martes



"Vamos a por ellos, coño", gritó un mando a los antidisturbios

Lo que pasó el sábado en Madrid es un gravísimo punto de inflexión en la ya intolerable represión del derecho a la protesta y a la manifestación. Disparar pelotas de goma en una plaza con miles de personas, muchas de las cuales son ancianos y niños, se parece demasiado a una declaración de guerra.

Los antidisturbios cargaron violentamente el sábado contra la Marcha por la Dignidad cuando aún no eran las 9 de la noche (hora hasta la que estaba autorizada la manifestación), el coro de la Solfónica cantaba en un escenario abarrotado y la plaza de Colón, el paseo de Recoletos y las calles aledañas estaban llenas de miles de personas, entre ellas numerosos niños y personas mayores. Lanzaron gases lacrimógenos, apalearon con sus porras de metal recubierto, retorcieron brazos con brutalidad, dieron patadas y dispararon sus asquerosas pelotas de goma, que podrían haber dejado tuerto a alguien o matado a uno de esos niños.
La versión oficial asegura que todo empezó porque alguien lanzó objetos a los agentes. Pero los portavoces oficiales no tienen, desde luego, la más mínima autoridad moral para que creamos su versión. Si el Gobierno miente por sistema. Si el Ministerio del Interior miente por sistema. Si han mentido sobre los muertos de Melilla ante todos los medios de comunicación, ante los observadores internacionales y en el mismísimo Congreso de los Diputados, ¿cómo pretenden que creamos que la agresividad de los antidisturbios no fue una provocación preparada con antelación?
No nos creemos la versión oficial porque el hecho de haber dispuesto 1.700 efectivos de la Unidad de Intervención Policial ya era una declaración de intenciones: sabíamos que semejante e innecesario despliegue significaba que iban a cargar. ¿Por qué, si no, tantos antidisturbios para una convocatoria que, según Telemadrid (la misma fuente oficial, a fin de cuentas), solo congregó a 4.000 personas? ¿Por qué se produjeron los enfrentamientos justo a tiempo de enviar imágenes violentas a los telediarios de la noche? ¿Por qué se produjeron a una hora en la que la Marcha no había terminado pero al Ministerio del Interior le daba tiempo de preparar un enlace con fotos y enviarlo a la prensa para su publicación?
No nos creemos la versión oficial porque ya hemos visto otras veces a sus esbirros infiltrados entre los manifestantes para provocar unos enfrentamientos que interesan al Gobierno. El sábado les interesaban especialmente, pues el Gobierno necesitaba desvirtuar con violencia el éxito de la Marcha por la Dignidad, que fue multitudinaria, unida en la diversidad y pacífica. Tenían una poderosa razón para llevar a cabo esas bestiales cargas: si no la lían ellos mismos, las fotos que habrían quedado serían solo las de esa imponente masa de indignados. Ahora tenemos las de los destrozos y las de unos encapuchados que parecen manifestantes violentos pero ayudan a los antidisturbios a esposar a uno en el suelo (mientras, por cierto, le aplastan la cabeza con un escudo policial).
No nos creemos la versión oficial porque, dos días antes, el presidente de la Comunidad de Madrid, ese Ignacio González puesto a dedo a pesar de estar relacionado con diversos delitos y de dedicarse a perseguir periodistas, había comparado el contenido del manifiesto de la Marcha por la Dignidad con el ideario político de los neonazis griegos de Amanecer Dorado y había deseado que el sábado no se produjeran lesiones “para nadie” ni contra “el patrimonio de todos”. Ante tal don visionario y ante un análisis político de tal calado (que ayudó a enriquecer el portavoz de su Gobierno, Salvador Victoria, catalogando las mareas como “izquierda extrema” y diciendo que los sindicalistas andaluces “van a Venezuela en business”), no nos sorprende que los suyos tuvieran previsto reventar, sin más, la fuerza movilizadora de trabajadores, parados, desahuciados y otros cientos de miles de ciudadanos indignados.
No nos creemos la versión oficial porque Cristina Cifuentes ya había advertido en Twitter: “Acampar en Madrid está prohibido fuera de las zonas habilitadas específicamente para ello, y las Fuerzas de Seguridad harán cumplir la ley”. Es decir, tenía a sus huestes aleccionadas para cargar en cuanto hubiera el más mínimo indicio de acampada, como así fue: cuando los antidisturbios arremetieron contra la multitud, se había empezado a levantar un campamento en Recoletos, previsto para permanecer allí hasta el martes, pero unos minutos antes de que empezaran las cargas, decenas de furgones policiales ya se habían acercado a la zona donde se montaban las lonas. Cabe señalar la obviedad de que una acampada, esté o no prohibida, no constituye en sí misma un acto violento. Pero Cifuentes quiere demostrar al PP que tiene la mano suficientemente dura para liderar el Ayuntamiento o la Comunidad de Madrid como su partido considera que hay que hacerlo: a lo tonto, como Botella; a lo mafioso, como González; o a lo bestia, como ella.
No nos creemos la versión oficial porque, aún en el caso de que fueran alborotadores quienes comenzaron los enfrentamientos, los agentes antidisturbios están ahí (les pagamos por ello) precisamente para proteger el curso pacífico de la marcha y la seguridad de los manifestantes, y no, al contrario, para poner en grave peligro su integridad física y su vida. ¿Cómo pretenden que los creamos después de enterarnos de que el hijo del golpista Tejero dirigía una unidad de antidisturbios de la Guardia Civil hasta ser destituido por celebrar en el cuartel el aniversario del 23F? Teniendo en cuenta que esa es la clase de jefes que tienen los distintos grupos de “control de masas”, encaja a la perfección el comportamiento violento de la policía antidisturbios, a quienes el sábado en Colón uno de sus mandos jaleó al tejeril grito de “vamos a por ellos, coño”.
No nos creemos la versión oficial porque es el ministro Fernández Díaz, ese ministro, el de la “ley mordaza”, el de las vallas de Melilla, el de las mentiras sobre los inmigrantes ahogados mientras recibían disparos de pelotas de goma, ese ministro, el que defiende la actuación de los antidisturbios en Madrid y acusa a los manifestantes de atacarlos. ¿Es que piensa que le resta un mínimo de credibilidad?
Lo que pasó el sábado en Madrid es un gravísimo punto de inflexión en la ya intolerable represión del derecho a la protesta y a la manifestación. Es el peligroso estiramiento de la tensión entre una ciudadanía pacífica y un Gobierno de creciente sesgo dictatorial, tensión que no se ha vuelto definitivamente insostenible gracias al aguante, a la resistencia, a la templanza y a la responsabilidad de esta ciudadanía. Pero disparar pelotas de goma en una plaza con miles de personas, muchas de las cuales son ancianos y niños, se parece demasiado a una declaración de guerra. Viene a decir: “Podéis ser más de un millón y ser pacíficos. Nosotros diremos que sois violentos y que no pasáis de 4.000. Pero eso no es todo: vamos a disparar y podemos dar en la cara a vuestros hijos. Así que os lo pensáis antes de volver a la calle. Porque vamos a por vosotros, coño”.

martes

La demagogia en seis puntos**


¿Quién nos roba? ¿Por qué nos roban? ¿Cuánto le cuesta a cada ciudadano el fraude fiscal? ¿Quién paga más?

Seguramente si dijéramos que los ricos roban a los ciudadanos, nos llamarían, como poco, populistas y demagogos. Es exactamente lo que ha dicho De Cospedal esta mañana  inaugurando un curso de FAES para alertar de los peligros que amenazan al liberalismo y al "centro-derecha".
Les presentamos unos cuantos argumentos "demagógicos" y "populistas".
¿Quién nos roba? Las empresas presentes en los llamados paraísos fiscales (el 94 por ciento de las del Ibex 35); las que, como Zara, facturan sus ventas por internet desde Irlanda o las que, como Microsoft, tributan en Irlanda las ventas digitales de software fabricado en España; también los multimillonarios que controlan las Sociedades de Inversión de Capital Variable que solo tributan un máximo del 1% sobre sus beneficios. Según los técnicos de Hacienda, la mayor parte del fraude fiscal en España (que equivale a un 23% del PIB) es responsabilidad de la banca, las grandes empresas y las grandes fortunas individuales.
¿Por qué nos roban? Porque los diferentes gobiernos españoles han gobernado a favor de los ricos legislando para facilitar el fraude, dirigiendo casi toda la presión fiscal sobre los que menos tienen y promoviendo diferentes amnistías fiscales. En los últimos años, de hecho, ha disminuido la recaudación del impuesto de sociedades y ha aumentado la recaudación por IRPF. Los ricos pagan incluso menos de lo que parece; no pagan un 52% de sus ingresos al fisco del Estado como dicen. En realidad pagan mucho menos gracias a un sistema de deducciones que les favorece y porque sus ganancias derivan mayoritariamente de las rentas del capital, que se gravan mucho menos que las rentas del trabajo.
¿Cuánto le cuesta a cada ciudadano el fraude fiscal? Unos 2000 euros al año.
¿Quién paga más? Los que tienen una nómina y ganan menos de 33.000 euros al año a través del IRPF y los falsos autónomos obligados a renunciar a sus derechos laborales.
¿Cuál debería ser la primera medida de un gobierno democrático sin más aspiraciones que proteger a las mayorías sociales? Hacer una reforma fiscal progresiva que dirigiera la carga fiscal sobre los ricos y reforzar la inspección de Hacienda.
¿Cómo llamarían a ese gobierno todos los medios propiedad de los ricos? Ya se lo han oído a Cospedal: demagogo y populista. Así llamarán a todo el que haga lo que hay que hacer. Tomen nota.
PABLO IGLESIAS | JORGE MORUNO

lunes

La mal pagada policía turca dispara contra manifestantes**




Otra vez esa imagen terrible. Recuerda demasiado al final de la dictadura de Franco, a los comienzos de la transición. La policía, traicionando a su pueblo y disparando contra los manifestantes que también están protestado por lograr condiciones de vida más dignas para las fuerzas de seguridad. Qué triste que gente del pueblo se ponga al lado de los poderosos. Son traidores que nunca han recibido nada que no sea desprecio y algunas migajas escupidas. Les basta para envilecerse.
En cómo se resuelvan estos asesinatos se juegan su suerte los procesos democráticos. Si los compañeros encubren a los asesinos, los políticos los justifican, los periódicos los ensalzan, los curas los perdonan, los jueces los absuelven y la ciudadanía se resigna, los estarán matando dos veces. Y el espíritu de la historia, en vez de desplegarse, se replegará avergonzado hacia la caverna donde su mal olor será su seña de identidad.

viernes


Grecia ha muerto


Silencio radio, término acuñado durante la Segunda Guerra Mundial, referido al cese total de las transmisiones. Aplicado al ámbito militar significa que no se permite comunicación alguna hasta nueva orden. El silencio de radio tiene como objetivo evitar la localización o alerta por parte del enemigo, impedir que las señales interfieran con las comunicaciones oficiales de una determinada misión, u operación de rescate.
Silencio, silencio absoluto… y que lo que no esconda el silencio… que lo esconda el ruido.
Grecia ya apenas ocupa espacio en los medios, de un tiempo a esta parte sus problemas apenas son un murmullo entre el estruendo de los papeles de Bárcenas, las faldas de Corina, los diferidos y los simulados… Grecia ya no existe, es solo un montón de cenizas bajo una gran cortina de humo.
Quizá sea pura prevención… quizá sea por nuestro bien, quizá sea que lo que fue Grecia se ha transformado en una inmensa bola de cristal, la que refleja con detalle nuestro porvenir… lo que está por llegar… y por eso ya no se habla de esos once millones de personas que no hace mucho parecían ser el centro de la economía mundo, el epicentro de la gran quiebra occidental… quizá no sea por ninguna de esas razones, y sea porque ha comenzado la voladura controlada del mundo que conocimos.
Siento curiosidad por saber cómo harán para, llegado el momento, volver a conectarnos con aquél pozo de miseria, cuáles serán las palabras que justifiquen tan prolongada desconexión, su salida de las portadas de los grandes periódicos, cómo enlazarán la simple crisis con ese infierno en que se ha convertido Grecia.
Ya lo sé… nos dirán que todo ocurrió ayer… nos darán grasientas raciones de medias verdades y embalsamados enviados especiales… o simplemente callarán… es lo más probable.
Saltarán de la nada al holocausto, que eso siempre impacta en el telediario de las tres, y luego, poco a poco, irán administrando las imágenes más duras… los testimonios doblados con voz de tarado… y todo ligeramente desenfocado, los colores desvaídos  los rostros difuminados, con aspecto de catástrofe en un país muy, muy lejano, lejano y distinto… cuando distinto significa peor.
Lo que hoy ocurre en Grecia es muy fácil de entender… es que la crisis ya pasó… y han entrado en un indefinible estado de agonía, a medio camino entre la guerra civil y la postguerra.
El documento de rendición se llama  MEMORANDUM.
Allá por febrero de 2012, los parlamentarios griegos pusieron su firma en lo que no es más que una condena a muerte de todo un país. “Memorando de Entendimiento” (MOU en sus siglas en inglés), es la entrega sin condiciones de la soberanía de Grecia en manos de bancos y empresas extranjeras. Páginas y páginas en las que se diseña el paulatino y sistemático desmantelamiento del estado, la usurpación de sus recursos naturales, de sus industria, de lo más necesario para la supervivencia de los ciudadanos…
El edicto impone normas estrictas para todo, desde la reducción de gastos en medicamentos de vital necesidad a las “limitaciones impuestas a los minoristas en la venta de productos de categorías restringidas, como alimentos para bebés.”
En otro apartado exige un progresivo recorte del sueldo de los funcionarios y demás trabajadores del gobierno, descapitalización de los fondos de la seguridad social y pensiones, privatizaciones de activos de propiedad pública, y una consecuente reducción del PIB. Algunos de sus párrafos dicen así:
“El gobierno está comprometido a sacar a la venta las participaciones que aún mantiene en empresas propiedad del Estado, si es necesario, para alcanzar el objetivo de la privatización total. El control público será puramente testimonial y limitado solo a casos críticos…” 
“El gobierno no propondrá ni implementará medidas que infrinjan en modo alguno las normas del libre movimiento de capitales”.
“El gobierno griego debe revocar el derecho a huelga y a la negociación colectiva, derogar la legislación sobre el salario mínimo que socava la “competitividad de los costes” (ya se ha aplicado en cuatro ocasiones la ley marcial)
“El gobierno establecerá un mecanismo especial para revisar el tratamiento de determinados contenciosos judiciales (evasión de capitales), mecanismo que ha de incluir incluso la posibilidad de eliminar de los archivos judiciales ciertos casos en espera de ser juzgados”
Atenas permanece oculta bajo una espesa capa de humo, parte de ese humo proviene de las estufas de quienes ya no pueden pagar la factura de la luz, de quienes han arrasado los bosques que rodean la ciudad para conseguir madera gratis y no morir de frío durante este invierno… otra parte de ese humo procede de los edificios en llamas, edificios que ya no arden por ser atacados con cócteles molotov, sino con explosivos caseros.
En la Plaza de Exarchia, en el mismo centro de la capital, ya no existe nada que pueda recordar al lugar que fue en su día. El pequeño comercio ha desaparecido, traficantes de todo tipo se entremezclan con grupos de jóvenes ansiosos por dar con el responsable de su rabia y de su frustración, la mafia albanesa de la heroína se ha establecido definitivamente y campa a sus anchas, bandas de chiquillos la emprenden a golpes con todo aquél que tenga aspecto de inmigrante…
No muy lejos de la plaza, cientos de bolsas azules llenas de fruta son repartidas por miembros de “Amanecer Dorado” entre los paseantes (previa inscripción voluntaria en el partido)… ya ni siquiera se dejan ver por el barrio los lujosos descapotables cargados de chicos, chicas, y bolsos de Louis Vuitton, hijos de familias acomodadas ansiosos por “saborear la revolución”… la violencia ya dejó de ser contenida, casi al mismo tiempo que la miseria. Pintadas desmañadas cubren cada pared, muchas de ellas reivindican ataques a edificios públicos, otras prometen venganza por la muerte de Lambros Funtas, miembro del grupo armado “Lucha Revolucionaria”… un muro empapelado con carteles recordando la muerte de un quinceañero llamado Alexis Grigoropulos… más nombres… todos muertos a tiros durante enfrentamientos con la policía.
No solo Atenas ya no es Atenas… nada es como era en Grecia… todo se refleja en un espejo imperfecto que ya nadie llama crisis… todo se ha deformado hasta lo irreconocible. Coches negros con los cristales tintados llegan de cuando en cuando a las barriadas de inmigrantes para atropellarlos, incluso ante la complaciente mirada de la policía…
Las posibilidades de encontrar trabajo ya no son distintas entre jóvenes y adultos, todas se reducen a empleos por horas, a esporádicas reparaciones a domicilio, a cobrar en especias… a ganar cinco euros al día por ayudar en un taller o en una panadería, a conseguir algo de pan o chatarra que vender para pagar la gasolina del generador eléctrico… comprar champú, mantequilla, pilas para la radio… y poder escuchar las palabras de Yannis Stournaras (Ministro de economía Griego).
“Si abandonamos la austeridad no recibiremos el siguiente tramo del préstamo. Hemos establecido objetivos que tenemos que cumplir. Si no, perderemos la confianza que hemos empezado a reconstruir”
Los griegos se preguntan cuándo comenzó esta guerra que no han visto empezar, esta guerra sin trincheras, sin banderas y sin cartelones llamando a filas… esta guerra sin bombas, pero con tanta miseria como la que más… esta guerra sin noticias del frente.
Amnistía Internacional ha denunciado ante la Comisión de Derechos y Justicia de la UE en Bruselas el hecho de que se esté deteniendo a personas sin la asistencia de un abogado, que se las incomunique y se las torture… son de ver los groseros retoques de la fotografías tomadas a los detenidos para ocultar las señales de sus rostros.
Patrullas compuestas de policías y miembros de “Amanecer Dorado” patrullan las calles y dan caza a todo aquél con aspecto de ser inmigrante.
Ya son más que habituales los multitudinarios saqueos de los supermercados, ya nadie se extraña de la complicidad de los mismos empleados que facilitan  a los asaltantes el acceso a la comida y artículos de primera necesidad. Son varios los asaltos a sucursales bancarias en los que los atracadores han repartido el dinero entre los viandantes.
Cientos de pequeños empresarios agrícolas se niegan a cumplir la orden del gobierno de destruir sus productos y deciden distribuirlos gratuitamente por colegios y hospitales.
Casi un centenar de activistas armados con cócteles molotov atacaron una mina de oro y cobre situada al norte del país, una mina cuya explotación se ha cedido a una empresa canadiense… una mina de la que se esperan extraer más de 12.000 millones de euros solo en oro… una empresa que paga a al estado griego apenas 11 millones… una mina que está causando efectos desastrosos en la agricultura y la pesca de toda la zona.
La mitad de los griegos viven ya bajo lo que se considera índice de pobreza. El 9,5% de paro de antes del “rescate” se ha transformado en un 28%… hoy sólo uno de cada siete parados recibe algún tipo de subsidio… subsidios que oscilan entre un mínimo de 180 euros y un máximo de 468 euros… por un periodo nunca mayor de 12 meses. Los más afortunados… los pensionistas y los que aún conservan su trabajo, se han visto obligados a aceptar un recorte del 50% de sus ingresos… a renunciar a su derecho de estar asegurados.
En Grecia ya no existe ningún tipo de deducción fiscal para familias numerosas, en paro, o con miembros discapacitados… por el contrario, se han creado nuevos impuestos sobre la vivienda y las rentas del trabajo… las exenciones fiscales a las grandes multinacionales alcanzan en algunos casos el 60%… la carga impositiva sobre pequeñas y medianas empresas se ha incrementado en un 420%… y con ese dinero se rellena esos agujeros negros llamados “recapitalización bancaria” o “pago de la deuda”
El consumo de gasóleo para calefacción ha caído en más de un 75%… y aún así su precio se multiplicado por tres desde 2009. A pesar del frío intenso de este invierno, a pesar de que incluso la Corte Suprema ha declarado inconstitucional el corte de luz por impago, el gobierno ha cedido a las presiones de las grandes compañías energéticas y casi un tercio de los hogares no reciben suministro eléctrico desde hace meses.
El presupuesto sanitario ha quedado reducido a al mitad… el copago de las medicinas se ha doblado… una gran mayoría de los griegos ya no pueden pagar sus medicamentos… Los diabéticos no pueden costearse la insulina, el uso de antidepresivos y otros fármacos para prevenir el suicidio, están fuera del menú, las tasas de tuberculosis y VIH son altísimas. El Centro de Control de Enfermedades de la UE ha emitido un informe que avisa contra el más que probable rebrote de todo tipo de infecciones y enfermedades contagiosas… la asociación de médicos advierte del espectacular incremento de casos en los que bebés son llevados a los hospitales con graves problemas estomacales dado que los padres no pueden pagar los adecuados a su edad. A los hospitales ya llegan los que desesperados, tras muchos meses de exclusión social, presentan cuadros solo vistos en antiguos libros de medicina… un hombre con el 90% de su cuerpo corroído por la sarna… una mujer con un tumor de pecho del tamaño de una naranja, tan grande que ya asoma por la herida que se limpia con servilletas de bar… médicos y enfermeras que salen del dispensario para que el paciente no les vea llorar…
“Grecia debe salir, rápida y temporalmente del Euro, y aún a riesgo de la definitiva destrucción de su economía, su moneda habrá de ser devaluada en un 20/30%. La situación actual ha llegado a un punto tal de degradación que podría ser considerada como tragedia humanitaria, y por tanto, deberíamos empezar a barajar la hipótesis de pedir la intervención de la ONU”. 
Estas son las recomendaciones de un reciente informe presentado con urgencia ante el Consejo de Europa, el BCE, y la Oficina de Presupuestos y Hacienda de la UE. Está firmado por los más influyentes economistas de Alemania, entre ellos Hans Werner Sinn (asesor personal de Merkel).
Probablemente seguiremos escuchando palabras como “rescate” “ayuda” o “recuperación” durante mucho más tiempo… las palabras “genocidio”, “catástrofe humanitaria”, o “crímenes contra la humanidad” todavía tardarán en llegar… si es que llegan.
Alguna razón habrá para que ya nadie hable de Grecia… será por ocultarnos ese futuro que nos viene… será por no alterar esa falsa esperanza de que todo este infierno será para bien… o tal vez, sencillamente… porque Grecia no ha soportado tanta ayuda… porque Grecia ha muerto aplastada por el rescate… o quizá porque, bajo el silencio radio y tras la gran cortina de ruido,  Grecia ya no existe… y comienzan a surgir otras nuevas.
“La economía griega está acabada. La economía griega está en una tremenda depresión… No hay potencia, no hay fuerza dentro de la economía griega, ni hay fuerza dentro de la sociedad griega para evitarlo… Imagínense si estuviésemos en Ohio en el 1931 y preguntásemos: ¿Qué puede hacer la casta política de Ohio para conseguir sacar a Ohio de la Gran Depresión? Y la respuesta es “nada”.
Pelayo Martín La Idea | 28/03/2013

jueves

arguiñano explica España 24 Mayo 2012


De incidentes en la Universidad Complutense o de seis millones doscientos mil parados

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Cuando miras hacia atrás y contemplas el franquismo, no te mueres de vergüenza porque ves a mucha gente que se la jugó protestando contra la dictadura. Casi siempre estaban ahí estudiantes de la Universidad Complutense. Dejaron unos cuantos muertos camino de esta democracia. A uno lo asesinaron tirándolo por una ventana. Enrique Ruano. Estudiaba derecho. Su asesinato lo justificó Fraga, el que fundó el Partido Popular. A Mari Luz Nájera, de Sociología, la asesinaron en una manifestación a favor de nuestra democracia. O de una que, pensaban, iba a ser mejor. A otra, Yolanda González la asesinaron fascistas. A su asesino, Hellín, luego lo contrataron los cuerpos de seguridad del Estado, que se acostaron fuerzas del orden y se levantaron demócratas cuando murió Franco. Ahí tienen razón los neoliberales: lo que te regalan no lo aprecias.
Hoy, el mismo día que estamos esperando nuevos recortes anunciados por Rajoy, cuando la red corrupta Gürtel que llevó al gobierno al PP sigue impune, cuando el Banco Santander anuncia 12000 millones de beneficios, cuando vemos a Grecia morirse de hambre por seguir los dictados que aquí nos quieren dictar, cuando sabemos que ya son seis millones doscientos mil los parados y paradas en nuestro país, vuelven a detener a estudiantes. Qué cosas terribles habrán hecho. Seguro que mucho peores que Urdangarín, que Bárcenas, que tantos otros. Los estudiantes siempre son peligrosos. Siembran ejemplo. ¿Han impedido las clases? Otros están impidiendo que puedan estudiar, que tengan acceso a la salud, que tengan trabajo. Su Ministro, el de educación, les ha dicho que se vayan a estudiar fuera.Los profesores sólo nos indignamos cuando nos quitan la paga extra. Aunque ya ni siquiera. Hoy los que vaciaron los bancos almorzarán caro y cenarán caro. Hay estudiantes que lo van a hacer en los juzgados de Plaza Castilla.
La Universidad Complutense saca un comunicado: “Un grupo minoritario de personas ha ocupado de forma violenta las Facultades de Trabajo Social y Políticas y Sociología, ubicadas en el mismo edificio, impidiendo el acceso y el normal funcionamiento de ambos centros. Ante esta situación, se pondrán en marcha los medios necesarios para restablecer la actividad académica y administrativa habitual. Joaquín Goyache. Vicerrector de Organización”
Pobre Vicerrector. En qué papeles les mete a algunos nuestro sistema. Al final, aunque no quieras, te terminan poniendo del lado de tus verdugos. ¿O no es el PP el que está estrangulando a la Universidad pública? Cuando miremos para atrás, cada cual verá el reflejo que pueda.
En nuestra democracia, pasar por la cárcel ya parece ser una cuestión de decencia.


Escraches: la democracia que nos han robado

“Si un perro flauta me acosa por la calle, le arranco la cabeza”, dice un diputado del PP. Si por molestarte en la calle mereces ver tu cabeza arrancada del tronco, ¿cuál es la pena proporcional por dejarte sin trabajo? ¿Y por no poder pagar el colegio de tus hijos? ¿Y por perder la casa en la que has metido todos tus ahorros durante los últimos diez años?¿Y por endeudarte de por vida aunque además hayas perdido la casa? ¿Y por perder el acceso a la sanidad, a la universidad, a una pensión, al seguro de desempleo?
Los que dieron el golpe de Estado en 1936 dijeron que los movió el amor a España. Pero de España, como dijo Franco, les sobraba la mitad de los ciudadanos. Que eran españoles. Que están todavía enterrados en zanjas y cunetas. Desde la patronal nos dijeron que nos fuéramos a trabajar a Laponia. Una parte importante de los jóvenes le ha tenido que hacer caso. Los de siempre. Nunca han existido dos Españas. Eso siempre ha sido una mentira. Hay una España mayoritaria y una minoritaria con mucho poder, capaz de acercar a su bando a una parte de la mayoría. El miedo hace el resto. En la España de ellos siempre están los mismos. Desde los Reyes Católicos y su Inquisición. Por eso, el PP no necesita arrancarle la cabeza a los últimos que pusieron el miedo en su bando. Están ahí, hechas tierra y vergüenza para nuestra democracia.
El poder, sobre todo, posee eficaces herramientas para amedrentar a una parte importante de la ciudadanía. Medios de comunicación, iglesias, puestos de trabajo, presencia social, ritos, cultura y el Hola. Un diputado dice que no le tiembla la mano para volver a ejecutar disidentes. Antes eran rojos. Ahora, como ya no hay Unión Soviética, son perros flauta. El miedo, y los nombres, siempre los han administrado ellos. Y exhumar asesinados, expropiar unos carritos de la compra, decirles en el portal de su casa que nos están arruinando la vida y la del futuro, cuestionar la monarquía o recordarles que están robándose el país que dicen que aman, les hace caer en una angustia existencial, propia de quien nunca ha tenido la sensación de sobrar en ningún lado.
¿No cabría situar en la inconstitucionalidad a dos partidos, PSOE y PP, que han dinamitado el carácter social de nuestro país recogido en el artículo 1 de la Constitución?
La dureza de la respuesta del PP a los escraches es muy lógica. La derecha entiende siempre muy rápido las cosas del poder. La legitimidad del sistema político español está en cuestión. Cuando los esclavos dejan de interiorizar su condición, el amo ya no puede dormir tranquilo. El PP lo sabe: lo que ayer era permitido, ahora no lo es. Aunque lo sigan diciendo las leyes. Habían puesto al mismo nivel cosas que no se pertenecen. La Constitución, las leyes, los jueces, los policías y el portero de su casa les saludaban como personas importantes. Pero han surgido nuevas preguntas. ¿Por qué no permitimos un diputado que defienda la pederastia o la ejecución de las minorías o la lapidación de las herejes o adúlteras —lo perseguiríamos hasta debajo de las piedras, porque la democracia tiene derecho a defenderse—, pero permitimos un diputado que esté a favor de los desahucios? Ese es el cambio. Y es lo que les pone de los nervios. Es una lucha política. Si podemos perseguir a los que roban nuestra tranquilidad, están en peligro. Estamos escribiendo nuevas reglas del juego. Y los que siempre han sido dueños del tablero se asustan.
Los escraches son reformismo. Pero hasta el reformismo asusta. De ahí la ridiculez de comparar escraches y terrorismo. Recuerdan Pisarello y Asens que “los escraches son una acción informativa, que se ha de hacer “de manera totalmente pacífica” y sin “importunar a los vecinos”. También se estipula que deben realizarse en días laborables y en horario escolar, de modo que los niños nunca sean interpelados. Los casos personales se intentarán explicar sin insultos ni amenazas. Se evitarán ruidos o molestias innecesarios y se procurará ser amables con quienes trabajan en comercios y con los transeúntes. No todas las antiguas reglas han perdido su sentido. Sólo aquellas que únicamente sirven a unas minorías privilegiadas. Pero la situación política está tan podrida que hasta las reglas mínimas de la democracia les están sobrando.
El escrache es una forma de desobediencia civil. Cumple las tres reglas que marcó Habermas para que sea tal y no caiga en otras formas de desobediencia que carecen de legitimidad: son pacíficas, lo que se reclama tiene carácter universal —no se reclama en exclusiva para uno mismo, sino para todos— y se está dispuesto a asumir las consecuencias de los propios actos. La desobediencia civil es una válvula de seguridad democrática. Surge cuando las demandas sociales van por delante de las leyes y del comportamiento político institucional. Las leyes que ayer nacieron para defender a los políticos del acoso de los monarcas absolutos -inviolabilidad, inmunidad, fueros especiales- se han convertido hoy en formas de privilegio. Si en España tuviéramos una Constitución como la alemana, hace tiempo que el Tribunal Constitucional tendría que haber llamado al derecho de resistencia o habría declarado fuera de la Constitución a, cuando menos, los dos últimos gobiernos del Reino de España. ¿Por qué los jueces son tan solícitos para algunas cuestiones y, en cambio, han tolerado la ruina del país consumada por Zapatero y Rajoy? ¿No cabría situar en la inconstitucionalidad a dos partidos, PSOE y PP, que han dinamitado el carácter social de nuestro país recogido en el artículo 1 de la Constitución?
Escribía en otro lugar que vemos con pasmo que lo que estaba prohibido, ahora está permitido —sueldos desorbitados, sacar dinero del país, vaciar instituciones, usar información privilegiada—, y que lo que estaba permitido —derecho a manifestación, libertad de expresión, derecho de reunión— están, de facto, prohibidos. Vemos que desaparecen las garantías de reparto de la riqueza social y aumentan las desigualdades; que los políticos que gestionan la transferencia de renta desde las clases medias y bajas a los ricos tienen la llave de la puerta giratoria que les permite un futuro cómodo en las grandes empresas; que cualquier tipo de protesta pasa a ser criminalizada por esos políticos que están gestionando ese robo de los de abajo hacia los de arriba (llevando a suelo patrio lo que antes se hacía entre continentes). “Por la mitad de lo que estos están haciendo yo me he pasado diez años en la cárcel”, dice el bróker de Wall Street, la película de Oliver Stone, viendo a nuestros actuales dirigentes. Y eso que no sabía ni lo de la Infanta, ni lo del coche en el garaje de Ana Mato, ni lo de la escritora fantasma de Mulas, ni lo de los sobres del PP. Cuando lo ilegítimo se convierte en legal, nace el momento de la desobediencia. En América Latina se preguntan a qué está esperando Europa.
Los escraches son nuevas reglas del juego para una nueva partida democrática. Y tienen la misma oposición que en su día tuvo el sufragio universal, el derecho a huelga o a manifestación. El escrache es un diálogo directo con los “mandatarios” que se convierten otra vez, gracias a ese acto de diálogo forzado, en “mandatados”. Que es lo que siempre han sido, aunque el abandono de la conciencia democrática le dio la vuelta a los papeles. Los escraches tenemos que entenderlos como la actualización en el siglo XXI de la rendición de cuentas democrática, de la exigencia del cumplimiento cabal de los programas electorales (o la convocatoria de nuevos comicios), de la reclamación de comportamientos acordes con la soberanía popular, de la renovación de la construcción de la voluntad popular más allá de la distancia que marcan los partidos, de la reivindicación de la honestidad en el ejercicio de los cargos públicos.
Los escraches son el penúltimo intento amable de un pueblo que quiere hacerse escuchar
Déjenme repetirlo: los escraches son el penúltimo intento amable de un pueblo que quiere hacerse escuchar. Con los escraches, el escenario, en cualquier caso, se clarifica: los diputados que no soporten la cercanía de los electores, que se marchen. En democracia, es el pueblo el que manda. Aunque expresarnos así parece devolvernos a un lenguaje que se hablaba en tiempos arcaicos. ¿Quieren seguir manteniendo los políticos la impunidad? ¿Quieren trabajar para otro señor que no es el pueblo y que nadie les demande por su traición? ¿Va a convertirse la política en un negocio paralelo al desmantelamiento de los sistemas de previsión social?
La salida fácil es decir que los escraches son una forma de amedrantamiento que pertenece a los regímenes fascistas. Se equivocan. Las tensiones entre sectores sociales pertenecen a todos los regímenes que mantienen desigualdades. ¿Quién sin que se le caiga la cara de vergüenza va a defender que un escrache es más violento que un desahucio, que un despido, que un corralito, que el cierre de la universidad y las urgencias, que una mentira electoral, que las machadas de los antidisturbios, que las multas por ejercer la democracia?
Los que están en contra de los escraches son los que están a favor de otras formas de protesta que ya no cambian nada. El mismo diputado del PP que vota en contra de la ILP, es decir, el mismo diputado que construye “fascismo social” expulsando de la ciudadanía a una parte importante de los españoles y españolas, dice que los escraches se emparentan con las señales pintadas por los nazis en las tiendas de los judíos. Es al revés: son ellos los que nos cuelgan la estrella en el pecho negándonos el sustento, la vivienda, la salud. Esa democracia que defienden sólo existe en sus discursos. Hace tiempo que se ha ido.
Igual que Israel se comporta con los palestinos con maneras de nazis, el neoliberalismo está haciendo de nuestros países un enorme campo de concentración enmascarado en formas democráticas. Una queja que no es oída no tiene efectos democráticos. Por eso los escraches están devolviendo la democracia perdida o quizá, incluso, están permitiendo el advenimiento de la democracia que nunca hemos tenido. La democracia se gana siempre en la confrontación. Por eso dijo Fraga que la calle era suya. Los derechos siempre se ganan o se pierden en el pulso político. Y una forma clara de ese pulso, hoy, son los escraches. Es normal que el PSOE, el PP, UPYD, CIU o el PNV estén en contra. Tan evidente como que hay que regresar a los lugares donde nacieron los partidos. A la calle. Los escraches ya han empezado a marcar el camino