Hace rato que no les cuento un cuento...
Echamos un último vistazo a la casa de Oma en la calle Maple.
La casa está vacía pero todavía huele a sopa de repollo y masa de levadura caliente, limón y vinagre.
“He vivido aquí la mayor parte de mi vida,” dice Oma.
“Eso es mucho tiempo,” digo yo.
Las cosas especiales de Oma están empacadas y guardadas en nuestro sótano. Son cajas y cajas porque ella nunca tira nada. Conserva las camisas de trabajo del abuelo y sus vestidos de antes. Guarda cintas y encajes, cortinas y colchas.
Oma se para frente a la ventana de la cocina y mira el patio trasero.
“Emily. Oma. Es hora de irnos,” dice mi madre.
Mientras nos alejamos, Oma sigue mirando hacia atrás.

Oma se esta mudando al hogar de ancianos de Forest View.
En su nueva habitación, mi madre pregunta, “Qué te parece?”
Oma mira a través de la ventana el rio y los sauces llorones.
“En la calle Maple, no habia mucho para mirar,” dice.
“Pero la Sra. Mostowyk siempre saludaba cuando colgaba su ropa afuera para secar”.
Caminamos juntas por el edificio. Hay una gran cocina donde el cocinero prepara las comidas.
Mi madre le dice que ya no tendrá que cocinar.
“Yo amo cocinar,” dice Oma. “El abuelo siempre decía que nadie hace strudel como yo”
“Puedes hacer strudel en nuestra casa,” digo yo.
Oma me sonríe y me da unas palmaditas en el dorso de mi mano.
Yo creo que Forest View es hermoso. Hay flores por todos lados. Hay un salón para pintar y otro para hacer cerámica. Hay una biblioteca y una gran pizarra de anuncios - y hasta Bowling los Miércoles!
Antes de que terminemos el recorrido, Oma dice que está cansada y quiere recostarse.
Camino a casa mi madre está muy callada.
“No creo que a Oma le guste estar ahí,” digo yo “Creo que extraña la calle Maple.”
Mi madre está por llorar.
“No te preocupes,” dice. “Todo va a salir bien.”
Y tal como Oma, mi madre me palmea el dorso de la mano.
Oma se pasa el día sentada en una silla en una esquina de su habitación. Dice que la comida tiene un sabor curioso. Nadie sabe como hacer strudel y hay habas dos veces por la semana. Dice que no puede dormir de noche en una cama extraña. Y llama al resto de las personas mayores manga de bobos.
“Bobos!”repito y me río.
En casa, mi madre y yo clasificamos las cosas de Oma.
Vamos a hacer dos pilas. Cosas para conservar y cosas para dar.
“No podemos quedarnos con todo?” pregunto.
“Oh, Emily,” dice mi madre, riendo.
“Eres tan parecida a tu abuela.”
Yo me pruebo ropa antigua y sombreros graciosos
Le muestro a mi madre una camisa de franela con los puños pintados. Le pertenecía al abuelo.
Mi madre la acaricia suavemente.
“No puedo imaginarme porqué Oma conservó estas cortinas de cocina,” dice mi madre.
“Quizás, le recuerdan a la calle Maple.” Digo yo, encogiéndome de hombros.
“Mira ésto!” dice mi madre, sosteniendo una manta deshilachada.
“Era tuya cuando eras bebé, Emily.”
Encontramos el vestido que mi madre usó en su primer recital de piano.
Al final del día, sólo teníamos una pila. Cosas para conservar.
Hay una última caja que clasificar. Adentro hay un quilt descolorido.
“Oma hizo este quilt con las remeras del abuelo,” dice mi madre.
“Podriamos hacer un quilt,” sugiero yo, “Usando todas las cosas que Oma amaba de la calle Maple.
“Oh, Emily!” dice mi madre, dándome un abrazo. “Sos una niña tan pero tan inteligente!
Hemos trabajado con el quilt todos los días por semanas y semanas. Aprendo como cortar parejo y coser derecho. Las puntas de mis dedos están lastimadas porque me los pincho con la filosa aguja.
“Mira en lo que nos has metido!” dice mi madre
Pero se ríe por primera vez desde que Oma se mudó de la calle Maple.
Quiero que el quilt sea una sorpresa, pero es difícil guardar el secreto.
Oma sigue quejándose. Su cuarto es muy fríp de día y muy caluroso de noche. Las flores del pasillo la hacen estornudar. La cancha de Bowling esta torcida y los zapatos alquilados huelen mal.
“No te preocupes, Oma,” yo digo. “Las cosas mejorarán.”
Y le palmeo el dorso de la mano.
Finalmente, el quilt está terminado.
Contengo el aliento mientras Oma desenvuelve la gran caja, levanta el quilt y lo despliega en su cama. Repasa mis puntadas con la punta de los dedos.
Mi madre ha bordado una casa como la de la calle Maple. Hay un horno para cocinar pan y hacer strudel, y una ventana con cortinas que miran hacia la casa de la Sra. Mostowyk. Oma saluda.
Oma me cuenta una historia por cada pedazo de tela que hemos cosido en el quilt.
Se recuerda bailando en su boda, contando el tiempo mientras mi madre tocaba el piano y envolviéndome en una manta el día que nací.
“El quilt es hermoso,” dice “Esta hecho de amor.”
Oma sigue quedándose de los bobos. Pero escuchó que la Sra. Mostowyk se mudaría al mismo edificio.
En el día libre del cocinero, ayuda en la cocina y hace sopa de repollo y strudel. Hasta se compró sus propios zapatos de Bowling.
Dice que cada vez que extraña la calle Maple, se envuelve en el quilt y se siente en su hogar.
Colorín Colorado, este cuento ha terminado.
Gracias, Teo (mi hijo menor) por sacar las fotos del libro y hacer la traducción!