Tras un largo año sufriendo con él sus continuas caídas, recaídas, cirugía, analíticas, sondajes, inyecciones, pastillas... otras pastillas… pruebas y más pruebas…. aquí está. Ha cumplido dos años. Admirable es su paciencia, su resistencia… eso que nos falta tantas veces a los humanos.
En su inocencia, desconoce cada cosa que le ocurre; pero lo sufre. Aun así me sorprende con caricias, juegos y locuras felinas. No se lamenta como haría una persona enferma. Yo sí me lamento por él en silencio cuando empeora. Lo sufro todo en esos momentos, intentando en vano imitar su fortaleza.
Muchas veces, trato de leer en su mirada azul, si acaso ya hay cansancio a su corta edad… y descubro qué está lleno de vida. Cada día es una lección. Me propone juegos continuamente y cuando caigo por él… consigue vendar mi alma, haciendo que regresen esas sonrisas que, últimamente me costaban tanto esbozar.
Veo en él, a un niño que se asusta y tiembla cuando en esa mesa metálica, fría, está siendo manipulado… Me gusta pensar que cuando me busca con la mirada, entre manos ajenas que lo retienen, me está pidiendo que regresemos a casa, donde vive con la seguridad del amor y la protección. El hogar, la seguridad, sí. Donde no hay inyecciones, extracciones de sangre, ni dolorosos sondajes. Donde conoce cada una de las cosas que toca con sus blancas y blandas patas. Donde le espera mi cama y la calidez de éste, mi cuerpo, que le ofrece un nido en el que se enrosca, se estira… bosteza. Donde duerme con la relajación que le otorga la tranquilidad de saberse bajo su techo... Donde se despierta en mitad de la noche, cuando la casa duerme y el silencio se rompe, sólo por el leve sonido del pasar las páginas del libro que contempla entre mis manos y que, girando la cabeza pudiera parecer que lee junto a mí.
Yo sé cuanto debo aprender de él. Él no sabe, claro… que sufro porque lo amo. Que hay noches que no duermo para observarlo.
Ahora está aquí mientras escribo. En nuestro escritorio. Me mira pidiendo caricias que no necesita pedir, pues sabe que son suyas. De mis manos a su cuerpo, de mi alma al interior de su mirada. Caricias a veces demasiado sutiles, por si algo le duele y el pasar de mi mano por su pelaje de terciopelo, sea desafortunado. Me equivoco. Siempre reacciona contento, como sonriendo, buscando más. Le susurro cosas al oído y entorna los ojos. Reconoce las palabras, reconoce el sonido y me responde con su lenguaje. Suave es su ronroneo. Se acaba de tumbar a dormitar con el sonido de las teclas. Desconoce que nuevamente estoy estampando mi alma con las palabras. Esta vez sólo por él.
Durante éstas dos últimas semanas, el miedo se apoderó de mi más que nunca. Y han habido tantos momentos de miedo, que decir "más que nunca" me inquieta demasiado.
Derek lo ha pasado muy mal. Y yo… yo creí que había comenzado el momento de la cuenta atrás. Me negué a caer al vacío, a dejarme vencer por el dolor y miedo. El miedo es un ladrón que roba oportunidades, bloquea. Pero, ¿cómo evitar ese miedo creciente en mí? Imposible. Así, de la mano del miedo, pero sin desfallecer, volé una noche a urgencias con él. Se había puesto muy enfermo.
Urgencias… doble golpe en mi alma que iba ya lacerada. No quedaba otro remedio, tenía que ser allí. Era aquella mesa donde estaban atendiéndolo, ésa misma donde Coco… mi Coco tan amado, exhaló su último suspiro. ¿Por qué la misma mesa? maldita sea. Y aun siendo maldita, dejé un beso sobre ella… Debo estar loca.
Me había jurado no volver allí, pero es el mejor hospital con urgencias. Por Derek rompí el juramento. Por Derek, sé que iría a cualquier lugar que mi alma me prohíba… sólo por ayudarlo… sólo por una leve mejoría… desde luego, sin pensarlo si es por salvar su vida…
El regreso a casa era todo abatimiento. Sangre. Mucha sangre. ¿Dónde estaba su orina? Sólo eran gotas de sangre viva. Y cada gota de su sangre que esparcía por la casa, eran heridas en mi alma que sangraban con él. Días y días viéndolo sangrar. Analíticas que hablaban de ausencia de plaquetas… de leucocitos y neutrófilos casi inexistentes. ¿Dónde se habían ido sus defensas?
Dos semanas terribles y agotadoras. Pero como digo: Aquí está, resistiendo de nuevo cada putada que le gasta su enfermedad.
Seguimos adelante. Seguimos resistiendo… no sé hasta cuando. No quiero saber… Sólo necesito tenerlo conmigo durante muchos años. Lo merece. Merece la vida sin sufrimiento ni enfermedad. Como cualquier ser inocente.
A mi ojos es un ángel y como dice parte de la canción Angels de Robbie Williams que he puesto en el video, Derek diría: "Ella me da protección, mucho amor y cariño" " Y cuando llegue el momento sé que ella no me abandonará"
Claro que no. Nunca lo abandonaré, nunca dejaré de luchar por su bienestar y su salud. Tiene todo de mi. Y más. Es mi familia, es mi pequeño… Es mi gato. Lo amo.
Maldigo a quien sea culpable de todo lo que está sufriendo mi Derek. Pero sin odio, ya que no deja de ser un sentimiento. Y yo malgasto mi dinero, mas nunca mis sentimientos. Que nadie piense ni por un instante que vivo con amargura ésta situación. Mi dolor se vive de un modo que en nada se asemeja a lo que piensen esas mentes obtusas. Yo aprendo y me fortalezco de cada caída. Todo lo que crean "ésos otros" (yo sé de quién hablo) es diferente y me es indiferente, dado que no me conocen…. Ni les daré el privilegio de conocerme.

Yo sé como vivo las circunstancias que me rodean. Amar y sufrir van unidos con un lazo inseparable. Si no sufres no has amado jamás… si no amas no conocerás el sufrimiento. Para mí, es vivir con un hueco en el alma…  (suponiendo que, de quienes hablo tengan alma, obvio) No hay puzzle más feo que un alma incompleta.
Es tan ridículo hablar aquí de esto, que no ha merecido la pena mencionarlo.  
Aun con todo, soy feliz. Siempre lo digo, pero es tan cierto... Los que me rodean saben hacerme feliz, llenarme, hacerme reír. Gozar. Como yo a ellos.
Degusto la vida y hago lo que me place.  Algo que pocos pueden decir.
Mayka