Hace poco, en una excursión a Ávila, me encontré este mojón o poste de piedra en forma de seta que me hizo gracia. Un leguario.
Venía a ser la cantidad de camino que una persona era capaz de recorrer en una hora. Lo cual podía variar desde los 4 a los 6 kilómetros más o menos. Fue un sistema muy usado por los antiguos romanos. En el siglo XVIII una orden en España establecía la obligatoriedad de situar "leguarios" en los caminos.
La adopción generalizada del sistema métrico decimal acabó por arrinconar este método.
La legua era también algo fantástico durante la infancia asociado a los cuentos que oíamos o leíamos a temprana edad. Pulgarcito y el ogro que calzaba "las botas de las siete leguas", con las que podía recorrer en pocas zancadas grandes distancias. En la época a la que se refería el cuento no se había inventado el poder teletransportarse ni la máquina del tiempo ni los aviones supersónicos, así que unas buenas botas servían para el caso.
Pero hay otras "leguas".
En Santiago de Chile también hay otra localidad que se llama "La Legua", por estar a una hora de camino de la capital.
En la imagen, agrupación folklórica de esa localidad.
Y la amiga bloguera Cabopá me comunica que en la Comunidad de Murcia hay también una pedanía con ese nombre. Se llama La Media Legua. Este cactus es representativo de la zona.