobre las generosas tetas de su amiga. Me contó que las sentía muy suaves. Y le gustaba ver a Vero gimiendo cuando le apretaba suavemente los pezones. Se miraron con complicidad. Todo estaba permitido. Y Nina también quería comprobar si Vero tenía buen sabor. “Muy bueno”, me dijo que pensó.

Sus lenguas empezaron a cruzarse. Se besaban en los labios, chupaban las tetas de la otra, se tocaban sin pudor alguno. Estaban desatadas. Su deuda pendiente debía saldarse. Nina se asustó en cierto momento cuando Vero la tiró sobre la cama, le desabrochó los jeans, y tiró hacia abajo con ganas. Y le quitó las bragas con poca delicadeza. Pero se relajó un poco al ver que Vero simplemente se limitaba a sonreír. Una sonrisa que, a pesar de la situación, era inocente.

“Sabía que eras preciosa. Pero verte así me gusta un montón”, susurró, y le dio un beso a Nina que la dejó sin aliento.

“Vero...”

“Déjame follarte, Nina. Por favor. Soy muy buena”, y le guiñó un ojo. Y aceptó la proposición de su amiga.

Disfrutó de un pequeño striptease que le ofreció Vero mientras se quitaba el resto de la ropa. Y se sorprendió mucho al ver que la chica se había depilado la vagina. Casi al completo. Únicamente se había dejado un pequeño mechón con forma de corazón encima de su rajita. Y sin darse cuenta estiró la mano para tocarlo, provocando un gemido de placer en su amiga.

“Bueno, bien… me gusta que me toquen ahí” suspiró Vero.

“Perdón, pero no me lo esperaba” respondió Nina. Su mano no se había apartado. Al contrario. Acariciaba los labios vaginales de su amiga, y lo notaba mojadito. “¿Sueles llevarlo así?”

“Sólo por mi mejor amiga en su cumpleaños… aaaaaah…”, gimió largamente al sentir los dedos de Nina penetrando en su vagina con ganas. “Sí, nena… me gusta muchoooooh”.

Nina estaba descubriendo la magia de masturbar a su amiga y le gustaba estar en esa situación dominante. Así que prosiguió dando placer a su amiga. Sus dedos escurrían con ganas dentro del coñito de Vero, que gemía sometida al placer. Se apoyó en cuatro en la cama y se besaron mientras mi novia seguía masturbando a Vero. Esta no se esperaba ese placer (lo que tampoco sabía era que había noches que Nina y yo nos dedicábamos a masturbarnos simplemente, mutuamente y por nuestra cuenta, para descubrir nuevas formas de tener placer).

Estaba Vero en cuatro sobre Nina, que sonreía al ver a su amiga recibiendo placer, en el momento en que la chica se corrió. Unas gotitas resbalaron hasta el pecho de mi novia, que sintió un escalofrío ante la sensación. Pero no le pareció mal. Sonrió al ver a Vero rendida ante el placer. Pero ella no quería rendirse, y le pidió a Nina que subiera sobre ella. Mi novia obedeció, sin esperarse que iba a recibir un cunnilingus de parte de la otra. Nunca se ha quejado de mi técnica, pero me contó que lo que Vero le hizo fue muy diferente. Su lengua parecía saber cada punto exacto donde tocar para que gimiera de placer. Se llevó las manos a los pechos, y se estimuló los pezones mientras recibía placer.

“Vero… eres muy buena…”

“Gracias, cielo”, dijo ella en una pausa. “¿Es mucho pedir… si te digo que me hagas lo mismo?”

“En absoluto…”

Nina giró y se tumbó cuan larga era sobre Vero. Cara frente a vagina las dos. Separaron sus labios inferiores y dejaron que sus lenguas se movieran libremente. Encontraban placer dando y recibiendo. Se lo estaban pasando muy bien. Se tocaron con pasión. Lenguas y dedos trabajaron en armonía para que la otra tuviera un estupendo orgasmo aquella mañana.

Ambas gimieron en el momento en que sus clímax llenaron la habitación. Con mucho calor, agotadas, pero lo habían hecho. Nina rodó para quedar bocarriba en la cama y Vero la atrapó entre sus brazos. Volvieron a besarse, mientras Vero le acariciaba una teta a Nina.

“Feliz cumpleaños, amiga”

“Gracias por esto”

Entretanto yo estaba en el salón viendo una serie, pues la música ya no me concentraba. La verdad, había logrado evadirme hacía rato empezando de nuevo la serie House M.D Estaba disfrutando de sus comentarios mordaces cuando vi que se abría la puerta del dormitorio. Salió Nina, tan bella como podía ser ella sola desnuda, caminando hacia mi. Me quitó los auriculares, y me besó.

Me levantó suavemente y me dio la mano. Caminé con ella al dormitorio. Aparté la mirada al ver que Vero seguía desnuda en la cama, pero Nina me hizo mirar. Volvió a cerrar la puerta del dormitorio.

“Cariño, agradezco mucho mi regalo de cumpleaños. Pero no es justo que lo celebre sólo con ella”.

“¿Qué quieres decir?”

“Que voy a pasarlo con las dos personas que más quiero. Mi mejor amiga, y el mejor novio que se puede tener”, dijo sonriendo. “Por supuesto, si te parece bien”.

“Aunque no me gustaría sentirme rechazada”, dijo Vero. “Y me estoy quedando fría…”

“Nina. Te lo agradezco pero esto era por tí, por tu cumpleaños. No quería involucrarme”, le dije.

“Ya he disfrutado de ese regalo. Pero ¿qué es un cumpleaños sin una fiesta?”

Se pegó a mi espalda. Me puso frente a la cama. Frente a su amiga. Puso las manos en mi pantalón y tiró suavemente hacia abajo. Vero sonrió al ver mi bulto, se puso sobre sus rodillas en la cama, y apartó la tela del boxer. Abrió los ojos.

“Vaya, Nina, no sabía yo esto. Por eso te veo más sonriente”, dijo, y yo me morí de la vergüenza.

“Sí, mi chico lo tiene todo muy bien”, dijo, y me besó antes de que pudiera decir nada.

“Bueno, hace tiempo que no me como una buena polla… espero hacerlo bien”, comentó Vero, y fue lo último que dijo antes de que notase cómo sus labios acariciaban mi glande. Su saliva me la lubricó y con mucho cuidado me la fue chupando hasta que fue capaz de succionarla por completo. Joder, era demasiado buena. Gemí, y Nina me sonrió.

“Este es el trato. Te corres cuando lo necesitas, y a cambio nos das placer”, me dijo.

Yo asentí y vi en ese momento cómo Nina bajaba también hasta quedar al lado de Vero. Empezaron a lamer mi pene entre las dos con muchas ganas. Se besaban alrededor de mi erección. Aquello era demasiado para mi cabeza. Intenté contenerme, pero no pude. Iba a correrme. Y Nina conocía mi cara de “me corro”. Y en ese momento, era Vero quien me la estaba chupando. Sonrió, y puso la mano sobre la cabeza de Vero. No me contuve. Me corrí dentro de su boquita.

Pero lejos de apartarse, Vero lo tomó… y cuando Nina la soltó, se besaron, compartiendo mi semilla. Con esa imagen antes mis ojos era imposible que se bajase mi erección. Sonrieron ante mi cara al verlas. Me llamaron a tumbarme con ellas, dispuestas a seguir con la celebración.

Me vi besado por Vero mientras Nina empezaba a chupármela nuevamente. No hacía mucha falta, la tenía completamente prepara para la acción. Y Vero iba a empezar por cabalgarme. Tomó el relevo de Nina, abrió sus piernas sobre mi, y se dejó caer despacio sobre mi rabo. La penetré de una vez. Noté su coñito apretado.

Nina se puso sobre mi. Su chocho sobre mi cabeza sólo podía significar una cosa. Que se lo comiera. Y así hice. Puse las manos en sus caderas para atraerla hacia mi y degusté sus salados jugos. Me encantaban. Ella se agarró a mis cabellos, sin tirar con fuerza, pero dominando claramente en la situación. Estaba sometido a ellas. Vero subía y bajaba por mi falo mientras yo devoraba el chochito de mi novia.

“Me encanta… Nina, me das envidia…”

“Disfrútalo, reina… Y también me lo estoy pasando muy bien…” gimió ella mientras la sometía al placer de mi lengua. No tardé mucho en conseguir que se corriera de placer con mi lengua. Y yo estaba a punto de acabar. Nina se puso a mi lado y disfrutó de la imagen de Vero rebotando sobre mi pene. Me corrí mucho, empapando su interior. Mi semilla resbaló por su pierna mientras ella también culminaba.

“No puedo dejar esto así…” comentó Nina, y con su lengua limpió la pierna y la vagina de Vero. Sólo de verlo me apetecía correrme otra vez. Con fuerza sobre ellas. Pero era el momento de cambiar. Debía darle sexo oral a Vero, al tiempo que me follaba a Nina.

Así que cambiamos de posición. Nina se puso en cuatro frente a mi y mi falo se deslizó suavemente en su coño. Vero pasó una pierna sobre su amiga, quedando frente a mi, y pude disfrutar por primera vez del saber de sus jugos. Tenían un sabor distinto a los de Nina, pero no me importaba. Era genial estar en esa situación de ensueño. Me pregunté si estaba en un sueño, pero en ese caso no me quería despertar.

Conseguí que Vero tuviera un rico orgasmo acompañando mi lengua con mis dedos. Sonreímos cómplices mientras ella volvía a chupar y sobar las tetas de Nina mientras jugábamos a corrernos otra vez. Fue delicioso.

“Yo ya sé cuál quiero que sea mi regalo de cumpleaños, para el que quedan menos de dos meses…”, dejó caer Vero. Ella y yo estábamos tumbados sobre Nina. Una cabeza sobre cada pecho.

“Ni de coña”, dijo Nina. “Las cosas buenas no se pueden hacer esperar tanto”.

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