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martes, 25 de octubre de 2011

Vientiane con Marie y algunos seres peculiares


















































El mismo paisaje continua en la primera parte del trayecto. Sigo por lo tanto disfrutando de su contemplación. Luego cambia y se convierte en una gran llanura con cultivos y poblaciones grandes. Al mediodía llego a Vientiane, el calor es intenso y tras una ducha me voy a saludar de nuevo al Mekong. Paseo por la orilla convertida en largo bulevard sobre el dique que lo canaliza. Ancho y calmado. En la otra orilla la población escasea, pero a este lado numerosos ciudadanos disfrutan del malecón y el parque adyacente. Conforme avance la tarde serán mas y mas. A esta hora de calor algunos se refugian a la sombra de los grandes árboles, sobre la hierba. Yo lo hago en la habitación del hotel hasta que disminuya el calor. El ambiente se ha animado en la orilla, el parque infantil está lleno de niños, algunos de parejas mixtas. La puesta tamiza el color de las aguas y los rostros de la gente. Muchos la observan embelesados. Cuando la noche empieza a caer, una mujer mayor contempla al grupo de mujeres y hombres que bajo la enérgica instrucción de tres jóvenes practican aerobic. Conversamos brevemente complacidas por el evento. Es Marie, de Burdeos. En pocos minutos, me invita a un refresco y yo a compartir la cena. Acepta y degustamos un excelente pescado a la parrilla sobre brasas. Enseguida me introduce en su biografía. Dos años mayor que yo, nació en Mali, dura infancia en Somalia, hija de médico militar que acabará de cirujano en Saigón, tras la derrota francesa en Dien Bien Phu, ejerciendo de cirujano,echando bajo la mesa de quirófano los miembros amputados de los heridos en la guerra. Pasan por mi mente las imágenes sucesivas de lo que pudo suponer para una niña tal historial paterno y no la envidio. Sigue hablándome de su vida ulterior, de sus hijos, de sus matrimonios. Su hijo, historiador, especialiazado en Vietnam, vive entre Singapur, de donde es su mujer y Europa. El le ha regalado el billete de avión para un viaje que la llevará hasta finales de noviembre por Laos, Camboya.... Se encontraran en Pnom Phen durante dos días. La acompaño hasta el hotel, no lejos del mío, un bello edificio colonial, Lani Guest House con una terraza cubierta por un alto techo, sillones de médula. Seguimos conversando e intercambiamos direcciones. Nos despedimos.

Hoy me he levantado perezosa, no me apetece caminar por Vientiane que intuyo desprovista de interés. Mientras desayuno en la acera un rico zumo de Mango y un crêpe, aparece Marie. Que feliz coincidencia. Me lleva a un anticuario Vietnamita para compartir un buen café. Es como la cueva de Ali Baba. Serían necesarios dias para poder apreciar todo lo que contiene. Siento que no podría habérmelo perdido, que ningún lugar en Vientiane será tan interesante y me felicito de la buena suerte de haber encontrado a Marie. Cuando ya hemos investigado a fondo el piso superior, aparece un hombre de facciones orientales, de 63 años. Resulta ser el padre de la propietaria y el iniciador del coleccionismo que hoy inunda el museo. Nos saluda y hablamos en francés. Médico cirujano, nos muestra una foto colgada junto al techo. Es él hace mas de 40 años, conduciendo una ambulancia y sosteniendo en brazos a su hija, ahora presente. Nos habla de los bombardeos americanos, las condiciones en las que iban recogiendo a los heridos. No deja de sonreir mientras habla. Agradece nuestra actitud de apoyo. Cuando nos despedimos en la acera, se sube con su esposa a un impecable todo terreno blanco con un logo en la puerta. Nos explica que dirige la institución para la defensa de la salud infantil. Su prosperidad se hace patente. Minutos antes nos había señalado orgulloso otra foto: su nieta, licenciada en EEUU en diplomacia, trabaja en las Naciones Unidas. Es una jóven muy hermosa.

Cruzamos la calle y visitamos un rincón de un Wat. Ocultos en los muros desgastados y resquebrajados, asoman algunas figuras, resistentes al olvido. Después nos dirigimos al Wat That Foun en un tuk-tuk. Lo visitamos. Es el emblema nacional de la independencia y legado cultural. A la derecha del momumento un enorme baniano da sombra a un círculo de efigies de Buda. El monumento no se visita por dentro, pero si un recinto de pagodas en medio de un jardín, a su izquierda. Allí nos despedimos de nuevo. Yo me dirijo hacia otro de los emblemas de Vientiane, el Patuxay, un enorme y desangelado arco de cemento gris oscuro, sigo por Lane Xang, la avenida de las Embajadas y grandes empresas corporativas hasta las cercanías del Palacio Presidencial, donde está Si Saket. Han cerrado las visitas a las 4 y me conformo con recorrerlo por fuera. Empieza a llover y vuelvo hacia el hotel.

En el recorrido a pie hasta Wat That Foun, Marie me ha seguido hablando de su vida. El descubrimiento de la diferencia entre los niños Somalíes y la suya, tambien una niña. Eso la relación con su padre, su vida en Vietnam tras la derrota francesa y la visión del quirófano la ha condicionado toda la vida.

A la mañana siguiente recojo a Marie en su hotel y nos dirigimos hacia Wat para Keho y Wat Si Saket. En ambos lugares hay una colección de Budas de bronce exquisitos, tanto alrededor de los patios como en alguna sala. Ambos son Wats de construcción clásica, antiguos, sin pinturas deslumbrantes, materiales desnudos, piedra, revocados, madera. Un auténtico tesoro. En un rincón del patio porticado, una reja de madera, medio esconde un amontonamiento de fragmentos de estatuas de piedra. Un rótulo explica que fueron destruidas durante la guerra y luego fueron apareciendo los fragmentos enterrados; allí estan. Entre las rejas, en primera fila, una cabeza sonríe eternamente, la destrucción – samsara- no ha podido con ella.
Acompaño a Marie al hotel hasta su partida hacia Savanaket y el sur de Laos, incluidas algunas islas. Luego seguirá hasta Siem Reap. Sale esta noche, yo al amanecer del dia siguiente. Me muestra el botín de sus compras, algunas compulsivas, reconoce.
No siento pena por la despedida, solo agradecimiento por haberla conocido. Depende de nosotras reencontrarse de nuevo.
Paso por el hotel a liquidar la cuenta y salgo a gastarme en la cena los pocos kips que me quedan.
Mientras espero la sopa, observo a una pareja cenando justo enfrente. Ella me sonrie y yo a ella. Al poco, me empieza a hablar y me acerco a su mesa. El me espeta “he sentido tu energía”. Le digo riéndome “ vas a conseguir que crea en eso”. Se rie. Ella apunta”te dedicas a la enseñanza?” Vaya, he topado con un par de adivinos. El me recuerda a un amigo australiano, quizá por eso mi mirada se había detenido en él. Resultará ser Shenan, de 78 años, abundante cabellera y barba blancas. Ella, bastante mas jóven es Teegi Felizia. Me invitan a compartir la cena a su mesa. Empieza a llover con energía, el viento lleva la lluvia hasta la sillas, la barbacoa precariamente protegida por un parasol, sufre tambien el azote. Teegi se va de casa a los 21, él mas o menos. Tras un intercambio de impresiones me entrega su tarjeta, que reza: “Prof Shenandoah Forest , Teegi Felizia Graye, dirección en Australia y al pie "Wisdom Without Borders, a private philosophers club” y a continuación me dice que podría unirme al club. Ella, artista escultora. Al despedirnos me dirá que ahora se dedica a escribir y no haría nada mas en todo el día. Están a punto de publicar un libro, cruza los dedos, escrito por ella e ilustrado por él. La escultura no da para vivir. Residieron una temporada en Australia, en región de ganaderos. Vida apacible, ecologista. Shenan pidió a su vecino que no matara un faisán salvaje que les visitaba. El otro se enfurece, lo coge por el cuello y le espeta : “pago para matar lo que quiera”. En otra ocasión circulaba en bicicleta por el oeste australiano cuando se le acerca un policía de tránsito y le amenaza con multarle, primero por no llevara casco y segundo por llevar al perro en la cesta de la bici.
Ahora vuelven a Australia pero el ha tenido que someterse a un exámen médico exhaustivo en el lugar que le han indicado, a un precio inmoderado para permitirle entrar de nuevo. No sé bien para qué regresan, pero su intención es volver a Francia a vender una casa, recoger su autocaravana y decidir sobre la marcha si van a establecerse en algún sitio o no. Teegie me explica que en la TV australiana hay una serie, una especie de sitcom, donde Julia Guillard es la protagonista. Su pareja en la vida real es peluquero y en la sitcom no dejan de ridiculizarlo, como si no fuera lo bastante bueno para ella. No entiende como se permite tal cosa o ella, como primera ministra del país, no se opone. Es un país por lo menos curioso, realmente.
Y nuestro mundo estará globalizado pero sigue siendo de lo más diverso.

Vang Vieng























Ocho horas mas tarde de salir de Luang Prabang llego a Vang Vieng. La primera mitad del trayecto es continuación del paisaje que me ha acompañado desde China. En los pequeños poblados asentados al borde de la carretera, el único producto en oferta son calabazas. Cuando nos adentramos en la zona kárstica, la naturaleza está domesticada: amplio y llano valle, campos de arroz de un verde vivo. El sol parece bendecir la bonanza después de la niebla y la lluvia. Las poblaciones son aun sencillas pero ya comprenden mas de una hilera de casas, algunas de obra y algunas tiendas. Una larga fila de niños y niñas regresa de la escuela. Sorprende su gran número en una población tan pequeña. Es una señal de progreso, con sus uniformes y cartera. Unos pequeños juegan a fútbol en un campo de verde hierba segada. Numerosos terneros puntean los campos o el borde de la carretera. Mis ojos no se apartan de la contemplación de los picos kársticos, cubiertos de vegetación y coronados por espléndidos cúmulos blancos perforados por los rayos del sol. Seguirá con nosotros hasta su puesta. La carretera no es mas que un conjunto de charcos que el conductor trata de sortear. Llegamos a Vang Vieng. Esta vez los compañeros de viaje son: Hyun (Brillantez), una coreana que ejerce el voluntariado en Tailandia en una escuela. Moses, un israelita, viajero y viajado de la Ceca a la Meca. Estudia derecho y conoce a Jared Diamond sobre cuyos libros conversamos. Ronin, británico, escocés de padre irlandés. Me dará la Lonely Planet de China; ha oído que regreso tras la visita a Laos. Me viene providencialmente pues he extraviado en Nam Tha el pen drive donde llevaba la edición digital.
Se ha puesto el sol tras una colina karstica. La contemplo desde la terracita de la casa de huéspedes donde me albergo, Dok Khoun.

A la mañana siguiente decido alquilar algo con dos rueas para recorrer la zona de arrozales entre picos y grutas. Me decido por una motocicleta. Lo he pasado en grande. He tenido que vadear barro y grandes charcos fangosos. El calor es notable, así que ha sido una buena opción, mejor que una bicicleta. Las ruedas resbalaban en el barro y el motor parecía poder ahogarse en los charcos, pero he conseguido salir airosa y no ir a hacer compañía a los búfalos. He empezado por llegar hasta Poukham, a unos 7 kilómetros. El picacho contiene una cueva y a su pie un hermoso lago de transparente esmeralda ve nadar peces a la sombra de un bello puente y un retorcido árbol. De éste desciende una cuerda para saltar sobre el agua. No había nadie. El camino ha resultado encantador, el intenso azul del cielo y verde del arroz contrastando con el gris de los picachos y el verde oscuro de sus árboles. De vez en cuando algún pequeño poblado de casas de madera y alguna motocicleta que me he cruzado. Alguna escuela, mas parecida a un colegio privado ingles, en cuyo patio se hubiera podido jugar al polo. Los niños con pulcro uniforme, apenas ocupaban un rincón del mismo.
Me hubiera gustado seguir mas adelante, pero esta vez un inmenso lago de barro cubría todo el camino. Las ruedas han quedado atrapadas y patinando sobre el barro y he decidido no arriesgarme a quedar atrancada sin que nadie pudiera ayudarme. Doy media vuelta y vuelvo a cruzar el rio Namsong, que separa Vang Vieng de la zona kárstica y me dirijo a las cascadas, a unos 5 km del pueblo, en las montañas. Valía la pena. El paisaje es distinto pero tambien muy hermoso, los campos de arroz y los poblados se suceden. Al final del camino dejo la motocicleta y empiezo a escalar hacia la cascada. Encuentro una primera en medio del bosque que desciende suavemente en una poza y luego en otra. Un poco mas arriba, otra poza y el calor invitan al baño, pero me limito a refrescarme la cara. Finalmente una cola de caballo se precipita estrepitosamente en una laguna, zarandeando con el viento que produce las ramas deshojadas de unos árboles que resisten heroicamente entre las rocas. Me siento unos minutos para disfrutar de la visión del agua cristalina, la sombra de los tupidos árboles y el regalo de numerosas mariposas de vivos y variados colores y dibujos.
Cuando descendía de regreso, me he encontrado a Moses, sin resuello y en un baño de sudor, descansando en una piedra. Es que él va en bicicleta.
He devuelto la moto, rebozada de barro pero funcionando. El hombre se ha mostrado generoso con el tiempo contratado. Se lo agradezco.
Decido comprar el billete de bus a Vientiane para el día siguiente. También el billete de avión Vientiane-Kunming. Sale mas a cuenta que comprar el vuelo entero Vientiane-Kunming-Guilin. En Kunming habré de enlazar sobre la marcha hasta Guilin, ya en Guangxi.