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15 septiembre 2013

Tres cosas que quiero deciros y una cita.

Si todo lo que tenemos como mundo y como dios son las palabras, debemos tratarlas con cuidado y con rigor: debemos adorarlas.
David Foster Wallace a Jonathan Franzen
entre su correspondencia de junio de 1992


Uno. Cuántas veces tocaría Cortázar su propio labio para describir con precisión aquel famoso borde del capítulo siete. Tocando. Dibujando hasta encontrar la palabra exacta. Adorando. O cuántas veces Nabokov chascaría la lengua intentando saber en qué diente o a qué altura del paladar las sílabas de Lolita emprendían su viaje entre saliva. Tocando. Chascando. Adorando.

Dos. ¿Sabías que Ted Hughes comenzó a versionar El libro tibetano de los muertos mientras miraba intensamente la luz al final de un prado, pero que nunca terminó el manuscrito? ¿Sabías que los gatos minúsculos no tienen miedo al agua, y eructan pompas de leche, y adoran demasiado al gato enorme que les araña? ¿Sabías, también, que la enfermedad (roga) es consecuencia del desequilibrio de los tres humores: aire (vata), bilis (pitta) y flema (kapha)?

Tres. Tengo que escribir sobre maternidad y no soy madre. Tengo que escribir sobre comida y no soy cuenco. Tengo que enamorar a Alicia: y no sé cómo.  

27 marzo 2013

Conversaciones amorosas y "eugenidescas".


-Mi meta en la vida es llegar a ser un adjetivo -dijo-. Que la gente vaya por ahí diciendo: «Eso era tan bankheadiano», o «Un poco demasiado bankheadiano para mi gusto».
-Bankheadiano suena bien -dijo Madeleine.
-Es mejor que bankheadesco.
-O bankheadino.
-La terminación en «ino» es horrible la mires por donde la mires. Hay joyciano, shakesperiano, faulkneriano. Pero en «ino». ¿Quién hay por ahí que sea algo terminado en «ino»?
-¿Thoma Mannino?
-Kafesco -dijo-. ¡Pynchonesco! Mira, Pynchon es ya un adjetivo. Gaddis. ¿Cómo sería para Gaddis? ¿Gaddiesco? ¿Gaddisio?
-No, con Gaddis no se puede hacer —dijo Madeleine.
-No -dijo Leonard- Ha tenido mala suerte, Gaddis. ¿Te gusta Gaddis?
-Leí un poco de Los reconocimientos -dijo Madeleine.
Doblaron Planet Street y subieron por la pendiente.
-Belloviano -dijo Leonard-. Es superbonito cuando se cambia alguna letra. Con nabokoviano no pasa: Nabokov ya tiene la «v». Y Chéjov también: chejoviano. Los rusos lo tienen fácil. ¡Tolstoiano! El tal Tolstói era un adjetivo a la espera de formarse.
-No te olvides del tolstoianismo -dijo Madeleine.
-¡Dios mío! -dijo Leonard-. ¡Un nombre! Jamás había soñado con llegar a ser un nombre.
-¿Qué significaría bankheadiano?
Leonard se quedó pensativo unos segundos.
-De o relativo a Leonard Bankhead (norteamericano, nacido en 1959). Caracterizado por una introspección o inquietud excesiva. Sombrío, depresivo. Véase caso perdido.
Madeleine reía. Leonard se detuvo y la cogió del brazo, mirándola con seriedad.
-Te estoy llevando a mi casa -dijo.
-¿Qué?
-Todo este tiempo que llevamos andando. Te he estado llevando hacia mi casa. Eso es lo que hago normalmente, al parecer. Es vergonzoso. Vergonzoso. No quiero que sea así. No contigo. Así que te lo estoy diciendo.
-Ya me lo había figurado, que íbamos a tu casa.
-¿Sí?
-Te lo iba a decir. Cuando estuviéramos más cerca.
-Ya estamos cerca.
-No puedo subir.
-Por favor.
-No. Esta noche no.
-Hannaesco -dijo Leonard-. Testarudo. Dado a posturas inamovibles.
-Hannaesco -dijo Madeleine-. Peligroso. Algo con lo que no se juega.
-Quedo advertido.
Se quedaron de pie, mirándose, en el frío y la oscuridad de Planet Street. Leonard sacó las manos de los bolsillos para encajarse la melena detrás de las orejas.
-Puede que suba sólo un minuto -dijo Madeleine.
Jeffrey Eugenides, en La trama nupcial (Anagrama). 

19 septiembre 2012

Somos lo que nos obsesiona (sobre Lila Azam en Playgroundmag).

Megan Frauenhoffer
Lo prometido es deuda y aquí os dejo mi reseña de lo que supuso para mí la lectura de El encantador. Nabokov y la felicidad, un libro que leí este verano y que recomiendo a todos los seguidores de la obra de Nabokov. Ahora que Anagrama ha publicado su novela corta Cosas transparentes, quizá la lectura de estos dos libros se complemente y sea grata para vosotros. 

Texto originalmente 
publicado en Playgroundmag.net

*

Hay escritores de los que no sabemos nada y escritores de los que sabemos demasiado, y sin embargo, por mucha información que tengamos de estos últimos, acabamos por volver a no saber nada. Me explico. Hace unas semanas mi padre me regaló un libro que sabía que yo ansiaba. Se trata de El encantador. Nabokov y la felicidad (Duomo, 2012) de Lila Azam, una especie de ensayo que mezcla el diario y la ficción, escrito a base de capítulos muy cortos que bien podrían recordar a los posts de un blog. En El encantador la autora se centra, como podéis imaginar, en la vida del escritor Vladimir Nabokov, una de las más grades figuras literarias de los últimos tiempos, así como de las más enigmáticas. De él (de su obra y de su vida) se ha escrito muchísimo, pero después de todo siempre acaba convirtiéndose en uno de esos autores oscuros: sabemos tanto de él que en realidad no sabemos nada. La propia Lila, estudiosa de su obra y apasionada por la investigación de su intimidad, opina que nunca jamás sus lectores alcanzaremos a imaginar cómo fue realmente nuestro querido Vladimir. Para Lila, la autobiografía del autor titulada Habla, memoria, no es si no un interrogante más en lo que a él respecta. Parece que cuanta más información, más misterio se genera alrededor.

Hablando del libro con mi padre, le conté que su estructura era muy peculiar, y que a veces ni yo misma sabía si se trataba de una novela o de un ensayo. Él me preguntó si Lila Azam era capaz de distinguir su vida de la de Nabokov, o bien, la ficción de la realidad, y le contesté que sí, que en todo momento la autora marcaba perfectamente la diferencia entre una cosa y la otra, aunque a veces incluso se entrelazaran. Mi padre me habló entonces de un libro sobre fotografía de Joan Fontcuberta en donde todas estas cosas se mezclaban y el lector ya no sabía si lo que se contaba formaba parte de su investigación o de su imaginación. ¿Cuánto de imaginación hay en una investigación, y viceversa? Abrí El beso de Judas (Editorial Gustavo Gili, 2011) de Fontcuberta y encontré una sentencia que a primera vista parece algo obvia pero que más tarde se podría relacionar con El encantador para terminar de comprenderlo: Los creadores acostumbramos a ser monotemáticos. Lo podemos disfrazar con envoltorios de distintos colores, pero en el fondo no hacemos sino dar vueltas obsesivamente a una misma cuestión. Al fin y al cabo, tanto la historia de Lila Azam como la de Vladimir Nabokov partían de este enunciado: la obsesión monotemática de cada uno como motor y tesis del texto que nos concierne.

En El encantador se relatan dos obsesiones (o incluso tres, pero eso vendrá más tarde). La primera es la de la propia autora. Su fijación por la obra de Vladimir Nabokov viene desde que tan sólo era una adolescente. Aquí nos cuenta cómo nace su interés por él. Parece ser que su madre lo leía en inglés, una lengua que ella aún no dominaba pero que más aprendió casi para, entre otras cosas, poder leer a Nabokov. ¿De qué va esto, mamá?, le diría, pues esto aún no es para ti, cariño, contestaría la madre. Poco a poco la vida de Lila Azam fue acercándole a la literatura del ruso. Una serie de casualidades le llevarían a estudiarlo,a interesarse por él y a “amarlo”, y puesto que las obsesiones nacen del amor, Lila Azam tomó la decisión de comenzar este libro extraño. La primera obsesión relatada nos lleva entonces a pensar que El encantador es el libro de una “fan”. El libro que todos los que hemos sido seguidores y fieles a un artista de esta talla habríamos querido crear. Entrañable, divertido, atrevido. Las confesiones de Azam son el máximo exponente de la inquietud que un lector siente hacia su escritor favorito. La autora podría haber optado por un ensayo rigurosísimo, o por una novela entretenidísima, pero prefirió hacer este cóctel... y le salió de fábula. El encantador, en este punto, ya no es un libro más sobre aquel genial ruso, si no un libro necesario y único para su público.

La segunda obsesión que encontramos es la de Nabokov: un hombre gris que coleccionaba mariposas y que escribía novelas sobre un fantasma llamado Tamara (ella era ellas) precursor de todo lo que más tarde amó, así como detonador de todos los sufrimientos y deseos que su narrativa destila. La obsesión de Nabokov era la de ser feliz, sí, ¿pero con qué, con quién, o para qué? Ser feliz gracias a ese momento delicado en el que la mariposa entra en la red -metáfora amorosa, metáfora creativa, metáfora vital-. Su narrativa es la de los grandes placeres y las grandes ideas, su narrativa se dibuja sobre el laberinto sentimental que ha de cruzarse para llegar a ellas. Es curioso que tantas veces se coincida en el pensamiento de que Tamara (o Ada, o Dolores, o incluso el nombre científico de cualquier mariposa) representen la obra de este misántropo y solitario escritor. Dice Javier Marías que Nabokov padecía de insomnio desde la niñez, fue mujeriego en ju juventud y fidelísimo [discrepamos] en su madurez (casi todos sus libros están dedicados a su mujer, Vera), y en conjunto quizá hay que verlo como a un solitario. El mayor placer, la mayor dicha, los mayores éxtasis los experimentó a solas: cazando mariposas, fraguando problemas de ajedrez, traduciendo a Pushkin, escribiendo sus libros... Y todo esto forma parte de la lógica de sus novelas e incluso a veces de sus poemas, como algo que persigue en una interminable cacería.

La tercera obsesión que aparece visiblemente en El encantador es la relacionada con un nombre que acabamos de mencionar: el de Vera, su mujer, su amante, su acompañante, su lectora, su ayudante, su mecanógrafa, su agente, su chófer, su guardaespaldas, su pareja de ajedrez, su banquero privado, su genio práctico, etc. Todo esto nos lo enumera Lila Azam, pues muy sutilmente escribe este libro, o eso creo, para reivindicar la figura de aquella mujer que entregó su vida entera a Vladimir Nabokov, incluso cuando este le fue infiel, o incluso cuando tuvo que dejar una posible vida literaria propia de lado. El encantador se convierte a ratos en la historia oculta de Vera, otro personaje que según cuentan quienes han leído más a propósito de ella, también era obsesivo, también quería ocultarse y también resulta cada vez más y más lejano. Vera es la obsesión de Vladimir. La de Lila. La de ella misma. La de quien acaba este ensayo/novela/diario y siempre quiere saber más.

Como dije un poco más arriba, hay escritores de los que sabemos mucho pero no sabemos nada. De los que se habla mucho pero no se ha hablado nada. Lila Azam habla de Nabokov porque así lo desea y no para demostrar cuánto se puede conocer de él. De hecho, podríamos añadir que a veces es mejor no conocer ciertos detalles o pensamientos íntimos de la vida de los autores, pues como vemos en el ejemplo de Nabokov: todo lo importante ya estaba en su obra. Así, el libro de Azam es un ejemplo de investigación y de imaginación, pero también una suerte de lección sobre cómo ha de asumirse la literatura y cuánto placer puede llegar a darnos. De hecho, para terminar, me permitiré un pequeño lujo corrigiendo el título que la autora eligió para este libro: El encantador. Lila y el placer. Vera y la dureza. Vladimir y esa extraña felicidad. No lo dejéis pasar.  

09 septiembre 2012

Nabokov se declara, que diga, Hugh se declara, que diga, Hugh (el personaje de un genio) se presenta aquí.

Le repliqué: "Pregúntame lo que puedo hacer, no lo que hago, bella muchacha, hermosa estela de sol a través de un tejido negro semitransparente. Puedo aprender de memoria toda una página del listín telefónico en tres minutos, pero soy incapaz de recordar mi propio número de teléfono. Puedo componer trozos de poesía tan extraños y nuevos como usted, o como cualquier cosa que una persona pueda escribir de aquí a trescientos años, pero nunca he publicado un solo verso, excepto algunas tonterías juveniles en la universidad. En las pistas de juego de la escuela de mi padre he adquirido una habilidad devastadora para devolver el servicio -un drive cortado y bajo-, pero me quedo sin aliento después de un partido. Utilizando tinta y acuarela puedo pintar un lago de insuperable transparencia con todas las montañas del paraíso reflejadas en él, pero soy incapaz de dibujar una barca o un puente o la silueta de una persona presa de pánico en las ventanas de una casa como lo hace Plam. He enseñado francés en escuelas americanas, pero no he podido librarme del acento canadiense de mi madre, aunque lo percibo claramente cuando susurro palabras francesas. Ouvre ta robe, Déjanire, para que pueda subir sur mon bûcher. Puedo levitar a dos centímetros de altura y mantenerme así durante diez segundos, pero no puedo trepar a un manzano. Poseo un título de doctor en filosofía, pero no hablo alemán. Me he enamorado de usted, pero no haré nada al respecto. En una palabra, soy un genio versátil."
Vladimir Nabokov

06 septiembre 2012

Awe: un diálogo (para anunciar la rentrée con asombro).

Septiembre es el mes de los libros. Bueno. Todos los meses son meses de libros, por unas cosas o por otras. Pero parece que septiembre lo sea aún más porque llegan todas esas novedades tan emocionantes y todas esas sorpresas que le obligan a uno a querer renovar la biblioteca. (Y sé que acabo de decir una cosa tan tonta y obvia como cierta, pero atended). En el panorama español hay varias cosas que ando leyendo y que ya os comentaré. Me hacen especial ilusión Cosas transparentes, de Vladimir Nabokov (Anagrama), -ya que he pasado un agosto muy vladimiriano-, e Islas flotantes, de Joyce Mansour (Periférica) -para conocer la narrativa de esta poeta querida-. 

Sin embargo hoy quiero hablaros de otros dos libros en los que tengo muchas esperanzas puestas; se trata de Thunderbird, de Dorothea Lasky (Wave Books) y de Stag's Leap, de Sharon Olds (Knopf). El primero llevo esperándolo todo el verano, y por fin el 31 de agosto pude encargarlo. No dudo de la calidad de Dorothea y sé que este libro supondrá un gran paso en su carrera por lo que he podido leer a propósito en la red. Qué nervios. Del segundo no sabía nada hasta este mediodía, cuando Ibrah me ha pasado el link de la noticia, "esto te va a interesar, me recuerda a Anne Carson", y así es, más o menos, pues parece que Stag's Leap está compuesto de poemas sobre el divorcio (que incluyen celos, sexo, dolor...), algo muy íntimo, que según cuenta la autora, le ha costado mucho tiempo mostrar/escribir. Qué bien esta renterée poética. Qué bien y qué ganas. 

Para celebrarlo he intentado traducir un poema de Lasky. Es uno de mis preferidos de Awe (Wave Books, 2007), un libro que precisamente me compré hace dos septiembres y que el otro día fue nombrado por el crítico Blacke Butler -cuya novela sale ahora también en Alpha Decay- en HTML Giant como uno de los 25 libros de poesía más importantes de los 00's. 

Os dejo el poema. Perdonad los posibles errores, por supuesto. Pero disfrutadlo también. Y seguid leyéndola. Y feliz septiembre. Y etc. 

Asombro: un diálogo

Siempre estaba distante.
No, no lo estaba.

Sí que lo estaba, tú se lo decías a todos.
A veces no lo estaba.

¿Y qué hay de la poesía?
Mi amiga dijo que quería suicidarse porque no podía escribir un poema.

Bueno, ¿qué significa eso para ti?
La entiendo, ahora quiero suicidarme.

Y qué pasa con el que sí es real y está ahí. Él te quiere.
Nunca me llama.

Sí que lo hace, cuando puede.
No del todo, no de esa manera obsesiva con la que tendría que hacerlo.

Lo amo.
¿Por qué?

Es dulce. Me recuerda a un bosque.
¿A la niebla de un bosque de California?

No, eso no, a otra clase de bosque.
¿Con incendios y esas cosas?

Sí.
No, no así no, como la niebla.

¿Y qué es la niebla?
No lo sé, la saliva del mundo.

¿Piensas eso realmente?
Claro, quiero decir, el espíritu.

¿Y qué hay de las cosas que has aprendido?
No significan nada.

¿Y el fuego?
Nada.

¿Y qué hay de la nostalgia, qué hay del ruido del metal?
Esos son intrusos. Déjame, soy libre.

¿Entonces por qué estás aún despierta?
La libertad no es complacencia. La libertad sólo es arte.

¿Y el amor es arte?
No, el amor no se parece al fuego.

¿Y cómo te sientes?
Me estoy quemando.

¿Y qué ocurre?
Mi espíritu asciende, mi alma está atrapada.

¿Y qué la atrapa?
Dios. Dios y el Asombro.

Dorothea Lasky,
traducción de Luna Miguel

25 agosto 2012

La mujer del narrador.



Vera. La entrañable figura que acompañó a Vladimir toda su vida. Aquí Lila Azam se pregunta (y después se desdice, pues no quiere abrir interrogantes como este... aunque sí los abre -sutil, sutil-) ¿dejó ella su vida literaria por él? (Era traductora, y posiblemente poeta, o eso dice Lila). Es curioso, porque en Desde que te vi morir el escritor Javier Marías nos cuenta la vida -resumida- y la obra de Nabokov, pero casi no menciona a Vera. Mirad la lista de tareas de Vera. Mirad. Ella rescató -dicen- Lolita del fuego (broma, entrañas). Ella se puso las gafas de corazones -como burla, imagino- a una prensa literaria que decía ¡pero si es 38 años mayor! Sobrevivir a las nínfulas es un éxito. Vera, la mariposa que dura, cuida y salva. La mujer del narrador. Rostro (simétrico). 

21 agosto 2012

Un fragmento de un poema de Vladimir Nabokov.



Cuanto más alto las oscuras y húmedas
veredas serpentean ascendentes, más claros
se tornan los recuerdos, desde la niñez atesorados,
de mi llanura septentrional.

¿No escalaremos así
las laderas del paraíso, cuando la muerte llegue,
encontrando todas las cosas amadas
que en la vida nos elevaron?
Vladimir Nabokov

16 julio 2012

Una entrevista con Sandra Mansour... que diga... Sandra Martínez.

Todos empezamos a escribir sin haber digerido aún a nuestros maestros. Sin embargo hay algunas personas cuya digestión es más rápida, lo que les permite seguir alimentándose y saber cómo hacerlo. Sandra Martínez es una joven pintora, poeta y bloguera, además de una lectora voraz, que ha sabido dejar danzar a su estómago a un ritmo perfecto, limpio, sensato e incluso precoz. Nació en Valencia en 1995 y aún es una "chica de instituto". Tuve la suerte de conocerla en el Encuentro de Jóvenes Poetas que se celebró el pasado mes de abril en Baeza, organizado por el gran António Alías. Allí, entre el público del acto, se encontraba nuestra Sandra, misteriosa, oscura y pequeña. Creo que primero supe de ella por Goodreads, más tarde por Tumblr y luego por su blog y su Facebook. Es activa en las redes sociales, tiene un blog fantástico (de hecho, hace unos meses escribí un artículo para Vanidad en donde la reclamaba como It Girl de la Blogosfera Literaria). Pero más allá de las etiquetas, de la edad o de cualquier elemento extraliterario, lo que más me ha sorprendido y me sigue sorprendiendo de Sandra es su pulso a la hora de escribir, su tranquilidad, su violencia contenida. Su poesía es y no es una poesía adolescente. Lo es porque habla del crecimiento, del descubrimiento, de la sorpresa ante la contemplación primera... y no lo es porque no hay en ella infantilismos, ni copia descarada a sus maestros, ni la poca seriedad o dedicación que podría definir a un poeta de diecisiete años -ella los cumple en unas semanas-. Me siento muy identificada con ella y al mismo tiempo admiro su trabajo, tanto el pictórico como el poético. Espero que a vosotros también os enamore. Aquí os dejo nuestra conversación: 

LM: ¿Cuándo empezaste a sentirte atraída por el arte y qué fue primero, la literatura o el dibujo?
SM: Empecé escribiendo poemas por amor, pero luego lo olvidé todo, y más tarde descubrí que me apasionaba el arte gracias a un profesor de dibujo, aficionado a la lectura. Yo había dibujado desde siempre, como muchos niños, y había escrito cuentos para clase, pero hasta ese momento no era consciente, ni de lo que había escrito ni pintado. A partir de ahí empecé a leer prosa, descubrí Internet y me creé blogs para escribir, subir fotografías, etcétera. Finalmente, hace algún tiempo, por diversas influencias comencé a leer poesía, y poco después a escribirla. Por lo tanto fue todo prácticamente paralelo.

LM: ¿Cuáles fueron tus principales influencias a la hora de pintar? ¿Y de escribir? ¿O crees que forma parte de un todo en tu obra?
SM: Es un conjunto, y todo influye de una manera u otra; tanto lo que me gusta como lo que no. No pintaré como los cubistas porque es un arte que no me gusta, eso lo sé, pero sin embargo admiro a Louise Bourgeois, Kiki Smith, Tracey Emin, Marina Abramovic, Tina Modotti, Frida Kahlo, Dalí, la época azul de Picasso, etcétera, y probablemente lo que haga tenga que ver con sus obras. En cuanto a escritores ocurre lo mismo. Todo lo que leo es relevante, de la misma forma que los artistas e igual que sucede con todo lo que me rodea. También la música es importante.

LM: Tienes perfiles en todas las redes sociales habidas y por haber ¿dónde te sientes más cómoda? ¿Para qué utilizas cada una? ¿Crees que la difusión de la literatura actualmente debe hacerse por estos medios?
SM: Creo que es una obsesión. Me siento más cómoda en las que utilizo diariamente: Facebook, Blogger, Tumblr, Twitter, Goodreads. Utilizo Facebook como cualquier otra persona: para estar en contacto con personas a las que no veo a diario, charlar con amigos, seguir a gente, colgar cosas que me gustan o simplemente me apetece compartir y los enlaces de mis actualizaciones en el blog. Quizá es la que más me gusta, la más cercana. Twitter es una especie de recopilación de pensamientos, más exhibicionista. En Blogger creo posts de vez en cuando para juntar, de cierto modo, cosas que me gustan y palabras que surgen de lo que me gusta. Tumblr no lo utilizo ya prácticamente, excepto, de vez en cuando, para buscar imágenes mediante los tags o para escribir en un diario nocturno privado que creé hace poco. Goodreads me ayuda, junto a la lista de libros que leo que tengo en mi blog, a llevar un control, ya que siempre pierdo las listas que hago en papel. Creo que es bueno que revistas, fanzines y noticias sobre literatura se hagan mediante las redes sociales.

LM: Háblanos de tu blog, de cómo te expresas con él y de qué quieres mostrar.
He tenido infinidad de blogs desde hace tres o cuatro años en los que escribía palabras personales o cosas que inventaba, y colgaba mis fotografías e imágenes y textos que me gustaban. Básicamente ahora hago lo mismo. Concibo el blog de una forma muy común, como si fuera un cuaderno en el que recorto y pego cosas que encuentro y admiro, y donde también escribo. Lo que quiero mostrar es este tipo de cosas, que hablan de mí de otra manera.

LM: Tu poesía está aún inédita pero ya has publicado en algunas revistas y antologías. ¿Te conformas con este tipo de acercamientos o sientes, como muchos otros poetas, la necesidad de publicar?
SM: Por el momento no tengo necesidad de publicar de forma individual sino de leer y escribir. Me gusta participar en las antologías porque son una especie de reto. Además, pese al vértigo que supone este hecho, es muy gratificante que haya personas que se fijen en lo que escribo y quieran que forme parte de algo que están creando. Siempre ayuda que alguien confíe en lo que haces.

LM: ¿Lees en digital? ¿Crees que la poesía encontrará su lugar en este formato?
SM: Ocasionalmente. En concreto en poesía, cuando descubro a un autor siempre recurro a Internet para conocerle a él y conocer su obra, mediante fragmentos o libros publicados en la red. Después de esto, si el primer acercamiento ha sido grato, busco la forma de hacerme con un documento físico para leer. Por una parte porque al leer me gusta subrayar, marcar, y en el formato digital es algo que no puedo hacer, y además porque valoro mucho el libro como objeto y me gusta poseerlo físicamente por el hecho de que sea ese y no otro. Esto es algo que cambiaría si el soporte fuera electrónico y almacenásemos en él todos los libros que leemos, pero no deja de ser simplemente algo personal. En el caso concreto de la poesía, como se hablaba por aquí hace unos días, creo posible la coexistencia del formato analógico y el digital, siempre que permitamos a las editoriales que continúen trabajando tal como lo hacen ahora.  Es en este género necesario para mí anotar, etcétera, como decía antes, por lo que actualmente no pienso que este formato sea cómodo para leerlo, ya que no estoy acostumbrada y actualmente no me permite continuar leyendo de la misma forma que lo hago ante un ejemplar en papel. De todas formas es posible que en un futuro mayoritariamente desaparezca el libro tal como lo conocemos ahora, y entonces se debería encontrar la forma de leer poesía en un soporte digital de forma que no desaparezcan ni nos veamos privados de todas aquellas cosas que valoramos en los libros en papel, a excepción de la idea de tocar sus hojas, el olor y ese tipo de aspectos.

LM: Tus tres libros preferidos
SM: Hace tiempo, mientras escribía una redacción para clase sobre mi libro favorito, descubrí que los más importantes para mí son: Fahrenheit 451, de Ray Bradbury; Lolita,  de Vladimir Nabokov; y La elegancia del erizo, de Muriel Barbery. Pienso también en Historia del ojo, de Georges Bataille, ahora.

LM:  Tus tres libros más detestados
SM: Siento un poco de desprecio por todos los libros que no he acabado de leer, pero solamente odio la crónica de Ramon Muntaner.

LM:  Los tres libros que desearías haber escrito
SM: Me encantaría haber escrito los tres poemarios que he leído de Joyce Mansour: Gritos, Desgarraduras y Rapaces. Significaría poseer esa fuerza que tanto admiro para sacar los sentimientos, dejándolos caer mientras algo dentro se quiebra lento o estamparlos con los ojos muy abiertos. A veces como un rezo, ella deshaciéndose. También el miedo. Y esa súplica tan visceral: “Déjame amarte / Me gusta el sabor de tu sangre espesa / Que tanto tiempo conservo en mi boca desdentada. / Su ardor me quema la garganta. / Me gusta tu sudor. / Me gusta acariciar tus axilas / Chorreantes de dicha. / Déjame amarte / Déjame lamer tus ojos cerrados / Déjame agujerearlos con mi lengua puntiaguda / Y rellenar el hueco con mi saliva triunfante / Déjame cegarte.”.

LM:  Tu poesía está plagada de referencias a la literatura escrita por mujeres, también al mundo fotográfico, a la naturaleza, a los pájaros y a los ciervos. ¿De dónde crees que viene esa obsesión por lo natural en la poesía joven si casi todos los autores habitan las ciudades y no el campo?
SM: Supongo que es el hecho de estar diariamente rodeados de ciudad lo que hace que al escribir intentemos escapar de ella, o simplemente que por alguna razón nos llama la atención y encontramos la poesía en otro tipo de cosas dentro de ese núcleo urbano. También la influencia de aquellos a quien leemos. En mi caso me interesa aquello que tiene o ha tenido vida pero que a su vez se nos escapa y nos resulta ajeno. Me obsesiona no conocer el por qué e intentar descubrirlo de forma personal estableciendo comparaciones. De cualquier forma hay veces que esa realidad de habitar en la ciudad y estar rodeada de determinadas cosas entran en juego y se tienen en cuenta.

LM:  Tres animales que te fascinen
SM: Me fascinan los ciervos por sus cuernos -como ramas- y por la muerte en esos animales tan bellos, el color del pelaje de los zorros y la silueta y vuelo del pardal.

LM: Tres animales sobre los que apenas se ha escrito y habría que hacerlo
SM: ¿Insectos? ¿Los sacrificados? No se me ocurre ninguno en especial. 

LM: Además de los animales, tu blog está repleto de citas. ¿De dónde sacas el tiempo para leer? ¿De dónde sacas tantos libros? ¿En qué te basas para elegir un libro y no otro?
SM: Cuando tengo clases mi horario me permite tener las mañanas y las noches libres para poder leer, ya que voy al instituto por las tardes, no duermo en exceso, salgo poco y no estudio demasiado. Ahora, en vacaciones, dispongo prácticamente de todo el día para leer y escribir. Los libros suelo comprarlos, sacarlos de la biblioteca o pedirlos prestados. En cuanto a la hora de elegir un libro u otro para leer, normalmente suelo buscar por Internet. Otras veces los elijo instintivamente de las estanterías de bibliotecas y librerías por su diseño. Y en un número inferior de ocasiones me guío por las recomendaciones de personas que pienso que tienen un gusto similar al mío.

LM: Como autora jovencísima tienes una perspectiva privilegiada de la generación de poetas jóvenes que ahora están comenzando a publicar y a hacer cosas (véanse, por ejemplo, los autores de Tenían veinte años y estaban locos o todos aquellos que rondan Pop SerialNew Wave Vomit, etc.  ¿Qué vicios y qué males encuentras en sus posturas? ¿Qué cosas favorables? ¿Te sientes identificada con ellos?
SM: El único inconveniente que encuentro, que por supuesto también puede ser positivo, es partir de un medio tan automático como Internet donde todos tenemos voz y es tan fácil publicar como eliminar, por lo que muchas veces podemos no ser conscientes del trabajo que conlleva y apresurarnos. Por lo demás es cierto que hay una serie de temas muy comunes en los que no deberíamos quedarnos, pero todavía me queda bastante por conocer. En algunas ocasiones me siento identificada, al igual que me ocurre con autores anteriores, y en otras simplemente compartimos el uso de Internet, aunque creo que cada uno lo ve y utiliza de forma distinta.

LM: Por último, ¿nos mostrarías alguno de tus poemas de los que más orgullosa te sientas?
SM: (Quizá por ser uno de los últimos y formar parte de una serie de textos que estoy escribiendo sobre la leyenda de la Voladora elijo este.)

Tristeza era ser una fina capa de piel y de hojas.
El manto negro cuando estorban las manos.
La superfície bajo tus ojos es una fina capa de llanto.
Seres mitológicos. La voladora.
Arrojas infortunios sobre nosotros.
Ponzoña para los vivos.
Semejas la excepción de las palomas.
Adoleces de nuestros cuerpos y los inundas en soledad.
Ponzoña para los vivos.
Sentencias nuestra extinción.
Las entrañas. Pájaro crepuscular.
El rostro elevado era estar repleto de súplica.
Piedad o roca que desgarre el tejido.

Tristeza era estar repleto de un lago
por hierba de ramas cortantes atravesado.

20 mayo 2012

Libros peligrosos que me ponen cachonda.

Hay muy pocos libros que me pongan cachonda. Hay muy pocas lectoras que para mí hayan superado cualquiera de las mejores escenas que Belladona protagoniza en mi ordenador. Sin embargo Lolita secreta (Melusina, 2012) es uno de esos libros. Se trata de un texto anónimo, las Confesiones de Víctor X, escrito por un ruso loco y extraño que nos narra el esplendor de su despertar sexual a eso de los once o doce años, y todo lo que viene después. Dice Vladimir Nabokov en la contraportada que se divirtió mucho conociendo la vida amorosa de este ruso, puesto que parece imposible de lo alocada y desenfrenada que se nos presenta. El protagonista era apenas un niño cuando empezó a masturbar clítoris de niñas, a masticarlos, a examinarlos, a hacer el amor o incluso a acostarse con varias mujeres mayores que él, cual lolito, cual Don Juan adolescente. 

Si algo interesa de esta serie de anécdotas anónimas no es otra cosa que cómo están narradas. Nada hay de original en el contenido (salvo la edad del narrador), pero sí en la manera de contarlo. Muchas veces he hablado en este blog de lo profundamente aburridas en que se convierten las historias de lolitas y nínfulas después del proceso de seducción o incluso del primer coito. En Lolita secreta el autor sólo nos muestra ejemplos de seducciones, primeros coitos seductores o la sensualidad del sexo adolescente, para él el más puro, mucho más que el de los adultos y el más salvaje. Lolita secreta, pues, no es un libro de niñas perversas, sino de edades perversas: esos años que todos recordamos, los del descubrimiento y el placer. 

El pulso narrativo hace de esta historia algo insoportable. Los niveles de erotismo se salen de los límites en ciertos momentos, e incluso es necesario parar la lectura. Beber un vaso de agua. Dar un paseo. Pensar en otra cosa. O bien, no sé. Pensar en cualquier cosa que no sean las peligrosas y depravadas anécdotas de este niño diabólico que aborrece el sexo tanto como lo practica, que lo practica tanto como lo ama, que me hace aborrecerlo o querer practicarlo tanto como lo leo, despacio y con el corazón alterado... La traducción de este librito, además,  la ha hecho una mujer preciosa, mi amiga Elisabeth Falomir Archambault y no sé si ese dato le da un grado más de sensualidad al texto, o qué...

Hay muy pocos libros que me pongan cachonda, decía, los cuentos eróticos de Anaïs Nin... o Sade... o Nabokov... o esos títulos infames que a veces publicaban en la colección La sonrisa vertical... o incluso algunos pasajes de la obra de Bolaño... Después de todo Lolita secreta se lleva el premio en esta lista.  Creo que es una verdadera joya. Leedlo con cuidado, por favor. Y disfrutad. 

01 abril 2012

El tiempo de una vida nos separa y yo me corro.


En cuanto a mi cuerpo, prefiero no pensar en él; me repugna, vieja carcasa servil que engatusa a esa niña.
Jean Forton

Apenas había leído sesenta páginas de esta novela cuando puse el siguiente comentario en mi muro de Facebook: “no contentos con Lolita, ni con Monelle, ni con Alicia, ni con cualquiera de esas niñas perversas que aparecen también en el cine y en el arte, Blackie Books nos trae a la pequeña Isabelle, la Lolita de Jean Forton, en un libro (Ceniza en los ojos) que todos los que coleccionamos a estas criaturas malignas deberíamos tener en los estantes de nuestra biblioteca.” Y ahora, tras finalizar esta lectura después de varias horas intensas pegada a sus páginas, confirmo lo que adelanté en esa sentencia. Ceniza en los ojos no es otra cosa que una pieza de coleccionista para los amantes de la literatura de nínfulas: sensual, decadente, tan cruel... Así, Ceniza en los ojos es ese libro que surge de un Nabokov sin Nabokov. De un Schwob sin Schwob. De una Lisa Dierbeck sin Lisa Dierbeck. La historia pura. La pura impureza del amor prohibido Una narración punzante que provoca escalofríos de placer. Un entrenamiento: porque el amor no deja de ser el campo de entrenamiento de las desgracias y Jean Forton da cuenta de ello en cada embestida.

El protagonista de Ceniza en los ojos es un perdedor. El perfecto lúser, un hombre repulsivo y victimista que en ocasiones recuerda al Meursault de Camus en El extranjero, o incluso a una suerte de Michael Houellebecq aburrido y desquiciado que, con un golpe de suerte -el golpe de suerte que caracteriza las historias de estos hombres grises- consigue pasar gran parte de la novela follando con todas esas chicas hermosas que siempre había soñado: Lola, Anita, y la pequeña Isabelle. Lo más interesante en este punto es su capacidad de seducción, que, como en todas las historias de nínfulas, conforma un camino tortuoso, al tiempo que su eje narrativo. Se trata de la agonía. La agonía de la conquista. Violencia y cuidado para no espantar a esa niña con la que quiere acostarse a toda costa y a la que luego olvidará para siempre, pues, ¿quién quiere un cuerpo huesudo e inexperto? ¿A quién le interesa una cara angelical y tontorrona después del primer beso? ¿Quién quiere volver a ese agujero violado? ¿Para qué sirve una Lolita sino para ser despreciada al final de la conquista?

Ceniza en los ojos es una historia llena de erotismo y de rabia. Su lectura es tan sensual como exasperante. Su protagonista, además de presentarse como un obseso y un misógino nos muestra el lado más patético de los sentimientos del ser humano. Jean Forton lleva a cabo este proceso a través de un monólogo interior penoso en cuanto a las ideas expuestas: el mal de amores, el egoísmo, el fracaso, la cobardía y el miedo a la muerte. De este modo su narrador parece que sólo sepa enfrentarse a la vida a través del sufrimiento de los demás. Se compadece a sí mismo de ser viejo (cuando apenas cuenta treinta y cuatro años), se autoconvence de que su amor hacia esa niña es excepcional (cuando ella es ya una adolescente, tan o más loca que él, que seguramente adivinó las intenciones de este hombre  -y su fatal destino- mucho antes de que él planeara ponerle la primera mano encima). Lo dije sin haber apenas abierto el libro. Ceniza en los ojos es una joya para coleccionistas de historias que acaban mal. De hombres que dan asco. De niñas que son tan listas como las niñas y tan tontas como las niñas y tan corrosivas como las niñas... Y aún así, a pesar de lo previsible de esta historia, su interior no dejará de sorprender a los amantes de esos seres malignos y pequeños, tan importantes en nuestra literatura, en nuestra sangre y en nuestra selecta biblioteca.

17 febrero 2012

La Biblia de Monelle.




one day you see a strange little girl look at you

one day you see a strange little girl feeling blue

The Stranglers


Si me preguntaran por los nombres más grandes de la Literatura no dudaría en responder. Diría tres. Sólo tres. Dos de ellos serían reconocidos por todos, y el tercero (a mi juicio el más importante) les sonaría un tanto anónimo, quizá, por la ausencia de apellido, quizá, porque quien lo porta se denomina a sí misma “la que no tiene nombre”. No me refiero a tres grandes autores ni a tres grandes libros, sino a tres grandes protagonistas, heroínas, prostitutas y nínfulas: Dolores Haze, Alicia Liddell y Monelle. Hay en sus tres nombres una sobredosis de eles que provoca entre repulsión y ternura, una sobredosis de azúcar y éxtasis: Lolita-Liddell-Monelle. Hay en sus tres cuerpecitos el rastro de otros tres cuerpos oscuros y enormes: Nabokov, Carroll, Schwob.

De estas tres nínfulas, decía, Monelle podría ser a primera vista la más desconocida. Sin embargo Monelle también es la más amada, las más deseada, la más parecida a una bruja capaz de conceder todos los deseos del lector y de los hombres; o a una princesita de cuento de los hermanos Grimm, pues como en Las doce princesas bailarinas Monelle tiene once hermanas que la acompañan a lo largo de las siguientes páginas, hermanas tontas y sangrientas, princesas ingenuas y decepcionadas, amigas silenciosas y crueles... o bien, la ramera mágica del primer amor: ella es el desengaño y la pasión que nunca perece, como una huella de sangre de un beso infiel, como una voz bíblica, pesada, y el triste recuerdo de su decepción. Si según Borges los lectores y seguidores de Marcel Schwob constituyen pequeñas comunidades secretas (sin ir más lejos, él era devoto de su toda obra), los amantes de Monelle podrían ser los sacerdotes de esas extrañas sectas en las que la prosa oscura y la poesía macabra del autor sustituyen el Pan y el Vino, y en donde los iniciados deben recitar cada mañana los versículos de la primera sección, Palabras de Monelle, como si de Hombres-libro en Fahrenheit 451 se trataran.

Lo llamaremos La Biblia de Monelle, o como apuntó Ariel Dilon en el prólogo de la edición argentina: El evangelio de la inocencia y la piedad. Versículos, aforismos, nihilismo y anarquía en un texto apócrifo que se encuentra entre la voz de Zaratustra y la del Principito (aunque sólo si éste hubiera leído a Baudelaire, Rimbaud o Dostoievsky antes de salir de su asteroide B-612). Aquí cada cuento de la segunda sección, Las hermanas de Monelle, es comparable a los librillos contenidos en la Biblia cuyos personajes son casi siempre castigados para demostrar una moraleja divina, siendo en este caso la propia Monelle su máximo Dios, pues, en la tercera sección del libro es ella la que guía a los niños vestidos de blanco, con sus túnicas y sus pies negruzcos y descalzos: ¿quién no se dejaría llevar por esta diminuta paladina? ¿Eh? ¿Quién? Si como Diosa también nos miente, también nos seduce con inverosímiles historias y esperanzas: ella es la vendedora de lamparitas de aceite, y al igual que La pequeña cerillera de Christian Andersen, cada luz que enciende para nosotros no es más que un destello de ficción que poco a poco nos conduce hasta la muerte.

Un reino blanco. Un reino que no entiende de reyes porque sólo entiende de Monelle. Esta es la tierra baldía pero luminosa hasta donde “La Que No Tiene Nombre” nos ha empujado. Esta, la comunidad secreta a la que algunos de nuestros contemporáneos también han jurado (con sangre) pertenecer:

De entre el sudor, la oscuridad, el miedo,
el temblor sordo de la vida,
su dura confusión, su almacenar sombrío
surgió aquella niña, aquel rostro que busco
aquel recuerdo triste y esta luz que rescata
una tarde de 1850
aquella niña
y en la habitación vacía
(y ya era tarde)
yo cojo el azul
para ti
aguja que excava la carne que ya no siente
y ya era tarde
pero bajo la noche practicaron su arte.
Leopoldo María Panero


Se llama Louise. Es frágil, menuda y enfermiza,
silenciosa y abyecta. Casi no se la ve.
Sólo hay terror y angustia en los inmensos ojos
que le invaden la cara, dignos de Lillian Gish.
Luis Alberto de Cuenca


Un árbol te observa hacerte mujer desde el centro del universo. Y todo lo que tú quieres es su savia. Apoyarás los labios, como una profecía, en su corteza sangrienta y vieja. Renunciarás al cuerpo que amasaste con arcilla en tu ceguera.

Esa que veo en el mar, se va a transformar en atardecer.

Pero un día llegó por fin; tú, cara desfigurada, me dijiste: «olvídame, y te seré devuelta.»
Ruth Llana

Si me preguntaran por el nombre más importante de la Literatura, lo sé, dudaría en responder, porque habría olvidado su tormentoso apodo. Su difícil disciplina. Su destrucción o su amor. Su enseñanza y su Evangelio desaparecido.

Si me preguntaran por Ella... no lo pensaría dos veces...

Pero olvidadla.

Y volverá a ser nuestra.



***
Mi prólogo para El libro de Monelle, Demipage, 2012 ...la semana próxima en librerías.

20 agosto 2011

(3x1) Séptima entrega: entrevista a Laura Rosal, David Leo García y Cristian Alcaraz.


Agosto es cruel. La policía de Madrid es cruel. Dios es cruel, a veces, cuando se nos aparece en forma de obligación e injusticia. Sin embargo, aquí, La Poesía. Que también es cruel pero dulce. Y con ella los verdaderos jóvenes del mundo: el poeta, eterno joven y eterno loco. Son Laura Rosal (Jerez de la Frontera), David Leo García (Málaga) y Cristian Alcaraz (Málaga) tres poetas andaluces, tres poetas importantísimos, autores de algunos de los libros más imprescindibles de la última poesía. Laura es fotógrafa y poeta. Ha publicado También mis ojos (El Cangrejo Pistolero, 2010) y pronto aparecerá su segundo libro de poesía y fotografía en SIM Libros. Su blog es muy seguido y copiado por jóvenes blogueras poetas y fotógrafas de nuestro país y hasta hace poco compartimos piso en Puerta de Toledo (dato quizá innecesario para algunos pero importante para mí). David es uno de los poetas a los que más admiro y quizá al que desde más tiempo conozco de esta antología, ¿desde los quince años?. Es autor de Urbi et orbi (Hiperión, 2007) y de Dime qué (DVD, 2011). Dime qué es un libro magnífico. Y por último Cristian, premio García Baena de La Bella Varsovia en 2010 y autor de Turismo de interior. Su libro, natural, divertido y doloroso a ratos, ha sido icono de la editorial y de muchos de sus compañeros de tiempo. Los tres autores han sido invitados a Cosmopoética en años consecutivos. Es un placer que hayan querido colaborar en Tenían veinte años y estaban locos aunque sus voces ya hubieran volado lejos mucho antes de este proyecto.


*Para algunos de vosotros Tenían veinte años y estaban locos será vuestra primera publicación en papel. ¿Qué supone este hecho en vuestros planes como creadores?

Laura Rosal: En mayo de 2010 salió a la luz mi primer libro de poemas, También mis ojos, con Cangrejo Pistolero, aunque ya había publicado anteriormente poemas en un par de antologías. La difusión de este libro trajo consigo algunos cambios (positivos) en mi actividad artística: hasta entonces era más conocida como fotógrafa que como poeta, la escritura era para mí una actividad silenciosa, y solo en los últimos años había conseguido mostrar algo de lo que escribía a través de internet.

Con Tenían veinte años y estaban locos ocurre que me encuentro muy cómoda. A menudo tengo la impresión de estar desorientada respecto a todo lo que me rodea, de no tener raíces, de no pertenecer a nada, ni a nadie. Me hace ilusión formar parte de este libro, pues en las antologías a menudo sucede que realmente desconoces por qué estás allí, o cuál es tu nexo con los otros autores. En este caso, aun habiendo varios autores que no conozco en persona ni había leído hasta el momento, puedo sentir una especie de nexo diáfano, una confianza sencilla que me mantiene en calma.

David Leo García: He tenido a mal perpetrar dos libros de poemas anteriormente: un Urbi et orbi y un Dime qué. Pero el público potencial de cada publicación es distinto. Por tanto, es una buena oportunidad ésta para causarle un trastorno de personalidad a uno de esos nuevos lectores.

Cristian Alcaraz: Supone un punto de encuentro, un lugar común parecido a un bar.

Cristian Alcaraz

*¿Publicar en papel -en antologías, revistas, plaquettes o libros propios- es una obsesión o un fin en esta época reinada por lo digital? ¿Tenéis proyectos de publicación entre manos? ¿Os presentáis a premios? ¿Rechazáis la idea de publicar un libro pronto?

Laura Rosal: Opino como casi todos los que han respondido anteriormente a esta pregunta: todo lo publicado en la red cuenta con la ventaja de la difusión, parece llegar más rápido a muchos más lectores; pero… no tiene nada que ver con el papel. Como lectora y como escritora me declaro una fetichista del papel, pero nunca he sentido demasiada urgencia por publicar. Es más, me confieso un poco vaga en este sentido.

Ahora estoy preparando un libro de fotografías y poemas, donde deseo que la imagen sea lo primordial y las letras puedan fundirse con ella. Tal vez se publique a finales de año con la editorial SIM Libros, de Sevilla.

En cuanto a los premios literarios, no tengo en mente presentarme a ninguno.

David Leo García: Publicar es más voluntario que escribir, desde luego, pero no deja de ser en parte involuntario. Esta molesta urgencia humana de crear se hace patente también en la publicación: necesitar que la obra exista ahí en el mundo, despegada de uno, independiente.

Me he presentado a premios para que este proceso se cumpla con mayor rapidez.

Cristian Alcaraz: Publicar en papel creo que es un fetiche, también una obsesión muy repulsiva, la verdad.

Estoy en proceso de escribir un nuevo poemario, proyecto al que dedicaré mi tiempo en la Fundación Antonio Gala este año. Espero que todo vaya bien y salga algo bueno.

Sobre los premios, sí, me he presentado a alguno (García Baena, por ejemplo). Creo que son un mecanismo directo para la publicación y difusión de tu propia obra, aunque también he de comentar que cuando recibí la llamada de los miembros del jurado pasé una mala noche.


*Unos tenéis blog y otros sois más activos en Facebook, Twitter y Tumblr. ¿Qué os han dado las estas plataformas en lo que a vuestra trayectoria y aprendizaje se refiere?

Laura Rosal: De estas plataformas solo tengo cuenta Facebook y blog, y ya me agobia bastante mantenerlas en activo: no sé qué haría con más páginas. Antes me abría cuentas en diferentes webs y al poco las abandonaba. El estúpido placer de registrarme y ausentarme. Hace unos años también usaba fotolog, aunque donde realmente comencé a publicar textos y fotografías fue en Livejournal (allá por el año 2004), una plataforma parecida a blogger en algunos aspectos, pero creo que más antigua. El blog lo abrí en 2007 con una dirección casi impronunciable, (http://www.bleueoiseau.blogspot.com/) pero que me ha dado pereza cambiar con el tiempo. Lo comencé como una especie de juego, y poco a poco se fue convirtiendo para mí en una herramienta de difusión muy significativa. Lo mejor de ello: a) lo visual (adoro los blogs con fotografías), b) descubrir a autores que aún no han publicado en papel.

David Leo García: Tengo un blog, <www.miscelaneadefresa.blogspot.com>, que comenzó siendo una muestra de mis ciclotimias y acabó siéndolo de mi pereza. En Facebook soy más voyeur que exhibicionista; me es útil sobre todo para intercambiar mensajes.

¿Qué ha aportado a mi escritura? Las redes sociales no le han dado más que un síntoma de la transformación de la intimidad y la sobrecarga de información en las que vivimos, y que acaban reflejándose en los poemas de este tiempo.

Por otro lado, ni siquiera sabía qué era Tumblr hasta este proyecto.

Cristian Alcaraz: Sobre todo contactos y enemigos… también conocer lo que se está gestando en otros lugares, lo que obsesiona y desestabiliza a otros, etc. Pienso que las redes sociales juegan un papel muy importante a la hora de conocer a otros autores, también a la hora de ligar.


*¿Y qué relación tenéis con vuestros contemporáneos -no sólo con los jóvenes o compañeros de antología, también con otros creadores coetáneos-? ¿Cómo han influido en vuestra obra o en vuestras ambiciones?

Laura Rosal: Como poeta creo que me he visto más influida por los clásicos, y me siento un poco ignorante respecto a la obra de mis coetáneos. Necesito leer mucho más. Como persona, considero a muchos de ellos mis amigos, y si hay algo de lo que sin duda me contagian, es del entusiasmo de hacer cosas, algo equiparable a una pasión colectiva.

David Leo García: Ignorancia y curiosidad. No lo sé.

Cristian Alcaraz: Nutrirse siempre es bueno, supongo que de personas que comparten tu tiempo y tu Facebook más aún. Han influido a la hora de escribir, por supuesto, pero también en el terreno personal. Sus comentarios, sus críticas, su apoyo, etc. han influido a la hora de tomar decisiones y sobre todo me han servido para conocer de cerca la percepción que se tiene de mí y de mi obra.


Laura Rosal (autorretrato) 

*Todos procedéis de distintas ciudades en las que imagino más o menos “movimientos literarios”. ¿Hacéis recitales, performances, actuaciones? ¿Participáis en la vida “literaria” de estos lugares?

Laura Rosal: Durante el curso pasado residí en Madrid, donde pude moverme un poco por los diversos recitales que se hacen en bares como Los diablos azules, o algunos sitios de Lavapiés. En Sevilla, ciudad en la que me siento más en casa que en la mía propia, sí he tenido la suerte de seguir todo el movimiento de Cangrejo Pistolero, siendo su ojo fotográfico la mayoría del tiempo, y también como poeta en varias ocasiones. En mis recitales disfruto mucho cuando integro imágenes y música a la palabra.

David Leo García: Dentro de su perdonable provincianismo, Málaga tiene una propuesta cultural bastante decente: la actividad del Centro Andaluz de las Letras, el Centro Cultural Generación del 27 y el Instituto Andaluz del Libro, entre otras instituciones, da buena cuenta de ello. He participado aquí y allá, donde me han solicitado, haciendo recitales más o menos ortodoxos. La performance necesita un talento adicional del que yo carezco. Y, dicho sea de paso, del que carecen muchos de los que la llevan a cabo.

Cristian Alcaraz: Mi ciudad es pequeña, pero sí, suelo participar en lecturas colectivas y presentaciones. Creo que mis amigos ya están cansados de escucharme…


*Algunos os conocéis, sois amigos, otros ni siquiera habíais escuchado vuestros nombres antes de saber que compartíais espacio, de hecho, hasta la publicación en octubre de Tenían veinte años y estaban locos apenas os podréis leer en la red y en el Tumblr de origen. ¿Habéis hecho algún descubrimiento cotilleando la obra de vuestro compañero de al lado?¿A quién echáis de menos en un libro de estas características?

Laura Rosal: Muchos de los autores de la antología son un descubrimiento para mí. Sé que la selección ha sido complicada, y si tuviera que añadir a alguien más, serían autores ya mencionados como Pablo López Carballo o Natalia Litvinova, que por razones de edad o nacionalidad quedaron fuera de la selección.

David Leo García: Antes de esta iniciativa, apenas si había leído a seis de los compañeros, y en algunos casos sólo superficialmente. Menos de la cuarta parte. Ahora pienso: tengo que ponerme las pilas.

¿Algún descubrimiento? Me han llamado la atención algunos textos de María M. Bautista, por su clasicismo reestructurado, que no suena a impostura en ningún momento.

Echo de menos la propuesta más sólida de entre los nacidos en los 80: la de Pablo López Carballo. Supongo que quedó fuera por motivos de edad. También a otros poetas, que además han publicado con La Bella Varsovia, como son Diego Llorente, Beatriz Ros y Juan Bello. También Javier Vicedo, Julio Fuertes...

Cristian Alcaraz: He estado cotilleando, claro. Conozco a varios de los autores que participan en la antología personalmente (Laura Rosal, Javier Gato, David Leo García) y gracias a los bares, otros han sido un gran descubrimiento. Es un lujo observar que la gente joven se mueve con la poesía. Da muchos ánimos.
Echo de menos, inevitablemente, a algunos autores y amigos como Ana castro, María González, Sara Toro, Alejandro Díaz del Pino… pero me alegra conocer voces nuevas.


*¿Cómo pensáis que será recibida vuestra voz?

Laura Rosal: Al ser una antología, creo que mi voz será recibida como una pieza de un puzzle, por muchas que sean las diferencias que puedan existir entre nosotros. Creo que el conjunto en sí dará mucho que hablar…

David Leo García: Curadito de espantos estoy, desde una crítica a Urbi et orbi en Poesía digital titulada “1988” (que lo más reseñable de un libro sea la fecha de nacimiento de su autor es, cuanto menos, curioso), y otra a Dime qué en Lector-malherido en la que éste montaba un barroco monólogo para confesar que no había entendido nada.

Aunque espero seguir sorprendiéndome.

Cristian Alcaraz: A saber…

David Leo García (retratado por Laura Rosal)

*¿Os da miedo la repercusión, la crítica, el comentario?

Laura Rosal: ¡No! Creo que son muy necesarios.

David Leo García: ¿Miedo? “Ma questo” said the boss, “è divertente”.

Cristian Alcaraz: Para nada. Con la publicación de Turismo de interior ya he superado eso... La gente comenta y critica, a veces sin saber, pero al publicar te arriesgas a escuchar de todo.


*Los lectores y vosotros mismos veréis la diversidad que hay en el libro, pero también apreciaréis que muchos tocáis temas comunes o tenéis influencias parecidas. Ya sé que es difícil... pero ¿cómo definiríais la poesía que hacéis? ¿Y cuáles son vuestras influencias, no sólo literarias, sino en general?

Laura Rosal: Tanto en mi fotografía como en mi poesía me siento seducida por una búsqueda intuitiva de la belleza. La belleza del dolor, sobre todo. Creo que también estoy obsesionada con la tristeza, la luz, el vino, el cuerpo, el lenguaje, el sexo y la humedad.

Si tuviera que enumerar las influencias literarias me volvería loca del todo, así que solo nombraré a Pizarnik, porque fue la primera que me agarró del cuello y me sumergió hasta lo más profundo. Si no fuera por su poesía, tal vez nunca me habría interesado por el resto de Poesía. Algunas influencias aleatorias en la fotografía: Diane Arbus, Sally Mann, Guy Bourdin, Ye Rin Mok, Nobuyoshi Araki, Francesca Woodman, o García Rodero. En la música: Cat Power, Satie, Peter Broderick, Vashti Bunyan, Mogwai, Elliott Smith, etc.


David Leo García: Me falta visión en perspectiva (lo que intentaré paliar con la lectura de la antología) para responder a esta pregunta.

Por otra parte, si lo que se intuye en la pregunta es un encuadramiento generacional... no puedo estar de acuerdo. Desde hace varias décadas la poesía española no se mide por generaciones, y mucho menos por la superación de una a la precedente... En el caso de que hubiera un “padre”, más que matarlo se le procuraría un plan de pensiones.

En cuanto a la última pregunta: si tratara sobre gustos, podría hablar con la franqueza de un acusado. Pero al ser sobre influencias, toca más bien el papel del fiscal. Puedo decir que he aprendido mucho de la poesía de Vallejo, Brodsky, San Juan, Apollinaire, W.C. Williams, E.E. Cummings, Larrea, Claudio Rodríguez, Aníbal Núñez, Stadler, Benn, Ovidio, Mark Strand, Simic, yo qué sé, un búlgaro desconocido que se llama Lyubomir Nikolov... El cine de Renoir, Bresson, Eustache, Peckinpah, Murnau, Wilder, Nicholas Ray, qué fácil es ponerse estupendo, canciones de Pulp, el cómic The Acme Novelty Library de Chris Ware, el habla de mi madre, novelas de Boris Vian, de Nabokov, Las amistades peligrosasFragmentos de un discurso amoroso, los cuentos de Chéjov, los chistes de los amigos, las repeticiones de Los Simpson, el balbuceo de los niños. Todo ese caos que forma una identidad.

Cristian Alcaraz: Pues hago una poesía simple con un lenguaje sencillo. No busco hacer poesía elitista o de compromiso… creo una historia y me dejo llevar, eso es todo.
Influencias de todo tipo, pero sobre todo influencias del día a día (redes sociales, cine actual…) y del teatro contemporáneo. Todo lo que vivo me influye, desde una canción petarda a la reacción de un viejo verde en el trabajo, todo es punto de mira y de poesía.


*¿A qué poeta os parecéis? ¿A qué poeta os gustaría pareceros? ¿A qué poeta dirán que os parecéis?

Laura Rosal: No sé, no sé, no sé…

David Leo García: Ni idea, multiplicado por tres. Uno puede tomar más o menos recursos, incluso llegar al plagio, de los poetas que prefiera, pero es muy ingenuo pensar que por ese motivo llegará a parecerse a ellos.

Cristian Alcaraz: En innegable la influencia de Pablo García Casado y de su libro Las afueras en mi poesía, pero también de otros autores como Bukowski, Antonio Portela, Elena Medel… Me gustaría parecerme a escritores como Ginsberg, Sade o Houellebecq y a dramaturgos como Rodrigo García (autores que me dejan destrozado).


*¿Por qué, después de todo esto, consideráis que estáis locos?

Laura Rosal: Me sentía incapaz de responder a esto y le he pedido opinión a mi psiquiatra y cohabitante:
Ignoro si Laura estará loca o no, pero sé que es capaz de volver loco a todo aquel que permanezca el suficiente tiempo cerca de ella (en un radio menor a diez metros). La cólera, el abatimiento, la fascinación, la delicadeza, el asco, la atención, la curiosidad, el asesinato, todo en un mismo cuerpo. Eso sí, ver cómo muda de personalidad, tránsfuga de sí misma, es un espectáculo único”. (DLG)

David Leo García: No lo estoy, pero lo finjo continuamente para convencer a mis convecinos de que es la forma de vida más saludable.

Estar loco es una obligación moral, escribió Pascal.

Me lo acabo de inventar.

Cristian Alcaraz: Porque no suelo ver porno.