Hola a todos, después de un tiempo vulevo a escribir. Es la continuacion de una historia que no concluí, en caso de que les interese pueden buscar la 1a parte y mis demás aportaciones. Saludos desde México y espero no tardarme en acabar esta narración.
El consuelo que da mi tía II
-¿Tienes un cigarro?- me preguntó Isabel, le extendí la cajetilla abierta y ella tomó el cigarrillo con los labios, mi pene volvió a crecer, -mira que eres rápido- me dijo al ver el bulto en mi pantalón. Le acerqué la lumbre y dio un jalón furioso, con la boca llena de humo esbozó una sonrisa que hubiera hecho arrojar los hábitos a un clérigo.
-¿Te acuerdas de tu tío Alfredo? Era un cabrón inmenso, grande y fuerte el muy… después de que me tragué su corrida me volvió a tomar del cabello y me puso de pie, yo era muy pequeña ante él, mi cara se perdía entre su pecho ya desnudo y le daba pequeñas mordidas, metió sus dedos en el cinturón y empezó a jalar hacia arriba, mis pantis y mi pantalón se me introdujeron por el coño era tanta su fuerza que me empecé a molestar por el dolor que sentía, pero en lugar de decirlo lo único que salió de mi boca fue un quejido. Él me separó de su pecho y me aventó a la cama, tenía dentro de mí mi pantalón y no permitió que me lo sacara, al contrario con sus manazas comenzó a frotarme la panocha con frenesí animal. Nuevamente me corrí.
¿Cómo era posible que llevara dos orgasmos y ni siquiera me la había metido? Mientras tanto su pene se volvía a pasear enorme, obsceno y duro. Me arrancó el suéter y rompió mi bra; mis pezones estaban rojos de la excitación que sentía y con sólo rozarlos sentía un ardor dentro del estomago, y se notaba que el muy desgraciado lo sabía ya que me los mordía con furia hasta dejármelos morados. Tan solo de recordarlo se me ponen morados -, me dijo y acto seguido se bajó la blusa para enseñarme unas aureolas hermosas como anillos de Júpiter que parecían que estaban a punto de explotar, sobra decir que mi verga golpeaba mi pantalón con tanta insistencia que tuve que pararme un momento para no lastimarme. Ella se dio cuenta y sonrió mientras le daba otra chupada al cigarro.
-Me puso su verga entre las tetas y empezó a cabalgarme, con sus manos aprisionaba mis pezones y la punta de su caña me llegaba a los labios, mismos que entreabría para volverlo a probar. Era tal la faena que yo gemía como parturienta, ¡y todavía no me la metía!
Una de sus manos volvió a bajar a mi pantalón y me acarició el clítoris por encima de la tela, me estremecía ante cada movimiento de sus dedos y su verga seguía entre mis tetas y mis labios intentaban atraparla…
Se adelantó un poco y metió su carne en mi boca, sólo cupo la mitad. “eres una pendeja” me decía mientras me la clavaba en la garganta. De mis ojos corrían lágrimas y de mis labios saliva espesa y caliente, abajo me volvía correr. Él sintió mis espasmos ya que se salió de mi boca y empezó a bajarme el pantalón. Mi calzón estaba mojado de mis jugos que se mezclaban con mi vello, en un momento estaba completamente desnuda y ante los ojos de ese hombre que hacia unos minutos había dejado de ser mi tío para convertirse en el hombre que parecía haber esperado a que la muerte llegara a su vida para cogerme.
Puso una mano sobre uno de mis muslos y lo apretó, sentí un dolor sordo, rudo y creo que por primera vez sentí miedo de lo que pudiera pasar. Cerré las piernas y eso pareció excitarlo ya que metió entre mis rodillas una rodilla de él y me abrió como si fuera una lechuga. Hilos de líquido parecían telarañas entre mis muslos y mi vello y por primera vez con delicadeza pasó sus dedos sobre mi concha, le bastó con pasar sus dedos por encima para darse cuenta de que nunca nadie me había penetrado. Y sonrió…-
Continuará….
El consuelo que da mi tía II
-¿Tienes un cigarro?- me preguntó Isabel, le extendí la cajetilla abierta y ella tomó el cigarrillo con los labios, mi pene volvió a crecer, -mira que eres rápido- me dijo al ver el bulto en mi pantalón. Le acerqué la lumbre y dio un jalón furioso, con la boca llena de humo esbozó una sonrisa que hubiera hecho arrojar los hábitos a un clérigo.
-¿Te acuerdas de tu tío Alfredo? Era un cabrón inmenso, grande y fuerte el muy… después de que me tragué su corrida me volvió a tomar del cabello y me puso de pie, yo era muy pequeña ante él, mi cara se perdía entre su pecho ya desnudo y le daba pequeñas mordidas, metió sus dedos en el cinturón y empezó a jalar hacia arriba, mis pantis y mi pantalón se me introdujeron por el coño era tanta su fuerza que me empecé a molestar por el dolor que sentía, pero en lugar de decirlo lo único que salió de mi boca fue un quejido. Él me separó de su pecho y me aventó a la cama, tenía dentro de mí mi pantalón y no permitió que me lo sacara, al contrario con sus manazas comenzó a frotarme la panocha con frenesí animal. Nuevamente me corrí.
¿Cómo era posible que llevara dos orgasmos y ni siquiera me la había metido? Mientras tanto su pene se volvía a pasear enorme, obsceno y duro. Me arrancó el suéter y rompió mi bra; mis pezones estaban rojos de la excitación que sentía y con sólo rozarlos sentía un ardor dentro del estomago, y se notaba que el muy desgraciado lo sabía ya que me los mordía con furia hasta dejármelos morados. Tan solo de recordarlo se me ponen morados -, me dijo y acto seguido se bajó la blusa para enseñarme unas aureolas hermosas como anillos de Júpiter que parecían que estaban a punto de explotar, sobra decir que mi verga golpeaba mi pantalón con tanta insistencia que tuve que pararme un momento para no lastimarme. Ella se dio cuenta y sonrió mientras le daba otra chupada al cigarro.
-Me puso su verga entre las tetas y empezó a cabalgarme, con sus manos aprisionaba mis pezones y la punta de su caña me llegaba a los labios, mismos que entreabría para volverlo a probar. Era tal la faena que yo gemía como parturienta, ¡y todavía no me la metía!
Una de sus manos volvió a bajar a mi pantalón y me acarició el clítoris por encima de la tela, me estremecía ante cada movimiento de sus dedos y su verga seguía entre mis tetas y mis labios intentaban atraparla…
Se adelantó un poco y metió su carne en mi boca, sólo cupo la mitad. “eres una pendeja” me decía mientras me la clavaba en la garganta. De mis ojos corrían lágrimas y de mis labios saliva espesa y caliente, abajo me volvía correr. Él sintió mis espasmos ya que se salió de mi boca y empezó a bajarme el pantalón. Mi calzón estaba mojado de mis jugos que se mezclaban con mi vello, en un momento estaba completamente desnuda y ante los ojos de ese hombre que hacia unos minutos había dejado de ser mi tío para convertirse en el hombre que parecía haber esperado a que la muerte llegara a su vida para cogerme.
Puso una mano sobre uno de mis muslos y lo apretó, sentí un dolor sordo, rudo y creo que por primera vez sentí miedo de lo que pudiera pasar. Cerré las piernas y eso pareció excitarlo ya que metió entre mis rodillas una rodilla de él y me abrió como si fuera una lechuga. Hilos de líquido parecían telarañas entre mis muslos y mi vello y por primera vez con delicadeza pasó sus dedos sobre mi concha, le bastó con pasar sus dedos por encima para darse cuenta de que nunca nadie me había penetrado. Y sonrió…-
Continuará….
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