De repente, en medio de la caña (la mía, ella café), me reprendió por mi falta "de actividad". Pensé en argumentar, en explicarme, en fabular. Pero por no contradecirla, y que gano yo con la pelea, pensé, no hice nada. No "realice actividad alguna" (excepto dar un trago largo, concentrado).
Ella ya estaba supliendo mi falta de actividad con airadas protestas, especulaciones y tics nerviosos, que llenaban el café de ruido y de paso movían su café en círculos concéntricos. Se había instalado en un bucle de retroalimentación argumentaria muy peligroso así que me vi obligado a salir de mi inactividad, decidí contarle la Historia de Paranoico Pérez:
Y así la conté:
"- leí la historia de Paranoico Pérez en un libro, que a su vez leí hasta desencuadernarlo.
- ¿qué? - me apunto el primer tanto: ella no esperaba nada. Llevo ventaja, debo luchar por conservarla. Sigo.
- Bartlebly y Compañía, de Vila-Matas - lo digo vocalizando mucho, como si ella me tuviera que leer los labios.
- ...- solo levanta las cejas.
Es evidente que no sabe quién Vila-Matas y no sabe quién es Bartleby. Yo ya lo sabía, que ella no lo sabía. Por algún motivo estas situaciones, donde yo hablo de "cosas" la exasperan. Así que procuro llegar a estas situaciones lo más rápido posible. Factor sorpresa.
- Para resumir, el problema de Paranoico Pérez es que el Puto Saramago - aquí me detengo un poco solo para regodearme, ya que sé que ella tampoco sabe quién es Saramago - se le adelanta y escribe antes que él las novelas - remato mientras separo las manos y las coloco con las palmas hacia arriba y subo las cejas. Subo mucho las cejas.
- ... - sigue sin decir nada.
Ahora lo que le molesta es mi actividad. Sus nudillos blancos la delatan. Leo en las arrugas de su frente que le apetece romper el plato del café y con el filo desportillado rajarme la cara a la altura del ojo. Como la portada de del disco de Bowie. Hacerme un Bowie. Fantaseo durante unos segundos con la posibilidad de explicarle todo esto: el plato, la porcelana filosa, el corte, la sangre, hacerme un Bowie. Pero fantaseo aún más: ella no sabe quién es Bowie! Sigo pues con Paranoico.
- O sea el problema, es que a Paranoico Pérez se le ocurren las ideas. Pero se da cuenta de que ya están llevadas a cabo, de que otro ya las escribió. Terrible, ¿no? - le pregunto sin esperar respuesta - y encima, por si esto no fuera ya suficiente, el otro gana plata, recibe premios - esto ya lo digo llevándome las manos a la cabeza como poseído por un ataque de piojos.
Parecía derrotada por mi ataque relámpago pero va y dice
- ¿y?-
- ... - Decido callar. Vuelvo a mi habitual Falta de Actividad.
(Bebí con una calma furiosa, amparado en el pretexto del repentino sol primaveral, pensando en todos esos libros que me han robado, que han escrito otros por mí)