El pasado fin de semana fuimos a la montaña. La noche anterior había llovido bastante y también se esperaban lluvias para la tarde. Por la senda nos encontramos algunos de esos gusanos que dicen que salen cuando va a llover. Nos encontramos con uno de esos mientras nos cruzábamos con un veterano montañero, que nos oyó hablar sobre el tema. Y nos dijo: “Olvidaos de los gusanos, y haced caso a Gandhi que decía: ‘Cuando viene una tormenta, los pajaritos se esconden, pero las águilas vuelan más alto’”.
Cuentan que, en un reino lejano, un monarca apasionado por la naturaleza recibió como obsequio dos jóvenes águilas. Entusiasmado, encargó al maestro de cetrería que las entrenara para que surcaran los cielos y embellecieran su reino con su majestuoso vuelo.
Pasadas unas semanas, el cetrero informó al rey:
– Majestad, una de las águilas ha desarrollado un vuelo espléndido y se eleva majestuosa hasta casi perderla de vista. Sin embargo, la otra permanece inmóvil en la rama en la que se posó el día que llegó.
Preocupado, el rey convocó a sabios, magos, curanderos y expertos zoólogos para que examinaran al ave. A pesar de sus esfuerzos, ninguno logró que el águila despegara. Desesperado, el monarca ofreció una generosa recompensa a quien pudiera hacerla volar.
Al día siguiente, un humilde campesino se presentó ante el rey y aseguró:
– Majestad, yo puedo hacer que el águila vuele.
Con pocas expectativas, pero sin alternativas, el rey aceptó la ayuda. A la mañana siguiente, para asombro de todos, el águila surcaba los cielos junto a su compañera.
Intrigado, el rey preguntó al campesino cómo lo había conseguido; y este respondió con sencillez:
– Corté la rama en la que se posaba y que le daba seguridad. Al verse sin apoyo, el águila descubrió sus alas y se lanzó a volar.
Muchas veces vivimos demasiado aferrados a nuestras seguridades, temerosos de lo desconocido. Y es en esos momentos de incertidumbre cuando descubrimos nuestras verdaderas capacidades. Al eliminar las seguridades que nos atan, nos vemos obligados a desplegar nuestras alas y alcanzar alturas que jamás imaginamos.
¡Pídele a alguien que corte tu rama!
