
Mi abuela Ana, era de un pueblo de Almería, una aldea en realidad, al lado de Cuevas de Almanzora. Era guapa, alta, morena... Cuando sólo tenía 12 años, el cacique del pueblo la raptó una tarde. La subió a un carro y ella, muy asustada, se tiró en marcha. Del golpe o del susto, no lo sé, se quedó ciega durante un tiempo.
Ella no sabía explicar como sucedió, quién denunció, pero le hicieron un juicio al “señorito”. Le condenaron a prisión, pero entonces algo pasó con Alfonso XIII, mi abuela tampoco sabía bien bien que fue, pero indultaron a aquel tipo.
Cuando su madre se enteró de que el sujeto volvía al pueblo, cogió a sus dos hijos, a mi abuela con trece años y al pequeño con dos, y con sus pocas pertenencias, reunió algo de dinero vendiendo su casa, se vino a Barcelona , sola, ya que su marido se había ido a trabajar a Marruecos y nunca volvió.
Llegó a Barcelona en barco, no la esperaba nadie. Desembarcó en el puerto y echó a andar sin rumbo, con sus dos hijos y un fardillo de ropa, con poco dinero. La casualidad hizo que se encontrara al poco rato a una persona del pueblo que había venido tiempo antes y como la vió tan perdida la llevó a su casa.
Allí vivió realquilada durante un tiempo, fregando casas pudo sacar a sus hijos adelante. Estos fueron creciendo, mi abuela conoció a mi abuelo, se casaron, pudieron alquilar una casa para ellos, su madre y su hermano y empezaron a vivir con más dignidad.
Cuando mi abuela me explicaba esta historia siempre lloraba. Recordaba esos momentos, el miedo de las dos, la soledad, la valentía de su madre de tomar la decisión de marchar, la ignorancia, la inseguridad social que reinaba en aquel tiempo...
Luego su vida tampoco fue fácil. Uno de sus hijos, mi tío Martín, en la foto con ella y conmigo, murió con 23 años de una insuficiencia cardíaca. De este golpe no se recuperó nunca. Me decía: -si una no se muere cuando se le muere un hijo, es que las penas no te matan...!
No sabía leer ni escribir, la vida no se lo permitió, pero era una de las personas más inteligentes de mi familia. Tenía mucho afán por saber, una capacidad crítica y un sentido del humor envidiable.
Dormíamos en la misma habitación. Yo leía en la cama y ella quería que lo hiciera en voz alta. No todo le gustaba. Le gustaban las novelas de Ana Mª Matute, las de Torrente Ballester, de Delibes, las poesías de Celaya, de Machado, de Neruda... Cuando leía libros que no eran de su interés decía: -¡ése léelo tu sóla!
Cuando yo leía en otros momentos y quería seguir el libro por donde yo lo había dejado ella me increpaba: - No íbamos por ahí, no me tomes el pelo!
Me casé por lo civil, con gran disgusto de mis padres y mis suegros. No sé todavía porqué, ya que ellos no son religiosos, ni siquiera un poquito. En aquel tiempo, 1973, las bodas eran en los juzgados de Arco de Triunfo, la sala era cutre, cutre, y la ceremonia, por decir algo, de lo más deprimente. Te leían los artículos relativos al matrimonio y a otra cosa!.
Mi abuela, que además era la única que habría podido reprobarlo, porque sí que tenía convicciones religiosas, estaba muy contenta, primero porque me quería muchísimo y todo lo que yo hacía le parecía bien, y segundo porque no entendía la actitud de los otros. Así que al salir de los juzgados, muy seria, pero con el lenguaje sarcástico que ella y yo entendíamos, dijo: -pues mira, a mí si que me ha gustado esto, no tanta tontería!!!
Era muy feminista, aunque no lo sabía. No había oído hablar nunca de ese término. Mi abuelo compartía con ella los trabajos domésticos, ya que a raiz del incidente que he relatado al principio, siempre estuvo enferma. Lavaba la ropa, bañaba a sus hijos y hacía la comida. Sólo que no se podía saber, en ese tiempo hubiera sido tachado de calzonazos. Pero le enseñó, a pesar de que mi abuelo tenía un carácter fuerte y a veces bastante malasombra, que ocuparse de la familia era de más hombría que lo que hacían la mayoria de los hombres de la época, y él lo entendió.
Siempre luchó por mantener unida a la familia. Siempre tenía algo de dinero para los cumpleaños de sus nietos...
Aunque salía poco de casa, era muy coqueta, el mejor regalo que le podías hacer era una caja de polvos compactos, o una botella de colonia.
Hoy hace 35 años que murió, sólo tenía 69 años. Fue la persona más importante para mí durante mi infancia y juventud.
¡Cuánto la he echado de menos, durante estos años...!
