DIAGNÓSTICO: DEPRESIÓN MAYOR EN LA IZQUIERDA SOCIAL ESPAÑOLA
Acabo de llegar de la manifestación convocada por los sindicatos en protesta por la reforma laboral (29/02/2012) y no me he resistido a compartir algunas impresiones con vosotros. Es cierto que la asistencia ha sido aceptable en términos numéricos pero me ha sorprendido que el ambiente entre la multitud ha sido frío, muy frío, bastante desangelado. Parecíamos como ese equipo amateur que sale al campo a jugar contra todo un Barça o Madrid, sin alma, esperando que corra el tiempo y que el arbitro pite el final del partido. La manifestación se asemejaba a una procesión de semana santa y por momentos quienes portaban pancartas y carteles parecían cargar con cirilos y cruces, deambulando casi en silencio, con desorden, sin una mueca de fuerza y convicción en sus rostros. Y es que la izquierda española, en todos sus ámbitos, está desorientada, y en shock. Permanece bloqueada principalmente porque sus líderes naturales, los sindicatos y el PSOE, han decidido meter la cabeza en el agujero. Aún despues de congresos y reuniones varias, pululan noqueados y sin respuestas ante la nueva coyuntura social y económica que se nos presenta. Unos y otros apuestan por las mismas recetas, los mismos proyectos, las mismas estructuras, los mismos líderes, para responder a una realidad significativamente distinta. La izquierda responde a las ansias de renovación de su electorado no renovándose y eso logicamente hace mella en la moral de una tropa que no confía en su fuero interno aunque trata de insuflarse ánimos hacia fuera, muy artificialmente, y sin éxito. Como dije, hay que tener más moral que el Alcoyano para creer en el PSOE de Rubalcaba, y en la resurrección de los sindicatos. Y nos hacen falta, mucha falta, unos y otros.
Es muy significativo advertir como mientras esa derecha rancia y neoliberal se quita la careta, desnuda todas sus miserias y nos devuelve en dos meses a principios de los años 80, la izquierda no remonta el ánimo, ni se agita, todo lo contrario, profundiza en su depresión. No es esperable que las encuestas reflejen aun desgaste alguno en el gobierno, no pido imposibles. Me preocupa el tono, el músculo de la oposición política y social cuando apenas hemos empezado a sentir las curvas y "el cacharro" ya no parece aguantar dos meneos más. La reforma laboral representa la mayor patada a los derechos laborales de los trabajadores de este país en toda nuestra historia democrática y de por sí, siendo una calamidad objetiva, debería representar un estímulo notable para impulsar una nueva y verdadera respuesta progresista a la crísis. Es un buen punto de anclaje para un nuevo proyecto, desde luego. Muy pocos partidos en la oposición tienen la "bendición" de recibir un gobierno cuyas primeras medidas sean subir impuestos, sangrar a las clases medias, y cargarse el Estado del Bienestar. Y vienen más medidas impopulares, de ese tipo que son capaces de cargarse la progresión y la imagen de un ejecutivo en menos que canta un gallo.
Pero las cosas no son tan sencillas, sobre todo cuando esa izquierda se empeña en el inmovilismo, y en la oposición de sillón, de guante blanco. Rubalcaba, el de los 110 diputados, el de los rescates a la banca, y el que no se atrevió a poner en marcha una reforma fiscal progresista o a atajar los desorbitados sueldos de los banqueros, es la viva imagen de lo que representa "tirar la toalla" durante 4 años. Pero es que no puede hacer mucho más. No sería creíble que hiciera lo que no se atrevió a hacer cuando practicamente era el presidente del gobierno en la sombra. Todavía tenemos que sufrir, de vez en cuando, la humillante sensación de que el PP nos parte la cara en algunos consejos de ministros, aunque sea con esa calderilla populista que se utiliza para amortiguar la dureza de otras medidas. El PSOE pudo apostar por una cara menos desgastada y por un proyecto más abierto y valiente, pero no lo hizo. Y lo está pagando y lo pagará. Porque una derrota como la del 20-N debería haber agitado profundamente la estructura caduca de un partido como el socialista. Era la ocasión perfecta para aprovechar el impulso que representaba la decepción de los millones de progresistas que dieron la espalda al partido, la excusa para enmendar de cabo a rabo el proyecto socialdemócrata y hacerlo más parecido y fiel a lo que esperan de nosotros los votantes socialistas.
Sin embargo hoy tenemos un partido en el que solo los más fieles se ven reflejados. Yo mismo me miro en el espejo del PSOE post congresual y no me veo; no veo nada, solo atisbo el reflejo de un fracaso colectivo que los socialistas se han empeñado en revivir. "No a la elección abierta del secretario general", pues muy bien, allí se queden ustedes con sus chiringuitos, hasta que no les quede nada. No han comprendido nada. Mientras tanto disfrutamos de una pintoresca "no-imagen", la de la ausencia del secretario general de los socialistas en las manifestaciones contra los mayores recortes en los derechos laborales de nuestra historia reciente. Pablo Iglesias estaría orgulloso, muy orgulloso de él. Luego sacamos las estampitas y repetimos la frasecita de Pablo, y como si nos hubiesen confesado y perdonado los pecados. El líder de ese PSOE renovado y renovador no está ni se le espera. Manda a dar la cara a su número 2, o al 4, o al número 10, y con eso basta. Él está donde estaba antes del 20-N, en la oposición útil, dando sermones de responsabilidad y sentido de estado, desde su despacho y el escaño, donde él cree que debe estar, pero dando la espalda a la nueva realidad social, que es la calle.
Por otro lado tenemos a unos sindicatos cuya imagen social no llegaría a igualar los 110 diputados de Rubalcaba, que ya es decir, pero ni con esas hacen un amago de renovación. Si el PSOE está fuera de servicio, los sindicatos dejaron de estarlo hace unos años. En parte por errores propios, en parte por el "buen trabajo" de la derecha económica y social española, empeñada en destrozar su imagen e influencia. Los sindicatos están empezando a darse cuenta de que ya no tienen capacidad de movilización y lo que es peor, precisamente de influencia. Su trabajo encomiable en el día a día en defensa de los trabajadores ha sido eclipsado por sus defectos estructurales y por las infamias vertidas en su contra. Tan hundidos están que tienen miedo de tomar cualquier decisión por evidente que sea y titubean hasta con el slogan de una puñetera pancarta. Por momentos incluso da la sensación de que el Partido Popular no teme una huelga general, sino que la desea, porque jugaría a su favor cara a la opinión pública. Los sindicatos deberían renovar a sus líderes, muy desgastados, para empezar a reconstruirse de arriba a abajo, y de abajo a arriba, bidireccionalmente. Poner a punto su caduca forma de organización. Sus métodos de presión e influencia. Deben purgar los excesos en sus filas, que también los tienen. Aclarar publicamente sus cuentas, dotar de mayor transparencia sus movimientos, en definitiva, deben abrir sus ventanas para que entre aire fresco, si es que quieren recuperar la confianza de la ciudadanía.
Los millones de afectados por la reforma laboral todavía no perciben la gravedad de lo que les puede acontecer en cualquier momento. Un despido más barato, una bajada de sueldo, una nueva función, un nuevo horario, un traslado forzoso. Pero más pronto que tarde conocerán esas consecuencias y su rabia y frustración se desatarán. No solo se desorientarán, si no que desesperarán. El problema es que aunque pensarán en castigar a Rajoy, no tienen a donde agarrarse, una alternativa viable en la que poder creer y aferrarse con esperanza. Tienen a Rubalcaba, a Candido Mendez, y a Toxo. Sin duda tres buenos "profesionales" de lo suyo, cuyo trabajo y mérito puede que sea incuestionable para muchos, pero desde luego, convendremos que no son las personas más adecuadas para impulsar el cambio de ritmo que se requiere en la izquierda española mientras el PP exhibe su mayoría absoluta y controla todas las administraciones del Estado. Si sumamos a Cayo Lara la postal es de broma si a su vez reconocemos que la base social que ha abandonado en las urnas a la izquierda es basicamente esa juventud desnortada que ha perdido la fe en la política. Con razón muchos empiezan a caer en los cantos de sirena de los "magenta". Es lo único que les queda ya por "probar".
Con un PSOE empecinado en arrugarse, con unos sindicatos desactivados, y con una derecha campando por todo el país, parece que la única esperanza es que un grupo de jóvenes prenda la chispa de algo. Ese algo puede significar violencia, disturbios, heridos y hasta muertos. Esos chicos tendrán que agitarse de la única forma que conocen ya que sus representantes naturales en la izquierda se desentienden formalmente de sus inquietudes adoptando una postura cómoda, conservadora, de responsabilidad social. Si esta posición ayudara en algo, bienvenida sería, pero no evitará el cabreo de la gente, lo acrecentará. Esa pobre gente no tiene un líder que grite contra los ajustes, ni que clame contra Merkel, ni que sea capaz de unirse a ellos en una puñetera manifestación. Nadie que les lidere pacificamente, y que les ofrezca una salida política a sus frustraciones, una voz en el parlamento. Nadie que arriesgue. Nadie que levante la voz. Nadie que quiera romper el circulo económico y social que la tecnoestructura europea nos ha impuesto. Zapatero no tuvo margen, pero en la oposición lo tenemos y no lo podemos desaprovechar. Cuatro años por delante dan mucho de sí pero es importante empezar con buen pie. Por eso no valen soluciones intermedias. No vale con presentar dentro de dos años a Patxi o a fulanita; el secretario general del PSOE debe dar la talla desde el principio, estar a las duras y a las maduras, y su líder y candidato no puede pretender llegar cuando solo queden las cenizas para recoger el premio. Por eso no sirve de nada que os cuente lo pésimo que es el gobierno del PP, lo reaccionarios que son, el daño que van a hacer a nuestro país. Solo hay que leer las noticias y te das cuenta. No podemos cambiar sus ideas y sus modales. Pero podemos cambiar las nuestras y solo eso hará la diferencia a nuestro favor.
Hay un triunviriato (PSOE - UGT -CCOO /Rubalcaba - Méndez - Toxo) que deprime más si cabe a la izquierda española. Un partido y unos sindicatos que no logran conectar con la calle, con los parados, con los pequeños empresarios, con los trabajadores de este país. Mientras que no se reconozca esta realidad y la consiguiente necesidad de renovación y cambio en estas organizaciones no habrá reacción ni recuperación electoral, y el PP seguirá cosechando mayorías por la indefensión aprendida de un electorado decepcionado. Si no se gira ahora, "cuando hay que plantar para después recoger", no servirán de nada las promesas de cambio ni los volantazos a mitad de camino. Diréis que las organizaciones han decidido. Yo pido que los derrotados y los que no pudieron presentarse a los congresos, sigan hablando. Que no batallen con sus secretarios generales pero que batallen con el PP. Los progresistas españoles necesitamos atisbar un líder, o una líder, una esperanza en el horizonte. Que alguien levante la voz y diga algo diferente, valiente, atrevido, estimulante, por lo que merezca la pena salir a la calle emocionados a luchar. Que alguien plantee un discurso alternativo, aunque sea a titulo personal, aunque sea en representación de una corriente interna.
No nos pleguemos a la mediocridad del "más de lo mismo" ni nos resignemos con una sola voz por disciplina. El cambio no termina con un congreso cerrado en falso, y absolutamente decepcionante en sus conclusiones y resultados. Queremos seguir escuchando a Chacón, a Antonio Quero, y a cualquier líder socialdemócrata que pueda granarse una pizca de credibilidad. En el partido y en los sindicatos. Esas voces discordantes deben hablar. Convulsionar. Dirán que se daña al partido, al sindicato, a la organización. Será la señal de que hay que apretar más porque se resisten a abandonar el barco los que hace muchos años debieron dejarlo. Pero esas voces nos les atacarán a ellos ni al partido, solo les dejarán en evidencia. El objetivo es el PP. Es recuperar el gobierno y proseguir con la modernización económica y social del país. Reconozcámoslo. Los ciudadanos ya no escuchan a estas organizaciones en sus actuales condiciones, con sus actuales estatutos, con sus actuales líderes. Que emerjan otros. No serán zancadillas, serán las semillas de la victoria. Nos estamos jugando nuestro futuro y el de nuestros hijos. Mucha gente está sufriendo y está al límite. No podemos conformarnos con esta oposición de pacotilla que desmerece a sus bases, a sus militantes, y a todos los electores que esperan de ellos mucho más de los que se les ofrece.