EL PERDÓN: cuando alguien se manda una cagada con otra persona, una de las resultantes posteriores es el PEDIDO de PERDÓN, tarea que facilita la asimilación de la culpa que se genera cuando agraviamos a alguien. Aclaremos algo: el PERDÓN no es un aliciente para el agraviado, sino para el autor del agravio; es decir, que el PERDÓN es un mecanismo que utiliza la persona que se la mandó para sentirse mejor y libre de culpas (por eso a veces los “Perdoname” son repetidos una y otra vez hasta conseguir - por cansancio, tal vez- el “Está bien, te perdono”), pero en realidad al agraviado, creo que no le sirve demasiado. Por esto, cuando a mi me ha tocado ser la que recibe el pedido de perdón, mi respuesta varias veces ha sido:
LA MENTIRA: que boludés cuando te dicen que OMITIR no es MENTIR. Resulta que hay personas no mienten,sino que omiten “pequeños” detalles, porque no los consideran importantes. Bah… con ese verso a otro lado. La realidad es que con este tipo de cosas o con mentiritas “blancas e inofensivas”, la confianza en las relaciones se desgasta. No importa el tamaño de la mentira, importa que igual es mentira y la deducción que nos queda al alcance de la mano es: Si ante situaciones pavas el primer recurso en el que piensan es una “mentirita piadosa”… ¿Qué podemos esperar que hagan si se mandan una cagada de verdad?
LOS CELOS: que cagada los CELOS, no??? Y que cagada aún mayor, son los análisis introspectivos que vienen detrás. Los celos implican inseguridades propias y la mayoría de las veces están basados en situaciones imaginarias y supuestos. Es increíble la capacidad que poseemos para armarnos un largometraje a partir de pequeños “indicios”, que rara vez se condicen con la realidad paralela que hemos inventado.
Claro que, habrá quienes dieron en la tecla, lo cual significa que los celos estaban bien fundados, pero me parece que la mayoría de las veces son fantasmas producto de inseguridades propias con impulsos perversos.
EL AFECTO: me parece que este sentimiento está tan devaluado actualmente, que se ha convertido en una mercancía perfectamente transferible. La capacidad de desarrollarlo auténticamente está disminuida y en vez de repartirlo, lo vamos transfiriendo de una persona a la otra (si lo repartimos, quizás no nos alcance para todos?). “Hoy te quiero a vos, pero si mañana se me pianta el moño, te quito el afecto que te tengo y lo pongo en otra persona”. En consecuencia, las relaciones se vuelven cada vez menos comprometidas (afectivamente hablando) y más endebles, finitas. Me parece que cada vez son menos las relaciones sinceras que perduran en el tiempo, esas en las que el afecto es tan fuerte que cobra vida propia. Esas en las que el bienestar del otro importa más que el nuestro y esas en las que sufrir es consecuencia del nivel de compromiso, y sin embargo, el impacto en el alma nunca deja de ser positivo.
Bueno, con posibilidades de ahondar alguna vez en alguno de estos conceptos, he dicho lo que he dicho. Hasta la próxima lista…
Julia.