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sábado, 12 de enero de 2013

Despensa de caquis

El caqui es el fruto muy dulce de un árbol (Diospyros kaki), de origen asiático color naranja o rojizo y cultivado desde hace más de un siglo en regiones subtropicales. El arbolillo es en Asturies principalmente ornamental, aunque aparece cargado de frutos en algunos jardines de las zonas con clima más benigno de la región.

Cerca de Oviedo/Uviéu, en uno de esos jardines de la zona rural, uno de esos caquis cargados de frutos naranjas y brillantes con aspecto de calabaza diminuta, servía hasta hace unos días como una estupenda despensa para algunas especies de aves del pueblo.
Había pinzones (Fringilla coelebs), un par de jilgueros (Carduelis carduelis), un raitán (Erithacus  rubecula) recogiendo del suelo lo que iba cayendo, un mirlo o tordo (Turdus merula), una bandada de estorninos pintos  (Sturnus vulgare) y un macho de curruca capirotada (Sylvia atricapilla).

Los estorninos, en su línea de alborotadores, ocupaban casi todo el árbol y ponían nerviosos a todos los demás. Tan nerviosos estaban que casi no me acerqué y ya estaba el mirlo dando la voz de alarma y saliendo por alas.

Jilgueros y pinzones, muy incómodos con sus vecinos vocingleros, salieron detrás, y allí se quedaron los estorninos picando un caqui aquí y otro allá. Y la curruca muy escondida entre las ramas aprovechando los caquis abiertos para acceder a una pulpa dulce que les dará alimento para afrontar el tramo más duro del invierno. Porque a partir de ahora empieza lo verdaderamente duro: tres o cuatro meses de frío y lluvia (o nieve) con cada vez menos despensas y reservas y con la imperiosa necesidad de estar en plena forma para formar familia en primavera.
Estorninos pintos en el árbol del caqui

Curruca capirotada aprovechando las circunstancias


Curruca y caqui
Todo en desafío para aves que apenas pasan de unas decenas de gramos.

martes, 28 de septiembre de 2010

Frutos silvestres

Tras un día de berrea casi sin éxito (digo casi porque siempre hay éxito en disfrutar de un amanecer helado con el sonido de los venados a tu alrededor), y puesto que los ciervos se dejaban oir insistentemente pero no podíamos verlos, me dediqué a observar a mi alrededor, no sólo el paisaje (sobrecogedor) si no también la variedad de frutos nuevos que ofrece la vegetación justo antes de la llegada del invierno: sólo en el pequeño entorno del camino seguido por Somiedo pudimos observar escaramujos (frutos de los distintos tipos de Rosa), arándanos (Vaccinium myrtillum), endrinos (Prunus spinosa), moras (Rubus sp.), hayucos (Fagus sylvatica), bellotas de encina, roble albar y roble melojo (Quercus rotundifolia, Q. petrae y Q. pyrenaica), avellanas (Corylus avellana), frutos del serbal (Sorbus aucuparia), mostajo (S. aria), de hiedra (Hedera helix), de saúco (Sambucus nigra) y seguramente muchos más que me dejo por el camino.
Frutos de endrino, en muchos lugares usados para hacer pacharán

Muchos de esos frutos ya estaban en el suelo roídos, o más o menos comidos, unos pocos aún estaban verdes, pero la mayoría son la base de la alimentación de muchas especies que dependen de los azúcares y aceites que contienen para prepararse al cambio de estación, y su reserva de grasa es su salvoconducto. Así que no es extraña la actividad frenética de carboneros, herrerillos, acentores, cuervos, glayos, collalbas y otros tantos habitantes que no pudimos observar.

Moras, frutos de los zarzales (Rubus sp.)
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