Me encanta. Adoro este trabajo pero hay que ver lo que me ha costado. Y no precisamente hacer la base del nombre, que va toda a mano, sino la decoración.
Imaginaros toda una semana con el nombre sobre la mesa, yo sentada por la noche con los brazos cruzados mirándolo fijamente y mi marido diciendo: qué haces ahí parada.
Las musas me abandonaron. No volvían y no sabía cómo decorarlo. No se me ocurría nada, no me gustaba nada en lo que pensaba y al final lo dejé de lado.
Si no fluye no fluye.
Pero tras el cabreo llegó la calma y todo cuadró. Es pura sencillez pero creo que he dado en el clavo con el estilo que llevarán mis nombres.
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