Parece ser que el origen del jabón, - no de su nombre, que esa es otra historia, pues hay quien dice que proviene de la localidad de “Savona” y otros de un lugar de la antigua Roma junto al Tíber, el monte Sapo, lugar de sacrificios a los dioses, donde la grasa de los animales se mezclaba con las cenizas del ritual y esa mezcla suavizaba y limpiaba las manos y las ropas de cuantos anduvieran en esos menesteres- , bueno, pues a lo que íbamos, que parece que el origen del jabón, o al menos su precursor más remoto, procede de la antigua Mesopotamia, concretamente de la civilización sumeria, donde al parecer hay alguna alusión en algunas tablillas de arcilla. Parece ser también que los egipcios en algún papiro hacen mención a cierta sustancia utilizada para lavar el lino con el que confeccionaban sus ropas.
Los franceses se atribuyen su descubrimiento al insistir en que fueron sus druidas los que fabricaban un ungüento protector y limpiador a partir de grasa de carnero y cenizas, pero sin duda fueron los romanos los que se dedicaron a fabricarlo de forma cotidiana, al mezclar grasa o aceite con arena y luego utilizar un rascador a modo de “piling” casero. De todos es sabido el gusto de este pueblo por las termas y los baños públicos, una afición higiénica que además fomentaba los vínculos sociales. Cuando en el siglo V de nuestra era sobrevino la caída del Imperio romano, también decayó la higiene. La Iglesia se encargó de prohibir los baños públicos por considerarlos pecaminosos y con esta medida también se vino abajo el interés por el aseo personal. Bárbara época –nunca mejor dicho- ésta de principios del medievo.
Los franceses se atribuyen su descubrimiento al insistir en que fueron sus druidas los que fabricaban un ungüento protector y limpiador a partir de grasa de carnero y cenizas, pero sin duda fueron los romanos los que se dedicaron a fabricarlo de forma cotidiana, al mezclar grasa o aceite con arena y luego utilizar un rascador a modo de “piling” casero. De todos es sabido el gusto de este pueblo por las termas y los baños públicos, una afición higiénica que además fomentaba los vínculos sociales. Cuando en el siglo V de nuestra era sobrevino la caída del Imperio romano, también decayó la higiene. La Iglesia se encargó de prohibir los baños públicos por considerarlos pecaminosos y con esta medida también se vino abajo el interés por el aseo personal. Bárbara época –nunca mejor dicho- ésta de principios del medievo.
¿Qué estará fabricando el druida Panorámix?
A partir del siglo VIII resurge la fabricación del jabón, sobre todo en algunas localidades italianas, como Venecia y en otros puntos de Francia y España. Aquí hay quien sostiene que fueron los árabes los que lo trajeron cuando conquistaron Al Andalus. En todo caso, su fabricación era reducida porque se consideraba un artículo de lujo, con lo que derivó en un artículo de consumo minoritario al alcance sólo de unos pocos afortunados. Venecia, Génova, Savona y Marsella se convertirán en centros importantes del negocio de la jabonería.
Durante la Baja Edad Media y coincidiendo con el terrible ciclo de las epidemias, decayó mucho el tema de los baños porque se pensaba que el agua era un vehículo idóneo para la propagación de las peste bubónica, algo que contribuyó la Iglesia a propagar porque veía allí ocasión para el pecado. Luego, durante el Renacimiento, la gente era más partidaria del perfume, es decir, de disimular los malos olores, que de los baños, con lo que la fabricación del jabón no experimentó apenas desarrollo y se estancó.
Jabón casero
Y llegamos a finales del siglo XVIII, coincidiendo con la Revolución Francesa y, en consecuencia, con el fin de los Monopolios Reales que encarecían ciertos productos, entre ellos el jabón, cuando tiene lugar el revolucionario invento del francés Leblanc quien descubrió el método para obtener el carbonato sódico (sosa) a partir de la sal, con lo que los artesanos jaboneros pudieron fabricar el jabón a gran escala y de una forma mucho más económica. A partir de este hecho, la industria jabonera se extendió por toda Europa multiplicándose el número de fábricas. El producto llegó a todos los hogares porque se abarató de una forma ostensible. De esta forma, comenzaron a reducirse las enfermedades gastrointestinales y las que afectaban a la piel, disminuyendo fuertemente las tasas de mortalidad, en especial la infantil.
Se puede afirmar que, con la ayuda del jabón, la población europea llegó a triplicarse en poco más de un siglo, con lo que a todas luces fue un invento revolucionario.