Quizás soy un animal de gustos refinados. Al contrario que muchos de mis congéneres suelo preferir un buen bacalao a la vizcaína que un simple fémur de vaca corroído. Pero dicen que dentro de cada perro hay un lobo escondido, y yo, aun con mi educado olfato, no soy una excepción. Cuando mis instintos más primarios reaparecen y necesito una buena dosis de sangrante carne cruda para satisfacerlos acudo al Mercado de la Cebada, donde mi buen amigo Agustín, el carnicero, está siempre dispuesto a entregarme una buena pieza.
El otro día, después de darme un atracón, pude ver que en unos de los puestos de la planta superior (que estaba medio cerrado) había un cartel en el que se podía leer: Puesto Censurado, An Wei. Lo de An Wei me sonaba a chino, pero lo referente a la censura me estaba dejando impresionado. ¿Un puesto de mercado censurado? ¿Acaso las asociaciones animalistas habían presionado para que no se les enseñara los cadáveres mutilados de los animales a los menores de edad? ¿Cierto tipo de frutas podían ser leídas como referencia sexual y por ello alejadas del consumidor? No sabía a qué atenerme, así que me decidí a entrar por el pequeño hueco que quedaba abierto y ver por fin el motivo de tanto escándalo. En el interior pude ver unos cuantos dibujos de perros o lobos puestos en vertical y con fondo de color sangre intenso, todo iluminado desde abajo. La verdad es que la imagen me dejó bastante sobrecogido, quizás por identificarme con las representaciones de esos seres colgantes que habían sido torturados. Y al ver el estilo de los dibujos recordé que el nombre de An Wei corresponde a un artista de familia china que reside en Madrid. No había pues dudas: estaba ante una instalación de arte. Ahora entendía lo de la censura: el arte y el escándalo, otro capítulo más.

Hablé con el artista, An Wei Lu Li, que es también amigo mío, pues sus padres son dueños de un restaurante chino en Chamberí y me han invitado infinidad de veces a comer delicioso pato pekinés. Me dijo que estaba bastante sorprendido de que le censuraran su obra ya que sólo eran representaciones en dibujos, y además en un mercado de esas características se exponen todo los días al público cuerpos físicos de animales descuartizados. Pero lo que más le enojó fueron unos comentarios del diario El País, que, hablando sobre esta obra y su censura decían de An Wei que es “un artista chino que ha pintado unos perros en un estilo abstracto con la idea de mostrar en un mercado “de aquí” lo que se exhibe en los de su país”. Las intenciones del artista no podían estar más alejadas, trata el tema de la exclusión y las relaciones de poder metafóricamente a través de la figura del lobo, como ya había tratado el tema de la oveja negra.

Pero antes de entrar en el tema de la censura y las declaraciones sin fundamento yo quería saber que hacían sus obras en un puesto de un mercado, al lado de las señoras del barrio haciendo la compra. Me dijo que era parte de un proyecto llamado SeAlquila Mercado, que reúne más de 100 artistas que durante los días 16, 17 y 18 de mayo expusieron en diferentes puestos del mercado de la cebada de Madrid. Es ya su tercera edición. El tema de unión expositiva era el concepto de mercado, con sus amplias connotaciones en todos los campos.
Los organizadores llegaron a a esta idea al ver tantos puestos de mercado vacíos y tantos artistas sin posibilidades de exponer. Así que mediante un acuerdo con los propietarios del mercado consiguieron abrir espacios vacíos y llenarlos de arte emergente de la ciudad. El concepto es bien curioso: imagina ir a la compra, llevarte unos tomates, un poco de carne, quizás un bote de espárragos…y una obra de arte. Como en Franqueados, vemos como se adoptan cada vez más innovadoras ideas en Madrid que acercan el arte al espectador de la calle, y el arte se incluye dentro de la vida cotidiana y junto a productos con menos “aura” como la comida de los supermercados o los utensilios de las tiendas.
Con el tema de los mercados y en una situación como la de España en estos momentos parece lógico que muchas de las obras expuestas trataran temas polémicos en torno a la situación política, económica y social del país. Como en el caso del artista Juan San Sebastián, que bajo el título Retrato de un banquero(seguido por grupo de políticos) nos muestra a un tiburón gigante campando a sus anchas por los áridos terrenos de la meseta. Esta metáfora animal sirve a modo de crítica satírica contra la figura de los grandes “tiburones financieros” y los partidos políticos como unos meros títeres de sus intereses económicos. No fue censurado, quizás por no ser una referencia tan directa como el puesto de Miguel Ezpania. Tampoco lo fue otro que incluía cirios satíricos al rey de España, los dueños de Bankia, Bárcenas, la infanta Cristina y demás personajes de la vida pública del país.

El puesto de Miguel Ezpania era un auténtico brote de polémica que incluía referencias a Cospedal (camisetas con Lacospe en vez del Lacoste original) o a la exploitación salarial por las empresas textiles. El propio artista iba ataviado como un Bárcenas, con el peño engominado hacia atrás y todo. Otras de sus estrafalarias piezas incluían botes de esquisitas pollas en vinagre para el tito Bush y fotos de Rajoy.

Además de las obras semi-prohibidas (pues se podían ver fácilmente), que también incluían un controvertido maniquí vestido de monja cultivando bebés, clara alusión a el caso de robo de niños, había bastantes otras piezas muy interesantes que se vieron eclipsadas, irónicamente, por no haber sido censuradas. Muchas de ellas trataban temas dentro de la cuestión de la comida, como una instalación hecha a base de naranjas o una acuarelista que realizaba obras exprés de piezas de fruta. Un artista confeccionó numerosos productos de alimentación con telas y materiales no comestibles, un auténtico puesto de arte en oferta. Otras obras destacables fueron las extrañas figuras de las cristaleras, realizadas por Borondo, o el curioso Obama hecho de chinchetas de Sebastián Almazán. La verdad es que sorprendía la gran cantidad de temas y técnicas que se daban cita con el tema del mercado, que se entendió desde la cuestión política y macroeconómica al mercado como lugar de encuentro, pasando por la cuestión de los animales o el retomar el bodegón.

¿Pero cómo se tomaron los vecinos y comerciantes tan curioso experimento? Había opiniones para todo. Muchos de los dueños de puestos pensaban que este proyecto no beneficiaba sus comercios e incluso que vendían menos. Una galerista bastante pudiente me compraba algo de cada puesto por el que pasábamos para que me diera un festín mientras veía las muestras de arte. Pero parece que el público que venía a ver las exposiciones no salía del mercado con un repollo bajo el brazo. Según recoge El País, Emilio, dueño de una frutería cercana, comentaba: “a los comerciantes no nos ayuda a vender más, si ofreciese porros en vez de manzanas a lo mejor venían”. Ventas aparte (de ambos, galeristas y comerciantes) creo que es una experiencia interesante, sobre todo por sacar el arte de las galerías y museos y abrirlo a la experiencia de la calle. Cuando la necesidad aprieta se agudizan la inventiva (como cuando conseguí, cuando no era más que un cachorro, ladrar por bulerías para que el dueño de una peña de flamenco me diera unos flamenquines), y la crisis está logrando que en Madrid cada vez asistamos a más innovadoras propuestas que no creo que caigan en el olvido.
"obama" .200x200cm. chinchetas sobre tela -sebastian almazan