Cosechar mandarinas en casa me ha hecho pensar en los procesos de individuación y destete en la primera infancia. La mandarina que está madura sale fácil, sin tironeos. El arbolito no se sacude ni se conmueve, porque está preparada para dejarla ir. Y queda enterita y se la ve brillar en la frutera y es exquisita al paladar.
La que todavía tiene para un tiempito, pero se cae el viento o la impaciencia, necesita ser tironeada para desprenderse y generalmente pierde un poquito de piel, cerquita del tallo. Al probarla quizás se sienta ácida, porque no acabó de madurar.
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