¿Libertad o poder?

por Bradley M. Kuhn y Richard M. Stallman

El amor a la libertad es amor a los demás, el amor al poder es amor a nosotros mismos.
─William Hazlitt.

En el movimiento para el software libre, defendemos la libertad de los usuarios de software. Hemos formulado nuestros puntos de vista observando qué libertades son necesarias para un buen modo de vida, y permiten a los programas útiles fomentar una comunidad de voluntad, cooperación y colaboración. nuestros criterios para el software libre especifican las libertades que los usuarios de un programa necesitan para poder cooperar en una comunidad.

Defendemos la libertad de los programadores igual que las de los demás usuarios. La mayoría de nosotros somos programadores, y queremos libertad tanto para nosotros como para usted. pero cada uno de nosotros utiliza software escrito por otros, y queremos libertad cuando usamos ese software, no sólo cuando usamos nuestro propio código. Defendemos la libertad de todos los usuarios, ya sea que programen a menudo, ocasionalmente o nada en absoluto.

Sin embargo, una así llamada libertad que no defendemos es la «libertad para elegir cualquier licencia que quieras para el software que escribes». La rechazamos porque en realidad es una forma de poder, no una libertad.

Esta distinción, frecuentemente ignorada, es crucial. La libertad es ser capaz de tomar decisiones que afectan principalmente a uno mismo. El poder es ser capaz de tomar decisiones que afectan a otros más que a uno mismo. Si confundimos poder con libertad, habremos fallado en defender la verdadera libertad.

El software privativo es un ejercicio de poder. La ley de copyright de hoy en día concede a los productores de software ese poder, de modo que sólo ellos eligen las reglas que impondrán a todos los demás (en lo concerniente a software, relativamente poca gente toma las decisiones básicas por todo el mundo, típicamente denegándoles su libertad.) Cuando los usuarios carecen de las libertades que definen al software libre, no pueden saber qué está haciendo el software, no pueden comprobar si hay puertas traseras, no pueden vigilar posibles virus y gusanos, no pueden saber qué información personal está siendo enviada (ni detener los informes, en caso de que consigan encontrarlos). Si se estropea, no podrán repararlo; tendrán que esperar a que el productor ejerza su poder para hacerlo. Si simplemente no es exactamente lo que necesitan, están atascados. No pueden ayudarse mutuamente a mejorarlo.

Los productores de software privativo a menudo son empresas. Nosotros en el movimiento por el software libre no nos oponemos a las empresas, pero hemos visto lo que ocurre cuando las empresas tienen la «libertad» de imponer arbitrariamente las reglas a los usuarios de software. Microsoft es un notable ejemplo de cómo la negación de las libertades del usuario puede conducir al daño directo, pero no es el único ejemplo. Aún donde no hay un monopolio, el software privativo perjudica a la sociedad. La elección del amo no es la libertad.

Las discusiones sobre derechos y reglas para el software a menudo se han concentrado solamente en los intereses de los programadores. Pocas personas en el mundo programan regularmente y aún menos son dueños de empresas de software privativo. Pero todo el mundo desarrollado ahora necesita y utiliza software, de modo que los productores de software ahora controlan el modo en que el mundo vive, hace negocios, se comunica y se entretiene. Las cuestiones éticas y políticas no son dirigidas por el lema «libertad de elección (para los desarrolladores solamente)».

Si «el código es ley» , (1) entonces la verdadera pregunta a la que nos enfrentamos es: ¿quién debería controlar el código que utiliza: usted o una pequeña elite?. Nosotros creemos que usted tiene derecho a controlar el software que utiliza, darle este control es la meta del software libre.

Creemos que usted debería decidir qué hacer con el software que utiliza; sin embargo, eso no es lo que la ley dice hoy. La ley actual de derechos de autor nos pone en una situación de poder sobre los usuarios de nuestro código, nos guste o no. La respuesta moral a esta situación es proclamar la libertad para cada usuario, exactamente igual como se suponía que la Declaración de Derechos de los Estados Unidos de América ejercitaba el poder del gobierno mediante la garantí­a de las libertades de los ciudadanos. Para eso está la Licencia Pública General de GNU le da el control de su uso del software, al tiempo que le protege de otros que quisieran controlar sus decisiones.

A medida que más y más usuarios comprendan que el código es ley, y lleguen a sentir que ellos también merecen libertad, verán la importancia de las libertades que defendemos, tal como más y más usuarios han llegado a apreciar el valor práctico del software libre que hemos desarrollado.

Notas

William J. Mitchell, City of Bits: Space, Place, and the Infobahn (Cambridge, Mass.: MIT Press, 1995), p. 111, as quoted by Lawrence Lessig in Code and Other Laws of Cyberspace, Version 2.0 (New York, NY: Basic Books, 2006), p. 5.

Este ensayo fue publicado en Free Software, Free Society: The Selected Essays of Richard M. Stallman