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Big Hugo (2)

2
A la mañana siguiente me fui al trabajo y dejé a mi querida Celeste dormida tras arroparla y besar su frente antes de marcharme.
Aunque me daba algo de reparo, también vigilé a Hugo y lo encontré durmiendo plácidamente, tan enorme como era acostado justo en medio de mi gran cama. Igualmente lo arropé como haría su madre y me maché a trabajar.
Volví al medio día, cargada con comida rápida que había comprado en el auto en el camino a casa.
Cuando abrí la puerta me los encontré jugando al parchís y ambos me sonrieron gratamente al verme, levantándose alertados por el olor de la comida que les traía.
Comimos en el salón y prácticamente devoramos las hamburguesas, las patatas y los refrescos que traje. Luego les serví helado y ambos se lo zamparon delante de mis atónitos ojos, demostrándome que tanto Celeste como Hugo tenían en común su gran apetito.
Ya en la cocina, cuando Celeste me ayudó a recoger, le pregunté por cómo le había ido la mañana con Hugo.
— ¡Bien mamá, me gusta enseñarle cosas y jugar con él! —dijo Celeste.
— Pero, has sido buena con él, ¿verdad?  —le pregunté yo cargada de dobles intenciones.
— ¡Oh por supuesto mamá! —dijo Celeste asegurándome que había respetado a nuestro invitado.
— Está bien hija, confío en ti, ya lo sabes —dije yo mostrándole mi apoyo sincero.
Tras la comida nos echamos una pequeña siesta y me desperté adormilada en el sofá con el gran Hugo imitándome en un sillón, ambos veíamos un soporífero documental de naturaleza salvaje, lo que nos ayudó a quedarnos sopa.
Nos levantamos y lo invité a dar un paseo por la playa, él aceptó encantado así que con una tarde preciosa, que inundaba todo de amarillos reflejos de un Sol que ya moría por el horizonte, me acompañó caminando por la arena descalzos. Incluso jugó conmigo levantándome como si fuese una pluma llevada por el viento.
Lo cierto es que el gran Hugo era muy fuerte y esto me sorprendió mucho. ¡Tanta vitalidad en un cuerpo tan grande! Algo que sin duda no olvidé desde ese momento.
Al volver a casa me apetecía una ducha. Celeste ya había vuelto de la universidad y se había puesto cómoda tras ducharse, así que cuando me hice a la idea caí en la cuenta de que el gran Hugo también necesitaría un baño.
Este pensamiento me asustó un poco, pues Ada no me había dado detalles específicos en cuanto al baño de Hugo, así que opté primero por cenar y dejé el baño para después.
Al terminar la cena, como no sabía si éste se solía duchar solo o requería ayuda le pregunté directamente.
— Hugo, ¿tú te duchas solo?
— ¡Oh sí, Hugo se ducha! ¡Me gusta mucho! —me confesó riendo.
Pero su respuesta no me lo dejaba claro, así que cogí una muda y lo acompañé a la ducha.
Cuando Celeste oyó mis preguntas no dudó en levantarse e insistió en acompañarme. Yo traté de negarme, pero su insistencia fue tal que no pude hacer nada.
En la ducha ayudamos a desnudarse al gran Hugo y atónitas fuimos testigos una vez más de su gran herramienta y cómo esta hacía pis desde la altura sobre nuestro váter.
Luego entró a la ducha y tanto mi hija como yo le sonreímos y nos dimos cuenta de que se nos quedaba mirando. Era obvio que su madre le ayudaba a ducharse, así que cogí la manguera y abrí el agua.
Cuando estuvo caliente lo rocié y tras esto cogí jabón y comencé a frotar su cabeza. Celeste se quedó a mi lado, yo sabía lo que miraba y traté de no caer en la tentación con ella.
Una vez estuvo su pelo lavado cogí una esponja nueva, la remojé y eché más jabón en ella.
— ¿Me dejas probar mamá? —me preguntó Celeste de repente.
La verdad es que me arrancó la esponja de las manos antes de que pudiese decir nada así que la dejé frotarle su gran espalda. Luego bajó y frotó su culo y bajó más y frotó sus muslos hasta llegar a sus pies.
Entonces le ayudé a girarse y se encontró con el gran Hugo de frente, justo a la altura de su gran herramienta, quedándose asombrada mirándola tan de cerca. Esta estaba cubierta de pelo negro y enmarañado, con su glande a medio salir, cubierto por un prepucio de piel morena.
— ¡Vamos hija! ¿A qué esperas? ¡Frota! —dije yo con cierta maldad mientras sonreía.
Algo impactada Celeste comenzó por la parte más peliaguda del baño, primero frotó a su alrededor, luego frotó bajo él, pasándola por entre sus muslos y bajo sus testículos y finalmente ya sólo quedaba su herramienta.
— ¡Oh mamá, creo que no puedo, sigue tú! —me dijo para mi asombro.
— Está bien, ¿si insistes? —contesté sonriente.
Con ella en cuclillas a mi lado, cogí la esponja y tratando de ser natural enjaboné su pubis y luego procedí a hacer lo propio con su gran miembro, cogiéndolo con la esponja. Tras esto lo agarré con la mano por su base, ante la atónita mirada de mi hija y lo levanté, echando para atrás su prepucio para descubrir su glande, que pareció una gran seta marrón ante nuestros ojos expectantes. Luego posé la esponja en ella y lo froté bien, desde la punta hasta su base.
— ¿Has visto hija? Hay que hacerlo así para limpiarlo bien, ¡mañana lo harás tú! —le ordené para su sorpresa.
Mi hija simplemente asintió.
Tras aquello la dejé que continuase frotando su pecho y sus grandes brazos y manos. Él asistía impasible y sonriente a nuestras atenciones, se le veía acostumbrado a que su madre lo hiciese así que no dijo nada.
Luego cogí la ducha y tocó el aclarado. Como era tan grande salpicó un montón de agua y me empapó mi vestido, especialmente los pechos, que quedaron súper mojados al igual que mi sujetador.
Finalmente cogí la toalla más grande que tenía y lo sequé con la ayuda de mi hija. En realidad, su ayuda me vino bien para encargarme del gran Hugo, como ya había empezado a referirme a él.
Sin darme cuenta vi cómo Celeste secaba las partes del chicarrón y se detenía maliciosamente en su gran herramienta, frotándola suavemente.
— ¡Vamos no seas mala! —dije yo tirando de la toalla.
Lo que provocó que su herramienta se descubriera ante nosotras con una media erección, que había provocado que se inclinara a unos cuarentaicinco grados sobre el suelo. Llegué a preguntarme si algo tan grande, cuando estuviese erecto, levantaría más.
Ambas nos quedamos atónitas mirándola, entonces él cogió su herramienta y ni corto ni perezoso la levantó masturbándose suavemente mientras repetía: “¡Big Hugo, Big Hugo!”.
— ¡Increíble mamá, qué gorda la tiene! —dijo Celeste escandalizada ante el tamaño del miembro viril del chico.
— Está bien “Big Hugo” es muy bonito, pero hay que dejarlo descansar —dije yo apartando su gran mano sobre su gran herramienta.
Esto pareció calmarlo, pero sólo momentáneamente. Mientras trataba de ponerle los grandes calzoncillos, pues todo lo que el requería era enorme, éste volvió a coger su herramienta y siguió canturreando: “¡Big Hugo, Big Hugo!”.
Cuando se los subí, fue imposible guardar su herramienta en éstos, dado su estado actual de erección. ¡Hasta había empezado a sudar!
— ¿Qué hacemos? —dijo mi hija viendo que no podía con él.
— Pues acostarlo a ver si se le pasa —dije yo mientras lo cogía de la mano y le pedía que me siguiera.
Así lo condujimos a mi cama mientras seguíamos oyendo su canturreo “¡Big Hugo, Big Hugo!”. Al final lo acostamos y lo dejamos allí. De nuevo en el baño me senté en la taza del váter e hice un pis mientras mi hija me comentaba la jugada.
Ambas terminamos en el silencio del cuarto de baño, primero me senté yo y el potente chorro sonó con estruendo, mientras Celeste se lavaba las manos bien, pues antes sólo se había podido secar con la toalla.
— ¿Has visto qué pollón tiene? —dijo Celeste muy asombrada.
— Lo he visto hija, ¿qué quieres que te diga?
— ¡Jo es que es enorme, increíble! —dijo ella mostrando su admiración una vez más.
— Si, lo sé, es poco habitual ver algo así hija, te lo puedo asegurar —le dije yo pensando en mis experiencias con hombres en el pasado.
Me subí las bragas y me aparté para que ella se sentara en el váter, luego fui yo a lavarme y mientras lo hacía olí el estruendo del chorro de Celeste cayendo por el váter.
— ¡Oh mamá! Te confieso que estoy tan excitada después de verlo —me dijo con cierto descaro mientras se acariciaba su sexo entre sus muslos.
— ¡Te comprendo hija! Yo también he quedado impresionada por su tamaño —dije yo.
— ¡Creo que hoy necesitaré algo más que mis dedos para aliviarme la calentura! —exclamó para mi sorpresa.
Yo no lo entendí en ese momento, así que le dije que iba a ducharme, pues aún no lo había hecho y mi cuerpo ya me lo estaba pidiendo a gritos tras los esfuerzos en la ducha de Hugo, así que comencé a desnudarme.
— Bueno hija, yo voy a ducharme, ¡huelo a rayos! Dije levantando mi brazo y olisqueando ligeramente mi axila.
— Está bien mamá, yo me voy acostando, te espero en la cama —contestó mi hija marchándose.


PD: Soy Zorro Blanco 2003, si te gustan mis novelas y quieres saber más de ellas o de mi, echa un vistazo a mi blog.

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