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21 enero 2013

Aproximaciones a la belleza del marido (III): la muerte de Pleonasmo Chief.


Es curioso, y es una pena, pero Pleonasmo Chief está muerto. Muy muerto y muy enterrado en el imaginario de lo que ahora mismo conforma la narrativa de Antonio J. Rodríguez (en adelante Ibrahím, o Ibrah... sí, mejor Ibrah).

Os lo explicaré.

Aunque Fresy cool apareciera en nuestras librerías hace apenas un año, la novela llevaba acabada muchísimo más; tiempo justo para que nuestro pequeño héroe de ficción, Pleonasmo Chief, se desvaneciera, poco a poco, o más bien: se convirtiera en aquello que sabía que podía llegar a ser, pero que durante aquellas inocentes aventuras de Madrizentro, aún parecía imposible: “No me acuesto con mis alumnas. Todavía. Amo a mi mujer.” p. 189.

Pues bien.

El protagonista del nuevo libro de Ibrah se llama Aldo Attias y es un capullo. Es un capullo que cae bien, como caen bien todos los capullos conscientes de serlo. Hablo de casos como el de Joan Marc (en Hilos de sangre, de Gonzalo Torné), como el de Nick Dunne (en Gone Girl, de Gillian Flynn), como el de David Kepesh (en Animal moribundo, de Philip Roth) o, incluso, como el que podría ser el precedente del propio Aldo, aquel que protagoniza el cuento Putos modernos, con el que Ibrah colaboró en la antología Madrid, con perdón, publicada en Caballo de Troya a finales del año pasado.

Es el tiempo de los capullos. Pleonasmo Chief ha muerto. Decía,

que el protagonista del nuevo libro de Ibrah se llama Aldo Attias y es un suertudo. Listo. Rico. Guapo. Con su corazoncito y todo. Uno de esos hombres de los que cada una de nosotras podría enamorarse -y se enamora-, pero que está tan obsesionado consigo mismo que no es capaz de atender a cuanto le rodea. Y lo que le rodea es mierda: problemas familiares, problemas sentimentales, e incluso la posibilidad de perder todo lo que tenía. En definitiva, un Christian Bale (que no Christian Grey) que vuelve a disfrazarse de fáker y agarra bien fuerte su arma, no ya para descuartizar a una mujer, sino para destruir aquella moral que por Fresy cool y por las venas de Pleonasmo Chief flotaba.

Nada nuevo. El ser humano nace. Crece. Se vuelve oscuro.

Y El principio de incompetencia (libro que os podéis descargar aquí, por sólo 1,49 €, y que llegará a vuestros dispositivos de lectura a partir del jueves) es un libro oscuro. La vida ya no es un juego de niños. El amor duele. Las apariencias importan. Más. El dinero importa. Más. La política importa. Más. Los valores. ¿Qué valores? Importan. Las mentiras prevalecen.

Las mentiras.

Asumo la muerte de Pleonasmo Chief cuando leo las mentiras de los hombres retratados en El principio de incompetencia o en Putos modernos. Leo todo eso y no puedo dejar de pensar en un libro fabuloso que como sabéis me tiene fascinada. Se trata de La belleza del marido, de Anne Carson. Con Ibrah y Carson la sensación de condescendencia crece. La sensación de “hay que tragar saliva aunque me raspe”. Los dos me traen una historia con gran lirismo. Con grandes sentimientos.

No sé si me he explicado. Repito. El tiempo de las Grandes Historias le ha llegado.  

01 julio 2012

Que sea aún la oscuridad.

Despertar y que esté aún oscuro, te huelen las manos a sexo, te limpias las manos con la lluvia, te muerdes las manos con esos dientes esos dientes y Bishop se escapa a tu comprensión tú que lees a Philip Roth y entiendes la testosterona qué haces procurando feminidad: los dos son tan íntimos, los dos son tan íntimos. Soñé con el maltrato y con las moscas. Llevo días dándole vueltas a todas las marcas que hay por la casa: el condón bajo la cama, la ceniza en la terraza, el olor de las manos, de las manos, de las manos. Habla para él. Hablo para mí. Es una pelusa pero asusta. Despertar... sí, y ver la mascota llorando. 

21 mayo 2012

Si Philip Roth tuviera vagina habría escrito esto.

Creía en su idea de que la escritura podía transformar la mierda en oro. El dolor y la muerte que crecían en mí eran un buen material de trabajo.
Irene Vilar

Posiblemente no tiene nada que ver, pero en algunos momentos Maternidad imposible (Lengua de Trapo, 2012) de Irene Vilar recuerda bastante al Animal moribundo de Roth, no sólo por el manido tema de la jovencita enamorada del profesor madurito sino también por la brutalidad sexual y visceral, la brutalidad del cuerpo y de la enfermedad, de la sangre y de la literatura... No voy a reseñar ahora todo lo que me ha llamado la atención de este libro porque aún me queda la mitad de la lectura, pero aún así presiento que se se está convirtiendo en uno de mis libros preferidos y quiero leer más de esta autora, a la que no conocía, y que es recomendada y admirada por autores como Junot Díaz o Tobías Wolf. Maternidad imposible me hace llevarme la mano al sexo cada pocas páginas y no precisamente porque me produzca placer (como apuntaba yo ayer con Lolita secreta) sino porque siento que debo sujetarme el cuerpo de tanto dolor y asco que producen algunas de sus más desgarradoras confesiones. Pronto os contaré más porque es alucinante y quiero compartirlo... Y sí... Si Philip Roth tuviera vagina posiblemente hubiera escrito algo parecido a esto.