a) Fóllame (o Lo que subrayé de Teoría King Kong de Virginie Despentes mientras me rascaba las picaduras):
Cuando te vuelves una chica pública, te dan palos por todos lados, de manera muy particular. Pero no hay que quejarse porque está mal visto. Hay que tener buen humor, tomárselo con distancia y tener un buen par de cojones para aguantarlo. Todas esas discusiones para saber si yo tenía derecho no a decir lo que decía. Una mujer. Mi sexo. Mi cuerpo. En todos los artículos, más bien de forma amable, por cierto. No, no se describe a un autor como se describe a una mujer. Nadie cree necesario decir que Houellebecq es guapo. De ser una mujer, y si a un número igual de hombres les hubieram gustado sus libros, habrían escrito sobre él que era guapa. O fea. Pero habríamos sabido lo que piensan sobre el tema. Y habrían intentado, en nueve de cada diez artículos, cantarle las cuarenta y explicarle, en detalle, por qué este hombre era tan desgraciado sexualmente. Le habrían dicho que era culpa suya, que no hacía las cosas correctamente, que no podía quejarse de nada. Y de paso, se hubieran reído de él: pero has visto qué cara tienes. Habrían sido extraordinariamente violentos con él, si, como mujer, hubiera dicho sobre el sexo y el amor con los hombres lo que él dice sobre el sexo y el amor con las mujeres. Con el mismo talento no hubiera habido el mismo trato. No querer a las mujeres, cuando se es hombre, es una actitud. No querer a los hombres cuando se es mujer, es una patología.
b) Ladro y muero:
El próximo jueves, en principio, comienzan a publicarse mis nuevas columnas para Público bajo el título de Mundo Fantasma. No confundir con la Zona Fantasma de Javier Marías (“Yo leo El País Semanal”). M. F. es un homenaje a Daniel Clowes y a las botas de Enid. No será el Diario Adolescente que sacamos el pasado verano pero intentará mantener una línea como la que viene viéndose durante el último mes en el blog del periódico. Mundo Fantasma fue título de uno de mis primeros poemarios (esos que se quedan en el cajón porque son una jodida mierda, esos de los que una se avergüenza, esos que con los años se hacen más polvorientos, y huelen a 50% piruleta, 50% muerte). Mundo Fantasma es una pintada en mi carpeta. Es un tatuaje rechazado, sustituido por el infinito. Mundo Fantasma es un recuerdo a los versos otoñales de Ángel González. Es una patada en los cojones a quienes leen esto y me tachan de P, M, o J. Mundo Fantasma es una estética monelliana. Un vómito a los que dicen: Já. Un acorde de la cabeza rapada. Un sarri-sarri en el centro de la pista del instituto (cuando mis tíos eran jóvenes y me llevaban con ellos a los saraos punk). Mundo Fantasma es mi trabajo. Es sólo un trabajo. Es una angustia. Un miedo a la tecla. Un silencio. Un punto de vista. Una vista hacia un punto lejano. Una voz que (se) me apaga.
c) Retardomodernidad: viva el mongo-way.
Leo un foro y sólo veo a ‘modernos’ meterse con ‘modernos’ por creer que éstos se creen más ‘modernos’. Ser moderno no está de moda. Ser retrasado sí. Cada día somos más, córtatela ya papá, canta Siniestro Total. Cada día somos más, cada día más. Pues somos retardomodernos y por eso nos odiamos.
d) Poetry is not dead:
Terminar un poemario es como abrirse en canal con las tijeras de cortarse las uñas. Los cortaúñas me recuerdan a la escena de La Broma Infinita –ese libro que no se vuela en la playa y que sirve para aplastar medusas- o bien –ese libro que aún no he terminado- o bien –ey chicos, el viernes día seis es mi cumple, venga, que sólo os cuesta treinta pavos regalármela-. Una escena, decía, en la que Hal Incandenza se corta las uñas de los pies mientras habla por teléfono. Hal Incandenza me recuerda al poeta García Madero y no sé muy bien por qué. Quizá por ser Rimbauds pornográficos. Por estar muy buenos. Porque quiero ser como ellos. Porque no lo soy. Terminar un poemario es comenzar otro. Comenzar un poemario y titularlo como el anterior (añadiendo Vol. II al final del enunciado) es como pisarle la cola a un gato. O masturbarse sin ganas. O saber que aún te quedan diez años de vida estéril. Porque mis poemas son pensamientos estériles. Y me da igual lo que a veces sé: estás hablando de tu vida, ególatra existencial, porque yo no hablo de mi vida, sino de lo que la rodea. En la película Party Monster (que no deja de ser otro Mundo Fantasma homosexual, drogadicto y techno) uno de los protagonistas finge escribir una novela durante todo el filme. Así. Yo también finjo escribir un poemario durante todo mi cuerpo vivo. Y releyendo a Valente en las escaleras del Edificio encontré esto: y, sin embargo, cuento mi historia, recaigo sobre mí, culpable de las mismas palabras que combato.
e) Como en el anuncio de McDo: la carne es más cercana de lo que piensas.
No he visto la serie Californication y tampoco he leído todo lo publicado sobre Bukowski. No he ido a renovar el DNI y tampoco he comido en el McDo. No he escrito el trabajo de Géneros Informativos y tampoco he leído El economista camuflado. No me he cambiado de bragas ni tampoco me he puesto perfume. No he follado hoy y tampoco lo haré mañana. No he ido nunca a Berlín y no conozco el Wurlitzer. No he comido postre y tampoco tenía hambre. No tengo ganas de escribir y sin embargo grito.
f) Animalita inexpresiva, pero enamorada.
Me preocupa no tener tiempo. Me preocupa lo que va a pasar mañana. Me preocupa irme. Me preocupa que se vaya. Me preocupa decir algo malo. Me preocupa que diga algo malo. Me preocupa no entenderle. Me preocupa que no me entienda. Me preocupa no hablar. Me preocupa que no hable. Me preocupa que se canse. Me preocupa cansarme. Me preocupan muchas cosas. Me preocupa que el árbol de mi ventana aún no esté tan amarillo como ese que me ha enseñado Peio, esta tarde, durante el paseo de Caleruega. Me preocupa que mi profesora no se ponga sujetador. Me preocupan muchas cosas. Muchas antes que nosotros porque nosotros nosotros no me preocupa nosotros nosotros todo va bien, sí, así es, todo va bien y eso me preocupa.
g) Punto.
Gé.
h) Quiero ser como Valerie Mréjen, pero yo cuando como engordo.
Utilizo esta taza desde hace un año y aún no la he limpiado. Tiene manchas de café, de yogurt líquido, de grumos de Colacao y de Nesquik (comodidad instantánea para los días impares), de té rojo, té negro, de manzanilla, tila. Tiene tila desbordante y restos de magdalena adheridos a la pared, como si yo conociera el paladar de Proust, como si yo imitara su gastronomía pomposa y sus maneras. Esta taza guarda más sabores que si tuviera mil años. Esta taza tediosa de todas las mañanas y dolores de estómago y gotas de hierba y sacarina espesa. Son las seis de la tarde y no importa qué hora sea. Leeré esto mañana y sonará distinto. Leeré seis de la tarde y será pronto. No comeré magdalenas, pero merendaré cruasanes.
i)Tengo un coño en la cara (o unos versos de Anne Sexton, y ya me voy).
Dulce peso,
en celebración de la mujer que soy
y del alma de la mujer que soy
y de la criatura central y su felicidad,
canto para ti.