Se me amontonan las ideas, las propuestas, las acciones preventivas, las excepciones, las ayudas, las omisiones, el papeleo es infinito, las firmas no alcanzan. Quería evitar empezar la frase con la palabra NO, y les digo que me fue bastante difícil lograrlo. Miro por la ventana del despacho, empuñando la tacita de te verde y el meñique en alto, y veo gente que debería estar en su casa. Y veo las noticias que muestran a los abuelos todos amontonados en la vereda. Y no veo voluntades ciudadanas, no veo pensamientos sociales inclusivos, no veo actos desinteresados. La máscara aplaudidora se desmorona al primer indicio de que el vecino puede ser contagioso. Somos buenos actores simulando bondad, pero al corte de cámara no somos capaces de compartir el camarín.
Ni siquiera una situación que se me antoja histórica nos lleva a dejar de lado mezquindades e hipocrecías y a pensar en serio en el otro. Siempre los especuladores, los vivos, los egoístas, la inmundicia del mundo estará atenta para aprovechar las debilidades del momento y salirse con la suya. El librito es previsible, pésimo, repetitivo; en las que aciertan, se ponen el traje de héroes y en la que le pifian (porque es lo normal) la carita de perro mojado tipo meme sale a la orden del día.
SOMOS REPRESENTANTES DE UN PUEBLO, que no se olvide. Y en ellos debemos pensar antes de tomar nuestras decisiones.