Como ya saben, todos mis relatos están basados en hechos reales. Cuando sucedió esto, Mariana (mi actual esposa embarazada de nuestro primer hijo) y yo hacía tres años que eramos novios. Una hermosa relación, sana, sin discusiones ni nada por el estilo. Lo mejor que teníamos era la cama, porque teníamos sexo cada vez que nos veíamos y siempre fuimos muy propensos a fantasear. Nuestra fantasía recurrente era hacer un trío y también imagina que ella cogía con otro tipo. De hecho al primer año de noviazgo me confesó que durante varias semanas mantuvo relaciones con un conocido de una amiga.
Todo comenzó un viernes por la noche en que ya sabíamos que los padres de Mariana no iban a estar en casa, porque saldrían a un casamiento en la provincia y no iban a volver hasta el otro día. Yo salí del trabajo, pasé por mi casa, me bañé, me vestí bien, compré una botella de vino y a eso de las 21hs toqué el timbre de su casa.
Las sorpresas comenzaron pronto, cuando transcurridos unos minutos me abre la puerta un hombre que para mi era un completo desconocido. Estaba descalzo, tenía unos jeans y una camisa abrochada solo a medias. Estuve a punto de pegarle el grito de "¿Vos quién sos?" cuando con un tono totalmente cordial me dice: "Hola, Juan. Pasá. Soy Carlos".
Después de estrecharle la mano entré pero no podía parpadear ni articular palabra. Tenía una mezcla de sensaciones: miedo, incertidumbre y excitación, porque me imaginaba que algo turbio estaba pasando. Este Carlos empezó a caminar adelante mío como si fuera el mayordomo de la casa y yo un simple extraño. Cruzamos el pequeño patio que está al frente de la casa de los padres de Mariana y entramos en la cocina. La cocina es grande porque está unida al comedor.
Apenas entré en la cocina, siguiendo a "Carlos", mi cerebro explotó en mil pedazos al ver a mi novia tirada boca abajo sobre la mesa del comedor, desnuda de la cintura para abajo, con un tipo agarrándole las manos y otro cogiéndola rítmicamente por atrás. No pude decir nada. La única reacción de mi cuerpo fue una erección instantánea al escuchar gemir a Mariana que con la respiración forzada no paraba de decir: "Ay... sí... sí... que rico...". De alguna manera sus gemidos, que evidenciaban el placer que estaba sintiendo, me tranquilizaron y entendí que esos tres tipos no la estaban violando. Algo bueno había en toda esa situación.
Yo me quedé parado en medio de la cocina, a dos pasos de la puerta. Carlos, el "mayordomo" en tres segundos se sacó la camisa y el jean, que claramente se había puesto solo para abrirme la puerta, y quedó totalmente desnudo con la pija parada, haciendo juego con los otros dos. "La podés saludar si querés, eh", me dijo riéndose el que la tenía a Mariana agarrada de las manos. "Hola, mi amor...", me dijo Mariana entre gemidos. Me acerqué tímidamente y le di un pico. Fue todo lo que pude hacer porque "el mayordomo" ocupó mi lugar, corriéndome amablemente hacia un costado, y agarrándose la verga se la puso a mi novia frente a la boca a lo que ella respondió tragándosela todo, cerrando los ojos de placer.
"Sentate, che", me dijo el que la agarraba de las manos. Tomé una silla y me senté lo más lejos que pude, pero viendo cómodamente toda la escena. Todavía tenía la campera puesta y la botella de vino en la mano.
El que le estaba dando por atrás aumentó el ritmo y con un gruñido furioso se estremeció clavando a Mariana hasta el fondo, cosa que ella acompañó con un gritito de placer. Me di cuenta que el tipo había acabado. Apenas se salió de adentro de mi novia, vi entre sorprendido y aturdido, que el tipo no tenía preservativo y que a Mariana se le escurría un chorro de leche por la conchita. Rápidamente eché un vistazo y noté que los otros dos tampoco tenían forros, ni había forros por ningún lado. Tragué saliva por primera vez desde que había llegado.
El que acabó se sentó en una silla cerca de la mesa, el que la agarraba de las manos se paró frente a Mariana preparándose para su turno, ella se puso en pie, se sacó rápidamente la ropa que llevaba de la cintura para arriba y se puso frente al tipo con las piernas bien abiertas. En un mismo movimiento el tipo le clavó su verga mientras Mariana ahogaba sus gemidos comiéndole la boca y aferrándose al cuello de su macho.
No duraron en esa posición mucho tiempo porque "el mayordomo", que hasta hace unos segundos mi novia le estaba comiendo la pija con fruición, agarró de la cintura a Mariana separándola de la mesa y con mucha habilidad buscó con la punta de su verga el culo de Mariana y de pie empezaron a darle una doble penetración tremenda. Mi novia, mientras gozaba como loca, le comía la boca a los dos, por turnos.
Ahí fue cuando se me cayó la botella de vino al piso. Eso me sacó un poco de mi ensimismamiento y me puse un poco nervioso cuando Mariana y sus tres machos, viendo el vino y los vidrios por el piso y mi cara sonrojada, se rieron con fuerza. La carcajada duró poco y fue reemplazada por unos gemidos que en mi vida le había escuchado a mi novia. El tercero, el que ya la había enlechado ya tenía la pija durísima otra vez y sentado en la silla había empezado a masturbarse lentamente.
Los gritos de Mariana empezaron a mezclarse con los gemidos de sus dos machos más y más, hasta que los dos salieron y, como si los movimientos estuviesen ensayados, ella se agachó y los tres se pararon alrededor pajeándose con fuerza. El que al principio le agarraba las manos fue el primero, que errándole a la boca abierta de mi novia, le acabó tres grandes chorros de leche en la cara. El segundo fue Carlos, que deseando corregir la mala puntería de su compañero agarró con una mano la cabeza de Mariana y haciéndole tragar la verga le descargó todo bien adentro de la boca. Y mientras ella se relamía, porque evidentemente se había tragado hasta la última gota, el tercero, que ya le había enlechado toda la concha, se agarró con fuerza de las tetas de Mariana y ella le devolvió la gentileza agarrándole la pija y pajeándolo hasta que tuvo hasta la última gota de leche recorriéndole las tetas.
Mariana se puso de pie juntando y tragando la leche de su cara y de sus tetas. Los tres tipos empezaron a buscar sus ropas y a vestirse mientras saludaban a mi novia comiéndole la boca, riendo, tocándole el culo, dándole pequeños besos en sus pezones. Cuando los tres estaban vestidos, ella agarró su ropa y dijo: "Esperen que les abro". Pero Carlos, "el mayordomo" contestó: "Quedate que tenemos llaves". Mariana se alegró por escuchar eso, ellos casi al unísono me dijeron "Chau, Juan" y los tres abandonaron la cocina.
Yo seguía inmóvil, con una erección que estaba a punto de romperme el pantalón, pero que por algún extraño motivo no pude ni reaccionar para masturbarme. Miré a los ojos a Mariana, buscando una explicación aunque sea. Pero ella solo me devolvió la mirada y reaccionando frente a lo que acababa de suceder, muy preocupada me dijo: "Ay, que boluda. No te los presenté. Perdoname, amor".
Todo comenzó un viernes por la noche en que ya sabíamos que los padres de Mariana no iban a estar en casa, porque saldrían a un casamiento en la provincia y no iban a volver hasta el otro día. Yo salí del trabajo, pasé por mi casa, me bañé, me vestí bien, compré una botella de vino y a eso de las 21hs toqué el timbre de su casa.
Las sorpresas comenzaron pronto, cuando transcurridos unos minutos me abre la puerta un hombre que para mi era un completo desconocido. Estaba descalzo, tenía unos jeans y una camisa abrochada solo a medias. Estuve a punto de pegarle el grito de "¿Vos quién sos?" cuando con un tono totalmente cordial me dice: "Hola, Juan. Pasá. Soy Carlos".
Después de estrecharle la mano entré pero no podía parpadear ni articular palabra. Tenía una mezcla de sensaciones: miedo, incertidumbre y excitación, porque me imaginaba que algo turbio estaba pasando. Este Carlos empezó a caminar adelante mío como si fuera el mayordomo de la casa y yo un simple extraño. Cruzamos el pequeño patio que está al frente de la casa de los padres de Mariana y entramos en la cocina. La cocina es grande porque está unida al comedor.
Apenas entré en la cocina, siguiendo a "Carlos", mi cerebro explotó en mil pedazos al ver a mi novia tirada boca abajo sobre la mesa del comedor, desnuda de la cintura para abajo, con un tipo agarrándole las manos y otro cogiéndola rítmicamente por atrás. No pude decir nada. La única reacción de mi cuerpo fue una erección instantánea al escuchar gemir a Mariana que con la respiración forzada no paraba de decir: "Ay... sí... sí... que rico...". De alguna manera sus gemidos, que evidenciaban el placer que estaba sintiendo, me tranquilizaron y entendí que esos tres tipos no la estaban violando. Algo bueno había en toda esa situación.
Yo me quedé parado en medio de la cocina, a dos pasos de la puerta. Carlos, el "mayordomo" en tres segundos se sacó la camisa y el jean, que claramente se había puesto solo para abrirme la puerta, y quedó totalmente desnudo con la pija parada, haciendo juego con los otros dos. "La podés saludar si querés, eh", me dijo riéndose el que la tenía a Mariana agarrada de las manos. "Hola, mi amor...", me dijo Mariana entre gemidos. Me acerqué tímidamente y le di un pico. Fue todo lo que pude hacer porque "el mayordomo" ocupó mi lugar, corriéndome amablemente hacia un costado, y agarrándose la verga se la puso a mi novia frente a la boca a lo que ella respondió tragándosela todo, cerrando los ojos de placer.
"Sentate, che", me dijo el que la agarraba de las manos. Tomé una silla y me senté lo más lejos que pude, pero viendo cómodamente toda la escena. Todavía tenía la campera puesta y la botella de vino en la mano.
El que le estaba dando por atrás aumentó el ritmo y con un gruñido furioso se estremeció clavando a Mariana hasta el fondo, cosa que ella acompañó con un gritito de placer. Me di cuenta que el tipo había acabado. Apenas se salió de adentro de mi novia, vi entre sorprendido y aturdido, que el tipo no tenía preservativo y que a Mariana se le escurría un chorro de leche por la conchita. Rápidamente eché un vistazo y noté que los otros dos tampoco tenían forros, ni había forros por ningún lado. Tragué saliva por primera vez desde que había llegado.
El que acabó se sentó en una silla cerca de la mesa, el que la agarraba de las manos se paró frente a Mariana preparándose para su turno, ella se puso en pie, se sacó rápidamente la ropa que llevaba de la cintura para arriba y se puso frente al tipo con las piernas bien abiertas. En un mismo movimiento el tipo le clavó su verga mientras Mariana ahogaba sus gemidos comiéndole la boca y aferrándose al cuello de su macho.
No duraron en esa posición mucho tiempo porque "el mayordomo", que hasta hace unos segundos mi novia le estaba comiendo la pija con fruición, agarró de la cintura a Mariana separándola de la mesa y con mucha habilidad buscó con la punta de su verga el culo de Mariana y de pie empezaron a darle una doble penetración tremenda. Mi novia, mientras gozaba como loca, le comía la boca a los dos, por turnos.
Ahí fue cuando se me cayó la botella de vino al piso. Eso me sacó un poco de mi ensimismamiento y me puse un poco nervioso cuando Mariana y sus tres machos, viendo el vino y los vidrios por el piso y mi cara sonrojada, se rieron con fuerza. La carcajada duró poco y fue reemplazada por unos gemidos que en mi vida le había escuchado a mi novia. El tercero, el que ya la había enlechado ya tenía la pija durísima otra vez y sentado en la silla había empezado a masturbarse lentamente.
Los gritos de Mariana empezaron a mezclarse con los gemidos de sus dos machos más y más, hasta que los dos salieron y, como si los movimientos estuviesen ensayados, ella se agachó y los tres se pararon alrededor pajeándose con fuerza. El que al principio le agarraba las manos fue el primero, que errándole a la boca abierta de mi novia, le acabó tres grandes chorros de leche en la cara. El segundo fue Carlos, que deseando corregir la mala puntería de su compañero agarró con una mano la cabeza de Mariana y haciéndole tragar la verga le descargó todo bien adentro de la boca. Y mientras ella se relamía, porque evidentemente se había tragado hasta la última gota, el tercero, que ya le había enlechado toda la concha, se agarró con fuerza de las tetas de Mariana y ella le devolvió la gentileza agarrándole la pija y pajeándolo hasta que tuvo hasta la última gota de leche recorriéndole las tetas.
Mariana se puso de pie juntando y tragando la leche de su cara y de sus tetas. Los tres tipos empezaron a buscar sus ropas y a vestirse mientras saludaban a mi novia comiéndole la boca, riendo, tocándole el culo, dándole pequeños besos en sus pezones. Cuando los tres estaban vestidos, ella agarró su ropa y dijo: "Esperen que les abro". Pero Carlos, "el mayordomo" contestó: "Quedate que tenemos llaves". Mariana se alegró por escuchar eso, ellos casi al unísono me dijeron "Chau, Juan" y los tres abandonaron la cocina.
Yo seguía inmóvil, con una erección que estaba a punto de romperme el pantalón, pero que por algún extraño motivo no pude ni reaccionar para masturbarme. Miré a los ojos a Mariana, buscando una explicación aunque sea. Pero ella solo me devolvió la mirada y reaccionando frente a lo que acababa de suceder, muy preocupada me dijo: "Ay, que boluda. No te los presenté. Perdoname, amor".
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