Hoy toca excursión de fin de curso. Mi hija pequeña se levanta nerviosísima a las 7:45, más pronto de lo habitual, yo llevo pululando por la cocina desde mucho antes....el pan al horno, la tortilla de chorizo, el agua, la fruta, un zumito, ¡ que no se me olviden los pañuelos! ni la visera ni....¡por favor! soy una histérica, se van a Cuéllar no a una expedición al centro de la tierra. La previsión metereológica es de 30º al mediodía, la embadurno de protector solar y decido meterla un chubasquero, pues con ese calor hay riesgo de tormenta al atardecer; Ajusto la mochila, último repaso y ¡en marcha!.
En el cole toca la sirena, me da un beso y se despide....¿qué hago?¿me quedo a verla salir? miro a otra mamá,¿tú te vas a quedar?, buenoooo...creo que sí, me quedo, ¿cómo no vamos a decirles adiós?. Veinte minutos después los bajan hacia el autocar en fila, en parejas y cogiditos de la mano, por el gesto de sus rostros puedo leer su pensamiento : Ya están ahí las pesadas de las madres. Nos dedican media sonrisilla mirando por el rabillo del ojo y suben jugando entre ellos. Se acomodan, miran por la ventanilla...
Entonces se repite la graciosa escena de todos los años, es oir el ruido del motor y como un acto reflejo nos ponemos a agitar las manos como locas, ¡adiós!¡adiós!, despidiendo al viento pues los peques ni nos oyen ni nos miran, ellos a lo suyo con ganas de perdernos de vista y nosotras en nuestro papel de madres abnegadas.
¡Madre, no hay más que una!.
Visto desde fuera puede parecer una imagen cómica, incluso a mí me lo parece, sin embargo el año que viene volveréis a ver un grupo de agitadas mamás diciendo adiós al infinito sin recibir respuesta.
La recompensa llega unas horas más tarde cuando los pitufos regresan y te abrazan y te besan y te cuentan las aventuras vividas como si hubiera transcurrido un año. ¿Porqué?, por que....
¡Madre, no hay más que una!