ESTAMOS PUBLICANDO AHORA LOS RELATOS DE: GÉNERO: "LIBRE"; TEMA: "EMPECEMOS JUNTOS".

ÓRDEN DE PUBLICACIÓN EN EL LATERAL DEL BLOG. DISFRUTAD DE LA LECTURA, AMIGOS.


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lunes, 16 de febrero de 2009

Cerró la puerta y un viento huracanado, frío como la cima de la montaña de la que provenía, llegó trayéndole miles de recuerdos que se desdibujaban en violentas imágenes. ¿Cómo explicarte cuando el tiempo se suspende mientras un año, un mes o ciento cuarenta y seis días vuelven a ocurrir, minuto por minuto, en tu memoria?

Tal vez ella no hubiera querido que te contara esta historia. Tal vez hubiera preferido que permaneciera olvidada entre las hojas de un libro que contaba una historia totalmente distinta, que nada tenía que ver con la fría tarde de agosto en que se abrió la puerta que separa el mundo imposible del real.

Se había quedado dormida después de desnudar todas sus dudas frente al espejo y decirse, por última vez, que mañana “empezaría a irse” de aquel lugar. El sueño la condujo hacia un bosque desolado por el que corrió sin mirar atrás, lo más rápido que pudo. Llegó al borde de un abismo profundo, desde el que se podía escuchar un río que cantaba en las madrugadas. Se quedó allí por un momento, escuchando el insondable silencio que hacía eco de la desesperación de su pecho. Miró sus manos que temblaban estirarse en el aire, queriendo tocar la nada. Cerró los ojos para sentir lo que sus palmas sentían: un viento helado que entraba por sus dedos y se mezclaba con su sangre para que ella lo volviera a convertir en aire en el suspiro que dejó flotando en el abismo.

¿Recuerdas? Esa fue la noche en que tú soñabas con un pueblo de calles viejas al que llegabas rodeado de un olor a ciprés mojado… Cansado de un viaje que había durado toda tu vida. Un pueblo que ya conocías. Soñabas con volver a él aunque no te gustara el gris de sus días y de su gente, ni el frío de sus vientos huracanados. ¿Por qué? Te preguntabas entonces… ¿Para qué volver? ¿Tan solo porque ya todo estaba listo? Qué fatal sentimiento te invadió cuando viste las maletas hechas y debías partir, habiéndote arrepentido un segundo antes…

Pero te fuiste. Y lo primero que percibiste al llegar fue el olor a ciprés mojado, que te condujo hacia un pequeño parque en el que te sentaste a ver el agua fluir en la fuente. Esa noche irías a un bar, al pequeño bar que alguna vez conociste, para ver si en la espuma que se formaba en la orilla del dorado mar de una cerveza aparecía la respuesta a tu pregunta: “¿para qué he vuelto?”. Por un impulso que no pudiste contener miraste la palma de tu mano, recordando casi sin querer lo que algunos dicen: que ahí está escrito el destino. Fue así como tu memoria te habló del extraño sueño que tuviste la noche antes de partir: estabas sentado en la barra del pequeño bar y leíste un nombre de mujer en la palma de tu mano. Pensaste que ya era tarde para buscar señales y te fuiste al hotel a dejar tus maletas, en las que se te olvidó empacar la incredulidad.

Mientras tanto ella despertaba del sueño que todas las noches le conducía al filo del abismo. Mañana saltaré… Mañana empezaré a irme de este lugar… Se repetía mientras se vestía para salir a encontrarse con la mitad de la noche. El frío que recorría las palmas de sus manos le obligó a mirarlas. Todavía temblaban, pero de alguna manera se habían acostumbrado a las gélidas noches del páramo. Se habían acostumbrado, como ella… Sin saber cómo.

Llegó al bar. Se sentó en la barra y pidió un trago. Sacó un cigarrillo que sostuvo entre sus dedos mientas sus ojos contemplaban el segundero inmóvil de un reloj detenido en el tiempo. Estaba así, quieta, perdida en algún rincón de su mente, con el segundero inmóvil como testigo de sus pensamientos, cuando el sonido del encendedor y la pequeña llama que de repente apareció frente a sus ojos le obligaron a volver a la realidad…

“Gracias” –te dijo… “Pero todavía no pensaba fumarlo…”. Ignorando su altivez le preguntaste su nombre. Ella te miró con sus enormes ojos tristes y sin decir una sola palabra, escribió con sus dedos su nombre en la palma de tu mano…

A menudo te preguntas si viviste o tan solo soñaste todo lo que siguió a ese encuentro… ¿Cuál es la diferencia? Pienso yo… Se amaron de la única forma en que les fue permitido amar: escuchando el susurro de un nombre en el viento, percibiendo el aroma de una mujer que se convertía en aire para poder abrazarte, enviando a las estrellas las palabras que no podías pronunciar, con la esperanza de que ella elevara la mirada al cielo, de vez en cuando…

Así cerró ella esa puerta. En medio del viento huracanado que le trajo tu voz que le contaba de nuevo la historia de los dos: la historia de su viaje hacia el centro de tu pecho, donde vivirá siempre recordándote que el mundo es hermoso porque ella te ama desde el viento entre los árboles y desde la luz de esa estrella que siempre sale antes que las demás, solo para que tus ojos se llenen de cielo y sientas la presencia que ilumina con su amor cada paso que das. Recordándote también que ella navega convertida en barquito de papel, guidada por el color del amanecer que ven tus ojos, que tanto amó…

Un día soñé que se fugaban. Que dejaban atrás el gris de las calles y llegaban a tocar el arco iris a los pies de una cascada. Y entonces lo supe: en este mundo o en cualquier otro, el universo siempre conspirará para que se puedan encontrar…

Isis de la Noche.

sábado, 14 de febrero de 2009

UN NUEVO DÍA

Abrió los ojos

Sintió el tacto del frío suelo adoquinado. Dio impulso a su cuerpo con sus brazos, e hizo ademán de levantarse. Sentía las piernas y los brazos entumecidos, como si no los hubiese utilizado en varios días. Ya incorporado, su cabeza hizo un giro en derredor para inspeccionar el paisaje.


Estaba en medio de una calle oscura, con unas cuantas farolas brillando por la acera. Las casas eran de pocos pisos, con tejas de escayola roja, y parecían bastante viejas. Algunas tenían varias grietas, y agujeros del tamaño de su cabeza.

Los adoquines del suelo eran rojos, y entre ellos había finos riachuelos que se arremolinaban alrededor de las rejas de alcantarillas. Se fijó en que había varios charcos a su alrededor, así que había llovido anteriormente.

Pero su ropa estaba seca.

También se dio cuenta de que uno de los lados de la calle era un callejón sin salida. Una pared negra con inteligibles graffitis. Las casas del callejón parecían abandonadas, así que decidió que su única opción razonable era salir por el otro lado de la calle.

Había luz. Y percibió murmullos, como si sus oídos hubiesen estado tapados hasta ese momento. Se encaminó a la salida de la calle.

Y allí las farolas eran mucho más luminosas que cualquiera que hubiese visto en su vida. Y las casas tenían ventanas iluminadas, y escaparates y tiendas.

Pero la calle estaba desierta. ¿De dónde provino entonces el murmullo que escuchó antes?

Y allí estaba. Una figura solitaria vestida con gabardina y sombrero negro. Se apoyaba con un bastón. Parecía que le miraba. Pensó en acercarse para preguntarle dónde se encontraba, pero entonces…

La figura de la gabardina desenvainó un filo del mango de su bastón, y corrió raudo esgrimiendo la espada hacia él.

Inmediatamente corrió por la calle adoquinada. Las casas empezaron a deshacerse cual muñecos de cera, y unos alaridos inundaban el ambiente mientras corría por su vida. Hacía calor, y los adoquines se transformaban en brazos que luchaban por agarrarle las piernas para detener tu avance.

Sintió una garra aferrarse a su pierna. Cayó de bruces entre el mar de manos rojas. Se debatió con patadas y puñetazos para librarse de su prisión, pero era inútil. Y la figura de la espada estaba sobre él.

Y todo se volvió oscuro.

El odiado despertador sonó con furia marcando el principio de un nuevo día de clase. Estaba empapado en sudor frío. Afortunadamente solo había sido un sueño.

Y llegaba el comienzo de un nuevo día.




Luismi

jueves, 12 de febrero de 2009

ÁNGEL DE LA GUARDA

Querido ángel:

Desde pequeña creí ver tu rostro entre las sombras, esas sombras deformes y puntiagudas que como espectros se proyectaban hacia los cuatro costados. Eran momentos de inseguridad que a veces me asaltaban, en los que sólo tú me comprendías.

Te llamaba susurrando desde mi mente, para que espantaras los fantasmas. A veces llegabas a tiempo para besar mi frente, y juntos lo lográbamos… a veces me deshacía en llanto creyendo que te habías olvidado de mí. ¡Qué equivocada estaba!

Anoche te volví a sentir, cerca de mi cabecera, en medio de un sueño agitado que supiste disipar con tu ternura y tu apacible compañía.

He sido esa fea y torpe oruga tratando de pasar desapercibida para todos, salvo para ti. He sido la tímida mariposa de pesadas alas que ambicionaba emprender vuelo, pero cayendo una y otra vez mientras lo intentaba. Tú aferrabas mi mano y con cariño me ayudabas a elevarme nuevamente… ¿recuerdas…?

He tomado coraje para iniciar mi planeo en medio de un mundo hostil, pero plena de sueños por alcanzar. En todos y en cada uno de ellos estabas presente, guiándome, alentándome, acariciándome con tus manos etéreas y repletas de perfume.

Querido ángel, hoy has regresado, y con tu aura hiciste brillar mis alas más que nunca. Ángel de la guarda, acompáñame en mi vuelo… elévate conmigo por sobre los campos de flores, susurra a mi oído una plegaria de amor, aleja las nubes negras de mis sueños, pues sin tu presencia, mi frágil ser cenizas y olvido será…






La asustada mariposa
un día quiso escapar
de la pena de su alma,
de su inmensa soledad.
Apostada en su locura,
a una nube se trepó
e intentando ser valiente,
un largo viaje inició.
Con una mirada atenta,
cielos claros recorrió.
Quería sentirse libre,
y escapar de su prisión.
Paseaba sobre su nube,
pero sola se sintió
y su llanto desgraciado
en lluvia se convirtió.
El ángel que la observaba
con cariño se acercó,
le brindó la compañía
de su tierno corazón.
El ángel y Mariposa
sonríen de cara al sol,
vuelan juntos de la mano,
al son de dulce canción.


@Patrulich

martes, 10 de febrero de 2009

¿QUÉ ES UN SUEÑO?


Soñaba que era alto, que sus hombros anchos protegían su hermosa cabeza de rasgos masculinos y atractivas proporciones. Veía en su sueño cómo su pelo brillante ondeaba al compás del viento al caminar. Su torso varonil aparecía compacto, con los músculos pectorales bien definidos y la caja de las costillas recubierta por una fina capa de grasa. Sus delgadas manos recorrían los pliegues de su cuerpo para apoderarse de aquella imagen onírica fruto de su imaginación.

No sólo su físico era objeto de sus sueños. Su vida también adquiría en ellos una dimensión nueva e inalcanzable. Se veía como un triunfador rodeado de amigos llamándole por su nombre, Alejandro, que había pasado a ser una especie de mantra unificador. Todos sentían el poder que les daba girar a su alrededor y, si una sonrisa o una mirada de él los tocaba, sus vidas empezaban a tener una razón de ser. A su lado, una bella mujer de largos cabellos rubios con ojos que guardaban el más profundo secreto del mar, mecía sus días con esa entrega capaz de elevar a un hombre hasta lo más alto. En su sueño también corrían un par de hijos hermosos como su madre pero con el atractivo y la agresividad vital de él. El sueño era tan real que se sentía a veces empalagado con tanta perfección.

Al despertar tenía que dejar pasar unos minutos para soltar aquella existencia y volverse a situar en la propia. Entonces, con los ojos cerrados bajo los pesados párpados, lamentaba el fin de lo imposible y el fatal descenso hacia el mundo posible. Con un tremendo esfuerzo conseguía resbalar de las sábanas de raso y dirigirse al cuarto de baño para la ducha matinal. El agua salía caliente, no demasiado, tal como a él le gustaba. Aquella ducha le ayudaba a despertar para luego enfundarse el blanco albornoz recién lavado que Miriam había dejado doblado en la butaca.

Bajaba a la cocina para desayunar y allí ella, sonriendo como siempre, le daba un beso de buenos días y se sentaba con él a la mesa ante un café y unos bollitos recién horneados. Era el primero en salir de casa pues tenía que estar en el estudio a las 8 y en la autopista había demasiado tráfico a esas horas. El autobús del colegio recogería a los niños media hora más tarde y Miriam trabajaba desde casa haciendo traducciones para una editorial. Oía las noticias en la radio. Siempre la misma emisora, la que tenía una conexión directa con la bolsa de Madrid y daba un resumen del comportamiento de las bolsas en Asia la noche anterior. Estaba preocupado con los Hedge Funds que había comprado recientemente.

Aparcaba el coche en el parking del edificio y en cuanto abría la puerta de la oficina se podía oír el saludo de las secretarias al unísono: ‘Buenos días Don Alejandro’. Ya había llegado y todos, delineantes y aparejadores, se abalanzaban sobre él para hacerle partícipe de lo que habían estado haciendo en su ausencia la tarde anterior.

Al mediodía bajaba a la cafetería de la esquina donde, Emilio, el dueño, le tenía preparado su plato favorito. Mientras comía repasaba mentalmente el sueño recurrente con la nostalgia del que sabe que nunca lo conseguirá, que por más que lo sueñe éste se alejará más y más de él.

Y así vivió siempre. Soñando con ser lo que ya era. Fingiendo ser un arquitecto de éxito apreciado por todos con una familia perfecta. Nadie lo pudo convencer nunca de que su sueño era la realidad. Porque él vivió otra cosa. Él siempre vivió simplemente un sueño.

Sinkuenta

domingo, 8 de febrero de 2009

LUNÁTICA

Déjame llevarte hasta las costas de Morleen cualquier noche de verano. Allí el resplandor fresco de Séstar se refleja en el mar Mercurio, un enorme océano de polvo plateado tan suave y fino que forma olas brillantes y arrastra corales de ámbar bajo sus corrientes más cálidas. Con la luz de Séstar el mar se ve envuelto en mil reflejos multicolores, y las olas que lamen la orilla se funden en espuma de plata al mezclarse con la arena de olor a vainilla y canela.

Morleen vista desde la playa parece acariciar la ladera del acantilado. El pueblo resbala por entre las rocas, formando una cascada anaranjada que contrasta con el color oscuro de la pizarra debido al fulgor del mármol con el que fueron construidas las casitas. Si te fijas bien son pequeños edificios de una planta que se agrupan formando flores doradas por acá y por allá, inundando de luz cada rinconcito del acantilado.

No hay nadie que no se sienta dichoso en Morleen. Al pasear por sus callejuelas descubriremos pequeños puestos de comida y ropa, mercadillos de bisutería y herboristerías donde podremos encontrar extraños objetos y plantas aromáticas traídas de lugares muy lejanos, más allá del mar Mercurio. El aroma cálido y dulce de las cerezanas, doradas y en su punto justo de madurez al alcanzar Agosto, hará la boca agua de aquel que se resista a probar su carne jugosa y pase de largo por los puestos de fruta del parque.

Al anochecer el murmullo de las fiestas inunda cada plazoleta, y las risas y cánticos resuenan por doquier. Todas las noches hay un motivo de celebración para los lugareños, que se reúnen en las tabernas y celebran concursos de baile y de canto. A veces llegan hasta el pueblo las caravanas de los mercaderes, y entonces las tabernas se llenan de malabaristas, hechiceros, alquimistas, juglares y cuentacuentos que intercambian sus servicios a cambio de alojamiento por una noche y algo para llevarse a la boca.

Los niños juguetean con los perrilunos y los lamerocas en la playa, ajenos a las preocupaciones. Sus túnicas de lino fresco y ligero les protegen de la brisa helada, sus risas sinceras e inocentes les hacen inmunes ante las tristezas y sus cuerpos ágiles y sanos les vuelven fuertes ante cualquier peligro.

Sus padres están tranquilos porque saben que Morleen es un lugar seguro. Cuando Séstar aparece tras las montañas, una figura gigante y majestuosa desciende de los cielos y se posa sobre el acantilado, vigilando toda la bahía. Es el Morlón, el tigre alado guardián de su pueblo y de toda la región sureña de Morl. Los Ancestros, (creadores de todo lo que ha sido, es y será) forjaron hace siglos las criaturas mágicas para que cuidasen de cada región de Selene, hechas con plumas de Pegaso, sangre de sirena, piel de grifo y polvo de hadas . El Alsón, cuidador de la zona oeste de Selene llamada Als, sería una serpiente gigantesca de escamas multicolores y ojos de cristal. El Terlón de Terlan, mitad lobo, mitad macho cabrío, vigila las montañas de la región norte de Selene. El Lindrón es el guardián pez-dragón de Lindred, al Este, y surca las olas de polvo gris del Mar Mercurio hasta Lind.

Dicen que los Guardianes nunca abandonan sus tierras, porque de ser así morirían. Con su muerte, además, aquella región que estuviese bajo su protección caería entonces en manos de la oscuridad más terrible, de las desgracias más inimaginables. Es por ello que los habitantes de Morleen adoran a su Tigre Alado, le guardan fiel respeto y cada noche se llenan de alivio al verle descansar sobre el acantilado con el brillo de Séstar arrancando destellos plomizos del pelaje de su lomo.

Si me lo permites, quiero mostrarte el color melocotón del cabello de las Damas. Ellas, las nueve herederas al trono de Morleen, hijas del sumo sacerdote Trántor, aguardan cada ocaso desde sus aposentos reales a que Séstar llegue a lo más alto del cielo. Ningún habitante de Morleen pudo jamás hablar con ellas, puesto que la tradición impide a las muchachas salir de palacio o dirigirse a cualquier persona que no tuviese sangre real.

Por eso las Damas son el tesoro mejor guardado de los lugareños, su mayor secreto y misterio. Hay quienes aseguran haber visto sus cabellos de oro, sus bucles delicados resbalando por sus rostros de piel violeta. Dicen que la belleza sin igual de sus princesas es comparable a la de las sirenas del mar Mercurio, a la de las diosas. Otros, a menudo ignorados, aseguran haber escuchado un cántico celestial al pasear cerca del Palacio de Marfil, e incluso se atreven a decir que se trataba de las voces tristes de las Damas que, suplicantes, salen a la terraza de sus aposentos para dedicarle a Séstar sus canciones lastimeras.

Lo que nadie se imagina es que no es la voz de las Damas la que inunda de tristeza los jardines de palacio cada medianoche, sino la voz de sus arpas. Sentadas en un círculo perfecto sobre el mármol naranja, con sus vestidos de seda desparramados por el suelo y sus cabellos de oro ondeando con la brisa, ellas se abandonan al calor cómplice de sus arpas y tocan hasta el amanecer. En sus canciones, susurros agridulces que se mezclan por entre las palmas del jardín, las Damas nos narran historias y cuentos en los que los Guardianes desaparecen de Selene y una docena de dragones oscuros se hacen con el poder de todo lo que existe. A veces también le dedican a Séstar sus canciones más tiernas y dulces, con las que las muchachas se muestran melancólicas y su música se vuelve poesía.
Pero una noche al año, aquella en la que Séstar desaparece tras la negrura de Tierra, las Damas se esconden en lo más profundo de sus jardines y tocan algo diferente. Tumbadas sobre las rocas del mirador, el punto más alto de Morleen desde donde se puede divisar incluJustificar a ambos ladosso las costas oscuras de Lindred, la voz del arpa le canta a Melana, diosa del Amor. Las princesas unen sus ruegos hasta formar un canon mágico que suplica compañía, cariño, comprensión. Quizá, si consiguiesen enternecer el corazón de la diosa, sus voces sean escuchadas y alguien les permita hacer realidad sus sueños.

Quizá. Todo puede suceder en Selene, ese mundo extraño y misterioso que gracias a un libro yo creé en la Luna y que se me repetía en sueños siendo sólo una niña. Ojalá pudiese darte la mano, cerrar los ojos y poder mostrarte la suavidad del mar Mercurio, el olor de las cerezanas, el resplandor del pelaje del Morlón esta misma noche…

Bea (La rizos)

viernes, 6 de febrero de 2009

SOÑÓ…

La boca le sabía a besos, a miel... Con la respiración agitada, tumbado boca arriba en su cama. Ella estaba tranquila a su lado, ajena, ausente de lo que aquella noche había ocurrido apenas a unos centímetros de su espalda.

La miró... en realidad amaba a aquella mujer, ¿cómo no hacerlo? madre de sus hijos y compañera de su vida, ambos habían construido el nido en el que vivían... Criado a los pajarillos que en breve echarían a volar...

Con ella podía mostrarse tal cual, sin encoger la tripa, sin miedo a que la incipiente papada estropease la mirada más romántica...

Sin embargo, aquella noche, ella, aquella otra mujer… se había colado en su cabeza. Insistente, insinuante... sus grandes ojos negros y su piel dorada habían sido suficientemente convincentes para dejarse llevar...

El lugar donde estuvieron carecía de grises, todo eran colores, suaves, intensos a ratos y brillantes, incluso en ocasiones como si hiriesen los ojos...

Ella le conducía segura por calles de casas pintadas de colores. Nadie parecía habitar aquel lugar. Hacía calor, el sol acariciaba su espalda y reparó que iban semidesnudos. Ni pudor sintió...

Al final de la calle, una pequeña casita esperaba para ellos, con la puerta entreabierta... azules añil, rosas y morados les acompañaban en el camino y un verde hierba cubría las ventanas de la casita. Albero y teja, su fachada… como un cuento de hadas, de hadas de colores…

Ella se giró y sus ojos, ahora de otro color, con un leve gesto, sonrieron sólo para él...provocándole, invitándole…

Entrar en la estancia era entrar en las nubes, en el cielo, en una fábrica de sensaciones, olores y colores que embriagaban sus sentidos...Ella comenzó a acariciar sus cabellos y el contorno de su rostro, mientras le miraba, dulce. Una borrachera de latidos parecía aplastar su cabeza. Sin dejarle pensar, razonar o resistirse…

Su cuerpo respondió de inmediato y se amaron, se amaron con ternura, pasión… la tomó entera, sin condiciones… sin remedio.

Ambos cuerpos bailando la danza del amor. Dos cuerpos en uno solo, en perfecta comunión. Cabalgaron sobre las nubes, durante un tiempo que le pareció tan breve… deseaba seguir allí, continuar dentro… en aquel calido lugar que ella le regalaba… Cuando una explosión de luz cegó sus ojos...

A través de la puerta la luz se tornó acogedora, protectora, tomando tonos crema e invitándole a salir...

Ella… ya no estaba. Cerró los ojos saboreando aún su aroma.

Aún jadeante sintió la necesidad de caminar hacia la puerta y así lo hizo... se encaminó despacio, una sensación entre miedo y una atracción irresistible le movía los pies, despacio, uno tras otro, dio los pocos pasos necesarios para atravesar el quicio de la puerta...

Entonces se encontró frente a sí, en la cama… Pero... hace un instante... ¿Qué hago aquí...?

Bordeó la cama y vio a su compañera dormida y a él mismo, a su lado... Sin entender nada comenzó a resonar una cancioncilla en su cabeza, de la que no fue consciente, hasta que se paró a escucharse a sí mismo...

“Soñó que soñaba...
Soñó que la amaba,
que tomaba su cuerpo,
soñó que soñaba ...
que todo era cierto

Soñó que soñaba,
que bebió su pecho,
que respiró su aliento...
Soñó que soñaba
que estuvo dentro...

Y quedó tendido,
jadeante, abatido...
Soñó que soñaba
que estaba herido...

Y ya despierto,
soñó que soñaba...
que había muerto...”

Caminó entonces hacia la luz, con paso firme, sin mirar atrás… Allí dejó todo. Ya que nada podía llevarse al lugar que esa mujer le había mostrado. Ese ángel que puso en sus manos, a su alcance, el placer, el amor… sin fronteras, sin ley, sin normas… sin más…

El lugar: Un hermoso valle, donde sólo sentir, es importante… De donde volver… ya no es posible.

Natacha

miércoles, 4 de febrero de 2009

DESPERTAR



Yo estaba atrapado en la pre-realidad, esa a la que acostumbramos llamar sueños. Al despertar conservaba vagos recuerdos: imágenes y sensaciones de algo que parecía real. Yo era un samurái en sus últimos momentos. Me hacía el harakiri, no recuerdo la razón. Debía ser alguna mancha en el honor de las que esos personajes lavaban con su propia sangre.

Después de clavar el afilado y frio metal en mi propio cuerpo, tomaba plena conciencia de lo inevitable: el más allá inminente, sin marcha atrás; la luz, el destino que me correspondiera, cielo o infierno. Tuve un último deseo: tener una nueva oportunidad.

Tras ese último deseo desperté a esta realidad, ésta de la cual estamos tan seguros como lo estamos de los sueños mientras dormimos. He estado dormido. ¿Por cuánto tiempo? ¿Ocho horas? ¿Treinta años? Estuve en lo más profundo del sueño y poco a poco fui despertando gracias a la meditación, el autocontrol y la compasión.

¿Era solo un sueño? ¿Qué es un sueño, mas que un paso previo a la realidad, una posibilidad abierta? Los padres sueñan con tener hijos antes de tenerlos, los ingenieros sueñan con nuevas maquinarias antes de crearlas y los autores, con nuevas obras y personajes. ¿Soy el sueño de un samurái hecho realidad? ¿Una nueva encarnación que me permite aprender, corregir defectos, ganarme un mejor destino?

Sepa quien encuentre estas líneas que mientras pasaban las horas he comprendido dos cosas. Primero, que las imágenes de esa supuesta vida anterior no eran tan ilusorias como al principio pensaba. Segundo, que las cosas que me rodean no son tan reales como las creemos.

Está sucediendo algo increíble mientras escribo estas líneas: el mundo a mi alrededor parece cambiar, como si se volviera transparente, como si dejara caer sus máscaras para dejarse ver como realmente es, cuando resulta que soy yo el que cambia. Creo que ya se como referirme a este suceso: estoy despertando. Como suele suceder, el hecho de tomar conciencia de una ilusión permite superarla.

Cada vez me cuesta más escribir, limitarme a estos símbolos que formaban parte de la prisión de mi mente. Estoy alcanzando otra forma más elevada de existencia, y no hay palabras para describirla. Solo puedo agregar una cosa: esa oportunidad por la que rogaba el samurái, ha sido muy bien aprovechada.

Jorge Fénix

lunes, 2 de febrero de 2009

AL FINAL SOLO UN SUEÑO

Sentada en la orilla del mar podía sentir como la suave brisa de la tarde acariciaba su cara, y al aspirar el olor del mar le llegaban recuerdos de su infancia.

Podía recordar los años de su niñez, cuando como todos los veranos iban a pasar los días en la playa, ay aquellos maravillosos días en que todos estaban juntos, también recuerda cuando ya de adolescente iba con sus amigos y ese chico que le quitaba el sueño, tumben ya no era lo mismo, como han cambiado las cosas, la vida pasa y vas dejando a gente en el camino,por unas causas u otras todo cambia, los amigos, el trabajo, los amores, todo, ya nada es lo mismo, y aunque aveces sientas añoranza tienes que seguir adelante y ver lo que la vida te depara, otros amigos, nuevos destinos, nuevos amores, solo hay algo que nada cambia es la familia.

Cierra los ojos y aspira el olor a mar, de repente oye una voz que la llama:

—Ana, ven a por la merienda.

Es su madre que la llama, para que vaya a merendar, ella corre hacia donde se encuentra y aunque a regañadientes coge el bocadillo de chorizo que su madre le a preparado.

—No te vayas a la orilla cómetelo aquí.

Ana se come el bocadillo rápido para poder volver al agua a jugar con sus hermana y sus primos. Cuando se dirige a donde están los demás su madre le recuerda que no puede bañarse hasta que no haya echo la digestión.

Así que se queda en la orilla haciendo castillos de arena y jugando con sus primos, como le gusta el tacto de la arena mojada en sus manos y el olor a sal, cuando ya a pasado un rato deciden coger la colchoneta y meterse en el agua.

—No os alejéis mucho -dice su padre.

—Tranquilo que no nos vamos alejar -le contesta su hermana.

Cogen la colchoneta y se meten en el agua ahí se tumban sintiendo el sol en sus caras, y disfrutando de la tranquilidad y el silencio del madre, se lo están pasando en grande. Ana decide tumbarse con los ojos cerrados sintiendo el sol y la brisa en su cara.

De repente una voz conocida le llama:

—Venga Ana cariño, vámonos a casa.

Se despierta y vuelve a estar en la playa pero no tiene 9 años ni esta con sus padres tiene 30 y esta con su marido dando un paseo por el mar.

Todo ha sido un sueño, un sueño maravilloso.


Luisa

sábado, 31 de enero de 2009

MÁS QUE UN SUEÑO


Era invierno y ella dormía. Al despuntar el alba abrió sus ojos feliz y dichosa porque le esperaba un gran día. Mientas lavaba su cara el agua estaba particularmente tibia, se asomó por la ventana y era inverosímil que estuviera tan tibia ya que afuera nevaba y la nieve todo lo cubría.

Era extraño pero no sentía frío, más bien parecía que era un amanecer de un verano fresco de tiempos pasados, de su infancia olvidada.

Se vistió, tenía muchas cosas que hacer, y hoy era sin lugar a dudas un día muy especial. En su corazón y en su mente solo había lugar para la emoción y la alegría ya que su hermana, su único familiar se casaría. Después de tanto esperar al fin había llegado ese gran día. Ella tenía que decorar el salón con Tulipanes y Margaritas, y había hecho con sus propias manos toda la lencería.

Así que se dispuso a salir para recoger las flores en la caminería.

Mientras caminaba, veía la maravilla de ese tan bello día. Un sol tibio con un brillo especial un color singular un dorado especial que solo le calentaba. Sentía como el aire entibiaba sus mejillas coloreando de rosado su tez tan blanca. Y recordó su vida, recordó su infancia y aunque casi no recordaba a sus padres se sentía muy agradecida.

Y es que era inmensamente feliz, le debía tanto a su hermana, Rally; su hermana quería. Cuanto amor de solo pensar en ella su corazón mas palpitaba.

Pensando en su vida y lo feliz que se sentía desvió su camino y no le importó, era muy temprano y de inmediato regresaría.

Disfruta de esa mañana de invierno que se sentía tibia. Era tan dichosa y afortunada porque Rally le había dejado decorar el salón para su boda.

Le debía tanto, le debía todo hasta había ganado peso luego que conoció a su cuñado y eso era porque gustoso le había empleado en la vieja panadería.

Aunque solo daban unas pocas monedas eso era suficiente para ella y eso lo agradecía, trabajando mucho, ayudando todo el día.

Su cuñado, era muy bondadoso muy cariñoso y amaba profundamente a Sally y eso era suficiente para ella. EL era sin lugar a dudas ese hermano que jamás tendría.

Caminando y caminando llegó a la vieja Capilla y pensó que era una buena señal. Debía agradecer a Dios por tanta dicha.

Entró y sigilosa se sentó a orar y al cerrar los ojos se dispuso a descansar. Había caminado mucho, tanto que salió del pueblo así que solo descansaría por un momento. Mientras oraba vio todo lo que quería, por su mente pasaron las mejores cosas que había hecho toda su vida. De pronto comenzó a sentir que sudaba y como estaba tan cansada se recostó quedándose dormida. Sentía calor, qué maravilla poder sudar sabiendo que hay tanta neblina.

Y soñó una nueva vida junto a su familia, soñó que era otra y realizaba todo lo que quería. Se vio feliz junto a un hombre que le amaba, vio a sus hijos que felices le abrazaban. Y su madre se acercaba llenándola mas de amor ese que tanto deseaba.

Siguió entonces soñando en esa pequeña Capilla como sus sueños se realizaban y lo bien que se sentía. Luego de un rato despertó de aquella hermosa vida, debía regresar y salió de la Capilla.

Sentía calor y se quitó el abrigo que la protegía, comenzó a caminar bajando la colina. Recogió las flores, debía llevarlas pero ya anochecía.

La noche comenzó ahora a tapar el día, caminó mas rápido y llegó al pueblo rebosante de alegría. La noche cálida, con un cielo estrellado, todo tranquilo, todo callado.

Llegó al salón donde todos se reunían era un gran día, era el mejor día. Caminó hasta el centro del salón mientras su hermana la veía complacida. Se acercó para darle las flores cuando vió que estas se disolvían. Había mucha gente, todo el pueblo estaba y aquel calor tibio de todo el día ahora le sofocaba.

Había una pequeña fogata que todo lo calentaba y mientras comprendía recordó lo que soñaba y de nuevo aquella dicha le invadía la mirada. Caminó hacia el fuego y mientras se acercaba mas calor sentía y más sudaba. Ese calor, esa flama era como un imán para su alma. Se acercó cada vez mas y entonces vio su cara, vio su cuerpo que entre llamas se quemaba.

Y comprendió todo y supo así lo que pasaba. Veía su cuerpo arder con hermosas llamaradas, fascinada por el brillo mas se acercaba.

Y allí en medio de la sala mientras se desvanecía, agradeció ese día y lo feliz que se sentía. Todo había sido un sueño, un bello sueño el mejor de todos los días.

Y comprendió el amo mientras desaparecía.

Había sido su mejor sueño, soñó que estaba viva…

Inés Bohórquez

jueves, 29 de enero de 2009

TÍTULO

Dejo mi maleta en el regazo del asiento, y sola, me adelanto entre el gentío que espera para embarcar rumbo a no sé donde.

Me despojo de historias y de vida, lanzando al aire mis zapatos antes de alcanzar la puerta de embarque, cuando alguien me indica que debo de quitarlos para pasar el control.

No quiero nada que me recuerde el ayer, aunque sean unos simples zapatos indefensos.

Y los atónitos ojos de los que me precedieron y de los que hacen una larga cola, siguiendo el reguero de las ilusiones en otros horizontes, expresan una muda pregunta y un gesto atónito y a buen seguro un pensamiento de duda sobre mi salud mental.

Sollozo para adentro, sin lágrima alguna, y vuelvo la mirada hacia la estancia medio vacía en donde yacen mis recuerdos.

Miro hacia atrás por última vez, y las historias bailan pegadas a las laderas de las sillas, y las tristezas cuelgan de las columnas redondas, diciéndome que aunque no les haya sacado billete, me van a acompañar de una u otra forma.

Llego a mi asiento número veintisiete. Y despojada de todo, con la respiración entrecortada me acelero para ser recibida por el hueco que me invita.

Tirito de frío o de calor, porque me atenaza un tremendo nerviosismo y observo la puerta para ver si los fantasmas que dejé en la antesala, me persiguen, como si fueran las balas de la muerte.

Alguien me dice, por favor ¿me deja pasar? y yo me levanto como una autómata, y cierro mucho los ojos para no ver a mis perseguidores.

El vuelo ya vuela, y con los ojos cerrados como los acordeones de un concierto, hago una plegaria pidiendo al cielo que deje mi condena.

Me vislumbro vacía en un Continente nuevo, con alma nueva, con sentimientos borrados y con la memoria invitada a dejar el hueco de mi cabeza, libre.

Me imagino comenzando a escribir mis sentimientos y mi vida, mientras la azafata me invita a tomar algo, y yo le hago un simple signo de negación.

No reparo en quién está al lado, pero algo llama mi atención; y giro la cabeza encontrando una sonrisa burlona y negra que me dice despacio:

-¿A dónde querías ir?

Y un nudo oscuro con todos los recuerdos se aposenta en mi pecho y se agarra con fuerza mientras susurra:

-¿Por qué deseas abandonarme, si he dedicado mi vida a la tuya?

Y una maraña azul, que escucho es, la tristeza, con tintes en violeta, suena:

-¿Crees que va a ser tan fácil dejarme atrás?

Y ya, despavorida atenazo mis sienes… y corro… y llego a la cabina indicando en voz alta al Comandante que cambie el rumbo de la nave.

Pero nadie hace caso y mis fantasmas se agarran a mi presente… y ya… pierdo el conocimiento.

Con un suspiro aliviado, desperté a mi presente feliz y esperanzado.

Celia Álvarez Fresno

martes, 27 de enero de 2009

UN MUNDO MEJOR


En mi cuarto a media luz con la revista “Pop” en la mano, mi mente se llena de inquietudes. A mis quince años me preocupaba por las cosas que no eran normales para mi edad, pues estas revistas me parecían frívolas y la cola que me estaba tomando me sabía amarga como mis pensamientos en el tercer mundo los pobres... Di un último sorbo y me entregué al sueño rendida.

Aún en mi habitación veía una lucecita que mirándola bien procedía de un ser diminuto con alas. Me miraba como si no necesitara que yo hablara siquiera para comprenderme y me dijo:

—”Soy el hada de tu último pensamiento y este es tan puro y generoso que quiero ayudarte a que se cumpla. Da de beber cola a toda la gente que puedas y esta lleva una fórmula mágica que mata el egoísmo de quien la bebe y le llena a cambio de generosidad. Toma esta botella se llenará mágicamente cada vez que se vacíe para que nunca te quedes sin ella y se la puedas dar a cuanto más gente mejor…”

No me lo podía creer así que cogí la botella de cola y a todo aquel que pasaba por la calle le ofrecía la bebida alegando que era una bebida en promoción y ponía mi sonrisa más encantadora para convencerlos...

¡Funcionaba! Un ejecutivo que se lo acababa de tomar ayudaba a un mendigo que había en la calle le dio dinero y lo invitó a comer con el ¡estaba feliz! el mundo empezaba a cambiar...

Me tiré días recorriendo mundo, repartiendo la bebida de la generosidad, los titulares empezaban a cambiar...: ”Se acabó la crisis, ya no hay pobres, se instaura la clase media...”

En mis viajes llegué a África en un barco cargado de médicos, agricultores, ganaderos y muchos voluntarios que querían enseñarles sus conocimientos para que pudieran ser autosuficientes.

Los jeques árabes repartieron sus riquezas con sus pueblos y no había ya nadie que pasara hambre o necesidad en el mundo, yo misma doné mi ropa de marca y muchas cosas que tenía de sobra, me di cuenta que no necesitaba tanto... Ahora era plenamente feliz porque todos lo eran. Pero...

—¡Clara, levántate ya!

¡Era sólo un sueño! Aún así amanecía con la sonrisa en la boca y una nueva visión de la vida. En la mesita de noche aún seguía el vaso de cola aunque este no tenía magia le di un trago y salí a enfrentarme al mundo a entregar mi generosidad y despojarme del egoísmo.

—Mamá ten esta bolsa de ropa para los pobres...

Se me quedó mirando con cara de “esta no es mi niña” pero no está mal la idea... Siguió a lo suyo y aparcó la bolsa para llevarla más tarde al contenedor de ayuda a los pobres...

Esther


domingo, 25 de enero de 2009

BLANCA Y ARRUGADA NOCHEBUENA

Estoy en esta cama; flotante y acomodada. En medio del profundo sueño en el que me encuentro, escucho de lejos el villancico del canto de los niños. Se que la nieve que cae es tan blanca como mis canas y si estuviese fuera, la brisa cortaría aun más mi piel vieja y arrugada. El ángel me ha dicho, ésta es mi última nochebuena. Anhelo el momento en el que pueda descansar y estar sobre una nube junto a ellos. En medio de un camino de rosas, tigres y querubines; regreso 76 años a mi infancia.

La magia de la navidad está en la puerta; mi amoroso padre dice que ni mi hermana, ni yo, podemos acercarnos al pesebre, el niño está naciendo en medio de un destello de luces y estrellas de dulces y diferentes olores. Ha leído nuestra carta con la huella inocente que deja el aprendizaje de la gramática y la caligrafía. Traerá los regalos que merecen las niñas buenas. Pasó la media noche; ansiosamente corremos hasta el pesebre. Tenemos nuevos juguetes. En el cielo se ven ruidosas chispitas de colores. Todos nos besamos y abrazamos; nuestros padres y vecinos se estrechan con fuerte afecto la mano. Dicen: pronto reunidos, los estábamos esperando.

Mi madre sonríe y dice que antes de jugar con los regalos, debemos darle al niño la bienvenida. Su cálida voz; acompañada de campanas y coros celestiales, entona suavemente el villancico que ahora escucho de boca de los extraños niños:
“amada abuela; ahora duerme en paz y sueña para siempre…”.





Yinna Rincón.

viernes, 23 de enero de 2009

CUANDO EL SUEÑO SE HIZO REALIDAD


Como todas las mañanas, él estaba ahí, en la entrada de mi oficina, frente a la puerta, en un rinconcito, tirado sobre un trozo de goma espuma (1m x 1m) más de eso no era su “pedacito de colchón”

Dormía, apretadito, en posición fetal, su ropa eran retazos.

Tengo que despertarlo, ya que flanqueaba la puerta.

ÉL no me molestaba, de no ser que tenía que entrar, de seguro lo dejaba seguir durmiendo.

Se lo notaba sonreír, ya tenía bastante con esa vida. Después de todo ¿quiÉn era yo, para tener que sacarlo?

El problema era porque no podía entrar.

Sus labios dibujaban una sonrisa. ¿Qué soñaría?, para despertarlo le tocaba suavemente la cabeza, de cabellos negros. ¿Cuánto haría que no se daba un baño? Lo despertaba, él tomaba su “colchón” bajo el brazo, se iba a otro lugar.

Debía tener 7 o 9 años, más no creo.

Habíamos hecho una especie de trato para éste proceder.

Una mañana conversamos, me contó que siempre tenía el mismo sueño: “Que tenía una linda casa, un jardín adelante, su dormitorio, había otros chicos, hijos de la familia que lo había recogido de la calle, un hermoso parque en el cual jugaba con chicos, era feliz, me querían, alimentaban, me vestían.”

"Ese sueño, me dijo, lo visita todas las noches, desde hace mucho tiempo, es tan claro que parece real", y le permite seguir viviendo durante el día, pidiendo comida o algo para subsistir.

Ahora comprendo el porqué de su sonrisa, mientras duerme.

Era lunes, habíamos tenido un fin de semana de días y noches de calor agobiante.

Cuando llego ésa mañana, está despierto, con los ojos desorbitados, grandes como dos soles, como queriendo escapar de su cara, está como sacado, se mantiene parado sosteniéndose con la barra de la puerta, cuando me ve, comienza a gritar: “Se me fue el sueño, no lo tengo más, desde el viernes que el sueño mió desapareció, se fue, ¿que hago?” estaba desesperado, noté que algo grave estaba pasando, a pesar de la ausencia de su sueño, no podía mantenerse en pié, llamé una ambulancia.

Cuando lo vieron diagnosticaron desnutrición y deshidratación, había que internarlo, no podía dejarlo solo, subí con él en la ambulancia, me senté al lado de la camilla le habían colocado suero, tomé su mano y me la apretó muy fuerte, ya no hablaba.

Un escalofrío pasó por mi cuerpo, yo tenía dos hijos y nunca pensé que podía conmoverme tanto.

Llegamos al hospital, a pesar de que yo lo acompañaba, y quería hacerme cargo, dieron intervención al Juez de menores, por ser un chico de la calle.

Le dieron una cama, un lugar y comenzaron a rehabilitarlo, sus ojos seguían pidiendo el sueño que no llegaba.

Antes de ir a mi oficina y cuando salía, pasaba a ver como estaba, le llevaba algo, para contentarlo, pero el seguía con su cara triste, esperando el sueño que no volvía.

Una de esas mañanas me comuniqué con el Juez para pedirle si antes que lo internaran en un instituto, le permitía pasar las fiestas Navideñas en mi casa. Ya lo había hablado con mi familia y estaban todos de acuerdo.

Con los recaudos del caso, el Juez aceptó mi petición.

El 23 de diciembre le dieron de alta.

Él seguía triste, le conté lo que íbamos hacer antes de que lo internen en un instituto de menores.

El solo quería recuperar su sueño.

Le compré ropa, zapatillas, en el hospital le habían cortado el pelo, parecía otro chico, seguía sin sonreír, me tomó la mano y nos fuimos para casa donde nos estaban esperando.

Bajamos del auto, volvió a tomar mi mano con mucha fuerza, sus ojos parecían más negros todavía.

De pronto, no bien llegamos al patio de casa, una enorme sonrisa se dibujó en su cara y gritó: “¡¡¡¡Por fin, mi sueño volvió, aquí está, no me despierten por favor!!!!

Salió corriendo hacia la calle.

No lo pude alcanzar.

Cuando su sueño se hizo realidad, creyó que estaba soñando y nunca más despertó.

María Rosa

miércoles, 21 de enero de 2009

“FANTASEANDO”

Queridísimo:

Desde que te vi por primera vez he recuperado la capacidad de soñar. Aferrada a esos sueños te escribo con la esperanza de lograr evadirme de esta realidad, sin el entorno de esa monotonía que me ha estado rondando estos últimos años...

¿Sabes todas las bellezas que podríamos vivir juntos si yo pudiera acercarme a ti y decirte que te amo?

¿Sabes qué maravilla sería el poder mirarnos con esa profunda intensidad que hace el tiempo se olvide?...

El tiempo... Cuando comenzaron las clases después del verano te vi, así nomás, fue solo una casualidad. Fue después de varias semanas que tu amado rostro despertó mi curiosidad, tenías una leve sonrisa en tus labios que ocupó mis pensamientos y que el tiempo nunca borrará.

Mi resignada quietud dejó de dormir y mi corazón asustado se fué revelando tratando de salir de esa prisión oscura hecha de superficiales convenciones... Si pudiera abrazarte! Si el tiempo permitiera que tu me descubras! Juntos pasearíamos por los bosques, por las orillas de los ríos, por las colinas onduladas. Reconoceríamos lo infinito en el cielo, en las estrellas, en el volar de las aves. Yo podría bailar descalza entre los árboles implorantes de luz y cuando nos amáramos la eternidad se infiltraría en nuestros cuerpos ya que tu eres la simiente, yo solo la tierra sedienta… pero el tiempo sin ninguna piedad sigue andando y me aleja de ti cada día más.

Por eso escribo todo lo que siento por ti, duende, lo que tu sola presencia ha causado en mi sin que hayamos cruzado una sola palabra, ni siquiera una mirada... No. No es tristeza lo que tengo. Escribir todo lo que mi imaginación loca se ha atrevido a insinuar, solo porque tú pasas todos los días por esta calle frente a mi balcón, me produce una alegría que había olvidado ¿sabes?

¡He vuelto a soñar! ¿Puedes imaginarte mi sorpresa? En silla de ruedas y con casi 80 años puedes comprender tu lo que significa que no solo los recuerdos te acompañan sino que los sueños no te han abandonado y te regalan la libertad de moverte en otro mundo? No.... ¡cómo podrías comprender! Eres muy joven todavía... casi un niño... Dios, ¡qué importa! Deja, sueño, que te siga amando…


Hilda Breer

lunes, 19 de enero de 2009

ESPÉRAME ALLÍ DONDE QUIERA QUE ESTÉS:

Durante muchas noches de mi vida, y principalmente siendo niño, soñaba que volvía a ver a mi padre, que podía volver a hablar con él, que podía preguntarle mis dudas y siempre obtenía sus buenos consejos... todo eso lo vivía en sueños, pero posteriormente lo trasladaba a mi vida, a la vida real.

Pasó el tiempo y el niño se hizo adolescente, y durante mucho tiempo dejó de soñar con aquel que tanto había querido... hasta aquella noche...

Soñé con un lugar que conocía, con el bosque donde íbamos a buscar setas. Soñé que me levantaba antes de amanecer, en ese momento en que la noche y el día se besan para despedirse hasta su siguiente encuentro... Hacía frío, mucho frío... veía salir el vaho por mi nariz a cada respiración. Al llegar al bosque me percaté de que no estaba solo, había un señor un poco más abajo haciendo lo mismo que yo me disponía a hacer. No le presté excesiva importancia y seguí mi camino y mi búsqueda. Al acercarme a él le di los buenos días, y al mirarlo para esperar respuesta me quedé petrificado... no podía ser!! era imposible!! Era... era.. era mi padre!!! En aquel momento reconozco que creí estar “vivo” que mi vida era una pesadilla y que aquello realmente era mi vida. Recuerdo el abrazo que nos dimos, pude hasta sentir la fuerza de sus brazos rodeando mi cuerpo, recuerdo los mares d lágrimas que empaparon mi almohada.

Le pregunté que donde se había metido todo aquel tiempo, que por qué no nos había dicho que estaba bien, le pedí que fuéramos corriendo a casa a despertar a mi madre, entonces el cogió mi mano y me dijo:

—Vida, no puede ser... sólo he venido a despedirme de ti... a decirte que mi trabajo aquí ya ha terminado, que no te preocupes por nada, que todo irá bien, que hagas lo que te enseñé, que siempre actúes con el corazón, que no te preocupes por mí, que estaré bien y te prometo que algún día nos volveremos a ver y cuando llegue ese día no nos separaremos jamás... pero no tengas prisa, para que llegue ese día, todavía falta mucho tiempo... Dale un beso a mamá y cuida de ella...

Recuerdo que después de eso me besó la frente, se dio media vuelta y desapareció frente a mis ojos mientras le gritaba “espérame allí donde quiera que estés!!!!” y entonces.... desperté....

Hawkeye

sábado, 17 de enero de 2009

"ALAS"...

Bajó del apabullante metro medio dormida aún. A pesar de la ducha refrescante sus ojos estaban perezosos, vagos, como si no quisiesen volver del mundo de Morfeo, donde el rey de las formas de los sueños, moldeaba la vida de quien se introducía en su reino sin condiciones.

Se apeó con la rutina como compañera fiel, dirigiendo sus pies hasta el puesto de periódicos situado en la estación. La iba invadiendo un extraño desasosiego al compás de sus pasos. Era como si la estuviesen observando. Lo notaba en su piel erizada, en el sentimiento acongojador que se le instalaba en el estómago por momentos.

Paró para sacar las monedas necesarias, dando los buenos días a la señora del kiosco. El rostro de la mujer reparó en el suyo descaradamente sonriéndole con picardía.

-Buenos días joven. Ya queda menos, ¿eh?

-¿Perdón?

-Nada, nada, no te apures, que a todo/as nos ha pasado…

No entendió nada de aquella absurda y breve conversación. Pagó y marchó en dirección a la boca del metro, mientras echaba un vistazo a la portada.

Quedó petrificada en el primer escalón de la escalera.

Allí en primera plana estaba ella. Su foto. Era ella, sin duda. Sus ropas, su cabello, sus ojos, todo. Pero algo le produjo un escalofrió… lloraba…

Se podían ver perfectamente las lágrimas relucientes cayéndole por el rostro apenado.

¿Por qué? ¿Qué le ocurría? ¿Qué hacía ella en las páginas de un periódico?

Sentía el cerebro abotargado en un cúmulo de interrogantes sin respuesta. Decidió leer el artículo que seguía la foto. En el, se comentaba que la chica de la foto había perdido sus alas, que la tristeza se le había apoderado y necesitaba urgentemente la ayuda y colaboración ciudadana. Urgía encontrárselas y devolvérselas, pues sin ellas no podría volar de nuevo. Eso la haría encontrarse imposibilitada para viajar si fronteras, sin ataduras. Con plena libertad de movimientos…

No daba crédito a lo que sus retinas absorbían. No podía creer que esto fuera real. Lo que sucedía, probablemente, no era más que una desastrosa pesadilla.

No se dio cuenta de que permanecía sentada en mitad de la escalera, donde podía molestar interrumpiendo el paso del resto de personas. Hizo ademán de levantarse, cuando una sombra la sobrevoló. Miró sobrecogida, quedándose aún más al ver no una, sino muchas sombras hechas físico volando por encima de su cabeza.

Las gentes volaban con alas preciosas bajo el techo de la estación, en dirección a la salida. Las había de todos los gustos y colores, de todos los tamaños y figuras.

Entonces lo supo: había perdido las suyas en el bosque de las flores azules. Fue a pasearse por aquel entorno que tanto le gustaba, para pasar de allí a las ruinas egipcias, a los restos de las míseras calles de la india, donde los niños jugaban sonrientes. Quiso hacer un recorrido rápido para tener tiempo de descansar en góndola, sobrevolar el océano y pararse en su playa favorita a ver el atardecer verdoso de isla esperanza.

Siempre volaba y volaba sin cortapisas, libre, ufana y feliz. Pero siempre recalaba en aquel bosque azulado donde las flores eran de unas bellas tonalidades azules. Los árboles turquesa, la hierba azul eléctrico. ¡Precioso!, pensó. Y deseó fervientemente extender esas alas que la llevaban a viajar por mundos fantásticos; enredados, reales o no, pero sin fronteras, sin rencores ni odios, sin malvados que hostigaran el entorno…

Alas, alas, alas

Fue como un instante mágico. Una sensación de poder absoluto, de placer ilimitado.

Ahí estaban sus alas extendiéndose en su espalda. Eran de un azul intenso en los extremos e iban degradándose hasta llegar a la conjunción de ellas y su cuerpo, llegando al blanco más impoluto en ese punto.

¡Habían aparecido! ¡Por fin!

Una voz profunda se escuchó en el andén:

-Sólo tenías que desearlas mucho. Sólo debías recordarlas. Sólo necesitabas despertar. Ahora ya puedes volar, y no vuelvas a olvidarlas nunca.

-No lo haré. No podría vivir sin ellas, sin mis viajes, mis mundos, mis gentes. Ellas, me hacen libre. ¿Por qué las olvidé?

- Muy sencillo: dejaste de soñar.

-¿Y cómo pude hacer eso?

- A veces la realidad se nos apodera y rompe los sueños, nos corta las alas, ¿has entendido cómo recuperarlas?

-Nunca volveré a olvidarlas, dijo emprendiendo el vuelo…

Marinel



jueves, 15 de enero de 2009

SÓLO UN SUEÑO

Abro los ojos; de nuevo es el alborotador piar de los gorriones en la ventana el que me extrae del mundo de los sueños para devolverme al de las ilusiones. Al tiempo que me desperezo, pienso en lo alegres que se muestran todos estos pajarillos cada mañana, a juzgar por la algarabía con que me despiertan al amanecer; es como si todos los días celebrasen el nacimiento del sol por primera vez. O por última, quién sabe; quizás ellos lo sientan así y crean que hay motivos bien fundados para recibir cada día como si fuera uno especial; un día más de vida en este maravilloso y mágico lugar del Universo que nos ofrece gratuitamente todo cuanto necesitamos para ser dichosos. Concluyo diciéndome que igual hasta tienen razón.

Salgo al exterior. Una mañana preciosa; la ardiente esfera del sol ya empieza a emerger de las profundidades del basto océano que se abre ante mis ojos, allá por la difusa línea del horizonte, dándole a las pacíficas nubes ese extraño aspecto de brazas incandescentes que tanta curiosidad me suscitan cuando las observo.
Estiro un poco mis entumecidos músculos admirando la grandeza del paisaje con que el mundo me da la bienvenida, después de haberme refrescado en las tranquilas aguas del riachuelo junto al que habito. La frialdad del agua tensa mis músculos y me templa los nervios, aclara la mente y serena el espíritu. Ya estoy listo para afrontar un nuevo e impredecible día.

El ejercicio me ha abierto el apetito. Salgo al campo a ver lo que me ofrece hoy. En esta época del año se dan una uvas grandes como huevos de codorniz y tan dulces que más bien parecen néctar de los dioses; también encuentro algunas naranjas ya maduras que me tientan con un exuberante aspecto de estar bien repletas de jugoso zumo; después de tantos meses sin probarlas, me rindo ante el estimulante señuelo y cojo un par de ellas.

Tras un desayuno tan nutritivo, lo mejor es dar un buen paseo por el interior del bosque, antes de que la temperatura aumente y ahuyente la refrescante humedad de la noche. Me encanta este intenso olor a tierra mojada con que el rocío impregna el aire que respiro conforme van transcurriendo mis pasos entre la frondosidad de estos árboles. Pinos, robles, hallas, castaños, multitud de diferentes variedades de helechos, todos en su máximo esplendor y en perfecta armonía, conforman un espectáculo de lo más colorido y agradable a todos los sentidos. El alegre canto del ruiseñor, el incesante corretear de las laboriosas ardillas entre las ramas, el ulular de la suave brisa penetrando por cada resquicio de cada árbol, el persistente repiqueteo del pájaro carpintero desde lo más profundo del bosque, un ligero movimiento del algún avisado cervatillo oculto en la espesura, el hipnotizador murmullo del agua saltando sobre las piedras en la ribera del río...; mientras camino, abro al máximo mi instinto primitivo para captar y percibir en toda su pureza el más nimio detalle que la Naturaleza pone al alcance de mis sentidos. Al mismo tiempo, cierro mi mente a todos los pensamientos tóxicos y contaminados que puedan aparecer sin avisar previamente. No permito que nada enturbie esta correspondida relación de amor y respeto existente entre el bosque y yo.

De regreso, me cruzo con algunos vecinos a los que saludo amigablemente; nos tratamos poco, pero sé con seguridad que puedo contar con ellos cuando lo necesite. Por supuesto, también ellos saben que aquí estaré yo siempre que lo precisen. La presencia cercana de congéneres me da seguridad y confianza, sobretodo si no se inmiscuyen en mi intimidad ni intentan apoderarse sin necesidad de mi preciado tiempo.

De nuevo en la serenidad del hogar. Mi amigo el sol se encuentra ya en todo lo alto y calienta que da gusto. Va siendo hora de que me gane el sustento, así que agarro mi primitiva caña de pescar fabricada con madera de fresno y me dirijo al lugar acostumbrado; una gran piedra situada bajo la refrescante sombra de un centenario roble que crece a orillas del río, es el mejor lugar para hacer buenas capturas. De nuevo estas próvidas aguas vuelven a ser generosas conmigo y recompensan mi paciencia con un par de hermosas truchas, suficientes para un buen almuerzo. De regreso a casa me hago también con algunas granadas maduras que me encuentro por el camino. Hoy la comida será de lujo. No puedo olvidar tampoco recoger algo de forraje seco para encender la lumbre con la que cocinar el sabroso pescado.

No hay nada como un merecido descanso para digerir los alimentos ingeridos. La paja seca que cubre el tejado del chozo proporciona una frescura a la estancia que me permite conciliar un breve y reconfortante sueño.

El reparador reposo me ayuda a afrontar lo que resta de día con una mayor vitalidad y un vigor a prueba de bombas. La tarde se presenta cálida y serena, así que me dirijo hacia la cercana playa con paso resuelto y el ánimo desbordado. De camino me aprovisiono de la fruta fresca que me van ofreciendo gratuitamente los árboles que ante mí se presentan; la tarde será larga, y un tentempié nunca viene mal; además, la experiencia me dice que el agua de mar y el contacto de la fina arena bajo mis pies desnudos, forman una combinación perfecta para abrir el estómago a cualquier alimento que se le eche. Cargo también con los utensilios necesarios para fabricar algunos dardos con los que cazar conejos y pequeños venados; me van quedando pocos y, además, me servirá de distracción en esta apacible tarde.

Tumbado sobre la arena, con la piel aún húmeda y cubierta del saludable salitre, reflexiono profundamente contemplando el ancho y despejado cielo, mientras nuestra estrella amiga va tomando su camino de vuelta a casa, perdiendo intensidad y ardor conforme se acerca a las escarpadas cumbres que se levantan al otro lado del mundo, y tras las cuales terminará desapareciendo, cediendo su lugar por unas horas a su hermana menor, la luna. Pero antes de que eso ocurra aún tengo tiempo para pensar en lo afortunado que soy al pertenecer a una tierra que nunca me desampara y que me acoge en su seno desinteresadamente, a cambio sólo de un mínimo respeto y una juiciosa sumisión. Un precio insignificante frente al incomparable regalo de la vida.

Vuelvo a casa justo para presenciar de nuevo el inconmensurable espectáculo del cielo encendido en llamas sobre las altas montañas que se elevan en los confines de la tierra conocida. Por más que se reitere un día tras otro, nunca dejará de fascinarme.

Ceno algo ligero, que no me perturbe el necesario descanso nocturno, a la vez que contemplo la inmensidad del firmamento estrellado. Poco después, me meto en la cama con la mente tranquila y en calma, y el espíritu reposado y feliz dispuesto a sumergirme en un profundo y agradable letargo...

¡DESPIERTA, DESPIERTA! Sólo era un hermoso sueño.

Pedro Estudillo

martes, 13 de enero de 2009

VOCES Y SOLEDADES


El hombre, aquella noche, se había despertado sobresaltado. Una voz, que quien sabe de donde procedía, le había dicho –de súbito- que: “el coronel sigue esperando”. El hombre, algo aturdido, se había alzado a medias en la cama y alargando el brazo había tomado una botella de agua y bebido un par de sorbos. Aquello había terminado de despertarlo. Se sentía intranquilo. A pesar del brusco despertar no era consciente de que antes hubiera estado soñando. Cuando uno se despierta de golpe y está soñando, suele recordar el sueño, pero él no recordaba nada. Todo sugería que bruscamente, sin introducciones previas, alguien se había metido en su mente y le había grabado “a fuego” aquella enigmática frase: “el coronel sigue esperando…”

Desvelado, sin hacer ruido para no despertar a la mujer, el hombre se levantó y se encaminó al salón de la casa. Torpemente comenzó a rebuscar en su desordenada biblioteca. Al cabo de un rato terminó encontrando aquella edición de 1982 de una novela tremendamente sugestiva, que en sus años de joven maduro le había cautivado:

“El coronel –comenzaba aquel libro cuyas páginas amarillentas acusaban ya el paso de los años- destapó el tarro del café y comprobó que no había más que una cucharadita. Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del agua en el piso de tierra, y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la olla hasta cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo de café revueltas con óxido de lata.
Mientras esperaba a que hirviera la infusión, sentado junto a la hornilla de barro cocido en una actitud de confiada e inocente expectativa, el coronel experimentó la sensación de que nacían hongos y lirios venenosos en sus tripas. Era octubre. Una mañana difícil de sortear, aun para un hombre como él que había sobrevivido a tantas mañanas como ésa. Durante cincuenta y seis años –desde cuanto terminó la última guerra civil- el coronel no había hecho nada distinto de esperar. Octubre era una de las pocas cosas que llegaban.

Su esposa levantó el mosquitero cuando lo vio entrar al dormitorio con el café. Esa noche había sufrido una crisis de asma y ahora atravesaba por un estado de sopor. Pero se incorporó para recibir la taza.

-Y tú –dijo.

-Ya tomé –mintió el coronel-. Todavía quedaba una cucharada grande.

En ese momento empezaron los dobles. El coronel se había olvidado del entierro. Mientras su esposa tomaba el café, descolgó la hamaca en un extremo y la enrolló en el otro, detrás de la puerta. La mujer pensó en el muerto.

-Nació en 1922 –dijo-. Exactamente un mes después de nuestro hijo. El siete de abril…”

Cuando terminó de leer las primeras páginas de aquella novela que hablaba de las soledades de un viejo coronel, el hombre –cerrando el libro- cerró también sus ojos. Recostado en la butaca, en la dormivela que acompaña a las madrugadas, intentaba encontrar alguna explicación a aquellas enigmáticas palabras que alguien le había dictado poco antes. Estuvo así durante un tiempo cuya duración le resultaría imposible cuantificar. No fue capaz de encontrar ninguna explicación. Volvió a abrir los ojos un par de horas después cuando escuchó que la mujer, que se había levantado, se acercaba por el pasillo. Mientras la miraba, escuchó como ella, sonriente, le decía:

-Vaya, he tenido un sueño encantador. Me habías hecho un rico café “de puchero”, de esos que ya nadie hace, y me lo habías llevado a la cama. Que bonito detalle, por tu parte. Pero claro, proseguía, solo era un sueño…

El hombre, mientras esbozaba una sonrisa tan complaciente como aturdida a su esposa, sentía –como el viejo coronel de la novela- esa extraña sensación de que algunos animales se estaban desarrollando en sus tripas. Esa voz del más allá, que quien sabe de donde venía y porqué lo hacía, también había sido escuchada por la mujer, si bien ella no había llegado a tomar conciencia clara.

La intranquilidad del hombre ante aquel doble aviso inesperado aumentó en un primer momento. No encontraba ninguna explicación a aquellas palabras, que se habían grabado en su mente utilizando medios que rompían las leyes usuales de la Psicología. Pronto, sin embargo, cuando habían pasado solamente unos minutos, ese sentimiento de temor ante lo desconocido se desvaneció. A través de un golpe de intuición, su mente, al fin, le había brindado una respuesta al enigma. Sentía, en efecto, que su alma le estaba diciendo que tenía que esforzarse por trasladar “a la vida cotidiana”, como en sus años de jóvenes, el amor intenso que sentía por aquella mujer, con la que había terminado, incluso, compartiendo los sueños.

Con los ojos levemente humedecidos, pero feliz, consciente de que tenía que esforzarse por trasladar lo que era obvio a las relaciones diarias, el hombre se levantó de la butaca y se encaminó a la cocina, en donde comenzó a trastear en los cajones de los armarios.

-¿Qué haces? –le dijo ella sorprendida.

-Busco un puchero, cariño, busco un puchero… –respondió él sonriendo.

ANTIQVA

domingo, 11 de enero de 2009

PERDIDA EN MI MENTE

Era la primera vez que experimentaba esa extraña sensación; también fue la primera que pude sentir lo que creo que debe ser eso a lo que llamamos infierno
.
Nunca me hubiese imaginado a mí mismo comportándome de esa manera, y aún hoy no soy capaz de encontrar una explicación racional.

Desperté y miré el reloj; inmediatamente me levanté con el pulso acelerado y dando trompicones me vestí. Sin salir de la habitación eché un vistazo alrededor, confuso. Algo me decía que no debía estar allí en ese momento, pero mis neuronas eran incapaces de transmitir impulsos; me dolía detrás de la cabeza, la noche anterior me estaba pasando factura.

Cogí el móvil y busqué en la agenda para llamar a Ángela, necesitaba verla. Sin embargo no encontré su número, o lo había apuntado mal. La noche anterior había vuelto a nacer y mi estado de ánimo no podía ser mejor, a pesar de que en ese momento me sentía aturdido y desorientado; me dirigí al baño, bajé la cabeza y entre sonrisas vomité hasta vaciarme.

Fui caminando hasta su casa, llamé al timbre un par de veces y al rato sonó una voz cansada que me aseguró hasta la saciedad que allí no vivía Ángela, y que no le sonaba ese nombre de nada. Lo intenté en el piso de arriba, pero más de lo mismo.

Con los nervios ahogándome salí a la acera, miré hacia el edificio y eché un vistazo a ambos lados de la calle; estaba convencido de que tan solo unas horas antes había estado allí, despidiendo a Ángela, abrazándola y besando sus deliciosos labios cuyo recuerdo me quemaba las entrañas; allí, en ese mismo portal la observé mientras cerraba la puerta y me decía adiós con un sensual gesto. No podía creer que me hubiese engañado de esa forma, pero tenía la certeza de que fue en aquel lugar donde me despedí de ella. Mientras trataba de recordar me vino una arcada y estuve a punto de volver a vomitar en medio de la calle.

Empecé a caminar sin rumbo con un único pensamiento: ¿por qué me había hecho eso? Poco después me detuve ante otra posibilidad aún más horrible: ¿lo había soñado? Sin embargo era imposible, había bebido pero lo recordaba todo con claridad, esas cosas no se olvidan. Incluso antes de dormir me dije que nunca dejaría escapar a esa chica.

Tenía que encontrarla, aunque la única información que tenía era un supuesto número de teléfono que no encontraba en mi agenda y una dirección en la que a nadie le sonaba el nombre de Ángela.

El primer paso fue sentarme en un banco y recorrer uno a uno todos los números de mi móvil por si lo había apuntado con otro nombre: no hubo suerte; después anduve por todas las calles adyacentes, ampliando posteriormente el círculo de búsqueda. Finalmente volví abatido, con el sol enviando sus últimas luces y los pies destrozados. Una vez en casa me conecté a Internet para buscar en los directorios telefónicos alguna Ángela que viviese por la zona, y de nuevo acabé frustrado.

Pasé toda la noche frente a la pantalla del ordenador pensando qué hacer o cómo buscarla. Al día siguiente era incapaz de centrarme en el trabajo; por la tarde me ausenté sin llamar para dar una explicación; esa noche tampoco dormí.

¿Qué me has hecho Ángela? ¿Por qué deseo tanto a una mujer con la que no sé si estuve en realidad o en mis sueños?

Sólo me había dejado un nombre, un recuerdo y una herida que me estaba consumiendo la vida.

Cada vez tomaba más fuerza la idea de que todo había sido producto de mi imaginación: su cara, su cuerpo, sus labios y hasta su voz; después llegué a desearlo con toda mi alma. No podía olvidarla y su recuerdo me dolía, me quitaba el sueño, el hambre, las fuerzas y la existencia.

En varios días no conseguí dormir más de tres horas. La persona que vivía en mi casa no era yo, sino un fantasma que vagaba sin rumbo de un lado a otro. Trataba de auto convencerme de que todo había sido un sueño; me recriminaba por ser tan estúpido; por haberme obsesionado hasta ese extremo con una mujer inexistente; incluso el pequeño resquicio de sensatez que aún me quedaba no podía creer que el resto de mí estuviese actuando de esa manera.

Ya no sabía si me dolía más asumir la realidad de lo que había ocurrido o el hecho de que hubiese caído en la desesperación hasta tal punto. Me sentía humillado y doblegado por una ilusión que se hizo añicos desde el primer momento.

¿Qué pensaría Freud de todo esto?

Tras varias semanas en las que lentamente iba volviendo a la normalidad, pensaba en aquello y lo veía lejano e imposible. Había vivido un tiempo enajenado por culpa de lo que ya no tenía claro si había sido un dulce delirio o una horrible pesadilla.

El dolor de su recuerdo se volvía más soportable; el recuerdo de una diosa que entró en mi mente como un huracán y trastocó mi vida entera sin piedad; que me hizo subir al cielo por unos instantes para precipitar todo mi ser hasta un infierno oscuro.

Todo había acabado al fin.

Algún tiempo después, una mañana lluviosa, mientras miraba tranquilo las gotas posarse en la ventana, recibí una llamada: era Ángela.

Oscar García

viernes, 9 de enero de 2009

SUEÑOS

Pasaba de las 11:30 de la noche, ya habíamos cenado, una cena familiar, reunión de todos, risas, recuerdos, añoranzas y en un minuto de esos me vino a la mente mis abuelos… sobre todo ella… mi adorada, mi amiga, mi compinche, mi consejera, mi maestra, mi… ABUELA.

Durante muchos, muchísimos años, deseábamos que fuera esa noche, allí donde ellos vivían, nos desplazábamos el día anterior o la misma mañana, y a las 9 de la noche comenzaba la ansiada cena LA CENA DE NOCHEBUENA, día 24 de Diciembre, después el AGINALDO, mi abuelo siempre repetía la misma frase año tras año, frase que a los peques nos hacía gracia y tapábamos la boca con nuestras manos para que no se diera cuenta….BUENO COMO NO SE SI EL AÑO QUE VIENE VIVIRE Y PODRE DAROSLO AQUÍ OS ENTREGO ESTE SOBRE, los nietos nos levantábamos uno a uno a recoger el pequeño sobre blanco con nuestro nombre escrito… GRACIAS ABUELITO y le dábamos un beso, luego tocaba, las nueras y por último los dos hijos.

Con los años, la escena se repetía pero ahora también lo recogían los bisnietos, los nietos/as políticos…

Y ahora… que me gustaría pedir en esa carta a los Reyes Magos… en estas fiestas se suele decir que amor entre los hombre, no más guerras, un mundo donde nadie pase penurias, tópicos y más tópicos ya que todo lo que deseamos sabemos de antemano que no puede ser, pues como se que no podrá ser realidad a mi me encantaría repetir esas noches, los hijos, las nueras, los nietos, los biznietos…. reunidos todos en torno a una mesa ovalada bastante grande, hasta el final de sus días, éramos catorce personas, ahora que han pasado unos años la familia ha aumentado y hubiéramos sido diecinueve , todos alegres, bromeando, mi abuela mi madre y mi tía en la cocina, mi padre, mi tío y mi abuelo en la salita hablando de sus cosas, y nosotros… jugando los 5 primos en el salón, con el paso del tiempo no es que cambiara mucho, pero mis hijos ocuparon mi lugar en el salón para juguetear con mis primos, mi marido a la salita y yo… a la cocina…

Después de la esplendida cena, de la típica bandeja de dulces, turrones de todas las clases, mazapanes, nueces, pastelillos de cabello de ángel (hechos por mi abuela), mantecados y el respectivo sobre del aguinaldo… llamaban a la puerta año tras año… PAPA NOEL, PAPA NOEL, niños salir que preguntan por vosotros, y allí todos, al principio los pequeños con el paso del tiempo salíamos exclusivamente los nietos y biznietos, no importaba la edad que tuvieses, éramos sus nietos y como tal recibíamos el ansiado regalito.

Que emoción, PAPA NOEL sabía nuestros nombres, estábamos embobados, mirando esa larga barba blanca, alguno decía pero si no es de verdad, y los demás apenas oíamos la frase tirábamos de su jersey o de su pantalón para que callara, queríamos nuestro regalo y si lo oía lo mismo no nos lo daba.

Añoro ese día, más que los regalos la ilusión de poder compartirlo con todos, hecho tanto de menos a mis abuelos… sé que es la vida, unos se van y otros llegan, pero… ojala por un día mi sueño se pudiera hacer realidad y estuviéramos todos reunidos como antaño…
Aunque solo sea una vez…, repetiría la experiencia de reunirnos todos en torno a esa mesa, y me empaparía del cariño que nos daban y quizá demostraría mucho más lo que les quiero a todos.

Que bonitos años, que pena… que no los apreciara tanto como lo hago ahora, que pena… hacerse mayor… que pena intentar revivir esos días con los tuyos y que siempre mires a un lado y notes que faltan, por suerte aún están mis padres y yo les inculque a mis hijos lo bonito que es estar con toda la familia, ahora nos reunimos en torno a una mesa rectangular mis padres, mis hermanos, mis hijos, mis sobrinas… y también hay AGUINALDO para los peques, mi padre sigue la tradición, PAPA NOEL deja los regalos sobre el árbol, es lo que mis abuelos nos dejaron… Unión.

Por cierto mi tío hace lo mismo con su familia y el día 25 nos reunimos las dos familias para comer.

Vivir el día a día quizá sea lo que importe y como no… tener la ilusión para compartir con todos sobre todo con los niños de esa bonito día…

EL DIA DE LOS REYES.

Saluditos.

LEZ