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Dona la asistente

El día estaba nublado, la lluvia no tardaba en hacerse presente, mi día había sido de lo peor, me había quedado sin trabajo, camina sin rumbo. Cuando le conté a mi mujer, no hizo más que enojarse y decirme como diablos haría para sufragar los gastos de la casa. Sentía que tenía una nube negra sobre la cabeza. La nube de la mala suerte, sin trabajo y con una esposa que no entendía que no era mi culpa haber perdido el trabajo, la empresa hizo recortes de personal y yo salí elegido, simplemente había sido así.

Al llegar a una esquina cruce sin ver, una bocina me trajo de vuelta a la realidad, pensé que después bocinazo sería embestido por un auto o por lo menos alguien me insultaría por cruzarme la calle de forma distraída, el automóvil simplemente me esquivó y se detuvo varios metros adelante. Yo seguí caminando y pensando a quién llamar o escribir para tener otra oportunidad de trabajo. Una voz un tanto familiar me volvió a sacar de mi mar de incertidumbre:

“Casi lo atropelló, que diría mi jefa si supiera que la dejé viuda...”

“Seguro que te agradece, te asciende y te aumenta el sueldo...”

“Luis, que sarcástico, como crees que ella lo tomaría así...”

“Hola Dona, perdón por ofrecerme como víctima del tráfico.”

Dona era una de las asistentes de mi mujer, una mujer mayor, muy trabajadora y madre de tres hijos y abuela con tan solo cincuenta años.

“¿Tienes algún problema?, ¿Necesitas que te lleve?

“Muchas gracias Dona, me acaban de despedir del trabajo...”

“Luis lo siento mucho, si en algo yo puedo ayudar...”

“Muchas gracias Dona, eres muy amable, mi mujer me exige que cubra los gastos que me corresponden...” “No quiero agobiarte con mis problemas”

Comenzó a llover, lo que me faltaba para mejorar mi día.

“Luis entra al auto, te vas a mojar”

Entré ante la invitación de Dona, su automóvil por dentro era un desastre, bolsas de comida rápida, juguetes de sus hijos y nieto, en resumen era una extensión del desorden que hacen adolescentes, una mamá primeriza y una abuela que trabaja mucho. Era un automóvil pequeño y un tanto viejo, uno de los parabrisas no servía, costaba ver desde dentro y la lluvia era abundante. Dona tuvo que estacionarse una cuantas calles más adelante, era imposible ver el camino. Dona trato de animarme mientras ella hablaba yo solamente la observaba. Las arrugas ya se habían fijado en alrededor de sus ojos, su mirada se veía cansada, sus tetas eran grandes, pero víctimas de la gravedad y el tiempo, sus nalgas eran grandes, nada especial; la falda estaba casi a la mitad del muslo y llevaba unos tacones de aguja. Sin haber puesto atención a todo lo que me hablaba dije:

“Dona tienes una piernas hermosas...”

Ella se sonrojo y no pudo ocultar una sonrisa de satisfacción, que solo me indicaba que desde hacia ya mucho tiempo nadie la halagaba por su físico.

“Luis, que cosas dices...”

“Tu cabello también es muy hermoso...”

Observé un ligero temblor en su mandíbula, los nervios la estaban traicionando y ella no hacia nada por cambian el tema.

“Gracias, no soy del las que le dediquen tanto tiempo...”

“¿Por qué te pones nerviosa?, eres una mujer muy hermosa e imagino que estas acostumbrada a los halagos, es más apostaría a que tienes más halagos de los que quisieras”

“Esa apuesta la pierdes, ya tenía muchos años que nadie se fijaba en esos detalles, ni siquiera mi esposo.” Allí estaba, dándome la siguiente jugada para olvida mi patético día.

“Esta loco, o en otro mundo, si yo fuera tu esposo estaría muy pendiente de ti...” Vi otra sonrisa picará, y la picardía ya era notoria en sus ojos también,

“¿Cómo estarías pendiente de mí?” dijo sin ocultar la lujuria que pedía a gritos salir de su cuerpo.

“Por ejemplo, yo no dejaría que esta lluvia mojara estas bellas piernas.” En ese momento también colocaba una mano firmemente, sin apretarla pero sin ser suave sobre su muslo, sentí un leve temblor al momento de tocarla, ella inspiró profundamente hinchando el pecho y sus ojos lujuriosos la traicionaban. Con cada palabra me sentía muchos mejor, más seguro para seguirla seduciendo y hacerla mía. Su respiración había pasado de un ritmo normal a un ritmo agitado. Sus siguientes palabras fueron la confirmación de que podría seguir hasta el final.

“Mi esposo ya tiene años de no tocarme, y yo ardo por dentro con lo que me dices, no recordaba que era hacer sentir a un hombre así y que un hombre me hiciera sentir como me siento ahora.”

Con la otra mano tome su mejilla, pero no solté su pierna al contrario comencé a deslizarla hacia arriba al momento en que la besaba, no imaginaba que un volcán estaba a punto de explotar, el beso fue correspondido, sus manos me sujetaron la cabeza, y cruzo las piernas de forma que aprisionó mi mano, que ya acariciaba su vulva. La lluvia era más fuerte y no había personas en la calle, seguimos con ese beso apasionado, luego mi boca lamía y succionaba su cuello, cada respiro de Dona era acompañado de un gemido profundo, aprisionaba mi mano cuando estaba rozaba su clítoris, solo nos separaba una delgada tela de su ropa interior. Cada roce era acompañado de un apretón de piernas, por ratos sus uñas se encajaban en mi cuello, y su lengua trataba de meterse en una de mis orejas. Bajo una de las manos a mi entrepierna. Y me dijo al oído.

“¡Que pedazote de carne! Agarrándome la verga fuertemente.

¡Y que bolas!” A la vez que me sobaba y gemía al oído.

Hacer el amor en ese auto todo desordenado sería una proeza digna de agregarse al Kamasutra, la tome de la cintura y la jale hacia mí con un poco de esfuerzo, los vidrios comenzaban a empañarse por el calor que había dentro, del automóvil y de nosotros. Recline el asiento para que ella quedara sobre mí, su falda se había enrollado hacia arriba. Cuando puse las manos sobre sus nalgas pude sentir una de esas prendas mata pasiones, nada sensual, ella me dijo con un tono de pena.

“Traigo la ropa menos sensual que puedas imaginar y no me he depilado desde hace mucho tiempo” Yo la bese y comencé a quitársela, ella me ayudó con lo último. Sujetando una nalga con cada mano comencé casi a amasarlas, abriéndolas lo más que podía y agarrándolas fuertemente para que sintiera lo duro que ya tenía el miembro. Con cada apretón ella me chupeteaba mas fuerte el cuello, y me enterraba las uñas en los brazos. Seguimos así un buen rato, y luego me desabotono la camisa y siguió chupeteándome el pecho y enterrándome las uñas, sus tetotas apretaban mi abdomen y mi verga se presionaba contra su cuerpo. Mirándome lascivamente dijo:

“¿Cómo le hacemos para que pruebe ese trozote de carne que tienes?”

“Para atrás, hay mas espació”, me giré de lado y ella comenzó a gatear para ir al asiento trasero, me giré mas e incliné sujetándole las nalgas, con los pulgares las abrí, viendo su culo y los labios de su vagina, y no exageraba ya tenía tiempo de no depilarse, pero eso solo me excito más, acerque el rostro y ella gemía. Trataba de meterla la cara entre las nalgas, mamaba su concha peluda y subía la lengua a su culo y ella se agitaba mas y sus gemidos ya eran gritos de placer, sacaba la lengua lo más que podía y la metía en su vagina cual verga haciendo su trabajo, sus jugos me empapaban la cara y ya había tragado bastante, ella gemía y con una mano se manoseaba el clítoris, un fuerte grito acompañado de un espasmo de su cuerpo me dijo que había llegado al clímax.

“Que rico Luis...” Luego mi lengua subió a su culo, apretado dejándose la lamer solo por fuera y con los pulgares empece a abrirlo, ella siguió gimiendo y tocándose el clítoris, yo metía la lengua entre su culo, una y otra vez, aquello apenas comenzaba, en un momento ya no fueron necesarios los pulgares para hacerle espació a mi lengua, mis manos frotaban sus piernas de arriba hacia abajo y de nuevo otro grito de placer, mi barbilla rozaba los labios de su vagina y mi lengua la penetraba por el culo. Ella se deslizó hacia delante, volteándose me vio extasiada y dijo:

“Maldito Luis, que boca, que boca” a la vez que se quitaba rápidamente la blusa y el sostén, con desesperación también se quitó la falda, que más parecía un cinturón de lo enrollada que estaba, yo sin mucha prisa me termine que desnudar y me fui para atrás subiendo antes el asiento para tener más espacio, estamos sentados a uno a la par del otro, sus tetas eran grandes y la gravedad había hecho presa de ellas, pero no me importo, me puse de rodillas sobre ese desorden, y se las sujete, una con cada mano y las acerque a mi boca, haciendo que sus pezones quedarán casi juntos, comencé a mamarlos, su boca quedó cerca, jalé un poco sus tetas hacia arriba y nuestras bocas mamaban ese par de pezones al unísono. Pude escuchar que manoseaba su concha y luego sentí sus manos mojadas con su jugo sobre mi verga masturbándola, yo acostumbre tener depiladas las bolas y por ratos me pasaba ese delicioso jugo sobre ellas también, su excitación subió mas y más. Me pidió que me sentará, lo hice y ella se puso de rodillas, se acercó y comenzó a mamarme la verga, se la tragaba toda y unas lagrimas hacían que el maquillaje se le corriera, no paraba, era una delicia, sentía como mi verga tocaba el fondo de su garganta y ella seguía tragado y conteniendo las arcadas que producía mi miembro en su garganta. La sujete del cabello y ella sabía ya lo que le esperaba con fuerza le metía la pija hasta adentro, y al fin un abundante chorro de semen, ella contenía la respiración y las arcada, y comenzaba a tragárselo, mi verga palpitaba dentro de su garganta, la fui sacando poco a poco, llenando su lengua de semen, ella lo disfrutaba tanto como yo disfruté tener su jugo en la boca, la ayude a sentarse mientras le decía:

“No te lo tragues todavía...” la jale de los muslos, ella solo tenía puestos ya los zapatos, le abrí las piernas y le volví a mamar la concha, que estaba muy empapada, gemía fuertemente, y yo tenía una sensación nueva dentro, seguía excitado, el orgasmo que tenía no me había quitado la excitación a pesar de que mi verga estaba recuperado su tamaño normal yo seguía con ganas de esa mujer, luego me incorporen acercándome a su rostro y le dije:

“Probemos la mezcla que vamos a tener aquí abajo” la bese, nuestras bocas mezclaron el semen y el jugo de su deliciosa vagina. Yo le manoseaba las tetas y ella buscaba agarrarme la verga, y empezó a masturbarme para mi sorpresa empece a ponerme duro de nuevo, esa mujer era un volcán y yo no me quemaba con ella, y lo consiguió, mi verga estaba erecta de nuevo al máximo, con esa mujer me sentía como semental, y me deje ir dentro de su vagina, mis bolas chocaban contra su culo, y mis embestidas eran duras.

“Luis, me vas a partir en dos... aaaaa... aaaaa... aaaaa... aaaaa...”

Sus gritos sólo fortalecieron al semental que tenía dentro y ella había despertado, su automóvil se movía con cada embestida lleve una de las manos a su culo y empece a meterle el dedo, penetrada por los dos lados, gritaba y gritaba y en una explosión de placer otro chorro de semen dentro de su concha y mis embestidas no paraban. Yo seguía con el miembro duro.
“Date vuelta Dona, que te doy por detrás” ella obediente y sumisa se dio vuelta rápidamente, quedando arrodillada y yo detrás de ella, la cabeza de mi miembro seguía muy hinchada y no hasta el quinto intento el entro en el culo, hasta dentro, le solté las caderas y la sujete de las tetas fuertemente, los dos gritábamos de placer, y el automóvil parecía una mecedora, hasta que con una última embestida deje ir un chorro de leche entre su culo, lentamente mi verga fue saliendo a la vez que le besaba la espalda, como pudimos nos recostamos en el asiento de atrás ella sobre mi, nos tapamos con nuestras prendas, la noche ya había entrado. Nos despertó un bocinazo, eran ya las seis treinta del siguiente día, nos besamos, nos vestimos y acordamos la hora en la que nos encontraríamos por la tarde.

3 comentarios - Dona la asistente

KaluraCD
Dona la asistente


Tremendo relato !!!

Gracias por compartir 👍
Yo comenté tu post, la mejor manera de agradecer es comentando alguno de los míos...
gust7387
Muy buen relato. Gracias por compartir