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11 agosto 2015

Templo de lágrimas en Kamakura.

mi corazón humano se lava en la playa
Shuntaro Tanikawa

hemos comido tres bolas de arroz
rellenas de huevas de salmón y semillas pequeñas
huevas y semillas son lo mismo
huevas y semillas y el sabor extraño de un alga
recubriendo la merienda
el cansancio es más grande que el hambre
venimos de caminar entre las vías
para llegar a esta playa donde mi corazón saliva
venimos de poner una vela violeta
y de poner una lágrima
y de poner una moneda a la diosa de la misericordia
qué bonito rezan en Japón
qué bonito respiran
qué bonito lloran en templos de madera
en cuevas donde los dioses tienen mil caras
en montes custodiados por un ejército de budas bebé
a los que en verano riegan con agua pura
y a los que en invierno ponen pequeñas bufandas rojas
como si acaso tuvieran frío
o como si acaso su corazón también pudiera salivar
mi marido mira a los bebés con ojos de agua
yo nado en los suspiros de las mujeres que se agachan
para cantar con esos budas por sus hijos perdidos
mi marido mira a los bebés con boca de agua
yo me toco el ombligo y pido un deseo
mi marido mira a los bebés con sexo de agua
yo miro a una polilla aplastada en la arena de Kamakura
y es la quinta que encuentro en todo el viaje
si le arrancara las alas no daría miedo
su cabeza hueva naranja
su corazón limpio océano
su forma ovalada o frágil me recuerda a ese feto
al que nosotros despedimos en el templo


Templo de Hase-dera, 
Kamakura, Kanagawa
1 de agosto de 2015

08 mayo 2015

Adiós, bebé.



Niza, 15 de marzo de 2015
(Cerveza a un euro y eme a diez)

            con Ibrah, Locos y Kube

El hombre al que casi amé tiene una hija.
El hombre al que más amo me hace el amor.
El hombre al que nunca amé me pregunta si tengo miedo.
No lo tengo, le digo,
todo es perfecto.


Málaga, 28 de marzo de 2015
(Un día azul en la casa de la amistad)

Alrededor de esta mesa hay tres mujeres.
Dos de ellas menstrúan.
La otra ya no.


Barcelona, 29 de marzo de 2015
(Estás aquí)

El cuerpo de la madre contra el cuerpo de un bebé crea un lugar. Te hace saber que estás aquí. Sin este cuerpo contra tu cuerpo no existe ese lugar.
Eve Ensler

Eve Ensler nunca tuvo hijos. Lo leo en un libro de memorias en el que cáncer es la única palabra que se repite en cada línea.
Dentro de mí tampoco hay un cuerpo. En todo caso una semilla mínima que me hace presión y me da náuseas.
Si me acaricio el pelo lo noto más suave.
Quizá porque ahora todo me parece más hermoso.


Barcelona, 31 de marzo de 2015
(Mamá)

El mismo día en el que recordamos el aniversario de la muerte de mamá me dicen que tengo que abortar.
Tengo dentro un temblor y un miedo.
Os juro que nunca había sabido lo que significaba miedo hasta este momento exacto.
Quiero que estés aquí.
Quiero que estés aquí como están los niños normales dentro de las mamás normales, anque tú y yo no seamos normales. Ana. Abril. Ulises. Aarón.
Seas quien seas comerás bien.
Te cuidaré mucho.
Demostraremos al hijo de puta de ese médico cuánto se equivocaba.


Barcelona, 14 de abril de 2015
(No hay milagro más cruel que este)

primera visita y ecografía (¡ahí veo un corazón!)

Sé que he hecho mal muchas cosas, y sé que cuando se trata del cuerpo, nadie perdona.
Me preguntan quién de mi familia ha estado enfermo.
Yo digo: todos.
Todos los Santos están enfermos.
Ahora qué.


Alcalá de Henares, 27 de abril de 2015
(10 semanas y pico)

            Sácate el sol de la boca
Mohsen Emadi

Sácate el sol de la boca,
sécate las manos en mi espalda cansada,
tengo un corazón diminuto que late en mi útero.
Noto cómo se estira ya.
Cómo se ensancha.
Sácame el sol de la boca.
La felicidad de las manos.
El dolor de las uñas.
Pero quédate tú.
Quédate dentro.
Nunca te vayas.
El perfume de mí.
Perfume infantil.
Doloroso.
Me duele, sí.
Te juro que grrrrrr…


Barcelona, 8 de mayo de 2015
(Adiós, bebé)

1:11 am

Lo que tengo dentro es un cementerio.
Lo que tengo dentro es lo que más quisimos.
Lo que tengo dentro es del hombre al que más quiero.
Te quiero bebé.
Aún estás aquí dentro.
Estoy escribiendo a mano en una libreta que empujo sobre mi vientre.
Quiero que mis palabras te golpeen.
No late tu corazón.
Quiero que estas palabras te hagan latir.
Te quiero bebé.
Te quiero bebé.
Tres meses a mi lado.
Casi lo habíamos conseguido, bebé.
Contigo llevo dentro tanta muerte.
Pronto van a sacarte.
Te quiero bebé.
Te quiero bebé.
Te quiero bebé.
Te quiero.
: ( 

19 abril 2015

Un fragmento de algo que, un miedo a.

Alexandra Lavasseur
Nuestra función es ser incomprensibles
Nuestra función es ser
Nuestra función
Inger Christensen

                     
Para Annalisa Marí

Tanto tiempo luchando contra él
y ahora me piden que lo tenga. 
[...]
Si tengo miedo no puedo ser quien soy,
ni quien deseo ser,
ni aquello en lo que merezco convertirme. 

24 octubre 2014

Fue abismo y se hizo boca.

quién va a sanar esta sangre que un día no sé cuándo
se detuvo alrededor de un abismo
fue vida
y se hizo boca
Clarisse Nicoïdski

Esta mañana he ido a donar sangre y la enfermera me ha preguntado con qué frecuencia suelo pensar en el fracaso.
Óscar García Sierra


Os juro que no pensé nada cuando olisqueé las prendas usadas de mamá. Ni siquiera he lavado las chaquetas, las bufandas, las medias grises que ahora rompo en una fiesta de niños locos. Os juro que no pensé nada cuando un amigo me dijo que otro amigo le dijo que un amigo me odia. Ni siquiera me importa que mi poesía sea mala, la uso como arma, o para que todo el que quiera pueda refugiarse. Os juro que no pensé nada cuando Madrid ardía a los 28 grados de un octubre extraño, y que tampoco pensé nada cuando abracé a mis amigos drogados, y que tampoco pensé nada al vomitar y al engordar, al vomitar y al engordar como una pequeña alcohólica que aún no sabe que lo es. No pensé nada en la ducha. No pensé nada dentro de la cerveza. No pensé nada cuando descubrí que el dinero se deshacía a una velocidad efervescente y delirante o cuando los gatos me arañaron después tirar sus juguetes rotos a la basura. Rompedme a mí, les dije. Rompedme a mí ahora que no sé si soy feliz o si tengo miedo. Os juro que no pensé nada cuando olisqueé la bata vieja de mamá. Ni siquiera la he lavado porque creo que limpiarme las lágrimas con ella me encanta. 

14 septiembre 2014

He empezado a olvidar.

Dime que nunca olvidaré cómo era mi papá, ni cómo era mi mamá, ni como eran las heridas del gato que tanto amo. Dime que nunca olvidaré como eran estas tardes de domingo comiendo palomitas de colores o quemándonos la lengua con la sal espesa de las pipas. También he empezado a olvidar ciertas cosas. Ciertos gestos asociados a, no sé. Ciertos gestos asociados a la muerte. Primero tú y luego tú, primero esta lengua áspera y quemada y luego tú. Hablo un rato con Nera, me dice que aquí ya no hablo de libros. No sé. Últimamente digo mucho que no sé. Que no sé nosésésésésé. Me duelen las piernas de hacer bicicleta y juro que volveré a pesar 56 kilos como cuando comíamos cristales o como cuando vivíamos en Madrid y éramos pequeños. No sé. Dime que nunca olvidaré cómo eran las manos de papá escribiendo con su bolígrafo rojo lleno de sangre gramatical. Dime que nunca olvidaré cómo era mi mamá cambiándome las sábanas cuando tenía fiebre. Dime que nunca olvidaré cómo era el sexo de Él, haciéndome las heridas que tanto amo. Dime que nunca olvidaré a las personas que quiero, a papá, a mamá, a él, a los gatos, a la muerte, a las sábanas nuevas, a mis faltas de ortografía, a los kilos que hemos ganado comiendo golosinas, al hijo que no he tenido, al perfume de jazmín. Dime que no es tan difícil poner una semilla. Dime que tu corazón estalla, que la poesía es un animal crucificado, que el color de los domingos es algo tan estúpido que nunca jamás se olvida. 

11 septiembre 2014

A los diez años imaginé mi muerte... y otras historias veraniegas.

Con motivo del aniversario del 11-S he recuperado el cuaderno que escribí a los diez años, durante el verano de 2001. En él hay dibujos, y también pensamientos un poco extraños. En él me quejo de que mi padre no me deja ver la tele, cuento que mi madre tiene una revista de poesía y celebro muy efusivamente que mi abuela me ha llevado a Terra Mítica. Pero entre todas esas cosas, he encontrado una especie de cuento que me ha llamado mucho la atención. En él relato mi muerte. La muerte más bella, me atreví a decir... ¿Pero en qué estaría pensando para escribir algo tan triste? Han pasado trece años de eso. Dentro de dos meses cumpliré 24. He conocido la muerte, y ya no creo que sea bella. Cómo me gustaría, aunque fuera por unos minutos, volver a ser esa Luna tonta y diminuta. 






24 abril 2014

Quién soy.


D. B. Horowitz
poetic grandiosity
makes me nervous
Lucy K. Shaw

Mañana llegarán tus cosas. No puedo decir A, no puedo decir B, no puedo decir qué porque ahora todo el mundo entiende. O parece que entiende. Me entienden. ¿Me entendéis? Qué soy. O quién se supone que soy ahora. Me preparo para la vuelta al mundo. Quiero lo críptico. Quiero el silencio. Me preparo para el fin del desasosiego. Qué palabra. Cuántas connotaciones. Me preparo para abrir una cerveza. El gato pequeño ya duerme con nosotros. Eso sí quería que lo supierais.

11 abril 2014

Me asomé al mundo.








Nueva York. Niza. La muerte.
Recupero estas fotografías de una cámara desechable con el filtro rojo. Están desordenadas. Pertenecen a mis dos primeros viajes del año. Antes del Infierno. Y junto a los perros románticos.

07 abril 2014

Etimología, arrecife.

Pero a veces soy diferente, y tengo lágrimas, lágrimas de esas calientes de quienes no tienen ni tuvieron madre; y mis ojos ardiendo de esas lágrimas muertas arden dentro de mi corazón.
Fernando Pessoa

He encontrado una pestaña de mi madre en una cajita de maquillaje. He hablado por teléfono con mi hermano bellísimo de México. He preparado la piel para ser tatuada. He bebido con amigos. He abrazado a mi padre. He guardado una pestaña como si fuera un tesoro. Algo que puedo tocar. Algo que con lo que también puedo pincharme. 

23 marzo 2014

Yo había llegado a la nada, y la nada era viva y húmeda.

El hombre nuevo está perdiendo el habla, la memoria, ya no ve.
Reinaldo Arenas

Aguardé a que pasase la extrañeza, a que volviese la salud. Pero reconocía, en un esfuerzo inmemorial de memoria, que ya había sentido esa extrañeza: era la misma que sentía cuando veía mi propia sangre, y me extrañaba. Pues la sangre que veía fuera de mí, aquella sangre me extrañaba y me atraía: era mía. 
Clarice Lispector


Somos estúpidos. Ridículos. Dedicamos poemas a simples resfriados.

20 marzo 2014

Ahora escribo; la primavera...

Kendra Yee
Ahora escribo; la primavera se acerca.
Stephen Tully Dierks

Ya está aquí la primavera. Ya aquí, el escozor que sube, que sube. Ya aquí, las bofetadas, nuestra cotidiana ración. Y cada vez más lejano, y cada vez más lejano, aquel sitio, donde palmeras considerables flotaban junto a lirios. Oh, eso era ver la vida como detrás de un vidrio. Al menos entonces podíamos señalarla...
Reinaldo Arenas

Y me quedé allí,
pensando el frío. 
Y me llegó una voz:
"Ya puedes salir, me dicen,
ya se han ido los que te buscaban."
Y entonces sentí que había vencido:
el Animal ya se había ido a comer a otras manos.
Rafael Banegas


Qué curioso: yo corto carne y tú te alimentas. Qué curioso: esa vitamina la busco en las pastillas. Qué curioso: encuentro primavera en todas las páginas. Qué curioso: aquí aún hace frío, hace frío.

28 octubre 2013

Para saber sanar hay que saber enfermar (y otras cosas que nunca aprendo de esta vida).


Los enfermos empezaron a apelotonarse y a quedarse en sus casas. Había enfisema. Había pulmones maltrechos. También asma, bronquitis y toses. El aire era tan espeso que lo llamábamos la pasta. Enredados en las ráfagas de aire venían manojos de pelos sueltos. Serpentinas rubias o bien negras robadas de cabezas magulladas. Las células atascaban las chimeneas y surcaban las veladas. Aunque la tele volvió a cortarse por culpa de las interferencias, los hombres de la radio describían la catástrofe hasta cuando dormíamos: edificios enteros de apartamentos arrasados por las escamas de piel; estadios de béisbol llenos hasta arriba; superficies de lagos y océanos cubiertas de una capa tan densa que se podía caminar enteramente sobre ellos. Los penachos de materia en polvo flotaban sobre nuestros jardines. Batían contra nuestras ventanas, haciendo ruidos de bajo. Aprendí a respirar con bocanadas más cortas. El calor de la incubadora subió tanto fuera que te deshacías en sudor, y luego volvió el polvo. Incrustándose en los ojos. Taponando las narices. Una noche, finalmente, el techo de mi sala de estar sucumbió bajo todo aquel peso. Y a menudo lamentaba no haber estado allí, en alguna parte, bajo todas aquellas escamas.
Blake Butler
en El atlas de la ceniza

25 septiembre 2013

Una cosa que quiero deciros y ninguna cita.


Uno. El gato aún respira. El gato es pequeño. El gato tiene pulmones del tamaño de esta uña. El gato ya no toma leche. El gato tiene fiebre. El gato dice miau con esos ojos tristes tristes tristes. El gato aguanta. El gato es fuerte.El gato recibe medicamentos. El gato recibe caricias. El gato tiene tos. El gato tiene mocos. El gato tuerce la cabeza pidiendo piedad. El gato bebe agua. El gato muerde mi mano. El gato quiere dormir. El gato quiere dormir. El gato quiere dormir. 

24 abril 2013

Can you give me something for the pain?

Aleksandra W.
Can you give me something for the pain?
Sophie Collins

Dejo de creer en el hambre.
Sonia Fides

La cultura humana se basa en la mierda.
Florian Werner


Pero insisto, ¿puedes darme algo?

12 abril 2013

La moda y la #enfermedad.

Richard Tennant Cooper
Esta mañana he recibido Ebrio de enfermedad, de Anatole Broyard y no he podido evitar comenzar a leerlo en el mismo ascensor, después de sacarlo del buzón y abrir el paquete temblorosa. Tenía mis dudas sobre si este librito confesional me enamoraría o no porque desde hace un tiempo ando saturada de lecturas que se acercan a este tema. Si bien "lo enfermo" es algo que me ha llamado la atención desde el primer momento en que comencé a buscar hacia dónde orientar mi biblioteca (y también mi escritura), en los últimos meses he sentido que las mesas de novedades de nuestro país se llenaban de este hashtag literario, conformando una especie de  canto coral o apología del dolor a veces incomprensibles. 

Por suerte, y por lo que he podido leer en la últimas horas, Ebrio de enfermedad se aleja de cualquier "moda de la lamentación" y se convierte en uno de esos libros que uno agradece tener en las manos. Si bien es cierto que fragmentos como "Hacia una literatura de la enfermedad" nos pueden resultar demasiado cercanos si ya hemos leído textos como El emperador de todos los males o clásicos del tema como La enfermedad y sus metáforas, hay en la escritura de Broyard algo profundamente hipnótico, quizá por su lirismo crudo, que nos invita a seguir leyendo aunque ya intuyamos hacia dónde puede llevarnos. 

La historia de Broyard comienza como muchas otras: Juan Gracia Armendáriz, Susan Sontag, Melanie Thernstrom... O bien: un cuerpo que contrae una enfermedad y que decide combatirla desde la Literatura, no sin antes probarla, degustarla, leerla en otros, preguntarse ¿¿¿¿por qué???? o incluso a veces amarla (lo queramos o no, es nuestra inseparable acompañante, y eso marca). La historia de Broyard, decía, comienza como cualquier otra historia, pero también está narrada como nunca. Me encanta la crudeza, la sinceridad. Aún me quedan algunas páginas para terminarlo, pero me alegro de sólo con las dos primeras y fantásticas partes todos mis reparos se hayan quedado a un lado.

Lo que más "detesto" de Ebrio de enfermedad es las ganas de leer más y más que acaba provocando. En la mesilla avanzaba lentamente El fin de la enfermedad, de David B. Agus (Ariel, 2011), y de la estantería acabo de desempolvar dos libros en los que no puedo dejar de pensar: El sentido de la enfermedad, de Shinoda Bolen (Kairós, 2009) e Historia cultural del dolor, de Javier Moscoso (Taurus, 2011). Si os fijáis, todos están concebidos como ensayos o incluso como manuales de autoayuda y han proliferado en los últimos años. Broyard lo dice con razón: el enfermo necesita su propia literatura. Y quizá eso sea porque: su estado del alma es distinto (Woolf). 

Entonces, pienso: ahora todo me cuadra. Vivimos en una sociedad enferma donde la muerte y la degradación están siempre revoloteando sobre nuestras cabezas. Vivimos enfermos y por eso necesitamos nuestra propia Literatura... pero claro. ¿Hasta dónde la frivolidad? ¿Y la falta de pudor? ¿Y la canalización de todos nuestros dolores? ¿Hasta cuándo la #enfermedad seguirá siendo #literatura, y viceversa?

Con todo, me marcho la cama a seguir leyendo al señor Broyard. 
Que la tarde es apacible. 
Que el dolor aquí no pesa.

23 septiembre 2012

Muy fan de Melanie Thernstrom, y otras cosas de domingo.

Pero el Dolor no es un lugar que pueda dejarse atrás fácilmente. Habitamos el reino del Dolor. El dolor nos habita.
Dolor dictat.
Escribimos sobre el dolor, pero el dolor nos reescribe. 
Melanie Thernstrom

28 septiembre 2011

No es un cementerio de abrazos.

Concédeme
que de ti no retenga más que lo inmenso
y que el resto lo pague como sé,
con fatiga.
Y si no tengo palabras
toma mi mente
disponible para el verbo.
Giovanni Raboni

22 agosto 2011

Masturbación: última noche en Madriz.

Lo más emocionante de la madrugada es este momento. Me voy y el mundo entero está a mi alcance. Aquí mis libros. Aquí mis maletas -vida en archivo zip, quizá cuarenta kilos, quizá todo más leve-. Aquí mi ordenador. Aquí mi pornografía. Aquí mis dedos. Debajo el pijama. Las bolas chinas. La botella de agua. Aquí el miedo a los mosquitos. El árbol en la ventana. La enumeración, una vez más. La estéril soledad. Los versos que te copian. Los que tú quieres copiar. Lo más emocionante sucede en este momento. Tengo dos libros a mi lado. Los leo y los voy alternando. Pájaros de fuego, de Anaïs Nin y Husos, de Chantal Maillard. Los leo pero no enteros porque el segundo lo tengo reciente y el primero lo conozco bien de épocas pasadas (aquí la abuela manda e Internet debe cortarse a determinada hora, adiós módem, adiós sexo, adiós soledad estéril y pornográfica). Conozco bien Pájaros de fuego, cada relato y cada embestida descrita, pues en Complutum es imposible saciar ese deseo que a veces, en la noche, llega y quema. Lo más emocionante, decía, es esto. Este momento en el que leo Husos y vomito. Este momento en el que leo Pájaros de fuego y me excito. Enfermedad y sexo, cáncer y caricias, vísceras negras y penes erectos, tumores en el ano y lametones en el coño, sangre y semen, Maillard y Nin. Por cada cuento erótico diez páginas de enfermedades y agujas hasta que de pronto las dos lecturas se convierten en una y ya no sabes qué provoca más placer si el dolor o el orgasmo o si acaso son lo mismo; si esta es mi forma de combatir el miedo. Combatir el sexo. Follar el amor. Hacer el escupitajo. Menuda manera. Menuda ficción defectuosa. Pájaros de hilo. Husos de fuego. Mañana vuelvo con él. Mañana se acabó esta locura. Mañana estaré al fin en nuestra cama de Barcelona. Y ahora, si me disculpáis. Última noche. 

18 agosto 2011

No es una novela, es un mundo.

Bélgica no es una novela. Bélgica es, posiblemente, el mejor poemario de Chantal Maillard. Aunque incluido en la colección de narrativa contemporánea de Pre-Textos, el último libro de Maillard es un gran diario compuesto por poemas, aforismos, recuerdos y animales. 

Para oír al pájaro es preciso acallar las voces que vuelven opacos los cielos e impiden la mansedumbre. -¿La mansedumbre? ¿Acaso el cansancio y el dolor que sacuden el cráneo no bastan para hacernos saber que vivir erguidos es un contrasentido, que arrastrarse es la condición de todas bestia en su terror, que nada nos librará del espanto de existir sabiendo que hay un fin y -¡oscura paradoja¡- que ese fin, solamente ese fin pondrá termino al terror de sabernos, entre todos, terminales?
Chantal Maillard

06 julio 2011

M'agrada el asco.

Me arrancaré los dientes
tendré sonrisa nueva
El columpio asesino

Me gusta el asco. Me gusta su dolor. Me gusta el cáncer. Leo cánceres por donde quiera que mis ojos pasen, leo: gatito muerto, órgano muerto, corazón muerto. Hace unos días estuve en Barcelona para solucionar cierto papeleo de la Universidad (cruzo los dedos, quiero esa plaza, joder), y mi colega Stalker me regaló algunos libros (generosísimo gesto que no sé cómo agradecer). Entre los títulos estaban El padre, de Sharon Oldos y Husos, de Chantal Maillard. Ambos textos tratan uno de mis temas predilectos: el de la enfermedad. La ajena y la propia. El dolor ante el otro y por el otro. El dolor de uno y para uno. El asco de la sangre y la ternura de la pestilencia. Sharon entre recuerdos. Chantal entre detalles increíbles. Me hizo especial ilusión que Stalker me regalara estos libros porque tratan en parte algunos de los temas sobre los que llevo escribiendo desde junio de 2010 en Sailor's Grave. A veces incluso me he asustado con algunos de los pensamientos de las dos autoras, tan similares a los que me carcomieron durante los últimos meses. La destrucción o el amor. El reino blanco o el reino estéril. La droga o el síntoma. Mamá o yo. Eso qué importa: me gusta el asco con el que leo en verano. El dolor celebrado de un amor que crece castigando mi estúpido cuerpo.