ESTAMOS PUBLICANDO AHORA LOS RELATOS DE: GÉNERO: "LIBRE"; TEMA: "EMPECEMOS JUNTOS".

ÓRDEN DE PUBLICACIÓN EN EL LATERAL DEL BLOG. DISFRUTAD DE LA LECTURA, AMIGOS.


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miércoles, 28 de octubre de 2009

EL GENIO DE LOS SUEÑOS

Cada noche antes de acostarse el tímido Saúl emite un suspiro de tristeza. Mañana es su cumpleaños, ya va a llegar a la primera quincena, sin embargo, por sus compañeros ha sabido que en la fiesta de celebración de mañana no acudirá Marina, ya que según cuentan está saliendo con un tal Dani.

Se pone a escuchar temas de Tommy Dorsey en su mp3 mientras observa las estrellas. Las cuenta y se queda pensando. Según observa las estrellas se da cuenta de que hay una que se mueve, que se separa de las demás. No sólo eso, parece que se dirige hacía él. Saúl no sabe como reaccionar y se queda pasmado. La estrella móvil resulta ser una capsula redonda muy luminosa. Se posa en la repisa de la ventana lentamente. Se abre una pequeña puerta y de ahí emerge un ser diminuto. Es un personaje con un bigote blanco y una chistera violeta con una raya roja.

-Buenas Saúl! ¿Que te cuentas?-le saluda muy alegre.
-¿Tu quién eres...? ¿Y cómo sabes mi nombre?
-Yo lo sé todo! para eso soy Kiprin El genio de los sueños.-da un ligero salto.
-¿El genio de los sueños? ¿Y a que has venido?
-¿Como que ha que he venido? No me has llamado
-Que te he llamado?
-Sí, cada vez que alguien cuenta 521 estrellas yo acudo a su llamada y vengo en su ayuda.
-Pero si yo...
-Déjate de rollos que te conozco bacalao.-coge de la mano a Saúl-Ven nos adentraremos en los sueños de esa muchacha.

Y al instante se transportan al mundo onírico de Marina. Se encuentran en un frondoso bosque, lleno de animalillos y pajarillos que bailan y cantan. Cerca de ahí hay un lago donde unos patos nadan en fila, excepto uno de color azul que se separa del grupo. Más en lontananza se ve la sombra de una mujer de cabello largo bañándose en la orilla del lago. Parece que tiene compañía, pues alguien le ayuda a salir a la superficie.

Saúl y Kiprin miran a su alrededor. Es Saúl el que se percata de esa sombra entre tanto animalillo del bosque.

-Veo a alguien a lo lejos... no alcanzo a ver bien.
-Esto es un sueño. Así pues vayamos allá.

Y de un chasquido se trasladan a la otra orilla. Para asombro de Saúl la mujer de sus sueños está en compañía del hombre de sus sueños, de ella.

-Maldita sea!!-exclama cabreado Saúl-Como demonios voy a competir contra eso.
-No desesperes que estoy aquí para ayudarte.
-Dos contra uno no vale.
-Te digo que te relajes.
-Si al tontaina del Dani le añades que suspira por El Duque ¿qué opciones me queda?
-No olvides que hago magia en los sueños, por eso soy un genio.
-Pues ya lo estás convirtiendo en un paramecio.

Marina se percata de que Saúl está muy cerca ya que sus gritos han acaparado la atención de los animalillos del bosque.

-¿Qué haces aquí?-pregunta Marina
-Bueno, me pillaba de camino a casa...
-Buena respuesta-le dice sigilosamente Kiprin.
-¿Y tú que haces en este lugar?
-No sé, siempre suelo estar por aquí.

El Duque se acerca y la rodea con sus brazos. Saúl se pone a la defensiva y añade:

-¿Y ese que hace aquí?-le pregunta maliciosamente.
-Se llama Miguel Ángel y siempre está por aquí.
-Pero tu no estabas saliendo con ese tal Dani.
-Sí, pero este es mi sueño y sueño lo que me da la gana. Lo que me recuerda. Cómo es que estás en mis sueños.
-No sé tu sabrás...

Los pajarillos del bosque reanudan su canto. Ahora se ponen a interpretar a capella el tema de Glen Miller "Serenata a la luz de la luna". El cielo cambia de color y la Luna sale sonriente y le sugiere a Saúl que le invite a bailar.

-¿Aceptas este baile?
-No sé...
-Venga, esto es un sueño, no es real. No tienes nada de que avergonzarte.

Y en un instante se encuentran en un salón de baile. Marina con un vestido amarillo claro y con lazo del mismo color con el que se sujeta el pelo. Saúl pantalón negro con chaque azul marino y una camisa blanca. La Luna les observa a través de la ventana. Kiprin dirige la orquesta canora. Bailan de un lado a otra. El Duque que se da cuenta de que no tiene nada que hacer toma un taxi y se va.

Suenan las las doce de la media noche. La luna se echa las manos a la cabeza. Kiprin trata de avisar a Saúl pero no se da cuenta. Chasquea los dedos pero su magia no responde.

Última campanada. Suena el despertador. Hora de volver a clase. Saúl se despierta y se da cuenta que se quedó dormido contando estrellas.

Una vez que ya ha llegado a las clases, observa lejano a Marina que habla con unas amigas. Se acerca tímidamente. Lo ve llegar.

-¿Qué haces por aquí?
-Me pillaba de camino a clase.
-Buena respuesta.-le dice sigilosamente uno que pasa por ahí entre comedidas carcajadas.
-Y tu, que haces por aquí. No llegaras tarde...
-Siempre suelo estar por aquí. Ahora me voy para adentro.

De pronto un coche que pasa cerca del centro para para dejar a un alumno. Lleva puesta la música, es un forofo del Swing y el tema de Glen Miller suena.

-¿Qué hace ese aquí con la música a todo volumen?
-Es Miguelito, el hijo del profesor de música.-le responde ella.-Aunque no sé que hace por aquí. Lo expulsaron la semana pasada. Esto es muy extraño, creo que esto lo he soñado o algo así. Sólo falta que me invites a bailar.
-Pues es una buena idea... pero no le importara a Da... Dani.
-¿Quien?
-¿No estás saliendo con Dani?
-No! Es un pintamonas. Sólo le dí unos apuntes.

Saúl respira más tranquilo y se acerca a ella con la intención de que le conceda el baile mientras dure la música, pero lo que suena es el timbre de entrada a clase.

-¿Qué vas hacer luego?
-No sé... no tengo nada pensado- le responde ella mientras todos están entrando en clase.
-Si quieres podemos tomar un café o lo que sea después.
-Bueno, porque no.

En un pasillo desierto sólo quedan ellos dos, iluminados por el fluorescente parpadeante que el conserje aún no ha cambiado. Ambos se van a sus respectivas clases. Mientras el conductor del coche sonoro se transforma en Kiprin. A su alrededor unos pajarillos emprenden su vuelo al cual se une Kiprin. da un pequeño toque al sombrero y añade:
-¡Voila!

$MK

lunes, 26 de octubre de 2009

ASTREA, SELENE Y YO

Estaba relajado, tumbado en mi barca, flotando a la deriva, observando el cielo estrellado, con mis manos cruzadas bajo mi cabeza sirviéndome de almohada. Las estrellas titilaban en miles de guiños luminosos. Selene, diosa Luna, proyectaba su luz sobre el mar en calma, convirtiéndolo en una balsa brillante.
El universo, perfectamente ordenado, sólo era perturbado por alguna estrella fugaz que, ocasionalmente, cruzaba el cielo, tímida, a gran velocidad, intentando escapar a mi atención…aunque no solían conseguirlo. Mi soledad me permitía concentrarme en el más mínimo detalle.
Selene…abrió los ojos.
-Aquí, detrás de mi hay una estrella tímida que no se atreve a dejarse ver.
-¿Qué?... ¿Quién habla? -Dije asustado, incorporándome en la barca, mirándola fijamente, mientras me sonreía y parpadeaba coquetamente.
-Quizá pensabas que podías ordenar el universo a tu antojo. No es tan sencillo… ¿Sabes?
Selene sopló en todas direcciones. Las estrellas comenzaron a descolgarse del cielo formando una lluvia finísima de puntitos luminosos que, poco a poco, iban siendo engullidos por las aguas del océano. El choque producía un musical chisporroteo y una luz especialmente blanca, que iba convirtiendo las oscuras aguas en un lago efervescente de claridad, donde el escaso oleaje, producía un reflejo suave y cálido que parecía hipnotizar.
-¿Es un sueño? Dije.
-No. Es un momento mágico. Si quieres ver la estrella. Apártame con la mano, y luego decides si cogerla o no.
-Apartar la luna…coger una estrella. En fin debo de estar soñando.
-Que incrédulo eres. Decídete, la magia es una ventana que permanece abierta por poco tiempo y…, si, además, no crees en ella, menos aún. Atrévete…vive este momento mágico.
-Está bien. –Dije poco convencido.
Aparté a Selene despacio, temeroso. El contacto con su forma redondeada, con su aura dorada fue sorprendentemente placentero.
Tras ella, tímida, esperaba aquella estrella fugaz. Intenté cogerla, pero se me escapó entre los dedos.
-Mira…si no crees en la magia. Estamos perdiendo el tiempo.
-Dame tiempo. Comprenderás que yo estaba aquí tan tranquilo disfrutando de mi pequeño universo ordenado, y, de un plumazo… ya no hay estrellas, puedo mover la luna con mi mano, y atrapar a una estrella. Siento decirte que esto es demasiado…raro.
-Vuelta la burra al trigo…Raro no…es magia. No seas cobarde…cree en ella…arriésgate…no tienes nada que perder. Coge la estrella.
Extendí mi mano, esta vez con más fe. Y la estrella se posó en ella. Su movimiento me proporcionó en leve cosquilleo. Sonreí… Oí su voz.
-Me gustaría sentarme en tu barca.
-¿No te gusta estar en mi mano?
-Es que…quiero saber que se siente al ser mecida por las olas.
Miré incrédulo a Selene, que me sonreía desde el lugar donde la había dejado apartada.
-Está bien. Te dejaré en el otro lado y, si quieres, charlaremos un rato, aunque no sé muy bien que es de lo que se habla con una estrella fugaz. ¿Aquí estás bien?
-Si.
Me retire al otro lado, con cuidado, evitando el balanceo de la barca que podía llevarme al agua si me descuidaba o me movía distraído.
-¡Ah! ¡Por Dios! Tú…tú… ¿Quién eres?, ¿de donde has salido? ¡Me va a dar un infarto! –Dije al girarme perdiendo el equilibrio, cayendo hacia atrás, acabando sentado junto a la soga del ancla.
-Soy Astrea. Una estrella solitaria. La estrella fugaz que has cogido.
-Pero ahora tienes forma humana…aunque luminosa.
Astrea era brillante con una aureola en forma de algodonadas y blancas alas. Sus brazos eran antorchas emitiendo una potente luz. Su pelo moreno destacaba sobre el azul cielo de un leve vestido que parecía flotar sobre su cuerpo, insinuando unas formas perfectas. Sobre su tez pálida, etérea, casi transparente, destacaban unos bellos ojos oscuros que, abiertos de par en par, parecían no querer perderse detalle de lo que le rodeaba, sobre todo… de mí.
-Sabes…has hecho realidad mi sueño. Nunca había descansado…siempre volando de aquí para allá, viajando incansablemente por el universo, sin poder detenerme a charlar con alguien. Las lágrimas comenzaron a fluir de sus ojos por la emoción.
-Por favor… no llores. Ni siquiera sé si yo he contribuido en algo a que tú estés aquí. Según parece mi único mérito ha sido creer en la magia…y la verdad…no estoy muy seguro de nada de lo que está pasando.
-¿Puedo darme un baño? Debe sentirse una sensación maravillosa.
-Cuidado…no te balancees…mucho…!cuidado!
-Vamos…hay que ser imbécil…quedarse dormido en la barca, y caer al agua –Me dije mientras subía de nuevo tras darme aquel inesperado chapuzón en el mar oscuro y frío.
–Magia…-Solté una carcajada.
–Lo ves todo está en su sitio…Las estrellas, la luna…Selene…-reí -¡Anda! y no te guiña ni nada por el estilo. Prueba a moverla con tu mágica mano –Volví a soltar una carcajada.
-Que incrédulo eres…-Oí-
Me giré…y me quedé petrificado, mientras una estrella fugaz descendía desde lo más alto del firmamento, pasaba acariciando la luna, se detenía ante mis atónitos ojos, extendía su aura, rodeaba mi cuerpo, y me besaba apasionadamente, alejándose con una sonrisa juguetona en la boca.
-Gracias…por convertir en realidad mi mágico sueño. –Susurró Astrea, mientras le dirigía una mirada pícara y cómplice a Selene.

Calvarian

sábado, 24 de octubre de 2009

MAGIA


Palabra preciosas si las hay, con tantas y tantas formas.

Encontrar la magia de las palabras, en aquellos escritos que tocan el corazón y despiertan tanta ternura que conmueve.

Descubrirla en los ojos de los niños, en su mundo perfecto de todo inocente y brillante.

Existe la magia de los magos que asombran ante trucos que nos deja con la boca abierta.

En los brujos que transforman a sapos en príncipes y a simples plebeyas en princesas.

Aquella que nos hace recorrer mundos increíbles y vivir las más maravillosas aventuras con sólo cerrar los ojos.

La que podemos crear con nuestros deseos de que las cosas más imposibles cambien.

Pero la más hermosa magia es la del amor, la que hace que tu corazón lata más rápido cuando está por acercarse la hora de ver al ser amado, esa que te transforma en una persona realmente feliz con sólo saber que estás a su lado.

Y aunque muchos crean que no existe, hay magia en cada cosa que modifica la vida, que nos convierte en hadas y magos de nuestra historia.

Aunque no lo creas hay magia en cada cosa que cambias, en cada camino nuevo que transitas, en cada amor que comienza, en las pasiones que se transforman.

La magia está adentro tuyo, sólo tenés que encontrarla.


Aldhanax.

jueves, 22 de octubre de 2009

SIR SURIK


El hombre de la esquina seguía allí un día más, y ya iban quince días, pensaba para sus adentros Emilio, que a sus doce años observaba con asombro todo cuanto le rodeaba. Se preguntaba qué hacía allí, por qué no iba a trabajar al igual que todos los adultos del barrio, se preguntaba también de donde había venido, dónde vivía, por qué se pasaba las horas sentado apoyado sobre aquel viejo sauce, y sobre todo, por qué nadie reparaba en su presencia.

Aquella mañana de sábado sin obligaciones escolares se le antojó propicia para intentar un acercamiento con el “extraño hombre” al cual llevaba llamando así desde que le vio por primera vez ya que desconocía su nombre. A medida que se acercaba notaba que había algo en aquella figura masculina que le imponía, pero sin embargo no sentía miedo, aquel hombre no le asustaba, más bien le conmovía. Al acercarse más descubrió aquellas pequeñas arrugas que se acumulaban en los ojos y en la comisura de los labios, dándole un rostro de ancianidad que asombró a Emilio, pues lo intuía mucho más joven.

Un tímido ¿hola? titubeante salió de la boca de Emilio, el cual no obtuvo ninguna respuesta por parte del hombre misterioso. De repente algo llamó sorprendentemente la atención del niño, una caja de madera chiquita apoyada en el tronco del sauce. Un deseo irrefrenable le movía a abrirla, una extraña fuerza de atracción se apoderó de él, necesitaba abrir aquella caja, algo desde su interior le llamaba con fuerza. Entonces el hombre levantó la vista clavando su mirada azul de acero sobre la de Emilio.

- Ten cuidado con lo que haces, la última vez que un renacuajo la abrió terminamos en la prehistoria, cazando jabalíes con una lanza. –dijo el hombre de forma contundente pero sin hacer nada por evitar que el niño se acercara a aquella mágica caja.

Por supuesto la advertencia llegó demasiado tarde, porque antes de que hubiera pronunciado la última palabra, la caja ya se hallaba abierta de par en par; y de ella se desprendían rayos luminosos que centelleaban por todas partes.

- Vuelta a empezar, ¡es que uno no se puede tomar ni unas pequeñas vacaciones! –dijo el hombre con resignación; y sin embargo Emilio pudo ver en los ojos del anciano brillos de entusiasmo e ilusión ante un nuevo viaje, el cual él mismo también ardía en deseos de emprender.

- ¡Agárrate fuerte! –gritaba en anciano.

- ¿De dónde me agarro? – preguntaba Emilio el cual no veía sitio donde agarrarse.

- Pues al tronco del sauce. –le explicaba el anciano mientras la superficie empezaba ya a temblar.

- ¿A dónde vamos? –preguntó intrigado Emilio.

- Pues tú sabrás. Al lugar de tus sueños. –respondió el anciano.

De repente todo el barrio había tomado una nueva dimensión, un extraño color ocre; las calles habían dejado de estar asfaltadas para convertirse en caminos terrosos con algunas piedras. El anciano agarró fuertemente al niño de la mano y ambos se dirigieron a lo que parecía un mercado, eso sí, no era un mercado cualquiera, sino un mercado medieval. Al grito de ¡Agua Va!, ambos dos intentaban avanzar sorteando el agua que las mujeres de la casa arrojaban por las ventanas. Se adentraron en el mercadillo mezclándose con la gente del lugar, mientras Emilio se miraba así mismo vestido con aquellos pantalones cortos color marrón que se le antojaban muy ridículos; sobre sus hombros lucía un chaleco a juego con los pantalones junto con una camisa gris. Pero lo que más le impresionaban eran aquellos mocasines puntiagudos con los que tanto le costaba caminar.

Emilio estaba eufórico, miraba alrededor con esos ojos que envuelven la sorpresa de la novedad, que descifraban aquello con lo que siempre había soñado, y que sólo había podido acceder a través de los libros de la biblioteca de su abuelo.

El ajetreo de los caballos que cruzaban las callejuelas, los puestos de venta de comida y artesanía, las águilas que surcaban el cielo y hasta una hechicera que decía adivinar el futuro, junto con un joven ladronzuelo huyendo con un queso bajo el brazo, completaban aquella pintoresca estampa.
- A todos los señores de la villa, se les comunica que se anda buscando por casas y rincones, al joven caballero portador de sueños. El Señor Marqués junto con sus lacayos acudirá hoy al mercado, pues cuentan los rumores de la corte, que el joven Sir Surik se halla por estas tierras huyendo de su deber y responsabilidad de guiar a las gentes hacia sus bellos sueños e ideales.

–dijo el pregonero.

- Mi señor, ciertamente dicho caballero se anda por aquí, hasta mí llegó su perfume de sueños encantados. Sería menester preguntarle a la hechicera, pues ella con su magnífica intuición ha ayudado en otras ocasiones a vislumbrar caminos que se antojaban oscuros. –habló el quesero.

- El joven sir Suri, anda de la mano de un anciano, lo vi pasar hace ya un rato. –sentenció la hechicera.

La búsqueda no costó mucho, y en un instante el anciano y el niño se vieron rodeados por todo un tropel de gente que aclamaba: ¡Sir Surik, Sir Surik! ¡Es él, es él!

Un carruaje se detuvo ante ellos, y el Señor Marqués acompañado del Caballero de la Luz descendió salvando los escalones que le separaban del suelo. Pronto una espada se deslizaba suavemente por el hombro derecho de Emilio al cual el anciano había obligado a hincar una rodilla en el suelo.

- Mi querido Caballero, yo le declaro Sir Surik, portador de todos los sueños del reino, hacedor de magias, reclutador de nostalgias y melancolías; y en definitiva, repartidor de felicidad de todos los habitantes de estas tierras. Ahora debe cargar con su legado del cual ya no puede huir, y sembrar las semillas que se depositan en su interior allá donde sus pasos le conduzcan, en estos tiempos y en tiempos futuros, en esta vida y en vidas venideras.

El suave aleteo de una mariposa azul sobre su rostro, despertó a Emilio, o sir Surik, del letargo al que se había entregado junto al tronco de un sauce. Volvía así a su “mundo normal”, pero junto a él una caja de madera, que al abrirla sorprendía con un mensaje envuelto en pergamino, en el que se leía: Sir Surik, en esta vida y en vidas venideras.

Ruth Carlino

martes, 20 de octubre de 2009

VICTIMAS DE LA MAGIA

Un sacerdote entra en la prisión.
Le conducen hacia la última celda del corredor de la muerte. Una mujer va a ser ajusticiada al caer la noche.

Vengo a confesarte, hija.
No, no quiero confesar. No creo en Dios. ¿Sabe padre?
Pero, ¿Por qué? Confesar no está nunca de más. Debes arrepentirte de tus pecados...

Yo, verá, antes creía en Dios. Creía que el destino no estaba escrito. Que arrepintiéndonos, podíamos ganar el cielo. Pero ya no lo creo. Estoy desengañada. Haga lo que haga... todo está escrito. La magia hace su trabajo a su antojo…

No debes hablar así. Dios existe y desea ayudarte. Venga, cuéntame tus temores.

No creo que esto le importe mucho, pero... si quiere... se lo contaré.

La mujer hizo una pausa y tragó saliva, como preparándose para lidiar un difícil animal.

Verá, yo tenía una amiga que decía que era adivina. De hecho, vivía de ello. Su consulta siempre abarrotada de mujeres y hombres ansiosos de saber, de conocer su futuro. Yo la conocía desde niña y, desde siempre, ella aseguraba saber el futuro de la gente. Según Teresa el destino estaba escrito para todos nosotros y nada podíamos hacer...

Pero hija, eso son pamplinas... Deberías saber que las personas, en nuestra ignorancia, aceptamos cualquier cosa que nos haga sentir bien. Con Dios es diferente, es más fácil...

No, no. Déjeme que le cuente.
Un día, ella me dijo que había visto su propia muerte para el sábado siguiente y que estaba muy asustada. Claro, yo me reí de ella. Me gustaba pincharla y provocarla. Pero esta vez estaba asustada de verdad.
Me dijo que se encerraría en casa. Que cancelaría todas las citas con los clientes de ese día y, que ni siquiera descolgaría el teléfono. Yo reí y reí. Padre, déjeme tomar un poco de agua.

Un sorbo de agua se le hizo necesario para poder continuar.

Si, no te preocupes, aún tenemos tiempo.

Bien, pues cuando llegó el sábado yo me acerque a su casa para fastidiarla un rato y ¡Ni siquiera quería abrirme la puerta¡ ¿Qué le parece? Al fin conseguí que me abriese y se enfureció conmigo. Me ordenó que me marchara...

Tuvimos una pelea horrible:

Teresa me dijo ¡Que demonios haces aquí! ¡Te dije que no quería ver a nadie! No eres capaz de respetarme.

Perpleja le contesté: ¿Se puede saber qué te pasa? Creo que te estás excediendo. Teresa, estás completamente obsesionada con esto. ¿De veras crees que has visto tu propia muerte? Entiendo que estafes a la gente, pero estamos hablando de ti...

Teresa me espetó: ¡¿Sigues sin entender nada, verdad?! Yo no engaño a la gente, ¡Maldita sea! ¡Lárgate de aquí!
Teresa se acercó a la ventana dándome la espalda para ni siquiera ver cómo me marchaba. Yo estaba absolutamente ofendida y decidida a pedir explicaciones. Me acerqué a ella y, pegándole un pequeño empujón en el hombro, y con mi cara a unos pocos centímetros de la suya, le grité:
¡Vale! Me iré. Pero con una condición. Demuéstrame tus habilidades. Nunca has querido leerme el futuro. Soy tu mejor amiga, y puesto que "vas a morir hoy...", creo que tengo derecho a una consulta gratis.

Teresa, gritando aún más que yo y diría que asustada:
¡No, de ninguna manera! ¡Vete de una vez!
Asqueada le dije: ¿Lo ves? no eres más que una farsante. Deja de mirar por la ventana, no me des la espalda y ¡Dime! ¡¿Cuándo moriré yo?!
Teresa estaba furiosa: ¡Está bien! Tu lo has querido. ¡Escucha! ¡Por venir hoy aquí MORIRÁS!
Le llamé loca y le abofetee . Entonces comenzó una terrible pelea entre la dos.
Un fatal empujón le hizo caer por la ventana...

El sacerdote, que casi no había parpadeado tomó las manos de la mujer entre las suyas.

¡Santo Dios! Es terrible...

Ya lo ve, padre. Ella tenía razón en todo. Murió aquel día. Y dentro de unos minutos, la silla eléctrica me espera por su asesinato.
Si no hubiese ido aquel día... Pero el destino estaba escrito. Yo no soy culpable. Sólo soy una víctima de mi propia vida. Cuéntele eso a su Dios.

Un carcelero apareció en el umbral de la celda y le anunció que el tiempo había terminado.
El momento había llegado. El sacerdote intuyó que la mujer no deseaba ser acompañada hasta la silla y haciendo una señal de la cruz en el aire se dispuso a abandonar la celda.

La mujer le detuvo un instante con sus palabras:

Adiós padre, gracias por venir. Cuídese y... ¡Ah! Tenga cuidado mañana, cuando cruce la calle...

Natacha.

domingo, 18 de octubre de 2009

MAGIA EN LA PLAYA

Y la muerte se pronunció.
Fría y calculadora, súbita como un rayo en el estío, impredecible e incuestionable.
Y, como siempre, perturbadora.
Sólo contaba con cuatro primaveras de vida, si es que el tiempo puede tener alguna relevancia cuando hablamos de lo único capaz de trascenderlo.
Quizás más importante que el cuándo, fuese el cómo.
Finalizaba agosto. El mar se encontraba encrespado, color aceituna y olor a invierno prematuro; en el cielo aborregado, un rastro de rescoldo y ceniza indicaba la marcha reciente del astro soberano hacia el otro lado del mundo.
El aire acariciaba las frías aguas del océano justos antes de abrazarme con su gélido aliento.
La playa parecía desierta; al fin era mía.
La estela cremosa de las olas invadiendo la arena y cubriendo mis pies desnudos, absorbía mi atención por completo, retrasando el momento en que me percatase de lo que ocurría a pocos pasos de mí.
Cuando lo hice, la primera impresión fue de incredulidad, sólo durante un interminable segundo, luego, miedo.
El murmullo sordo que envolvía mi paseo, procedente de las pocas almas que acompañaban mi trasiego, fue transformándose en grito atropellado: ¡Mi hijo, mi hijo!, eran las únicas palabras que escupía aquella madre, atormentada por la impotencia, arrodillada junto al cuerpo inanimado del muchacho, hundida en un abismo de tierra apelmazada y agua salada.
No sé de dónde empezaron a aparecer tal cantidad de personas corriendo en la dirección del suceso, bajo la mirada vacía de una gaviota altiva e indiferente, ajena a la tragedia que tan consternados tenía a otros. También yo me acerqué con precaución.
Cuando pude apreciar su rostro azulado entre el gentío, lo tuve claro: no respiraba.
Nunca llegaré a entender qué hacía aquel pequeño en el agua a esas horas, ni en qué pensaba su madre mientras lo engullía una ola traicionera, pero... ¿acaso puede importar eso?
Un niño siempre será un niño, y una madre siempre será una madre, y... yo soy yo. Al instante supe lo que debía hacer.
Dejando el miedo a un lado, me colé como una sombra entre los curiosos y los aprendices de médico, hasta tener el cadáver a mis pies; me agaché y le coloqué con suavidad mi mano derecha en la frente.
No llegué a ver sus ojos arenosos abiertos, pero tampoco fue necesario.
Me retiré cuando tuve que hacerlo, como cuando llegué, casi inadvertido por los demás.
En cuestión de segundos y entre grandes arcadas, el pequeño escupió todo el agua que contenían sus pulmones. Abrió los ojos y lloró amargamente, ante el alborozo de todos los testigos, incluidos aquellos que la presencia de la aflicción había mantenido a distancia, que entonces sí se acercaron, atraídos por la irrupción repentina de la dicha.
Yo sólo me quedé el tiempo justo de obtener mi recompensa: el abrazo sincero, entre lágrimas y sollozos, de una madre a un hijo y de un hijo a una madre. ¿Puede haber muestra de amor más auténtica?
Después de aquello no volví a materializarme más en ese mundo. Mi cometido ya había sido cumplido.



Pedro Estudillo

viernes, 16 de octubre de 2009

LA MULATA DE CÓRDOBA


En Veracruz, durante la época del virreinato, cuando los españoles aún subyugaban a México, vivía una mujer célebre por su belleza y por ciertos dones sobrenaturales que poseía: La Mulata de Córdoba. Una época se ha edificado sobre una anterior, no se supo entonces ni se sabe ahora cuál fue su nombre verdadero, pero la historia inscribió en sus páginas lo ocurrido con esta mujer extraordinaria. Gracias a su maravilloso arte, a la edad de doce años atrajo a sí una clientela dispar que la visitaba asiduamente y con igual sentido de humildad: indios y españoles, pobres y ricos golpeaban su puerta. Ora La Mulata prepara pócimas para curar el mal de amores de un muchacho, ora mezcla yerbas para sanar las heridas de sus hermanos esclavos. Por lo común, descifraba el futuro de los curiosos en las cartas o en los astros, y era, ciertamente, una mujer entendida que hizo las veces de consejera en virtud de su saber, al punto de consternar al párroco del pueblo, quien alarmado se percató de que los siervos de Cristo la preferían a él. Miguel Velázquez nació en Sevilla, España. Un día, habiendo salido de su parroquia para hacer un peregrinaje a la ciudad, en el medio de la selva lo sorprendió la noche, la cual esmaltó los alrededores con sus sombras impenetrables. El corazón de Miguel comenzó de pronto a latir rápidamente, cuando susurros, humanos o no humanos, vibraron entre las hojas; le sobrecogió el temor, como a buen cristiano, pero no lograba recordar sus rezos, y ya dándolo todo por perdido, una voz dulce y femenina habló, apaciblemente, en aquel sitio apartado: “Buen hombre, perdone que lo importune, no me hubiera atrevido a molestarle si no fuese porque me pareció que se hallaba extraviado.” Miguel contempló a la mujer y recobró la serenidad al reconocer el rostro broncíneo de La Mulata de Córdoba. Ella le obsequió una piedra verde que irradiaba una luz preciosa con lo que Miguel pudo proseguir su peregrinaje sin mayor contrariedad. Dado que toda persona que se distingue de los demás por alguna razón se convierte en objeto de antipatía, La Mulata se había hecho también de enemigos. Otros curas, idiotizados por la fiebre del fanatismo, la miran con recelo desde el púlpito; el Santo Oficio la sigue discretamente, sus manos inquietas, con dedos blancos y sarmentosos, esperan el momento justo para echarle sus redes fatales. Si no hubiese sido porque La Mulata era muy querida entre la gente, que le debía enorme gratitud, ha mucho tiempo que la habrían arrojado a las llamas. Quienes la temían, aseguraban que era una siniestra bruja y que un jinete, el diablo, acudía a su casa a eso de la media noche, quizá para recordarle que su alma era suya, y esto porque se contaba que la vendió a cambio de sus poderes mágicos. Se relataba que, al llegar el personaje demoniaco, un furioso incendio se desataba en el interior. Creían que era su amante y que por ello La Mulata despreciaba de continuo a los muchos pretendientes que la solicitaban. Para su mala suerte, un hombre importante que ocupaba un puesto elevado en la iglesia católica prestó oídos a las acusaciones. A los que la acechaban, a esos instigadores de odio, les fue concedida su venia para apresarla. El primero de diciembre, La Mulata escuchó un vocerío fuera de su hogar. El escándalo era mayúsculo. Abrió la puerta y vio a un hombre, alto y fornido, que leía una severa orden: “Por incurrir en prácticas contrarias a la fe cristiana, la mujer conocida como La Mulata de Córdoba es sentenciada a muerte…” La Mulata no se inmutó, sólo pidió que se le permitiera llevar consigo algunos objetos personales. Y fue así que la terrible bruja fue encerrada en prisión, y fue así, también, que su leyenda comenzó a labrarse un lugar en el bagaje cultural de México. Un mañana, el carcelero que hacía su ronda habitual observó a la cautiva rayando las paredes con carbón. La Mulata estaba muy ensimismada en su obra, pero al poco le miró a él y le preguntó: “¿Qué le falta a este navío?” Rechinando los dientes, dijo el carcelero: “Condenada mujer, no te arrepientes de tus pecados, en vez de suplicar la misericordia del Altísimo, te empeñas en vanos pasatiempos. Salva tu alma”. “Mas, precisamente, eso es lo que estoy por hacer”, replicó la mulata, quien, sonriendo, saltó al navío que había dibujado. Nunca más se volvió a saber de ella.

Carlos (Hiletrados)

miércoles, 14 de octubre de 2009

LA MAGIA ESTÁ EN TU IMAGINACIÓN

Sentado frente a la caja de cartón que aquella mujer le dio en el parque, pensaba:-¿Que había querido decir con aquello que la caja haría realidad cualquier sueño que él fuese capaz de plasmar con colores?

Decidió mezclar el rojo cadmio y el cobalto, resulto un violeta cálido, comenzó a pintar y sin saber cómo se me encontró volando sobre un mar tranquilo, con montañas al fondo, entre las que se interponía un manto de niebla, pero no lograba alcanzarla.

-Solo puedes entrar usando tu imaginación,- Un pequeño lucero apareció frente a él, y sin esperar respuesta desapareció.

Buscó en sus bolsillos, encontró el pequeño escarabajo de cristal que un egipcio le regalo en aquel mercado, frente al templo de Kom Ombo, detalle por comprarle las chilabas.
De repente el escarabajo comenzó a brillar con una luz intensa, con destellos que pasaban de un azul marino intenso, hasta terminar siendo un violeta casi blanco que cegaron sus ojos, quedando envuelto en sus rayos.

Lentamente comenzó a cruzar la niebla, apareciendo ante él un valle. El escarabajo cambio a un color azul celeste, estaba casi a ras de suelo, rozando flores de un color blanco, otras carmín intenso, naranjas, entró en un manto de florecillas pequeñas color violeta con pétalos amarillos, de un perfume intenso, que le adormeció, los pétalos amarillos se le enredaron en los pies y le arrastraron al fondo de una cueva, no podía ver nada.

-¿Quién eres tú para venir a mi mundo?,- La voz salía de un intenso punto de luz plateado, no supo que responder.

Su escarabajo de cristal comenzó a cambiar de color, abrió la mano, tenía un color verde esmeralda, y los pétalos amarillos le soltaron.

-Necesitaría tener una linterna,- Como si el escarabajo pudiese leer su mente tomó un tono anaranjado brillante que dejó la cueva como inundada por el sol.

-¿Cómo saldré de aquí?,- pensó mirando a su alrededor

-¡Eh!, ¡Cuidado!,- Grito un pequeño ciempiés. El miriópodo pegó un pequeño salto para no ser pisado.-¡Perdona!,- Sí que tiene genio el bichillo

-¿Cómo se sale de aquí?,- No se podía creer que estuviese hablando con un bichejo como ese.

-¡Y yo que sé!, siempre he estado aquí.

-No le hagas caso, es un cascarrabias,- Intervino un pequeño escarabajo cornudo que pasaba.

-Te he oído,- contestó el ciempiés, - sabes que aquí se está seguro, ¿para qué va a querer alguien salir fuera y morir.

-No le hagas caso, tu escarabajo de cristal tiene la solución,- Parecía que todos conocían el poder de aquel escarabajo de cristal.

-Tienes que creer en él,- Una luciérnaga entró en la conversación. Tenía unas alas de mariposa grandes, de un tono azul con pequeños destellos y pequeñas briznas de polvo que se precipitaban al suelo, de sus antenas transparentes salía un pequeño sonido casi imperceptible, trato de moverse pero no pudo.

-Pero, ¿Cómo se sale de aquí?,- Insistió.

-Emplea tu imaginación,-Le contesto la luciérnaga perdiéndose en la cueva dejando una estela de polvillo brillante que delataba su marcha.

Miró el escarabajo de cristal de su mano y recordó lo que le dijo el egipcio sobre el escarabajo:”Es mágico, su magia te cuidará cuando uses tu imaginación, pero recuerda, la imaginación es magia”.

-Sí, si que es mágico, en menudo lio estoy metido, estoy preso en esta cueva.

Una mota se le metió en un ojo, trato de librarse de ella y se vio sujetado por la mano, se precipitaba contra ella, cerró los ojos ante el golpe y lo que notó fue luz, abrió los ojos y se encontró volando por encima de unas grandes montañas, un gran manto de nieve cubría los pinos de navidad, a su lado volaban dos grandes águilas.

-¡Estoy libre!, -La oscuridad de la cueva quedaba tan lejos….., la sensación de libertad era tan grande y a la vez en su interior tenía pánico a precipitarse hacia el suelo

-¡Arriba que no vas a llegar!,- La voz de su madre acababa de sacarle de su sueño, trato de volver a él pero no fue posible, se incorporó y observó que en su mano derecha tenía un escarabajo de cristal de apenas un centímetro.


Julio

lunes, 12 de octubre de 2009

LA VARITA MÁGICA

El otro día me pasó algo raro, algo muy extraño, mi hermana pequeña Carmen y yo paseábamos agarradas de la mano por la orilla del mar, dábamos saltitos para evitar que las olas, nos mojaran los pies, pero era inútil, siempre acababan espingándonos, mi madre ya cansada de tanto pasear se sentó en la toalla contemplando el mar, mientras que nosotras seguíamos jugueteando entre el balanceo de las olas. En nuestras carreras casi nos chocamos contra una señora que paseaba por la orilla.

- ¡Ay! perdone, lo siento mucho. Dije yo rápidamente,
- No te preocupes hija, no pasa nada, ¡vaya! Que niña más guapa llevas de la mano.
- Somos hermanas, dijo Carmen tímidamente.
- Si pues os parecéis mucho, no podéis negarlo. ¿Cuántos años tienes pequeña?
- Siete.
- Anda, la edad perfecta, la edad de la magia.
- ¿La edad de la magia?- Carmen me miraba un poco asustada, no sabía si aquella señora, la estaba tomando el pelo.
- Si, si, toma, ya veras, coge esto.
Aquella señora estiró la mano, y le dio a carmen un palito de madera de unos cuarenta centímetros de largo y muy delgado, parecía que lo acababa de coger del agua, pues estaba aún húmedo.
- Vamos pequeña, no tengas miedo, no tienes nada que perder.
- Cariño,- le dije yo para que no ofendiera a la señora, pensando en tirar aquel palo hacia el mar, en cuanto nos perdiera de vista la buena mujer.
Carmen cogió aquel palo con extrañeza, pero aun así, le dio las gracias a la señora, en ese momento una ola nos golpeo hasta las rodillas, cuando volvimos a mirar hacia la señora ya no estaba.

Mi hermana no quiso tirar aquel palo de nuevo al mar, así que nos lo tuvimos que llevar a casa, “un telar más había dicho mi madre, cuando la vio aparecer con él. Se paso jugando toda la tarde con él, era su varita mágica, a cada momento nos la posaba en la cabeza y decía, “abracadabra, que te crezca el pelo”,( a mi padre que el pobre tiene esa típica M de Mc donalds en la frente) “abracadabra, que tu blusa sea rosa”, “abracadabra que esta noche cenemos pizza”, “abracadabra que tata me compre una vaca de juguete”, “abracadabra que me dejen comer un helado gigante”, “abracadabra que mañana haga bueno”, “abracadabra que la bandera de la playa sea siempre verde”,…

“abracadabra, abracadabra, abracadabra, abracadabra”, así durante toda la tarde, mientras bailoteaba por todo el salón.

Así que llego la hora de cenar, y cenamos pizza, y salimos a dar un paseo por la calle, y encontramos una heladería pequeñita, escondida entre dos grandes tiendas, que ponían bolas de helado gigantes, y en un puesto de esos que ponen en los paseos marítimos, había vaquitas de todos los tamaños y compramos una, y a la mañana siguiente la bandera de la playa era verde. Y un camarero torpe tiró la copa de vino tinto sobre mi blusa blanca favorita, y… no, el pelo de mi padre no creció, creo que era demasiada magia para un solo día, pero estuvo bien intentarlo.

Carmen estaba contentísima porque todos sus deseos se habían cumplido, pero al mismo tiempo estaba un poco triste, porque cuando se despertó a la mañana siguiente, ya no encontró su varita magia, supongo que no tendrá nada que ver, pero esa noche, mi madre bajo la basura a hurtadillas.

Quien sabe, tal vez fue magia, o tal vez suerte, pero aún así, el brillo de los ojos de esa niña, al ver que todos sus deseos se cumplían, mereció la pena.

Camino

sábado, 10 de octubre de 2009

MÁGICAMENTE (final)

-Mira la sonrisa de esa chica, la que camina junto a esa tienda- el niño miró donde la mujer le señalaba- ves, eso es magia, eso casi nadie puede verlo
-¡Eso lo ve todo el mundo! mira el hombre que hay enfrente como se la ve
-Mírala bien, fíjate en la magia que desprende la sonrisa, en la felicidad que emerge de su cuerpo, en la luz que emiten sus ojos- El niño la miró y se sorprendió- Pues eso no es nada amiguito, ahí hay la magia más potente que existe, lo que aún eres demasiado joven para verla- Al niño le daba igual lo que decía la anciana, estaba anonadado mirando la gente que pasaba, las flores… de repente alzó la cabeza al cielo, y se sorprendió, estaba boquiabierto. A partir de ahora, mirara donde mirara todo era diferente, conocía la magia.
La anciana se alzó, cogió la silla orgullosa, y se introdujo en la tienda, el niño la siguió aún con la boca rozándole el suelo, no podía articular palabra.
La anciana le miró y sonrió.
-Haber ¿estás atento?- movió la cabeza tímidamente- fíjate bien en mis manos, no separes tus ojos de ellas, ¿Vale?- las situó delante de el- Estate pendiente ¿si?- asintió- un segundo después una luz violeta brotó de ambas manos, y al juntarlas una pequeña llamarada emergió tan solo un ínfimo espacio de tiempo, ahora en las manos arrugadas de la anciana apareció una barita mágica- Ahora ya eres mágicamente humano, y estoy segura que esto te ayudará.
La puerta de la tienda se abrió, ambos se volvieron
-¿Mama?-murmuró Lucas- ¿Qué haces aquí?
-¿Eso no debo preguntarlo yo?- se puso a gritar histéricamente- he estado buscándote por todos los lados, ¿Tu no tenías que estar en el parque?- la madre de Lucas miró a la anciana, y esta con un gesto le pidió calma- Me tenías asustado- y lo abrazó durante varis segundos.- ¿Cuánto tengo que pagarle por las molestias ocasionadas?- pronunció varios segundos después
-Al contrario, debería ser yo quien tendría que pagarle, ha sido un enorme placer- asintió la mujer, y se lo agradeció
-Venga vamos- pronunció la madre de Lucas
-Espe…
-Tenemos prisa hijo- segundos después ya estaba prácticamente volando de nuevo. La anciana miró entre sus manos, no había podido darle la varita mágica.

En uno de los teatros más importantes del mundo daban una función de magia, pero no una cualquiera, esta era diferente, todas los son, pero esta era realmente especial. En la vigesimocuarta butaca una señora algo jorobada, pero sobretodo, muy anciana disfrutaba del espectáculo. Al finalizar, permaneció sentada hasta que todo el público se había marchado. Un chico, minutos después, le llamo la atención de que ahí no podía estar.
-¿Me podría hacer un favor?- asintió- ¿Le podría entregar este paquete a Lucas Segura Muñoz?- Y lo depositó en sus manos antes que contestara
-Claro que si
Mágicamente Lucas había terminado una función más, ahora ya en el camerino, tan solo era Lucas. Bebía agua, cuando la puerta sonó
-Me han dado esto para ti
-¿Quién?
-Una señora- le habrá gustado el espectáculo pensó
Abrió la caja y descubrió sorprendido mágicamente aquella barita que no pudo coger de aquella vieja tienda hacía muchísimo tiempo atrás. Casi habían pasado veinte años ya. Rápidamente cogió la nota y la leyó
“Intenté localizarte, pero al tiempo me enteré que ese mismo día os marchasteis de la ciudad… pero bueno, al fin y al cabo la magia es magia, y si crees en ella acaba encontrándote. Al fin llega a tus manos lo que es tuyo. Te has convertido en un gran mago, y sobretodo en mágicamente humano Lucas Seguro Muños que tenía 7 años y que iba al colegio Jaume March, y que creó mucha magia en mi corazón”


Leinad23

jueves, 8 de octubre de 2009

MÁGICAMENTE (primera parte)

Tras el cristal de un escaparate de un viejo y pequeño establecimiento situado en una callejuela de las afueras de una vieja ciudad, se encontraba Lucas con las manos apoyadas en él, intentando vislumbrar algo en el interior. No era la primera vez que bajaba a esa tienducha intentando conseguir lo que andaba buscando. Lo llevaba haciendo desde un par de semanas atrás, a la salida del colegio. La primera vez que pasó por el lugar, iba con su madre, cuando apreció un rótulo “Mágicamente” apagado ante sus ojos, miró rápidamente la tienda, pero su madre andaba con prisa y le arrastraba, alguna vez que otra había llegado a volar literalmente. La tienda estaba cerrada, se dijo. Así que volvía un día más, y otro, y al siguiente, y siempre regresaba decepcionado y con la cabeza gacha a su casa. Ese día no iba a ser diferente. Solo dió la vuelta, cuando el repliqueo de unas pequeñas campanillas sonaron al chocar la puerta con ellas.
- Hola hombrecillo ¿Qué te puedo ayudar en algo?- pronunció una anciana rechoncha y algo jorobada. El niño se dio la vuelta, y al verla tembló de pánico, quería correr, pero no pudo ni pestañear.
- ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras mal?- preguntó la señora preocupada- ¿Te doy un vaso de agua? Venga entra dentro un momento
-Nnnnnnoooo…-dijo con voz temblorosa el niño- ¿Mmmee… vvvass… aaa… coommmmeer?- La anciana sonrió enseñando al completo la dentadura postiza de enormes y amarillentos dientes, lo que aterró más si cabe al niño
-¿Pero como te voy a comer?- sonrió- No entres si no quieres, pero supongo que mirabas a través del cristal por algo ¿no?
-¿Eres una bruja?- la vieja sonrió y negó- ¿Y porque tienes una verruga en la nariz?
-No es una verruga, es un lunar, lo que es un poco grande
-¡Ah!
-Y bien ¿Querías algo? ¿Vas a entrar o no?- El niño la miró aún algo asustadizo y negó- Bueno pues yo me vuelvo para dentro, aunque no lo parezca es una tienda- Lo miró varios segundos he hizo el gesto de volverse, el crío suspiro y lanzó al final lo que quería preguntar desde hacía tiempo
-¿Sabes hacer magia?- La anciana lo miró, alzó su vista al rótulo que colgaba encima suyo e hizo como si no supiera de que hablaba. Miró a ambos lados dándole secretismo al asunto
-Antes de que te hable de estos temas, me tiene que decir quien eres y cuantos años tienes. Tengo que asegurarme de que no corro peligro contándote esto.
-Me llamo Lucas Segura Muñoz, tengo 7 años, voy a segundo de primaria de la escuela Jaume March, tengo una hermana pequeña, mis padres, mi hermana y yo vivimos en la calle….
-Vale, vale- interrumpió la anciana- menudo entusiasmo- Lo miró de arriba abajo como si lo evaluara- ¿Y porque preguntas por la magia?
-Porque todo el mundo dice que no existe, mi padre, mi madre, mi amigo Juanjo Lupe…
-¿Y tu que crees?
-Que si existe, pero no consigo verla.
-¡Ah! Y quieres verla para contárselo a todos, y burlarte de ellos
-No, no, no, ¡que va!, solamente quiero verla para saber que existe realmente, no se lo voy a contar a nadie, ni siquiera se me va a escapar. Además si ellos no quieren creer en ella es que son tontos- sonrió.
-Vale de acuerdo- permaneció en silencio varios segundos- Te voy a contar un secreto, pero no puedes decirlo a nada, ¿Vale?- el chaval asintió- ¿Lo prometes?- El niño volvió a asentir excitado. La anciana volvió a mirar a ambos lados, se inclinó y le susurró al oído- Yo no sé hacer magia, pero la he visto.- El niño se desilusionó.- ¿Quieres que te enseñe a verla?- Se le iluminaron los ojos.
-Espérame un segundo, que voy a coger una silla, comprenderás que yo ya estoy muy mayor para estas cosas- el niño entró con ella y descubrió el mundo de artículos de magia que se encontraba tras la puerta, y que no conseguía ver a través del cristal. Cargó la silla, y la siguió.
La anciana plantó la silla en la acera y se sentó. Lucas la observaba extrañado
-¿Estas preparado?-
¿En la calle? ¿Alguien hace magia en la calle? Pensó Lucas. Asintió para si mismo y comenzó a mirar a todos lados
-Mira el cielo- Lucas obedeció- eso es magia- el niño la miró contrariado, engañado y dolido- Claro, claro, tu no puedes verla aún.
-¿Porqué? Si no he hecho nada malo
-Pero no crees en ella
-Si, si que creo
-No de corazón
-Ayúdame, te lo suplico ¿Qué tengo que hacer?


(continuará…)

Leinad23

martes, 6 de octubre de 2009

LA MAGIA EXISTE

Sentada en el crepúsculo de su alma, dejaba transitar sus pensamientos por el jardín de su espíritu incansable. Ese que busca infatigable, cualquier vestigio que hiciera saltar la chispa de su creencia absoluta en la “Magia”

Miraba entretenida el aleteo de una mariposa, que volaba buscando el lugar idóneo donde posarse. Y sonrió…

Notó el bullir de las hormigas laboriosas sobre la tierra esponjosa, canalizando su esfuerzo en conseguir un invierno placentero, recolectando para los duros y largos días pintados de grises tonalidades.

Detuvo su mirada en las incólumes montañas. Magníficas e inamovibles, se mostraban altivas y lejanas, más, cuando posabas los pies en su paisaje, las hacías tuyas sintiéndolas cercanas, acogedoras, absolutamente presentes.

Notó el calor de los largos rayos solares, recorriendo su espalda desnuda, y supo que la estaba poseyendo desde su altura infinita y fogosa. Se dejó arrastrar sin recato, y echó su cuerpo hacia atrás, en intento de hacerse suya por completo. Entonces divisó las nubes de apariencia algodonada y hasta creyó sentir su comodidad subida a ellas.

Éstas, espléndidas inspiraciones eternas, la acogieron en su seno, adormeciéndola. Sus párpados pesaron de repente tanto, que supo de inmediato de la entrada al mundo de los sueños. Soñó en una mirada profunda, casi animal. Unas manos recorriendo su piel hasta electrizarla, escuchó un golpeteo acelerado…

Su corazón.

E intuyó la pasión desbordante del encuentro amoroso en las fibras de su ser.

En los brazos de Morfeo dio forma a un paisaje en el que ríos y mares su fundían, en el que las flores primorosas regalaban sus perfumes y apariencias coloridas, en el que animales variopintos se acercaban a husmearla y de fondo, se escuchaban ruidos, entre los que distinguía claramente voces queridas. Algunas infantiles y otras no tanto. Algunas vestidas de ancianidad.

Y reconoció de nuevo el amor, en todas sus facetas…

Ese reconocimiento, la hizo estallar de felicidad por dentro, despertándola al presente físico anterior al alunizaje en los mundos de ensueño. La luna ya decoraba celestial e impresionante la cúspide del techo del mundo. Y sonrió mirando las diminutas estrellas acompañantes. Se afanó buscando las constelaciones brillantes en sus formas, mientras una ligera brisa erizaba su piel.
Inhaló el aire nocturno ansiosamente. No quería dejar de regalarse con todo lo que estaba sintiendo en ese día en el que había decidido descubrir, si esa “Magia” en la que creía; existía de verdad, pensando que sería acertado hacer su investigación; perdida entre la naturaleza sabia, abnegada, inamovible, eterna y llena de misterios.

Absorbiendo con detalle, cada nimiedad que la rodeaba, cada sentimiento que venía precipitado a su memoria, cada recuerdo, cada anhelo que albergaba el centro de su vestimenta corporal, la hicieron comprender; que la existencia de esa magia, residía en la vida en sí.

Cada átomo que conformaba la existencia limitada del ser humano, era por sí mismo, una partícula de magia. Y cada instante de paso en este agitado mundo; podía ser todo un espectáculo maravilloso donde la magia podría ser la protagonista, la maga alucinante, que dejara embobado a un público despierto a sus trucos fascinantes.



Todo estaba en querer apreciarlo, en desear notar las vibraciones positivas de esos instantes, donde el mejor regalo de vivir, era sentirlos. Saber que el hecho de sentir, era la “Magia” creada para nosotros de forma misteriosa e incomprensible, pero hermosa hasta el infinito… Miró en derredor levantando sus manos hacia el cielo, entendiendo…

Marinel.

viernes, 2 de octubre de 2009

LA CARTOMÁNTICA

Las cartas produjeron un sonido susurrante al rozar con la superficie de la mesa. La mujer sintió en su cuerpo esa música tranquilizante, le recordaba su poder sobre mucha gente. Greñas blancas cubrían sus ojos, dándole aspecto de cachorro hambriento y feroz. Frente a ella estaba un hombre, tan viejo como ella. El individuo la miraba con temor reverente, la cartomántica se lo había implantado con trabajo cuidadoso de años. La receta fue sencilla: aterrorizarlo con una predicción espantosa y asegurarle la evitaría con sus hechizos.


Fuera de la habitación esperaban otros consultantes. En la última predicción había vaticinado una desventura impenetrable, una tragedia incomprensible. Todos resultarían afectados, había dicho, y angustiados se preguntaban por qué. Estaban allí repletos de frágil esperanza, no estaban seguros sí la mujer podría esta vez alejar el mal. Siempre lo había hecho, desde considerables años atrás. Cuando ocurrieron cosas funestas, no pronosticadas por ella, su explicación siempre fue la misma:

—Lanzaron un mal. Sé quiénes fueron, no puedo decirlo, es gente conocida, está prohibido nombrarlos —y lo decía en tono bajo, mirando hacia los lados con ojos perrunos.

—Dame el dinero —dijo en ese momento al hombre frente a ella— debo comprar objetos mágicos y hacer sacrificios cada noche,… ¡No hables con nadie! ¿Qué dicen los demás? —preguntó, imitando el tono de voz de las pitonisas en la TV.

—Están asustados —contestó el hombre, frotándose los dedos con gestos nerviosos— les preocupa lo costoso de las cosas. Están pidiendo un milagro, algo que lo evite sin que nos cueste el dinero de la comida.

—La desgracia ocurrirá si no hacen lo que digo, —insistió molesta y comenzó a barajar las cartas con destreza, — mira, mira, aquí se verá —y lanzó tres cartas para reforzar sus palabras. Entonces dio un gemido cuando las miró.

— ¿Qué pasa? —preguntó muy asustado el viejo.
— ¿Qué es esto? ¿Qué será? —dijo la mujer en voz baja, irguiendo el cuerpo como para alejarse de las barajas.

El hombre frunció el ceño y la duda que siempre estuvo en su conciencia se asomó con fuerza.
— ¿Qué será?... —pensó— nunca había dicho eso, ¿en verdad sabrá de esto?
En ese instante el techo crujió y un trozo cayó en la cabeza de la pitonisa. La mujer murió sin producir algún sonido.

Un año después, viendo el futuro con optimismo, todos decían aliviados:

—Ella hizo el milagro. Nada nos pasó y salió gratis.


Joseín Moros

miércoles, 30 de septiembre de 2009

EL ESTIGMA DEL DIABLO

“Stigma Diaboli” de una bruja fosilizado en piedra.

Cuando corría el año 1695, Ricardo Monzón, agricultor de Montilla, presentó una denuncia ante el Santo Oficio. Acusaba a su vecina Margarita Cuevas de que esta, con magias de brujería, malograba todos los huevos que ponían sus gallinas. Todos ellos, inexplicablemente, cuando se abrían, estaban impregnados de sal. “Excelencia –había dicho Ricardo Monzón al Inquisidor-, por culpa de los hechizos de esa mujer hay en los huevos más sal que en las propias aguas del mar.” Además, habría argumentado nuestro hombre, Margarita mostraba en su pecho uno de esos estigmas con los que el Maligno marca a sus fieles más distinguidos. En efecto, aclaró Ricardo, su vecina tenía tres pezones en el pecho, en lugar de los dos que resultan habituales en las mujeres.

Se dice que los inquisidores admitieron la denuncia, de modo que pronto dieron comienzo los interrogatorios y las torturas que se prolongaron durante casi dos años. Margarita, al cabo, reconocería que todo aquello de lo que era acusada era cierto. Se declaró culpable, por tanto, de que los huevos de las gallinas de su vecino resultaran insoportablemente salados, así como de tener en su pecho, además de los dos habituales pezones, una tercera “tetilla” con la que, sin duda, la había marcado Satanás en el mismo momento de su nacimiento. En aquellos tiempos, el conocimiento científico estaba algo atrasado de modo que a los inquisidores ni siquiera se les pasó por la mente comprobar si los huevos que ponían las embrujadas gallinas estaban realmente salados o no. La bruja, apaleada, había confesado su crimen y eso les bastaba.

Mucho antes de que se hiciera desfilar a Margarita por las calles de Córdoba, camino de la plaza de la Corredera, en el Auto de Fe que se celebró en esta ciudad el 7 de agosto de 1699, las gentes de Montilla supieron que la misma noche en que Ricardo Monzón interpuso la denuncia, su esposa había abandonado el hogar familiar. Parece que su marido nunca supo aclarar porqué sabía que la vecina tenía tres pezones…

Señales malignas

Pronto, en el pueblo, corrió la voz de que el Inquisidor de Córdoba, don Iñigo de Meléndez, tras la confesión de Margarita Cuevas y el mágico suceso de los huevos embrujados, se había desplazado a Montilla guiado por el ánimo de investigar la posible presencia allí de otras brujas. Las gentes lo habían visto acompañado de cierta muchacha de Écija de la que decían que sabía reconocer en el cuerpo de las hechiceras el “Stigma Diaboli”, esa señal que el demonio marca en las gentes descarriadas cuando sus almas entran a su servicio… Pronto un miedo intenso sacudió a las mujeres montillanas.


Escena familiar de los felinos en reposo.


Poco después, sin embargo, todas ellas pudieron suspirar con alivio contemplando como con ciertas urgencias los hombres del Santo Oficio regresaban a Córdoba. Parece que la noche de antes de la partida, en ausencia de la Luna, cuatro gatos asilvestrados, tres de ellos blancos y el cuarto negro, habían atacado a la muchacha que don Iñigo de Meléndez había contratado, que mostraba ahora en sus delicados pechos, tras los envites gatunos, las marcas de trece de esos diabólicos estigmas.


ANTIQVA

lunes, 28 de septiembre de 2009

SAKIAIRA

I

Nací entre los muros de Zaratustra. Ese día las lágrimas del mundo eran de alegría. Los pájaros pintados en los altares de fuego, escaparon y entonaron melodías en mi cuna. Mi padre fue un río que bendecía con su limo. Callado me enseñó los principios de la vida sólo con ejemplos. Tenía la voz de las olas estampadas en las piedras intrusas. Me indujo a amar la oscuridad de la noche como al misterio más sagrado. De mi madre, sólo sé que, fue una hoja fecundada por el río y así nací con las fuerzas del agua que recorre las llanuras. Ella tenía ojos de canoas y hablaba como el sol naciente. Aliviada, luego de mi nacimiento fue a dormir por siempre en un nido entre los toros alados en bajorrelieve.

Espero las últimas horas de las noches para guardar las estrellas en el balcón de mi alma. Ellas luego saltarán, sin mi permiso para colgarse de esa sombrilla oscura que cubren los días. Desde allí lanzan hebras de poemas que prenden en los corazones enamorados. No son poemas terrenales, por eso tienen más música, es la melodía del profundo espacio.

No creas que estoy siempre en el mismo lugar, porque a veces me gusta transitar por la carretera que forman las nubes secundadas por las luces que el sol me prestó.

Siempre me preguntan cual es mi nombre, y vos también querrás saber. Me llaman SAKIAIRA y cuando me nombran voy prendida en un pentagrama con líneas de golondrinas, son las que viven en los muros de Zaratustra. Sí, en esos huecos encallados en los capiteles. Traen su doctrina como un tren de himnos con principios éticos que no temen a los terrenos difíciles de la vida.

Cuando llega abril me subo a un barrilete y muy arriba el viento me enseña que la muerte está acosando en cada momento, pero la muerte es mujer como yo y no le temo. La veo siempre secando el rocío, rompiendo los nidos y en el proyectil que se hunde en un pájaro. Desde el barrilete, pinto los arco iris, y enciendo de rojo el horizonte mañanero. Me ayudan las mariposas que vienen desde el otro lado del cielo, llegan en paracaídas de flores .Sus alas se sacuden para secar más rápido todo lo que pinto.


II


Un día de tormentas, vi que los océanos crecieron tanto y con sus olas salpicaron mi barrilete ,me avisaban que bajara para ver la tierra temblando, devorada en sus orillas por las aguas .Entonces quise llenarme del poder divino y hablarle, pero Dios estaba ocupado en la distribución de continentes y aguas. La fuerza de un huracán me llevó a una isla de caracoles donde los árboles habían desaparecido hacía mucho tiempo y en el suelo caracolado dormían miles de rayitos de sol. Vi un ángel que extendía sus alas invitándome a volar a un lugar donde se juntan el sol y la luna para repartirse los eclipses y las fases en una precisión matemática. Acepté y juntos fuimos a plantar latidos de estrellas, pero de pronto me enredé en un aro de Saturno. Cargué con una pequeña franja y viajé por encima de las galaxias. Deshilé a esa franja de Saturno, formé un enorme ovillo y fui cosiendo los días de modo armonioso, como formando un telar tomando el color de los desiertos y de las selvas, poniendo la humedad de la hidrosfera, el suspiro amoroso de Dios y todo el oxígeno del amor.

Así el calendario contiene a todos los seres, a los animados y los inanimados. Eso sí, como me llamo SAKIAIRA y habito con los ángeles, me aseguré que la guerra no tenga lugar, porque en ese telar la maldad se filtra y cae al vacío inconmensurable. Este telar sostiene ejemplos valiosos, desprendidos de la órbita divina, se siembran ilusiones y concretan esperanzas.

Te aconsejo que dejes las tristezas en los pétalos de las rosas, la tristeza que salpica en cualquier momento queda triturada y cada pedacito se prende en los labios como sonrisa. Es así. No falla, prueba demoler lo malo con tu pensamiento y verás que tienes más fuerza que un tornado.

Stella Maris

domingo, 23 de agosto de 2009

NATURALEZA

Os voy a contar la historia de cómo cuatro pequeños duendes salvaron el mundo. Escuchad atentos:

En un remoto bosque de un lejano país vivían cuatro duendes en una vieja cabaña. El primero de ellos era joven y alegre, disfrutaba de la luz y sonreía con el trino de los pajarillos. El segundo siempre perezoso y remolón adoraba las siestas después de comer y los baños en el río. El tercer duende era mayor que los dos anteriores y muy enfermizo, pues perdía a cada paso un poco de vida, como un árbol pierde sus hojas. Y el último duende, un viejecillo de pelo canoso pasaba sus días frente a la lumbre envuelto en su tupida manta. Se llamaban Primavera, Verano, Otoño e Invierno y nadie podía calcular su edad. Nadie sabía cuánto hacía que habían nacido, pero el mundo entero celebraba sus cumpleaños.

Se pasaban la mayor parte del año durmiendo y sólo uno de ellos permanecía despierto, vigilando el trabajo que le había asignado la jefa de los duendes: Naturaleza. Era el turno de Primavera. Llevaba despierto sólo dos semanas intentando limpiar el rastro de Invierno, que muy cansado ya por la edad, había olvidado guardar la nieve de las montañas y el hielo de los ríos. Mientras derretía la nieve con la ayuda de los primeros rayos de sol, recibió la visita de Naturaleza.

- Primavera, debes despertar a tus hermanos- dijo muy seria

- ¿por qué?¿qué es lo que pasa?

- La bruja Contamina, está haciendo de las suyas y yo cada vez estoy más cansada, tenéis que ayudarme.

Primavera salió corriendo directo a la cabaña y despertó a gritos a sus hermanos para contarles lo que le había dicho su jefa.

- ¡Verano, Otoño, Inverno¡¡Despertaos¡ Algo malo va a pasar

- ¿Qué dices hermano?- preguntaron los tres

- Contamina ha vuelto y tiene acorralada a Naturaleza. Quiere convertirse en la jefa y crear una sola estación. Quiere que exista un solo duende que cambie nuestro trabajo. Si Contamina gana, solo habrá calor y los polos que tanto tiempo has cuidado Invierno se derretirán y mis pájaros se irán.

- Eso es imposible, ¿qué podemos hacer? Es más fuerte que nosotros- preguntó Verano, aún medio dormido.

- Lo único que podemos hacer es pedirle ayuda a las personas para acabar con esa malvada bruja.
- ¿Cómo?

- Si les enseñamos lo que va a pasar si Contamina gana, a lo mejor podemos conseguir que dejen de tirar la basura y empiecen a reciclar. Sin basura Contamina no tendrá comida y podremos encerrarla para siempre

- ¿Estáis conmigo?

- ¡¡¡ Si ¡¡¡

Así los cuatro duendes empezaron a viajar por el mundo derritiendo el hielo con los rayos de Verano, congelando los campos con el frío de Invierno y estropeando las cosechas con la debilidad de Otoño. Lo que hacían no les gustaba pero era la única opción para atrapar a Contamina.

Cuando los hombres se dieron cuenta de lo que estaba pasando, empezaron a limpiar los ríos y mares. Empezaron a separar la basura y a reciclar. Cada día que pasaba Contamina estaba más débil y los duendes más y más fuertes, así que decidieron ir a atraparla a su escondrijo.

- Sshh no hagáis ruido- dijo Primavera

- Contamina está en su habitación. Sus compinches la han abandonado porque ya no tiene fuerzas y no podrá ser la jefa. Es nuestra oportunidad- dijo Invierno

- Adelante chicos, tenemos que salvar a Naturaleza

Muy despacio y sin hacer ruido los cuatro se adentraron en la guarida de Contamina y la capturaron. Estaba tan cansada por no haber comido que no fue capaz de pelear. La llevaron a su cueva y la encerraron en una jaula con cuatro candados. Cada uno guardó una llave y aunque Contamina intente escaparse siempre habrá un duende despierto que vuelva a cerrar su jaula y a salvar a Naturaleza.


martes, 23 de junio de 2009

SUEÑO EXTRAÑO

Me despertó el grito de alguien. Me sentía con tanto sueño que no podía abrir los ojos. De vuelta los gritos, pero ahora eran más voces.

Agudicé el oído y traté de escuchar lo que decían, me hablaban a mí pero no decían mi nombre.

Una mano me sacudió el hombro.

Al verla no pude entender dónde estaba ni quién era, pero si que estaba diciéndome que prepare el desayuno. ¿Yo? No pude pensar con más claridad. Otro alguien me sacó de la cama y me llevó arrastrando a la cocina, volvió a gritarme que me apurara y se marchó.

Entre tanto aturdimiento no alcanzaba a terminar de despertarme y analizar mi realidad.

¿Cómo había llegado ahí? ¿Dónde estaba? Y ¿quiénes eran esas personas?

Sentía que mi cuerpo actuaba automáticamente preparando las cosas y sirviendo las bandejas, pero no me daba cuenta de lo que hacía.

De golpe encontré un montón de ratas… ¡¡¡ratas!!! Dando vueltas a mis pies, y una me pareció que me hablaba, será el cansancio pensé, es parte de un sueño extraño, me dije.

Pero ahí estaba yo, más despierta que muchas veces conversando con una rata.

—Apurate Cenicienta —dijo la rata dos veces

—¿Cenicienta? —me causó gracia, esto debía ser un mal sueño, pero no.

Había poco tiempo para pensar y mucho por hacer. Traté de adaptarme al lugar y hacer aquello que me pedían sin razonar mucho más.

Cuando todo se calmó fui a mi cuarto, ¿mi cuarto? Me miré al espejo, y comprobé que era Cenicienta. Mi cabeza daba vueltas y no podía entender qué hacía en un cuento de hadas, rodeada de animales que hablaban y pájaros que me cantaban alegremente.

Miré mejor y allí había un vestido arreglado y listo para usar.

Entonces era verdad, estaba dentro de un cuento.

Recordé la historia y sonreí para mis adentros, iría a la fiesta del príncipe. Mi sueño hecho realidad.

Cerré los ojos y me dejé llevar por aquella magia que lo hacía todo extraño, diferente y posible.

De pronto volví a escuchar a “mis hermanastras” y a su madre gritando en la escalera. Quería que se callaran, disfrutar de ese día era lo que esperaba, pero parecía algo imposible en ese lugar.

Me puse el vestido que estaba en la cama, me arreglé el pelo lo mejor que pude y salí, recordando cada página que había leído cientos de veces.

Vi sus rostros llenos de ira al bajar, sentí su odio y envidia, sentí como me rompían el vestido diciendo que no estaba en condiciones de asistir a la fiesta. Y aunque conocía como seguía, sentí ganas de llorar por la impotencia de no saber qué hacer.

Pensé si en verdad vendría el hada madrina y todo terminaría bien.

Y así fue, cuando la casa estuvo en total oscuridad y silencio, del fondo de la chimenea una chispa salió y se transformó en un hada celeste que con su varita mágica transformó mis andrajos en un vestido hermoso y mis alpargatas en zapatos de cristal, y afuera me esperaba una carroza con lacayos.

Llegué a la fiesta y todos se daban vuelta para mirarme, los hombres querían bailar conmigo, pero había uno que me enamoró con sus ojos azules, me tomó de la mano y bailamos toda la noche.

Sentí sus manos en mi cintura y la mirada penetrante que no podía evitar. Qué extraño sentimiento me unía a él, era como estar bailando en una nube, y sólo escuchaba música y su risa! Me decía cosas tan lindas, era tan simpático. Era imposible separarme un momento de él.

Lo más extraño fue que nunca dieron las doce y aun sigo bailando y riendo en sus brazos. Siento sus besos en mi boca y conozco de memoria sus palabras. Estoy acá atrapada en un cuento de hadas que no termina y soy inmensamente feliz.

Es extraño, todavía sigo siendo Cenicienta y hablando con ratones,
Escucho en las mañana el canto de los pájaros y entiendo cada una de sus conversaciones.

Pero lo más extraño de todo esto es que ya no recuerdo quién era antes y sólo sé que es el final del viaje, que este es el lugar que siempre busqué y soñé.

¿Será que aún los deseos más locos se hacen realidad?


Aldhanax Swan

domingo, 21 de junio de 2009

EL NUDO GORDIANO

Gordión(Frigia),333 a.c.

Calístenes, el historiador oficial de la expedición griega, se adelantó hacia el centro de la sala que habían habilitado el General Parmenión, y su hijo Filotas, para recibir a Alejandro y sus “compañeros” en la ciudad de Gordión. Clito el negro, visiblemente ebrio, quería oír de nuevo la historia del nudo gordiano. El monarca macedonio, que sentía cierta predilección por él, desde que salvara su vida en la batalla del río Gránico, dio su visto bueno.

-En el templo de Zeus de esta ciudad, supuestamente erigido por el rey Midas, cuyo aspecto ofende al mismo Dios al que pretende adorar, lleno de amuletos, reliquias, exvotos, vasijas de todo tipo, incluso miembros humanos depositados con la esperanza de acabar con dolores, y enfermedades de diversa etiología…

-Ve al grano…No te adornes…-Interrumpió Hefestión, con claros signos de estar tan borracho como los demás.

-Como iba diciendo…Dentro del templo se encuentra el carro del rey Midas, o del campesino Gordias, según otras fuentes. En ese carro, el yugo y el timón están unidos por una cuerda con un complicadísimo nudo. La leyenda dice que, quien lo desate, será el dueño de Asia, que supongo que es lo que os interesa oír ahora…

-Alejandro… Tienes que desatarlo. –Dijo Seleuco, buscando la mirada cómplice de Ptolomeo, Crátero y Pérdicas, y la desaprobación de Eumenes, canciller del líder macedonio, quien, en aquel momento, departía, al fondo de la sala, con un guerrero del norte, que se había unido a las tropas griegas en la batalla de Gránico, manteniéndose, aparentemente, al margen del espectáculo que los jóvenes, borrachos tras el festín, organizaban amparados en la breve disertación de Calístenes.

-Supongo que esto era inevitable. –Dijo Eumenes

-Tranquilo todo saldrá bien. Alejandro vencerá en esta nueva batalla- Sonrió el extranjero, intentando tranquilizar al preocupado Canciller.- Déjame a mi, saldrá del lío al que le están empujando. Jamás lograría desatar el nudo. Preséntame… haz que me oigan, el resto es cosa mía.

-¡Alejandro!, ¡Amigos míos! Quiero aprovechar esta reunión para presentaros al Noble Marcelus Calvarian, guerrero Kartaldas, quien se unió a nosotros en la batalla del río Gránico.
Clito el Negro, algo alterado, parecía estar viendo un fantasma…

-Es él… Es el hombre que me abrió camino hacia ti en Gránico.

-Perdonadle caballero. Está borracho. –Le interrumpió Alejandro- Siempre ha afirmado que el mérito de salvarme la vida se lo debía a un hombre con una espada centelleante, que emitía una luz verde, montado a lomos de un caballo igual que Bucéfalo.

-Se debe referir a mi espada Exkáldar, y a mi fiel compañero Bórtox. La espada es más larga y voluminosa que las vuestras, típica de mi tierra, quizá su brillo le deslumbrara. El caballo es negro y noble, pero no creo que llegue a la categoría, ni la estirpe de Bucéfalo. – Dijo con seguridad Calvarian, tomando el centro de la sala- Sólo mantuve a algunos persas…lejos de Clito. El mérito es suyo. A él debes tu vida.
-Alabo tu modestia extranjero. No discutiremos por eso, te lo agradezco igualmente. ¿Por qué te uniste a nosotros?

-Procedo del lejano reino Kartaldas, y me dirijo a Oriente. Creo que el camino más seguro es seguir a tu ejército.-Le Aduló-

-Es probable, aunque aún nos quedan batallas decisivas. El imperio Persa es grande y rico. Y su ejército poderoso.
-Estoy seguro que en pocos años llegareis con vuestras tropas a los confines del mundo. -Volvió a adularle-
Alejandro, bajo los efectos del vino aguado, pero muy especiado, que estaba ingiriendo, recién importado de Halicarnaso…

-Quizá, noble caballero…Y dado que según Clito, mi vida estuvo en tus manos, creo que te debo un favor…

-Corta el nudo con mi espada Exkáldar. –Dijo con decisión-

-¿Me ofendes? ¿Crees que no seré capaz de desatarlo? Admito que no se me había ocurrido semejante idea.

-Te seré sincero…No estoy seguro. Pero ante la expectación que ha levantado tu visita al templo…Mejor asegurarse de acabar con esa leyenda, y así convertirte por derecho propio, en el amo de Asia.

Alejandro intentaba pensar, bajo la neblina de alcohol que le provocaba el vino. La proposición del extranjero era inteligente, y, debía un favor a quien, supuestamente, le había salvado la vida.

-Acepto. Noble Calvarian- Zanjó Alejandro brindando al aire.

A la mañana siguiente, ante una multitud enfervorizada, Alejandro, junto a Hefestión, flanqueado por Seleuco, Ptolomeo, Crátero y Pérdicas, bajo la atenta mirada de Parmenión y Filotas, se entretuvo unos instantes admirando el complicado nudo, antes de elevar al cielo la fantástica espada Exkáldar, cuyo pomo brillaba con una ligera luz verde, y cortarlo de un solo tajo, ante los vítores de la multitud que abarrotaba el templo, y sus alrededores.
En una esquina de la sala, ocultos al público…

-Era otra parte de mi destino que debía cumplir. Mi presencia debe permanecer oculta a la historia. Recordad, yo nunca cabalgué junto a Alejandro. – Dijo Calvarian

-Jamás estuviste en este tiempo. –Dijo Eumenes, mientras Calístenes asentía, y sellaba, con ambos, un pacto de eterno silencio.

Calvarian

viernes, 19 de junio de 2009

INTRUSO

Bitácora del capitán. 18 de febrero.

A pedido del comando de la flota, nos desviamos de nuestro curso para examinar una estructura detectada por satélite. Nos informan que no se registra actividad militar o industrial en la misma, es relativamente pequeña y está semiescondida por el hielo. Llama la atención la presencia de una fuente de calor dentro de la misma, de carácter no precisado.


19 de febrero

El submarino quebró la capa de hielo muy cerca de las coordenadas indicadas. Los tripulantes manejaban diferentes hipótesis, desde un puesto de espionaje de los rusos durante la guerra fría hasta un antiguo refugio de los primeros exploradores del ártico. Que yo sepa, ninguna expedición pasó nunca por ruta tan dura para la supervivencia.
Al entrar no encontramos una puerta, sino un pasillo con curvas a noventa grados cavadas en el propio hielo, tal vez para evitar el viento. Había viejas prendas de vestir masculinas, que sugieren un usuario de gran estatura. Encontramos también numerosos manuscritos escritos en una lengua que parece alemán. Parece tratarse de un diario. La fuente de calor detectada por satélite sería de un primitivo tipo de lámpara, ahora apagada. Nos llevamos de allí más preguntas que respuestas. No sé lo que voy a reportar. Espero que estos manuscritos que den alguna información útil.

20 de febrero

Con la ayuda de un tripulante que habla alemán, vamos avanzando en la comprensión de los manuscritos. Nos llama la atención la frecuencia con la que aparecen algunos términos: monstruo, Víctor, doctor, venganza, odio, llama de la vida. El autor, sin nombre conocido, sería responsable por la muerte de un tal doctor Víctor, por quien sentía una mezcla de odio y admiración en igual medida. Ese hecho le habría apenado mucho, y la decisión de alejarse de todo ser humano lo habría llevado hasta tan remoto lugar. Quien lo haya escrito debió morir hace mucho tiempo. Eso supondríamos, si no nos contradijeran un moderno satélite y una antigua lámpara.

21 de febrero

Mis hombres comienzan a ponerse paranoicos. Dos tripulantes han desaparecido cerca de la sala de reactores. Otros tres afirman haber sido observados por algo o alguien muy rápido en sus movimientos, algo que describían como una gran figura solo percibida por un momento mientras trabajaban. Hay quien se aventura a afirmar que no volvimos solos de aquella vieja estructura. ¿Cómo refutar los temores de los tripulantes en una nave tan grande y con tantos rincones? El temor está empezando a correr como una epidemia en una nave herméticamente cerrada. Si hace falta, yo mismo voy a recorrerla completamente para tranquilizarlos.

Bitácora del primer oficial
22 de febrero

No encontramos al capitán, ni a la mitad de los tripulantes de la sala de máquinas. Abandonamos nuestro curso para dirigirnos a la base más cercana. Ordené al traductor que no volviera a mencionar una palabra sobre lo que sigue descubriendo en los manuscritos. Nada de odio, o venganza, o de un tal doctor Víctor von Frankestein. Sin embargo, tengo miedo, hecho que me cuesta mucho ocultar cada hora que pasa.




Jorge Fénix

miércoles, 17 de junio de 2009

HECHIZO

La noche se apoderaba del bosque bajo el mando de la luna. Ínsthar, gran guerrera de la comarca Alfáthor, había caído bajo las fauces de su peor enemigo, el nigromante Próctor. Hacia muchos años que se habían enfrentado por primera vez. En aquella ocasión, la joven Ínsthar consiguió escapar con la ayuda de sus amigos, pero… esta vez… la fortuna no estaba de su lado.

Tras luchar contra el ejército enemigo, Los Perami, y atravesar cientos de cuerpos con sus dagas de ámbar verde, el agotamiento hizo mella en las fuerzas de la joven, que aunque rodeada por treinta guerreros nórdicos sedientos de sangre, no cesó de luchar hasta verse apresada.

Su esbelta figura surcaba el cielo sobre las potentes manos de sus secuestradores, quienes la portaban ante su jefe. La sangre seca de sus enemigos pintaba su piel. El sudor le otorgaba un brillo que ensalzaba su tez, bronceada por el sol. Yacía a los pies de Próctor, cuando éste le propinó una patada. Ínsthar despertó de un dulce sueño. Al percatarse de lo acontecido, un fiero rugido escapó, rabioso, de su garganta. En sus ojos, la venganza lanzaba dagas hirientes que atemorizaba a los allí presentes.

—Ínsthar, la hechicera, está a mis pies —aclamó Próctor a sus súbditos, que rompieron en aplausos y vítores a su Rey.

—Esta vez no vendrá nadie a salvarte, ya me he ocupado de ellos. Estas sola, y pagarás por tu insolencia hacia mi grandeza durante tantos años.

Ínsthar ignoraba las burdas palabras de su enemigo, e intentaba escapar pidiendo auxilio a su amigo Calvarían, mediante una habilidad que había aprendido de las hadas de Swálior. Allí le enseñaron a comunicarse con la ayuda de las hadas del aire.

El tiempo se esfumaba, y mientras gritaba, angustiada por no conseguir conectar con Calvarían, el eco de un hechizo se escabulló desde la fétida boca de Próctor, introduciéndose en sus delicadas, y perfectas orejas.

—Ínsthar, mujer valerosa, temida por los más feroces guerreros, ocuparás el lugar que te corresponde en un mundo lejano, de donde no podrás regresar. Perderás tu cuerpo para convertirte en un hada insignificante y débil. No te has rendido a mi poder y magnificencia, y ello te arrastrará a una vida etérea y fútil.

Próctor unió sus manos, sopló sobre ellas varias veces, y las separó, desprendiendo sobre la joven un polvo luminoso, que la hizo desaparecer al instante.

Despertó entre hojas de platanero, acurrucada para mantener el calor, ya que su cuerpo se mostraba desnudo tras el viaje. Sus manos recorrieron su piel, reconociendo su figura. En la espalda encontró unas preciosas alas traslucidas, con las que conquistaría el cielo. Se vistió con unas pequeñas hojas de un árbol cercano, cubriendo su diminuto cuerpo, y emprendió el vuelo con dificultad.

Una mañana, mientras exploraba el bosque, escuchó los gritos de un chico en peligro. A pesar del hechizo, no había perdido sus habilidades con las dagas, ni en la lucha cuerpo a cuerpo, ni siquiera en la estrategia para el combate.

Aleteó, hasta alcanzar una velocidad de vértigo y, plegando las alas, se dejó caer en picado, hacia el lugar de donde provenía la llamada de auxilio. El niño luchaba por zafarse de las manos de un rechoncho pirata, cuando la vio aparecer.

Las pequeñas alas se movían con fuerza manteniéndola, sin esfuerzo, en el aire, al tiempo que entonaba un canto desconocido. Al instante, y gracias a su magia, la bella Ínsthar se multiplicó por mil hadas, que revoloteaban alrededor del pirata, propinándole patadas, y golpes maestros, que le abocaron a la locura, y a una cobarde huida.

Ínsthar se posó en la nariz del niño, y le miro a sus ojos de miel.

—¿Cómo estas pequeño? —le pregunto el hada.

—Bien, gracias. ¿Cómo has podido dar esa patada… y ese truco? El chico, excitado, deseaba conocer cada secreto de esa hada, de lo que sus ojos habían visto.

—Ya te lo contaré con mas tiempo. Una graciosa risa sonó por el bosque.

—¿Como te llamas, pequeña hada? -preguntó el niño.

Tras mucho pensar, decidió bautizarse con un nuevo nombre…

—Campanilla, ¿y tú?

—Yo me llamo Peter, Peter Pan.


Ínsthar Malar