El ser humano es una máquina perfecta.
Bien se encargan los anuncios de coches y los programas matinales de televisión Española en recordárnoslo siempre que pueden. Y tan cierto es, cómo que nuestro cerebro funciona de una manera muy concreta siguiendo los mismos patrones para todo ser humano.
Todos los niños del mundo, nazcan en el entorno que nazcan, suelen jugar a los mismos juegos sin importar su estatus social. Esconderse, correr para atrapar al compañero, montar cosas imaginarias, lanzar objetos, o simular situaciones de la vida real, ya sean con muñecos o escenificándolas.
En el fondo todos funcionamos igual, porque es lo que nuestra genética quiere que hagamos. Quiere que de bien pequeños aprendamos las bases para sobrevivir, a sobrevivir como lo hicieron nuestros antepasados durante cientos de miles de años donde el entorno no era tan 'agradable' como el actual. Y es por ello que aprendemos a escondernos o a correr de cara a evadir el peligro, a buscar a alguien escondido para encontrar a esa presa y luego poder cazarla corriendo, lanzándole algo o tendiéndole una trampa.
Nos sirve para inventar nuevas armas o mejorar nuestras chozas. Nos sirve imaginar situaciones para poder afrontar luego las relaciones sociales entre tribus vecinas, o para encontrar pareja. Incluso nos sirve para aprender a criar a nuestros hijos y sus cuidados.
Pero, ¿y esto porqué?