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4.11.10

Calígula era un zapato...

little girl in the big city
El sobrenombre de Calígula era mote militar y le fue aplicado a causa de un calzado de soldado que había usado en su infancia en los campamentos. Los soldados, que le habían visto crecer y educarse entre ellos, le profesaban increíble cariño...
 
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20.10.08

La muerte de Calígula



Ahora que parece que se ha descubierto la galería donde fue asesinado Calígula, aprovecho para recordar el pasaje de la "Vida de los Doce Césares" donde Suetonio nos narra el capítulo final de la vida de este célebre emperador...

LVIII. El 9 de las calendas de febrero, cerca de la hora séptima , mientras dudaba si se levantaría para comer, porque tenía el estómago cargado aún de la comida de la víspera, le decidieron a hacerlo sus amigos y salió. Tenía que pasar por una bóveda, donde se ensayaban entonces algunos niños pertenecientes a las primeras familias del Asia y que él había hecho acudir para desempeñar algunos papeles en los teatros de Roma. Detúvose a contemplarlos y exhortarlos a hacerlo bien, y si su jefe no le hubiese dicho que perecería de frío, ya retrocedía para disponer que comenzase el espectáculo. No están de acuerdo todos acerca de lo que sucedió después: según unos, mientras hablaba con los niños. Querea, colocado a su espalda, le hirió violentamente en el cuello con la espada, gritando: ¡Haced lo mismo! y en el acto el tribuno Cornelio Sabino, otro conjurado, le atravesó el pecho. Pretenden otros que Sabino, después de separar a todos por medio de centuriones que pertenecían a la conjuración, había, según costumbre, preguntado a Calígula la consigna, y que habiéndole dicho este Júpiter, exclamo Querea: Recibe una prueba de su cólera; y le descargó un golpe en la mandíbula en el momento en que volvía la cabeza hacia él. Derribado al suelo y replegado sobre sí mismo, gritó que vivía aún, pero los demás conjurados le dieron treinta puñaladas. La consigna de estos era ¡Repite!, y hasta hubo uno que le hundió el hierro en los órganos genitales. Al primer ruido acudieron a auxiliarle sus porteros con los bastones, así como también los soldados de la guardia germánica, que dieron muerte a varios de los asesinos, y hasta a dos senadores inocentes del crimen.





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25.6.07

Los excesos de Calígula

Hay personajes que han pasado a la historia como grandes militares, como César y Alejandro, o como grandes políticos y gobernantes, como Augusto. Sin embargo, también los hay que han quedado retratados como auténticos ejemplos de depravación; este es el caso de Calígula, emperador de los romanos entre el 37 y el 41 dC.

Lo que sabemos de él es que era un personaje extremadamente caprichoso, carente de toda moral o sentido ético, y capaz de las más extremas crueldades y atrocidades.

¿Son las fuentes históricas fiables en el caso de Calígula?

El problema de las fuentes en el caso de Calígula es complejo. Se trata en efecto de un personaje discutido y enfrentado políticamente a los grupos de los que provenían los historiadores romanos y griegos, por lo que su descripción no es especialmente objetiva.

Muchas de las informaciones sobre Calígula provienen de fuentes predispuestas contra él, en especial de Suetonio y Dión Casio. Cabe destacar que las fuentes se concentran más en anécdotas que en la política del joven emperador, dándonos una visión distorsionada y poco veraz de su figura. Esta imagen tan negativa del cruel Calígula, así como del resto de los miembros tardíos de la dinastía Julio Claudia, no vienen a hacer más que sentar las bases del cambio de dinastía reinante, y propiciar una imagen más benigna de los Flavios, emperadores durante cuyo gobierno fueron escritas estas biografías.

Pocos son los datos políticos seguros que nos han llegado, tampoco ha permanecido la parte de los Anales de Tácito relativa al reinado de Calígula. Y aunque probablemente el historiador romano también debía pronunciarse contra el joven soberano, al menos nos habría proporcionado informaciones útiles sobre la línea política que siguió, informaciones prácticamente ausentes en Suetonio y Dión Casio. Suetonio dedica 9 capítulos de su biografía al Calígula emperador y 39 al Calígula monstruo.

Sean ciertos o falsos, los testimonios que nos han llegado nos pintan a un personaje extremo en su irracionalidad y crueldad. A continuación os extraigo algunos de estos testimonios...


Su infancia

Suetonio nos apunta algunos rasgos del carácter tenebroso de Calígula, ya presentes en su más temprana edad:

XI. Ya en aquel mismo tiempo, a pesar de todo, no ocultaba sus bajas y crueles inclinaciones, constituyendo uno de sus placeres más gratos presenciar las torturas y el último suplicio de los condenados. Por la noche acudía a los lugares de perdición y a los adulterios, envuelto en amplio manto y oculto la cabeza bajo una peluca. Tenía pasión especial por el baile teatral y por el canto. Tiberio no contrariaba tales gustos, pues creía que con ellos podía dulcificarse su condición feroz, habiendo comprendido tan bien el clarividente anciano su carácter, que decía con frecuencia: Dejo vivir a Cayo para su desgracia y para la de todos, o bien: Crío una serpiente para el pueblo y otro Faetón para el Universo.


Los excesos de Calígula:

  1. El gran derrochador
  2. Personalidad al borde del desequilibrio
  3. Incitatus, su caballo
  4. Su vida privada y sus vicios públicos
  5. Militar cobarde e incompetente

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24.6.07

Los excesos de Calígula (V)

Calígula, militar cobarde e incompetente

De un emperador se podía aceptar que fuera tanto cruel como excesivamente bondadoso, que tuviera apetencias sexuales desmedidas o que fuera afeminado; sin embargo, lo que era inconcebible es que fuera una nulidad como líder militar. No es de olvidar que el propio título de emperador tiene como origen la aclamación que los soldados daban a su general victorioso. Por lo tanto, la nefasta imagen que del Calígula soldado nos deja Suetonio es probablemente la mayor de las afrentas que un romano puediera recibir...

Suetonio dice así...


XLIII. No soportó más que una vez las fatigas militares y aun ésta sin desearlo. Había ido, en efecto, a ver el río Clitumno y el bosque inmediato, y avanzó desde allí hasta Mesania; le aconsejaron en aquel lugar que completara la guardia bátava que entonces le rodeaba, y en seguida emprendió la expedición de Germania. Sin perder momento, mandó venir de todos lados legiones y tropas auxiliares; hizo levas rigurosísimas; ordenó todo género de bastimentos en cantidades nunca vistas y se puso en marcha caminando unas veces con tal rapidez que, para seguirle, las cohortes pretorianas se veían obligadas a cargar las enseñas en bagajes, en contra de la costumbre; hacíalo en otras con tanta flojedad y molicie que se hacía llevar por ocho esclavos en una litera, y los habitantes de los pueblos vecinos recibían orden de barrer los caminos y regarlos para que no se levantase polvo.

XLIV. Cuando llegó al campamento quiso mostrarse como un general rígido y severo; despidió ignominiosamente a los legados que habían acudido tarde con las tropas que debían llegar; revistió al ejército, y con el pretexto de que estaban viejos y extenuados, licenció a la mayor parte de los centuriones primipilarios que se encontraban en edad madura, cuando faltaban a algunos muy pocos días para cumplir su tiempo. Acusó a otros de avaricia, y redujo a seis mil sestercios el premio de los veteranos (99). Todas sus hazañas se redujeron a fin de cuentas a recibir la sumisión de Adminio, hijo de Cimbelino, rey de los bretones, el cual, expulsado por su padre, vino a refugiarse a su lado acompañado de un reducido séquito. Entonces, como si hubiese subyugado, toda Bretaña, escribió a Roma pomposas cartas y mandó a los correos que fuesen en carro al Foro y al Senado, entregándolas sólo en manos de los cónsules y en el templo de Marte, en presencia de todos los senadores.

XLV. Poco después, no teniendo a quién combatir, hizo pasar al otro lado del Rin a algunos germanos de su guardia con orden de ocultarse y de venir después a anunciarles atropelladamente, después de comer, que se acercaba el enemigo. Así lo hicieron; y lanzándose al bosque inmediato con sus amigos y una parte de los jinetes pretorianos, hizo cortar árboles, adornólos con trofeos, y regresó a su campamento a la luz de las antorchas, censurando de tímidos y cobardes a los que no le habían seguido. Por el contrario, los que habían contribuido a su victoria recibieron de su mano una nueva especie de corona, a la que dio el nombre de exploratoria, y en la que estaban representados el sol, la luna y las estrellas. En otra ocasión hizo sacar de una escuela a algunos jóvenes rehenes, les mandó marchar secretamente y abandonando de pronto una reunión numerosa de convidados, los persiguió con la caballería como fugitivos, los alcanzó y los trajo cargados de cadenas, porque también en esta repugnante comedia había de violar las leyes de la humanidad. Volvió en seguida a ocupar su sitio en el festín, y habiendo llegado soldados a anunciarle que la tropa estaba reunida, hízolos sentar a la mesa, armados como estaban y los exhortó, citando un verso célebre de Virgilio, a vivir y conservarse para tiempos mejores. Desde el campamento reconvino a los senadores en un severo edicto, porque solamente pensaba en la mesa, Circo, teatro y en agradables partidas de campo, mientras el cesar estaba peleando.

XLVI. Por último, se adelantó hacia las orillas del océano a la cabeza del ejército, con gran provisión de balistas y máquinas de guerra y cual si proyectase alguna grandes empresa; nadie conocía ni sospechaba su designio, hasta que de improviso mandó a los soldados recoger conchas y llenar con ellas sus cascos y ropas, llamándolas despojos del océano debidos al Capitolio y al palacio de los césares. Como testimonio de su victoria construyó una altísima torre en la que por las noches, y a manera de faros, encendieron luces para alumbrar la marcha de las naves. Prometió a los soldados una gratificación de cien duleros por cada uno, y como si su gesto fuese el colmo de la generosidad, les dijo: Marchad contentos y ricos.





Los excesos de Calígula: Introducción

  1. El gran derrochador
  2. Personalidad al borde del desequilibrio
  3. Incitatus, su caballo
  4. Su vida privada y sus vicios públicos
  5. Militar cobarde e incompetente

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Los excesos de Calígula (IV)

Calígula: Su vida privada, y sus públicos defectos privados

Por lo que respecta a su vida privada, su biografía está plagada de episodios propios de un enfermo degenerado, incluso según los cánones sociales de aquella época.

Conocidos son sus amoríos con sus hermanas:

XXIV. Tuvo comercio incestuoso y continuo con todas sus hermanas (94), y las hacía sentar consigo a la mesa en el mismo lecho, mientras su esposa ocupaba otro. Se dice que llevaba aún la pretexta cuando arrebató la virginidad a Drusila, y un día le sorprendió en sus brazos su abuela Antonia, en cuya casa se educaban los dos. Casáronla en seguida con el consular Lucio Casio Longino, pero Cayo se la quitó y la trató públicamente como a su esposa legítima. En cierta enfermedad que padeció la instituyo heredera de sus bienes y del Imperio. Cuando murió ella, hizo suspender todos los negocios, y durante algún tiempo fue delito capital haber reído, haberse bañado, haber comido con los parientes o con la esposa y los hijos. Como enloquecido por el dolor, se fugó una noche de Roma, atravesó sin detenerse la Campania y llegó a Siracusa, de donde volvió tan bruscamente como fue, con la barba y los cabellos desmesuradamente crecidos. A partir de entonces, no juró mas que por la divinidad de Drusila, hasta en las circunstancias más solemnes y hablando al pueblo y a los soldados. No profesó a sus otras hermanas igual pasión ni les guardó las mismas consideraciones; y hasta las prostituyó a sus compañeros de disipación; en el proceso de Emilio Lépido, no vaciló en hacerlas condenar como adúlteras y cómplices de aquel conspirador. No sólo mostró cartas de su mano, que por fraude y medios infames le había entregado, sino que incluso consagró a Marte vengador, con una inscripción, tres espadas preparadas para matarle.

Otros detalles:

Su ferocidad se manifestaba incluso en medio de sus placeres, juegos y festines. Muchas veces daban tormento en presencia suya mientras comía o se entregaba a orgías con sus amigos; un soldado experto en cortar cabezas ejercía delante de él su habilidad con todos los prisioneros que le presentaban.

Cuantas veces besaba el cuello de su esposa o de su amante, decía: Esta hermosa cabeza caerá en cuanto yo quiera; y muchas veces repetía que mandaría dar tormento a su querida Cesonia, a fin de saber de ella misma por qué la amaba tanto.
XXXVI. Nunca cuidó de su pudor ni del ajeno; y se cree que amó con amor infame a M. Lépido, al payaso Mnester y a algunos rehenes. Valerio Catulo, hijo de un consular, censuróle públicamente haber abusado de su juventud hasta lastimarle los costados. Aparte de sus incestos con sus hermanas y de su conocida pasión por la cortesana Pirralis, no respetó a ninguna mujer distinguida. Lo más frecuente era que las invitase a comer con sus esposos, las hacía pasar y volver a pasar delante de él, las examinaba con la minuciosa atención de un mercader de esclavas y si alguna bajaba la cabeza por pudor, se la levantaba él con la mano. Llevaba luego a la que le gustaba más a una habitación inmediata y volviendo después a la sala del festín con las recientes señales del deleite elogiaba o criticaba en voz alta sus bellezas o sus defectos, y hacía público hasta el número de actos.

Los excesos de Calígula: Introducción

  1. El gran derrochador
  2. Personalidad al borde del desequilibrio
  3. Incitatus, su caballo
  4. Su vida privada y sus vicios públicos
  5. Militar cobarde e incompetente


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Los excesos de Calígula (III)

Calígula y su caballo Incitatus

En lo que sólo puede entenderse como una exageración, y como ejemplo descriptivo de un carácter caprichoso y desquiciado, Suetonio nos habla de las pasiones y gustos obsesivos de Calígula, y más en particular, de su amor desmedido por su caballo de carreras favorito, Incitatus...


LV. Su pasión por los que le agradaban llegaba casi a la locura. Al payaso Mnester lo besaba en pleno teatro, y si mientras bailaba este histrión, alguien hacía el más leve ruido, ordenaba llevar a su presencia al perturbador y lo azotaba por su mano. Cierto día mandó a un centuria que dijese a un caballero romano que hacía ruido, que partiese en el acto para Ostia y llevase de su parte una carta al rey Ptolomeo, en Mauritania. En la carta decía sólo: No hagas bien ni mal al que te envío. Favoreció a los gladiadores llamados tracios y puso incluso a algunos al frente de su guardia germánica; pero persiguió a los mirmilones hasta quitarles la armadura (102). Uno de éstos, llamado Columbo, salió vencedor en un combate, aunque ligeramente herido; Calígula introdujo en la herida un veneno al que después llamó Columbiano en memoria de este hecho. Por lo menos con este nombre escrito de su mano se le encontró entre los otros. Era tan adicto al partido de los Verdes (103) que comía con frecuencia con ellos en su caballeriza y dormía allí. Un día al auriga Eutyco, como regalo de mesa después de una orgía, le dio un millón de sestercios. Quería tanto a un caballo que tenía llamado Incitatus, que la víspera de las carreras del circo mandaba soldados a imponer silencio en la vecindad, para que nadie turbase el descanso de aquel animal. Hizo construirle una caballeriza de mármol, un pesebre de marfil, mantas de púrpura y collares de perlas; le dio casa completa, con esclavos, muebles, y todo lo necesario, para que aquellos a quienes en su nombre invitaba a comer con él, recibiesen magnífico trato, y hasta se dice que le destinaba el consulado.

Los excesos de Calígula: Introducción

  1. El gran derrochador
  2. Personalidad al borde del desequilibrio
  3. Incitatus, su caballo
  4. Su vida privada y sus vicios públicos
  5. Militar cobarde e incompetente

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Los excesos de Calígula (II)

Calígula, personalidad al borde desequilibrio

Suetonio nos describe al joven emperador como a un demente, llevado por sus fobias, que con su sólo aspecto ya transmitía sus muchos desequilibrios...

Era Calígula de elevada estatura, pálido y grueso; tenía las piernas y el cuello muy delgados, los ojos hundidos, deprimidas las sienes; la frente ancha y abultada, escasos cabellos, con la parte superior de la cabeza enteramente calva y el cuerpo muy velludo. Por esta razón era delito capital mirarle desde lo alto cuando pasaba, o pronunciar, con cualquier pretexto que fuese, la palabra cabra. Su rostro era naturalmente horrible y repugnante, pero él procuraba hacerle aun más espantoso, estudiando delante de un espejo los gestos con que podría provocar más terror. No estaba sano de cuerpo ni de espíritu: atacado de epilepsia desde sus primeros años, no dejó por ello de mostrar ardor en el trabajo desde la adolescencia, aunque padeciendo síncopes repentinos que le privaban de fuerza para moverse y estar en pie, y de los que se recuperaba con dificultad. Conocía su enfermedad y había pensado más de una vez en curarse buscando para ello un oculto retiro. Se cree que Cesonia le dio un filtro para que la amara, que no produjo otro efecto que el de volverle furioso. Le excitaba especialmente el insomnio, porque nunca conseguía dormir más de tres horas y ni siquiera éstas con tranquilidad, pues turbábanle extraños sueños en uno de los cuales creía que le hablaba al mar. Así la mayoría de las noches, cansado de velar en su lecho, se sentaba a la mesa o paseaba por vastas galerías esperando e invocando la luz.
... Más tarde, Suetonio continúa diciendo:

LIV. Practicó con increíble ardor otras artes muy diferentes. Fue sucesivamente gladiador, auriga, cantor y bailarín; esgrimió en la arena con armas de combate y guió carros en un circo en el que habían reunido obstáculos de todas clases, era tan apasionado por el canto y el baile, que en el espectáculo no podía dominarse y cantaba delante de todos con el actor trágico que estaba en escena, imitando todos los gestos del histrión como para aplaudirle o reprenderle. Se supone que no tuvo otro motivo, el día en que le mataron, para indicar una velada general, que el deseo de presentarse en la escena con más seguridad a favor de la obscuridad. También era ésta la hora que elegía para bailar. Cierta vez hizo llamar a palacio a medianoche a tres consulares, que llegaron sobrecogidos de terror; los hizo colocarse en su teatro, y de pronto entre un gran estrépito, al son de flautas y de sandalias sonoras, con el manto flotante y la túnica de los actores, apareció él en escena; en seguida bailó y se retiró. Este hombre que había aprendido tantas cosas, no sabía nadar.

Los excesos de Calígula: Introducción

  1. El gran derrochador
  2. Personalidad al borde del desequilibrio
  3. Incitatus, su caballo
  4. Su vida privada y sus vicios públicos
  5. Militar cobarde e incompetente


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Los excesos de Calígula (I)

(viene de un post anterior)

Calígula, el gran derrochador

Suetonio, en su obra "Los 12 Césares" nos habla de las diversas formas que Calígula tenía para recaudar más dinero para financiar su desenfrenado ritmo de vida...

XXXVII. En sus despilfarros superó la extravagancia de los más pródigos. Ideó una nueva especie de baños, de manjares extraordinarios y de banquetes monstruosos; se lavaba con esencias unas veces calientes y otras frías, tragaba perlas de crecido precio disueltas en vinagre; hacía servir a sus convidados panes y manjares condimentados con oro, diciendo que era necesario ser económico o cesar. Durante muchos días arrojó al pueblo desde lo alto de la basílica Julia enorme cantidad de moneda pequeña. Hizo construir naves liburnesas de diez filas de remos, con velas de diferentes colores y con la popa guarnecida con piedras preciosas. Encerraban estas naves, baños, galerías y comedores, gran variedad de vides y árboles frutales. En ellas costeaba la Campania, mullidamente acostado en pleno día, en medio de danzas y música. Para la edificación de sus palacios y casas de campo, no tenía en cuenta ninguna de las reglas, y nada ambicionaba tanto como ejecutar lo que se consideraba irrealizable; construía diques en mar profundo y agitado; hacía dividir las rocas más duras; elevaba llanuras a la altura de las montañas y rebajaba los montes a nivel de los llanos; hacía todo esto con increíble rapidez, y castigando la lentitud con pena de muerte. Para decirlo de una vez, en menos de un año disipó los inmensos tesoros de Tiberio César, que ascendían a dos mil setecientos millones de sestercios (98).

XXXVIII. Cuando hubo agotado los tesoros y se vio reducido a la pobreza, recurrió a la rapiña, mostrándose fecundo y sutil en los medios que empleó: como el fraude, las ventas públicas y los impuestos. Pretendía que aquellos cuyos antepasados habían obtenido para ellos y sus descendientes el derecho de ciudadanía romana, lo disfrutaban ilegalmente si no lo habían recibido de sus padres, pues la palabra descendientes no podía alcanzar, según él más allá de la primera generación; cuando le presentaban diplomas firmados por Julio César o Augusto, los anulaba como títulos viejos y sin valor. Persiguió por declaración falsa a aquellos cuyo caudal había aumentado de cualquier manera, y por poco que fuese, después de la época en que habían dado la relación. Rescindió, por causa de ingratitud, los testamentos de todos los primipilarios que desde el principio del reinado de Tiberio no habían dejado su herencia ni el emperador ni a él. Anulaba también los de los demás ciudadanos, cuando declaraba cualquiera que el testador había manifestado al morir deseos de que fuese el cesar su heredero. Dada de este modo la alarma, personas desconocidas le llamaron abiertamente a la sucesión con sus amigos, padres con sus hijos. Entonces decía que era ridículo vivir después de haberle nombrado heredero, y enviaba a la mayor parte de ellos pasteles envenenados. No subía como juez a su tribunal sino después de haber fijado la cantidad que quería recoger, y en cuanto la recaudaba hacía levantar la sesión. Impaciente siempre por irse, condenó una vez en una sola sentencia a más de cuarenta ciudadanos acusados de diferentes delitos, y despertando a Cesonia, se alabó de haber ganado su jornal mientras ella dormía la siesta.



Los excesos de Calígula: Introducción

  1. El gran derrochador
  2. Personalidad al borde del desequilibrio
  3. Incitatus, su caballo
  4. Su vida privada y sus vicios públicos
  5. Militar cobarde e incompetente

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8.5.07

Citas célebres: Calígula

"Tiene la misma relación de parentesco conmigo que el Can Cerbero con Apolo"

Calígula, refiriéndose a Marco Antonio.

Por cortesía de Santiago Madrazo, fiel lector.

13.1.07

Calígula

Cayo Julio César Augusto Germánico. En latín Gaius Iulius Caesar Augustus Germanicus, (31 de agosto de 12, Anzio - 24 de enero de 41, Roma); emperador romano, conocido también como Cayo César o Calígula. Su mandato transcurre entre el 37 y el 41. Considerado uno de los mayores tiranos de la historia debido a sus constantes y extremas atrocidades.

Le llamaban Calígula, diminutivo en latín de "Caliga" (sandalia utilizada por los soldados romanos), por el hecho de haber crecido en los campamentos utilizando esta clase de calzado desde su niñez.

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