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17 diciembre 2012

Fin del mundo y libros: 12 de 2012.

Se acerca el fin del mundo, que diga, el fin del año, y como siempre Internet se llena de listas de libros, películas, personajes o momentos que marcaron los últimos meses. A mí me encantan las listas, ya lo sabéis. Y aunque aún estamos a día 17, me veo obligada a redactarla muy pronto: durante las próximas semanas me esperan cientos de obligaciones familiares, laborales y académicas. (En efecto, el fin del mundo).

En junio ya hice alguna aproximación a aquellas lecturas que más me habían gustado. Pero al fin os dejo la lista definitiva de mis 12 de 2012. Una lista que, por otro lado, casi todos os podríais imaginar:

1. Aprender a rezar en la era de la técnica, de Gonçalo M. Tavares (Literatura Mondadori) 
/también aquí/
2. La jungla, de Upton Sinclair (Capitán Swing)
/también aquí/
3. Nada. Retrato de un insomne, de Blake Butler (Alpha Decay) 
/también aquí, aquí y aquí/
4. Noches azules, de Joan Didion (Literatura Mondadori)
/también aquí/
5. Ismene, de Yanis Ritsos (Acantilado) 
/también aquí/
6. Memphis Underground, de Stewart Home (Alpha Decay) 
/también aquí y aquí/
7. Fresy cool, de Antonio J. Rodríguez (Literatura Mondadori)
/también aquí, y aquí, y aquí y aquí y aquí y aquí, hehehe/
8. El jardín colgantede Javier Calvo (Seix Barral)
/también aquí/
9. Lo solo del animalde Olvido García Valdés (Tusquets)
10. Lolita secreta, Anónimo (Melusina)
11. El encantador. Nabokov y la felicidad, de Lila Azam (Duomo)
12. El sueño de Visnu, de David Meza (El Gaviero Ediciones)

Por último quisiera añadir que aunque 2012 ha traído estos libracos a nuestras mesas de novedades, este año también ha sido muy especial para mí por el descubrimiento y lectura incesantes de cuatro poetas ahora fundamentales en mi biblioteca, en mi vida y en mi imaginario. Hablo, por supuesto de Ted Hughes, de Birgitta Trotzig, de Anne Carson y de Ingeborg Bachmann. Ellos me han ayudado a re-descubrir el género. A reinterpretarlo. A escribirlo...

Y bueno.
El fin del mundo ya puede llegar. 
Aquí lo espero entre libros.
Muchas gracias.

09 octubre 2012

La vida es (cuarta y última parte) sueño (no, haha).

Nada. Blake Butler.
Leído.

A veces ocurre que los libros buenos te recuerdan a otros libros buenos aunque no tenga nada que ver entre ellos... salvo quizás el hecho de ser buenos, muy buenos, jodidamente gustosos y sabrosos para tu placer lector. No sé. No sé. Por este motivo adoro el libro de Blake Butler: me ha gustado tanto como otros que, al igual, disfruté tanto, a un nivel parecido, con un sentimiento igualado, a saber: El discurso vacío, de Mario Levrero (esa complicidad esa escritura cómplice y fluida y secreta y lúcida y desnuda...), Tóxica, de Françoise Sagan (libro que al momento relacioné con Islas Flotandes, de Joyce Mansour, pues en los tres libros hay una relación enfermiza entre enfermedad -perdón por esta redundancia rara- y sexualidad, mientras que las dos francesas optan por el erotismo del cuerpo enfermo, el americano reconoce su calidad de pajillero frente a un insomnio que no le deja vivir -esta parte es muy divertida y me hace pensar que aunque considero a Blake Butler de mi generación... hay una barrera enorme que nos separa, la del porno en Internet y la tierna adolescencia. Xvideos nos separa. Nunca la literatura). 

Porque cuando pienso en lo bueno que es Nada de Blake Butler también me acuerdo de los ensayos que he leído recientemente y que más me han gustado: el de Siddhartha Mukjerhee sobre el cáncer y el de Lila Azam sobre Nabokov; o bien, pienso en los versos buenos de Begoña Callejón a propósito del insomnio y la enfermedad mental, o incluso en Sylvia Plath, dolida y angustiada, soñando con otros mundos... No sé. No sé. No sé (¿ya van cinco con los de antes?). Blake Butler me recuerda a todo lo que me gusta porque es distinto y a la vez igual. Su libro es frágil al tiempo que duro, monumental, intenso, pesado -pero en el buen sentido: su peso es el de la inteligencia-, y no diría que es una novela tanto como el diario de un enfermo crónico con un dolor milenario. Qué curioso. Las enfermedades crónicas son milenarias, persisten en nuestro cuerpo y en la historia, las muy cabronas. Como este insomnio que conforma y modela nuestro mundo.

He disfrutado mucho con la lectura. Hace unos meses pude leer Ever, y estoy deseando acceder al resto de sus libros. Para mí se ha convertido, junto a Dorothea Lasky y Tao Lin, en uno de los autores más importantes de su país y de su tiempo (los tres son realmente tan, tan, tan distintos). Así que leedlo, por favor. Y ojalá podáis darme la razón.

19 septiembre 2012

Somos lo que nos obsesiona (sobre Lila Azam en Playgroundmag).

Megan Frauenhoffer
Lo prometido es deuda y aquí os dejo mi reseña de lo que supuso para mí la lectura de El encantador. Nabokov y la felicidad, un libro que leí este verano y que recomiendo a todos los seguidores de la obra de Nabokov. Ahora que Anagrama ha publicado su novela corta Cosas transparentes, quizá la lectura de estos dos libros se complemente y sea grata para vosotros. 

Texto originalmente 
publicado en Playgroundmag.net

*

Hay escritores de los que no sabemos nada y escritores de los que sabemos demasiado, y sin embargo, por mucha información que tengamos de estos últimos, acabamos por volver a no saber nada. Me explico. Hace unas semanas mi padre me regaló un libro que sabía que yo ansiaba. Se trata de El encantador. Nabokov y la felicidad (Duomo, 2012) de Lila Azam, una especie de ensayo que mezcla el diario y la ficción, escrito a base de capítulos muy cortos que bien podrían recordar a los posts de un blog. En El encantador la autora se centra, como podéis imaginar, en la vida del escritor Vladimir Nabokov, una de las más grades figuras literarias de los últimos tiempos, así como de las más enigmáticas. De él (de su obra y de su vida) se ha escrito muchísimo, pero después de todo siempre acaba convirtiéndose en uno de esos autores oscuros: sabemos tanto de él que en realidad no sabemos nada. La propia Lila, estudiosa de su obra y apasionada por la investigación de su intimidad, opina que nunca jamás sus lectores alcanzaremos a imaginar cómo fue realmente nuestro querido Vladimir. Para Lila, la autobiografía del autor titulada Habla, memoria, no es si no un interrogante más en lo que a él respecta. Parece que cuanta más información, más misterio se genera alrededor.

Hablando del libro con mi padre, le conté que su estructura era muy peculiar, y que a veces ni yo misma sabía si se trataba de una novela o de un ensayo. Él me preguntó si Lila Azam era capaz de distinguir su vida de la de Nabokov, o bien, la ficción de la realidad, y le contesté que sí, que en todo momento la autora marcaba perfectamente la diferencia entre una cosa y la otra, aunque a veces incluso se entrelazaran. Mi padre me habló entonces de un libro sobre fotografía de Joan Fontcuberta en donde todas estas cosas se mezclaban y el lector ya no sabía si lo que se contaba formaba parte de su investigación o de su imaginación. ¿Cuánto de imaginación hay en una investigación, y viceversa? Abrí El beso de Judas (Editorial Gustavo Gili, 2011) de Fontcuberta y encontré una sentencia que a primera vista parece algo obvia pero que más tarde se podría relacionar con El encantador para terminar de comprenderlo: Los creadores acostumbramos a ser monotemáticos. Lo podemos disfrazar con envoltorios de distintos colores, pero en el fondo no hacemos sino dar vueltas obsesivamente a una misma cuestión. Al fin y al cabo, tanto la historia de Lila Azam como la de Vladimir Nabokov partían de este enunciado: la obsesión monotemática de cada uno como motor y tesis del texto que nos concierne.

En El encantador se relatan dos obsesiones (o incluso tres, pero eso vendrá más tarde). La primera es la de la propia autora. Su fijación por la obra de Vladimir Nabokov viene desde que tan sólo era una adolescente. Aquí nos cuenta cómo nace su interés por él. Parece ser que su madre lo leía en inglés, una lengua que ella aún no dominaba pero que más aprendió casi para, entre otras cosas, poder leer a Nabokov. ¿De qué va esto, mamá?, le diría, pues esto aún no es para ti, cariño, contestaría la madre. Poco a poco la vida de Lila Azam fue acercándole a la literatura del ruso. Una serie de casualidades le llevarían a estudiarlo,a interesarse por él y a “amarlo”, y puesto que las obsesiones nacen del amor, Lila Azam tomó la decisión de comenzar este libro extraño. La primera obsesión relatada nos lleva entonces a pensar que El encantador es el libro de una “fan”. El libro que todos los que hemos sido seguidores y fieles a un artista de esta talla habríamos querido crear. Entrañable, divertido, atrevido. Las confesiones de Azam son el máximo exponente de la inquietud que un lector siente hacia su escritor favorito. La autora podría haber optado por un ensayo rigurosísimo, o por una novela entretenidísima, pero prefirió hacer este cóctel... y le salió de fábula. El encantador, en este punto, ya no es un libro más sobre aquel genial ruso, si no un libro necesario y único para su público.

La segunda obsesión que encontramos es la de Nabokov: un hombre gris que coleccionaba mariposas y que escribía novelas sobre un fantasma llamado Tamara (ella era ellas) precursor de todo lo que más tarde amó, así como detonador de todos los sufrimientos y deseos que su narrativa destila. La obsesión de Nabokov era la de ser feliz, sí, ¿pero con qué, con quién, o para qué? Ser feliz gracias a ese momento delicado en el que la mariposa entra en la red -metáfora amorosa, metáfora creativa, metáfora vital-. Su narrativa es la de los grandes placeres y las grandes ideas, su narrativa se dibuja sobre el laberinto sentimental que ha de cruzarse para llegar a ellas. Es curioso que tantas veces se coincida en el pensamiento de que Tamara (o Ada, o Dolores, o incluso el nombre científico de cualquier mariposa) representen la obra de este misántropo y solitario escritor. Dice Javier Marías que Nabokov padecía de insomnio desde la niñez, fue mujeriego en ju juventud y fidelísimo [discrepamos] en su madurez (casi todos sus libros están dedicados a su mujer, Vera), y en conjunto quizá hay que verlo como a un solitario. El mayor placer, la mayor dicha, los mayores éxtasis los experimentó a solas: cazando mariposas, fraguando problemas de ajedrez, traduciendo a Pushkin, escribiendo sus libros... Y todo esto forma parte de la lógica de sus novelas e incluso a veces de sus poemas, como algo que persigue en una interminable cacería.

La tercera obsesión que aparece visiblemente en El encantador es la relacionada con un nombre que acabamos de mencionar: el de Vera, su mujer, su amante, su acompañante, su lectora, su ayudante, su mecanógrafa, su agente, su chófer, su guardaespaldas, su pareja de ajedrez, su banquero privado, su genio práctico, etc. Todo esto nos lo enumera Lila Azam, pues muy sutilmente escribe este libro, o eso creo, para reivindicar la figura de aquella mujer que entregó su vida entera a Vladimir Nabokov, incluso cuando este le fue infiel, o incluso cuando tuvo que dejar una posible vida literaria propia de lado. El encantador se convierte a ratos en la historia oculta de Vera, otro personaje que según cuentan quienes han leído más a propósito de ella, también era obsesivo, también quería ocultarse y también resulta cada vez más y más lejano. Vera es la obsesión de Vladimir. La de Lila. La de ella misma. La de quien acaba este ensayo/novela/diario y siempre quiere saber más.

Como dije un poco más arriba, hay escritores de los que sabemos mucho pero no sabemos nada. De los que se habla mucho pero no se ha hablado nada. Lila Azam habla de Nabokov porque así lo desea y no para demostrar cuánto se puede conocer de él. De hecho, podríamos añadir que a veces es mejor no conocer ciertos detalles o pensamientos íntimos de la vida de los autores, pues como vemos en el ejemplo de Nabokov: todo lo importante ya estaba en su obra. Así, el libro de Azam es un ejemplo de investigación y de imaginación, pero también una suerte de lección sobre cómo ha de asumirse la literatura y cuánto placer puede llegar a darnos. De hecho, para terminar, me permitiré un pequeño lujo corrigiendo el título que la autora eligió para este libro: El encantador. Lila y el placer. Vera y la dureza. Vladimir y esa extraña felicidad. No lo dejéis pasar.  

25 agosto 2012

La mujer del narrador.



Vera. La entrañable figura que acompañó a Vladimir toda su vida. Aquí Lila Azam se pregunta (y después se desdice, pues no quiere abrir interrogantes como este... aunque sí los abre -sutil, sutil-) ¿dejó ella su vida literaria por él? (Era traductora, y posiblemente poeta, o eso dice Lila). Es curioso, porque en Desde que te vi morir el escritor Javier Marías nos cuenta la vida -resumida- y la obra de Nabokov, pero casi no menciona a Vera. Mirad la lista de tareas de Vera. Mirad. Ella rescató -dicen- Lolita del fuego (broma, entrañas). Ella se puso las gafas de corazones -como burla, imagino- a una prensa literaria que decía ¡pero si es 38 años mayor! Sobrevivir a las nínfulas es un éxito. Vera, la mariposa que dura, cuida y salva. La mujer del narrador. Rostro (simétrico).